INTRODUCCIÓN
La carta constituye un tipo específico de escrito que una persona envía a otra para comunicarse. a través de la distancia. Texto que por las funciones que cumple, la intención y finalidad comunicativas que le distinguen y el destinatario a que va dirigido; exhibe una variada tipología.
Uno de sus sinónimos más usados es epístola, término de origen latino (epistŏla, y este del gr. ἐπιστολή); expresado en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como “carta o misiva que se escribe a alguien”. (1 Este concepto por su brevedad resulta muy vago, ya que parte de la exposición de dos términos en relación sinonímica con el definido, sin apuntar sus características propias, ni las condiciones objetivas y/o subjetivas que condicionan su producción. Solo se presupone la existencia de otra persona que debe recibirla, pero por el modo de decir, si el que maneja el concepto no indaga qué significan los sustantivos iniciales de la definición, bien podría creer que le está permitido redactar una nota o un memorando.
Lizaso, apuntó que “la carta es casi siempre producto de una reacción, o de un deseo; impulsos elementales nos llevan a ella (…) la carta es descarga presurosa de ideas coordinadas, recogida por mecanismos de señales”.2 Lo aludido se imbrica más con elementos de carácter psicológico que con cuestiones de la forma o el contenido de esta clase de texto, pues se privilegia la intención que mueve al que la construye, quien debe estar movido por un estímulo especial que bien puede ser la carencia del otro, el deseo de verlo o tenerlo, el interés de informar, comentar o narrar una vivencia suscitada en su ausencia o bien, el reclamo de un criterio compartido o de un consejo necesario, que no puede ser recibido de nadie más.
Al respecto, Cintio Vitier en la introducción para José Martí Correspondencia a Manuel Mercado, compilación de Marisela del Pino y Pedro Pablo Rodríguez expresa que: “(…) una carta es un texto que está destinado a “viajar”, en una determinada dirección, y que va dirigido a un solo lector: su destinatario. Su contenido puede ser variadísimo, pero también supone una intención informativa, un ámbito reservado y un tono dialogante”.3
En esta definición se plantean peculiaridades que legítimamente le son propias a la carta; sin embargo, se marca el carácter informativo lo cual no es privativo de este tipo de texto, sino de todos. Lo que distingue a la carta es su carácter íntimo y dialogante, siempre que se trate de las de tipo familiar, porque a las de tipo oficial no les es propio el intimismo de las anteriores. El hecho de referir la presencia obligada del destinatario, predetermina el proceso de selección y las condiciones que presuponen tal elección, las que lo hacen único, de ahí la alusión implícita a los sentimientos, motivos o deseos que mueven al remitente a pensar en el emisor ausente y distante. Por último, la variedad de temas anuncia su clasificación desde el punto de vista del contenido: familiares u oficiales o a las clasificaciones particulares que determinan, también por el contenido, que sean comerciales, de pésame, de felicitación, de invitación, etc.
Cuando, a partir de los caracteres de una carta, por la singularidad, perfección o belleza de su estilo, esto es, por motivos estéticos, el texto epistolar no se consume en su inmediato destinatario personal o colectivo, sino que merece otro más vasto -el de múltiples, simultáneos, sucesivos lectores desconocidos por el autor de la carta, tan desconocidos que generalmente surgen después que él ha muerto- se está en presencia de un texto epistolar literario, que deviene entonces un corpus significativo y pasa a formar parte más o menos importante, incluso fundamental, de la obra del autor en cuestión.3
Tales rasgos se encuentran en la producción epistolar de José Martí; de ahí que, el acercarse a su personalidad universal, desde su obra tanto en verso como en prosa resulta un estímulo ineludible para el desarrollo de la investigación en el campo de las ciencias sociales. Particularmente sus cartas, constituyen una parte esencial de su vasta creación que revela las virtudes primordiales de su pensamiento y de su sensibilidad como hombre insuperable, “(…) quien dejó sin proponérselo, las muestras de un saber enciclopédico: literario, artístico, político, educativo, amoroso, familiar, táctico y estratégico, comunicativo, lexicológico”.4
Las epístolas martianas permiten descubrir al amante hijo y padre, al hermano, al estadista, al crítico, al periodista, al poeta, al maestro, pero sobre todas las cosas la vocación de quien no pierde jamás la ocasión de enseñar con delicado disimulo. En opinión de Arianne Ortega,5 en ellas resume su experiencia vital, su noción del mundo y su visión de las disímiles cuestiones del universo, a lo que se une una carga conceptual que revolucionó numerosas concepciones de permanente actualidad.
Según palabras del propio Cintio Vitier,3 al referirse al epistolario martiano, el género epistolar fue uno de los más intensa y eficazmente cultivados por Martí. En él volcó su fervorosa afectividad, y de él se valió cada vez más, a medida que avanzaba su vida política, como instrumento de captación y de organización revolucionaria.
