INTRODUCCIÓN
El bienestar, desde la perspectiva psicológica, ha sido objeto de estudio desde los años sesenta. Ha dado lugar a dos grandes tradiciones: la hedónica, relacionada con la felicidad, y la eudaimónica, orientada al desarrollo del potencial humano. Estas han sido ampliadas y se ha ubicado el bienestar subjetivo dentro de la tradición hedónica y el bienestar psicológico en la tradición eudaimónica (Keyes, Shmotkin y Ryff, 2002). Según Blanco y Díaz (2006), estas dos líneas, sobre todo la primera, corren el riesgo de brindar una imagen de la satisfacción, felicidad y desarrollo personal de manera aislada del entorno en el que se desarrolla una persona, de modo que es necesario abordarlo desde lo individual y lo social.
Los seres humanos no pueden ser felices en el vacío, sin relacionarse con otras personas y sin tomar en cuenta el contexto social en el que se desenvuelven, por lo que es necesario plantear otro tipo de bienestar: el social (Keyes, 1998; Blanco y Díaz, 2005). Se han realizado varios estudios sobre este tema en América Latina. En Perú Genna y Espinosa (2012) llevaron a cabo una investigación con el objetivo de analizar la relación entre las dimensiones de bienestar social y la identificación con grupos étnicos. Abello-Llanos et al. (2009) desarrollaron en Colombia un artículo de bienestar y trauma en personas adultas desplazadas por la violencia sociopolítica. Por último, en Ecuador, Bueno y Torres (2019) realizaron un estudio en el que describían el nivel de bienestar social de los trabajadores informales de un mercado de la ciudad de Cuenca.
ACTIVIDAD DE RECICLAJE Y BIENESTAR SOCIAL
La actividad del reciclaje tiene una larga historia. Existe evidencia arqueológica que indica que en los años 3000 a. n. e. ya se reciclaba ciertos metales para construir otras piezas. También en el México prehispánico y en Roma los materiales de desecho eran procesados y utilizados como fertilizantes (Medina, 1999).
En la actualidad el reciclaje ha ido tomando relevancia y ha llegado a ser una actividad socialmente útil, desempeñada por varias personas, asociaciones, organizaciones y empresas. Así, el término de recicladores hace referencia a las personas que recogen, clasifican y venden material que puede ser utilizado para la fabricación de otros productos. También se les conoce en otros estudios con distintos nombres, entre estos se encuentran chambero, clasificador, intermediario, criador de cerdos; su nombre cambia de acuerdo al lugar geográfico que se aborde (Solíz, 2014).
Un estudio realizado en Colombia por Gómez, Agudelo y Ronda (2008) encontró que las condiciones de vida y salud de los recicladores los ponen en una situación de vulnerabilidad. Se entiende por este término a los posibles daños que ocasionan fenómenos externos. Dentro de este concepto se debe tomar en cuenta que la vulnerabilidad social engloba las situaciones de riesgo a las que se encuentra expuesto un grupo según los cambios del entorno (Labrunée y Gallo, 2005). Según Tello (2016), todas las personas pueden ser vulnerables, pero en distintos niveles, ya que esto depende de la situación personal y socioeconómica de cada cual. En Colombia, Bravo, Cardona y Vega (2011) llevaron a cabo una investigación para comprender cuáles eran las condiciones laborales y el significado del trabajo para un grupo de recicladores independientes y se evidenció que perciben maltrato por discriminación.
En Ecuador el número de personas que se dedican a la actividad del reciclaje ha aumentado en los últimos años. El Ministerio del Ambiente del Ecuador (citado por Polo, 2016) indicó que, según la Red Nacional de Recicladores del Ecuador (RENAREC), existe un aproximado de 20 000 recicladores de base. Según la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo (IRRI) (2015), mil recicladores del país están asociados en RENAREC, además, un importante grupo humano de recicladores subsiste en condiciones desfavorables y con alto grado de vulnerabilidad, con ingresos inferiores al salario mínimo vital y con relaciones inequitativas en términos de actividades laborales.
