En el último quinquenio, varios acontecimientos sucedidos en Cuba convocan a reflexionar sobre la relación existente entre el turismo y su papel en la salud de la población, vistos desde el enfoque “Una Salud”.1 Tal es el caso de la estrategia integral que hizo frente a la pandemia de COVID-19 o la Feria Internacional de Turismo, celebrada en mayo de 2024, que tuvo como propósito presentar a Cuba como destino.
Aunque pudiera parecer complicado establecer una relación entre turismo y salud, el enfoque “Una salud” logra cimentar una perspectiva lo suficientemente general y abarcadora, que puede relacionarlos y, además, advierte sobre el peligro de analizar la salud de manera fragmentada y dispersa. “Una Salud” es definida por la Organización Mundial de la Salud como un enfoque concebido para diseñar y aplicar programas, políticas, leyes e investigaciones, en el que múltiples sectores se comunican y colaboran para lograr mejores resultados de salud pública.1
La idea de integración de la salud humana con otros ámbitos no es algo reciente. Acontecimientos de las últimas décadas han consolidado la necesidad de adoptar un enfoque interdisciplinario y multisectorial en el manejo de la salud de los seres humanos, los animales y los ecosistemas.2 A nivel internacional, se ha coincidido en denominar “Una Salud” (One Health) a esta nueva manera de enfrentar los desafíos que plantea en la actualidad la promoción de la salud a nivel global, desde una perspectiva sistémica y multidisciplinaria.
A la luz de estas ideas, los autores se animan a presentar algunas reflexiones, toda vez que reconocen la relación existente entre los sectores salud y turismo, y la necesaria integración de sus actividades, para favorecer elevados niveles de bienestar y cumplir cada uno con su misión y objeto sociales. El presente trabajo tiene como objetivo argumentar la necesidad de concebir la actividad turística desde el enfoque “Una Salud”.
El concepto de One Health se remonta a doscientos años atrás, primero como One Medicine, pero luego como One World, One Health y, finalmente, One Health. Su definición reconoce que la salud de los humanos, los animales y los ecosistemas están interconectadas.3 Implica aplicar un enfoque coordinado, colaborativo, multidisciplinario e intersectorial, para abordar los riesgos potenciales o existentes que se originan en la interfaz animal-humano-ecosistemas.
Los antecedentes de este enfoque se encuentran desde Hipócrates y en el devenir histórico se destacan figuras como Rudolf Virchow, quien introdujo en su obra las dimensiones de análisis social, económico y político, para la toma de decisiones en salud pública. Por su parte, Calvin Schwabe, uno de los pioneros de la epidemiología veterinaria, introdujo el concepto de “Una Medicina” en la década de 1970, con el objetivo de integrar los campos de las medicinas humana y veterinaria.4
El término “Una Salud” se utilizó por primera vez en 2003-2004, y se asoció con la aparición de la enfermedad respiratoria aguda grave (SRAS) a principios de 2003 y, posteriormente, con la propagación de la influenza aviar altamente patógena H5N1; además, con la serie de objetivos estratégicos conocida como los “Principios de Manhattan”, derivados de una reunión de la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre, realizada en 2004. En este conclave fue reconocido de manera irrefutable el vínculo entre la salud humana y la animal, y las amenazas que las enfermedades representan para el suministro de alimentos, así como para las economías.
La noción de salud global tuvo su catalizador en la disrupción global generada a partir de la pandemia de COVID-19. La reciente aparición del nuevo coronavirus no impidió la elaboración de variadas hipótesis para explicar la propagación de la enfermedad que causa. Las conjeturas abarcan el comportamiento humano (el consumo de animales silvestres infectados) y el impacto de las tecnologías en la salud.5
Hoy se aborda la nueva normalidad poscovid como una oportunidad para repensar prácticas en casi todos los sectores. La industria del ocio está llamada a reconstruirse desde una visión holística, que trascienda la concepción unitaria de la dimensión económica de la sostenibilidad de los destinos,6 a lo que los autores añaden a su gestión la integración del enfoque “Una Salud”.