Por la intensidad de su vida, la riqueza idiomática de su obra, la diversidad de géneros que cultivó - entre ellos las epístolas - la posición cimera alcanzada por sus letras y la huella que dejó en su magna obra para la historia de la cultura continental, deviene un material de obligada consulta para el trabajo interdisciplinario en el área de las humanidades, en cualquier nivel de educación, porque en sus escritos, de manera singular en sus cartas testamentos se hallan concepciones éticas y políticas de su pensamiento que favorecen la activación de las relaciones interdisciplinarias y, a su vez, el fortalecimiento de valores; por lo que en el presente trabajo se trazó como objetivo: valorar las concepciones éticas y políticas del pensamiento martiano en sus cartas testamentos y sus potencialidades para el fortalecimiento de valores en la Educación Superior.
DESARROLLO
Existe consenso entre los investigadores al aseverar que las cartas de Martí son el reflejo de su vida interior, de sus sentimientos y pensamientos. La mayoría está dirigida a personas con las que trataba, generalmente, asuntos privados; la minoría de ellas, son públicas. A través de ellas, logra vincularse con la América; fundamentalmente con México, Costa Rica y Venezuela. Su relación personal va unida a la tarea histórica: de la misión cubana a la misión americana, al compromiso con su tiempo, al desinterés que lo trasciende, de la liberación política a la redención moral.
En su correspondencia se advierte el amor por su padre y el dolor ante su muerte, la desesperación producida por el abandono de Carmen y la pérdida del hijo, la tristeza dejada por las cartas de Doña Leonor, en las que le exige pensar más en sí mismo y en los suyos que en el deber impuesto, la añoranza y el dolor que provoca la separación de los seres queridos a causa del destierro.6,7
Fina García Marruz8 teoriza sobre las cartas del Maestro, al percibir, sobre todo, el sentido ético y pedagógico de su correspondencia:
¿Cómo se podrá escribir de las cartas de Martí? (…) ¿Dónde vemos antes, (…), silencios y palabras, comienzos y despedidas, como estas? (…) ¿Qué hay en las cartas de Martí que no hallamos en ningún otro epistolario por ilustre que sea? ¿De dónde procede esa fuerza suya para implicarnos enseguida en el halo cálido de su argumentación, de entusiasmo o de su pena? ¿En qué nos conciernen estas efusiones dichas a otros, estas tareas de un pasado ya histórico, que, de pronto parece que nos enfrenta con nuestro propio tiempo, como demandándonos algo que hubiéramos olvidado, o que estuvieran dirigidas a cada uno de nosotros?
Es innegable entonces, el nivel de comunicación que logra el Maestro no solo con aquellas personas a quienes dirige sus cartas, sino con el receptor múltiple que hace suyo tal legado como si fuera destinado a sí, de manera muy particular; por lo que sus misivas devienen fuente de sabiduría y reflexión para la educación de las nuevas generaciones.
Similares consideraciones apunta Juan Marinello,9) al expresar que:
En su correspondencia, tan importante para definir al escritor y conocer al hombre, (…); su intimidad romántica torna hacia las más ricas derivaciones y determina, como fuente mediata, las mejores victorias; porque entonces el limpio interés de apostar la propia conmoción de superar lo impuro o repulsivo se entreverá al impulso pedagógico y esclarecedor, y nos da una literatura urgente y activa, en que tocamos al artista en su revés palpitante, mientras le conocemos la más ancha dimensión como intérprete de su tiempo.
De esta manera el epistolario martiano, como conjunto de textos, se erige como una vía para ahondar en períodos específicos del autor y para alcanzar modos de actuación deseables en las generaciones presentes, los que se traducen en valores como la honestidad, la dignidad humana, la sinceridad, la justicia, la amistad, el altruismo, el optimismo, el patriotismo, entre otros y en formas de pensar, cualidades y puntos de vista que pueden ser potenciados en los diferentes procesos sustantivos que ocurren en la Educación Superior actual.
Dentro de este género se destacan las cartas testamentarias, creadas por el Maestro en su último año de vida y que constituyen una síntesis de su pensamiento político, ético y axiológico; un admirable ejemplo de consecuencia entre el pensamiento y la acción.
Al respecto, Salvador Arias10) en “Testamentos de José Martí”, expresa:
Esa “ternura del peligro” lo hace ganar aún más lúcida certeza de la real posibilidad de morir en la contienda (…). De ahí surgen estos textos testamentarios, en los que la premura del ineludible quehacer revolucionario los hace ser más esenciales en formas expresivas (…) triunfan en uno de los momentos más plenos de la lengua española.
