Introducción
Cuba es un ejemplo de país en desarrollo con un envejecimiento importante de su población. Según estimaciones, 13,4 % de los cubanos tenía 60 años y más en 2000, y 20,1 % los tendrá en 2025, con una expectativa actual de vida de 75 años.1 El envejecimiento poblacional es ya una realidad declarada, dato que corroboran los censos2 realizados en los últimos años y el Anuario Estadístico de Salud 2018,3 según los cuales el país ha transitado desde 11, 3 % personas de 60 años y más en 1985, 18, 3 % en 2012, 19, 4 % en 2015 y 20,4 % en 2018; cifra que apunta a 2 669 440 de personas mayores de 60 años, lo cual representa un aumento del envejecimiento poblacional en 8.1 puntos porcentuales en un período de solo 30 años; tales estimaciones señalan a la menor de las Antillas como uno de los países más envejecidos de la región en 2050. Este incremento progresivo de personas mayores introduce desafíos importantes y de vastos alcances en todos los aspectos de la vida social, que trascienden la propia condición de vejez como etapa del desarrollo humano.4
A esto se suma la complejización de la atención clínica, ya que se asiste la superposición de múltiples enfermedades, las cuales tienen expresiones diferentes en organismos envejecidos, la aparición de discapacidades y la problemática familiar y social que esto supone.5
Una de estas problemáticas es el maltrato intrafamiliar, situación que ha sido valorada por algunos autores como consecuencia de los cambios en la dinámica familiar que el envejecimiento poblacional impone.6,7
Los adultos mayores, al igual que las mujeres y los niños, constituyen un grupo vulnerable y víctima frecuente de abusos y maltratos por parte de sus cuidadores y personas que conviven con ellos, conformando el límite superior del síndrome de violencia familiar. La Red Internacional para la Prevención del Maltrato al Adulto Mayor define el maltrato como un acto, único o reiterado u omisión que causa daño o aflicción a una persona mayor, que se produce en el seno de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza.8 Según datos publicados por el National Center on Elder Abuse (NCEA), la International Network for the Prevention of Elder Abuse (INPEA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), 5-6% de los ancianos vive situaciones de violencia doméstica y 10%, violencia institucional, de los cuales solo uno de cada 5 es conocido (fenómeno del iceberg).9
El análisis del maltrato a los adultos mayores suele concentrarse en 3 perfiles: uno, indicativo del maltrato físico y psicológico; otro, que denota el descuido o negligencia, que constituye el segundo perfil y el llamado maltrato económico/financiero que constituye el tercero.10
La mayoría de las investigaciones sobre el tema que se han llevado a cabo en el país, reportan resultados en cuanto a maltrato psicológico y físico.10,11,12,13
Cardoso Núñez indagó sobre el maltrato intrafamiliar en 8 adultos mayores de 60 años de Camagüey y reportó que 54,7 % sufría abuso financiero.13 García Rosique14 en Matanzas, encontró 82 % de adultos mayores víctimas de este tipo de violencia.
Sin embargo, estas investigaciones se limitan solamente a determinar la presencia de maltrato financiero. No profundizan en cuanto a las características del maltrato, la relación con el maltratador y las circunstancias en las que se produce el fenómeno, elementos considerados claves para intervenir de manera eficaz en la situación.
Los autores consideran que, al abordar esta temática, se abre la puerta hacia una problemática hasta ahora poco visibilizada y que afecta la calidad de vida de la población anciana, grupo etario cuya atención resulta de alta prioridad para el sistema de salud y gobierno. La identificación de formas de maltrato financiero es el primer paso al desarrollo de políticas públicas más eficaces, así como instrumentos de protección legal y programas de apoyo encaminados a erradicarlo.
El objetivo de la presente investigación es determinar la presencia de maltrato financiero en los adultos mayores, así como sus características.
Material y Métodos
Se llevó a cabo un estudio descriptivo transversal que incluyó a 175 adultos mayores de 60 años (seleccionados de manera no probabilística e intencional), residentes en el área de atención del policlínico “Carlos Manuel Portuondo”, entre enero y diciembre de 2018.
