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Revista Cubana de Salud Pública

versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública vol.44 no.2 Ciudad de La Habana abr.-jun. 2018

 

Investigación

La crianza en situación de injusticia extrema, una comprensión desde un grupo de cuidadoras significativasA

Upbringing in an extreme injustice’s situation: understanding of the topic from the perspective of meaningful caregivers

Diana Paola Betancurth Loaiza1  *  , Fernando Peñaranda Correa2 

1Universidad de Caldas, Manizales. Caldas. Colombia.

2Universidad de Antioquia. Medellín. Antioquia, Colombia.

RESUMEN

Introducción:

Muchas familias en Colombia viven en condiciones de desigualdad e iniquidad, por ello no todos los grupos gozan de las mismas posibilidades para una crianza satisfactoria para padres-hijos. Tal es el caso de las familias desplazadas y destechadas del asentamiento Altos de Oriente II, cuyas crianzas han sido estigmatizadas por algunos discursos hegemónicos de la salud pública.

Objetivo:

Comprender los significados de la crianza desde las dimensiones históricas, socioculturales y ontológicas en un grupo de cuidadoras que viven en situación de injusticia extrema, en el marco de un proceso de educación popular.

Método:

Se realizó una metodología de corte etnográfico. Se siguió como horizonte la corriente interpretativita crítica, mediante observación participante. Se convocó a gestantes y cuidadores de niños menores de 5 años. Los registros escritos fueron codificados y categorizados de forma simultánea al análisis reflexivo.

Resultados:

Los hallazgos describen las diferentes experiencias respecto a la crianza que vivieron las cuidadoras significativas participantes, aquellas crianzas que realizan como madres o abuelas y las que anhelan para sus hijos o nietos. Estas mujeres, a pesar de tener historias situadas en medio de extrema injusticia experimentada desde sus infancias, luchan por realizar la crianza que valoran.

Conclusiones:

Los hallazgos develan cómo las madres y abuelas interiorizan las violencias y la injusticia extrema como parte de su vida y de sus crianzas, así, se autorreconocen como las únicas responsables de los hechos vividos y de lo que viven. No pueden identificar y comprender los factores estructurales que condicionan sus vidas.

Palabras-clave: Crianza del niño; cuidador; salud pública; justicia social; etnografía

ABSTRACT

Introduction:

Many Colombian families live in inequality and inequity conditions; therefore, not all groups enjoy the same opportunities to promote successful parents - children upbringing. Such is the case of forced displaced and homeless families in Altos de Oriente II settlement, whose child rearing experiences have been stigmatized by some hegemonic public health discourses.

Objective:

To understand the meanings of upbringing from the historical, sociocultural and ontological dimensions in a group of caregivers living in an extreme injustice’s condition in Altos de Oriente II settlement, in the setting of a people’s education process.

Method:

An ethnography methodology was carried out following the critical interpretive stream, through participant observation. Pregnant women and caregivers of children under five were summoned. Written records were coded and categorized simultaneously to reflective analysis.

Results:

Different experiences were describe regarding the children upbringing experienced by significant caregivers participating, that upbringing performed as mothers or grandmothers, and the ideas of child rearing they long for their children or grandchildren. Despite having a history of extreme injustice experienced since their childhood, these women are struggling to carry out the upbringing they value.

Conclusions:

Findings reveal how mothers and grandmothers internalize violence and extreme injustice as part of their lives and their child rearing experiences, thus, recognizing themselves as the only responsible for the events they lived and the ones they are currently living. They cannot identify and understand structural factors that determine their lives.

Key words: Children upbringing; caregiver; public health; social justice

INTRODUCCIÓN

La salud pública tradicional, desde su marcado enfoque biomédico, funcionalista y morbicéntrico, ha tratado de manera superficial la crianza de los niños y soslayado los referentes históricos, sociales, culturales y ontológicos que la configuran como cuidado y educación.1 Como resultado, la crianza no constituye un eje integrador de las políticas en salud pública, pues son los temas relacionados con la gestación e infancia temprana los que prevalecen como prioridad, y de forma fragmentada y especializada [Ley 1122, 2007; Ley 1438, 2011; Plan decenal de Salud Pública 2012-2021].2

Si bien las diversas disciplinas -entre ellas la pediatría social, la psicología y la psiquiatría infantil o la enfermería- han abordado la crianza de acuerdo a sus supuestos teórico-disciplinares particulares, algunas de ellas tienen posturas críticas frente al fenómeno.3 Otras, desde un enfoque dominante, construyen discursos institucionales que imponen significados en los que priman los contenidos biomédicos en la regulación y normalización de cómo se debe criar. Estos discursos, por lo general, contienen elementos que entran en tensión-choque cultural4 con la crianza que conciben y llevan a cabo los cuidadores significativos de acuerdo con sus contextos, saberes y lógicas particulares, que muchas veces sitúan a los actores como pasivos, con conocimientos inadecuados, con lo que se desconocen sus potencialidades para realizar la crianza que valoran.

