Señor Editor:
Hemos leído el artículo titulado “Violencia extrema contra la mujer y feminicidio en el Perú” publicado en la Revista Cubana de Salud Pública 2018;44(2), donde se menciona que la violencia extrema contra la mujer ha aumentado y el feminicidio es mayor en zonas rurales,1 por lo que queremos dar un enfoque más allá de la violencia física y sexual.
La violencia contra la mujer constituye un problema social y una violación de los derechos humanos que repercute de manera importante en la salud y el bienestar de la mujer.2 Los datos actuales nos indican que las medidas adoptadas por el gobierno son insuficientes para lograr controlar este problema de salud pública.3,4
A nivel mundial se estima que alrededor de una de cada tres mujeres han sufrido violencia física y sexual; y que el agresor generalmente es su propia pareja.5 Los casos más severos llegan a feminicidio, que es definido como la muerte de mujeres a causa de la discriminación de género, lo cual constituye la manifestación más cruel que adopta la violencia contra la mujer. Según el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI) entre los años 2011 y 2015, en el Perú se había registrado la muerte de 556 mujeres como tipificación de feminicidio.6
La violencia hacia la mujer no solo implica el ámbito físico y sexual, sino que incluyen también el psicológico, emocional y social que repercuten en el desenvolvimiento adecuado de la mujer en su entorno. Esto ha sido tomado en cuenta en la Declaración de las Naciones Unidas, donde define la violencia contra la mujer como "todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada".2
Por todo lo expuesto, resulta de gran importancia describir la percepción que tienen las mujeres sobre la violencia (en sus diferentes formas) hacia su género. A tal efecto se realizó un estudio en Perú (2014) donde se aplicó una encuesta a 239 mujeres residentes en zonas rurales de Pucallpa (selva de Perú),7 que midió la percepción de las mujeres sobre la violencia basada en género, empoderamiento-autonomía emocional y la autonomía económica (Tabla).
Finalmente se obtuvo el promedio de cinco dimensiones, y se halló que el 52,9 % no percibe violencia, el 17,1 % algunas veces y el 30 % de mujeres casi siempre/siempre perciben violencia hacia su género. La relación de poder con la pareja es donde más se percibe violencia (59,5%). Sin embargo, el 90 % de las mujeres no perciben violencia en cuanto a su empoderamiento y autonomía emocional.
Cabe resaltar que en aquellos ítems donde se hizo referencia al maltrato físico y emocional sufrido por algún miembro de su familia, el 30,12 % y el 45,2 % de las mujeres manifestó haberlo sufrido alguna vez como mínimo, pero cuando respondieron acerca del acoso sexual en la calle o entorno laboral, solo el 19 % señaló haberlo experimentado. Esto se compara con la tendencia latinoamericana donde el principal agresor de la mujer suele ser su pareja.8
En cuanto a participación política, hasta un 42,3 % de las mujeres registraron haber pedido permiso a su pareja o a algún miembro de su familia para participar de alguna reunión política, el 52 % ha sentido que no puede reclamar y exigir sus derechos; y hasta un 83 % no participa activamente de algún grupo social en su comunidad.
A pesar de nuestra dura realidad, en Perú las actividades del Plan Nacional contra la violencia hacia la mujer (2009 - 2015) del Ministerio de la Mujer y de Poblaciones Vulnerables3 aún giran en torno a un concepto de violencia hacia la mujer que no abarca más allá de la física, sexual y psicológica, pasando por alto aspectos como la participación política y la autonomía económica, que podrían contribuir al empoderamiento de la mujer y a la búsqueda de equidad de género, factores protectores para prevenir la violencia de género.4