Introducción
En El Salvador, desde hace una década (2009-2019), se está implementando en la primera infancia, con esfuerzos intensivos durante el primer período 2010- 2014, por medio del plan quinquenal “Plan social educativo Vamos a la Escuela”, una mirada multidisciplinar a la atención educativa para los niveles de Inicial y Parvularia. Se ha valorado como uno de los programas insignia, en atención a los compromisos a favor de la primera infancia, que el país ha asumido en los tratados y convenios internacionales y en concreción del cumplimiento de las responsabilidades que para el Estado se establecen en la Constitución de la República, en la Ley General de Educación y en la Ley de Protección integral de la Niñez y la Adolescencia. (Consejo Nacional de la Niñez y de la Adolescencia, 2013)
A partir de 2014 al 2019, el segundo período, se ha implementado el l plan El Salvador Educado en el cual se exponen los seis desafíos identificados para la educación en este país: seguridad en las escuelas, docencia, primera infancia, escolaridad universal, educación superior e infraestructura. Estos se atenderán en forma prioritaria mediante 104 acciones, con el propósito de lograr una sociedad más justa, productiva y equitativa; fundamentada en la educación como un bien social que hace más libres a los seres humanos. Además, es uno de los factores que más influye en el avance y en el progreso de personas y sociedades, y posibilita acceder a los conocimientos, enriquecer la cultura, el espíritu, los valores y todo aquello que caracteriza a los seres humanos. Sobre la base de estas premisas es que se presenta a la población salvadoreña el plan “El Salvador educado” (CONED, 2015).
A partir de lo anterior haremos énfasis en los antecedentes, las características de la primera infancia y las diferentes formas de atención hasta 2019.
Antecedentes de la Primera Infancia
Desde la experiencia particular, la conceptualización de la Primera Infancia es la senda de luz que ilumina el reencuentro con la humanidad y la mejor opción para la construcción de los cambios educativos en el pulgarcito de América (El Salvador); es darle un abrazo de protección a la niñez, es abrir nuevos caminos de esperanzas para las familias, es amar a la patria desde sus entrañas, es apreciar la vida, es el amor al pueblo ,es el cambio generacional para una nueva sociedad, es abrir un mundo de oportunidades a la niñez y hacer una nueva historia escrita en nuevos lienzos, puros y sin manchas.
Desde la historia de las reformas en educación en el país, la niñez y las mujeres fueron invisibilizados, porque la educación estaba enfocada en el adulto centrismo, condición que generó leyes patriarcales en función del hombre (género masculino), en las cuales prevalecían sus derechos, intereses y decisiones; estas se implementaron, sin contar con la participación y los derechos de mujeres y niños.
En coherencia con los convenios internacionales, la Ley General de Educación determina, en el artículo 16, que “la Educación inicial comienza desde la concepción del niño y la niña hasta antes de que cumpla los 4 años y favorecerá el desarrollo psicomotriz, sensoperceptivo, socioafectivo, de lenguaje y cognitivo, por medio de una atención adecuada y oportuna orientada al desarrollo integral de la persona. La educación inicial desarrollará sus acciones a partir de la familia, mediante programas de orientación para padres, madres o tutores, para fortalecer de esta manera el rol central que la familia tiene como núcleo de la sociedad”. (MINED1995)
La atención en el nivel inicial se da por dos vías: la vía familiar comunitaria, sin contar con personal especializado para lo cual se han contratado 288 profesionales del área humanística sin tener una especialidad en primera infancia, denominadas Asistentes Técnicos de la Primera Infancia (ATPI), y por la vía institucional en algunas escuelas de educación parvularia, e instituciones privadas y ONG.
Ante las diversas formas de atención, enfoques, currículos surge el problema de cómo contribuir al perfeccionamiento de la estrategia educativa integradora para la primera infancia salvadoreña.
