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Mendive. Revista de Educación

versión On-line ISSN 1815-7696

Rev. Mendive vol.22 no.3 Pinar del Río jul.-set. 2024  Epub 02-Sep-2024

 

Artículo de revisión

Aproximaciones a la historia que se debe hacer, enseñar y los profesores que se deben formar

Abordagens sobre a história a ser feita, ensinada e os professores a serem treinados

0000-0001-8086-1529José Antonio Navarro Álvarez1  *  , 0000-0002-1395-1855Benito Bravo Echevarría1 

1Universidad de Pinar del Río "Hermanos Saíz Montes de Oca". Pinar del Río, Cuba.

Resumen

El siglo XX trajo grandes desafíos a la educación en nuestro país, en particular a la enseñanza de la Historia, influenciado por la globalización neoliberal que amenaza con eliminar los valores culturales, tradiciones, la identidad y la idiosincrasia de nuestros pueblos, lo cual obligó a la realización de profundos cambios en su enseñanza a partir de los años 60 del mencionado siglo. El presente trabajo ofrece algunas aproximaciones a la problemática de la historia en los tiempos actuales. No ofrece recetas a seguir, ni propone metodologías de cómo y por qué hay que hacerlo así, tampoco se esquematiza a determinadas reglas que en ocasiones se imponen. Se realizan comentarios y reflexiones teóricas sobre la realidad de lo que se debe trabajar en nuestras aulas y que se tenga presente que en el contexto histórico que se vive se debe ser más eficientes. El objetivo se encamina a proponer algunas aproximaciones a la historia que se debe hacer, enseñar y los profesores que se deben formar. Para ello se emplearon métodos teóricos como: el histórico-lógico, hipotético-deductivo y el análisis y síntesis y empíricos como el análisis bibliográfico; lo que permitió concluir que la historia que se construya debe tener una visión estratégica del mundo que le rodea, que lleve al reconocimiento social, que sea científica y que desarrolle habilidades de trabajo independiente, donde se refuerce su papel educativo, para contribuir al desarrollo y formación de convicciones revolucionarias y patrióticas en los alumnos, para que sean en el futuro profesionales comprometidos y competentes.

Palabras-clave: enseñanza-aprendizaje; formación; historia; profesores.

Resumo

O século XX trouxe grandes desafios para a educação em nosso país, em particular para o ensino de história, influenciado pela globalização neoliberal que ameaça eliminar os valores culturais, as tradições, a identidade e a idiossincrasia de nossos povos, o que forçou mudanças profundas em seu ensino a partir da década de 1960. O presente trabalho oferece algumas abordagens para os problemas da história nos tempos atuais. Não oferece receitas a serem seguidas, nem propõe metodologias de como e por que fazê-lo, nem delineia certas regras que às vezes são impostas. São feitos comentários e reflexões teóricas sobre a realidade do que deve ser trabalhado em nossas salas de aula, tendo em vista que, no contexto histórico em que vivemos, devemos ser mais eficientes. O objetivo é propor algumas abordagens sobre a história que deve ser feita, ensinada e os professores que devem ser treinados. Foram utilizados métodos teóricos como: histórico-lógico, hipotético-dedutivo, análise e síntese, e métodos empíricos como a análise bibliográfica, o que levou à conclusão de que a história que se constrói deve ter uma visão estratégica do mundo que a rodeia, que leve ao reconhecimento social, que seja científica e que desenvolva habilidades de trabalho autônomo, onde se reforça seu papel educativo, para contribuir com o desenvolvimento e a formação de convicções revolucionárias e patrióticas nos alunos, para que no futuro sejam profissionais comprometidos e competentes.

Palavras-Chave: ensino-aprendizagem; treinamento; história; professores.

Introducción

Ya desde una época bien temprana de nuestra historia, el gran pensador cubano José de la Luz y Caballero (citado por Pérez, 2022) aseveró que "La historia es la última y más trascendental expresión de la literatura de un pueblo" (p. 158).

La historia es una disciplina fundamental para entender el pasado y el presente de nuestras sociedades. En la escuela cubana, la enseñanza de la historia se ha enfocado en la formación de ciudadanos críticos, capaces de comprender el mundo en el que viven y de participar activamente en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

Al decir de Sallés, Sierra y Rodríguez (2022):

El saber y el saber enseñar Historia son dos procesos complementarios, pero diferentes, pues no se es un buen maestro de Historia por conocer solamente la Historia, debido a que la determinación de qué conocimientos históricos seleccionar, qué valores pueden ser trabajados desde las potencialidades del contenido, qué habilidades pueden ser desarrolladas, qué métodos son los más adecuados, qué fuentes son las convenientes utilizar, qué evaluación diseñar que permita comprobar los resultados que van obteniendo los educandos atendiendo al diagnóstico individual y grupal; sólo se domina a partir del conocimiento y la experiencia didáctica que se posea (p. 2).

