INTRODUCCIÓN
La migración para nuestro país tiene carácter histórico. Hasta 1930 la tendencia predominante en el fenómeno migratorio cubano era la recepción de inmigrantes de diferentes orígenes ―fundamentalmente europeos, por el proceso de conquista y colonización, los que a su vez trajeron un número importante de personas procedentes de África que fueron trasladados hacia nuestro país en condición de esclavos, y más adelante chinos, por solo mencionar algunos de los grupos étnicos más importantes que conformaron esa inmigración y a los que seguirían otros―.
Sin embargo, en el contexto de comienzos de la década de los años 30 de la pasada centuria, varios factores produjeron una inflexión en la tendencia antes descrita y Cuba se convierte en un país fundamentalmente emisor de migración, tendencia que se refuerza después del triunfo de la Revolución y que se mantiene aún en la actualidad, lo cual no niega que, incluso en este período, la sociedad cubana ha sido testigo de algunos procesos inmigratorios de gran relevancia. La inmigración proveniente de la antigua Unión Soviética entre los años 1960 y 1990 del siglo XX constituye un ejemplo de los más significativos en ese sentido, sin embargo, ha sido poco estudiada en nuestro país desde las ciencias sociales.
Ese flujo migratorio forma parte de la historia y de los lazos de amistad fraternal que han unido a ambos pueblos (Cuba y la URSS), y que tuvieron en el período mencionado su máximo esplendor. En ese contexto, las afinidades ideológicas y los convenios de colaboración en diversas esferas, produjeron un significativo intercambio de población en ambas direcciones, pertenecientes a diferentes grupos etarios, de ambos géneros y diversos grupos sociales, entre ellos muchas personas que fueron a estudiar a la extinta URSS a partir de las oportunidades de becas que se ofrecieron en el marco de los mencionados convenios de colaboración en la esfera educativa y también militar ―por solo mencionar las que más influyeron―, lo que propició la formación de parejas fundamentalmente de hombres cubanos con mujeres nacionales de esos países que terminaron por asentarse en Cuba. Los inmigrantes de ese origen que decidieron establecerse en Cuba y todavía hoy residen de forma permanente en la sociedad cubana ―entre los que predominan las féminas―, representan el segundo grupo en número después de los españoles (Prieto y Martínez, 2008).
El presente artículo refleja los resultados de un estudio de casos relacionado con el proceso de integración a la sociedad cubana de varias inmigrantes exsoviéticas, cuyos fundamentos metodológicos esenciales se presentan a continuación.
Fundamentación metodológica de la investigación
No hay dudas de que la sistematización de los estudios sociológicos contribuye a los diagnósticos de las realidades nacionales en aras de su perfeccionamiento. En ese sentido, los lineamientos rectores de la política económica y social del país promueven la realización de investigaciones sociales que permitan superar las carencias actuales que estos presentan en el orden teórico y metodológico en algunas áreas o líneas temáticas, entre las que pueden incluirse varias relacionadas con el fenómeno migratorio externo cubano y en particular las que tratan los procesos de inmigración hacia Cuba después de 1959.
La investigación que se propone está basada, en primer lugar, en la insuficiente visibilidad del fenómeno de la inmigración procedente de la región de Europa del Este y en particular de las repúblicas exsoviéticas en Cuba, pues si bien hay algunos antecedentes, su volumen no se compara con la amplitud de estudios científicos que abordan otros flujos migratorios, además de la escasa atención que reciben de los medios de comunicación en Cuba, de manera general.
La inmigración procedente de la Unión Soviética que arribó a Cuba en el período de 1960 a 1990 posee una significación sociológica aún por determinarse en toda su magnitud. La necesidad de dotar de un justo reconocimiento social a una colectividad que constituye uno de los más recientes componentes étnicos del pueblo cubano, así como conocer a través de sus relatos y experiencias todo lo referente al proceso de integración de esas personas a la sociedad cubana en el ámbito socioeconómico, político y cultural, reclama la realización de estudios como este.
A partir de estos elementos, se propuso la realización de un estudio de casos cuyo objetivo general fue: Analizar las características del proceso de integración a la sociedad cubana de un grupo de inmigrantes procedentes de la extinta URSS, que arribaron a Cuba en el periodo de 1960 a 1990 y que residen actualmente en La Habana; habida cuenta de que sus resultados no pueden generalizarse más allá de la muestra seleccionada, pero pueden arrojar algunas hipótesis que sirvan de base para futuras investigaciones sobre el tema.
Teniendo en cuenta el objeto de estudio, los objetivos de la investigación y los presupuestos teóricos y metodológicos, el trabajo respondió a una investigación de tipo descriptivo-analítica, en la que se analizaron las características del proceso de integración1 a la sociedad cubana de las inmigrantes rusas procedentes de la entonces Unión Soviética que arribaron a Cuba en el período de 1960 al 1990, con residencia actual en La Habana.
Las características del mencionado proceso fueron obtenidas a partir de las narraciones de las entrevistadas, quienes de manera retrospectiva aportaron su percepción sobre el proceso migratorio, inserción y posterior integración en diferentes dimensiones de la sociedad cubana. Especial interés revistió explorar sus propias valoraciones relacionadas con la existencia de sentimientos de pertenencia e identificación con Cuba, lo que constituyó un indicador de gran utilidad para comprender hasta qué punto se sienten integradas a nuestra sociedad.
Técnicas utilizadas para la recogida de la información
Entrevista en profundidad (semi-estructurada): Esta constituyó en el presente estudio de casos la técnica fundamental para la recogida de la información. Fue realizada a las propias inmigrantes objeto del estudio de caso, dentro de sus hogares, pero sin la presencia de otras personas, para garantizar que se sintieran en su ambiente natural y al mismo tiempo no hubiese presencia de terceros que pudieran inhibirlas de expresar determinados criterios. El uso de esta técnica permitió, por tener el estudio un enfoque cualitativo y requerir de un profundo análisis, tener en cuenta la subjetividad de sus protagonistas e indagar las diferentes posturas de estas respecto a su proceso de integración en la sociedad cubana. Al ser un acto de interacción personal (cara a cara), permitió la recolección de información a través de la comunicación verbal y no verbal.
Entrevista a experto: Este tipo de entrevista se utilizó para obtener una perspectiva científica respecto a determinados conceptos de gran utilidad para la investigación, a partir de la experiencia acumulada por la experta entrevistada en investigaciones relacionadas con el fenómeno migratorio y los procesos de integración desde una perspectiva sociológica, con énfasis en la mirada sociocultural.
La utilización de esta técnica permitió aumentar el conocimiento sobre algunas definiciones importantes en el análisis de los procesos de incorporación de inmigrantes en contextos de recepción. La experta entrevistada fue la Msc. en Sociología Ana Niria Albo Díaz, especialista del Programa de Estudios sobre Latinos de Casa de las Américas, con gran experiencia teórica y empírica en el estudio de los procesos socioculturales y la integración de diferentes grupos étnicos en sociedades receptoras.
-Observación no participante: En el caso específico que nos ocupa, se desarrolló una observación no participante y no encubierta, con el objetivo de complementar otras técnicas, teniendo en cuenta aspectos tales como: presencia de elementos típicos de la cultura rusa en el hogar o en la propia entrevistada, hábitos, comportamientos, así como aspectos de la comunicación ―verbal y no verbal― que pueden ser apreciados a simple vista, sus habilidades lingüísticas, entre otros. La misma se llevó a cabo durante el momento de la entrevista en profundidad en los hogares.
Criterio de selección muestral y muestra
Se utilizó un muestreo no probabilístico o intencional porque la selección de los elementos se hizo sobre la base de criterios o juicios del investigador, tomando en cuenta además la dificultad para acceder a las fuentes de datos referidos a las inmigrantes rusas en Cuba. En este caso una de las investigadoras, por medio de sus contactos personales, accedió a la muestra apoyándose en un comienzo en un informante clave (la pastora de la Iglesia rusoparlante), y utilizando además la técnica bola de nieve para seleccionar otros casos.
Se trató de una muestra por casos tipos debido a que el objetivo de este trabajo era la riqueza, profundidad y calidad de la información, no la cantidad ni estandarización (Sampieri, 2010). De esta forma solo se pudieron aportar posibles tendencias que no son representativas para el total de la población de inmigrantes exsoviéticas en Cuba, lo que no niega la validez del estudio de casos.
A partir de lo antes expuesto, y teniendo en cuenta el objetivo general de la investigación, se conformó una muestra de inmigrantes exsoviéticas que cumplieran con los siguientes requisitos: que ostentaran la condición de ciudadanas rusas en el momento de la investigación, que inmigraran a Cuba desde la entonces URSS entre los años 1960 y 1990, y que en el momento de la entrevista residieran en La Habana ―dadas las limitaciones de recursos para realizar un estudio de campo fuera de la capital, donde también reside la investigadora―. Atendiendo a esos criterios previamente establecidos, y tomando en cuenta el criterio de saturación de la información ―una vez que comenzaron a reiterarse las mismas tendencias y no aparecían nuevos hallazgos―, la muestra resultó estar integrada por 10 casos.
Este tipo de investigación cualitativa por esencia es inductiva, es decir, no parte de hipótesis preconcebidas, sino que las genera a partir de los datos recopilados durante la investigación, por tanto, más que conclusiones definitivas, de su análisis se podrán derivar hipótesis para futuros estudios.
DESARROLLO
Caracterización sociodemográfica de las inmigrantes exsoviéticas que integraron la muestra
Como se ha indicado antes, para la presente investigación se seleccionó una muestra intencional que estuvo compuesta por 10 inmigrantes ex-soviéticas, rusas,2 de primera generación, con residencia actual en la provincia de La Habana, que hubiesen arribado a Cuba entre 1960 y 1990, en las que se analizó su proceso de integración a la sociedad cubana.
Pero, primeramente, se exploraron los rasgos sociodemográficos de las féminas que formaron parte de la muestra del estudio de casos.
Como antes se ha mencionado, la selección únicamente de mujeres o representantes del sexo femenino para la presente investigación constituyó un criterio determinante en la selección muestral, no obstante resulta válido aclarar que esta decisión fue tomada partiendo de que la mayoría de los matrimonios mixtos que se conformaron en la antigua URSS o que se consolidaron en Cuba a partir de parejas allá establecidas, se trata de matrimonios conformados esencialmente por hombres cubanos y mujeres en ese entonces soviéticas (Prieto y Martínez, 2008).