En tal sentido se plantea el objetivo de implementar una estrategia de atención integradora para la primera infancia en los diversos espacios e instituciones del país que pueda implementarse sin desventajas de unos sobre otros, cumpliendo con el Art. 11 LEPINA: principio del interés superior de la niña, el niño y adolescente.
Se entiende por interés superior toda situación que favorezca su desarrollo físico, espiritual, psicológico, moral y social para lograr el pleno y armonioso desenvolvimiento de su personalidad .Por lo tanto, el estudio se centra en el modelo educativo integrador que represente las relaciones que predominan en el proceso de enseñar, afinando la concepción del hombre y de la sociedad a partir de sus diferentes dimensiones (psicológicas, sociológicas y antropológicas) que ayudan a direccionar la construcción social del ciudadano que necesita el país desde su concepción hasta los nueve años; con el apoyo de las familias , el sistema educativo y la sociedad en general; sin restarle responsabilidad al Estado.
Caracterización de la población de niñas y niños de la primera infancia en El Salvador
Según las proyecciones poblacionales para El Salvador 2005-2050, la población que se ubica dentro del rango etario de primera infancia experimentará un descenso progresivo relacionado con la disminución de la natalidad para el periodo correspondiente a 2010-2030.
A pesar de que las proyecciones poblacionales estimaron para 2017 un aproximado de 1,010,173 niñas y niños entre cero y ocho años, la EHPM 2017 constató un total de 976,254 niñas y niños que se ubican dentro del rango etario de primera infancia1, cifra que representa el 14.83% de la población total (DIGESTYC, 2018).
En El Salvador, a pesar de los múltiples esfuerzos para garantizar los derechos de la niñez y la adolescencia, aún existen limitantes que condicionan que niñas y niños en esta primera etapa de su vida puedan aspirar a un desarrollo integral.
Entre estas limitantes destacan: (CONNA, 2018):
El nacimiento prematuro (antes de las 37 semanas de gestación) constituye la primera causa de muerte de niñas y niños menores de cinco años y, en aquellos que sobreviven, muchas veces condiciona la aparición de algún tipo de discapacidad, particularmente problemas visuales, auditivos y cognitivos.
Para 2017, el Ministerio de Salud reportó un porcentaje de prematurez del 8.1%, lo que representa una condición que afecta a 6,754 niñas y niños del total de nacidos vivos para ese mismo año (MINSAL, 2015).
Según datos de la Encuesta Nacional de Salud 2014, el 9% de las niñas y niños nacidos vivos en los dos años anteriores a la encuesta tuvieron bajo peso al nacer. Este dato contrasta con las estadísticas del Ministerio de Salud, que reflejan que en El Salvador el porcentaje de bajo peso al nacer ha mostrado un incremento de 8.7% en 2011 a 9.7% en 2017 (MINSAL, 2018), evidenciando la necesidad de mejoras en materia de seguridad alimentaria y nutricional, salud sexual reproductiva y prevención del embarazo en adolescentes.
La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y una alimentación complementaria entre estos y los 23 meses, constituyen factores protectores del neurodesarrollo en la primera infancia. Además, son factores determinantes para reducir la morbilidad y mortalidad, generar vínculos afectivos y garantizar un adecuado estado nutricional de niñas y niños.
El Informe sobre tendencias mundiales de lactancia materna (WBTI 2015), sitúa a El Salvador como el segundo país de la región de las américas con mejores indicadores en lactancia materna (CALMA, 2015).
Estos indicadores se ven reflejados en la tendencia a la reducción de las tasas de mortalidad neonatal (5.5), infantil (9.2) y de menores de cinco años (10.9).
Para 2017, las muertes por enfermedades prevenibles continúan siendo una realidad para las niñas y los niños en su primera infancia. Los datos reportados por MINSAL señalan que entre las causas de muerte por enfermedades prevenibles en niñas y niños menores de cinco años destacan las neumonías, las diarreas y la desnutrición; enfatizan, además, en que el impacto de las inequidades sociales y las condiciones de vida de las madres durante la gestación, son tan relevantes como el componente biológico que condiciona la muerte en esta etapa de la vida (MINSAL, 2018). Por otra parte, las infecciones de las vías respiratorias, las infecciones gastrointestinales, las neumonías, la conjuntivitis bacteriana y el dengue, constituyen las principales causas de morbilidad en niñas y niños menores de cinco años (MINSAL, 2018).