La crianza valorada es resultado de un proceso de problematización5 y les permite a las mujeres reflexionar sobre sus aspiraciones, de acuerdo a lo que pueden “ser y hacer”,6 pese a los obstáculos que hacen parte de su mundo, lo que permite comprender otras crianzas resultado de la resignificación de las experiencias, valores y prácticas que vienen desde las crianzas vividas y las que realizan.

Desde una mirada crítica, la crianza se entiende como el proceso dialéctico e interactivo entre padres e hijos, como un complejo histórico, sociocultural y ontológico,1 en el que existen roles y relaciones en torno al cuidado, la educación, la autoridad y el afecto, es decir, hace referencia a asuntos vitales y simbólicos, y se encuentra atravesada por la pluralidad de las dinámicas sociales.7,3 Por ello trasciende la labor de mantenimiento de la vida, lo que la convierte en un asunto central para la salud pública.

Comprender la crianza de esta manera precisa de otra forma de pensar la salud pública, sustentada en la visión de salud como producción de vida,8 que promueva el diálogo intercultural y supere la dicotomía sujeto-sociedad.9,10 Desde esta postura no se trata de llevar a ningún cuidador significativo a una crianza establecida, sino a una crianza reflexionada desde la justicia social, a través de la búsqueda de oportunidades.6

Esta investigación buscó comprender en “algo” las crianzas que realizan muchas familias en Colombia, aquellas cuyas vidas están surcadas por la violación de sus derechos fundamentales, tal como ocurre con las familias en Situación de Desplazamiento Forzado (SDF) y las familias destechadas que viven en asentamientos marginales.11-13

Las crianzas en este tipo de grupos poblacionales suelen ser más estigmatizadas porque en ellos se concentra la violación de derechos que genera múltiples problemas sociales, situaciones económicas adversas, abandono, hacinamiento, violencia familiar y de barrio, dificultades para acceder a los servicios básicos, escasas posibilidades laborales, analfabetismo, inseguridad y drogadicción, entre otros.3) Estas circunstancias reducen al máximo las oportunidades para llevar a cabo la crianza que valoran. Tal marginalidad, estigmatización e injusticia merecen una distinción particular que aquí se denomina “crianzas en condiciones de injusticia extrema”.

Entre las familias que viven esta realidad de injusticia extrema se encuentran aquellas que habitan el asentamiento Altos de Oriente II, ubicado en la vereda Granizal-departamento de Antioquia, Colombia-, un territorio marcado por la falta pronunciada de recursos, inadecuadas condiciones sanitarias y de infraestructura, y atravesado por una compleja tensión territorial debido a conflictos con el Estado y diversos grupos armados.

A pesar de la identificación de estas situaciones, existe una invisibilización de las dificultades que estas familias viven diariamente. La respuesta del Estado ha sido incapaz de garantizar sus derechos,14 lo que magnifica su condición de marginalidad y complejiza sus crianzas. Aunque existen programas institucionales que hacen presencia en el asentamiento, no logran ofrecer las oportunidades para llevar a cabo la crianza que valoran. Es por ello que el presente estudio tiene como objetivo comprender los significados de la crianza desde las dimensiones históricas, socioculturales y ontológicas en un grupo de cuidadoras que viven en situación de injusticia extrema, en el marco de un proceso de educación popular.

MÉTODOS

Altos de Oriente II se encuentra ubicado en la vereda Granizal del municipio de Bello (Antioquia, Colombia) y es considerado el más grande asentamiento irregular del Departamento y el segundo del país luego de Altos de Cazucá. Es un territorio marcado por la falta de recursos y la precariedad de sus condiciones infraestructurales y sanitarias. Las viviendas están construidas principalmente con madera y cartón, el servicio de electricidad es deficiente, y la zona no cuenta con agua potable ni servicios de acueducto y recolección de basura. No existen vías de acceso que permitan la conectividad directa con el municipio de Bello.15

El centro de salud que le corresponde a la población es de difícil acceso, debido a la distancia con el asentamiento, los problemas de transporte y las dificultades en relación con los trámites para garantizar el servicio. El asentamiento cuenta con una escuela que cubre la oferta académica hasta noveno grado, y los jóvenes que quieran continuar sus estudios deben desplazarse fuera del asentamiento. Los espacios de esparcimiento son escasos y los de consumo se restringen a pequeñas tiendas en domicilios particulares.15

