INTRODUCCIÓN
El concepto de Revolución, definido por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 1 de mayo del año 2000 en la Plaza de la Revolución, como síntesis de la experiencia vivida en la construcción de una sociedad mejor y más justa y guía para la acción, manifiesta que «Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado […]» (Castro, 2000). Y ese cambiar está impregnado de lo que se puede hacer para alcanzar los sueños, los objetivos trazados, las metas, incluso en las más difíciles circunstancias. El pasado hay que estudiarlo muy bien, pues es la experiencia acumulada para llegar a lo que se quiere, es la historia y las raíces. El presente es la articulación con el futuro, que no está escrito, ni es asunto de suerte, se construye día a día por el pueblo, que a su vez se forja en la batalla mientras desafía poderosas fuerzas internas y externas. A luchar permanentemente contra todos los obstáculos ha enseñado el Comandante a partir de su ética del deber, como demostró también José Martí, porque es una tarea casi sobrehumana la tarea de una Revolución.
El pensamiento prospectivo estratégico, como la capacidad del ser humano de percibir las influencias del entorno y las internas, en términos de totalidades para analizar, comprender y accionar, se nutre de la historia y las realidades; es la anticipación al servicio de la acción para construir el futuro necesario con la participación de todos los actores implicados. Fidel, su fiel exponente como mejor discípulo de José Martí, logró materializar las ideas del autor intelectual del Moncada: «Ser culto es el único modo de ser libre» (Almendros, 1990, p. 50).
Como recalca Barnet (2016), entendió, como José Martí, que la cultura y la educación eran la base de la sociedad, el sostén más seguro para el conocimiento humano y la vida espiritual. Apostó a favor del ser humano. Confió en él, como menciona Pogolotti (2016), creyó que la batalla decisiva se libraba en términos de mejoramiento humano. Lo había aprendido de José Martí. Por eso fue indoblegable su voluntad de sembrar futuro, de privilegiar la educación, la voluntad de superación y de impulsar el desarrollo de la ciencia más avanzada en una isla pobre y pequeña.
El ideario de Fidel se nutrió del pensamiento pedagógico martiano y del marxismo-leninismo. Como refiere Ramonet (2006), de Marx recibió el concepto de lo que es la sociedad humana y la historia de su desarrollo. Comprendió como él que no bastaba con interpretar el mundo, sino que era necesario, además, transformarlo, y en ello la educación tenía un papel fundamental.
El presente trabajo se propone identificar las ideas conceptuales fundamentales que configuran el pensamiento prospectivo estratégico del Comandante en Jefe en torno a la educación en diferentes momentos históricos trascendentales: en su alegato «La historia me absolverá» y discursos de los primeros años de la Revolución. Para alcanzar este objetivo se empleó como método científico fundamental el histórico-lógico.
1. DE LA HISTORIA
1.1. El Programa del Moncada
El Programa del Moncada, incluido en el alegato de autodefensa del líder de la Revolución Fidel Castro Ruz en el juicio por las acciones del 26 de julio de 1953, puso en la mira los seis problemas principales del país a solucionar una vez alcanzado el triunfo: el problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política. En el alegato se refirió a los educadores al abordar el concepto de pueblo si de lucha se trata:
A los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento, [...] a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga; [...] a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera, que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica. ¡Ese es el pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: «Te vamos a dar», sino: ¡Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad! (Rojas, 2008, p. 286).
Concluía que: «Los problemas de la República solo tienen solución si nos dedicamos a luchar por ella con la misma energía, honradez y patriotismo que invirtieron nuestros libertadores en crearla. [...] y en el mundo actual ningún problema social se resuelve por generación espontánea». Se proyectaba hacia el futuro al expresar que: «Un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, [...] para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz». Y recordaba las palabras del Apóstol: «El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos. [...] Pero el alma de la enseñanza es el maestro, [...] no hay, sin embargo, ser más enamorado de su vocación que el maestro cubano, [...] hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar» (pp. 291-293).