En este sentido, se espera que los profesores formados en la escuela cubana tengan la capacidad de analizar críticamente la información histórica, de evaluar diferentes perspectivas y de construir argumentos sólidos y rigurosos. Además, se espera que sean capaces de aplicar sus conocimientos a la resolución de problemas y situaciones reales, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Resumiendo, las aproximaciones a la enseñanza de la historia han de formar ciudadanos críticos y comprometidos con su sociedad, capaces de comprender y transformar el mundo en el que viven.

Desde los años 60 del pasado siglo en el sistema nacional de educación, en especial al referirnos a la historia como asignatura, se trabajó en el perfeccionamiento de la enseñanza y la elevación del nivel de conocimientos de los profesores en los niveles medio y medio superior; se elaboraron todo un sistema de orientaciones metodológicas que contribuían de forma coherente al apoyo de la docencia. Estos textos poseían, por lo general: introducción, ideas centrales del curso, referencias básicas acerca de los principales conceptos de trabajo y la formación de habilidades; también realizaban sugerencias metodológicas para las unidades de trabajo del programa de estudio en cuanto a objetivos, sistema de conocimientos, bibliografía básica y de ampliación o complementaria.

Con posterioridad, el nivel alcanzado por los educadores cubanos les permitió un mayor protagonismo en la preparación individual de sus clases. Contribuyeron a ello, el establecimiento de una red de Universidades, Institutos de Superación Educacional, Escuelas Pedagógicas, Institutos Superiores Pedagógicos, así como otras instituciones que trabajaron en el proceso de formación y perfeccionamiento de la enseñanza de la historia, dirigidos por los Ministerios de Educación y Educación Superior en los niveles nacional, provincial y municipal.

De las aulas universitarias egresaron cientos de profesionales que han ido superándose mediante diferentes tipos de cursos, ya sean: postgrados, diplomados, maestrías, doctorados u otros; decenas de estos profesionales trabajan en centros de la Educación Superior.

Delors (1996), por su parte, destaca que:

Para cumplir el conjunto de las misiones que les son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores (p. 1).

Es parte de la visión internacional sobre los nuevos cambios que se avecinaban, previstos en el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI.

Sin embargo, hoy está presente en nuestro país un llamado al perfeccionamiento de la enseñanza de la historia como disciplina en todos los grados de la escuela cubana y sobre esta base nos preguntamos: ¿qué historia se debe hacer o construir para nuestros alumnos?, ¿tenemos que repensar la historia que impartimos?, ¿qué historia se debe enseñar?, ¿qué profesores se deben formar en la actualidad?

Para el estudio se emplearon métodos teóricos como: el histórico-lógico, hipotético-deductivo y el análisis y síntesis y empíricos como el análisis bibliográfico. Por ello, a la Historia le queda un largo camino de perfeccionamiento y mejora en aras del desarrollo cultural, en particular para educar en valores y forjar mejores personas. Teniendo presente estas ideas, el objetivo de este trabajo se encamina a proponer algunas aproximaciones a la Historia que se debe hacer, enseñar y los profesores que se deben formar. Con esta finalidad se realizó un análisis bibliográfico de diferentes fuentes de información relativas al tema que nos atañe.

DESARROLLO

¿Qué historia se debe hacer?

En coherencia con lo expresado, se considera que debe hacerse una historia seria, actualizada y de vanguardia. Una historia crítica que analiza los procesos y acontecimientos históricos, con sus aspectos positivos y negativos para la sociedad. Con interpretaciones realistas de los hechos y procesos, incorporando nuevas ideas y dimensiones, que sean dinámicas y contradictorias.

Por tanto, la historia en las aulas debe ser una historia que sirva para educar, en lugar de adoctrinar, una historia reflexiva e identitaria, donde se resalten los valores de los próceres que han luchado por la nacionalidad y la nación cubana a través de su desarrollo histórico. Su enseñanza debe permitir que los individuos piensen o reflexionen en el mundo que les rodea.

Breijo (2005) es de la opinión de que la Historia que se estudia debe asumir el valor integrador de la esencia de la que se nutre, contribuir a reforzar la identidad nacional, al robustecer la autoestima y autorreconocimiento individual y social, elevar la calidad de vida y aportar una lección humana dado su potencial educativo; pues, la Historia como referente, permite que el hombre construya y reconstruya sus propios significados sociales. O sea, la Historia enriquece la memoria de los pueblos, es la gran tradición de la humanidad.