Sumado a esto, la ubicación de la vereda Granizal entre lo urbano y lo rural fue aprovechada por Grupos Armados Ilegales (GAI) que ejercieron amplio dominio y control social (primero por el ELN y luego por las FARC). Posteriormente, el dominio territorial fue perpetrado por grupos armados posdesmovilizados, que establecieron relaciones con bandas delincuenciales en el sector15 todo lo cual genera una compleja tensión pues se encuentra en un territorio ocupado de manera ilegal que impide la inversión del sector público en infraestructura por parte de la Alcaldía Municipal de Bello.16

En este contexto socioeconómico y cultural Altos de Oriente II, se inició el proyecto de “Atención Primaria en Salud, estrategia integral de salud para la comunidad”. A este proyecto se unió una propuesta investigativa de mayor alcance, una Investigación- Acción en la cual se anidó este estudio etnográfico de forma simultánea entre el año 2014 y 2016.

La propuesta de Investigación-Acción estuvo fundada en un proceso de educación popular, cuya base fue un proceso de investigación temática respecto a la educación sobre la crianza que tuvo como principal instancia de participación los círculos de cultura, los cuales fueron los escenarios de interacción -más no los únicos- de ambos proyectos investigativos. Entre tanto, el interés de esta investigación estaba centrada en un enfoque comprensivo de la crianza desde la perspectiva de los cuidadores.

En este caso se llevó a cabo una investigación de corte etnográfico siguiendo como horizonte la corriente interpretativista crítica.17,18 Abordar las implicaciones de los significados culturales en términos de poder e incluir el análisis de las fuerzas políticas, económicas y sociales que influyen en las crianzas, implicó retomar los aportes de la micro- y macroetnografía,19 centrada en un enfoque ecológico cultural que permite un análisis más amplio del contexto.

Junto con el grupo de investigación del macroproyecto y desde la última semana de agosto de 2014 hasta la segunda semana de febrero de 2015 se realizaron 33 visitas al asentamiento. En ellas se interactuó con los cuidadores alrededor de dos horas, se compartió algunos momentos con las familias y se invitaron a participar de manera voluntaria a gestantes, madres, padres, abuelos y hermanos que desempeñaran prácticas de cuidado de menores de 5 años.

Para el reconocimiento de campo y la construcción de lazos de confianza además de las visitas, se compartieron otros escenarios de intercambio como desayunos, chocolatadas, reuniones, visitas a los Centros de Desarrollo Infantil (CDI) donde trasladan a los niños y las consultas de atención primaria en salud, en donde fue posible conocer el ambiente contextual donde se lleva a cabo la crianza de los niños.

Posteriormente se concretó el inicio de los círculos de cultura con madres y abuelas de la zona, un espacio de diálogo abierto -parte del proceso de educación popular del macroproyecto de Investigación-Acción- cuya dinámica consistía en iniciar una conversación a partir de un tema guía previamente discutido con el grupo de investigación y de acuerdo a los asuntos emergentes que proponían las cuidadoras para enriquecer el diálogo en relación con la crianza.

Se realizaron alrededor de 50 sesiones de círculos de cultura durante dos años. Se conformaron dos grupos de mujeres que fluctuaban entre 4 y 12 cada uno, quienes asistían de acuerdo a los horarios previamente concertados con ellas -miércoles y jueves-. Las cuidadoras significativas que participaron eran mujeres con edades variables, algunas madres con un promedio de edad entre 18 y 30 años, mientras que las abuelas tenían entre 45 y 75 años. Ellas son mujeres que han llegado al asentamiento Altos de Oriente II provenientes de diferentes departamentos del país como Cauca, Chocó, Tolima, Huila, Cesar, Córdoba, entre otros, y de la costa Atlántica y de varios municipios de Antioquia. Algunas de ellas a raíz de la violencia que configuró en sus territorios el desplazamiento forzado, y otras en búsqueda de al menos un techo para vivir con sus familias, pues en sus territorios abundaba la pobreza y la incertidumbre.

En los círculos de cultura emergieron los significados que las cuidadoras tienen de sus crianzas vividas, aquellas que realizan y las que valoran. Los significados se entienden aquí como fuentes de información, dan cuenta de un modelo de procesos exteriores que los seres humanos utilizamos para organizar nuestras experiencias y relaciones sociales. Constituyen modelos de realidad -interpretaciones y representaciones de la realidad- y para la realidad en tanto ofrecen información y guía para organizarla.18

Los círculos de cultura fueron el escenario de observación directa participante, entendida como la actividad central y fuente de conocimiento,20-22 dado que en el marco de estos encuentros surgieron las historias de vida y las conversaciones informales, lo que permitió tener un alto grado de participación de los investigadores. Otros espacios de interacción cotidiana se dieron en el tiempo de trabajo de campo como paseos, almuerzos y actividades de celebración de fechas especiales fuera del asentamiento.

