INTRODUCCIÓN
La humanidad se enfrenta a uno de sus más grandes desafíos: el crecimiento de la población mundial, unido a un incremento no proporcional de la producción de alimentos que puede poner en peligro la existencia del hombre (FAO, 2019).
La producción ganadera representa, aproximadamente, 40 % de la producción agropecuaria en el mundo, lo que se considera el soporte de la disponibilidad de alimentos para, aproximadamente, mil millones de habitantes. Son las actividades ganaderas las que aportan 15 % del total de la energía alimentaria, y contribuyen también con 25 % de las proteínas incorporadas a la dieta, si se tiene en cuenta que la leche y la carne se destacan por ser alimentos que se consideran de primera necesidad, pues presentan una gran demanda, gracias a su alto valor nutricional (Arciniegas-Torres y Flórez-Delgado, 2018).
En las regiones tropicales, la mayoría de los sistemas de producción animal son extensivos. Se sustentan en los forrajes nativos o cultivados, cuyo aprovechamiento se basa en el pastoreo, lo que indica que se manejan inadecuadamente, en cuanto a tamaño del potrero, rotación, fertilización, control de malezas, carga animal y otros. Esto afecta la calidad del alimento seleccionado, así como la frecuencia y el consumo de los pastos, siendo esta una de las causas que limitan la producción y calidad de la leche (Guevara-Vieras et al., 2016).
La ganadería cubana cubre algo más de dos millones de hectáreas. De ellas, los pastos cultivados representan del 16 a 20 %; las arvenses ocupan, parcial o tolamente, 38 % y el resto corresponde a pastos naturales de baja productividad. El hato ganadero vacuno es de 3 817,3 mil cabezas, entre las que se incluyen, como promedio, 312,9 miles de vacas en ordeño (ONEI, 2019).
La causa de este deterioro es el manejo no racional del pastoreo, debido a la falta de acuartonamiento y a la utilización de altas cargas, que se hallan por encima de las permitidas en el pastizal. Además, sobresalen el monocultivo de gramíneas (y la consecuente disminución de la biodiversidad), el uso inapropiado de las fuentes de agua, la pobre utilización de los sistemas silvopastoriles y las prácticas agrícolas sostenibles poco extendidas (Vega et al., 2016; Hernández-Rodríguez et al., 2020).
Ante esta panorámica, entre las cuestiones estratégicas a implementar se encuentran la identificación y selección de los indicadores productivos y económicos, con el objetivo de diseñar una línea base que permita la descripción y evaluación del proceso productivo, además de establecer un plan, programa o proyecto de desarrollo que posibilite revertir la situación de la ganadería cubana.
El objetivo de este estudio fue evaluar la producción y calidad fisicoquímica de la leche en una lechería comercial de la provincia Matanzas, en Cuba.
MATERIALES Y MÉTODOS
Localización. El estudio se desarrolló en una vaquería comercial, perteneciente a la Empresa Estatal Pecuaria de la provincia Matanzas, Cuba.
Condiciones edafoclimáticas. El suelo de la unidad se clasificó como Ferralítico rojo (Hernández-Jiménez et al., 2015), con relieve ligeramente ondulado. La temperatura media es de 25,5 y 22,4 °C para los períodos lluvioso (PLL) y poco lluvioso (PPLL), respectivamente (tabla 1).
Características de la unidad. La vaquería es una unidad típica, con capacidad para 120 vacas. Dispone de un área total de 72,4 ha. De ellas, 57,8 ha se dedican al pastoreo, con 29 cuartones, de aproximadamente 1,99 ha cada uno.
Manejo y alimentación del rebaño. Las vacas se ordeñan dos veces al día, de forma mecanizada, con un primer ordeño a las 3:00 a.m., con el suministro de concentrado a razón de 580 g/animal. Posteriormente, se llevan al área de pastoreo, donde permanecen hasta las 9:00 a.m., momento en que regresan a los establos hasta las 3:00 p.m. y se ordeñan nuevamente. Luego, retornan al pastoreo hasta el otro día, en el que comienza el ordeño de la madrugada. El sistema que se utiliza es el pastoreo rotacional. El genotipo predominante proviene de cruces de padres Mambí de Cuba con madres Holstein x Cebú.