En correspondencia con ello, se asume la carta testamentaria como un texto escrito que cumple con las características de la carta, de contenido variado, que tiene en cuenta las funciones del lenguaje, y puede ser de carácter privada o pública, dirigida a uno, múltiples y simultáneos destinatarios. Esta teoría se relaciona con una de las acepciones de la palabra testamento, al enunciarse que en él, “su emisor en el último período de su actividad deja expresados los puntos de vista fundamentales de su pensamiento, su vida y personalidad en forma que la posteridad considera definitiva”.11)
Si por un lado las cartas testamentarias de José Martí no deben considerarse verdaderos cuerpos legales al no cumplir con lo estipulado por la ley, ante notario y testigos; por otro lado, sí pueden incluirse en el testamento como documento legal al tenerse en cuenta que el Apóstol, al final de su vida, mientras trabajaba arduamente en los preparativos de la Guerra necesaria, dejó formulados en sus escritos más íntimos, el deseo de perfección del ser humano, sus ideas políticas, antimperialistas; el análisis de los factores objetivos de la vertiginosa realidad norteamericana de la que fue testigo, todo ello impregnado del humanismo que lo caracterizaba; ideas todas impregnadas de su intención de inmortalizar legados y principios básicos para fundar el porvenir de las nuevas repúblicas, para construir el devenir continental: igualmente están latentes en esas misivas “sus previsiones de futuro, como si se sintiera obligado a dejar por escrito puntos esenciales de su pensamiento para cuando ya no pudiera tener presencia física activa entre nosotros”.12
El tema fundamental de las cartas testamentarias está relacionado con su labor patriótica, que en él tomó el carácter de obsesión, aun cuando en ellas manifieste criterios éticos y estéticos. Su rasgo general es el tono apasionado que utiliza cuando se dirige a su destinatario: Cuba, su hijo o sus amigos más allegados. Están inscritas en esta tipología las siguientes:10 testamentos familiares: carta a la madre, Doña Leonor (Montecristi 25 de marzo de 1895); carta al hijo, José Francisco Martí y Zayas- Bazán (Montecristi 1ro de abril de1895); testamento antillanista: carta a Federico Henríquez y Carvajal (Montecristi, 25 de marzo de 1895); testamento literario: carta a Gonzalo de Quesada (Montecristi, 1ro de abril de 1895); testamento pedagógico: carta a María Mantilla (Cabo Haitiano, 9 de abril de 1895) y testamento político: carta a Manuel Mercado (Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de1895).
Todas son cartas familiares, diferenciadas por los lazos que lo unen con los destinatarios: consanguíneos (madre e hijo); amistad muy allegada, hermandad, amigos entrañables (Henríquez y Carvajal, Gonzalo de Quesada, Manuel Mercado); como hija, niña adorada y querida (María Mantilla).
Cronológicamente todas están escritas en 1895, año decisivo de su vida y en el que alcanza la muerte temprana. Se apura para dejar sus postulados, sus testamentos como si supiera que iba a morir: dos fueron escritas el mismo día del mes de marzo (a la madre y a Federico); dos el mismo día de abril (al hijo y a Gonzalo de Quesada); otra también en abril, a María Mantilla y la última en mayo a Manuel Mercado. De todas ellas, cuatro están escritas en Montecristi, una en Cabo Haitiano y una en el Campamento de Dos Ríos.
Análisis de las cartas testamentarias martianas
Carta al hijo, José Francisco Martí y Zayas-Bazán10
Numerosas deben haber sido las cartas que Martí escribiera a su hijo; sin embargo, solamente ha llegado a los lectores la que escribiera el 1ro de abril de 1895, desde Montecristi, cuando se disponía a salir para Cuba, su último viaje.
Abre el texto con el vocativo “hijo”, lo cual indica una actitud del hablante, más que de exhortación o mandato, de reproche y dolor por la separación a que han sido sometidos y que de forma muy evidente se explicita en las siguientes líneas de la carta: Martí le declara al niño la angustia que siente por su ausencia, por no tenerlo a su lado, por verse obligado a partir sin él. En sus palabras, quedan sobrentendidos sus sentimientos más sinceros acerca de cuánto necesita su compañía.
De manera explícita, deja al hijo su leontina, al expresarle: “si desaparezco, recibirás la leontina que usó en vida tu padre”,10 prenda que recibió en Guatemala en 1878 por sus alumnos en honor a su santo, cuando fungía de maestro de Historia de la Filosofía en la Universidad. El obsequio estaba supeditado a su muerte, a su desaparición física; es decir, que ve la posibilidad cercana de la muerte, de lo que se infiere el velado tono de despedida del texto.
Martí lega a su hijo también el sentido de la justicia, al exhortarlo con la oración imperativa “sé justo”,10 entendida esta orden como el sentido de igualdad en las actuaciones y valoraciones de los individuos en correspondencia con los patrones establecidos en la sociedad; el sentido de la imparcialidad, la objetividad y la equidad. Este consejo, deviene precepto ético que lo acompañó siempre y que se vislumbró en toda su producción literaria, periodística, discursiva, por lo que no resulta extraño que sea una palabra clave en esta cortísima carta.