Así como todas las entrevistadas son féminas, respecto al color de piel también la totalidad son blancas, lo que predomina como rasgo racial entre las inmigrantes de ese origen, de primera generación.
En cuanto al lugar de nacimiento, cuatro de ella declararon haber nacido en Ucrania, una en Bielorrusia y los cinco restantes en diferentes ciudades de la Federación Rusa actual ―una en la capital Moscú, y las otras en Transkaya, Sanct Petersburgo, Sverlovsk y Cúbishev, respectivamente―. Pero el lugar de nacimiento no precisamente en todos los casos es el lugar de procedencia. No obstante, todas poseen en la actualidad la ciudadanía rusa.
Para dar cumplimiento adecuadamente a los objetivos planteados al inicio del estudio, las restantes características sociodemográficas de las inmigrantes exsoviéticas que formaron parte de la muestra estudiada, se exploraron con respecto a dos momentos: el de su llegada a Cuba, y en la actualidad.
La edad declarada por las entrevistadas está comprendida actualmente entre los 52 y los 78 años, siendo la mayor la que nació en 1940 y la menor la que nació en el año 1966. Con respecto al momento de llegada ―y de acuerdo con lo manifestado por ellas―, sus edades oscilaban entre 21 y 37 años, predominando las que se encontraban entre los 21 y 26 años ―siete de los casos― y solo tres se encontraban entre las edades de 30 a 37, contando estas con 30, 34 y 37 años respectivamente cuando arribaron a Cuba.
El nivel educacional de las inmigrantes de la muestra a su arribo a Cuba, de acuerdo con lo planteado por estas, se conformaba de la siguiente manera: 6 de ellas eran Técnico Medio, tres poseían ya nivel universitario y solo una tenía apenas noveno grado. De las seis con nivel técnico, tres no tenían la edad correspondiente para haber cursado algún otro curso superior, siendo estas de 21, 22 y 23 años. No obstante, para el resto de las entrevistadas la variable edad no influyó en su nivel académico, ni tampoco para el grupo en general influyó en dicho aspecto el lugar de procedencia. Este es el comportamiento a nivel de la muestra, la cual no es representativa, por lo que a nivel de toda la población de inmigrantes rusas en Cuba pudieran mostrarse tendencias diferentes, pero no se pudo acceder a esa información. En la actualidad, son cinco las que afirman que poseen nivel universitario, cuatro mujeres afirmaron que son técnico medio ―dos de ellas ascendieron al nivel superior ya residiendo acá― y la otra plantea que se mantuvo con noveno grado. En general, se conoció por ellas que se superó en dos casos el nivel educacional entre las féminas entrevistadas.
Respecto a las profesiones y ocupaciones que reconocieron haber desempeñado en su país de origen hay gran variedad. Dos de ellas declararon que eran licenciadas en Economía, pero una de ellas dijo que trabajaba como traductora e intérprete, mientras la otra afirmó que sí ejercía su profesión. La tercera graduada universitaria explicó que era Ingeniera en Telecomunicaciones y que se desempeñaba como tal. Las especialidades de las que dijeron haberse graduado las que poseían nivel de Técnico Medio todas eran diferentes: diseño industrial, comunicación y elaboración textil, equipos de control y automática, mecanización y automatización en elaboración de la correspondencia, electrónica, y enfermería ―una en cada caso―. Una sola tenía como oficio el de operadora de compresora.
Al llegar a nuestro país, siete de ellas ―de acuerdo con su declaración― al parecer se insertaron en las mismas ramas de su profesión, incluso al mismo nivel, con excepción de una que era técnico medio en elaboración textil y confiesa que se desempeñó a partir de entonces como costurera desde su casa. De las tres restantes, una explica que no pudo insertarse ―aunque le hubiese gustado― en la especialidad que había estudiado y desempeñaba antes de venir, ya que en nuestro país había un atraso en cuanto a mecanización y automatización en elaboración de la correspondencia, que era su especialidad, y tuvo que readecuarse trabajando en un área similar ―el correo postal― pero desempeñando otras funciones, aunque acordes también a su nivel educacional. Las otras dos no se emplearon en ocupaciones relacionadas con la especialidad en la que se habían formado ―según ellas mismas reconocen―, no porque no pudieran desempeñarse en su profesión, sino porque escogieron la opción que les dio el gobierno cubano de trabajar como profesoras de lengua rusa en la enseñanza secundaria o en preuniversitario.
Actualmente, de las siete que son jubiladas, dos aún trabajan por su cuenta ―una como doméstica y la otra como maestra de ruso―. De las tres restantes, una es ama de casa y las otras dos como no se encuentran todavía en edad de jubilación se mantienen activas laboralmente ―una como gerente de la cadena de tiendas TRD Caribe y otra como especialista en calidad―.
Debe destacarse que, en comparación con los resultados de otros estudios, como los de Portes y Rumbaut (2001), Levine (2007), Rodríguez (2006), los cuales muestran que determinados grupos de inmigrantes que arriban a países más desarrollados ―entre ellos varios de Europa o los Estados Unidos― en no pocos casos pierden la posibilidad de seguir sus carreras o mantener su nivel académico, teniendo que empezar muchos en puestos laborales muy por debajo de su nivel de calificación. Afortunadamente esa no fue la experiencia de las entrevistadas de la muestra al llegar a Cuba, ya que ellas tuvieron a su favor no solo la oportunidad de poder continuar desempeñando su profesión, sino de hacerlo, incluso, antes de dominar completamente el idioma español y sin exigírsele como requisito la homologación de título. Esto, indudablemente, se corresponde con la política social de la revolución cubana en las esferas laboral y educacional, pero también en función del logro de la igualdad de género, ya que su condición femenina no las limitó en sentido alguno.
Respecto a la situación conyugal, la formalización de la relación otorga legitimidad social a la voluntad de constitución de una familia en el país de destino. Esta es otra de las características que singularizan la trayectoria migratoria de unas mujeres que vienen con el objetivo de formar su familia de procreación (Roca et al., 2008).
En el presente estudio, seis de las entrevistadas declaran haber llegado ya casadas con cubanos, y cuatro vinieron comprometidas para casarse. Actualmente solo cuatro de ellas manifiestan que se mantienen casadas con esas personas con las que formaron pareja en un inicio. Cinco declararon haberse divorciado y la otra explicó que por un trágico acontecimiento enviudó apenas 3 años después de casarse, pero aun así decidió quedarse por su hija en Cuba. Estas seis actualmente se encuentran sin pareja. Otros detalles en cuanto a sus relaciones posteriores al divorcio serán abordados más adelante.
En la totalidad de los casos analizados, indudablemente se concibió un proyecto de relación conyugal, produciéndose una migración que tenía como motivación principal la formación de una familia.
Cuatro de las inmigrantes llegaron ya a nuestro país con hijos y/o hijas de anteriores matrimonios, de las cuales dos habían tenido un hijo de su matrimonio anterior ―con ciudadanos soviéticos― y otro hijo de su esposo cubano ―ambos nacidos allá―. Otras dos tenían solo un hijo e hija de su primer matrimonio, respectivamente. Esos hijos primogénitos nunca obtuvieron la ciudadanía cubana: actualmente tres son ciudadanos rusos, y el otro, ciudadano “americano” (estadounidense), porque antes de la desintegración de la URSS emigró hacia los Estados Unidos.
Proceso de integración a la sociedad cubana de las inmigrantes exsoviéticas del estudio de casos
Migración y asentamiento inicial en Cuba
La llegada de las inmigrantes exsoviéticas a Cuba comienza a partir del año 1964 aproximadamente. No es un dato exacto, pero teniendo en cuenta que las primeras becas de estudio para los cubanos se iniciaron en 1961 sumando los 3 o 4 años de duración, podría darse la posibilidad que ya por esa fecha se estuvieran conformando parejas entre personas de ambos pueblos. Y las inmigrantes del presente estudio de caso son precisamente el resultado de dichas uniones. Parafraseando a Jordi Roca, Montserrat Soronellas y Yolanda Bodoque (2011), puede decirse que “el amor romántico” fue la motivación principal que las condujo a entablar y consolidar su relación.
Precisamente la motivación principal de las mujeres de nuestro estudio de caso para migrar a Cuba ―tal como ellas lo manifestaron en sus entrevistas―, fue la formación de una familia o el establecimiento de una relación conyugal en el país de destino. En tal sentido, refieren que lo que las estimuló a la aventura migratoria fue el amor y el posterior establecimiento de una familia.
De las 10 inmigrantes rusas que conformaron la muestra de este estudio de casos, la que más tempranamente arribó a nuestra tierra lo hizo en el año 1966, seguida por otra que llegó en 1969. La mitad de las entrevistadas arribaron en los años 70’s (en el 70, 74, 77 y 78 respectivamente), y otras tres en la década de los 80’s (años 80, 84 y 89 respectivamente). A partir de esa información puede comprenderse que el contexto de llegada de cada una era diferente, o al menos de las que llegaron en las diferentes décadas, en particular la situación socioeconómica que había en el país en los años 60 no era igual a las de los años 70’s, ni a la de los 80’s.
Para cualquier emigrante dejar su país natal es bien difícil pero aún más cuando tienen que dejar seres queridos muy allegados como padres e hijos. La pena y el dolor de dejar esas personas tan preciadas, forma parte de las experiencias de las mujeres entrevistadas en la presente investigación.
En el estudio de casos realizado, nueve de esas mujeres declararon haber dejado atrás a sus padres ―algunas a ambos y otras al menos a uno de ellos―, y también nueve expresaron que dejaron allá hermanos y hermanas, tres de ellas mencionaron a tíos o primos, y una dice con pesar que al venir dejó a su hijo, que había comenzado sus estudios en la universidad. Los sentimientos de nostalgia y pérdida por la separación de los familiares que quedaron en el origen se reflejaron en las palabras de varias de esas mujeres migrantes. Un caso muy ilustrativo es el siguiente: “Mis padres los dejé jóvenes y fuertes, que no pensé que iban a envejecer.” (Entrevistada #9). Cuando la madre de esta entrevistada falleció, ella tuvo que ocuparse de su papá, trayéndolo a vivir a Cuba, pero este después de un tiempo no se adaptó y decidió regresar.
