INTRODUCCIÓN
Los sistemas silvopastoriles (SSP) desempeñan una función crucial en la reducción de los impactos negativos de la agricultura en la conservación de la biodiversidad (López-Vigoa et al., 2017).
Los SSP de Centroamérica y del Caribe retienen 14-184 árboles ha-1 de una lista de especies que varía entre 34 y 180 especies ha-1 (Pozo, 2019). Los más utilizados en Cuba son los bancos de proteína, las asociaciones de árboles con gramíneas en toda el área de pastoreo y las cercas vivas. Diferentes autores señalan que el uso de estos sistemas constituye una opción viable para la producción animal (Russo, 2015; Iglesias et al., 2017; López-Vigoa et al., 2017).
Cuba es uno de los países del área del Caribe que trabaja de manera significativa en la evaluación de especies arbóreas desde finales de la década de 1980. El Instituto de Investigaciones Forestales ha desarrollado un amplio y variado trabajo en la evaluación de árboles. Los resultados se obtuvieron en las Estaciones Forestales de Guisa, Villa Clara, Itabo y Viñales, en diferentes tipos de suelo. Esta experiencia se ha transmitido a otros países del área, como México, Colombia, Venezuela, República Dominicana. Este hecho es de importancia, particularmente en el área caribeña, donde predominan los pequeños estados insulares que constituyen ecosistemas frágiles y vulnerables al cambio climático, la desertificación y la sequía (Febles y Ruiz, 2008).
La utilización de las plantas perennes leñosas en los sistemas ganaderos se visualiza entre las principales acciones definidas en los objetivos para el desarrollo sostenible hasta el 2030 (ONU y CEPAL, 2018). Esto se debe, entre otros aspectos, al incremento sostenido de la producción animal, que se sustenta en el aumento de la productividad y calidad de los pastizales asociados, favorecido por la fijación de nitrógeno atmosférico al suelo y el aporte importante de hojarasca de fácil mineralización, que beneficia el reciclaje de nutrientes, la captación de carbono (CO2) y el aumento de la diversidad de la flora y fauna en el sistema. Lo anterior incrementa positivamente el balance energético en el ecosistema y, de hecho, mejora los indicadores productivos y de salud de los rebaños (Pozo, 2019).
Concientizar en la importancia del árbol en la estabilidad ecológica y productiva de los pastizales ha motivado la aplicación de directivas técnicas del área ganadera del Ministerio de la Agricultura, que son de obligatorio cumplimiento, y que se encaminan al restablecimiento de los setos vivos, los árboles de sombra, y otros.
A partir de estas condiciones, el objetivo de este estudio fue identificar el uso de las especies arbóreas forrajeras en tres fincas pecuarias en el valle Macanacú del municipio Guisa, provincia Granma.
Materiales y Métodos
Localización. Los estudios se llevaron a cabo en la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Antonio Sánchez, de la Empresa Agroforestal Batalla de Guisa, que se ubica en el valle Macanacú, en la premontaña del municipio Guisa, provincia Granma.
Reconocimiento de la zona de estudio. La investigación se desarrolló de enero a abril de 2019. El área de estudio comprende 280,54 ha en explotación, conformadas por cinco unidades pecuarias, con un rebaño de 318 cabezas de ganado. Predominan los suelos Pardos en sus variantes. Para su estudio se recopiló y revisó la información secundaria (Censo Agropecuario, 2018) y los datos suministrados por la Delegación Provincial de la Agricultura (MINAG). Se realizaron visitas de campo y se observó la zona de estudio.
Priorización de las fincas. A partir de la recopilación y análisis de la información, se priorizaron tres fincas, con características similares en cuanto a paisajes y territorio, con el objetivo de disminuir las diferencias que tienen que ver con factores biofísicos. Para tipificar los suelos se siguió la clasificación de Hernández-Jiménez et al. (2015).
Seguidamente se describen cada una de las fincas:
Macanacú tiene un área de 96,6 ha; 95, 3 se dedican al pastoreo. Predominan suelos Pardos con carbonatos. Posee un rebaño de 91 cabezas.