Recordó también las palabras de Martí a los que lo llamaron soñador: «El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es [...] el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber» (p. 294). A continuación, aclaraba:
Pero hay una razón que nos asiste más poderosa que todas las demás: somos cubanos, y ser cubano implica un deber, no cumplirlo es un crimen y es traición. Vivimos orgullosos de la historia de nuestra patria; la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos. Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí fueron los primeros nombres que se grabaron en nuestro cerebro (p. 321).
Concluía su autodefensa con palabras proféticas: «Condenadme, no importa, la historia me absolverá» (p. 322).
Cuando la Revolución triunfa el 1 de enero de 1959 bajo la guía del Comandante la situación era desoladora. Cifras tomadas del periódico Granma (2016, p. 3) describían:
500 000 niños sin escuelas.
45 % de los niños de 6 a 14 años no asistían a las escuelas.
En las escuelas públicas, de cada 100 niños que matriculaban, solo 6 llegaban al sexto grado.
La enseñanza media y superior estaba reservada para una minoría.
La enseñanza media llegaba solo a la mitad de la población escolar.
El 23,6 % de la población mayor de diez años era analfabeta y existían más de un millón de personas que no sabían leer ni escribir.
Decenas de miles de niños estaban obligados a trabajar para paliar el hambre en sus casas.
La obra emprendida como parte de las transformaciones revolucionarias sería colosal, no exenta de obstáculos, pero con sobrada voluntad para superarlos.
1.2. En la Academia de Ciencias
El 15 de enero de 1960, en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba en la Academia de Ciencias, Fidel llamó la atención sobre la necesidad de meditar para sacar del pasado las lecciones útiles para el presente y el futuro. Añadía cómo en la patria nueva se necesitaba de los científicos, de los investigadores, porque todas las inteligencias tenían que ponerse a trabajar, ya que todos los conocimientos no eran suficientes para la obra que se realizaba en busca de la verdad, del bien y de la justicia. Recalcaba la necesidad de que todos nos pusiéramos a estudiar y a investigar. En sus razonamientos está la potencialidad de prever cuando expresaba:
El futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia; ya que una parte considerabilísima de nuestro pueblo no tenía acceso a la cultura, ni a la ciencia (Castro, 1960a).
Con profunda convicción se manifestaba sobre las inteligencias que se incorporarían a la cultura y a la ciencia una vez convertidas las fortalezas en escuelas, construidas ciudades escolares, llena la Isla de maestros, para que en el futuro la patria pudiera contar con una generación de hombres de pensamiento, de investigadores y de científicos. Y confiaba en que algún día no lejano empezarían a cosecharse los primeros frutos de la semilla que se estaba sembrando.
También describía Fidel cómo se organizarían las escuelitas en los campos, cómo organizar los centros secundarios de enseñanza rural, las ciudades escolares, de manera que los niños más inteligentes de cada escuela tuvieran oportunidad de llegar a las universidades y de escalar a los lugares más destacados de nuestra cultura.
Avizoraba los momentos en que el papel del pensamiento es excepcional, porque solo este puede guiar a los pueblos en los instantes de grandes transformaciones y en los momentos en que se emprenden grandes empresas como la que se llevaba adelante, seguro de que llegaríamos también a la meta. Él comprendió que la sociedad deseada no sería posible sin el desarrollo científico-técnico que sustentara los cambios económicos, sociales y culturales que transformarían el país.
¡Cuánta razón tuvo el Comandante! Cifras tomadas del periódico Granma (Rodríguez, 2016, p. 4) muestran que actualmente existen 50 instituciones de educación superior con un total de 45 490 docentes; de ellos, 4 509 son doctores en ciencias (9,9 %) y 20 034 son másteres (44 %); profesores titulares son 3 072, auxiliares 9 400, asistentes 20 897 e instructores 12 121. En cuanto al potencial científico y tecnológico, Cuba cuenta con 82 764 trabajadores físicos en el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación; de los cuales 4 355 son investigadores categorizados. Posee 943 doctores en ciencias por millón de habitantes y 400 investigadores categorizados por millón de habitantes. Existen 129 centros de investigación (Peláez, 2017, p. 8). La ciencia cubana es obra genuina de la Revolución y del pensamiento visionario de Fidel.