Seis de las entrevistadas aclaran que viajaron solas, ya que en la mayoría de los casos los novios o esposos vinieron delante para preparar las condiciones para su llegada, y/o porque así lo requería su condición militar. Dos explicaron que vinieron con sus hijos ―una de ellas incluso embarazada―, y solamente dos viajaron con sus esposos ―una de las cuales también trajo a su hijo con ellos―.
La mitad de las rusas de la muestra explican que habían estudiado con cubanos, por lo tanto, se relacionaban y tenían una idea previa de Cuba ―ya fuese por el contacto directo o por lo que les podían contar acerca del país y los cubanos―. Las que no habían estudiado con cubanos, igual afirman que tenían la posibilidad de compartir con los amigos de sus novios o esposos. Todas coincidieron en que las referencias del país y los cubanos también les llegaban a través de los medios, lo cual es lógico, pues se está analizando un período donde existían lazos muy estrechos entre ambos países, sus respectivos gobiernos y pueblos.
Se mencionaron diferentes adjetivos que, según las entrevistadas, caracterizaban al cubano de acuerdo a cada experiencia en particular, entre ellos: buenos, amables, amistosos, alegres, nobles, unidos, familiares, patrióticos, gente de bien. Respecto al país, las inmigrantes de la muestra aseveran, en sentido general, de uno u otro modo, que la imagen que prevalecía era la de la Cuba solidaria y dos agregaron que, con una situación difícil, aludiendo a las dificultades económicas.
Ninguna de las rusas entrevistadas había visitado Cuba antes de decidirse a venir definitivamente. No obstante, seis mujeres declaran que sí tenían conocidos en el país desde antes de venir acá ―no eran más que los propios compañeros de estudio en tres casos, compañeros o amigos del esposo con los cuales compartían cuando todavía estaban en la URSS, y para otra de las entrevistadas, compañeros de trabajo representantes de la UNEAC―. Estos conocidos no necesariamente formaron parte de las redes de apoyo que les facilitaron su inserción en Cuba. Solo dos de esas inmigrantes sí reconocieron el apoyo de aquellos en ese sentido ―la entrevistada #4 y la #10―. Las restantes cuatro entrevistadas aseguraron que no tenían otros conocidos en Cuba.
En cuanto a las expectativas y su relación con la inmigración hay que destacar su importancia en el proceso de integración. Algunos investigadores (entre ellos Ahn y Mochón, 2007) han demostrado en sus trabajos que las expectativas tienen un efecto significativo sobre el nivel de satisfacción de los individuos y que su impacto en la felicidad es sustancial. Por lo tanto, la dirección que tomen las expectativas es importante en la adaptación de las personas inmigrantes.
Se preguntó a las entrevistadas sobre sus expectativas relacionadas con lo que sería su nuevo hogar. En sentido general, ya porque eran muy jóvenes, o porque estaban enamoradas, sus expectativas no eran nada ambiciosas, pues su principal motivación era estar al lado de su pareja y comenzar una nueva vida juntos, cuestión en la que el lugar solo era importante ―según ellas declaran― en tanto fuese aquel en el que pudieran construir una nueva vida y una familia con sus compañeros sentimentales. Esto de alguna manera podría resultar una ventaja para la acomodación y la aceptación de la situación a la que tuvieran que enfrentarse en los inicios ya que, al no plantearse expectativas demasiado elevadas, pudiera pensarse que no tenían por qué experimentar sentimientos de gran frustración ante algunos obstáculos o inconvenientes. No obstante, la mayoría (9) declararon sentir el deseo de retornar a su país en algún momento, por razones de insatisfacción, divorcio, choque cultural, entre otras.
Al encaje y adaptación a la red social del esposo, debe sumársele la acomodación de ellas a una sociedad de acogida que es percibida y valorada como muy distinta a la de procedencia (Roca et al., 2008). Los primeros recuerdos de la llegada se conservan durante mucho tiempo y tienen un efecto en el futuro. Una emoción positiva en los primeros días después de llegar puede ayudar a las personas a ver las nuevas circunstancias con menos prejuicios, mientras que una llegada acompañada de emociones negativas les podría hacer más desconfiadas ante su nuevo entorno.
En el caso de las inmigrantes rusas que formaron parte de la muestra, entre lo que reconocen como dificultades iniciales, cinco de ellas señalan las diferencias en el clima. La comida también fue una cuestión “difícil” para cinco de ellas, que así lo expresan. Pero a pesar de lo difícil que podría haber sido acostumbrarse a los nuevos sabores tropicales, muchas llegaron a amarlos: “No entendía arroz con frijoles sus comidas principales, entonces rechacé al principio sin probar, pero cuando lo probé poco a poco… después maravilloso, como todo lo hecho en Cuba” (Entrevistada #1).
La barrera del idioma (en un caso), así como las dificultades económicas en comparación con la situación de su país en aquel momento y las necesidades percibidas por ellas ―de lo que se hicieron dos menciones―, fueron otros de los aspectos que ―según declaran las entrevistadas― “les chocaron” al llegar.
El idioma es un elemento fundamental en cualquier configuración cultural e identitaria, de ahí que las barreras relacionadas con la falta de habilidades para comunicarse inicialmente en la lengua de la sociedad receptora, sean de las que más afectan los procesos de inserción y, por ende, deberán ser superadas para lograr la integración de los inmigrantes a esa sociedad.
Otro aspecto analizado son las primeras impresiones respecto al país o los cubanos. Casi todas las mujeres de nuestro estudio de caso ―nueve de las diez―, hicieron alusión de una u otra manera a la forma de ser que según ellas poseían los cubanos o al menos aquellos con los habían tenido contacto: amables, buenas y bellas personas, abiertas, sinceras, amistosas, cariñosas, risueñas, llenos de esperanza ―muchas de estas características coinciden a su vez con las referencias que habían tenido antes del viaje―, pero también algunas mencionan que poseían una forma de hablar y pensar diferente a la de su país de origen.
Además, la mitad de las entrevistadas hizo alusión al modo o estilo de vida de algunos cubanos que les llamó mucha la atención o simplemente no les simpatizó en los primeros momentos: convivir con la familia extensa, hacer visitas sin antes anunciarse, y la forma de relacionamiento más abierta de los cubanos y en particular entre vecinos, a lo que ellas no estaban acostumbradas, pero al que la mayoría terminaría adaptándose con el paso del tiempo.
En cuanto al primer lugar de residencia en Cuba, tres de las inmigrantes al inicio residían fuera de la capital: una en un área rural de Matanzas, otra en Moa y la tercera en Holguín, pero cada una de ellas en diferentes momentos realizaron cambios de residencia hasta que actualmente viven dos en El Vedado y una en el Cotorro, respectivamente ―todas en La Habana―, lo que coincide con uno de los criterios en los que se basó la selección muestral. Este tipo de movilidad ―en particular la migración interna de otras provincias hacia la capital― es una tendencia muy común en el fenómeno migratorio cubano, aunque no exclusivo de nuestro país.
De las otras siete que desde el principio se establecieron en la capital cubana, solo dos han mantenido hasta el día de hoy su residencia en el mismo lugar específicamente. El motivo del cambio de residencia en esos casos fue muy variado ―de acuerdo con sus opiniones―, pero la tendencia predominante estuvo representada por las mujeres cuyos cónyuges eran militares, a los cuales su organismo les entregó una vivienda un tiempo después de su regreso al país.
El sistema de apoyo social en los primeros momentos de la inserción ―como lo plantean Martínez et al. (2002)― ocupa un lugar destacado entre los factores que explican el éxito del proyecto migratorio y la integración en la nueva sociedad. Además de incrementar la sensación de predictibilidad, estabilidad y control, supone una ayuda efectiva en la satisfacción de necesidades y participa en el desarrollo de la identidad social y los sentimientos de pertenencia. Y eso también fue explorado y corroborado en los testimonios recogidos. El apoyo social puede surgir de varias fuentes incluyendo familia, amigos y conocidos. En este estudio de casos, nueve de las diez entrevistadas hicieron referencia a que su apoyo inmediato fundamental en los primeros momentos fue algún miembro ―o la familia en general― del esposo, dos de ellas reconocieron, además, el respaldo de sus amigas rusas, otros compatriotas y/o compañeros de trabajo. Solamente una declaró haber contado solo con el apoyo de algunas de las amistades del esposo. En sentido general, se constató el rol de diferentes personas, redes familiares y de amigos que facilitaron su inserción inicial y paulatina integración a la sociedad cubana, lo que ratifica el rol de las redes en cada una de las etapas del proceso migratorio ―incluida la inserción e integración en el destino―.
La mayoría de las inmigrantes de la muestra expresan en las entrevistas que no han percibido discriminación hacia ellas por parte de la población autóctona. Es lo que afirman nueve de las entrevistadas, aunque de ellas dos agregan que se sintieron un poco rechazadas, una por la suegra, y otra por alguien en el trabajo, pero esto no cambia la percepción general que tienen respecto a lo antes planteado. Solamente una responde en sentido afirmativo, ya que expresa haber sentido o sufrido alguna forma de rechazo o discriminación en el Período Especial por parte de algunas personas en Cuba ―que indistintamente― se manifestaban de forma negativa hacia los inmigrantes rusos, responsabilizándoles de cierto modo por la situación que el país estaba atravesando.
Esta sensación de ausencia o manifestaciones muy aisladas de rechazo está relacionada con la inexistencia en la sociedad socialista cubana de un sentimiento xenófobo enraizado, ni mucho menos actitudes de exclusión o marginación contra los inmigrantes, como sí ocurre en otros contextos. De forma general, no hubo ningún testimonio negativo en cuanto al criterio que tienen las entrevistadas respecto a la acogida que percibieron por parte de los cubanos hacia ellas. Cuatro calificaron la acogida de “muy buena” (Entrevistadas #1, 3, 8 y 10), cuatro como “buena” (Entrevistadas #2, 4, 5, 6), otra señala haber recibido “mucho apoyo” (Entrevistada #9) y solo una lo valora como “normal” (Entrevistada #7).