La información construida en campo fue registrada en diarios reflexivos, en los cuales se identificaron los aspectos más relevantes para la investigación. Esta información se complementó con la revisión de fuentes secundarias como: caracterización del asentamiento y normativas institucionales vigentes relacionadas con la crianza.

El proceso de análisis interpretativo y crítico fue una experiencia personal y grupal, que se realizó de manera simultánea al desarrollo de la investigación, el cual fue emergente e iterativo entre el grupo de investigación y las mujeres participantes de los círculos de cultura. Como parte de este proceso se codificó la información23 de acuerdo con las categorías emergentes a través de un proceso de comparación constante24 utilizando el programa ATLAS.ti. A partir de allí se construyeron resúmenes que posibilitaron la reconstrucción de tramas argumentativas de la información que se tenía en los diarios de campo, a su vez que se brindaba una contextualización amplia de lo observado en relación con el fenómeno de la crianza.21

Algunas dificultades que se dieron durante el desarrollo de la presente investigación se relacionan con el establecimiento de relaciones de confianza con la comunidad en campo en un inicio, esto fue un asunto complejo debido a la desconfianza imperante en el territorio. A pesar de lograr la aceptación de la comunidad, no fue posible la participación de hombres en los círculos de cultura, cuestión que limitó la comprensión de los significados de la crianza desde las subjetividades masculinas. De manera reflexiva se puedo comprender que la decisión metodológica de focalizar un aspecto o un contexto particular, que implica necesariamente desatender otras áreas importantes para el análisis del fenómeno, no solamente permitió comprender una parte importante de la crianza desde la perspectiva de los cuidadores significativos, sino que también dio la posibilidad de abrir otras preguntas importantes de responder para abrir nuevos caminos.

RESULTADOS

Familias expulsoras y familias expulsadas

Las mujeres de Altos de Oriente II experimentaron sus crianzas como hijas en contextos rurales y urbanos bajo circunstancias como la pobreza y la presencia de diferentes tipos de violencia, especialmente el maltrato al interior de sus familias, circunstancias que configuraron familias expulsoras, cuyas relaciones se caracterizaron por graves agresiones físicas, emocionales y verbales. Algunas de ellas fueron abusadas sexualmente, padecieron castigos injustificados, tuvieron que trabajar y asumir las tareas del hogar desde niñas. Este complejo ambiente familiar en el que vivieron sus crianzas terminó por restringir las oportunidades para su florecimiento humano. Sus opciones eran quedarse en medio de la violencia de sus familias, en unas condiciones materiales de vida que limitaban al máximo la satisfacción de sus necesidades o involucrarse desde muy jóvenes en múltiples relaciones de pareja para huir en pos de aliviar su sufrimiento pero que las convirtieron en madres jóvenes. Situaciones de riesgo que las dejaron a ellas y a sus familias en una dinámica de nomadismo, en la que buscando la estabilidad para sus hijos y mejores condiciones de vida fueron de un lugar a otro sin poder establecerse de manera permanente.

De igual modo, ellas hacen parte de familias expulsadas debido al conflicto armado que dejó en sus vidas pérdidas, muertes y desplazamientos. Sus oportunidades se redujeron al tal punto que la única forma de seguir viviendo era dejar su casa, su terruño y con ello los vínculos afectivos que se habían tejido allí. Todo esto para intentar comenzar una nueva vida o al menos preservarla de cualquier forma.

Pese a que ciertas mujeres experimentaron tanto la violencia del conflicto armado como la ofensa en sus familias, en sus relatos buena parte de ellas no pudieron ocultar el profundo sufrimiento que dejaron los maltratos que vivieron en sus hogares. Estas experiencias las narraron entre lágrimas, expresiones de su evidente dolor, mientras que aquellos sucesos relacionados con la violencia armada y el desplazamiento forzado emergieron en sus conversaciones durante los círculos de cultura, pero no de forma tan traumática como lo vivido con sus familias.

Entre las violencias y el amor materno: las crianzas que realizan las mujeres de Altos de Oriente II

Algunas de estas mujeres comenzaron sus crianzas antes de llegar al asentamiento Altos de Oriente II, en contextos rurales y urbanos surcados por la pobreza y violencia, condiciones similares a las de sus infancias. Estas situaciones hicieron que madres y abuelas llegaran a Altos de Oriente II, un territorio donde con mucho esfuerzo lograron acomodarse. Para estas mujeres, vivir en el asentamiento significó sacrificar sus oportunidades -al estar en un contexto “menos violento”- resignándose a no encontrar mayores opciones para su desarrollo. Así, en el sentir de las mujeres, Altos de Oriente II es un territorio que lo da todo -la posibilidad de seguir viviendo- y lo quita todo -en términos de oportunidades para sus crianzas-.