En sentido general se evidencia en la carta un tono conciso, pero contundente, de reproche, pues su mayor anhelo se ceñía a que su hijo lo acompañara al suelo patrio, a la vez que manifiesta con una enunciación afirmativa su confianza en el mejoramiento humano; pero también se revela la reafirmación de los valores que deseaba que tuviera su hijo: sinceridad, decoro, sencillez, modestia, fidelidad. En la despedida de la carta se devela el grado de afecto y cariño que siente por su hijo: el uso del pronombre posesivo “Tu”, es prueba de la relación paternal intensa y amorosa que sentía por su pequeñuelo, la que, desde el poemario Ismaelillo ya era muy reiterativa.
Carta a doña Leonor Pérez Cabrera10
Doña Leonor era de origen canario, nacida en Santa Cruz de Tenerife. Había llegado a Cuba cuando tenía solamente 13 años de edad, en 1842. Tenía 23 años cuando contrajo matrimonio con Mariano. Fruto de esa unión nació el primer y único hijo varón a quien nombraron José Julián Martí Pérez.
Esta madre amorosa escribió numerosas cartas a su hijo en las que se evidencian quejas constantes por la falta de correspondencia de este, así como su anhelo de que el entrañable proscripto regresara a la patria a vivir con su familia. Sin embargo, a pesar de las críticas e incomprensiones de doña Leonor, nunca se amenguó el amor extraordinario que Martí sentía por ella.
Esta misiva del 25 de marzo de 1895, escrita desde Montecristi, Santo Domingo; se considera la carta de despedida a la madre y su testamento familiar, por cuanto se revela la constancia del sensible y profundo recuerdo de Martí hacia su madre. De sus grandes amores, indudablemente uno fue el de su madre; quizás el mayor de sus magnos sufrimientos fue no haber podido endulzarle la existencia.
José Martí viaja por pueblos y caseríos dominicanos y haitianos con el propósito de congregar energías para la lucha por la independencia de Cuba. Junto a su deber revolucionario y a su labor política se halla un recuerdo entrañable que lo acompañó siempre: el de su madre. La misiva es portadora de los comprensibles reclamos que le hacía doña Leonor a un hijo hecho para tener como madres mayores: la patria y la humanidad toda. Sobre este aspecto, Matilde Varela Aristigueta fundamenta: “(…) este es un tema reiterado en el Apóstol y que se refuerza en esta carta. Su vínculo afectivo hacia la madre es intenso y doloroso, es una de sus agonías sufrida en toda su vida”.13
Desde el comienzo, aunque tácitamente, se vislumbra nuevamente el tono de inquietud y sufrimiento del Apóstol al expresar: “Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Ud., yo sin cesar pienso en Ud”.10) En la frase se percibe la convicción martiana de que al menos no volvería a ver a su madre antes de que acabara el largo viaje de la guerra.
Seguidamente se advierte la percepción de su madre: sacrificada, trabajadora, entregada al sustento espiritual y material, pues con sus costuras y otros trabajos realizados fuera de la casa (a pesar de contar con más de 70 años), contribuyó al mantenimiento económico de un hogar numeroso. Estos hechos dicen mucho de su fortaleza de espíritu y del decoro que la distinguía. Tales ideas se resumen implícitamente en la concisa interrogación “¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio?”10
Se constata en su pregunta la determinación de su obra y el desprendimiento de su persona. El deber social ante todo, la disyuntiva ante la patria y la familia, se revelan las ideas del bien, la bondad, la justicia, la generosidad, la pureza. Prueba de ello son las frases “El deber de un hombre está allí donde es más útil”,10) y “jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza”.10) Muy oportunamente Jorge Mañach14 comenta esta parte de la carta al asegurar que el Apóstol se dirige a su madre como si quisiera justificar lo que es ya un seguro presentimiento.
En esta misiva tanto el saludo como la despedida son expresiones enérgicas que manifiestan su sensible y constante amor de hijo, reforzado por la utilización de pronombres posesivos (pospuesto y antepuesto) “madre mía” y “Su José Martí”.
Al valorar el texto de manera íntegra, Cintio Vitier evalúa el tono lapidario. Al respecto expresa:
(…) el acento envía una imagen (estoy pensando en Ud.), argumenta amoroso, calla (palabras, no puedo), sentencia, dulcifica, abraza a la familia perdida, consuela con un desgarrón de esperanza, vuelve, viril, a la infancia (ahora, bendígame...); pero cuando ya se iba vuelve para amparar imperioso de ternura, el último regaño (tengo razón...).15
Hacia el final de la carta se evidencia claramente, con una expresión espontánea y desiderativa, la esperanza del Apóstol de encontrarse algún día, satisfecho y feliz junto a los suyos, pero después de haber cumplido con sus deberes patrios: “¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mí alrededor, contentos de mí!”10) Finalmente, el enunciado aparentemente negativo: “jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza”,10 reafirma categóricamente principios éticos que se sistematizan una y otra vez en toda su producción: las ideas del bien, la bondad, la justicia y la pureza.