Producción de leche. Para determinar la producción de leche individual se realizó el pesaje de leche al 100 % de los animales en ordeño, con frecuencia bimestral. A partir de estos datos, se analizó la influencia del bimestre de producción y la época del año en la producción de leche durante el estudio.
Curvas de lactancia real y potencial. Se calcularon a partir de la producción de leche obtenida en la vaquería, agrupada por bimestre de producción. Además, se determinó la eficiencia de producción a partir de las recomendaciones propuestas por Senra (1982).
Monitoreo de la condición corporal. Se realizó con frecuencia mensual al 100 % de las vacas en ordeño y ganado seco, en una escala de 1 a 5, mediante la metodología propuesta por Castro-Álvarez (2018), que consiste en la inspección visual y la palpación, según la cantidad de tejido graso subcutáneo en áreas específicas. Se controló el índice de condición corporal (CC) al parto y en el día de muestreo. Los resultados se analizaron por época. Para su interpretación se utilizó la estadística descriptiva con la utilización de tablas y gráficos.
Balance alimentario instantáneo. Se calculó el balance alimentario instantáneo para las vacas en experimentación, de acuerdo con los resultados obtenidos según los nutrientes aportados en las dietas utilizadas. Para la interpretación de los resultados se aplicó la estadística descriptiva con el uso de tablas y gráficos. Para la estimación de las variables se recurrió a las tablas incluidas en el manual elaborado por EEPFIH (2000).
Calidad de la leche. Se determinó por épocas, según el método infrarrojo (FIL-141: B, 1997) y con la utilización del equipo MilkoScan 104 A/S Foss Electric, del laboratorio de nutrición animal de la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey. Las muestras se obtuvieron del 100 % de las vacas en ordeño y se determinó el porcentaje de grasa, el contenido de proteína, la lactosa y los sólidos totales (ST).
Análisis estadístico. Con la información disponible se realizó un análisis de varianza a las variables producción de leche y días de lactancia promedio, con previa comprobación de los supuestos de homogeneidad de varianza y normalidad, según el test de Levene y la prueba Kolmogorov-Smirnov, respectivamente. Para hallar las diferencias entre las variables en estudio, se consideró como efecto el bimestre de producción y la época del año, y se utilizó la dócima de comparación de rangos múltiples de Duncan para hallar las desigualdades entre medias. Las variables de la calidad de la leche se compararon mediante T-Student para medias independientes. Se utilizó el paquete estadístico IBM SPSS Statistic versión 22.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Se encontraron diferencias altamente significativas (p < 0,001) entre el promedio de producción de leche individual de las vacas en el bimestre julio-agosto (8,24) con respecto al resto de los bimestres (tabla 2), noviembre-diciembre (4,80) y marzo-abril (5,33), pertenecientes al PPLL, fueron los de menores valores.
En el resto, las vacas manifestaron producciones de leche intermedias, superiores a 6,0 kg diarios, aunque prevalecieron las diferencias significativas entre los bimestres lluviosos y los no lluviosos, debido a que en el PLL mejoró la disponibilidad de materia seca (MS) en pastoreo, lo que permitió mayor oferta por animal por día y el incremento de la capacidad de selección de los animales.
En el caso del comportamiento por épocas, también se observaron diferencias significativas en la producción individual, con los mayores valores (7,22) en el PLL. La menor producción del PPLL estuvo relacionada con una baja disponibilidad de los pastos (con predominio de los naturales).
Soto-Senra et al. (2020) informaron que durante el PPLL el pasto contiene baja concentración de proteína bruta, alta concentración de fibra neutro detergente (FND), baja digestibilidad aparente y, por tanto, baja concentración de energía metabolizable (EM), por lo que en esta etapa el consumo de MS de los rumiantes se reduce. No se pueden cubrir sus requerimientos de EM para el mantenimiento, lo que se traduce en un balance energético negativo y en pérdidas de peso, lo que repercute en bajas producciones de leche por vaca.