Los datos aportados por el IV Censo Nacional de Talla y el I Censo Nacional de Peso en Escolares, ambos realizados en niñas y niños que cursaban el primer grado de la educación básica en 2016, reflejan la prevalencia del retardo en talla en el 9% de niñas y niños, lo que evidencia una disminución de poco más de seis puntos porcentuales con respecto al dato reportado en 2007 (15.5%). También, muestran una prevalencia del sobrepeso en el 17.1% de las niñas y niños y una prevalencia de obesidad en el 13.6% de la población analizada, que, al ser comparada con un estudio similar realizado en 2012, reflejan un incremento en un poco más de siete puntos porcentuales en el número de niñas y niños que presentan sobrepeso y obesidad (CONASAN, 2016).
La ENS 2014 incluyó un módulo para el análisis de una serie de variables relacionadas con el desarrollo infantil de niñas y niños entre los 36 y 59 meses, lo cual evidenció como datos de interés que solo el 25% asistían a un programa de educación infantil temprana; que solo el 59% habían sido estimulados por un adulto con actividades para promover su aprendizaje y prepararlos para la escuela, y solo el 18% disponían de tres o más libros infantiles (ENS,2014).
La mayoría de los hogares emplea una combinación de prácticas disciplinarias violentas, lo que refleja que los cuidadores desean controlar la conducta de las niñas y los niños por medio de un castigo que les agrede corporalmente, llegando a castigos físicos severos.
En 2016, el Ministerio de Educación reportó datos sobre la atención educativa de niñas y niños con discapacidad. Según esta fuente, 363 niñas y 490 niños con discapacidad recibieron atención educativa en los niveles de inicial y parvularia, el 81% en la vía institucional y el 19% por la vía comunitaria.
Los tipos de discapacidad identificados fueron la baja visión (25%) y la discapacidad intelectual (22%). En el sistema de educación especial, se identificaron 458 niñas y niños en los niveles de educación inicial (14.8%), parvularia especial (83.8%) y parvularia para sordos (1.3%) (CONNA, 2017).
En el año 2015, el Ministerio de Salud reportó 13,179 inscripciones prenatales en niñas y adolescentes entre 10 y 17 años, de las cuales un 11% tenían entre 10 y 14 años. Esta situación provocó que las instituciones y mecanismos intersectoriales relacionados con servicios de salud sexual y reproductiva redoblaran sus esfuerzos en la prevención del embarazo en niñas y adolescentes (CONNA, 2017).
Para 2016, el número de inscripciones prenatales entre los 10 y 14 años descendió a 11,198 y se experimentó también un descenso del número de embarazos en niñas y adolescentes de 10 a 14 años que pasó de 1,445 en 2015 a 1,171 en 2016.
Evidencia científica aportada por las Neurociencias
El desarrollo humano es un proceso complejo que ha sido estudiado desde diferentes ramas de las ciencias como la biología celular y molecular, la embriología, la morfofisiología y la genética (Álvarez Díaz, 2007). Es importante considerar que el desarrollo de cada niña y niño es único y estará marcado por las diferencias individuales, por las relaciones interpersonales, por el acceso a los recursos, a la alimentación, al sueño, a la salud, entre otros factores. Por esta razón es que resulta complejo establecer límites concretos y certeros para rangos de edades ya que al ser un proceso no lineal estará marcado por avances y retrocesos.
Las neurociencias han contribuido con evidencias sobre la existencia de períodos críticos y sensibles del desarrollo del ser humano, visualizando ventanas de oportunidad, a veces únicas, para que se logren determinadas competencias (UNICEF, 2012). Los periodos críticos marcan tiempos en que la acción de un estímulo o condición específica es requerida para el desarrollo, maduración y especialización de órganos y sistemas (R.S & H.P., 1993).