En esta región andina se hallaron estudios interesantes: en los recicladores de Portoviejo se encontró que tienen una baja remuneración y alto nivel de vulnerabilidad (Solíz, 2013). En el centro histórico de Quito, Polo (2016) investigó si las intervenciones públicas y privadas satisfacían las necesidades fundamentales de estos trabajadores y encontró que sus vidas han tenido algunos cambios positivos, entre ellos, el hecho de que, debido a intervenciones públicas y privadas, han mejorado sus ingresos económicos, autoestima, pertenencia al trabajo, formación, capacitación y vinculación con su entorno social. Tenezaca y Villa (2018) encontraron en Cuenca que las condiciones de trabajo y consumo de los recicladores de Empresa Municipal de Aseo de Cuenca El Arenal son precarias. En otro estudio cuencano, en el orden teórico, Patiño y Uchuari (2013) definen como recicladores primarios a aquellos que realizan sus labores con medios de transporte no motorizados.
Con estos antecedentes se pueden evidenciar las condiciones desfavorables en las que viven la mayoría de los recicladores y cómo estas afectan su salud. Desde una mirada más integral, no es posible hablar únicamente de salud física, también se debe considerar la salud mental o psicológica.
En este contexto, surge el interés de investigar el bienestar social que tienen los recicladores primarios en la ciudad de Cuenca. Según la IRRI (2015), las edades varían entre los 18 años hasta mayores de 70 años. Al existir una variedad etaria se hace necesario diferenciarlos por las etapas de desarrollo de la adultez: la temprana que va de 20 a 40 años, la media de 40 a 65 años y la tardía de 65 años en adelante. En la adultez temprana o juventud se presenta una mayor condición física, la personalidad es más estable, la mayoría de personas en esta etapa se casan y tienen hijos. En la adultez media surge un deterioro de las capacidades físicas y la salud (Papalia y Martorell, 2017), además, aparecen algunos desafíos a enfrentar como el agotamiento y el cambio de trabajo. En la etapa tardía ocurre una pérdida de capacidades físicas y cognitivas, las relaciones sociales disminuyen por la muerte de personas cercanas, tiene lugar el retiro de actividades laborales, aparece la conciencia sobre la muerte, entre otras.
Para fines de esta investigación se abordará al bienestar social desde la teoría de Keyes, Shmotkin y Ryff (2002). La relevancia de este estudio radica en realizar un acercamiento desde la psicología al mundo de los recicladores. El constructo de bienestar social puede ser entendido y medido desde diferentes perspectivas como la económica, la basada en las funciones de utilidad, la social y la psicológica. Para Laca, Mejía y Yáñez (2010), el término «bienestar social» se originó en la economía y se entendía como un índice de la desigualdad económica en una sociedad.
Desde el enfoque económico, Pena-Trapero (2009) plantea que el bienestar se basa en la riqueza que tiene una persona. Esta mirada ha recibido muchas críticas por estar muy limitada a la economía. Si se tienen en cuenta las funciones de utilidad, este puede medirse por el provecho que brindan los bienes y servicios que posee cada individuo. Desde un punto de vista social, se plantea medir el bienestar a partir de indicadores como la salud, el trabajo, el ocio y la seguridad financiera y personal. Estos se complementan luego con los indicadores económicos. Desde una perspectiva psicológica, de acuerdo con Blanco y Díaz (2006), es necesario considerar el bienestar social desde el ámbito individual y social, para lo cual toman el aporte teórico de Keyes (1998). Este autor expresa que las personas permanecen inmersas en estructuras sociales y relacionales y que enfrentan innumerables tareas sociales y desafíos, que les permiten evaluar su calidad de vida.
Es así como surge el concepto de bienestar social, que es «la valoración que hacemos de las circunstancias y su funcionamiento dentro de la sociedad» (Keyes, 1998, p. 122). Está compuesto por cinco dimensiones: integración social, aceptación social, contribución social, actualización social y coherencia social.