Se encontraron diferencias significativas (p < 0,001) para los días de lactancia promedio entre los diferentes bimestres de producción (tabla 3). Julio-agosto, septiembre-octubre y noviembre-diciembre no difirieron entre sí, y sus valores estuvieron por encima de los 160 días. En el resto de los bimestres estos valores variaron entre 134 y 155 días, sin diferencias significativas entre ellos. Además, no se encontraron diferencias para este indicador por época del año.
Estos valores coinciden con los criterios de Rodríguez-Aya (2017), quien recomienda que la lactancia media del rebaño se debe mover entre los 150-170 días, y que cuando es superior a los 170 días significa que los días abiertos están alargados y, por lo tanto, el intervalo parto-parto se encuentra también aumentado.
En la figura 1 se observan los valores de eficiencia de la producción de leche. El mejor comportamiento correspondió a los bimestres del PLL (mayo-octubre), ya que la producción real y la potencial fueron similares (aproximadamente 90 % de cumplimiento). Sin embargo, en los bimestres del PPLL, que coinciden con muy baja disponibilidad de pasto natural, fue de mala calidad. Además, hubo menor eficiencia, principalmente en el bimestre marzo-abril (con solo 38,8 %), lo que también coincidió con que este fue el de más bajo número de vacas recentinas, y el de menor porciento de vacas en ordeño, lo que afectó considerablemente la producción lechera.
Al analizar el balance alimentario de los animales en producción (tabla 4), se comprobó que los requerimientos nutritivos de los animales no se cubrieron durante el año.
PDIN: proteína digestible a nivel intestinal procedente del nitrógeno; PDIE: proteína digestible en el intestino según contenido energético
Como se puede observar, el pasto ocupó un bajo porcentaje en la dieta (46,4 y 65,14 % para el PPLL y PLL, respectivamente), ya que su disponibilidad durante el período de estudio no sobrepasó los 16 kg de MS/animal/día, lo que incide directamente en los resultados productivos. Esta baja disponibilidad provocó que los animales no pudieran cubrir sus requerimientos de PB y EM, lo que se traduce en un balance energético negativo, pérdida de peso y disminución de la producción de leche (Campos-Ganoa et al., 2020). Cuando no se cubren los requerimientos de proteína y energía de las vacas, esto se convierte en una limitación para la producción de leche, debido a que el requerimiento energético de una vaca aumenta de 1 kg/día de glucosa durante el final de la gestación a 2,5 kg/día durante las tres primeras semanas posparto. Esto provoca una extensa movilización de tejido corporal, principalmente de sus reservas grasas, pero también de aminoácidos, minerales y vitaminas, para poder suplir la demanda de nutrientes de la glándula mamaria en el proceso de la síntesis de leche (Ruíz-Albarrán et al., 2012). La deficiencia de estos nutrientes en la dieta ocasiona retardo en el crecimiento y en la actividad ovárica, según indican Arcos-Álvarez et al. (2019).
A partir de esta realidad es urgente diseñar una estrategia de alimentación para esta unidad productiva, principalmente en los períodos de baja eficiencia. Esta puede incluir la complementación con forrajes energéticos y proteicos, que no se utilizaron en la vaquería durante la investigación, o alguna estrategia de suplementación diferenciada, dirigida a vacas altas productoras, de modo que se pueda compensar el desbalance estacional. Ruíz-Albarrán et al. (2012) señalaron la necesidad de que cada unidad productiva cuente con autosuficiencia alimentaria. Es decir, que durante todo el año tenga la base de alimentos necesaria, en cantidad y calidad, para la alimentación de su rebaño. La utilización de variedades de pastos mejoradas y la siembra de áreas complementarias con caña de azúcar y clones de king-grass, así como el uso de las forrajeras proteicas, como la morera, la titonia y la moringa, constituyen opciones importantes para suplir el déficit de alimento en la época de escasas precipitaciones. También el establecimiento de los sistemas silvopastoriles (bancos de proteína, cercas vivas, asociaciones múltiples) constituye una opción en la producción pecuaria, debido a que incrementa la productividad y garantiza mayor calidad y disponibilidad de forraje con respecto a los sistemas basados en gramíneas solamente.