De acuerdo con los relatos de estas mujeres, fue posible comprender que son ellas quienes crían, ya sea porque en sus relaciones de pareja no construyeron vínculos estables con los padres de sus hijos, a quienes definen como inestables e irresponsables -aunque algunos tienen un contacto afectivo con los niños-, o porque a pesar de contar con un compañero sienten que las tareas de crianza les son delegadas.

Ellas realizan sus crianzas en medio de múltiples carencias, en condiciones de hacinamiento en sus viviendas que tampoco cuentan con servicios públicos domiciliarios, con dificultades para acceder a los servicios de salud y educación debido a las distancias y a las complicadas vías del asentamiento, y tampoco cuentan con espacios de recreación para los niños. Además, ellas y sus hijos se ven expuestos a múltiples peligros, como la presencia de “Los muchachos” -quienes amenazan a los habitantes, reclutan y vigilan a los jóvenes-, y la presencia constante de abusadores sexuales y el uso de drogas. Situaciones que hacen que incluso ciertas mujeres no busquen trabajo y prefieran quedarse en sus casas cuidando a sus hijos, siempre a la defensiva.

Estas mujeres tienen una rutina de crianza que comienza temprano en la mañana. Algunas de ellas trabajan y deben dejar a sus hijos a cargo de otras mujeres -abuelas, hermanas, vecinas-, mientras que otras madres se quedan con los niños, los llevan como pueden, cruzando caminos escarpados y empantanados, en largas caminatas en las que incluso a veces tienen que cargarlos para lograr llegar a instituciones como los CDI o escuelas, donde generalmente reciben apoyo para su cuidado y alimentación.

En sus casas estas mujeres se encargan de los quehaceres del hogar y además del cuidado de los niños, labores que las angustian y agotan, sobre todo cuando los niños son desobedientes. Algunas de las madres optan por castigarlos físicamente, según ellas “los niños piden pela”. Otras madres prefieren hablar con ellos, pues consideran que golpearlos hace que se vuelvan más desobedientes, mientras que ciertas mujeres comentaron que prefieren privarlos de algo que les guste. Son prácticas de autoridad y disciplina.

Estas mujeres también tienen ciertos apoyos familiares o institucionales para sus crianzas, entre ellos los programas de mujeres, que de acuerdo con los testimonios de ciertas madres les han permitido reflexionar y recuperar el amor por sí mismas. Las madres también destacaron a personas de la comunidad -vecinos o amigos- que les colaboran con trámites o con el cuidado de los niños, así como las ayudas estatales que reciben por ser población en SDF. Así como por pertenecer a otros subsidios que las obliga al cumplimiento de requerimientos, aunque no todas las mujeres acceden a este tipo de beneficios.

Esta visión de apoyo, que tienen las madres, se pone en tensión con ciertas presiones que sienten en relación con el cumplimiento de los requerimientos por algunas instituciones. Estas mujeres cuentan su experiencia en relación con algunos discursos institucionales que se basan en reprochar sus formas de castigo, en la imposición de pautas de crianza como dormir aparte de los niños, brindarles cierto tipo de dieta, la indicación de expresarles afecto con palabras cariñosas y caricias, sin tener en cuenta los contextos de hacinamiento, la falta de recursos para suplir sus necesidades y las experiencias particulares. Cuestión que se repite en los controles de Crecimiento y Desarrollo donde el personal técnico solo se centra en el peso y la talla de sus hijos como indicadores de un buen estado de salud.

Estas situaciones son experimentadas de manera negativa especialmente por las madres, quienes temen que dispongan de la patria potestad de sus hijos si no cumplen con las exigencias promulgadas por esos discursos institucionales basados en lineamientos homogeneizantes, que en forma de requerimientos condicionan el acceso a distintas ayudas, en tanto sus familiares y vecinos opinan sobre el deber ser de las crianzas desde sus propios valores y concepciones. Son acciones que hacen que las madres se sientan juzgadas e impotentes, pues se les exigen condiciones, actitudes, comportamientos y sentimientos que en sus contextos no pueden brindar.

Los sentimientos de culpa e impotencia se magnifican, pues estas mujeres no son conscientes de los problemas estructurales que rodean sus crianzas. Son ellas quienes se autorreconocen como las únicas responsables de los hechos vividos y de lo que viven, creen que sus experiencias traumáticas y dificultades son producto de sus inadecuadas decisiones, o que se van heredando, lo que demuestra la dificultad que tienen para superar sus visiones particulares y acceder a una comprensión de sus vidas y las crianzas que realizan.