Según Keyes (1998), la integración social se define como «la evaluación de la calidad de las relaciones que mantenemos con la sociedad y con la comunidad» (p. 122). Añade que los individuos sanos se perciben como parte de la sociedad, desarrollan un sentimiento de pertenencia, establecen relaciones sociales con otras personas y se sienten apoyados al tener cosas en común. Para Páez (2008), esta interacción con el medio social promueve la satisfacción de las necesidades de apego, afiliación y pertenencia.
La aceptación social se refiere a la experiencia de disfrute al ser parte de un grupo o comunidad y a la confianza, aceptación y actitudes positivas hacia las otras personas. Por otro lado, hace alusión a la aceptación de los aspectos positivos como negativos de la propia vida. Estos indicadores de salud mental se expresan en la confianza que se tiene en los demás y en sí mismo (Keyes, 1998).
La contribución social se entiende como el sentimiento de utilidad. El sujeto se siente importante y valioso dentro de la sociedad y posee algo positivo para brindar a la humanidad. Consiste en percibir que lo que uno entrega y las actividades que realiza son realmente valoradas. Este sentimiento promueve la motivación y el propósito de vida, porque existe la idea de que la relación con el contexto social contribuye al planteamiento de metas, objetivos y propósitos en la vida (Páez, 2008). Para Blanco y Díaz (2005), «contribución es sinónimo de utilidad, provecho, eficacia y aportación al bien común» (p. 2).
La actualización social es la confianza que tiene una persona en el potencial de crecimiento y desarrollo de una sociedad. Es la capacidad que tiene esta última para dar beneficios a sus integrantes y la creencia de que puede desarrollarse para mejorar. Su actualización social se relaciona con la percepción de que el entorno facilita el crecimiento personal (Páez, 2008). Blanco y Díaz (2005) detallan que la actualización social conlleva implícita la idea de que la sociedad controla su destino, sabe a dónde va y diseña, intencionadamente, el panorama hacia dónde quiere llegar en el futuro. Keyes (1998) menciona que las personas más saludables, desde el punto de vista psicológico, son las que confían en el futuro de la sociedad, en su potencial de crecimiento y desarrollo.
La coherencia social hace referencia a la capacidad que poseen las personas para entender la dinámica y el funcionamiento de la sociedad y del mundo globalizado en el que vivimos. Los sujetos que poseen coherencia social encuentran un sentido a lo que ocurre y descubren las razones de los hechos o eventos que les rodean (Blanco y Díaz, 2005). Esta es «la percepción de la cualidad, organización y funcionamiento del mundo social, además incluye la preocupación por enterarse de lo que ocurre en el mundo» (Keyes, 1998, p. 123). Por otra parte, consiste en creer que el mundo es predecible, inteligible y lógico y, por lo tanto, controlable. También implica estar preocupado e interesado en la comunidad y sociedad (Páez, 2008).
En conclusión, el objetivo general de este estudio es describir el nivel de bienestar social de los recicladores primarios de la ciudad de Cuenca, según variables sociodemográficas, así como identificar el nivel de bienestar social de los recicladores.
DESARROLLO
La investigación tuvo un enfoque cuantitativo y se emplearon métodos y técnicas de medición de la estadística descriptiva. Se ajustó a un proceso estructurado y se utilizó el instrumento validado por Blanco y Díaz (2005) para medir el bienestar social. El diseño fue de tipo transversal, no experimental y los datos fueron recolectados en el periodo de febrero a abril de 2019. El estudio tuvo un alcance descriptivo debido a que se detalla el bienestar social de los recicladores primarios según variables sociodemográficas y expone en qué dimensiones de la escala existe una mayor valoración.
Los participantes se obtuvieron del registro de la Empresa Municipal de Aseo de Cuenca Empresa Pública (EMAC-EP), la cual se dedica a la actividad de cuidado y mantenimiento de la parte ambiental, áreas verdes, reciclaje, recolección de los desechos, entre otras. Esta institución tiene proyectos de investigación con la Universidad de Cuenca, interesada en el bienestar de sus recicladores.