García, Amechazurra y La Rosa (2018) nos dicen que "Para transformar su proceso de enseñanza aprendizaje con un carácter desarrollador, se necesita apropiarse de la herencia cultural acumulada por las generaciones mayores y transmitirla a cada educando, de acuerdo con su nivel de desarrollo y sus condiciones" (p. 218).

García, Amechazurra y La Rosa (2018) aseveran que:

La enseñanza de la historia no es simple acumulación de información; se trata de lograr que los alumnos hagan valoraciones científicas de los fenómenos históricos. Si solo se enseña a los educandos el resultado del conocimiento y no se les cultiva la facultad de elaborarlo, no se cumplirá con el objetivo humanista, científico y creador. Se deben proporcionar conocimientos científicos en forma activa, consciente y emotiva; para ello tiene que dotar al alumno de procedimientos generales que se apliquen en cualquier situación concreta, de forma tal que alcance un elevado desempeño intelectual (p. 218).

Para Fernández (2010) la finalidad de la ciencia histórica se sitúa, pues, en objetivar el contenido subjetivo presente en estos "hechos históricos", tanto en la narración primaria de los protagonistas de los mismos, como en la interpretación secundaria de los historiadores ocupados en estos menesteres (p. 26).

De este modo, se debe construir una historia científica que ha de romper los marcos locales, regionales y nacionales, incorporando con mayor dinamismo la historia universal en los procesos. No es ver solo el factor externo como un hecho más, sino comprender la dimensión internacional de los acontecimientos.

Toda historia es siempre objetiva y subjetiva, es hecha por los hombres, por las clases, grupos y sectores sociales que están en el poder. A su vez, ha de estar en relación con el contexto en que vivimos y sus escenarios materiales, en la que inciden lo cultural, lo social, lo económico, lo político, lo psicológico o lo geográfico. La historia a la vez está formada por revoluciones que triunfan o que fracasan o por movimientos sociales que logran imponerse o perecen frente a la represión.

Ha de hacerse una historia que reconozca más el papel de la personalidad en su contexto, así como el papel de las masas populares, que estudie al individuo en el momento que le correspondió vivir y que demuestre cómo el contexto también puede modificar al individuo. Debe hacerse una historia que incorpore en mayor grado los estudios económicos, para responder a las necesidades del desarrollo de los tiempos que se viven, ya que en determinados momentos se ha politizado en demasía la construcción histórica.

En este sentido, Navarro (2021) concuerda en que la historiografía ha utilizado las imágenes como un puente para acercarse al pasado, y resalta que cada vez son más los historiadores que utilizan las imágenes para adentrarse en aspectos del pasado poco explorados hasta ahora, reafirmando que la importancia de las imágenes no radica únicamente en que pueden constituirse en testimonio del pasado, sino que pueden ayudar a "imaginarlo" y comprenderlo mejor (p. 171).

La historia que construyamos ha de facilitar la comunicación de nuestros tiempos, debe estar presente en las redes de comunicación con un sistema de digitalización continua y actualizada. Además, con vínculos permanentes en ciencias afines como la Geografía, la Antropología, la Arqueología, las Metodologías de la investigación y de la enseñanza de la Historia y la Paleontología. Debemos tomar de la Informática todo aquello que nos facilite su divulgación, su asequibilidad y actualización.

Gómez, Rodríguez y Mirete (2018) consideran que:

Para mejorar la educación histórica es necesario que los docentes apuesten por metodologías alternativas. Pero también, que cambien los lastres epistemológicos que conciben a la historia como un conjunto de conocimientos cerrados. Indagar en la formación de quienes en el futuro serán maestros puede darnos una perspectiva de lo que debe modificarse (p. 240).

Meneses, González-Monfort y Santiesteban (2019), a su vez, plantean que:

Se debe predisponer al alumnado a realizar una serie de desafíos intelectuales que le permitan interpretar fuentes, comprender diversas perspectivas históricas, sintetizar y comunicar la información argumentando sus propios puntos de vista y aplicar los aprendizajes en todo tipo de situaciones y problemáticas sociales actuales. Además, de ser fundamental la conexión con la realidad para que el aprendizaje sea considerado significativo y relevante (p. 313).

Por ende, debe hacerse una historia objetiva, crítica y científica, acorde a las urgencias de la sociedad, acorde a las circunstancias de la contemporaneidad, hecha sobre la base de la superación constante. Una historia que promueva el debate entre los contenidos de estudio, entre los métodos y los medios de enseñanza. Que vaya de lo general a lo particular y lo singular, y viceversa.

