INTRODUCCIÓN
La investigación de la historia de la educación cubana nos ha permitido evaluar muchos procesos en la formación y superación de los maestros primarios y en segundo orden, no menos importante, valorar numerosos catedráticos que se destacaron durante la república neocolonial en la calificación de maestros, y en la graduación de generaciones de nuevos pedagogos cubanos que contribuyeron al ascenso de la calidad de la formación educacional en Cuba, pese a la precariedad del sistema de educación pública.
Igualmente nos permitió conocer pedagogos extranjeros como Alexis Frye, cuya actuación fue meritoria en lo profesional y ético, no siempre bien comprendida en nuestro medio, dado lo cual este trabajo presenta su trayectoria, cualidades y méritos para la valoración objetiva que aporte a la formación y desarrollo de la educación cubana. Se trata de una mirada que debe continuar el análisis de una época tan compleja y, por tanto, merecedora del análisis científico en contexto.
DESARROLLO
El 5 de diciembre de 1899 Alexis Frye (Fig. 1) fue nombrado Superintendente de Escuelas en Cuba dentro de las gestiones del gobierno norteamericano que tenía la isla ocupada, después de intervenir en la guerra de independencia nacional iniciada en 1868 y continuada en una etapa superior en 1895
¿Cuál era aval académico para tal nombramiento? De origen norteamericano, nació en North Haven, Maine, Estados Unidos, el 2 de noviembre de 1859. Terminó los estudios de Bachillerato en Boston, se graduó de Maestro Primario en la Escuela Normal de Cook Country de Chicago, realizó estudios superiores en la. Universidad de Harvard, y luego viajó por Europa, Asia y África. Ejerció como profesor de Metodología y Prácticas Pedagógicas de la Escuela Normal de Chicago. Publica en inglés los títulos siguientes: El niño y la naturaleza (1888), Los arroyos y las cuencas, Geografía Superior, Atlas para la casa y la escuela, Psicología Elemental y Manual de métodos de enseñanza.
Al solicitarle ocupar el cargo de Superintendente General de Escuelas por el general John Brooke, gobernador de la Isla y el secretario de Justicia e Instrucción Pública, José Antonio González Lanusa, ofreció sus servicios gratis, pero al decírsele que el Gobierno no podía utilizarlo en esta forma, aceptó el sueldo que se le señaló, pero mensualmente lo distribuyó, íntegro, en obras de caridad y asilos en Cuba.
Con independencia de los reconocidos propósitos de Estados Unidos de convertir a Cuba en su neocolonia, Frye arribó a La Habana con el ánimo de promover sustanciales mejoras en la enseñanza, dentro una conducta respetuosa en bien del país y para ello se rodeó de competentes pedagogos cubanos, especialmente Enrique José Varona (Fig. 2), creador de la carrera de Pedagogía.
Frye autorizó a las Juntas de Educación a emplear por un período de tiempo no más allá del 31 de agosto de 1900 a cualquier hombre o mujer a quien considerasen con la suficiente cultura, educación y condiciones de carácter necesarios para enseñar en las escuelas públicas. De hecho, estas son las exigencias del nivel de calificación inicial requerido para emplearse en la docencia.
No había personal en Cuba con formación inicial pedagógica, excepto algunas decenas de graduados en escuelas normales que funcionaron en determinados momentos en Guanabacoa y La Habana en la segunda mitad del siglo xix, junto a un número limitado de normalistas españoles que se mantuvieron en el país tras el fin de la dominación colonial.
Bajo la superintendencia de Frye se instalaron unas 3 000 aulas públicas, con 3 500 maestros y 130 000 alumnos, a un costo de $4 000 000 USD aportados por el Tesoro de la Isla.
Un conjunto de acciones favoreció, a partir de 1899, la organización y desarrollo de las escuelas públicas cubanas, entre ellas, el pago del salario en dólares, la superación de los maestros a través de cursos de estudio, la publicación de estos contenidos en revistas pedagógicas y el examen anual de los maestros habilitados. Sin dudas, se estaban sentando los cimientos para un trabajo con creciente calidad.
Frye trató de suplir la falta de formación inicial de los nuevos educadores contratados con la redacción de un Manual para los maestros, que se distribuye gratuitamente y que contenía recomendaciones generales, de contenidos y métodos para la enseñanza de las diferentes asignaturas.
En este manual se pudo revisar en la Biblioteca Nacional José Martí. Le escribe a los maestros: “Es mi primer mensaje, y el lema de nuestra labor será siempre: libertad absoluta a todo maestro para que emplee su propio método de enseñanza” (Frye, 1900).