Mientras la preocupación principal de la industria turística era la sostenibilidad de los destinos, la pandemia puso en evidencia su fragilidad ante amenazas derivadas de la salud y la seguridad. Este hecho cambia el modelo de turismo e incorpora una nueva visión de sostenibilidad de los destinos, basada en su cuádruple dimensión: social, medioambiental, económica y de seguridad y salud.6
Se coincide con la idea de que el turismo global ha demostrado ser frágil, pero también con una gran capacidad de resiliencia. Este sector en Cuba se adaptó a la nueva realidad y dio acogida a viajeros en espera de resultados de exámenes diagnósticos; también sus instalaciones funcionaron como centros de aislamiento para el personal de salud que laboraba en unidades de atención al paciente grave con casos positivos de COVID-19.7
Cuando se analizan los vínculos entre turismo y salud, un elemento a considerar radica en que el enfoque “Una Salud” trasciende la visión del turismo de salud. Aunque a nivel internacional se reconoce que Cuba es un destino propicio para esta modalidad turística, por sus servicios médicos de calidad, la amplia oferta hotelera y turística, sumado a la estabilidad y seguridad sociopolítica, el país tiene más que ofrecer. No obstante, mirar la actividad turística desde esta perspectiva, precisa la articulación estratégica de entidades y profesionales de la salud, agencias de viaje, operadores turísticos y aseguradoras, que apunten a generar valor y competitividad en los servicios, instalaciones y productos.
En la llamada “industria sin chimeneas” cubana, ciencia, transporte, productores, construcciones, gastronomía, producción agropecuaria, deben articularse, lo que no excluye la supervisión de las autoridades sanitarias en todos los momentos del proceso. Presentar a Cuba como un destino no solo de sol y playa, implica poner en marcha campañas de marketing, que logren atraer a un público heterogéneo, no exclusivamente por su cultura de origen, sino también por sus intereses y expectativas. En el caso del turismo, deben optimizarse los procesos de comercialización en entornos presenciales y virtuales. Supone garantizar la infraestructura necesaria para este empeño y para soportar modalidades de teleconsultas, la concepción de paquetes tecnológicos de salud, la actualización de protocolos médicos y el diseño y adecuación de protocolos de hotelería y turismo para este fin.8
Aunque el objetivo del visitante no sea recibir tratamiento médico, la instalación que lo acoge tiene gran responsabilidad con su seguridad y confort. En esta misión converge el accionar de varios ministerios, y la toma de conciencia del rol a desempeñar por los trabajadores del sector del ocio, en todas sus esferas.
Si bien la literatura consultada señala como desafíos a abordar desde la perspectiva de “Una Salud” la disponibilidad e inocuidad de agua y alimentos, la resistencia a antimicrobianos y la emergencia, re-emergencia y propagación de la zoonosis;2 los autores consideran que la realización de actividades económicas viables, socialmente responsables y respetuosas con el ambiente, que garanticen la seguridad de un viaje en relación a la salud constituye, además, una meta a alcanzar.
El turismo no es solo una actividad económica (lo que resulta innegable), sino cultural, y allí también está el papel del mencionado enfoque. Conceptualmente, “Una Salud” implica que cualquier acción en un punto o sector tiene efectos en algún otro. Los efectos de la intervención desde esta perspectiva no se limitan a lo que se ve directamente, sino a la transformación de las mentalidades de los implicados. Se requiere, en este sentido, una reconfiguración cualitativa y cuantitativa del sector.
Para ello, se precisa de una mayor retroalimentación entre el sector y la ciencia, así como abordar los retos de la actividad turística con inteligencia y tiempo para la reflexión. Supone tener una mirada atenta y perspicaz a las estadísticas sanitarias, pues la enfermedad que surja en cualquier localización del planeta puede afectar a todos si no se aplica un enfoque preventivo, multidisciplinario, en el que la vigilancia epidemiológica está llamada a fortalecerse.
