Sr. Editor:
La pandemia del COVID-19 representa aún una amenaza para la salud pública debido a su alta tasa de contagio y transmisibilidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha tomado medidas para reducir el riesgo de contagio por parte de la población y los profesionales de la salud, lo que ha llevado a la creación de protocolos, ha enfatizado la atención y estratificación de casos, emergencias y suspensión de los procedimientos electivos.
La mayoría de pacientes tratados por cirujanos de cabeza y cuello padecen de cáncer; por lo que, continúan en el nivel más alto de prioridad de atención. Esto produce un problema clínico mayor debido a que tienen un plan estratégico terapéutico y rehabilitador complejo. En general, el tratamiento depende de la localización de la neoplasia, estadio clínico del paciente y criterios histopatológicos, donde la opción terapéutica principal es la cirugía, asociada con radioterapia adyuvante o quimio radioterapia.1,2
El tratamiento quirúrgico de los canceres de cabeza y cuello es particularmente desafiante en la era COVID-19, todos los aspectos de la atención del paciente desde la consulta inicial, pasa por la cirugía hasta el seguimiento posterior al tratamiento, implican cierto grado de realización de procedimientos generadores de aerosoles, debido al contacto directo con la cavidad nasal, nasofaringe y orofaringe, lo cual aumenta en gran medida el riesgo de contaminación por el COVID-19.3
Se debe ofrecer el tratamiento quirúrgico a los pacientes con cáncer de cabeza y cuello cuando se espera un resultado peor en caso de que la cirugía se retrase entre 2 a 6 semanas. En el contexto actual, esto significa operar prioritariamente pacientes con tumores avanzados de cavidad oral, glándula salival de alto grado de rápida progresión, melanomas avanzados y otras entidades en donde la cirugía tiene intención curativa. Por otra parte, la cirugía de rescate se aborda con cautela, debido a un potencial mal resultado y la necesidad de limitar el uso de recursos siempre que sea posible.1,4
El Hospital Nacional “Guillermo Almenara Irigoyen”, como centro de referencia nacional peruano, a causa de la pandemia ha priorizado sus áreas y recursos a la atención de pacientes con COVID-19; sin embargo, ha desarrollado protocolos para la atención prioritaria de pacientes oncológicos. El servicio de Cirugía de Cabeza, Cuello y Maxilofacial realizó desde inicios de pandemia una lista de los pacientes con cáncer con urgencia quirúrgica en donde se evalúan las consecuencias de diferir la cirugía más de 4 semanas y se considera el riesgo/beneficio ante una probable modificación del enfoque terapéutico.
Las evaluaciones ambulatorias prequirúrgicas se realizan por telemonitoreo y de ser necesario algún procedimiento, se cita al paciente en un ambiente previamente acondicionado con uso de equipos de protección personal adecuados para la atención. Para disminuir el riesgo de contagio de los trabajadores de salud, el paciente ingresa a sala de operaciones con una prueba molecular COVID-19 no mayor a 48 horas.
Así mismo, el paciente permanece en hospitalización el tiempo mínimo necesario para brindar un cuidado postquirúrgico adecuado y su seguimiento posterior se realiza por telemonitoreo y/o consulta presencial. Si se requieren terapias adyuvantes por oncología médica o medicina nuclear están son coordinadas previas al alta del paciente. El objetivo es minimizar los riesgos de pérdida de un tratamiento quirúrgico oportuno y anticipar el número de pacientes que serán tratados al final de la pandemia, de acuerdo al grado de urgencia, dificultad de la cirugía y el riesgo de contagio.5
La duración de la pandemia por COVID-19 es aún incierta; sin embargo, las medidas de restricción y los protocolos de las instituciones sanitarias han permitido continuar con la atención de los pacientes y en consecuencia la clasificación de los casos con urgencia oncológica quirúrgica. El retraso de la atención en los pacientes con cáncer de cabeza y cuello puede traer graves consecuencias a nivel del tracto aerodigestivo; por lo que, posponer la terapia quirúrgica puede poner en gran peligro su vida. Es necesario hacer un gran esfuerzo para garantizar la continuidad de la atención de estos pacientes al igual que brindar un tratamiento adecuado y oportuno incluso en tiempos difíciles.