En reglas generales afirma: “hay que hacer esfuerzos para que los alumnos no dejen de sentirse felices y contentos un solo instante de su vida escolar. Una infancia feliz es la preparación más adecuada para llevar los serios e ingratos deberes del porvenir” (Frye, 1900).
Da orientaciones sobre la preparación y el desarrollo de las clases en diferentes asignaturas. Además de incluir lo que afirma sobre los idiomas y la historia. Señala la necesidad del idioma español en la escuela porque es el idioma que habla al corazón y a la inteligencia de los cubanos. Defiende el estudio del idioma inglés para las relaciones mercantiles y de amistad entre Cuba y Estados Unidos, para el comercio mundial, teniendo en cuenta que si algún día llega a abrirse un canal a través de la América Central, Cuba estará situada precisamente en el paso del comercio entre América y el remoto Oriente. También argumenta la necesidad del idioma inglés para acceder a la ciencia y la literatura.
Considera la necesidad de que cubanos preparados e imparciales escriban el texto requerido con los temas de Historia de Cuba, entre ellos, los primeros habitantes, vida del padre Las Casas, historia del cultivo del tabaco, la caña, tres siglos de esclavitud, los héroes cubanos de las guerras y el auxilio de Estados Unidos, en lo cual no falta el propósito de que se agradezca la intervención norteamericana. Concluye: “los maestros buscarán asiduamente datos sobre los hechos históricos de Cuba y los trasmitirán en forma amena a los discípulos de nueve, diez o más años” (Frye, 1900).
La creación masiva de aulas en las distintas provincias del país llevó a la rápida búsqueda y selección de los aspirantes a maestros. En su mayoría jóvenes, mujeres y hombres, en similares proporciones, que habían tenido acceso a la educación, procedentes de familias mayoritariamente blancas con determinado nivel económico, miembros del Ejército Libertador, emigrados que regresaban al país y estudiantes deseosos de ganarse un salario.
En el primer semestre del año 1900 fueron nombrados los maestros necesarios para las numerosas aulas que se abrieron en el territorio nacional. Al terminar ese curso escolar se organizaron las Escuelas Normales de Verano en las distintas provincias y también se realizó, bajo la iniciativa de Frye, la excursión científica de los maestros cubanos a la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, acontecimiento relevante sin precedentes.
A la llamada excursión científica a la Universidad de Harvard asistieron 1 256 maestros cubanos de todo el país, el 52 % mujeres. El curso abarcó Inglés, Historia Natural y Geografía con visitas dirigidas, Historia de América, principalmente de Estados Unidos, temas pedagógicos y psicológicos, entre otros asuntos. Con independencia de las ventajas del curso, hubo desniveles curriculares: mientras se le dedicaron solo tres lecciones a explicar métodos y procedimientos de enseñanza, cuestiones indispensables para maestros sin formación inicial, se cargaba el horario con 18 lecciones sobre Historia de Estados Unidos, cuando debió ser a la inversa.
El viaje de los maestros a Harvard fue calificado como intento de asimilación. Sin embargo, sus efectos no mellaron el patriotismo de los maestros. Las mujeres asistían a clases con banderas cubanas cosidas como distintivo en la ropa y los profesores de la Universidad se expresaban como partidarios de la independencia de Cuba. Al terminar su estancia en Estados Unidos, los maestros recibieron diez libros de Pedagogía, editados en español, que les permitieron conocer las corrientes pedagógicas de la época.
Por la Orden Militar No. 223 de 30 de mayo de 1900 se estableció la primera Escuela Normal de Verano en Cuba (identificada inicialmente como Instituto para Maestros), a desarrollarse entre julio y agosto de ese año, que disponía cursos de Pedagogía para los maestros de las escuelas primarias, organizados por capitales de provincia y con una duración de seis semanas. Los maestros recibirían cuatro horas diarias de clases y un total de ciento veinte conferencias teórico-prácticas sobre diferentes materias. La asistencia era obligatoria.
A diferencia de lo ocurrido en la excursión científica a la Universidad de Harvard, las Escuelas Normales de Verano realizadas en Cuba respondieron mejor a los contenidos e intereses del país, como puede apreciarse a modo de ejemplo en la Circular No. 21 de noviembre de 1900, en la que se programaron, además de otras materias, diez conferencias de Historia de Cuba en lugar de las historias particulares de Estados Unidos.
Igualmente se organizaron en otros escenarios con el mismo horario y plan de estudio los llamados Cursos de Instrucción Recíproca, desarrollados por los maestros más capaces y de forma gratuita. En esta primera edición la matrícula se elevó a 2 691 personas, de las cuales 757 eran aspirantes a plazas en el magisterio.