La observación que sigue a la despedida, llamada posdata, es evaluada por muchos como la más hermosa de cuantas se han escrito en la lengua española: “Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que Ud. pudiera imaginarse. No son inútiles la verdad y la ternura. No padezca”.10) Aunque literalmente no coinciden estas palabras con las expuestas en la dedicatoria del poemario Ismaelillo, similar mensaje puede colegirse de ellas: la convicción y el fundamento demostrado sobre lo que para él fuera una aspiración: “Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti”.16
Desde el punto de vista formal esta carta familiar, con un estilo claro, sencillo, alcanza en ciertos momentos verdadero rango literario por su fina emoción y vigor expresivo, encabezamiento informal, lenguaje íntimo de confidencias, sobreentendidos que subrayan el vínculo con el receptor. La ternura, delicadeza, nostalgia del hogar lejano y esperanza de la patria futura, encuentran muy poco espacio y se manifiestan sintética y rápidamente.
Desde el punto de vista lingüístico los pronombres personales, como recursos imprescindibles en esta tipología textual, desempeñan un papel fundamental. Están referidos tanto al emisor: yo, conmigo, mí y me; como al receptor: Ud.
Carta a María Mantilla, escrita el 9 de abril de 189510
María Mantilla fue una de las hijas de Carmen Miyares y Manuel Mantilla, propietarios de la casa de huéspedes donde viviera Martí desde su llegada a New York en 1880 y en la que también se alojaron su esposa e hijo. Ella, como sus tres hermanos, sentía cariño inmenso por Martí y, sobre todo los dos varones, lo acompañaron en actividades revolucionarias. El Apóstol también tenía adoración por la niña María, a quien vio nacer y de la cual fue padrino. A juicio de Blanche Zacharie, “(…) fue el ser que más amó en el mundo. Tenía verdadero delirio con aquella niña que educó y colmó del más tierno cariño”.17
Al estudiar la última carta que le escribiera a María, el 9 de abril de 1895, debe destacarse en primer lugar, que esta, al igual que todas las otras, se consideran derroches de pedagogía y amor y constituyen una proyección ética del epistolario martiano. En ellas se aprecian valores morales como: la sencillez, la honestidad, la justicia, el decoro, la virtud, la laboriosidad, la amistad, la voluntad y el amor, considerados por Martí ejes fundamentales para el desarrollo de la vida.
Los elementos anteriores, presentes también en la extensa carta que se analiza, son razones suficientes para esta sea clasificada por los investigadores como su testamento pedagógico, por cuanto se vislumbra la proyección ética de su epistolario con un profundo tono didáctico; en ella son tratados temas diversos como el amor, la condición de la mujer, el matrimonio, aspectos éticos, pedagógicos, estéticos, la necesidad y beneficio del trabajo, entre otros.
Desde el comienzo se aprecia el empleo del estilo conversacional, coloquial, que se justifica por el carácter íntimo de la epístola y que, formalmente, se evidencia en el empleo de numerosas oraciones interrogativas, las que, más que esperar una respuesta, llevan como principal intención hacer reflexionar a la niña, enseñarla, prepararla para su futuro.
Toda la carta encierra una devoción infinita hacia la hija espiritual; vuelca en ella el amor inmenso que no pudo darle a su hijo. Desde el inicio se refleja el gran sentido humano de Martí y el cariño de padre que sentía hacia la niña, trasmitido, primero en la frase “A mi María” y seguidamente, con el diminutivo “hijita”, palabra que supera el sentido de hija pequeña, para expresar amor, cariño, ternura.
El tono emocional y de añoranza por la niña se muestra a través de la pregunta “¿qué hace, allá en el Norte, tan lejos?”,10 la cual confirma la nostalgia de Martí por la separación y la lejanía entre ambos, así como el dolor ante posibilidad de no verse nunca más. Esta idea se reitera constantemente en la misiva.
Se deduce de una de las primeras preguntas, la importancia del amor filial que le está inculcando a la niña, expresado en las palabras: ¿Se sienta amorosa junto a su madre triste?,10 y que al final de la carta se sintetiza así: “Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa mujer al mundo”.10 Está inculcando además, la bondad y la nobleza del corazón.
En esencia: son numerosos los consejos, enseñanzas y recomendaciones que da Martí a María en el texto; a saber:
La necesidad del trabajo honrado y virtuoso, al interrogarla: “¿se prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida, para ser igual o superior a los que vengan luego, cuando sea mujer, a hablarle de amores?” (10
El respeto por sí mismo para ser respetados por los demás.