Resulta interesante en este punto el análisis del contexto socioeconómico de nuestro país, sumado al marco legal que establece los derechos y deberes de los residentes permanentes ―condición a la que pertenecen las integrantes de la muestra objeto de estudio―. Hablar de “trato preferencial” como experiencia en la vida de inmigrantes es algo bastante escaso en la literatura, sin embargo, el caso de Cuba parece constituir en ese sentido una excepción, si bien las entrevistas arrojaron como resultado el predominio de un trato preferencial para ese grupo más a nivel estatal que a nivel social, como se explicará más adelante. Las que hicieron uso ―para decirlo de algún modo― de esta situación ventajosa, declaran que fue de gran ayuda su condición de ciudadanas extranjeras residentes permanentes en Cuba y que se sentían en ventaja en comparación con los autóctonos en ciertos aspectos, en momentos históricos concretos. Por ejemplo, cuando en Cuba estaba penalizado el dólar y en las tiendas en divisa solo podían comprar extranjeros y diplomáticos, oficialmente las rusas residentes no tenían el derecho, pero como poseían pasaporte extranjero podían de algún modo a consideración permitírsele hacer compras. El derecho a comprarse un carro, un teléfono fijo o móvil, contrato de internet ―en diferentes momentos―, fueron algunos de los privilegios mencionados por las entrevistadas que, aunque no todas hicieron uso de ellos, reconocen que tenían a su alcance. También tenían la posibilidad de viajar a su país en barco en moneda nacional cada cierto tiempo ―este no pudo precisarse con exactitud, ya que el dato varió en los diferentes testimonios, oscilando entre cada 2 a 5 años―. Dos de las entrevistadas plantearon no haber percibido trato preferencial alguno, al sentirse simplemente “como una cubana más” (Entrevistada # 2).
La Entrevistada # 5 aseveró: “El cubano cuando ve a un extranjero siempre lo trata con un cariño… y lo tratan muy bien”. Esto contradice absolutamente la manera en que tradicionalmente se ha reflejado en el ámbito académico, tanto en el plano teórico como práctico, la relación inmigrante vs autóctono.
Las inmigrantes rusas objeto de estudio perciben, de manera general, sentimientos de aceptación y bienvenida por parte de la sociedad cubana, tanto de personas más cercanas a su entorno familiar como de aquellas que no conocían del todo, en lo cual influyó mucho el contexto histórico-social en el que arribaron. Este ambiente de aceptación también está marcado por la ausencia o manifestaciones aisladas de rechazo o marginalización percibidas por las mismas.
El proceso de integración en la esfera socioeconómica
Incorporarse a la sociedad de llegada es el resultado de dos procesos: uno, más bien consciente y voluntario, que conduce a los inmigrantes a participar en la vida social, la económica y la política local y a aceptar sus reglas a fin de lograr sus objetivos, es decir, a mejorar sus condiciones de vida; el otro, más bien inconsciente e involuntario, que los lleva a adoptar modos de ser y hacer que modifiquen su comportamiento en el espacio público y familiar. Estos procesos se dan simultáneamente en el lugar de trabajo, en el barrio, así como en asociaciones de todo tipo.
La esfera educacional
El objetivo específico a que responde este subepígrafe fue analizar la trayectoria en la esfera educacional de las inmigrantes rusas en Cuba desde el momento de su arribo hasta la actualidad, como parte de su proceso de integración a nuestra sociedad; destacando a partir de su formación educacional de origen, a qué tipos de cursos o especialidades tuvieron acceso aquí ya fuese por elección propia y/o debido a las oportunidades educativas que se les presentaron; o si desde otro ángulo experimentaron dificultades u obstáculos en esa esfera; si lograron superar su nivel educacional, entre otros aspectos.
Según Schuerkens (2005 en Lukk, 2012) los inmigrantes con mejores niveles de formación normalmente tienen más posibilidades para integrarse en la sociedad del país de acogida. Pero esta afirmación no necesariamente se cumple en todos los casos, pues ello depende también de otros factores. Por ejemplo, en la investigación desarrollada, si bien es cierto que predomina la tendencia de que las inmigrantes que poseían nivel educacional alto y una formación profesional previa en su país de origen encontraron mejores posibilidades de empleo en su especialidad al llegar a acá, también se constató que todas las que así lo desearon tuvieron la oportunidad de superarse, porque en nuestro país el acceso a la educación no constituye una barrera o limitante, todo lo contrario, existe un amplio abanico de oportunidades y una política dirigida a estimular la superación cultural, técnica y profesional de las personas, lo cual se pudo corroborar a través de las propias declaraciones de las entrevistadas.
Adicionalmente, el elevado nivel educacional que alcanzaron en su propio país se corresponde con las oportunidades existentes también allí, el nivel de desarrollo y bienestar alcanzado por la extinta Unión Soviética en aquel contexto, en el cual las féminas tenían también amplias posibilidades de desarrollarse en el ámbito educacional y profesional, incluso en especialidades técnicas, como lo demuestran sus respectivos perfiles profesionales.
Pero resulta de suma importancia la amplia gama de cursos de superación y/o carreras a las que las entrevistadas accedieron posteriormente, en diferentes momentos, durante su vida en Cuba, dependiendo la inclinación hacia estos de factores tales como: el perfil de su profesión, o por el contrario la inexistencia de su especialidad aquí, lo cual obligó a alguna de ellas a cambiarla, por elección propia, a partir de propuestas facilitadas por el gobierno, entre otros.
A excepción de una entrevistada que no cursó estudios porque, según ella, “no tenía la capacidad” para hacerlo, y debido a eso se mantuvo con nivel secundario y clasificación ocupacional de obrera, las demás participaron en uno o más tipos de cursos ―acorde a su ocupación y/o con propósitos de superación―. A todas les fue reconocido el nivel educacional alcanzado en su país de origen. Dos cursaron la Licenciatura ―por lo que elevaron su nivel educacional― y otra un Diplomado, oportunidades y logros educativos que a su vez les facilitaron la inserción y movilidad en el mercado laboral, paso decisivo en el proceso de integración de cualquier individuo o grupo a la sociedad.
Respecto a si confrontaron algunas dificultades u obstáculos al iniciar esos estudios, siete declararon que no, dos reconocieron haber confrontado dificultades con el dominio del idioma ―elemento de crucial importancia para poder integrarse en una sociedad y cultura―, y otra de ellas declaró las dificultades con el transporte para trasladarse.
La esfera laboral
Una incorporación exitosa a la sociedad de acogida puede ser medida, entre otros aspectos, por la inserción laboral. Al respecto Gualda (2007) manifiesta que la inserción laboral no sólo depende de las condiciones del mercado de trabajo o el contexto jurídico de referencia para los extranjeros, aunque sin dudas estos factores intervienen en gran medida. Son importantes también, aspectos como las redes sociales en que ellos se ubican o las mismas características personales y familiares.
Entre las primeras ocupaciones en Cuba de las mujeres entrevistadas, se encontraban las de instructora o profesora (3 casos), operadora compresorista (1 caso), ingeniera en telecomunicaciones (1 caso), operadora depuradora de gases (1 caso), enfermera (1 caso), técnico en la Dirección Nacional del Ministerio de Comunicaciones (1 caso), económica (1 caso), y costurera desde su domicilio (1 caso).
“Cuando llego a Cuba el gobierno revolucionario de este país ―y esto es muy importante―, a todas las ciudadanas rusas que teníamos instrucción superior y para quien el idioma ruso era el idioma natal, nos dio la posibilidad de incluirnos en el trabajo como profesoras.” (Entrevistada #1)
Las desigualdades de género y la presencia de rasgos de machismo que aún subsisten en una parte de las familias en Cuba, se evidencia claramente en el caso de la que no logró incorporarse a la vida laboral porque el esposo se lo impidió: “…mi esposo no quiso que yo trabajara. Me he desempeñado como costurera en mi casa. Y para mantener a mis hijos, después de la separación, también hacía negocitos, vendía cosas, así…” (Entrevistada #3)
También afloran aquí otras estrategias que ponen en práctica algunas personas y familias en Cuba ―y a las cuales la mujer se ha incorporado con un rol activo― para satisfacer sus necesidades económicas. Y no es este el único caso de la muestra donde las mujeres han sido en determinado momento el sustento económico principal de su hogar.
Como afirma Alberich (2006 en Lukk, 2012), las redes informales actúan como mecanismo fundamental en la transmisión de información sobre un empleo, así como de mediación para la obtención de aquel.
“Yo nunca tuve problema para encontrar trabajo, porque mis amistades me recomendaban y me lo facilitaban, incluso por querer ayudarme me proponían para ocupar plazas buenas con cargos de dirección con salarios más altos, pero yo no aceptaba porque no tengo nivel tan alto. Y eso pasaba porque me gusta el trato con las personas, porque era buena trabajadora… por mi personalidad… me querían ayudar.” (Entrevistada #5).
Cuatro de las féminas de la muestra refieren que se incorporaron a trabajar prácticamente al arribo o a los pocos meses de estancia, dos al año, y tres transcurrido un período de tres a cuatro años de residir en Cuba. Incluso algunas de ellas sin dominar completamente el idioma.
En general, la inserción laboral no es percibida como un problema para las inmigrantes rusas entrevistadas. Las nueve que se incorporaron a la vida laboral activa, aseguraron no haber presentado dificultades u obstáculos significativos para su inserción y consiguiente adaptación al medio laboral. Aunque solo dos de las entrevistadas evidenciaron una movilidad ascendente en sus trayectorias laborales en cuanto a puestos o cargos ocupados, y esto fue favorecido por los cursos de de superación o capacitación que ellas pasaron. Una ocupó y otra ocupa cargos administrativos, la mayoría no ―en unos casos explicaron que no les interesaba o no aceptaron, y en otros que no se les presentó la oportunidad―.
La mayoría (7) refiere haber tenido buenas relaciones con sus compañeros de trabajo y jefes, sin conflictos importantes, y una buena adaptación al medio laboral, con excepción de dos casos. Una entrevistada se sentía subutilizada y dos ―incluida la primera― aluden a la incompetencia de algunos jefes, pero sus conflictos no parecen estar asociados en ninguno de los casos a su condición de inmigrantes, pues se suceden cotidianamente en las relaciones laborales.