1.3. Ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas
A solo unos meses del triunfo de la Revolución Fidel Castro viaja a los Estados Unidos para dirigirse a la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) el 26 de septiembre de 1960. Allí anunció: «La Revolución Cubana está cambiando lo que ayer fue un país sin esperanzas, lo está convirtiendo en lo que pronto será uno de los pueblos más avanzados y más desarrollados en este continente» (Castro, 1960b). Destacaba que el gobierno revolucionario en solo 20 meses había creado 10 000 nuevas escuelas y Cuba era el primer país de América que tenía satisfechas todas sus necesidades escolares, pues tenía un maestro hasta en el último rincón de las montañas. En el seno de esta Asamblea expuso también una parte esencial de la Declaración de La Habana:
El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educación; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el derecho de los jóvenes al trabajo; el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; el derecho de los negros y los indios a la dignidad plena del hombre; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho del anciano a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de los Estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho de las naciones a su plena soberanía, el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y armar a sus obreros.
De esta forma proclamaba la línea del gobierno revolucionario de Cuba.
Entre las múltiples ideas planteadas por Fidel en su intervención, figura aquella que muestra sus cualidades visionarias de los acontecimientos mundiales: «Las guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido, fundamentalmente, por una razón: el deseo de unos de despojar a otros de sus riquezas ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra!».
1.4. La gran campaña de alfabetización
El 22 de diciembre de 1961, con los acordes del himno «Conrado Benítez» se izó la bandera y se proclamó a Cuba «Territorio Libre de Analfabetismo»; momento solemne y emocionante, de legítimo orgullo y de gloria, en que cuatro siglos y medio de ignorancia fueron derrumbados. En la Plaza de la Revolución Fidel explicó que la victoria contra el analfabetismo en nuestro país se había logrado mediante una gran batalla que habían comenzado los maestros, que prosiguieron los alfabetizadores populares y que cobró extraordinario y decisivo impulso cuando nuestras masas juveniles, integradas en el ejército de alfabetización «Conrado Benítez», se incorporaron a esa lucha. Asimismo, destacó que, cuando todavía hacía falta un esfuerzo mayor, llegó un nuevo refuerzo, el de la clase obrera directamente, a través de millares de brigadistas «Patria o Muerte». Reconoció que todas las organizaciones de masa hicieron suya esta bandera y solo así fue posible ganar la batalla. Señalaba el Comandante en Jefe que:
El mérito grande que tiene nuestro pequeño pueblo es haber demostrado ante el mundo que la Revolución Socialista, en la actual correlación de fuerzas mundiales, era posible en América y era posible a 90 millas de la metrópoli imperial de Estados Unidos, era posible, aunque el imperialismo haya tratado de destruirla, era posible, aunque el imperialismo trate y siga tratando de destruirla. Porque sépase que nosotros comprendemos perfectamente bien que el imperialismo no nos ha perdonado la vida, que el imperialismo no nos ha perdonado la Revolución, que el imperialismo no cesa -ni cesará- en su empeño de destruir la Revolución. ¡La Revolución Cubana se hizo a pesar del imperialismo, y la Revolución Cubana seguirá adelante a pesar del imperialismo! (Castro, 1961).
En esta concentración el Comandante en Jefe planteó nuevas tareas para los brigadistas. Explicó que se necesitaban:
2 000 graduados de sexto grado para el curso de iniciación de los estudios de magisterio, que después seguirían estudiando para maestros.
1 300 graduados de secundaria básica para la escuela de maestros primarios.
5 000 graduados de sexto grado para las escuelas tecnológicas industriales y 2 500 graduados de secundaria básica para iniciar sus estudios en los institutos tecnológicos industriales.
2 300 graduados de octavo grado para profesores de idioma ruso, que seguirían estudiando bachillerato.