La población fue de 276 recicladores primarios mayores de 18 años, asociados o no del cantón Cuenca. Estos realizaban la actividad de reciclaje en medios de transporte no motorizados y se encontraban registrados en la base de datos de la EMAC-EP del año 2018. Se trabajó con una muestra de 200 recicladores y, para hacer lo más fiable posible el estudio, se decidió un nivel de confianza del 96 %, un margen de error del 4 % y una heterogeneidad del 50 %. Finalmente se obtiene una muestra de 195 participantes, pero durante el operativo de campo fue posible incorporar a 5 recicladores más. En el cálculo de la muestra se utilizó la fórmula estadística para poblaciones finitas de Murray y Larry (2009). Además, se empleó un muestreo probabilístico aleatorio simple.
Se utilizaron tres criterios de inclusión en dicho muestreo: recicladores primarios que pertenecieran o no a una asociación de la ciudad de Cuenca, que fueran mayores de 18 años y estuvieran registrados en la base de datos de la EMAC-EP. Por otra parte, se excluyeron del estudio a los recicladores que presentaban discapacidad intelectual, elevado porcentaje de discapacidad auditiva y quienes no firmaron el consentimiento para formar parte de la investigación.
El instrumento empleado fue una ficha sociodemográfica para explorar las variables de género, edad, nivel de educación, estado civil, aspecto familiar y empleo. Con el fin de describir el bienestar social de los recicladores primarios, se utilizó la Escala de Bienestar Social de Keyes (1998), adaptada al español por Blanco y Díaz (2005). Esta evalúa las percepciones que tienen las personas sobre cinco aspectos del entorno social que facilitan su bienestar: integración social, aceptación social, contribución social, actualización social y coherencia social. Consta de veinticinco ítems, con formato tipo Likert, donde uno significa totalmente en desacuerdo y siete totalmente de acuerdo. Dispone, además, de buena consistencia interna con valores alfa de Cronbach entre 0,83 y 0,69. Para las puntuaciones de la escala se utilizaron las medias de cada dimensión lo que nos permite tener un promedio general y uno por cada dimensión.
En el análisis de los datos se utilizó estadística descriptiva. Los participantes fueron caracterizados según las variables de la ficha sociodemográfica. Se determinaron frecuencias y porcentajes, lo cual fue utilizado para analizar los niveles de bienestar social en relación con las variables de la ficha sociodemográfica. Por último, se obtuvieron las medias de cada una de las dimensiones de bienestar social.
La investigación cumplió con principios éticos de la Asociación Estadounidense de Psicología (2010), como son la confidencialidad, el anonimato de los participantes y la voluntariedad.
RESULTADOS
De la muestra de 200 recicladores primarios del cantón Cuenca, el 80,5 % pertenecen al género femenino y el 19,5 % al masculino. Tienen edades entre 20 y 88 años, con 51 años como promedio, para una desviación estándar de 14,39, lo que indica que las edades son heterogéneas. El 60 % es adulto medio, el 23 % adulto temprano y el porcentaje restante está en la adultez tardía.
En cuanto al nivel de instrucción de los recicladores primarios, el 35 % tiene primaria completa, seguido del 32 % que cursó la primaria sin culminar estudios y, por último, el 19 % que no sabe leer ni escribir. Existe bajo nivel de instrucción, lo que constituye una situación de riesgo o vulnerabilidad, según Tello (2016). En lo que refiere al estado civil, el 45 % de recicladores primarios están casados, seguido de un 24,5 % que están solteros. El 48,5 % vive con su pareja y sus hijos, mientras que el 29 % vive con sus hijos.