Los problemas de salud son complejos, transfronterizos, multifactoriales y con manifestaciones entre diferentes especies. En tal sentido, si se abordan desde un punto de vista médico, veterinario o ecológico, de forma exclusiva, es poco probable que se produzcan estrategias de mitigación sostenibles.
La industria turística, desde la concepción de su infraestructura, debe evaluar el costo para el medioambiente y los ecosistemas, y asumir una política de gestión segura de los residuos que genera. La integración responsable de salud pública y turismo, sin dudas, contribuye a minimizar el riesgo de traslado de microorganismos, vectores y personas enfermas, que conlleva el intercambio comercial, el permanente flujo de mercancías, bienes y personas. En la literatura médica abundan los ejemplos de este proceso. Uno de los más conocidos es el de la llamada “malaria de los aeropuertos”, que se debe a la llegada a estos centros y a zonas limítrofes, de mosquitos infectados por Plasmodium spp., en aviones procedentes de áreas donde este vector es endémico.9 Es válido recordar la introducción de la COVID-19 en Cuba por dos turistas italianos.
Muchas de las instalaciones turísticas se encuentran en zonas en las que es común el tránsito de aves migratorias o incluyen, como parte de sus atracciones, visitas a reservas protegidas, con presencia de valiosos especímenes de flora y fauna, por lo que el respeto y la prudencia en esta relación son imperativos. Así, desde el punto de vista humano, las acciones relativas o no a la salud humana y animal y su interacción con el medioambiente, conducen a una serie de dinámicas positivas o negativas, por lo que deben ser adecuadamente dilucidadas. Se deben maximizar los beneficios de estas acciones y minimizar los costos indeseables, que van más allá del concepto clásico de costos económicos.
Una acción clave para estos fines es la educación y concienciación de turistas y operadores turísticos sobre la importancia del cuidado del medioambiente. Algunas alternativas que han demostrado eficacia lo constituyen talleres, campañas y guías informativas sobre las características territoriales y la cultura de comunidades receptoras de la actividad turística.10 También pueden ser opciones válidas fomentar el uso de tecnologías limpias sostenibles en la infraestructura hotelera, la inversión en energías renovables para reducir la huella de carbono de tales instalaciones, establecer sistemas de gestión de residuos que incluyan el reciclaje y compostaje. Además, se considera pertinente involucrar a las comunidades locales por su potencial, para generar experiencias auténticas que beneficien la economía local, sin comprometer el entorno. Ello, sin duda, favorece la creación de empleos, fomenta el sentido de pertenencia y responsabilidad hacia el cuidado del medioambiente y fortalece el acervo cultural.
El enfoque de salud global o “Una Salud” puede ser aplicado de forma particular a los fenómenos naturales y meteorológicos, que no necesariamente tienen que ser de orden catastrófico, sino que incluyen los cambios climáticos producidos por el calentamiento global, el incremento de afecciones alérgicas y la suspensión de vuelos por el polvo del Sahara. Estos eventos constituyen ejemplos que demuestran la pertinencia del enfoque sistémico de la salud y que trastocan la actividad y recepción de turistas.
Garantizar que los sectores del turismo y la salud pública desempeñen sus roles específicos y tributen de manera conjunta al bienestar de las sociedades actuales, convoca a la innovación y al trabajo colaborativo, al reconocimiento de responsabilidades compartidas (social, sanitaria y empresarial), en aras de alcanzar la recuperación de este sector, en tanto motor de desarrollo económico y social. También supone asumir una perspectiva totalizadora alejada de explicaciones unidimensionales y que se oriente hacia enfoques integrales para proporcionar una visión más completa y real de los problemas de salud. El enfoque “Una Salud” ofrece tales ventajas. En consecuencia, el sector del ocio, en franca recuperación tras una pandemia de dimensión global, está llamado a renovar sus instituciones con soluciones sostenibles, eficientes y concertadas desde el compromiso con “Una Salud”.