Introducción
La última década de la pasada centuria y la primera del presente siglo han sido testigos de masivos movimientos migratorios internacionales, que para el 2010 llegaron a totalizar más de 200 millones de personas, en tanto según el Informe sobre Migraciones 2018 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM, 2018), el número de migrantes alcanza los 258 millones en todo el mundo. Ello ha sido, sobre todo, el resultado de la desigualdad que provoca el extendido modelo económico neoliberal entre el Norte desarrollado y el Sur atrasado y cada vez más dependiente. Pero también han influido en esta situación, entre otros factores, los numerosos conflictos armados en varias partes del mundo, las catástrofes naturales de todo tipo, así como las consecuencias derivadas del colapso del socialismo eurosoviético.
En la desaparecida Unión Soviética, las migraciones se producían principalmente a nivel interior, entre repúblicas y regiones. Eran migraciones de trabajo, movimientos militares, así como los desplazamientos forzados de población durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Las fronteras soviéticas estaban cerradas y muy pocos eran los ciudadanos con autorización para abandonar el país. Solamente las personas de “nacionalidad” judía, reconocidas así por la legislación soviética, tuvieron a partir de los años setenta la posibilidad de emigrar. Pero en 1991 la transformación del gigante euroasiático en 15 repúblicas independientes cambió el orden establecido (Díaz, 2009).
La República Federativa de Rusia, el más grande y poblado de los países generados por la desintegración de la Unión Soviética, ha sido y es protagonista de un espectacular flujo migratorio, el mayor de Europa y uno de los más importantes a nivel internacional. Se calcula que en los años noventa el volumen migratorio ruso representó alrededor del 10% del total mundial, en gran medida debido al éxodo provocado por las severas consecuencias de la transición a la economía de mercado (Brown y Dacal, 2005).
Lo dicho bastaría para justificar el creciente espacio que ha venido ocupando el tema migratorio en el debate público ruso, pero hay otras importantes razones: la crisis demográfica que vive el país desde su surgimiento y la demanda de mano de obra provocada por la recuperación económica que se inició con el inicio del nuevo milenio.
El interés que suscita el tema migratorio en amplios sectores de la población está relacionado también con el auge de las corrientes nacionalistas y el endurecimiento de la política exterior rusa, fenómenos que fomentan tendencias xenófobas y racistas en la sociedad y las instituciones públicas, que se reflejan en conductas oficiales y en una legislación notablemente discriminatorias, dejando entrever una clara preferencia nacional rusa.
La emigración
Con la apertura de las fronteras, se observó una fuerte emigración a principios de los 90, dirigida fundamentalmente a Alemania, Israel, Estados Unidos y las repúblicas de la antigua URSS. Entre 1990 y 2003, poco más de cinco millones de personas abandonaron Rusia, tres millones de las cuales se dirigieron a las antiguas repúblicas soviéticas, sobre todo a las centroasiáticas, en especial a Kazajstán. Israel fue el segundo destino más importante al recibir cerca de un millón de judíos rusos.
A principios de los noventa se desarrolló un comercio pendular con los países limítrofes (Turquía, China, Polonia) denominado “comercio de maletas” (compra al por mayor y reventa al por menor), fuente de ingresos complementarios para las personas que se vieron muy afectadas por las consecuencias económicas y sociales de la liberación económica, que se tradujo en la llamada terapia de choque. Esta forma de migración económica se fue reduciendo desde finales de la década, en la medida en que el país se fue ordenando y comenzó la recuperación económica.
Desde 1999 los refugiados originarios de Chechenia constituyen la mayor parte de los emigrantes, en particular hacia Europa. La demanda de asilo procedente de la Federación Rusa, compuesta principalmente por chechenos, se ha multiplicado por cuatro a partir del 2000, después de la segunda guerra ruso-chechena. Según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), Rusia se ha convertido en el principal país de origen de los solicitantes de asilo en 29 países industrializados.