El deber de toda mujer de prepararse para la vida y para ser respetada en el matrimonio. A través de la dicotomía saber-querer, da la fórmula mágica para enfrentar la vida. Saber para prepararse para la vida, para que la respeten como mujer que es, para ser libre en un mundo donde es esclava, para ser virtuosa, para ser independiente, para ser un ser superior lleno de conocimientos; y querer con voluntad, con cariño, con el verdadero amor. Cierra con una sentencia: “Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento y respeto”. (10
Su concepción del amor: sentimiento delicado, tierno y respetuoso.
El patriotismo como valor indispensable para el ser humano.
La práctica del magisterio y del conocimiento, como vía para el crecimiento humano; también para que los alumnos aprendan a amar la escuela. Martí propone un ideal de escuela alegre y útil, proyecto extenso y detallado, acompañado de una sentencia que más bien deviene un método de enseñanza, como los del Padre Varela: “(…) la gramática la va descubriendo el niño en lo que lee y oye, y esa es la única que le sirve”. (10
La realización de traducciones sencillas, elegantes y claras.
La necesidad de conocer el contexto de la obra que se lee para poder entenderla, lo que supone estudiar mucho.
El conocimiento de la naturaleza como fuente de inspiración de la poesía.
El valor de la belleza natural, interior y sencilla y de la pureza del alma; alejados estos sentimientos de las frivolidades y artificios de la vida. Por eso culmina con un consejo aleccionador: “Pasa, callada, por entre la gente vanidosa”. (10)
El estudio de la historia del mundo.
El ejercicio de la traducción, pero de forma natural para que sea verdaderamente buena.
El estudio profundo y enseñanza a la vez de la lengua materna; del arte apegado a la historia en que se enmarca; de la ciencia; de la geografía sobre el mapa, incluyendo la geografía física y la astronomía; de otros idiomas como vía de enriquecimiento intelectual y espiritual; de artes manuales, de música y de dibujo.
Las ideas anteriores corroboran lo expresado por Cintio Vitier15 en cuanto a que esta última misiva a María Mantilla es la más pedagógica de todas las escritas por Martí, concebida con ese ánimo hogareño en tales circunstancias, en pleno remolino de la acción, a punto de correr los mayores peligros. Todo ese proyecto educativo sustenta la ideología y la política de la escuela cubana actual.
Carta a Federico Henríquez Carvajal10
La presente epístola fue escrita también el 25 de marzo de 1895, fecha fecunda para el Héroe cubano, pues escribe además, el Manifiesto de Montecristi y la carta a su madre. Fue publicada por primera vez por el destinatario poco después de conocerse la muerte en combate del Apóstol bajo el título “Carta testamento de un héroe” en la revista dominicana Letras y Ciencias que dirigía Federico Henríquez Carvajal, el 14 de junio de 1895, y fue donada a Cuba por el propio receptor el 25 de marzo de 1915.
Esta carta es considerada su testamento antillanista, por cuanto se divulga el pensamiento americanista martiano a un intelectual de América; su preocupación por la libertad de Las Antillas y se destaca, sobre todo, el papel de la región en la independencia de América para el equilibrio del mundo. En ese sentido expresa: “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”. (10
En esta carta se evidencia el tono confesional de los temas americanos ya tratados en el Manifiesto: la preocupación martiana por la forma de la guerra; el servicio de la guerra de Cuba al equilibrio y decoro de América y del mundo. Subyace la agonía de un hombre que sufre, acosado por viejos e irreductibles incomprensiones, por intrigas y villanías que ni siquiera nombra.
Aunque la epístola es considerada íntima, privada y casi familiar, vale más por su significación pública, por la trascendencia de los mensajes emitidos. Se caracteriza por su fácil y rica expresión, por la alta calidad de las sentencias que incluye, por la acertada combinación de sus sentimientos y energía del lenguaje, aunque indudablemente deviene una despedida política y humana. Llama la atención el noble afecto de Martí hacia Federico al llamarlo en el saludo “amigo y hermano”, (10 hermano en la lucha, hermano de ideas y sentimientos.
Desde el punto de vista lingüístico sobresalen los largos parlamentos aforísticos en los que se entrelazan extensas oraciones subordinadas, como si quisiera expresar de prisa, pero con prolijidad, su pensamiento. Igualmente es relevante la abundancia del pronombre personal de primera persona del singular para justificar el carácter autobiográfico del texto al exponer su ideal y asumir las responsabilidades que tiene ante la independencia de Cuba y de Las Antillas.
El tono final también es sucinto. Es una despedida a su hermano y a todos sus amigos con el convencimiento de que si cae será por la independencia de Las Antillas.
Son numerosas las ideas acerca de los problemas de Cuba y sus hermanas de América, desde la perspectiva del Héroe Nacional, a saber:
- La preocupación por una guerra de carácter popular y no caudillista.
- La necesidad de una guerra ordenada que no diera pretextos a intervenciones y que tuviera alcance universal.