Si bien algunas mujeres comentaron que dejaron de lado sus proyectos de vida desde que se convirtieron en madres, también es cierto que su llegada al asentamiento les arrebató las oportunidades de educación, recreación y trabajo, además de dejarlas en un contexto de injusticia en el que con grandes esfuerzos tienen que criar a sus hijos. Dichos esfuerzos y luchas por sacar a los niños adelante expresan el amor que estas madres sienten por ellos, ya que trabajan en empleos informales por las complejas condiciones económicas en las que viven algunas de ellas. Otras maniobran con las ayudas estatales para sortear las necesidades de toda su familia, e incluso cuando la situación económica se agrava recurren a estrategias como vender su cabello o hacer “recorridos”B para no dejar morir a sus hijos de hambre.

Estos esfuerzos no son reconocidos como expresiones de amor por sus familias, vecinos, instituciones, sobre todo en el marco de discursos disciplinares que promueven una idea de amor materno dulce, tierno y cariñoso, que pasa por alto la trascendencia de conseguir el sustento y criar en un contexto tan complicado como Altos de Oriente II, en el que las opciones de las mujeres son tan limitadas que sus hijos o nietos se convierten en esa oportunidad de amor y realización de sus vidas.

Las crianzas que valoran las mujeres de Altos de Oriente II y anhelan para sus hijos: “no quiero que mis hijos vivan lo que yo viví, quiero que sean alguien en la vida.”

En cuanto a realizar una buena crianza, las mujeres de Altos de Oriente II consideran que es necesario tener un espacio adecuado, con servicios públicos domiciliarios como agua potable, acueducto, manejo de basuras y disposición permanente de electricidad y gas. Además, vías, acceso a la salud, educación y recreación, cuestiones mínimas que les permitirían ofrecerles a sus hijos las oportunidades que ellas no tuvieron en sus infancias.

Por otro lado, también reconocieron que para hacer una buena crianza necesitan del apoyo económico -el más importante para buena parte de las mujeres- y afectivo de los progenitores. Reclaman el reconocimiento legal de su paternidad, así como la presencia de los padres en la vida de sus hijos, y desean que ellos participen en las labores de cuidado y disciplina de los niños, ya que para la mayoría de ellas la figura paterna representa autoridad en el hogar. Además, las madres y abuelas quisieran contar con una amiga o vecina que les colabore con las múltiples tareas que tienen que realizar.

La expresión del amor a los hijos aparece como un asunto fundamental para estas mujeres. Desean “darles gusto” a sus hijos. También, consideran necesario cambiar las formas de corregir a los niños y minimizar reacciones violentas, a diferencia de lo que algunas madres experimentaron en sus infancias. Ellas esperan aprender a criar con autoridad, en un espacio de confianza en que sus hijos les cuenten lo que les pasa, lo que piensan y sienten.

Estos aspectos constituyen la idea de crianza que valoran las mujeres de Altos de Oriente II, concepción que entra en tensión con aquello que realmente pueden ser y hacer, tanto por las condiciones del contexto en el que viven, como por las dificultades emocionales y personales que no les permiten criar como quisieran.

DISCUSIÓN

Para comprender los significados de las crianzas desde las dimensiones históricas, socioculturales y ontológicas en cuidadores significativos que viven en Altos de Oriente II, en nuestro caso madres y abuelas quienes fueron las que asistieron voluntariamente, es necesario reconocerlas como sujetos concretos con sus propias historias, identidades y constituciones afectivo-emocionales;25 sujetos situados en unas condiciones materiales e históricas particulares.

Las mujeres de Altos de Oriente II experimentaron sus crianzas como hijas y como madres en condiciones de injusticia relacionadas con pobreza y distintos tipos de violencias de orden estructural,26 simbólica27 y cotidiana,28,29 las cuales se entrelazan y coexisten en una dinámica de codependencia en sus vidas y configura una injusticia extrema que vulnera sus derechos fundamentales y las deja sin posibilidades de elección,6 sin condiciones que promovieran su autonomía.30

Estas violencias estuvieron presentes al interior de sus familias. Las situaciones de maltrato que vivieron se relacionan con el establecimiento de vínculos inseguros y falta de apoyo familiar que produjeron un daño moral en ellas, pues la familia suele ser percibida como un espíritu generador de devociones, generosidad y solidaridades con sus miembros31 que ellas no pudieron disfrutar, dado que en sus casos se configuraron contextos de expulsión de sus hogares. Todas estas circunstancias dejaron en ellas huellas incluso más dolorosas y profundas que las causadas por el conflicto armado y el desplazamiento forzado. Es una muestra de la importancia que tuvieron estas relaciones familiares, que también constituyen el patrimonio para sus crianzas.32