La inmigración
De acuerdo con cálculos de 2010, Rusia había acogido a más de 15 millones de personas desde el Censo de 1989, lo que la convierte, según diversas fuentes consultadas, en el segundo o tercer país de inmigración del mundo, sin considerar la alta cifra de inmigración ilegal. Se ha producido un saldo migratorio positivo de casi 6 millones de personas, pero ello no ha permitido frenar la caída demográfica, aunque ha atenuado su amplitud (Centro de Estudios sobre el Espacio Postsoviético, 2008).
Como veremos a continuación, parece ser que los principales inmigrantes de Rusia han sido los rusos, si bien se observa la presencia de un flujo continuo procedente sobre todo del Caúcaso y del Asia Central:
1) Los “pies rojos”
Con la fragmentación de la URSS, un gran número de rusos que vivían en las repúblicas periféricas se encontraron en nuevos Estados independientes sin hablar el idioma en muchos casos y sin identificarse totalmente con ellos. El miedo ante las leyes represivas, en particular la obligación de hablar las lenguas nacionales de los nuevos Estados y/o las tensiones y conflictos, llevaron a cinco o seis millones de rusos a volver, o para algunos, a ir a una Rusia en la que jamás habían vivido pero que consideraban como su patria natural.
A mediados de los años noventa, este fenómeno fue perdiendo intensidad. De unos 23 millones a finales de 1980, en la actualidad 18 millones de rusos podrían vivir todavía en las antiguas repúblicas soviéticas. En algunos casos constituyen fuertes minorías, como ocurre en las tres Repúblicas bálticas (Lituania, Estonia, Letonia), ahora miembros de la Unión Europea, en las que muy a menudo no han podido recibir la ciudadanía y son ferozmente discriminados.
Tras la caída de la URSS, ninguna ley sobre la repatriación ha permitido facilitar la vuelta de esos “pies rojos”. Debe tenerse en cuenta, al respecto, que el gobierno ruso considera la presencia de fuertes minorías en las repúblicas periféricas como base de influencia. Recientemente se ha observado una evolución de la política gubernamental. La crisis demográfica y la necesidad de mano de obra hacen necesaria la llegada de migrantes a los que las políticas de Estado intentan tanto atraer como seleccionar. De esta forma, el decreto presidencial 637, del 22 de junio de 2006, previó un programa de ayudas al retorno, en vigor desde enero del 2007. Se ha previsto un procedimiento simplificado para recibir el permiso de residencia y un permiso de trabajo, así como ayudas para la mudanza. Las personas que llegan reciben la propuesta de un trabajo y de ayuda para alojarse.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG) que trabajan en este ámbito ponen de relieve el hecho de que 1 500 000 rusos o ruso-hablantes viven en el territorio de Rusia y que desde hace años no han podido conseguir la ciudadanía rusa. En la actualidad, sería necesario que salieran del país y que volvieran a entrar para poder beneficiarse de las nuevas medidas. A pesar de la publicidad, existen dudas sobre la capacidad de las 12 regiones que participan en el programa para financiar las ayudas de repatriación. Por añadidura, aunque los representantes oficiales hacen hincapié en el hecho de que se trata de acoger a personas de todas las nacionalidades y que el término oficial de compatriotas incluye a todos aquellos que nacieron en la URSS y a sus familias, un gran número de comentarios políticos y mediáticos destaca una preferencia por los migrantes “ruso-hablantes sin acento”.
El decreto presidencial 637 define, por otra parte, a los compatriotas como personas “educadas en las tradiciones de la cultura rusa, con dominio del ruso y que no desean perder los vínculos con Rusia”. La falta de precisión existente muestra las contradicciones de la política migratoria rusa, atrapada entre la necesidad de solucionar los más rápidamente posible el problema de la falta de mano de obra y la tentación de utilizar la situación de los “pies rojos” al servicio de un discurso nacionalista.