- La inquietud por la conformación de gobiernos latinoamericanos a partir de copias foráneas, también manifestada en otros textos; por ejemplo, en discursos de temática latinoamericana18 y en el ensayo Nuestra América,19 se aprecia el anhelo de consumar el orden social renovador que venía fructificando en las jóvenes repúblicas, por lo que debían aferrarse el imperativo de ir despojándose de los moldes extranjeros, al compromiso de transformar la realidad en correspondencia con lo que ocurría en el mundo que le era contemporáneo. Sobre esto expresa en el ensayo:19
(…) el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible (…) El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.
A modo de confesión, como un acto declaratorio en el que está consciente de la magnitud de la misión y de su responsabilidad ante la guerra y de la cual no quiere reconocimiento alguno, asevera: “yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Yo alzaré al mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí al último tronco, al último peleador: morir, callado”. (10) Reconoce su papel histórico y ruega al amigo agradezca en su nombre cuanta justicia y caridad reciba Cuba.
Carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui (10
Gran amigo de Martí, fue este ilustre patriota cubano. Se desempeñó como Secretario del Partido Revolucionario Cubano, redactor del periódico Patria, orador fervoroso y escritor fecundo y consistente, aclamado reiteradamente por la emigración cubana y puertorriqueña en Tampa, Cayo Hueso y Nueva York. El día antes de su muerte escribe el prólogo del tomo 15 con obras de Martí y el que su viuda se encargara de publicar.
El 1ro de abril de 1895, desde Montecristi, Martí le dirige una carta, considerada su testamento literario, en la que le aconseja que después de su muerte dé a conocer su obra él mismo. De forma muy precisa detalla cómo deben organizarse sus escritos y quienes deben conservarlos; es decir, que como parte de sus preocupaciones estaba toda su producción y el rumbo que debía tomar en el futuro. Significa que, en la epístola, el escritor expone el proyecto editorial para sus textos, da indicaciones, sugerencias y encargos de la posible publicación de los mismos.
Es importante la autovaloración que hace Martí de su propia obra, lo que demuestra que no estuvo ajeno a la calidad de lo que escribió y fue consciente de la perdurabilidad de ella. Asimismo, el texto es claro ejemplo de la profunda cultura que poseía Martí y una muestra de su extensa papelería, como él la llamara.
A la muerte del Héroe, Gonzalo de Quesada la ordenó, clasificó, dio forma y publicó la primera edición de las Obras Completas. Gracias a esa misiva, las generaciones actuales pueden consultar toda la obra del Apóstol, la que escribió en verso y en prosa.
Todo lo anterior demuestra la sólida y entrañable amistad que existía entre Martí y Gonzalo de Quesada, sustentada sobre la base del respeto, el cariño y la confianza. De no haber sido así, no hubiera aquel responsabilizado al amigo con tan extraordinaria tarea. La amistad y la patria quedaron en ellos enlazadas profundamente hasta convertirse en una entidad espiritual.
Carta a Manuel Antonio Mercado y de la Paz (10
Manuel Mercado, alto funcionario mexicano, conoce a Martí en febrero de 1875 y entre ambos nace una relación de la cual germinó una intensa amistad que resistiría a través de toda su vida y que constituiría el encuentro de dos espíritus idénticos. De esa forma Mercado fue para el Apóstol el amigo inseparable, el confidente fraterno. Se confirma en esa hermandad la concepción martiana de la amistad, expuesta a él mismo en 1885: “Los amigos son mejores que los amores. Lo que estos corroen, aquellos lo rehacen”.20
En él encontró el Maestro la más franca comprensión de sus ansias políticas, sus asuntos amorosos, sus penas familiares y sus problemas económicos. Mercado conocía de sus pretensiones libertarias, de sus penas familiares, de sus sueños de redención y de sus inquietudes amorosas; siempre lo comprendía y lo aconsejaba. Al citar a Juan Marinello, García Pascual21) expresa que: “La identificación de por vida con Manuel Mercado, debe inscribirse entre las amistades ejemplares de la historia, pues fue para Martí aliviadero de angustias y alimento de fe en los hombres”.
La correspondencia los unió a pesar del tiempo y la distancia. En ella está plasmada la imagen del alma y la personalidad callada de Manuel Mercado y, al mismo tiempo, “el alma entera y todo el corazón de quien acaso sin vacilar puede decirse que es el hombre más eminente que ha tenido América”.21
Imprescindible alusión merece la última carta martiana, escrita el 18 de mayo de 1895, desde el campamento de Dos Ríos, a este amigo mexicano, al que se dirigió con la frase “mi hermano queridísimo”, similar a otras como “hermano del alma”, “hermano mío”, “mi muy querido”, etc.; que prueban la intensidad del cariño alimentado por estos dos hombres, unidos por el sentido histórico de sus vidas.