Actualmente 7 se encuentran jubiladas ―según su declaración―, de las cuales 2 señalan que reciben solamente la pensión de jubilación cubana, 4 mencionan que reciben tanto la rusa como la cubana, y otra que percibe solo la pensión rusa. De las jubiladas, dos declaran estar realizando otras actividades en el momento de la entrevista, una como profesora de ruso, con lo cual evidencia satisfacción: “… me ayuda a superar las dificultades de todo tipo que puede tener una persona”. Y la segunda explica:
(Entrevistada #8).“… estoy trabajando en la casa del director de la Escuela Rusa haciendo trabajo doméstico…”
Las dos que se encuentran vinculadas laboralmente aun en la actualidad declaran sí estar satisfechas con su actual trabajo.
Como otras fuentes de ingreso, destacan el apoyo financiero por parte de los hijos en cuatro de los casos. Dos afirman que reciben ayuda económica por parte de otros miembros de la familia, tanto de algunos que se encuentran en Estados Unidos como de los que viven aquí en Cuba. Otras dos declaran hacer negocios por cuenta propia ―una desde casa y otra realizando viajes a México con relativa frecuencia, para mercadería―.
El entorno familiar y su rol en el proceso de integración
Como se ha indicado antes, el entorno familiar del inmigrante en el país de acogida es de sustancial importancia tanto para la consolidación de la pareja, como para su proceso de incorporación y posterior integración a la sociedad, ya que sentirse aceptados y cómodos en su nuevo ambiente familiar, produce seguridad y facilita dicho proceso.
Adicionalmente, factores de índole familiar son de gran peso a la hora de la toma de decisiones, tanto así que la consideración respecto al retorno o no a su país de origen está dado en la mayoría de los casos en base a consideraciones tales como: los hijos, divorcios, conflictos. Incluso, si en algunos casos se dio la separación o divorcio del cónyuge, los hijos pudieran quedar como el siguiente motivo por el cual quedarse en el país receptor, en este caso Cuba.
Teniendo en cuenta la composición familiar, los resultados arrojaron que, en cuanto a los miembros que integran los hogares de las inmigrantes rusas en el momento de la entrevista, exceptuando las cuatro que declaran vivir solas ―hogares unipersonales―, de las otras seis féminas que conformaron la muestra, una afirma que vive con su cónyuge, y otra con su esposo e hija de ese matrimonio, conformando familias nucleares. Dos entrevistadas conviven con sus cónyuges e hijos y, además, en un caso con un sobrino y en otro caso con su yerno y nietos, por lo que se trata de familias extensas. En solo uno de los casos una rusa vive sola con su hijo, por lo que se trata de una familia monoparental; y otra vive con su hija y nieto, lo cual representa igualmente una familia monoparental, pero ampliada.
No obstante, la mayoría de las entrevistadas ―además de los miembros con los que conviven en la actualidad―, manifestaron que tienen hijos que viven en Cuba independientes de ellas, con sus respectivas familias de procreación; así como otras, que tienen hijos ―uno o más de uno, según el caso― y hasta nietos, que residen en el exterior. En síntesis, cuatro califican en la primera descripción y cinco en la segunda.
Respecto a otras personas con quienes han convivido en algún momento anterior de sus vidas, ocho de ellas ―o sea, la mayoría―, reconocieron que al llegar tuvieron que vivir junto a la familia de sus esposos, en dos de los casos solamente con la suegra, y en otros seis con varios integrantes más.
La manera en que los inmigrantes perciben que son considerados por la familia en Cuba puede afectar, incluso, a la interacción que se produzca con la sociedad en sentido general. Respecto de las relaciones intrafamiliares y la presencia de conflictos, cinco de las mujeres de nuestra investigación dicen haber tenido “muy buenas relaciones” con la familia de sus cónyuges, ya fuese con las personas con las que tuvieron que convivir, o de forma general con otros familiares de estos. Otras tres las califican de “buenas”, mientras que solo dos las evalúan como “de término medio” (entrevistada #7), “ni muy buenas ni malas” (entrevistada #10) y comparten la vivencia de algún tipo de conflicto intrafamiliar.
Se puede deducir, a partir de lo declarado por las entrevistadas, que el entorno familiar que vivenciaron la mayoría de las inmigrantes de la muestra al parecer no fue hostil, por el contrario, reconocen la aceptación y el apoyo que les brindaron en la mayoría de los casos en una primera etapa los miembros de la familia de sus esposos, y su propio núcleo familiar. Como se ha expresado antes, la manera en que los inmigrantes perciben que son considerados por los autóctonos ―sean familiares o no― puede afectar la interacción que se produzca, de ahí que, en la muestra, la mayoría se sintieran integradas, y otra parte, queridas o aceptadas por su nueva familia cubana.
No todas las inmigrantes rusas objeto de análisis mantienen actualmente el matrimonio con la pareja inicial por la cual decidieron venir a residir en Cuba, en realidad una minoría (solo 4), lo conservan actualmente. Es interesante cómo otras cinco, a pesar de haberse divorciado ―además de un caso que quedó viuda muy pronto―, decidieron continuar residiendo en Cuba, porque aunque el motivo inicial para inmigrar era el amor hacia su pareja y el deseo de establecer una familia con aquella, la permanencia en el lugar es motivo de otros factores múltiples, tales como: la desvinculación con el lugar de origen, la profesión, los hijos, o el inicio de nuevas relaciones de pareja, entre otros. Respecto a esto último, 4 tuvieron otras dos relaciones estables con las que han convivido, pero en la actualidad están sin pareja. Una afirma haber tenido después de su divorcio solo una relación por 12 años, pero al ser un hombre casado no convivían juntos; hoy igualmente se encuentra sin pareja. Y solo una de las entrevistadas aseguró que después de divorciarse, no se casó más ni tuvo más relaciones de pareja, ya que se dedicó exclusivamente a la crianza de sus hijos. Este último comportamiento se corresponde con una típica práctica de la cultura patriarcal que responsabiliza a la mujer con la crianza, el cuidado y la atención a los hijos, lo que se acentúa cuando se produce la ruptura con el padre de estos.
Un análisis como este debe considerar las relaciones tanto con los familiares del país de acogida como las que mantienen con sus consanguíneos en el origen. Cuando se preguntó a las entrevistadas acerca de la presencia de familiares en su país natal, la mayoría (8) respondió afirmativamente; además aseguraron que mantienen contacto con ellos y buenas relaciones. Aunque en dos casos esto no procede, debido a que sus familiares ya fallecieron, reconocen haber estado en contacto con ellos mientras estos vivían.
Con excepción de un caso, la casi totalidad de las inmigrantes entrevistadas no cuenta ya con la figura de los padres, aunque afirman que sí mantuvieron comunicación y relación con estos mientras estaban vivos. En la actualidad los parientes con los que mantienen contacto son los sobrinos ―cinco de ellas―, hermana o hermano ―cuatro casos―, y una explica que, además de con el hermano y los sobrinos, se comunica con sus primos. La frecuencia de dichas comunicaciones varía entre las entrevistadas, pero en las que en sus hogares cuentan con internet dicha frecuencia es mucho mayor a la del resto, aunque el internet no es la única vía de contacto pues también se llaman por teléfono en fechas especiales; no obstante, esta última vía mencionada, al ser más costosa, es la menos usada. Sin dudas, las nuevas tecnologías hoy permiten una mayor cercanía con las personas en tiempo real ―a pesar de la distancia geográfica― en comparación con décadas atrás, lo que impacta positivamente en el sostenimiento de vínculos familiares transnacionales, los cuales caracterizan a la mayor parte de las inmigrantes rusas estudiadas.
Los contactos con el origen pueden tener dos efectos en la adaptación y en la integración: facilitarlo, por ser una fuente de apoyo o, por el contrario, con la continua comunicación con las personas del lugar de origen, dificultar los procesos; ya que la persona “escapa” muy a menudo y de este modo prolonga la confrontación. Pero en los casos estudiados no parece ocurrir esto último.
Otras relaciones sociales
Amistades y vínculos sociales, son esenciales en el desarrollo de la vida cotidiana, juegan un papel básico en los procesos de integración o por el contrario de segregación. En nuestro estudio de caso las inmigrantes rusas estudiadas en un inicio son introducidas en las redes de relaciones de su compañero, lo que puede resultar una ventaja en cierta medida en tanto facilitó al menos su asentamiento inicial y constituyó un apoyo para su inserción en los primeros momentos, pero estas mujeres necesitaban al mismo tiempo convertirse en sujetos autónomos, creando sus propias redes de relaciones sociales, para integrarse paulatinamente de manera efectiva en la sociedad cubana.
Las redes de apoyo social proporcionan una ayuda efectiva en la satisfacción de necesidades que facilitan el proceso de integración. (Martínez et al., 2002).
Al analizar los círculos sociales y las amistades de las mujeres entrevistadas a partir de sus propias declaraciones, se identificaron varias tendencias en cuanto a los tipos de relaciones sociales que establecen ―algunas de ellas no excluyentes entre sí―:
Tres de las mujeres entrevistadas se relacionaban principalmente con personas de su país de origen, y la integración social con la población autóctona era poco relevante. Cuatro personas entrevistadas, sin embargo, respondían tener relaciones de amistad tanto con personas del país de acogida, como con personas del país de origen, y otras tres mujeres manifestaban que su red de amigos estaba principalmente compuesta por autóctonos. Hay quien compara las amistades entre ambos lugares, así como entre rusas y cubanas aquí, lo que ha implicado un cambio en su círculo de amistades.
(Entrevistada # 4). Esta mujer alude, además, a la emigración de personas con las que sostenía lazos de amistad como causa de la ausencia de vínculos de ese tipo en la actualidad: “Ahora amigas rusas no tengo, muchas se han ido para Rusia, para Canadá o Estados Unidos… Actualmente, las amigas que tengo son cubanas” (Entrevistada # 4).“… yo veo que las rusas de aquí son distintas a las de allá, tú sabes, con mis amigas de allá yo podía hablar secretos, pero en Cuba no tuve esas amistades tan fuertes con personas de mi mismo origen. Mis amistades cubanas me han salido mejor que las rusas y yo antes nunca pensaba eso.”