El Sao presenta un área de 54,0 ha; 52,5 se dirigen al pastoreo. Son dominantes los suelos Pardos con carbonatos. Tiene un rebaño de 40 cabezas.
La Gloria cuenta con un área de 36,0 ha; 33,7 se dedican al pastoreo. Hay predominio de suelos Pardos sin carbonatos. Su rebaño es de 46 cabezas.
Composición florística. Luego del reconocimiento de las especies arbóreas forrajeras encontradas en cada una de las fincas, se realizó un inventario con el diseño de transeptos. Para el inventario florístico, se realizaron tres transeptos, de 75 x 20 m, distribuidos aleatoriamente. En cada uno se levantaron tres parcelas de 20 x 25 m (225 m2). En ellas se colectaron e identificaron taxonómicamente las especies y se organizaron por orden alfabético y familia. Se caracterizaron según su uso y los servicios que ofrecen en la zona de estudio.
Análisis estadístico. Para la interpretación de los resultados se aplicó la comparación porcentual por especies y por familias (Toral-Pérez et al., 2019).
Resultados y Discusión
Después de la realización de los transeptos en cada una de las fincas, se encontraron 23 especies arbóreas con potencial forrajero, las que coinciden con las que se usan actualmente por los productores para la alimentación animal (tabla 1). Estos resultados indican que en las zonas prospectadas se concentra una relativa diversidad genérica y específica.
En la figura 1 se muestra el porcentaje de especies por familia con respecto al número total de especies identificadas. Estas especies corresponden a 13 familias botánicas. Las familias Fabaceae y Meliaceae (18 %) presentaron cuatro especies cada una, seguida por Arecaceae (13 %) con tres; Boraginaceae y Mimosaceae (9 %) con dos familias, respectivamente.
Es de destacar la gran representatividad de la familia Fabaceae, con 18 % del total de especies, leguminosas y forrajeras, todas de gran interés pecuario.
Estos resultados corroboran lo planteado por López-Toledo y Valdéz-Hernández (2011), quienes en su estudio indicaron que la familia de las Fabaceae representa la mayor importancia cultural. De igual forma, los ganaderos reconocen que uno de los valores de esta familia de plantas radica en su uso para la alimentación animal, por constituir especies forrajeras. Roman et al. (2011) refieren su importancia por el contenido de proteína presente en sus hojas y tallos jóvenes, principalmente, con relación a especies no leguminosas.
El mayor número de familias y de especies se hallan en las fincas ganaderas El Sao con 14, seguida por Macanacú con 12. La de menor diversidad fue La Gloria, con una representación de ocho especies (tabla 2). Esto puede estar relacionado con la disponibilidad de recursos para el cultivo, características del área y con la marcada potencialidad de adaptación de algunas especies (Iglesias et al., 2017).
La tabla 1 muestra el uso y los servicios ofrecidos por las especies arbóreas forrajeras, como la sombra, alimentación animal, reforestación, entre otros. Se identificó la presencia de especies arbóreas con potencial forrajero, ya sea por su follaje o por sus frutos. Estas se reconocen por su carácter multipropósito, pues su follaje es fuente de alimento para el ganado durante las lluvias, al igual que su fruto en épocas secas, por lo que es importante su conservación y manejo en fincas ganaderas (Juárez-García y Saragos-Méndez, 2019). Entre estas especies se encuentran L. leucocephala, A. lebbeck, C. grandis y S. saman, la más común en los pastizales de Cuba, cuyo fruto se consume con avidez por el ganado, ya que posee un alto contenido proteico y energético. Además de los servicios ambientales, de provisión de sombra, control de vientos y aporte de nutrientes a las plantas asociadas, ofrecen hasta 7 t de azúcar y 2,4 t de proteína por hectárea por año, que proceden de sus frutos. La suplementación con frutos de leguminosas arbóreas mejora la respuesta productiva de los bovinos (Roig y Mesa, 1965).