Con respecto a la actividad del reciclaje, se evidencia que la mayoría de recicladores primarios no pertenecen a una asociación. En efecto, es la asociación de Cristo Rey la que tiene mayor número de miembros (13 %) y la de Pichacay la que tiene menos integrantes (2,50 %). La Asociación de Recicladores El Valle (AREV) cuenta con el 3 %. Por otra parte, la Asociación de Recicladores Urbanos de Cuenca posee el 6,50 %, el Chorro 5 %, San Alfonso-Centro Histórico el 8,50 % y en Solidarias del Sur-Feria Libre está el 7,50 %. El 54 % de los recicladores no están asociados a nada.
El promedio de bienestar social de los recicladores primarios del cantón Cuenca es de 4,1 en una escala de 1 a 7. Esto significa que tienen una moderada valoración de sus circunstancias sociales y del funcionamiento de la sociedad, de acuerdo a la definición de planteada por Keyes (1998). A diferencia de la puntuación encontrada entre los trabajadores informales de la asociación Buena Esperanza de la ciudad de Cuenca, presentan un promedio de 3,24 ± 0,44 (Bueno y Torres, 2019). Es importante mencionar que las características sociodemográficas de género, nivel de instrucción y estado civil de estas dos poblaciones son similares, sin embargo, existen diferencias en cuanto a la actividad laboral y las horas que dedican a sus tareas, lo cual puede influir en su bienestar social porque, como mencionan Keyes, Shmotkin y Ryff (2002), las tareas sociales y el tipo de actividad laboral puede influir en el bienestar social.
Se pueden evidenciar algunas diferencias en sus promedios según las variables sociodemográficas. Existen desigualdades mínimas en las de edad, género y empleo. Las diferencias son más significativas en las de estado civil, aspecto familiar, nivel de instrucción y tipo de asociación.
En cuanto a la variable edad, los recicladores que se encuentran en la adultez temprana (23 %) presentan el mayor promedio de bienestar social (4,2). Esta cifra puede estar dada porque ellos valoran más sus circunstancias y el funcionamiento de la sociedad. Esto se puede explicar debido a que, según Papalia y Martorell (2017), los adultos jóvenes presentan una mejor condición física y salud, personalidad estable y adquieren vínculos cercanos y estilos de vida que podrían modificarse. Se puede decir que la edad en este grupo de recicladores en particular tiene menor incidencia en el bienestar social porque, tal vez, los desafíos sociales que tienen que enfrentar varían debido a otras situaciones psicológicas, sociales y de instrucción.
En cuanto al género, los recicladores hombres (19,5 %) presentan un mayor promedio de bienestar social (4,2) que las mujeres (4,0) que, dicho sea de paso, conforman el mayor número de los participantes. Al existir una desproporción en la cantidad de recicladores con respecto al género, no es posible comparar sus promedios. Sin embargo, se encontró que el grupo masculino, a pesar de ser minoritario, tiene una mayor valoración de sus situaciones sociales y la funcionalidad social, según la definición de Keyes (1998).
Respecto al estado civil, en los recicladores solteros (24,5 %) se encuentran el mayor promedio (4,2) de bienestar social, mientras que el menor (3,8) se halla en convivencia (1,5 %). Según la definición de bienestar social propuesta por Keyes (1998), las relaciones que tienen las personas generan desafíos sociales que influyen en su bienestar. De esta manera, se puede decir que los recicladores que han establecido relaciones de pareja tienen que enfrentar mayores tareas sociales que los recicladores solteros. Los que viven con alguien, aunque son minoría, tienen menor promedio en bienestar social y esto se puede atribuir a la inseguridad legal, material y relacional de este tipo de relaciones.
Los recicladores primarios que sí saben leer y escribir (81 %) tienen mayor promedio de bienestar social (4,1) que los que no (3,8). Quienes culminaron la secundaria (7,5 %) tienen un promedio mayor (4,5) que los que no poseen ningún nivel de instrucción (16 %) y los que tienen nivel superior (0,5 %), quienes presentan el menor puntaje de bienestar social (3,9 y 3,0, respectivamente)
Con base en los datos anteriores, se puede inferir que los recicladores que han culminado la secundaria tienen una mayor valoración respecto a su contexto y función social, a diferencia de los recicladores que no tienen ningún nivel de instrucción. Esto se atribuye a la situación de riesgo que se produce a la hora de enfrentar desafíos sociales, ocasionada por la falta de formación y capacitación, lo cual es un elemento de vulnerabilidad para Tello (2016).