Las reservas corporales se consideran una fuente de energía importante para enfrentar el balance energético negativo (BEN). Este desbalance ocurre al inicio de la lactancia, debido a la disminución del consumo, que es característico de esta etapa, y a la tendencia fisiológica del animal de expresar su máximo potencial productivo.
La figura 2 muestra el comportamiento de la condición corporal (CC), que estuvo entre 2,55 y 2,77 para el PPLL y PLL, respectivamente. Estos valores se consideran desfavorables, si se quiere lograr que los animales expresen su máximo potencial productivo. Castro-Álvarez et al. (2018) refieren que vacas con CC inferior a 2,5 presentan mayor movilización de sus reservas grasas corporales, localizadas en tejidos subcutáneos intermusculares, lo que provoca su depauperación y la consecuente disminución de la producción de leche. Es por ello que se recomienda implementar prácticas de manejo y alimentación adecuadas en las etapas finales de lactación, con el propósito de lograr una CC por encima de 3,5 al momento del parto y, de esta forma, reducir los efectos del BEN. Además, si las pérdidas en la CC se mantienen, los animales pueden presentar fallas reproductivas como anestro, lo que constituye un factor determinante de eliminación de una vaca del rebaño.
En cuanto al estado reproductivo del rebaño, se encontraron diferencias significativas (p < 0,001) entre los bimestres de producción para las vacas recentinas y las inseminadas (tabla 5). El menor número de recentinas estuvo en el bimestre septiembre-octubre, sin diferencias significativas entre marzo-abril y julio-agosto.
a, b y c: valores con superíndices diferentes difieren para p < 0,05
PLL: período lluvioso; PPLL: período poco lluvioso
El período analizado se caracterizó por una distribución inadecuada de las categorías reproductivas. Hubo un gran número de hembras vacías y, por ende, un bajo número de hembras gestantes y recentinas. Solo las inseminadas se encontraron en los parámetros establecidos, resultado que coincide con lo descrito por Brito (2010), quien plantea que, en las vaquerías, los animales inseminados deben estar entre 25-35 %. Este mismo autor informó que las vacas gestantes deben representar entre 50 y 60 %, las recentinas 15-16 % y las vacías menos del 5 %.
El incremento de vacas vacías implica menor número de vacas gestantes, natalidad más baja y menor cantidad de leche producida, según refiere Vargas et al. (2015). Esto incrementa los costos productivos y disminuye las ganancias, lo que se expresa en ineficiencia reproductiva, productiva y económica del rebaño bovino lechero. También Avilés et al. (2002) informaron deficiente comportamiento reproductivo en rebaños lecheros caracterizados por la prolongación del intervalo entre partos y baja natalidad.
La deficiente detección del celo es una de las causas del incremento de las vacas vacías. En un estudio de Loyola (2004) se informó que más de 30 % de las hembras en la categoría de vacía presentó actividad ovárica, por lo que se asume que se pierde la oportunidad de inseminación por incapacidad técnica y de manejo.
En la tabla 6 se evidencia que los contenidos de grasa, proteína, ST y sólidos no grasos (SNG) cumplen con los indicadores mínimos de calidad establecidos en la norma cubana NC 448:2006 (ONEI, 2006), referida a las especificaciones acerca de la calidad de la leche cruda. No obstante, se encontraron diferencias significativas (p < 0,05) entre épocas para los indicadores promedio de grasa y ST. Estos últimos fueron congruentes con la relación que existe entre la producción de leche y dichos indicadores, que resulta inversamente proporcionales: a más producción de leche menos grasa. Esta relación se refleja, a su vez, en el contenido de ST.
En este estudio, los resultados del contenido de grasa, proteína, ST y SNG son similares a los publicados por Martínez et al. (2017) para la raza Siboney de Cuba, cuando evaluó la leche cruda de una cadena de producción de pequeños productores de la región occidental de Cuba.