¿Qué historia se debe enseñar?

En esta temática se desea expresar que, la impartición de la Historia, a la par que las demás ciencias, ha de materializarse a través del perfeccionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje. Este ha de ser continuo para que nos permita la asimilación; es decir, nos facilite introducir los avances de los conocimientos de la investigación en la ciencia histórica y de la Pedagogía a través de sus métodos más modernos de enseñanza. La tradición humanística ha de jugar un rol principal dentro de este contexto, donde podamos percibir su multiplicidad a través de los diversos programas de estudio.

Esa idea es resaltada por Labacena (2017) en un artículo en la revista electrónica Cubahora, donde hacía referencia a las palabras de Marta Valdés, profesora auxiliar de la Universidad de Ciencias Pedagógicas "Enrique José Varona", en la Asamblea Nacional del Poder Popular en su VIII Legislatura, cuando explicaba que se imponía una verdadera transformación en los contenidos, en la metodología, en la propia manera de enseñar la Historia (p. 1).

Esta posición es defendida al opinar que el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia en general y en particular el de la Historia de Cuba, es un proceso de profundo contenido humano que aboga en la compleja concertación de una elevada preparación científico-crítica del contenido histórico y didáctico de la asignatura, para enseñar y aprender los contenidos de aprendizaje históricos de manera reflexiva (Mauri et al., 2016).

Los profesores siempre han de tener presente que la Historia juega un papel clave dentro de la formación de la cultura general e integral de los alumnos. Esto nos permite considerar que han de perfeccionarse constantemente nuestros programas, han de introducirse nuevas literaturas de trabajo, así como orientaciones para su mejor impartición desde el punto de vista pedagógico.

La enseñanza hay que diseñarla como un sistema, a través de reglas, métodos, planes, normas, procedimientos y técnicas; donde no exista la anarquía de las asignaturas y las disciplinas y donde podamos comprobar a través de la práctica los vínculos interdisciplinarios de los conocimientos históricos; y que estos no estén exentos de los valores científicos, patrióticos y revolucionarios, y que nuestra ciencia esté comprometida con sus orígenes y con el pueblo.

En este caso, Díaz (2002) habla de dos tendencias fundamentales en relación con la situación actual de la enseñanza de la Historia. Una es la exacerbación en el análisis factológico del contenido histórico, lo que conduce a una docencia con una descripción desmedida de hechos, fechas, anécdotas y personajes aislados donde se recrea lo emotivo y vivencial, lo cual no ayuda a enseñar a los alumnos a descubrir el porqué del acontecer histórico y su movimiento; la otra es la encaminada a la búsqueda de causas, tendencias, fuerzas motrices y otras indagaciones necesarias en el plano lógico-conceptual, soslayando el costado fenoménico de la Historia; refiere que en este caso es una enseñanza caracterizada por el esquematismo sociopolítico.

Al mismo tiempo amplía sus ideas cuando plantea otra tendencia, la sobreestimación del aparato conceptual pedagógico divorciado del conocimiento histórico, lo que lleva a una metodología hueca, pues sin un conocimiento histórico profundo no se puede hablar de diseño de estrategias, objetivos y métodos de enseñanza. Cualquiera de estos extremos es perjudicial al hablar de una acertada dirección pedagógica del Proceso Docente Educativo y argumenta la necesidad de aspirar a una concepción desarrolladora de la enseñanza y el aprendizaje de la Historia; es decir, se debe hablar mejor de desarrollo humano, o sea, de transformación gradual, ordenada y continua del ser humano, no solo como organismo, sino como ser consciente y social, expresado en lo biológico, lo psicológico y lo social (Díaz, 2002).

Para Telles (2020), lo primero que se debe priorizar es el lado humano, todos los hechos que fueron realizados por hombres y mujeres, que ante el llamado de la patria fueron capaces de crecerse. Para qué decir a un escolar batallas principales de 1868 a 1959 si eso no le aporta nada; hay que buscar un ángulo más exacto para que sepan cómo se movieron en ese concepto, hacerlo más humano, no contar hechos fríos, sin emoción. Las anécdotas contadas con emoción permiten penetrar en el alma del escolar; entonces es capaz de comprender los hechos ocurridos durante esta etapa y valorar su pasado histórico como patriota (p. 876).

Lahera y Pérez (2021):

Si pretendemos mejorar o incentivar el interés de los estudiantes por la asignatura, es urgente renovar los métodos que se están empleando en los centros escolares para impartir. La situación actual de la enseñanza de la historia se vuelve preocupante, es necesario realizar un estudio investigativo y realizar estrategias innovadoras que contribuyan al desarrollo del pensamiento crítico de los estudiantes y a su vez enriquecer las categorías propias de la historia como es la narración (p. 6).