Estas mujeres experimentaron una violencia estructural26 relacionada con un entorno socioeconómico marcado por la pobreza, la exclusión y la marginalidad, que en su caso terminó por expulsarlas de sus territorios. Tanto quienes fueron destechadas como aquellas que sufrieron un desplazamiento forzado comparten la pérdida de su mundo5 y la ruptura de su tejido social (familiares, amigos, vecinos). Ambas condiciones generan una mirada social estigmatizante, que no permite reconocer en ellas sus potencialidades.33

La expulsión que vivieron las mujeres de Altos de Oriente II fue una situación negativa, pero para algunas de ellas se convirtió en una oportunidad, una salida de contextos aún más violentos y de relaciones familiares negativas. Por esta razón, logran apreciar el hecho de tener “algo” propio en el asentamiento, sobre todo para aquellas madres que sortearon múltiples desplazamientos, o no habían tenido nunca la posibilidad de tener su propia casa.30

En ciertos testimonios se comprobó cómo las instituciones y diversos actores sociales ejercen sobre ellas una violencia simbólica34 mediante la imposición de sus propias pautas en función de valores y criterios hegemónicos,14,35,36 el control simbólico.37 De esta forma los grupos dominantes imponen sus formas de ver, sus subjetividades, sus valores legítimos y significados, con el fin de mantener un orden social. Este control es ejercido a través de medios de comunicación, en los discursos sociales, y también en los discursos científicos-biomédicos, que excluyen el conocimiento popular.14,37,38

Estos agentes institucionales y sociales soslayan las preocupaciones, angustias e incertidumbres de estas mujeres, a tal punto que con sus discursos logran crear cierta desconfianza en los saberes y experiencias de las madres, que comienzan a dudar -no del todo- de la manera como realizan sus crianzas.39 Sin embargo, ellas se están apropiando de conocimientos, prácticas y valores de acuerdo con su historicidad, contextos y experiencias sobre la crianza, y desde allí también producen resistencias a esos discursos sociales e institucionales por medio de otras prácticas, como sus formas de castigo utilizando “la pela”, o al establecer sus propias normas de acuerdo con las necesidades de sus crianzas, cuestiones que van en contra de esos valores que les quieren imponer. De esta manera, la crianza se realiza en un escenario construido por sentidos en constante disputa.6,32,38

La violencia simbólica que experimentan estas madres se refuerza con la actuación política del Estado, que al hacerse explícita en ciertos casos es valorada de manera positiva y en otros de manera negativa, como mostraron otros estudios.3,35,36 Las madres le dan gran valor a los mínimos aprovisionamientos monetarios, en su caso, a los programas que les ofrecen en el asentamiento, principalmente aquellos que se relacionan con los niños, como el programa De Cero a Siempre, que opera a través del CDI y la escuela. No obstante, y esta es la parte negativa, son ayudas condicionadas al cumplimiento de un conjunto de requisitos, como prácticas de normalización para las familias de clases populares.35 Además, tienen problemas con el acceso y con las indicaciones sobre la crianza que les dan en los servicios de salud y en el CDI, las cuales siguen lineamientos nacionales que están lejos de responder a sus necesidades concretas.

En este sentido, las responsabilidades sociales adquieren una connotación de servicio y control a partir de políticas cuya lógica de mercado tiene como fin garantizar el consumo suficiente para asegurar la inclusión en el juego económico, pues están dirigidas a mitigar los efectos de la pobreza y no sus causas.40 De esta manera, se diluye la concepción de derecho para estas mujeres, lo que las deja en una constante lucha entre la recepción “pasiva” -en tanto son parte de esa población focalizada que según el Estado requiere atención específica por su falta de autogestión- y su lucha por salir adelante.

Rodeadas de violencia, estas mujeres tienen que normalizarla, para así tolerar tal grado de injusticia. Incluso interiorizar los peligros, las amenazas que reciben a su integridad física y los maltratos. Viven una violencia cotidiana que crea un sentido común sobre las pequeñas brutalidades y el terror que viven a diario.28,29 Se ajustan a las condiciones de precariedad y al permanente peligro, de tal manera que implementan prácticas defensivas de cuidado, como garantizar una presencia física en sus casas y en el contexto próximo de los niños, acciones que les permiten sobrevivir y proteger a sus hijos,41,42 pero por otro lado cercenan sus oportunidades. Esto refleja en ellas una posición activa, pues no se resignan del todo, hacen acopio de cualidades heroicas con las cuales luchan por sus hijos, lo que cuestiona la presunta pasividad en las madres de este tipo de sectores subalternos.38

Estas múltiples violencias, que las mujeres de Altos de Oriente II han vivido y viven en sus crianzas, emergieron tanto en las conversaciones de los círculos de cultura, como en la construcción de la historia de “María Teresa”. Desde esta ficción fue posible comprender esos sentimientos, valores y significados que las madres y abuelas les atribuyen a las crianzas que realizan, cruzadas por la pobreza, la falta de apoyo familiar-social y las presiones de los discursos institucionales y sociales, formas de violencia que hacen que sus crianzas disten mucho de la crianza que valoran.