Los criterios de inclusión aplicados fueron: a) tener 60 y más años cumplidos, b) encontrarse residiendo en el área de salud al momento de llevar a cabo el estudio (consultorio núm. 4, donde presta atención la autora principal del estudio) y c) disposición para participar en el mismo. Para la selección de la muestra fueron consultadas las historias clínicas familiares e individuales, con el objetivo de identificar a los mayores de 60 años. Posteriormente, fueron visitados en sus domicilios e invitados a participar. Se excluyeron los que presentaban enfermedad demencial, retraso mental severo y psicosis, por las dificultades que estas entidades representan para obtener información confiable.
Se exploraron variables sociodemográficas tanto en los adultos mayores como en los presuntos maltratadores (edad, sexo, estado civil, ocupación, nivel educacional y antecedentes patológicos personales). En los segundos, se trabajó también con las variables: otras personas a cuidar, ayuda económica externa, relación con el adulto mayor, consumo de sustancias psicoactivas, antecedentes de conducta violenta y trastornos psiquiátricos. Para caracterizar el maltrato, se empleó la variable manifestaciones de maltrato financiero.
Para determinar la presencia de maltrato se utilizó la Guía para la detección de la violencia doméstica, instrumento avalado en 2006 en la capital cubana15) y utilizado por las autoras en investigaciones previas.10
A los adultos mayores víctimas de maltrato financiero, se les aplicó la Guía de entrevista y recolección de datos para caracterizar el maltrato financiero en adultos mayores (Anexo) del Dr. Conrad7) de la Universidad de Illinois (Chicago). La misma fue traducida por dos traductores de forma independiente y luego revisada por un experto lingüista. La guía fue sometida, antes de su aplicación con el objetivo de validación, a un proceso de pilotaje. Fue aplicado a cinco investigadores considerados como expertos, cuyas sugerencias permitieron su corrección y quedó así confeccionado el cuestionario de validación definitivo. También se realizó un estudio piloto en un grupo de 9 pacientes, para comprobar la comprensión de las preguntas y el funcionamiento del instrumento.
La selección de los jueces expertos se realizó teniendo en consideración su experiencia profesional e investigativa en el ejercicio de las Ciencias Médicas y Psicológicas, para de este modo tener la posibilidad de obtener criterios de diversos especialistas y realizar un análisis integral del problema de estudio. Se incluyeron profesionales considerados expertos en Psicología, Geriatría, Psiquiatría y Medicina General Integral, que ejercieran su actividad profesional en los tres niveles de atención de salud. Se seleccionaron siete jueces expertos siguiendo los criterios mencionados anteriormente, quienes validaron la guía.
La información recogida fue en una base de datos creada en el Sistema Microsoft Excel y se llevó a cabo un análisis estadístico porcentual. La asociación entre las variables categóricas se identificó con la prueba exacta de Fisher y Chi cuadrado, donde se consideró significativo sí p<0,05.
Se solicitó autorización a la dirección y al Comité Científico del centro para llevar a cabo la investigación. A todos los participantes en el estudio se les ofreció una detallada información sobre los objetivos y se les solicitó su consentimiento para participar en ella. Se cumplieron todos los requisitos establecidos en la Declaración de Helsinki de 2013.16 En los casos en los que se detectó maltrato financiero, se analizó con el equipo de salud mental del policlínico y los miembros del grupo básico de trabajo, para determinar la estrategia a seguir para abordar la problemática de forma individualizada.
Resultados
Al utilizar la Guía para la detección de la violencia doméstica, se comprobó que, de los 175 adultos mayores participantes, 93 (53,1 %), padecían maltrato financiero. Entre estos predominó el sexo femenino (65,6 %), las edades comprendidas entre los 70 y 79 años (49,5 %), los viudos(a)s (52,7 %) y los jubilados(a)s (48,4 %). El 75,3 % padecía al menos una patología crónica no transmisible. (Tabla 1) Las detectadas con mayor frecuencia fueron: Hipertensión arterial (54,3 %), Osteoartrosis (44,3 %), Diabetes Mellitus (41,4 %), Trastornos Circulatorios (27,1 %), Enfermedades Oncológicas (21,4 %), Cardiopatía Isquémica (17,1 %) y Depresión (14,3 %).