200 graduados de secundaria básica para estudiar otros idiomas distintos que los capacitarían para desempeñar diversas funciones: intérpretes, traductores, en los organismos estatales.
1 500 para una escuela especial también de maestras que en la noche enseñarían en las escuelas nocturnas para domésticas. Seguirían después enseñando y estudiando.
1 500 para estudios de arte dramático, artes plásticas y algunos instrumentos musicales.
1 500 para la Academia Nacional de Arte.
1 500 para instructores de arte, para ir a enseñar canto, baile y teatro en cooperativas y granjas.
4 000 para estudiar enseñanza preuniversitaria, con destino después a la universidad. Preferencia: para los muy pobres, para los que tenían menos ingresos.
20 000 muchachos que tuvieran aprobado el sexto grado y quisieran estudiar secundaria básica y no hubiera en sus pueblos.
A eso se añadían las becas para los estudiantes universitarios, las becas para los que estudiaban ya en la escuela de instructores de arte y muchas otras. De 20 000 a 30 000 brigadistas podrían estudiar como becados en todos esos centros y tendrían preferencia en la aceptación.
Fidel convocó a los jóvenes:
Ya hemos liquidado el analfabetismo, pues bien: ¡Ahora tenemos que seguir! En primer lugar, la campaña de seguimiento que tienen que realizar maestros y los trabajadores de la enseñanza. Pero la tarea más importante de ustedes, pues lo voy a decir: tenemos necesidad de que los 100 000 brigadistas se hagan técnicos, se gradúen en los institutos, se hagan profesores de idioma, se hagan ingenieros, se hagan médicos, se hagan economistas, se hagan arquitectos, se hagan pedagogos, se hagan técnicos especializados.
Y trazó así otras metas, otras proezas.
Fidel motivó a los jóvenes al expresarles que esto significaba una extraordinaria oportunidad para todos, un premio por el trabajo realizado, por el amor a la patria, un reconocimiento del pueblo por lo hecho, un legítimo derecho ganado por su capacidad de escribir una de las páginas más hermosas en la historia de la educación y de la cultura.
La situación educacional en Cuba antes de 1959 reflejaba que más de medio millón de jóvenes en edad de asistir a centros de enseñanza media no recibían los beneficios de ese nivel. Suárez (2016) refiere que, al comenzar la campaña, había un 23,6 % de analfabetismo, equivalente a un 11 % en zonas urbanas y un 41,7 % en zonas rurales; al finalizar la campaña era de 3,9 %. En 1961 fueron localizados 979 207 analfabetos adultos y durante la campaña se alfabetizaron 702 212. Cuba se colocó entre los países de más bajo índice de analfabetismo en el mundo. El total de la fuerza alfabetizadora fue 268 420 personas y se organizaron de la siguiente forma: 120 632 alfabetizadores populares, 100 000 brigadistas «Conrado Benítez», 34 772 maestros graduados y 13 016 brigadistas «Patria o Muerte». La edad de los brigadistas «Conrado Benítez» oscilaba entre 10 y 16 años. Participaron, además, extranjeros de 21 países.
1.5. A cien años de lucha por la independencia cubana
La primera declaración de independencia de Cuba fue hecha por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 en el central azucarero La Demajagua, en la provincia de Oriente. El 10 de octubre de 1968, en ese mismo sitio, Fidel Castro recordó a los cubanos la continuidad histórica de la lucha revolucionaria y aseveró: «Nuestra Revolución es una Revolución [...] que comenzó el 10 de octubre de 1868» (Castro, 1968).
Fidel reafirmó sus convicciones sobre la significación de la historia en la construcción de la nueva sociedad, que sería pieza clave en su magisterio permanente: «El estudio de la historia de nuestro país no solo ilustrará nuestras conciencias, no solo iluminará nuestro pensamiento, sino que el estudio de la historia de nuestro país ayudará a encontrar también una fuente inagotable de heroísmo, una fuente inagotable de espíritu de sacrificio, de espíritu de lucha y de combate».