Solo una de las diez mujeres del estudio de caso menciona, además, haber tenido amistades de otro origen: una amiga polaca, una hondureña y una alemana que ya no vivía en Cuba.
Entre las que tienen amistades tanto rusas como cubanas, se distingue otra tendencia: a relacionarse más con personas con las que se comparten características o creencias, sin tomar en cuenta su origen étnico ―lo que determina en esos casos es si se tienen intereses afines, incluidos los de índole laboral―.
(Entrevistada # 7).“Desde que yo entré a la iglesia desde 1999 y me convertí, mis amistades son de la iglesia, sean cubanas o rusas”
(Entrevistada # 6).“Yo con quien más me relaciono es con mis compañeros de trabajo, trabajo 6 días a la semana, 12 horas, y ese día que descanso tengo que hacer todo en la casa y me es difícil salir”
(Entrevistada #1).“Se murieron muchas personas con los que teníamos en común intereses por la literatura, por el arte, entonces no con todo el mundo una se siente así porque tienen otros intereses y yo los respeto, pero lamentablemente me siento sola”
Indudablemente, los círculos sociales tienen su efecto sobre la integración del inmigrante en la sociedad de acogida. Los contactos con los autóctonos conducen generalmente a una mejor integración social, en tanto los contactos con personas de su propio origen pueden resultar muy positivos en una adaptación psicológica y funcional. (Lukk, 2012)
Relaciones sociales en la comunidad de residencia
Martínez et al. (2002) argumentan que la existencia de redes personales y contactos con actores locales son indicadores clave para una adaptación de los inmigrantes en su nuevo entorno. Se supone que el contacto con los autóctonos facilita la incorporación de los inmigrantes en todos los ámbitos y clases de una sociedad, y el desarrollo de una identificación con la sociedad del destino.
Las relaciones que se establecen a nivel de barrio o comunidad con los vecinos son también un indicador esencial para analizar la integración social de las inmigrantes rusas de este estudio de caso, así como las organizaciones a las que pertenecen, su grado de compromiso y sentido de pertenencia con estas y las actividades en las que participan a nivel comunitario.
Respecto a las relaciones en su comunidad, ocho de las diez inmigrantes rusas entrevistadas declaran tenerlas en mayor o menor medida, solo dos de ellas ―por las características específicas de la vecindad o por conflictos entre vecinos en el pasado― reflejan que apenas tienen relaciones en el ámbito comunitario.
En cuanto a la calidad o la intensidad de estas relaciones a nivel de barrio, algunas pueden resultar bastante íntimas o estrechas:
“Los lugares donde hemos vivido, los vecinos son los primeros en ayudarnos, en esta casa la vecina de arriba es como mi hermana” (Entrevistada # 5).
“Todos mis vecinos son mis amigos, nos llevamos muy bien...”
Otras al parecer pueden calificarse de “buenas”, pero sin llegar al grado de intimidad de las antes mencionadas, por ejemplo:
“Siempre he tenido buenas relaciones con mis vecinos”(Entrevistada # 4).
Y otras son evaluadas como “normales”, aunque ello significa ―desde su perspectiva― poco roce: “Normal, no me relaciono mucho…” (Entrevistada # 2).
En el ámbito de la participación social en la esfera comunitaria, todas de algún modo han estado vinculadas y participando en las dinámicas sociales y las actividades de la comunidad en diferentes períodos. Siete de las entrevistadas señalan que todavía participan y/o colaboran en las actividades que se organizan en su comunidad residencial, en tanto otras tres señalan que participaron durante mucho tiempo, pero ya no tanto (dos porque sus niveles de activismo social se han reducido con la edad y otra porque cambió su residencia habitual).
El establecimiento de relaciones sociales en la sociedad receptora no depende sólo de los extranjeros. Gualda (2007) destaca que se trata de una relación bidireccional en la que juega un papel importante cómo se posicione la sociedad receptora respecto a la inmigración. A su vez, la manera en que los inmigrantes perciben que son considerados por los autóctonos puede afectar a la interacción que se produzca.
El total de las inmigrantes rusas entrevistadas valoran que fueron “bien” y “hasta muy bien” (dos de ellas reflejan esta última opinión) acogidas por los miembros de su comunidad. Sin dudas, son características del pueblo cubano la hospitalidad, la solidaridad, el humanismo y la inexistencia de sentimientos xenófobos hacia los inmigrantes, lo que permitió además que estas mujeres se sintieran aceptadas y respetadas.
Vínculos con los compatriotas3
En la literatura relacionada con el tema se destaca la importancia de estos contactos para el apoyo instrumental y/o psicológico en momentos de crisis; pero, por otro, y según Hadeed (2005 en Lukk, 2012) se pone de manifiesto que las redes sociales compuestas únicamente por las personas del mismo origen étnico, pueden favorecer procesos de segregación, aunque este no fue el caso de las féminas de la muestra de nuestro estudio.
Todas tienen amigas o amistades rusas o exsoviéticas, algunas más que otras. Se llaman, se visitan, existen algunos espacios en los que comparten, fundamentalmente en las actividades realizadas por el Consejo Coordinador de Compatriotas o por la Iglesia evangélica de los rusosparlantes ―aunque solo dos están afiliadas a la misma, cinco la han frecuentado y lo siguen haciendo esporádicamente―.
A partir de las entrevistas realizadas se puede sintetizar que las relaciones sociales con autóctonos o con personas del mismo origen no está relacionada directa ni estrictamente con el tiempo de residencia en el país de acogida, sino más bien con las circunstancias personales, laborales, cotidianas y otras de índole social en que han desarrollado su vida en Cuba, entre otros muchos factores que intervienen en ese proceso. Pero de igual manera, independientemente de las relaciones que mantienen con compatriotas del mismo origen étnico, en sentido general, se refleja una integración social favorable. Obviamente, como se ha indicado en varias ocasiones, este no es un proceso lineal ni homogéneo.
El proceso de integración en la esfera política en Cuba
Es necesario destacar que para el análisis de la dimensión política se tuvieron en consideración, en primer lugar, los aspectos legales y constitucionales que regulan los derechos políticos de los extranjeros que poseen el estatus migratorio de residentes permanentes en nuestro país. Y a partir de ello, se indagó acerca de la participación de las integrantes de la muestra en los espacios que les está permitido en la esfera política. Pero entender la integración social en esta dimensión, supone además explorar aspectos más subjetivos como los valores e ideología políticos, la identificación con el sistema político cubano, con la Revolución, pues de ello depende en buena medida también su participación política y la integración en esta esfera.
A pesar de que existen ciertas limitaciones para el pleno ejercicio de determinados derechos políticos por los extranjeros residentes permanentes que no poseen la ciudadanía cubana, se decidió indagar no obstante en la percepción de las mujeres de la muestra respecto a su integración política en Cuba, pues lo relevante de esta investigación no son los hechos en sí, sino cómo son percibidos por el grupo de inmigrantes exsoviéticas de nuestro estudio de casos.
Aunque se conocía previamente que ninguna puede pertenecer a alguna organización política en Cuba ―Partido Comunista de Cuba (PCC) y Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)― por no poseer la ciudadanía cubana, al indagar acerca de su participación política se consideró su incorporación y accionar en organizaciones de masas como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), puesto que es conocido que en nuestra sociedad ellas tienen un carácter masivo pero al mismo tiempo una estrecha vinculación ―desde su propio origen― con el proceso revolucionario, por lo que hasta cierto punto, la participación en ellas puede considerarse una forma de participación política. Siete de ellas declaran pertenecer o haber pertenecido a las organizaciones mencionadas y, además, haber tenido una participación activa en las mismas, aunque ahora tres de ellas hacen referencia a este hecho en tiempo pasado, sobre todo por razones de edad.
Todas las entrevistadas que reconocen haber tenido participación en dichas organizaciones y expresan que lo hicieron con gran satisfacción y compromiso, manifiestan al mismo tiempo su admiración por el proceso político cubano y respeto por sus instituciones y organizaciones, en general. El segundo punto que corrobora lo antes expuesto y que guarda estrecha relación con lo anterior, es la propia afirmación por parte de las entrevistadas de su identificación con el proceso revolucionario cubano, en tanto todas ―aunque de diversas formas― declaran sentirse identificadas, estar de acuerdo, apoyar nuestro sistema político y el proceso revolucionario cubano, aunque una de ellas tiene una visión un poco más crítica al respecto basada sobre todo en su percepción de la situación económica en el país, pero asevera que nunca ha estado en contra de la Revolución.
“Sí estoy de acuerdo y apoyo el proceso, tengo una amiga mía que me dijo una vez: te veo más cubana y del Partido Comunista que muchos que sí pertenecen al Partido” (Entrevistada #5).
“Sí soy comunista y me siento parte del proceso político porque participo en lo que haga falta hacer” (Entrevistada #3).
La identificación con el sistema político cubano, para la Entrevistada #1, no implica sin embargo aceptarlo todo incondicionalmente, y además hace referencia a que ella proviene también de una sociedad socialista:
“Pienso que, si no me identificara, abandonaría el país. Además, yo viajaba tanto con mi esposo afuera que hubiera podido quedarme si quisiera. Yo no necesito traicionar a nadie, puedo levantarme en cualquier momento e irme. Estoy identificada, pero no significa que acepto todo, yo caí en el mismo sistema de donde provengo, solo que con un código tropical”(Entrevistada #1).
La opinión más crítica expresada evidentemente está basada en el reclamo de la Entrevistada #4 de que mejore la situación económica en nuestro país:
“Nunca he estado en contra, pero me gustaría que mejore la vida en Cuba” (Entrevistada # 4).
Por tanto, las mujeres rusas de la muestra, en sentido general, se identifican con el sistema político y la revolución cubana, incluso algunas de ellas declaran que han participado activamente en algunos espacios y actividades de ese carácter en determinados momentos, aunque no han logrado integrarse plenamente en la esfera política en nuestro país debido a las limitaciones que les impone no poseer la ciudadanía cubana. Al mismo tiempo, aunque se mantiene esa identificación, con el paso de los años ―dada la edad que tienen varias de ellas en la actualidad― algunas han disminuido también sus niveles de activismo y participación incluso en las organizaciones de masas.