Al aplicar la prueba exacta de Fisher y Chi cuadrado, no se encontró asociación entre las variables estadísticas; aunque es preciso señalar que, en esta etapa de la investigación, el objetivo se centró en una exploración inicial.
Una vez empleada la Guía de entrevista y recolección de datos para caracterizar el maltrato financiero en adultos mayores del Dr. Conrad Kendon, se determinó que las principales formas en que se manifestaba eran los préstamos sin devolución (93,5 %), las compras no autorizadas (87,1 %), negación de acceso al dinero propio (79,6 %) y la presión para realizar trámites legales (74,2 %), mayormente testamentos. (Tabla 2).
Una vez identificados los presuntos maltratadores por los ancianos, se procedió a entrevistarlos siguiendo la Guía del Dr. Kendon. Solo 41 accedieron a participar. Entre estos, predominó el sexo femenino (56,1 %), las edades entre 40 y 59 años (53,7 %), el nivel secundario de escolarización (51,2 %) y como estado civil, el estar divorciado (26,8 %). En su mayoría, se trataba de hijo(a)s (31,7 %), amas de casa (46,3 %), con más de una persona a su cuidado (70,7 %) y sin recibir ayuda económica externa (56,1 %). El 46,3 % refirió antecedentes patológicos personales, mayormente Hipertensión Arterial (84,2 %). El consumo de sustancias psicoactivas fue identificado en 75,6 % de los individuos. Las más utilizadas eran: café (96,8 %), cigarrillos (77,4 %), psicofármacos (sin prescripción médica) (58,1 %) y alcohol etílico (48,4 %). El 58,5 % refirió antecedentes de atención por Salud Mental, mayormente debido a trastornos depresivo-ansiosos. (Tabla 3).
Discusión
La presencia de maltrato financiero en más de la mitad de los adultos mayores resulta llamativa ya que, en la mayoría de las investigaciones sobre maltrato intrafamiliar en gerontes en Cuba, es el psicológico, la forma más frecuente en que el abuso se manifiesta,10,14,17,18,19) aunque Rodríguez Calvo18 reportó la presencia de maltrato financiero en 37,6 % de una muestra de ancianos de Villa Clara.
Más allá de las cifras, se plantea que el número de casos estimados está muy por debajo de la casuística real ya que existe un importante subregistro en lo concerniente a violencia intrafamiliar.20
Que sean las mujeres las que con mayor frecuencia resultan maltratadas, es un resultado que coincide con la mayoría de las investigaciones investigaciones revisadas,10,18,19,21,22) aunque García Rosique14 reportó maltrato intrafamiliar en ambos sexos por igual, en un área de salud de Matanzas. Sobre esto, Griñán Peralta23) afirma que, cuando la mujer envejece, más aún si padece de algún tipo de discapacidad, aumenta su vulnerabilidad al fenómeno del maltrato. Todo ello unido a que, en muchas ocasiones, después de la jubilación, el anciano busca espacios de reemplazo fuera del hogar, pero las féminas tienden a exacerbar su soledad y aislamiento dentro de la casa, lo cual trae como consecuencia la predisposición a este fenómeno.
Al igual que en nuestro estudio, Cano21) encontró una mayor incidencia de maltrato en los adultos mayores que no contaban con una relación de pareja estable. Si bien la mayoría de los autores coincide en que la vida pareja constituye un factor protector contra el maltrato intrafamiliar,9,24,25 Montero Solano26 sostiene que el agresor más frecuente suele ser el conyugue. Sin embargo, fueron los hijos los que los adultos mayores participantes en nuestra investigación identificaron mayormente como maltratadores.
