“Por creer en la importancia de compartir con los lectores, y sin ninguna pretensión de enseñar o ser un caso diferente a los millones de casos de esta pandemia, me atrevo a compartir tanto mi vivencia como las reflexiones iniciales de las columnas periodísticas”. Así justifica el autor de Mi vivencia con COVID-19a la intención de escribir este libro. La detallada descripción del viacrucis que no condujo a la muerte, conmueve y argumenta una vez más la valía de este médico, salubrista, militante, combatiente incansable por la justicia y el bienestar de nuestros pueblos.
Se aproximó al “más ALLÁ” en tres ocasiones, y por ventura salió siempre victorioso. Lo logró, según el propio autor, por la suma de las fuerzas provenientes de su buena salud anterior y su voluntad de seguir, por las energías recibidas de familiares y amigos, y por su “coraza médica” donde incluye la oportuna atención médica, de enfermería y de servicios básicos, medicamentos y tecnología. Pero, a lo que pudiera considerarse la primera parte de este libro, “mi vivencia”, el autor debate bajo el título de “Las seis columnas anteriores” temas como el aislamiento, la alegría de vivir y la continuidad de la confrontación armada en Colombia, a pesar de la pandemia.
Destaca tres hechos cruciales y revalorizados: la fragilidad como individuos y como especie, la incertidumbre que sacude a la ciencia, a los gobiernos y a nuestros cotidianos y la inequidad, más visible que antes. Por último, “La pandemia como enfermedad social” constituye una reflexión donde despliega su experiencia como sanitarista, luchador por la paz en su país, y me atrevo a decir, como sobreviviente de la COVID-19. Su observación inicial “Hemos avanzado más en la comprensión social de la salud y de la medicina que de la enfermedad” me hizo recordar a Jorge Aldereguía, cuando mencionaba una frase de su abuelo Gustavo “la tuberculosis es una enfermedad social con un componente médico”. La mención de epidemias sin agente infeccioso como las hambrunas, nos recuerda a Richard Levins que institía en que los patógenos sociales son tan importantes como los biológicos.
En síntesis, el libro que se reseña es un valioso texto para alumnos y profesionales de los más disímiles perfiles, donde el autor propone con convincentes argumentos las razones por las cuales tenemos que reconstruir nuestras formas individuales y colectivas de vivir, y la urgencia de repensar y cambiar la forma en que hasta ahora la salud pública ha enfrentado las enfermedades y las muertes. A Saúl Franco, nuestro reconocimiento porque a pesar de tantas contrariedades dolorosas, aún frescas, decidió dedicar tiempo a tan noble empeño.