El follaje de árboles con uso forrajero se caracteriza por tener alto contenido de proteína cruda (hasta 35 %). Se destaca la especie G. ulmifolia, ya que su follaje se consume por los rumiantes menores. El ganado come sus hojas y frutos, y estos últimos son apetecibles para los cerdos. G. sepium se usa como forraje, cerca viva y como sombra. C. collococca se identifica como alimento preferido de la avifauna, al igual que P. dulce.
Las especies arbóreas forrajeras, como el algarrobo, la leucaena, la guácima y el piñón florido, son las más utilizadas como fuente de alimento para el ganado de la región.
Los resultados obtenidos coinciden con un estudio realizado por Toral-Pérez et al. (2019), quienes analizaron la diversidad de arbóreas y arbustivas en diferentes regiones del noreste del municipio Yaguajay, Cuba. Estos autores identificaron nueve especies leñosas consumidas por los bovinos, entre las que se destacan G. ulmifolia, C. collococca; seguidas por A. lebbeck, L. leucocephala y G. sepium.
Diversos estudios confirman que los productores conocen los beneficios de las especies y las seleccionan y manejan de acuerdo con sus criterios de valor e importancia, lo que influye en una repoblación de las mismas en áreas degradadas (Ángel-Sánchez et al., 2017; Milián-García et al., 2018).
En el área de estudio están presentes árboles de gran valor maderable, entre ellos C. odorata, especie prioritaria en conservación, cuya explotación forestal hace que se haya categorizado como globalmente vulnerable (Ángel-Sánchez et al., 2017). También se identifica S. mahagoni. Otras especies reconocidas, de menor valor económico, son B. simaruba y A. lebbeck. Las especies citadas cuentan además con otros usos, como son su aporte de sombra y la mitigación al cambio climático.
También se observó la presencia de especies frutales, como C. oliviforme, C. grandis, A. muricata, lo que brinda al sistema otro valor de uso.
Asociadas a los árboles, en los pastizales aparecen las palmas. Las plantas de la familia Arecaceae tienen múltiples usos, entre ellos ornamentales, industriales, medicinales, nutricionales y cosméticos. Se destacan entre ellas, R. regia, nuestro árbol nacional, al que tradicionalmente se le han dado usos como fuente de alimentación y material de construcción. Fructifica todo el año y produce hasta ocho racimos (40-50 kg). Su fruto se conoce como palmiche y constituye uno de los alimentos naturales más abundantes en la nación con altos valores nutritivos, sobre todo para la ceba de cerdo y otros animales (Milián-García et al., 2018). Se encuentran además, A. crispa y S. causiarum, que son estratégicas para muchas especies de la fauna nativa. De ahí que sirven de refugio a diversos insectos y, especialmente, a las aves que la tomen de nido.
Palma-García y González-Rebeles-Islas (2018) plantean que es importante mantener o aumentar los árboles dispersos en potreros en los paisajes ganaderos, ya que son fuente de semillas, proporcionan hábitat y alimento a especies de la fauna; además de ofrecer beneficios adicionales, como madera, leña, alimento para el ganado, servicios ecosistémicos. Asimismo, tienen potencial como estrategia adaptativa o mitigadora ante el cambio climático.
El uso de las especies demuestra las ventajas de inclusión de los árboles en sistemas de producción, lo que se evidencia en los disimiles servicios que prestan al sistema productivo y al ambiente. Por ello, los estudios enfocados a la incorporación de los árboles en la ganadería, conllevan la posibilidad de incorporar las especies nativas en múltiples opciones, que permitan superar las condiciones ambientales y económicas adversas actuales.
CONCLUSIONES
Se identificaron 23 especies arbóreas con potencial para uso silvopastoril, de las cuales se hallaron nueve especies forrajeras que son consumidas por los bovinos, destacándose S. saman, A. lebbeck, L. leucocephala, G. ulmifolia, y G. sepium. También predominó la familia Fabaceae con 18 % del total de especies.