La significativa epístola también fue nombrada con entereza su testamento político, documento histórico de dimensión sobresaliente, que constituye la confesión política más profunda del Apóstol, la revelación del último sentimiento de su obra. Con ella queda abiertamente declarado un pensamiento conscientemente revolucionario, que conformó el hilo conductor de su código ético: el deber con la Patria, dimensionada en su carácter continental, lo que deviene el primer núcleo fundamental de este texto, constatado en el reconocimiento de que:
(…) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extienda por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.10
En la epístola además de manifestar su actuación reservada y silenciosa para salvaguardar con la independencia, la integridad de la nueva República, expresa su recelo y temor sobre la actitud de España ante la posibilidad del triunfo cubano.
Otras ideas nucleares, imprescindibles para estudiar esta carta y para fortalecer el antimperialismo, como valor inherente al patriotismo, en las nuevas generaciones que transitan por la universidad cubana, son:
La discreción necesaria de sus actos en cuanto a los propósitos antiimperialistas y la preparación de la guerra, al expresar: “En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”. (10 En ese silencio Martí desarrolló su labor preparatoria, y solo a un amigo tan estrechamente cercano confesó con verdadera transparencia su proyecto, de ahí que pedía el apoyo de México, ya que “esto es muerte o vida, y no cabe errar”. (10
Con ello se demuestra el conocimiento profundo que tiene del carácter imperialista y rapaz de los Estados Unidos, con respecto a los países de América Latina; de manera directa asegura: “viví en el monstruo y le conozco las entrañas; - y mi honda es la de David”.10 Indudablemente está explícita la raíz de su antiimperialismo que no parte solo de un análisis social, sino de su experiencia vital, de su sufrimiento en la gran metrópoli norteamericana.
Su preocupación por la posible anexión de Cuba a los EEUU, amenaza que sufre el país debido a las pretensiones de los sectores financieros de EE. UU y su interés en el control aduanero de la Isla, intenciones ya manifestadas en las ideas de la adquisición de Cuba por EE. UU por medio de la compra a España (pretensiones que existen desde 1805 con el presidente Jefferson).
La idea martiana acerca de la forma de gobierno, defendida por él en la reunión de la Mejorana y en numerosos escritos. Se ratifica que es el propio pueblo quien tiene que escoger quien hable por él. Alude también al carácter que debía tener la Revolución (representación republicana, la organización de un gobierno civil, que debía ser acordado libremente en una asamblea de carácter nacional). En su ideal de una verdadera república, esta se concebía como algo supremo, como expresión de la razón. La república para Martí es igualdad y culto a la dignidad plena del hombre y se extiende a la sociedad entera, a un modo de vivir, de comportarse en ella lo que le confiere a esa palabra una connotación más universal al no asumirla solo como una forma de gobierno. De manera que ese ideal exigía cambios profundos en el ámbito social. En esa dirección enuncia uno de sus estudiosos: “(...) Por tanto, la perspectiva republicana de Martí, además de incluir la forma de estructuración del estado y del gobierno, subordinaba esta al cambio social en función de las clases populares (...)”.22
Como rasgos estilísticos de la prosa martiana se destacan en la carta los párrafos largos, conformados por extensos períodos de oraciones compuestas que van construyendo una idea; la presencia del aliento poético a pesar de ser un texto que trata asuntos políticos. Por otra parte, el tono sentencioso y reflexivo el que, al final, recobra la familiaridad, al expresarle: “(…) y ahora le hablaré de mí”.10
CONCLUSIONES
Los textos epistolares martianos en general y las cartas testamentarias en particular, constituyen una fuente valiosísima para resaltar valores humanos como: la gratitud, la bondad, el altruismo, el patriotismo y el antimperialismo, la solidaridad, la lealtad, la amistad, el amor filial y maternal, entre otros; valores todos que sitúan al Apóstol en una escala universal y lo convierten en paradigma para los pueblos de América y del mundo.
Las cartas testamentarias constituyen una síntesis del pensamiento político, ético y axiológico de José Martí y son un ejemplo de consecuencia entre el pensamiento y la acción, de ahí que resultan un asidero fundamental para la escuela cubana y la sociedad en general, por cuanto posibilitan modelar el sistema de valores que caracterizan a la nación.
Desde el punto de vista lingüístico literario, Martí puso en práctica todos los recursos que puede abarcar esta tipología textual y que evidencian el profundo dominio que poseía de la lengua española. Hace gala, especialmente, de un rejuego sintáctico de oraciones compuestas, de pronombres personales y posesivos, estructuras que pone al servicio no solo del mensaje que desea trasmitir, sino también de la organización de las relaciones semánticas que, además, están apoyadas en excelentes estructuras tropológicas que embellecen el texto como obra de arte. De esa manera consigue la intención y la finalidad buscadas en cada epístola, según el destinatario, todo lo cual permite comprender el aporte de José Martí a la coherencia del desarrollo cultural cubano del siglo XIX.