Incorporando también en el análisis de la integración en la esfera política la dimensión transnacional, se indagó en aspectos relacionados con la participación de las entrevistadas en procesos políticos que tienen lugar en su país de origen y su identificación ideológica con ellos. En ese sentido, como ciudadanas rusas las entrevistadas tienen el derecho a participar en los procesos electorales e incluso a pertenecer a organizaciones políticas vinculadas a su país de origen. Ninguna reconoció formar parte de organización alguna de tipo político, pero todas afirmaron que han participado en las elecciones ―lo que constituye una expresión visible de transnacionalismo político―, aunque tres de ellas reconocen que lo han hecho solo en algunas ocasiones.
En el análisis interrelacionado del transnacionalismo y la integración política de las ciudadanas rusas objeto de estudio, resulta interesante constatar cómo, a pesar de que Cuba y Rusia poseen en la actualidad dos sistemas políticos diferentes, la casi totalidad de las inmigrantes que formaron parte de la muestra se identifican con ambos, sin que ello implique contradicción alguna, en lo que pueden influir las excelentes relaciones entre los gobiernos de ambos países y nuestros respectivos pueblos, el reconocimiento de las ventajas de una y otra sociedad, e incluso las cercanías afectivas a uno y otro ―a Cuba, por haberlas acogido, y a Rusia, porque allí están sus raíces y allí quedaron algunos de sus seres queridos.
El proceso de integración culturalRodríguez, 2015, p. 52
Especial atención merece, en relación con el tema seleccionado, el análisis de los procesos de integración en la dimensión cultural.
Con el análisis de esta dimensión se propone entender en qué medida se han integrado o no las inmigrantes de la muestra en la dimensión cultural de la sociedad cubana. Ello supone identificar cuánto de lo cubano se ha incorporado en el modo de vida: valores, las costumbres, el sentido de pertenencia y otros rasgos culturales de las mujeres de nuestro estudio de caso; cuáles de los elementos de su cultura de origen han permanecido inalterables, y también en qué aspectos se manifiesta una combinación de elementos de una y otra. Para ello se examinarán elementos tales como: el idioma, los hábitos alimentarios, industria cultural, religión, valores, tradiciones, costumbres y el sentido de pertenencia. Pues como plantea la experta MSc. Ana Niria Albo Díaz, “las prácticas culturales como […] el lenguaje, la comida, la vestimenta, cómo se camina, cómo se habla, los niveles alto o bajo, esas cuestiones son importantes, que a veces se pasan por alto, tienen que ver más con la vida cotidiana y la gente no la relaciona con la integración cultural, pero eso es parte de la cultura”. (Fragmento de la entrevista realizada a la Msc. Ana Niria Albo, en condición de experta, para esta investigación).
Idioma
“El idioma es un elemento determinante en cualquier configuración identitaria, el cual posee un gran valor simbólico”
“[…] te lleva a entender si hay un proceso de asimilación, de aculturación, o si hay un proceso de integración[...]”(Fragmento de la entrevista realizada a la Msc. Ana Niria Albo).
Uno de los factores clave durante el proceso de integración es el aprendizaje de la lengua del país receptor, ya que la falta de dominio de este puede representar un obstáculo para la inserción educacional, laboral, o en cualquier otra esfera de la sociedad de acogida; y más para los inmigrantes en el contexto cubano, donde el idioma español no solo es oficial, sino que tiene dominio absoluto, ya que se habla en todo el país. Por otra parte, el idioma ruso en Cuba, aunque en una época se introdujo dentro de la educación cubana, no se expandió a otros campos en el ámbito social, ni se institucionalizó, por lo que se convirtió en una necesidad para las inmigrantes rusas en Cuba el dominio del español con vistas a su inserción y posterior integración en la sociedad cubana.
El dominio de la lengua española se midió en el presente trabajo no solo por las interrogantes realizadas a las entrevistadas, sino también por las observaciones realizadas por parte de la investigadora.
De esa forma se constató que todas las mujeres entrevistadas poseen dominio del idioma español, no obstante, la fluidez y las habilidades lingüísticas son diferentes en cada caso, siendo el factor nivel educacional uno de los que contrastó los resultados. La entrevistada con el nivel más bajo de instrucción es la que menos habilidades muestra: no conjuga bien los verbos, hace mal uso de los artículos, tiene un acento ruso muy pronunciado, se dificultó un poco la comprensión de algunas ideas en la entrevista por falta de claridad al expresarlas. A medida que asciende el grado de instrucción entre las entrevistadas el nivel del dominio del idioma también aumenta, aunque no se aprecia mucha diferencia entre las que tienen nivel de Técnico Medio y las Universitarias, excepto una rusa (Entrevistada #3) con Técnico Medio que nunca se incorporó a la vida laboral activa y permanecía fundamentalmente en casa, por lo que su poca interacción social fue la que hizo la distinción, al parecer, con respecto a los demás casos, pues sus habilidades en el uso del idioma español no están a la par de las otras.
El acento ruso es un aspecto que se mantiene vigente entre las entrevistadas, a diferentes niveles, pero aún entre las que mejor lo manejan se percibe que son extranjeras, aunque declaran que en ocasiones las confunden también con proceder de la parte oriental del país.
“En algún momento la gente se llega a dar cuenta que soy extrajera, aunque otras veces me preguntan si soy de Oriente” (Entrevistada #6).
“… con mi acento… en la calle me confunden con argentina, española” (Entrevistada #10).
En cuanto al aprendizaje del idioma español, dos refieren que lo adquirieron desde su país de origen, pero la mayoría afirma que lo aprendió aquí. Tres de las entrevistadas señalan que pasaron cursos de idioma en Cuba, mientras que cinco aseguran que lo aprendieron por su cuenta. El tiempo calculado por ellas que les tomó obtener un dominio básico o elemental, oscila entre las entrevistadas entre tres meses y hasta un año aproximadamente. Varias de ellas reconocieron que confrontaron algunas dificultades en el aprendizaje de esta lengua, algunas de las cuales no han logrado superar del todo, especialmente el uso de los artículos ―elemento que no existe en la lengua rusa y por tanto resulta difícil de asimilar por las personas de ese origen―, lo mismo que el tiempo subjuntivo. Otro de los obstáculos que menciona una de las entrevistadas es “la rapidez con que hablan los cubanos”, lo que según ella les dificultaba la comprensión y también el aprendizaje.
De forma general, la familiarización con el idioma entre las mujeres de la muestra que arribaron a Cuba sin dominio alguno de este, se produce relativamente rápido, considerando que ya a los tres meses o a lo sumo 1 año tenían un dominio básico. Esto les facilitó, además, adentrarse con mayor rapidez en las dinámicas sociales del país.
Desde otro ángulo, ellas conservan su lengua materna y hacen uso de esta cuando se reúnen con sus “compatriotas”, o cuando mantienen vínculos con familiares o amistades del país de origen, e incluso en ocasiones dentro del hogar con sus cónyuges e hijos, aun en la actualidad. No pocas veces combinan frases o expresiones en ambos idiomas, de forma consciente o no.
En sentido general, es evidente que el dominio del idioma español ha sido adquirido e incorporado a sus vidas de forma importante, lo que facilitó su inserción en la sociedad cubana, aunque todas han conservado su lengua materna al mismo tiempo, o integran elementos de una y otra como expresión de la hibridez lingüística resultante de los procesos de interacción entre ambas.
Hábitos alimenticios
En cuanto a las preferencias alimentarias de las inmigrantes de nuestra investigación se destacó que la totalidad de la muestra elige la comida rusa como la predilecta, aunque sin descartar que hay platos de la comida cubana que también son de su agrado, los cuales elaboran frecuentemente y forman parte de su dieta.
“… Me gusta mucho más la comida rusa”(Entrevistada #4).
“Combino rusa con la cubana, pero si tengo la posibilidad trato de cocinar comida rusa” (Entrevistada #5).
“Hoy en día se me dificultan mucho mis hábitos, lo que como es lo que hay, lo que realmente me gusta muchísimo es la comida rusa, cuando hay papa me doy gusto de la comida típica rusa, pero por falta de tiempo y recursos no puedo hacerlo siempre” (Entrevistada #6).
“Me gusta más la comida rusa, pero una cosa es gusto y la otra es posibilidades. Me gusta mucho la sopa borsh pero esta solo la puedo hacer con pollo. Sobre todo, hago ajiaco…” (Entrevistada #7).
Las inmigrantes exsoviéticas de la muestra manifiestan haber integrado en sus hábitos alimenticios comidas cubanas, pero por lo general, su estilo culinario es combinado. En dependencia de los productos y otros recursos a su alcance, tratan de satisfacer sus gustos y los de su familia.
Preferencias de la industria cultural
Respecto a las preferencias musicales sobresale la elección de la música clásica, instrumental y romántica ―con las que se identifican siete entrevistadas―, por encima de otros géneros como el reguetton o la salsa ―preferidos solo por dos de ellas―, y una que declaró como su preferencia la música de los años 70’s en general. En esto puede incidir no solo su origen étnico, sino también la edad. Cinco de ellas agregan que les gusta la música cubana en algunos de sus géneros.
En cuanto a los géneros danzarios, dos prefieren bailes cubanos en general, dos mencionan los géneros de la salsa y el merengue, tres eligen el ballet ―pero de ellas una también había hecho mención del merengue como una de sus preferencias―, y cuatro responden que no tienen inclinación ni preferencia por el baile, aunque una de ellas una dice disfrutar de Bailando en Cuba4 como televidente.
Respecto a otros componentes de la industria cultural cubana hay un consumo preferencial de la literatura ―según declaran cinco de ellas―, seguido del cine ―películas cubanas― y la televisión ―programas y novelas―; el teatro lo frecuentan dos, una prefiere escuchar la radio, y una menciona las artes plásticas como elemento de su preferencia. Dos mujeres hicieron alusión a más de una categoría.
En síntesis, se observa un buen consumo de la industria cultural cubana en diferentes áreas según la preferencia y los gustos de las inmigrantes entrevistadas, los que algunas combinan con el mantenimiento de otros más vinculados a la cultura de origen.
Religión
Las creencias y prácticas religiosas pueden constituir un importante recurso en el proceso de integración de los migrantes, sin embargo, la forma y la dirección en que dichos recursos son empleados, puede variar significativamente, incluso entre grupos de inmigrantes procedentes de un mismo país de origen, establecidos en una misma región, y que profesaban la misma religión al iniciar la migración.