Casanova Moreno (citado por Rodríguez Calvo)18 explica el origen del maltrato como resultado de una dinámica familiar disfuncional, donde intervienen tanto factores individuales como relaciones interpersonales y elementos socioculturales inadecuados.
Serra Valdés27) plantea que, a medida que se incrementa el índice de envejecimiento, aumenta el riesgo de padecer dependencia por deterioro funcional, lo cual tiene un superior costo a nivel individual, familiar y social. Los familiares o cuidadores, se afectan en el orden físico, psíquico y socioeconómico, lo que conlleva a un elevado estrés que repercute en la calidad del cuidado que recibe el adulto mayor.
Si bien no se encontró asociación entre las variables estudiadas, es preciso señalar que se trata de una muestra pequeña, no probabilística e intencional, por lo que sería recomendable ampliar y sistematizar la investigación.
En nuestro estudio, 58,5 % de los familiares identificados como maltratadores, habían necesitado atención por Salud Mental debido a trastornos afectivos, mayormente como expresión de estrés mantenido. Álvarez MC28 considera que la salud precaria, la dependencia, el aislamiento y la carga sobre el cuidador, son factores que pueden llevar a un incremento en la vulnerabilidad, al abuso y la negligencia en las manos del que cuida. Si el familiar da el cuidado por obligación o coerción, la relación queda negativamente afectada. Ello puede fomentar resentimientos en ambos: el cuidador y el adulto mayor. El resentimiento puede ocurrir si el cuidador experimenta pérdida de empleo o disminución de salario, debido a sus nuevas responsabilidades con el anciano. Muchos cuidadores son también adultos mayores, muchas veces frágiles, lo cual aumenta la carga. La falta de habilidades también puede llevar a un cuidado pobre o abusivo.
Morejón Milera29 considera que el maltrato al anciano tiene connotaciones en los cuatro pilares fundamentales del ser humano; es decir, en las esferas bio-psico-socio-cultural, porque implica su calidad de vida en la manera de enfrentar el medio. Es probable que la sobrecarga de los cuidadores, la dependencia de los ancianos y la marginación de estos en la sociedad de nuestros días, haya contribuido a la aparición de este problema de salud pública.
Sin dudas, el envejecimiento demográfico implica grandes retos y transformaciones en las estructuras sociales, económicas y culturales. Estos cambios demográficos contemplan, a la vez, la necesidad de una adecuada preparación, donde se garanticen mejores condiciones para una sociedad envejecida. Es dentro de ese contexto que cobra vigencia la implementación de acciones con miras a erradicar la exclusión, la violencia y el maltrato, que son, en gran medida, producto de mitos y estereotipos que se perpetúan y mantienen de generación en generación a raíz del distanciamiento intergeneracional.27
El propósito fundamental de los autores estuvo dado en afrontar un fenómeno poco abordado y menos estudiado, que repercute de manera negativa en la población anciana. Se hace entonces necesario profundizar en la investigación para conocer cuál es la magnitud real de la problemática en la ciudad y el país en general.
Limitaciones del estudio
La investigación se realizó con adultos mayores pertenecientes a un área de salud del municipio Marianao de La Habana cuya selección se realizó de manera no probabilística e intencional. Por tanto, los resultados obtenidos no pueden ser extrapolados a otras poblaciones. Para poder utilizar el instrumento seleccionado, se excluyeron los adultos mayores con trastornos psiquiátricos que comprometieran la obtención de información (demencia, retraso mental y psicosis). Sin embargo, la presencia de estas patologías no excluye la posibilidad de ser víctima de maltrato financiero. Se plantea entonces el reto de diseñar futuros estudios que permitan identificar este tipo de maltrato en adultos mayores con limitaciones para ofrecer por sí mismos la información.
Conclusiones
Se identificó la presencia de maltrato financiero en las personas mayores estudiadas, sus características, así como las de los presuntos maltratadores. Esta forma de violencia, a pesar de ser una de las menos abordadas, afecta a la población anciana y puede constituir un problema de salud.