2) Los refugiados de los conflictos de la antigua URSS
Tras 1991 varios conflictos han estallado en diferentes Repúblicas de la antigua URSS: En Abkazia (Georgia), en el Alto-Karabagh (territorio armenio en Azerbaiyán), guerra civil en Tayikistán. Estos conflictos han obligado a una parte de la población a escapar y han provocado oleadas de refugiados en el interior mismo de estos países, pero también hacia Rusia. Según la asociación Asistencia Cívica (http://www.refugee.memo.ru), el 77% de estos migrantes forzados son rusos.
En el territorio de la Federación Rusa, el conflicto entre Osetia del Norte e Inguchia, en 1992, provocó que unos 60 000 inguches fueran expulsados del distrito oseta de Prigorodny. Se calcula que entre 10 000 y 20 000 han vuelto, mientras que 15 000 podrían haber emigrado a Rusia, el resto se encuentra todavía en los campos de refugiados o en una situación de extrema precariedad en Inguchia.
Particular atención merece la situación especial de los chechenos, expulsados de su república por primera vez cuando estalló la guerra de 1994-1996 y posteriormente por el nuevo conflicto en 1999. El estatuto de “desplazados” casi nunca se les ha reconocido. A pesar de ser ciudadanos rusos, los chechenos se topan con muchas dificultades a la hora de que se reconozcan sus derechos y su situación es equiparable a la de los refugiados de otros países desde el punto de vista de las discriminaciones que sufren y de los problemas a los que deben hacer frente. Suele decirse, por muchos chechenos, que Rusia quiere a Chechenia pero no a los chechenos.
3) Los migrantes económicos de la antigua URSS
Desde finales de los años 90 Rusia atrae a un gran número de migrantes económicos procedentes de Ucrania, de los países del Cáucaso (en particular de Armenia y Georgia) y de Asia central. Se calcula que en el 2003 el número de trabajadores oficiales extranjeros en Rusia era de 380 000, de los cuales 180 000 procedían de los referidos países. A ellos se sumaban los procedentes de toda la antigua URSS en situación irregular, así como una importante mano de obra china y turca. La Organización Internacional de Migraciones calcula que para el 2010 existían 5 millones de extranjeros en situación ilegal, mientras que el informe del Banco Mundial ofrece una estimación considerablemente baja, alrededor de 1 500 000. Por la parte rusa, el Servicio Federal de Migraciones calcula entre 10 y 12 millones de extranjeros en Rusia, de los que 7 millones trabajarían de forma ilegal. El 40% trabaja en el sector de la construcción, 20% en el comercio al por mayor y al por menor, mientras el resto labora en los diferentes sectores industriales y agrícolas.
Utilizadas en ocasiones con un objetivo político, las cifras pueden aumentar de forma considerable, como ocurrió durante una declaración del presidente Putin ante la dirección del oficialista partido Rusia Unida, el 17 de noviembre de 2006, en la que manejó una cifra extraordinariamente exagerada de inmigrantes ilegales. Según dicha declaración, el número de estas personas sobrepasaba el 60% de los extranjeros que se encontraban entonces en el país.
4) La especial situación de la etnia romaní
Obligados a desentarizarse en 1956 en todo el territorio de la URSS, las familias romaníes/gitanas han visto cómo, después de 1991, las fronteras administrativas se han transformado en fronteras reales y han cortado vínculos familiares o de otra índole. Además, dos minorías realizan migraciones pendulares y viven en Rusia en condiciones especialmente precarias: los Madiary, originarios de los Cárpatos (frontera de Ucrania y de Hungría) y los Liouli, originarios de Asia Central.
5) Inmigrantes procedentes de países fuera de la antigua URSS
Con relación a este grupo de inmigrantes, se deben destacar determinadas situaciones especialmente delicadas:
la de los afganos, se calcula que 100 000 afganos no pueden volver a su país tras la caída del régimen apoyado por la URSS hasta 1989. Solo unas pocas decenas de ellos han conseguido el estatuto de refugiado.
la de los estudiantes extranjeros, procedentes en gran parte de países de África o de Asia, e incluso de América Latina, que mantenían relaciones de colaboración con la URSS y que son cada vez más a menudo víctimas de violencias racistas.