Además, estos autores son de la opinión de que es menester del aprendizaje histórico actual la asunción de nuevos retos que colaboren con el desarrollo cognitivo de los estudiantes en cualquiera de los niveles de enseñanza, posibilitando el interés de estos por la materia, su involucramiento intelectual y, por ende, el aprendizaje de la historia más allá de fechas, hechos y acontecimientos (Lahera y Pérez, 2021, p. 1).

En este orden, Lobo (2020) hace referencia a la necesidad de desarrollar una enseñanza innovadora de la Historia:

Sustentada en el estudiante, teniendo este un papel activo y no reactivo, donde el papel del profesor debe ser el de ofrecer recursos para que los estudiantes puedan acceder al conocimiento directamente y sean copartícipes de la clase, creadores de conocimiento y no receptores pasivos, para lo cual es necesario que el profesor incluya en sus clases el uso de la Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), fuentes de primera mano, juegos de simulación, debates, discusiones abiertas, entre otros (p. 6).

Los programas de Historia que se impartan han de acercarse a la futura profesión del estudiante, al perfil de la carrera que estudian. Ello implica una actualización constante de los sistemas de conocimientos históricos.

Álvarez (2020), por otra parte, concuerda en que:

A lo largo del tiempo, la historia enseñada ha estado tradicionalmente fundada en el magistrocentrismo, donde la retención y repetición de información se presenta como un rasgo normalizado en la cultura escolar y académica. En este modelo, los alumnos y alumnas deben memorizar los contenidos impartidos por el docente, quien es el encargado de trazar los aprendizajes y saberes provistos, esencialmente, por el libro de texto, lo cual ha contribuido de manera negativa en la percepción que tienen los estudiantes de esta asignatura, considerándola aburrida y poco útil (p. 3).

Se reafirma, entonces, que la enseñanza de la historia debe ir más allá de la memorización de sus contenidos. Se debe enseñar a los estudiantes a pensar históricamente, que sean capaces de plantearse problemas, desarrollar memorias constructivas y estar aptos para formularse preguntas en pos de una mejor comprensión e interpretación del pasado.

Para autores como Montanares y Llancavil (2016) es fundamental integrar el uso de fuentes históricas en los procesos de formación inicial con el objetivo de que los futuros profesores desarrollen ellos mismos estas habilidades y valoren la importancia del uso habitual de estas en el trabajo que realizarán con los estudiantes (p. 4).

Para Castellanos, Estupiñan y Cuesta (2017) "El desarrollo de estas competencias por los docentes, permiten que se dé un cambio en sus prácticas pedagógicas, lo que influye en los procesos de enseñanza aprendizaje" (p. 3).

Sin lugar a dudas, debemos ser capaces de elaborar los programas de estudios de forma conjunta, donde se integren las disciplinas y las asignaturas; para que los conocimientos sean más asequibles y mejores asimilados por los alumnos. Ello conlleva a una necesaria interacción con el sistema de hábitos y habilidades de trabajo, que ha de proporcionar una mejor formación intelectual, una transformación de la realidad en el estudiante.

La formación inicial del profesorado de historia tiene como propósito desarrollar las competencias necesarias para que estos se desempeñen de manera adecuada en su actividad profesional. En este proceso se intenta proporcionar conocimientos y experiencias que influyan en cómo los futuros profesores representan la enseñanza (González, Santisteban y Pagès-Blanch, 2020, p. 15).

En los momentos actuales, la enseñanza no ha de atiborrar a los educandos con datos, hechos, teorías, algoritmos y estudios independientes, que no los realizan y la mayoría de las veces no los fiscalizamos en las aulas.

Para Gómez, Rodríguez y Mirete (2018):

Hay que impulsar estrategias metodológicas basadas en una mayor actividad del alumnado, en métodos de indagación, uso de fuentes primarias, manejo de las TIC, y una mayor relación del alumnado con su entorno en la búsqueda de una interpretación correcta de los fenómenos históricos y sociales (p. 3).

Es necesario hacer reflexionar a los alumnos, llevarlos al pensar histórico y, a la vez, demostrar la interrelación constante de los conocimientos, para que encuentren afinidades, semejanzas y diferencias. Debemos guiarlos al pensamiento lógico, al pensamiento histórico y coherente. Nuestra tarea es enseñar Historia y, en especial, una Historia de Cuba, capaz de formar valores patrióticos, morales, éticos, estéticos y culturales, que les permita a los estudiantes realizar justas apreciaciones de los procesos históricos.