Al encontrarse en un contexto en el que se reducen al máximo sus oportunidades,6 estas mujeres se alejan de una crianza en condiciones de justicia. Esa crianza valorada, que en esencia es la que esperan realizar buena parte de los cuidadores significativos, no solo depende de sus conocimientos y costumbres -tal como lo enuncian los discursos estatales e institucionales- sino que además es una síntesis de la garantía de sus derechos en relación con sus condiciones socioeconómicas particulares y sus circunstancias como sujetos concretos -emocionales y personales-.32,43

En este contexto tan adverso para las mujeres de Altos de Oriente II, los hijos o nietos constituyen una oportunidad para salir de una vida resignada y sin sentido. Amarlos a su manera, es decir, desde su lucha por salir adelante, de acuerdo con su propia experiencia, a su historia y su contexto28,44,45 a pesar de sus dificultades para expresarlo, se convierte en una salida para su florecimiento humano, ya que el florecimiento de sus hijos a través de la crianza que realizan es parte fundamental de su propio florecimiento como mujeres,6 lo que refleja la falta de oportunidades de elección para ser y hacer, características de unas condiciones injustas.

Una mirada al sujeto que cría con su propia historia permitió develar cómo las madres y abuelas, al naturalizar las violencias y la injusticia extrema en la que viven, limitan la comprensión crítica de otros factores o explicaciones estructurales incidentes en sus vidas. En sus reflexiones estas mujeres tienen dificultades para trascender sus experiencias personales y consolidar una acción conjunta, precisamente por las violencias que las envuelven y por la severa falta de oportunidades que se traduce en sentimientos de culpa y frustración por no poder realizar la crianza que valoran.

Al reconocer el proceso de investigación de manera reflexiva y crítica, es preciso exponer algunas de las limitaciones del estudio entre ellas: el establecimiento de relaciones de confianza con la comunidad en campo fue un asunto complejo, debido a la desconfianza imperante en el territorio. Y de otro lado, a pesar de lograr la aceptación de la comunidad, no fue posible la participación de hombres en los círculos de cultura.

Por todo lo expuesto se puede concluir que Las madres y abuelas interiorizan las violencias y la injusticia extrema como parte de su vida y de sus crianzas, así, se autorreconocen como las únicas responsables de los hechos vividos y de lo que viven, no ven otros factores estructurales incidentes en sus vidas. En sus reflexiones las madres y abuelas solo alcanzan a divisar sus problemas sin relacionarlos más allá de lo que pueden percibir en su contexto, lo cual no es suficiente. Estas mujeres no logran pasar a la acción precisamente por la severa falta de oportunidades que no les permite avanzar, lo que se traduce en sentimientos de culpa y frustración por no realizar la crianza que valoran. Comprender las violencias que sufren las mujeres en la crianza de sus hijos se hace necesario para establecer acciones de salud pública que no profundicen la violencia ejercida sobre ellas desde el discurso biomédico.

Se recomienda promover entonces una perspectiva de crianza que pueda reconocer la importancia de considerar los procesos de violencia identificados en esta investigación y para ello es preciso comprender la crianza como un complejo histórico, ontológico y sociocultural, que va más allá de los significados y el desarrollo humano de los niños, en tanto involucra las condiciones particulares (humanas y materiales) de los cuidadores significativos y sus oportunidades para llevar a cabo la vida que valoran. Una comprensión en este sentido reivindica al sujeto que la realiza en relación con sus propios saberes, experiencias y contextos, así como también fortalece las bases teóricas para asumir una posición crítica hacia una sociedad cuyas exigencias son radicalmente incompatibles con las oportunidades que le ofrece a los cuidadores significativos y a los niños para vivir una crianza satisfactoria para ambos.

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1A Instituciones que auspician la investigación: Comité para el Desarrollo de la Investigación (CODI) de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia) y Universidad de Caldas (Manizales, Colombia).

2B Estrategia de subsistencia en la cual se pide comida en las centrales de abasto mayoristas y minoristas, donde algunos comerciantes les dan la comida que sobra, generalmente productos en mal estado que estas mujeres seleccionan para encontrar partes aún comestibles.

Recibido: 18 de Diciembre de 2017; Aprobado: 21 de Diciembre de 2017

*Autor para la correspondencia. Correo electrónico: diana.betancurth@ucaldas.edu.co

Conflictos de intereses

Los autores declaran que no hay conflicto de intereses.

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