El marco jurídico; su aplicación y evolución
Desde hace años los expertos insisten en la oportunidad que brinda la inmigración para solucionar la crisis demográfica rusa, que se expresa en una disminución poblacional de 150 a 142 millones entre 1991 y 2010, tendencia que se mantiene debido a la baja natalidad (10%), alta tasa de mortalidad (16%) y la reducción de la esperanza de vida, que hoy es de 69 años para los hombres y 70 para las mujeres. Según el Comité del Estado para las Estadísticas, esta situación es el resultado de las malas condiciones de vida en una parte de la población, el alcoholismo, las enfermedades prevenibles y las muertes violentas, entre otros factores.
No obstante, el gobierno considera la inmigración desde una perspectiva exclusivamente policial, confiando casi exclusivamente al Servicio Federal de MigracionesI la misión de sofocar la inmigración extranjera. Así, desde enero del 2007 se establecieron nuevas normas jurídicas, encaminadas a simplificar tanto los trámites para los nuevos llegados (y así poder tener un panorama más completo de la inmigración) como a seleccionar mejor a los migrantes, una política que evoca claramente la noción de inmigración selectiva, al estilo de la que se aplica en los países desarrollados del Occidente (Centro Jurídico Informativo Migración y Ley, 2008).
Entrada y residencia
Desde junio del 2000, Rusia se retiró del acuerdo de Bishkek de 1992 sobre la libre circulación entre los países de la Comunidad de Estados Independientes. Prefiere firmar acuerdos bilaterales con los diferentes Estados, utilizando como arma política la autorización o no de entrada en el territorio únicamente con el pasaporte interior (tarjeta de identidad). Los nacionales de determinados países de la CEI deben poseer un pasaporte internacional (Tayikistán), otros deben obtener un visado (Georgia, Turkmenistán).
Aunque en principio la constitución de la Federación Rusa permite la libre circulación en el territorio, el peso del legado del sistema soviético sigue siendo importante. En la época soviética, el sistema propiska permitía controlar los desplazamientos; algunas ciudades estaban prohibidas y hasta los años 1950, los campesinos no poseían pasaporte, siendo así imposible para ellos circular en el territorio. Por otra parte, desde principios de los años 1990 existe en Rusia un sistema de registro relativamente complejo, en el que se debe distinguir entre:
el registro permanente (registro en el lugar de residencia): este registro, que se realiza en el servicio de pasaportes del Ministerio del Interior, es necesario para poder acceder a un determinado número de derechos como obtención de un pasaporte, matriculación en los establecimientos de educación superior, acceso a los cuidados médicos normales, obtención de la nacionalidad, entre otros.
el registro temporal: toda persona que permanezca en una ciudad más de tres días debe registrarse en el servicio de pasaportes.
Tanto los ciudadanos rusos como los extranjeros están sometidos a este sistema de doble registro; la ausencia de registro puede dar lugar a multas e incluso a la expulsión de los extranjeros del país. Sin embargo, en la práctica la mayoría de los refugiados o inmigrantes en Rusia, así como muchos migrantes del Cáucaso del Norte tienen muchas dificultades para conseguirlos, en especial en el caso del registro permanente. De hecho, el proceso implica que alquilan de forma legal su vivienda y que el propietario acepta registrarlos en su propiedad, lo que ocurre raras veces (si los propietarios aceptan alquilar a los extranjeros, en la mayor parte de los casos es sin declararlos). Vulnerables, los migrantes son las primeras víctimas de los controles realizados por la policía según el aspecto físico, y de las extorsiones de fondos para legalizar su situación. La existencia de agencias que realizan falsos registros fomenta aún más la corrupción y protege solo de forma parcial a las personas que recurren a ellas.
Por añadidura, los extranjeros que desean vivir en el territorio ruso deben asimismo obtener un permiso de residencia temporal, una vez que han presentado toda una serie de documentos sobre justificación de ingresos, certificado de salud, etcétera.