Esto lo corrobora Aguirre (2008), que dice que toda la historia es, al mismo tiempo, subjetiva y objetiva; es decir, hecha por los hombres, las clases y los actores sociales, pero también condicionada por las estructuras, por las condiciones objetivas y por las circunstancias materiales.

Todo profesor ha de enseñar el camino a sus alumnos, el camino de buscar y organizar la información, de interpretar los procesos históricos, para que trabajen con documentos históricos y demás materiales informativos.

La adquisición de habilidades constituye un eje fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje y la búsqueda de fuentes bibliográficas ha de ser una constante en el proceso que estamos inmersos; sobre todo el alumno ha de trabajar de forma independiente.

La Historia que se explique en las aulas ha de ser una historia de virtudes revolucionarias, cargada de intereses cognoscitivos, de utilidad práctica, con fuerza en las ideas; una historia que demuestre los positivos avances en el conocimiento y en la ideología revolucionaria, que les permita comprender los acontecimientos del pasado, del presente y proyectarse hacia el futuro con una identidad propia, para defender los intereses nacionales. Ha de ser una historia nacional vinculada a los problemas regionales y universales, capaz de ejercer motivaciones por la defensa de los intereses de las mayorías.

Los profesores han de tener siempre presente que lo que se imparte no es mi asignatura, o mi contenido, sino que formamos todo un sistema de conocimientos históricos, culturales y humanísticos, que se han de ejemplificar sólidos e íntegros. La vinculación de las múltiples asignaturas de los planes de estudio, podrán facilitar una mejor comprensión de las tareas instructivas y educativas de los programas en marcha.

Para Sallés, Sierra y Rodríguez (2022):

El diseño general de la asignatura ha de tener en cuenta los vínculos intra e interdisciplinarios, a partir del carácter integrador que tiene esta didáctica particular, lo que permite que el estudiante aplique los conocimientos adquiridos en otras disciplinas y pueda aplicarlos a la dirección del proceso de enseñanza aprendizaje (PEA) de la Historia de Cuba en la escuela primaria (p. 7).

Por tanto, la relación lógica, sistémica e histórica de los conceptos y demás categorías al abordar las clases debe ser una constante metodológica en la enseñanza; es decir, el intercambio de información facilita valorar el papel cognoscitivo y educativo en la formación de los educandos.

La práctica nos ha demostrado que no todos los conceptos que se trabajan son retomados de forma oportuna y adecuada, a pesar de establecerse entre los profesores los nexos de trabajo. En ello ha incidido, además, la elaboración de muchos programas de estudio que se han elaborado de forma independiente.

En general: ¿cómo podremos impartir mejores clases en nuestras aulas? Para la elevación de la calidad del especialista y de los alumnos, la experiencia profesional permite aseverar que se debe:

  • Lograr por parte del docente la autopreparación científico-pedagógica adecuada.

  • Realizar actividades cognoscitivas y apoyarse del control y la evaluación.

  • Aplicar métodos activos de aprendizaje.

  • Perfeccionar los programas de estudio.

  • Planificar los contenidos de las asignaturas docentes de forma sistémica.

  • Prepararnos para la orientación profesional pedagógica del contenido, de las formas de enseñanza y los planes de estudio que enfrentemos.

Entonces, los profesores deben expresar las ideas en forma lógica y precisa, han de utilizar las tablas cronológicas, comparativas y sincrónicas. Han de elaborar cuadros sinópticos y esquemas lógicos, ejercicios de ubicación geográfica y cronológica. Realizar narraciones interesantes, entre otras.

Hay que enseñar a los alumnos a explicar, comparar, valorar e identificar, en general a todo un conjunto de habilidades previstas en los programas de estudios. Se debe estimular el debate y el espíritu investigativo como columna vertebral de nuestras aulas.

En este sentido, Sallés, Sierra y Rodríguez (2022) son del criterio de que enseñar al estudiante a manejar de forma crítica la información histórica y los procesos metodológicos que posibilitan la construcción del conocimiento histórico son contenidos de esencia, siendo la clase donde se ha de crear un clima estimulador, de confianza mutua, de aprovechar las potencialidades que cada estudiante tiene en función de su crecimiento profesional y humano (p. 7).

Saíz, Gómez y López (2018) sostienen que en la actualidad la enseñanza de la Historia en España presenta un modelo que provoca que los futuros maestros no dispongan de una educación histórica apropiada, ni en contenidos sustantivos ni en competencias históricas, pues durante su formación universitaria no mejoran los niveles heredados del bachillerato, por lo que no están en condiciones de enseñar historia con los niveles mínimos de suficiencia disciplinar y pedagógica (p. 11).