Recordó el Comandante en Jefe ese día: «Lo que hicieron aquellos combatientes, casi desarmados, ha de ser siempre motivo de inspiración para los revolucionarios de hoy; ha de ser siempre motivo de confianza en nuestro pueblo, en su fuerza, en su capacidad de lucha, en su destino; ha de darle seguridad a nuestro país de que nada ni nadie en este mundo podrá derrotarnos, nada ni nadie en este mundo podrá aplastarnos, ¡y que a esta Revolución nada podrá vencerla!». Además, afirmó:
Largo es el trecho que hemos avanzado en estos cien años y larga también la voluntad y la decisión de seguir adelante ininterrumpidamente. Inconmovible el propósito de seguir construyendo esa historia hermosa, con más confianza que nunca, con más trabajo que nunca, con más tareas por delante que nunca: enfrentándonos al imperialismo yanqui, defendiendo la Revolución en el campo que sea necesario; enfrentándonos al subdesarrollo para llevar adelante todas las posibilidades de nuestra naturaleza, para desplegar plenamente todas las energías de nuestro pueblo, todas las posibilidades de su inteligencia.
Es evidente que su obra de transformación social la desarrolló a través del papel educativo de la historia. Supo asumir las tradiciones patrias como instrumento educativo para la acción. Y como en tantas ocasiones planteó las tareas a acometer: «Defender la Revolución frente al imperialismo, profundizar nuestras conciencias en la marcha hacia el futuro, fortalecer nuestro pensamiento revolucionario en el estudio de nuestra historia, ir hacia las raíces de ese pensamiento revolucionario, y llevar adelante la batalla contra el subdesarrollo».
2. LA EDUCACIÓN CUBANA EN CIFRAS
En el propio año 1959 se precisó que la educación era una obra priorizada de la Revolución desde una dimensión humanista, martiana, participativa y democrática, e inmediatamente se amplió su acceso, en particular a la educación primaria. En la clausura del acto de fundación de la Federación de Mujeres Cubanas, el 23 de agosto de 1960, Fidel Castro expresó la necesidad de crear instituciones de nuevo tipo para el cuidado y la atención de los hijos de las madres trabajadoras, e indicó que esta sería una tarea de la naciente organización. De inmediato se acometieron las tareas y el 10 de abril de 1961 abrieron sus puertas los primeros círculos infantiles. Estos centros comenzaron a brindar atención médica, estomatológica, oftalmológica, de enfermería y un programa educativo para los niños desde los 45 días de nacidos hasta los 6 años.
Fidel es el padre de la educación especial en Cuba.
El país cumplió con los objetivos de desarrollo del milenio sobre «La educación básica para todos»; desde que culminó la campaña de alfabetización en 1961 se erradicó el analfabetismo y la educación se convirtió en universal y gratuita.
Como lo muestra el periódico Granma (Rodríguez, 2016), Cuba ha cumplido los objetivos y metas de cobertura para la enseñanza básica y la erradicación del analfabetismo, contenidos en el Plan de Acción de la Conferencia Mundial «Educación para todos», de Jomtien, Tailandia (UNESCO, 1990). Ratifica su compromiso para cumplir los objetivos propuestos en la Agenda de Desarrollo 2030, en particular, en materia de «Educación de calidad». También anota el Granma que un informe del Banco Mundial ubicó a Cuba en el primer lugar por la inversión en el sistema educativo en el período 2009-2013 (13 % del PIB). Mientras, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo aporta los siguientes datos (Rodríguez, 2016, p. 5):
El grado de escolaridad promedio de la población cubana mayor de 25 años asciende a 11,5 años.
La esperanza de escolaridad actualmente es de 13,8 años (casi segundo año de enseñanza universitaria).
En una población de 11,27 millones de habitantes se han graduado más de un millón de universitarios.
Como señalan Gómez y Rodríguez (2017), el curso 2017-2018 muestra una matrícula de más de 1 750 000 estudiantes en 10 698 escuelas; de ellas, existen 26 escuelas pedagógicas con más de 23 000 estudiantes.