Desde el 15 de enero del 2007, se han establecido nuevos procedimientos simplificados. Los recién llegados a Rusia ya no tienen que solicitar un registro, simplemente deben informar al Servicio de las Migraciones o enviar un formulario especial por correo. La obtención de un permiso de residencia temporal también se ha simplificado, solo se necesitan la tarjeta de migración (que se entrega al pasar la frontera), un documento de identidad y un certificado de sanidad. Este mismo permiso de residencia serviría como permiso de trabajo.
Las ONG de defensa de los derechos humanos saludan este cambio a un sistema de declaración única. Al mismo tiempo, las multas que se aplican a las personas que no siguen estos trámites han aumentado. Por otra parte, es difícil saber cómo estas nuevas normas serán entendidas y aplicadas en la práctica y posteriormente será necesario realizar una evaluación de la situación para comprender los efectos de estos cambios. Sin embargo, las ONG rusas ya ponen de relieve el hecho de que estas nuevas normas sitúan en una situación delicada a las personas que residen desde hace años en Rusia y que se encontrarán en la misma situación que las personas que acaban de llegar al país.
Permiso de trabajo
Aunque las autoridades rusas afirman haber facilitado desde enero del 2007 la entrada y la residencia de los extranjeros, el acceso de los migrantes económicos al mercado de trabajo está por el contrario mucho más controlado. De hecho, las nuevas leyes adoptadas y en vigencia desde enero del 2007 modifican también el sistema de los permisos de trabajo. Hasta la fecha, existía un sistema de cuotas de mano de obra extranjera para los nacionales de países a los que Rusia exige un visado. Desde enero del 2007, las autoridades regionales y el gobierno federal pueden establecer cuotas para todos los migrantes económicos, tomando en consideración su ciudadanía, profesión y calificación. Para ese año, estas cuotas fueron fijadas en 6 millones de personas para los países con los que Rusia ha establecido un sistema sin visado y a un poco más de 300 000 para el resto.
Por otra parte, desde el 15 de enero del 2007, se tomaron medidas de índole discriminatoria en el comercio al por menor. La proporción de extranjeros que trabajaban en los mercados no debía superar el 40% y sin derecho a vender alcohol o medicamentos. Para un futuro cercano se preveía que los extranjeros ya no podrían trabajar bajo ninguna circunstancia en los mercados.
Estatuto jurídico de los refugiados / desplazados internos
En 1993 se votaron dos leyes, una sobre los refugiados y otra sobre los desplazados internos: el término de desplazado designa a los ciudadanos rusos que han abandonado su lugar de residencia debido a un conflicto de masas o por otro motivo; mientras que el término de refugiado concierne a los nacionales de otro país.
De hecho, solo una parte de los migrantes forzados se han beneficiado de estas leyes. La asociación Asistencia Cívica calcula que 4 millones de migrantes forzados llegaron a Rusia entre 1992 y 2003, de los cuales 1 400 000 recibieron el estatuto de refugiado o de desplazado, aunque algunos de ellos han perdido dicho estatuto posteriormente. Se debe tomar en consideración que las personas que obtuvieron el estatuto son sobre todo de origen ruso.
Obtención de la nacionalidad (ciudadanía rusa)
Según lo estipulado por la ley votada en 1992, los ciudadanos de la antigua URSS que residían de forma permanente en Rusia en aquel momento, obtenían de forma automática la ciudadanía rusa, de igual forma que los ciudadanos instalados después de 1992 y que no poseían otra nacionalidad. En abril del 2002, se votó una nueva ley sobre las nacionalidades, a la que se añadirá en junio del mismo año una ley sobre “la situación jurídica de los extranjeros”. El problema surge a partir del momento en que, para solicitar la naturalización, es necesario estar registrado “en el lugar de residencia permanente” mientras que muchos de los solicitantes cuentan únicamente con un registro temporal o ni siquiera están registrados. Además, las personas que desean obtener la nacionalidad rusa deben renunciar a su nacionalidad, un paso que muchos dudan en dar. Así, aunque algunos cientos de miles de personas reciben la nacionalidad rusa al año, otros miles siguen estando fuera del sistema. En el censo del 2002, 400 000 personas fueron declaradas apátridas y 1 300 000 no pudieron indicar su ciudadanía.