Hoy en día se requiere que nuestras aulas se conviertan en talleres de debates históricos, con sistemas de conocimientos económicos, políticos, sociales y culturales de la realidad cubana actual, para que el alumno se interese más por el contexto en que vivimos.

Al decir de Gómez, Portal y Méndez (2021) sustentan que, aunque existen logros desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, es necesario elevar la calidad de dicho proceso (p. 2).

La historia que enseñemos tiene que ser científica y actualizada, donde el alumno aprenda a descubrir y relacionar internamente los hechos para que conozca sus causas, fuerzas motrices, regularidades y tendencias. La historia que trabajemos en las aulas ha de ser clasista y revolucionaria, ha de llevar el sello de nuestra ideología y del pensamiento nacional patriótico y martiano. Ha de ser por tanto crítica frente al imperialismo y al colonialismo y por la defensa de los intereses latinoamericanos y caribeños.

Una historia dotada de un sistema conceptual que le facilite al estudiante descubrir los aspectos internos de los procesos históricos a través de los datos, de los documentos, de los hechos, de los testimonios y demás fuentes del conocimiento, donde se demuestre el papel relevante que han jugado las masas populares y las personalidades. El profesor de historia ha de ser un comunicador por excelencia, que motive a los alumnos a través de sus conocimientos y concepciones humanistas, que ilustre e ilumine para que pueda instruir y educar con su ejemplo.

¿Qué profesores se deben formar en la escuela cubana?

Se es del criterio de que se deben formar a profesionales comprometidos que respondan a las necesidades de los grandes retos del desarrollo económico y social de nuestro país; pero que a la vez sean críticos, serios, creativos y científicos. Deben ser profesores actualizados con las principales corrientes historiográficas, sobre todo estudiosos de la historia. Han de ser profesionales formados con la bandera de la lectura permanente; profesores motivados por la enseñanza y la investigación, defensores de la nacionalidad y la nación cubana.

Breijo (2005) hace referencia a que:

Nuestra época y nuestra sociedad requieren de un hombre con una elevada formación humanista, significa que aspiramos entonces a un hombre que responda a su época, en nuestro caso que defienda la identidad como cubano y latinoamericano frente a las fuerzas disolventes, internas y externas que pretenden su desnaturalización cultural y humana, por lo que tiene que asumir decididamente una posición antimperialista, latinoamericanista y de solidaridad con todos aquellos procesos universales (p. 2).

Se deben formar profesionales que rechacen la erudición, el positivismo. No obstante, el buen historiador ha de educarse y formarse con las investigaciones de los economistas, de los antropólogos, con los buenos textos de sociólogos, geógrafos, psicólogos y pedagogos. Así como con obras de verdaderos científicos, políticos, etnólogos o especialistas del derecho.

Constituyen un ejemplo las palabras de Romero (2010):

En nuestra labor profesional, al dirigir el proceso de aprendizaje de la Historia, la incidencia en la formación de valores es fundamental y muy actual, lo que supone la formación de una conciencia histórica que emane de los conocimientos históricos del alumno. Es misión nuestra promover el amor a la patria, a lo mejor de las cualidades del hombre, a su obra creadora, a sus ideas más relevantes, pero esos sentimientos de admiración emanan de un profundo conocimiento histórico (p. 35).

Estos futuros profesionales han de ser jóvenes muy estudiosos en el pregrado, capaces de realizar una autopreparación consciente y efectiva para que en su porvenir sean trabajadores competentes y capaces de enfrentar los retos de la profesión.

Así lo refiere también Darias (2023):

Los modos de actuación profesional y su preparación desde la etapa de formación de pregrado, se considera actualmente un aspecto importante para el éxito de las habilidades de la empleabilidad, ya que en el ámbito laboral cobra cada vez más fuerza la idea de que la productividad depende de una fuerza de trabajo competente (p. 12).

También han de formarse profesionales actualizados con los últimos avances y progresos de las investigaciones históricas contemporáneas. Han de ser hacedores de la historia que vinculen lo local con lo general, sin olvidar el estudio del hecho, personalidad o tema seleccionado, sus lecturas en lo general deben enriquecer sus conocimientos de investigación regional y local. Hoy la historia local juega un rol fundamental para el desarrollo comunitario.