Al referirse a si tenían o no algún tipo de creencias religiosas, tres de las mujeres dijeron categóricamente que no, seis afirman sí tener alguna ―identificándose con creencias como la evangélica protestante (dos), la católica (dos), la ortodoxa (dos)― y una dice creer “en algo como Dios” sin identificarse con ninguna religión en particular.
Aún entre las que dicen ser ateas o no ser creyentes del todo, una de ellas asiste esporádicamente a una Iglesia protestante de rusoparlantes, como un espacio de socialización con sus compatriotas y no por un interés marcadamente religioso, otra con un enfoque más cultural dice identificarse hasta cierto punto con la Iglesia Ortodoxa, por ser la religión de referencia de su país natal.
Dos de las entrevistadas, a pesar de que manifiestan identificarse más con la Iglesia Ortodoxa, explican que debido a la lejanía de esta de sus casas han optado por frecuentar la Iglesia Católica.
Estas respuestas fueron dadas respecto al momento en que se realizó la entrevista. Pudo darse el caso ―como lo menciona una de las féminas de la muestra― que no siempre ellas profesaran la misma fe, en tanto pertenecer a una religión puede depender de varios factores y la elección de una sobre otra puede ser cambiante en el tiempo, e incluso la combinación de varias creencias religiosas.
Entre las prácticas religiosas que se mencionaron por seis de ellas, se encuentra la lectura de la Biblia, la oración, poner velas y flores en eventos específicos, o a los fallecidos. Pero no se reconoció en ningún caso la práctica de la religión yoruba, una de las manifestaciones religiosas más populares en Cuba. En sentido general, no se aprecia en la mayoría de los casos una integración de estas inmigrantes a las prácticas religiosas dominantes en la sociedad cubana.
Tradiciones y costumbres
El proceso de familiarización, aceptación y aprendizaje de nuevas costumbres y tradiciones está influenciado por muchos factores de índole social y familiar, entre otros. Además, el tiempo es un elemento clave para comprender muchas veces la apropiación de esos rasgos culturales.
Cuando se indagó si han incorporado a su vida características propias de los cubanos, costumbres y tradiciones cubanas, las respuestas fueron muy diversas. Respecto del primer aspecto, cinco de ellas aclaran que muy poco o casi nada, sin embargo, las otras cinco aseguran que se han cubanizado por completo. Algunas de las características que dicen haber incorporado de los cubanos son: gesticular, usar diminutivos, hablar en voz alta.
Algunas de las costumbres cubanas que se han reiterado entre las respuestas a las entrevistas, son las relacionadas con “la celebración del fin de año con comida criolla” (cerdo, yuca con mojo y congrí) y “tirar agua a las doce de la noche”.
Aunque varias manifiestan que se han cubanizado, solo en una eso se aprecia en su máxima expresión, puesto que no se identifica con características rusas ni dice tenerlas, podría decirse que en su caso ha experimentado una “asimilación plena”, aunque debe insistirse en que esta es su propia percepción. En cambio, la mayoría ―nueve entrevistadas― mantienen su idiosincrasia rusa, o al menos algunas características de la misma, entre las que destacan: rectitud, educación (formal), ser directa en la palabra o “dura a la hora de expresarse con la verdad”, ser puntual, hablar en tonos bajos, sin gesticular. La práctica de otras costumbres y tradiciones rusas no está extendida entre la muestra puesto que solo cuatro hicieron alusión a algunas de ellas, como son: celebrar la navidad, el 9 de mayo ―Día de la Victoria―, fin de año al estilo ruso ―comida rusa, decoración rusa, vestirse respecto al animal del año según el horóscopo chino―, la Pascua ―pintar los huevos y llevarlos a la Iglesia para ser santificados―, reunirse al noveno día después del fallecimiento de alguien.
A modo de conclusión, a partir de los diferentes elementos analizados, los resultados muestran que la mayoría de las inmigrantes rusas que participaron en el estudio de casos manifiestan un biculturalismo, al adoptar ciertos elementos de la nueva cultura sin abandonar muchos de la natal, aunque en algunos casos se identificaron rasgos y prácticas culturales resultantes de mezclas interculturales o híbridas.
Valores
Incorporar como propias las características de los autóctonos y los valores de la sociedad de acogida podría partir del hecho de que los inmigrantes se hayan sentido identificados con estos ―incluso muchos desde el primer momento―, debido a múltiples razones, y no necesariamente ser resultado de una estrategia de integración previamente preconcebida. No obstante, el análisis de este indicador permite comprender hasta qué punto ellos han sido impactados positivamente por esos elementos de la cultura que definen en cierto modo su nuevo entorno de acogida, llegando a identificarse con algunos de esos valores, lo cual es un elemento de crucial importancia en el análisis del proceso de integración.
Todas las entrevistadas del presente estudio de caso hicieron mención a uno o más valores que en su consideración caracterizan a la sociedad cubana o al pueblo cubano en general, valores con los que ellas dicen identificarse e incluso que han incorporado como propios. Estos son: la solidaridad y el deseo de ayudar ―en cinco de los casos, siendo este el que más se reiteró entre las respuestas, específicamente en la mitad de todas―.
Otros de los valores mencionados son: el humanismo, la hospitalidad, sencillez, honestidad, espíritu revolucionario, sinceridad, nobleza, bondad ―en un caso cada uno.
Una de las mujeres rusas de la muestra alega que uno de los valores con los que se identifica, que es la hospitalidad, no es exclusivo de los cubanos, sino que también es propio de su país de origen, y además, reconoce que lo practica antes de venir a Cuba. Esto evidencia la asociación que algunas inmigrantes establecen entre elementos de su cultura de origen y la cultura de acogida, no obstante reconocer las diferencias.
Por tanto, la identificación con algunos valores de la sociedad cubana por parte de las inmigrantes exsoviéticas residentes en Cuba es visible e importante, y esto a su vez, tributa a comprender cuánto de lo cubano ellas han incorporado como parte de sus (re)configuraciones identitarias y culturales en nuestro país.
Sentimiento de pertenencia
Otro indicador en el proceso de integración es el sentimiento de pertenencia de las personas inmigrantes hacia el lugar donde se insertan. A este respecto conviene tener en cuenta el tiempo y la estabilidad de la permanencia en dicho lugar, como puede ser el barrio donde se reside, si cuenta en él con una red familiar y/o de relaciones de diversa índole fuerte y extensa, si se desarrolla y se participa en un movimiento vecinal y/o asociativo, si hay elementos ―físicos, históricos, culturales― que identifiquen a la zona frente al resto. El conjunto de estos y otros factores va a incidir en la configuración de un sentimiento de identidad común y de pertenencia, lo que a su vez potencia la integración social.
Aunque es evidente que la mayor parte de las mujeres entrevistadas mantienen un fuerte lazo de identidad a sus orígenes, esto no limita que también manifiesten un sentimiento de pertenencia con la sociedad que las ha acogido, y mucho más porque en esta no han experimentado rechazo, criminalización ni marginación.
Cuando se preguntó qué significaba Cuba para ellas, todas la asociaron con la noción de Patria y o de hogar (casa). Sus expresiones fueron: “mi segunda Patria” ―en dos de los casos―, “mi casa”, “mi Patria”, “la otra Patria” e incluso “mi primera Patria”, entre otras similares. En resumen, son fuertes los sentimientos de pertenencia e identificación con Cuba entre las inmigrantes que conformaron la muestra, lo que se corresponde con su (pre)disposición positiva a la integración a nuestra sociedad ―aunque ese proceso no depende únicamente de ello, sino de una conjunción de factores―. Y de otra parte tampoco implica renunciar a sus vínculos con su país natal. La idea de sus dos Patrias, es el mejor ejemplo de ello.
CONCLUSIONES
No obstante, las diferencias culturales existentes entre la antes existente Unión Soviética y Cuba, sin dudas los fuertes lazos políticos, económicos y de diversa índole que caracterizaron las relaciones entre ambos países, sus respectivos gobiernos y pueblos en el período de 1960 a 1990, facilitaron la migración e inserción en la sociedad cubana de personas procedentes de las repúblicas que entonces conformaban la Unión.
La significativa presencia de féminas como parte de esa migración y los vínculos de pareja y matrimonios interétnicos establecidos con ciudadanos cubanos, han dotado de un componente étnico a la población de nuestro país que requiere ser estudiado con mayor amplitud y profundidad por las ciencias sociales cubanas. Reclamar su necesidad es la principal intención de las autoras de este artículo y del estudio de casos cuyos resultados han sido analizados en él, habida cuenta de que estos no admiten generalización alguna más allá de la pequeña muestra estudiada, pero quizás al menos se puedan derivar algunas hipótesis para futuras investigaciones.
Mención especial merecen algunos rasgos y tendencias que caracterizan otros procesos migratorios internacionales y que se reflejan en nuestro estudio como característicos del proceso de integración a la sociedad cubana de las inmigrantes exsoviétivas que conformaron la muestra, entre ellas el rol de las redes y los vínculos y prácticas de transnacionalismo en diferentes dimensiones.
La investigación realizada da cuenta de la existencia de una inmigración que percibe de modo muy favorable la recepción por parte de la sociedad en la que se insertaron, lo que, unido a otros factores de diversa índole, ha favorecido su creciente integración a la sociedad cubana, sin que ello implique que se trata de un proceso uniforme en todas las esferas, en tanto experiencia bicultural. Sin embargo, ello la distingue de las experiencias migratorias experimentadas por muchas de sus connacionales en otros países de Europa Occidental y en Estados Unidos, las cuales han sido documentadas en la literatura científica referida al tema.
Más que concluir, las autoras invitan a los especialistas cubanos en materia migratoria a dar continuidad a las investigaciones y la reflexión en torno a estas temáticas y sus múltiples aristas, coincidiendo con el criterio de Olmedo Peraza referido a que los procesos migratorios como el mencionado, provocan “un impacto sociocultural de gran importancia sobre las sociedades receptoras, sobre el grupo migrante, sobre el país de origen y en las relaciones económicas y políticas internacionales que afectan al mundo entero” (Peraza, 2006, p. 2).