Migraciones y aumento de la xenofobia y las discriminaciones
El otoño del 2006 se convirtió en un momento decisivo tanto desde el punto de vista político como jurídico. Hasta ese momento numerosos informes y artículos habían puesto de relieve los ataques y los asesinatos racistas de los que eran víctimas los inmigrantes que trabajaban en Rusia, en particular en los mercados, teatro de acciones colectivas violentas de grupos de skinheads o de otros movimientos ultranacionalistas y militarizados, acciones que rara vez son llevadas ante la justicia. Pero la política oficial del Estado ruso no era abiertamente hostil a la inmigración. La situación se modificó con los conflictos interétnicos en Kondopoga, en Carelia, en septiembre, y posteriormente la crisis diplomática con Georgia, a finales de septiembre-principios de octubre de 2006, que se constituyeron en pretexto para el cambio de discurso y de política por parte de las autoridades rusas.
Desde entonces comenzó a decirse abiertamente que los trabajadores extranjeros son demasiado numerosos y se les designa como la causa principal de la dificultad que tienen los rusos para encontrar trabajo, en especial en los mercados, como lo muestra la nueva legislación. Un responsable del Servicio Federal de las Migraciones ha expresado la voluntad de imponer un límite importante a la inmigración de los “no rusos” al declarar que un porcentaje mayor al 20% de inmigrantes significa que se ha superado el umbral de tolerancia para la población “de pura cepa”.
Además de las dificultades para obtener una situación legal, los migrantes se topan con numerosos problemas para encontrar una vivienda. Lo anuncios “solo para rusos” o “negros abstenerse” son múltiples. Por otra parte, la hostilidad contra los inmigrantes es evidente; por mencionar solo una cifra, una encuesta del centro Levada realizada en noviembre-diciembre 2004 indicaba que el 58% de las personas encuestadas aceptaban la idea de que la administración de su ciudad o de su barrio prohibiera la residencia a las personas de origen caucásico o a las personas originarias de Asia Central. En octubre del 2005, el partido Rodina, en un anuncio electoral (finalmente prohibido), hacía un llamamiento para “limpiar la basura de Moscú”, aludiendo a los inmigrantes de cabello moreno.
El ambiente hostil generalizado en contra de los migrantes, alimentado en particular por los medios de comunicación y los partidos políticos, se nutre tanto de los estereotipos de la época soviética como de todos los que están relacionados con las nuevas amenazas. Muy a menudo se acusa a los migrantes de ser los responsables del aumento de la criminalidad, del tráfico de drogas, de la perversión de la población rusa (“nos roban a nuestra hijas y mujeres”), de vivir entre ellos, de no hablar su idioma, de no ser capaces de integrarse.
En aras de la “higiene” se les acusa de ser una amenaza para la salud de la población local (los inmigrantes en situación irregular no tienen acceso a los servicios de urgencia). Se les acusa también de desequilibrar el mercado laboral al aceptar salarios demasiado bajos y el mercado de los alquileres al pagar demasiado por el alquiler de sus viviendas. El fenómeno de la mendicidad aumentó de forma considerable a principios de los 90, se acusa a los “extranjeros” de mendigos y de vivir a expensas de la población rusa, de no trabajar. Se reprocha a los que trabajan de forma ilegal el no pagar impuestos, el envío de divisas a sus países de origen y por lo tanto de perjudicar el desarrollo de la economía.