Utrera et al. (2022) plantean que:

En el caso del profesional de la Licenciatura en Educación Primaria, debe estar preparado para comprender las necesidades personales y sociales, saber enfrentar con iniciativas la solución de los problemas de la práctica pedagógica e integrar al proceso formativo la actualidad nacional e internacional, conocer de la Historia Patria y su localidad, por estas razones la carrera debe desarrollar en los estudiantes, futuros maestros un alto sentido de la responsabilidad individual y social, debe lograr que encuentren en el proceso de formación inicial, los mecanismos que estimulen la motivación por la adquisición de una cultura local (p. 2).

Han de ser profesores que piensen por sí mismos, que asuman que la historia es cambiante, que la integran etapas, períodos de progreso y regresión, de avances y retrocesos. Han de comprender que todas las formaciones económicas y sociales han representado notables aportes al desarrollo económico, político, social y cultural.

La formación de profesores debe promover la preparación de los futuros profesionales, que superen los currículos de sus carreras, que promuevan el aprendizaje, para que integren los conocimientos científico-pedagógicos y que se nutran de habilidades y valores relacionados con los hechos y los sujetos de la historia, para que sean protagonistas individuales y colectivos de los nuevos contextos que vivimos; en fin, profesionales capacitados en la tecnología y en la ciencia.

Así lo señalan Araya et al. (2010), es necesaria "la formación de profesionales competentes y adaptables al cambio, y el reconocimiento de la formación social del profesional en Historia para el logro de las transformaciones que la sociedad necesita" (p. 47).

Otro elemento que se debe evitar es formar profesores manualistas, vinculados a textos, que no aportan ideas ni críticas a la historia o a la construcción histórica. Nuestros profesionales han de ser antimanualistas, formados con un espíritu crítico ante lo mal hecho. Han de ser portadores de los avances de la informatización, así como de las redes de comunicación sociales, comprometidos con la historia nacional y local patriótica, así como regional latinoamericana, caribeña y antimperialista.

El profesor Díaz (2002), excelente comunicador y pedagogo de la Historia, entre sus múltiples ideas considera que:

(…) la enseñanza de la Historia tiene que romper los muros de las escuelas. Las actividades extra escolares son determinantes para aprovechar el potencial cultural y axiológico que nos brinda la comunidad, en estrecha relación con el trabajo por el conocimiento de la historia local o regional. Por eso, no se deja de orientar el trabajo con el patrimonio, las tradiciones y costumbres, los museos, los monumentos, las tarjas y cuanto medio nos ofrezca el entorno para la educación de los alumnos. ¿Cuánto puede significar para un estudiante ver y valorar un viejo grillete de esclavo o las ruinas de un barracón? (p. 141)

Los profesores de la enseñanza han de estar comprometidos con la historia del pasado y del presente, profesionales competentes y pertinentes para la sociedad.

Como plantea Bestard (2023):

La formación del profesional debe caracterizarse no solo porque se generen en ellos conocimientos, sino que en el proceso de gestión se orienten positivamente en sus estrategias de aprendizaje, y paulatinamente adquieran conocimientos, habilidades, capacidades y procederes que permitan la solución de problemas profesionales con una independencia total (autogestión) en su modo de actuación (p. 3).

CONCLUSIONES

La historia que se construya debe tener muy presente a las ciencias sociales y humanísticas, ha de tener una visión estratégica del mundo que le rodea, ha de hacerse una historia con textos de calidad, que lleve al reconocimiento social, donde no han de faltar la motivación por la patria, el Medio Ambiente, la comunidad y el desarrollo local. Una historia construida por los avances y retrocesos del proceso histórico.

Se debe enseñar una historia científica, a través de un sistema de conocimientos, vinculados al desarrollo de las habilidades de trabajo independiente, donde se refuerza el papel educativo de la historia, para contribuir a su desarrollo intelectual y a la formación de convicciones revolucionarias y patrióticas en los alumnos. Se debe impartir una historia, trasmitiendo motivaciones, para enseñar a pensar a los alumnos, para enseñar a aprender, a formar personas con sentimientos nobles, humanos y solidarios.

Los profesores que se formen deben responder a las necesidades del desarrollo de nuestra nación y nacionalidad independiente y soberana; profesionales que favorezcan el diálogo, las reflexiones y la responsabilidad por los retos que han de asumir. Deben ser profesionales comprometidos para las múltiples transformaciones que necesita la sociedad para el desarrollo sostenible. Han de ser profesionales competentes desde perspectivas inclusivas, instructivas y educativas.

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Recibido: 21 de Noviembre de 2023; Aprobado: 21 de Junio de 2024

*Autor para la correspondencia: navarro@upr.edu.cu

Los autores declaran no tener conflictos de intereses.

Los autores participaron en el diseño y redacción del artículo, en la búsqueda y análisis de la información contenida en la bibliografía consultada.

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