La existencia de la Escuelas Normales de Verano en Cuba, a partir del año 1900, como actividad anual permanente, marcó el inicio masivo, organizado y presencial de la superación de los maestros primarios cubanos, que contó con la docencia de los mejores profesionales de la época, generalmente graduados de Filosofía y Letras, Derecho y otros estudios, lo que tendría seguimiento en años posteriores de la vida republicana, creándose una tradición pedagógica y cultural de indiscutible valor para la escuela, el desempeño profesional de los maestros y la comunidad en general.
El origen de la superación de los maestros primarios desde 1900 a través de cursos presenciales no tiene precedente en la colonia, ni interesaba al régimen hispano. La prioridad de la enseñanza primaria, la selección y preparación de maestros habilitados, marcaron una etapa nueva, superior, en la educación cubana.
Una valoración sobre lo ocurrido en Cuba la ofreció Luciano R. Martínez Echemendía en 1936 cuando expresa que los cubanos lograron a principios de este siglo crear la escuela nacional, bien diferente de la escuela municipal, que nos legara la colonia. Entonces se improvisaron los profesores; y sin haber cursado estudios la mayoría de ellos, sin otra preparación que la de su empeño y la de la fe de educadores, ofrecieron al país los frutos, bien sazonados, de una labor efectiva.
Frye contrajo matrimonio con una maestra de Cárdenas, María Teresa Arruebarena, a quien conoció en el viaje que se realizó por los maestros cubanos a la Universidad de Harvard, con la cual tuvo una hija nombrada Perla de las Antillas.
El general Leonard Wood, promotor de la Enmienda Platt, lo sustituyó a fines de 1900 bajo la acusación de hombre peligroso y en carta a la Casa Blanca escribe que su influencia sobre los maestros y niños estaba impregnando del más intenso radicalismo las futuras relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
El Dr. Heliodo García Rojas, fundador de la escuela pública cubana, que ejerció la docencia durante 68 años, llegando a ocupar la Superintendencia General de Escuelas, plantea que fue un gran acierto del Gobierno Interventor designar a Frye superintendente de las Escuelas de Cuba, quien echara los cimientos de la escuela popular cubana. Lo califica de notable educador, pedagogo de ideas depuradas y firmes, innovador incansable que había viajado en misión educativa por Europa y América Latina y especialmente por los Estados de su país.
Considera García Rojas que a él debemos un nuevo sistema escolar en Cuba e igualmente se debió la organización y realización de la gran excursión del magisterio cubano a Harvard que no ha sido después igualado ni siquiera imitado.
Frye al término de su responsabilidad en la Isla, ya casado con una maestra cardenense, María Teresa Arruebarena, a quien conoció en el viaje de los maestros cubanos a Harvard, con la cual tuvo una niña, nombrada Perla de las Antillas, continuaría su labor como profesor de pedagogía en Chicago. A su posterior producción editorial se le debe Geography for the Philippines (1906) y New Geography (1911).
El eminente pedagogo e historiador Ramiro Guerra Sánchez (1880-1970), participante en la excursión científica señalada, lo califica en 1950, como educador de espíritu bondadoso y amplia experiencia, que había iniciado en Cuba una obra de persuasión e inspiración.
Frye falleció en su hogar de California en 1936, a los ochenta y tres años de edad. A más de un siglo de la presencia de Alexis Frye en Cuba se justifica hablar de sus aportes por transformar la escuela cubana y superar a sus maestros en Cuba y en Estados Unidos, lo cual se diferencia de los intereses de dominación yanqui, evidencia de lo que produce el talento y la voluntad de lo mejor del magisterio y un ejemplo de vínculos de amistad entre pueblos vecinos que hacen fructificar el respeto, el entendimiento y las mejores virtudes. Reconocer la diferencia entre la Ocupación Militar Norteamericana y la labor de Frye es una necesidad y un acto de justicia.
CONCLUSIONES
A más de un siglo de la presencia de Alexis Frye en Cuba se justifica hablar de sus aportes por transformar la escuela cubana y superar a sus maestros en Cuba y en Estados Unidos, de su interés por la formación de valores patrióticos, de soberanía nacional en los maestros y niños cubanos, lo que desborda los intereses de dominación yanqui y es un ejemplo de lo que produce el talento y la bondad que acompañan el amor patrio e igualmente es un ejemplo de vínculos de amistad entre pueblos y educadores vecinos que hacen fructificar las mejores virtudes y experiencias. Reconocer la diferencia entre la Ocupación Militar Norteamericana y la labor de Frye es una necesidad y un acto de justicia.