Al mismo tiempo, se considera que la mayor parte de los inmigrantes trabaja en el comercio. Vistos como minorías “que tienen éxito”, se les acusa de favoritismo étnico y de clientelismo “contratando solo a las personas del mismo origen e impidiendo acceder al empleo a los rusos”, pero también de vender a precios muy elevados mercancía de mala calidad. Con el establecimiento en enero del 2007 de las cuotas que limitan la presencia de los extranjeros en los mercados y que prohíben que vendan productos “peligrosos” (alcohol, medicamentos), las autoridades dan crédito y legitiman aún más la idea de que los extranjeros podrían pervertir a la población, poner en peligro la salud y, por supuesto, ocupar el lugar de los rusos en el mercado laboral, tal y como lo demuestran los discursos pronunciados tras los acontecimientos de Kondoponga.
Las violencias racistas
Durante un prolongado tiempo, las violencias cometidas por los skinheads y los asesinatos racistas se multiplican, aunque en los años más recientes se observa una tendencia al decrecimiento. En el 2006 se registraron por lo menos 54 muertes por ataques racistas según el centro Sova, asociación antirracista. Dicho centro considera que, en el 2006, 520 personas fueron víctimas de ataques racistas y precisa que los datos no están completos. Según Amnistía Internacional, en el 2005 se habían producido 28 muertes y 336 agresiones por motivos raciales.
Determinadas ciudades, como San Petersburgo o Voronej, se han convertido en lugares en los que las agresiones y muertes ocurren de forma continua, ya se trate de miembros de la etnia romaní o de personas originarias de Asia Central, de otras partes de Asia, de África o del Cáucaso. El 21 de agosto del 2006, una bomba estalló en el mercado Tcherkizovskiy en Moscú, matando a más de 10 personas e hiriendo a otras 50. Según las investigaciones, los terroristas formaban parte de grupos nacionalistas y su objetivo eran los extranjeros (especialmente de Azerbaiyán) que trabajaban en el mercado. Las víctimas no pueden solicitar la protección de la policía (asimismo objeto de denuncias debido a las discriminaciones o violencias racistas), ni la de la justicia, muy a menudo especialmente clemente con los autores de los ataques racistas, quienes rara vez son considerados como tales.
El presidente Vladimir Putin solicitó en aquel momento que se fortaleciera el control de los mercados con miras a proteger “los intereses de los productores rusos y de la población rusa nativa” y denunció el control de los mercados por parte de los grupos nacionales “de índole nacionalista”. En el país, la policía se ha centrado en los comercios o empresas dirigidos por georgianos, controlando o cerrando una gran parte de ellos. Las personas de origen georgiano instaladas desde hace años en Rusia, donde han nacido, quienes en algunos casos poseen la nacionalidad rusa y no se consideran de ninguna manera migrantes, se han convertido, tanto al igual que los extranjeros “de pasaporte”, en el objetivo de las prácticas represivas de las autoridades. Por su parte, el Servicio Federal de las Migraciones ha declarado, además, que no decretará más cuotas que autoricen a determinados ciudadanos, en particular a los georgianos, a trabajar de forma oficial en Rusia.
A modo de conclusiones
En los últimos veinte años, Rusia ha sido protagonista de uno de los más grandes movimientos migratorios de la contemporaneidad. En un principio, hasta fines de los años 90, el país fue un destacado emisor, situación derivada de la profunda crisis política, económica y social que siguió a la desintegración de la Unión Soviética.
En la medida que se fue logrando un aceptable nivel de orden y estabilidad en el país y, sobre todo de recuperación económica, facilitada por los altos precios de los hidrocarburos en el mercado internacional, Rusia se fue tornando en país receptor de migrantes, lo que ha contribuido a disminuir los efectos de la aguda crisis demográfica que provocó la difícil situación de finales de los años 80 y de una buena parte de los 90.
En los últimos años, el gigante euroasiático exhibe parámetros migratorios muy similares a los de los países desarrollados occidentales. También existe gran coincidencia con el Occidente en la política migratoria oficial, que se caracteriza por ser notablemente selectiva y discriminatoria. En Rusia, como en Europa y los Estados Unidos, estas políticas han conducido a la violencia y la xenofobia contra los extranjeros, fomentando el auge y la beligerancia de posiciones nacionalistas extremas, si bien se observa que esta situación mantiene una marcada tendencia a la disminución en los años más recientes.