Además, Polo (2016) encontró que los recicladores del Centro Histórico de Quito perciben cambios positivos en sus vidas al recibir mayor capacitación y formación. Esto se contradice al existir una persona que, a pesar de tener un nivel de educación superior, presenta el menor puntaje de bienestar social. Sin embargo, como es solo una, no es posible explicar esta contradicción, pero se puede atribuir a otras particularidades, tales como trastornos mentales, pésimas condiciones de vida, inadecuado estilo de vida, falta de reconocimiento, entre otras.
En cuanto al ámbito familiar, el 5 % de los recicladores que vive con sus padres tiene mayor promedio de bienestar social (4,4), mientras que los que viven con su pareja e hijos (48,5 %) y quienes viven solo con sus hijos (29 %) presentan uno menor (4,0). Esto se puede explicar por el hecho de que, al vivir con los padres, se tienen menores tareas sociales, pues se cuenta con el apoyo de la familia. En cambio, tener una pareja e hijos implica mayores desafíos y responsabilidades sociales, las cuales, según Keyes (1998), pueden influir en la valoración de las circunstancias y el funcionamiento social. Por esta razón, los recicladores que no tienen descendencia (8 %) tienen mayor promedio (4,4) que los que sí (4,0).
Respecto a la actividad del reciclaje, las personas que trabajan más de 8 horas (5 %) presentan cifras mayores de bienestar social (4,2) que los que dedican menos de medio tiempo a la actividad del reciclaje (4,0). Esto lleva a plantear que los sujetos que tienen una mayor jornada laboral valoran de mejor manera su situación y funcionamiento social. En efecto, en la actividad del reciclaje, mientras más horas de trabajo sean, más cantidad de materiales pueden ser recuperados y esto se traduce en la obtención de mayores ingresos.
Además, los trabajadores que realizan otra actividad económica aparte del reciclaje (40,5 %), tienen mayor promedio en bienestar social (4,2) que quienes no (4,0). Desde luego, al tener diversas actividades económicas, los recicladores obtienen más ingresos y mejoran su situación financiera. Esto puede ser un aspecto importante debido a que, según la IRRI (2015), generalmente estas personas obtienen un nivel mínimo de ingresos, lo cual los sitúa en una condición de vulnerabilidad. En muchas ocasiones se ven en la necesidad de realizar actividades extras para mejorar su situación económica. Lo anterior evidencia que el bienestar social no se puede explicar únicamente desde las estructuras sociales y relacionales, sino que hay que tener en cuenta también factores de índole económicos.
Los recicladores de la asociación El Chorro (6,5 %) y de San Alfonso-Centro Histórico (8,5 %) presentan un mayor promedio en bienestar social (4,2) que los Pichacay (2,5 %), cuya cifra es de 3,5. Esto permite plantear que las estructuras sociales y relaciones de la asociación Pichacay hacen que sus miembros tengan que enfrentar mayores desafíos sociales que pueden influir en la valoración de sus circunstancias y del funcionamiento social.
En cuanto a las cinco dimensiones que conforman el bienestar social, a nivel general se encontró que la dimensión de contribución social es en la que puntúan más alto los recicladores primarios, con una media de 5,3. Esto indica que muchos de ellos se sienten útiles y valiosos para la sociedad. De acuerdo con lo que expresan Blanco y Díaz (2005) sobre el significado de contribución social, los recicladores también perciben que las actividades que realizan son reconocidas y valoradas, lo cual puede explicarse por la importancia que ha ido tomando el tema del reciclaje en los últimos años. Para Páez (2008) el sentimiento de utilidad brinda motivación y propósito a la vida de las personas. En el estudio de Bueno y Torres (2019) los trabajadores informales evalúan más alto la dimensión de integración social (3,87), seguida de la de contribución social (3,82).