En el marco de la cooperación internacional, esclarece el periódico Granma (2017), Cuba había alfabetizado, hasta el 2016, más de nueve millones de personas en 30 países del mundo, con el programa «Yo, sí puedo». El programa de continuidad de estudios «Yo, sí puedo seguir» se desarrolla en diferentes países y se han graduado más de 1 261 676 personas que alcanzaron el sexto grado. De 1961 hasta el curso 2015-2016 se graduaron en Cuba 73 548 estudiantes extranjeros de diferentes regiones del mundo (157 países), fundamentalmente de América Latina y África, e incluso de América del Norte; de ellos, 18 798 en la educación media superior y técnicos medios y 53 714 en el nivel superior, incluidos 34 205 en Ciencias Médicas.
En este momento, en medio de la actualización del modelo económico social, Cuba perfecciona la educación, como parte de un proceso de mejora continua, consciente de que hay grandes logros, pero queda un largo trecho por recorrer. Los últimos años han estado marcados por la introducción de cambios que contribuyan a la formación integral de los estudiantes en correspondencia con la implementación de los documentos del VI y VII Congresos del Partido Comunista de Cuba (PCC). En este último se plantean, como objetivos específicos en el eje estratégico «Desarrollo humano, equidad y justicia social»: «Preservar las políticas universales de acceso a la educación; elevar la calidad y rigor del sistema de enseñanza general de nuestro país, y fortalecer el estudio de la historia de Cuba, con énfasis en el legado martiano y en el pensamiento estratégico de la dirección histórica de la Revolución en la construcción del socialismo» (PCC, 2017, p. 21).
Es significativo mencionar los rasgos actuales de la educación superior cubana, expresados por el Ministro de Educación Superior en el 11.o Congreso Internacional «Universidad 2018» (Saborido, 2018, p. 10):
La vinculación de la universidad con la sociedad en su compromiso de favorecer el desarrollo socioeconómico.
La formación de profesionales en distintos campos del saber, según las demandas del país.
La presencia de la ciencia, la tecnología e innovación en el proceso universitario, tanto en la generación del conocimiento como en su socialización.
El amplio acceso a la educación superior, para honrar así el derecho a la educación.
De igual forma, en los resultados se destaca haber graduado, desde 1959, casi millón y medio de profesionales, y que el país cuente con cerca del 12 % de la población y el 22 % de los trabajadores con nivel universitario. Por estos logros en la educación que hoy muestra Cuba vivió y luchó Fidel. El esfuerzo en materia educacional ha hecho de Cuba uno de los primeros países del mundo en este campo.
CONCLUSIONES
El pensamiento prospectivo estratégico analiza y crea alternativas para construir un proyecto de futuro y enriquecer el presente con mejores decisiones desde la memoria histórica. En su alegato de autodefensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, el Comandante en Jefe denunció la terrible situación de la educación en Cuba y la identificó como uno de los principales problemas a transformar en aras de la justicia social. A partir del triunfo revolucionario el tema de la educación fue tarea permanente orientada por el Comandante, que la consideraba el arma más poderosa para crear una ética, una conciencia y un sentido del deber y lograr convertir a nuestro pueblo en el más culto del mundo, capaz de identificar los graves problemas nacionales y globales, buscar alternativas de solución y materializarlas para construir un mundo mejor. Reconoció que el maestro es lo más importante en una Revolución que aspira a cambiar la vida de un país.
Sin lugar a dudas, se aprecia en sus intervenciones el análisis de la realidad del país, el recuento histórico para sacar lecciones y lograr mayor compromiso a partir del legado de nuestros héroes y su proyección de futuro para alcanzar metas superiores en función de la felicidad del pueblo, siempre desde la concepción y despliegue de una estrategia. Su pensamiento prospectivo estratégico ha sido vital para actuar proactivamente en la búsqueda de la justicia social para el pueblo.
Fidel recogió la cosecha de lo que sembró en valores a través de la educación durante su larga y fructífera obra transformadora. Aquí está viva y avanza con paso firme hacia el futuro su Revolución: la de los humildes, por los humildes y para los humildes.