Otra dimensión que presenta un promedio alto es la integración social (4,9). Esto puede indicar, según Páez (2008), que los recicladores primarios evalúan positivamente la calidad de las relaciones que tienen con otras personas, por lo que se sienten parte de la sociedad, con un sentimiento de pertenencia y vínculos sociales que satisfacen sus necesidades de apego y afiliación.
La actualización social (3,9) y coherencia social (3,7) son dimensiones en las que los recicladores primarios tienen un promedio moderado. Existe escasa variación entre sus medias. Esto se debe a que a que estas dos dimensiones se relacionan entre sí. Como expresan Blanco y Díaz (2005), la actualización social es la confianza en que la sociedad está progresando y la coherencia social es la comprensión de ese progreso. Visto así, los recicladores presentan una moderada confianza y comprensión del progreso de la sociedad y, al comparar sus medias, se evidencia una menor en esta última. Esto se puede explicar por el hecho de que la mayoría de los recicladores tienen un nivel de instrucción básico (67 %), por lo cual pueden tener menos herramientas para analizar y comprender la sociedad. Además, el 40 % se dedica a otra actividad económica y esto los limita para preocuparse por entender lo que sucede en la sociedad. En el estudio de Bueno y Torres (2019), realizado con trabajadores informales, se encontró un mayor promedio en coherencia social (3,24), seguido de la actualización social (3,13).
En la dimensión aceptación social los recicladores primarios presentan un promedio bajo, con una media de 2,6. Esto significa que, a pesar de que tienen una integración con la sociedad a través de sus relaciones con otras personas como familia, amigos, vecinos, entre otros, dichas relaciones no se disfrutan totalmente porque tienen menor confianza en las otras personas y en ellos mismos, como lo expresa Keyes (1998) en su definición de aceptación social.
Esta información nos lleva a plantear que, aunque la actividad del reciclaje es valorada por la sociedad, los recicladores no confían en otras personas, lo cual se puede atribuir a la percepción de conductas discriminantes como encontraron Bravo, Cardona y Vega (2011). Estas se pueden manifestar en instituciones, autoridades y ciudadanía, en general, por la actividad que realizan o por su nivel socioeconómico, nivel de instrucción, entre otros. La menor valoración en aceptación social también se evidenció en el estudio de Bueno y Torres (2019) con trabajadores informales, quienes obtuvieron una media de 2,17. Cabe recalcar que esta población es similar a los recicladores en cuanto al género, estado civil y nivel de instrucción, lo cual puede explicar la similitud en la valoración de la aceptación social.
CONCLUSIONES
Los recicladores primarios del cantón Cuenca presentan un bienestar social moderado, lo que significa que las tareas y desafíos sociales pueden influir en el funcionamiento social. Es una población con características sociodemográficas variadas. Las diferencias de mayor significancia radican en el nivel de instrucción, estado civil y en el ámbito familiar, de modo que estas variables generan diferentes relaciones estructurales y sociales. Se evidencia que los vínculos cercanos que establecen los recicladores al estar al frente de un hogar o familia son importantes para la valoración de su bienestar social. También resulta relevante la educación, capacitación y formación personal que estos han recibido. Son importantes las relaciones laborales y los ingresos que reciben por sus tareas, por lo que el bienestar social se debe analizar también desde el aspecto económico.
Los recicladores primarios tienen un promedio mayor en las dimensiones de contribución e integración social. Esto significa que tienen un alto sentimiento de utilidad, valoran la actividad que realizan por su aporte ambiental y social y las relaciones con otras personas. Por último, la aceptación social es la dimensión con menor promedio. Tienen una limitada confianza en sí mismos y en otras personas, lo cual se puede atribuir a las conductas discriminantes que perciben.