En este sentido, la gestación o embarazo, es considerado uno de los periodos críticos del desarrollo, al ser una etapa de momentos claves como la fecundación o concepción, segmentación e implantación, organogénesis, crecimiento y desarrollo embrionario y fetal hasta culminar con el parto o nacimiento (Carlson, 2014) y es durante la gestación que se construyen las bases para la arquitectura cerebral, es por esta razón que la primera infancia se considera el punto de partida de la ventana de oportunidades para toda niña y niño.
Características del desarrollo de niñas y niños
Durante los primeros dos años de vida tienen lugar numerosos procesos biológicos, psicoafectivos, sociales y culturales. Se trata de un periodo marcado por cambios físicos derivados del crecimiento y desarrollo, la capacidad de movimiento y desplazamiento, el desarrollo cognitivo, la adquisición progresiva de capacidades lingüísticas, el fortalecimiento de vínculos afectivos y la construcción de autonomía (OPS, 2008).
A partir de los tres años, el desarrollo y la maduración cerebral permiten un mayor control de los movimientos y una mejor coordinación; progresa su capacidad para comunicarse por medio del lenguaje (UNICEF, 2011).
En el cuarto año de vida se adquieren conductas y construyen creencias, normas, actitudes y valores propios del medio familiar y cultural en el que se desenvuelven. Esta edad se caracteriza por la construcción y organización de los objetos del mundo real por medio de la interacción directa.
Hacia los cinco años, se atraviesa uno de los momentos más importantes en el área afectiva emocional, las niñas y niños empiezan a comprender que son responsables por los efectos de sus comportamientos y que son sus elecciones y esfuerzos (Ministerio de Educación Nacional, Colombia, 2009). Es a los seis años que empieza una fase de razonamiento intuitivo y aplicación de la lógica ya que han adquirido diversos conocimientos que le permitirán incursionar en nuevas experiencias y emitir juicios propios (UNICEF, 2015).
Alrededor de los siete años, las niñas y los niños, desde el punto de vista emocional, empiezan a tener conciencia de sí mismos y de cómo les gustaría ser; entra en juego por primera vez la autoestima.
Al llegar a los ocho años, las niñas y los niños han transitado por el período de más rápido crecimiento y cambio de todo su ciclo vital en términos de maduración del cuerpo y sistema nervioso, de movilidad creciente, de capacidad de comunicación, aptitudes intelectuales y de rápidos cambios de intereses y aptitudes.
La evidencia científica demuestra que, para los ocho años, el cerebro ha alcanzado el tamaño adulto, y la mayoría de los sentidos y destrezas de niñas y niños han alcanzado la sofisticación adulta, aunque no tengan la capacidad de manejar sus habilidades físicas en el nivel de competencia adulta (UNICEF, 2012).
Períodos de Transición
Desde el momento de su gestación hasta cumplir los nueve años, niñas y niños habrán completado su transición del vientre materno al mundo exterior, la transición del hogar a la educación inicial, la transición de la educación inicial a la educación parvularia y la transición de la educación parvularia a la educación básica.
De manera particular, uno de los momentos decisivos y capaces de marcar la vida de niñas y niños está determinado por el transito al primer grado de educación básica, que históricamente ha sido visto desde el hecho de que “niñas y niños estén preparados para la escuela” (UNICEF, 2012).
Estos elementos del contexto nacional permiten enunciar 2 conclusiones básicas.
Conclusiones
Para hablar de primera infancia en el mundo entero actualmente se requiere de una mirada interdisciplinar que nos permita enfocarnos en las teorías, las metodologías, las practicas, la inclusión, la atención a la diversidad, la innovación tecnológica, la neurociencia, el aprendizaje y la educación como pilar fundamental que extrapole en los procesos del cerebro humano para su desarrollo y una higiene mental del ser humano. En tal sentido la neuro- pedagogía como una ciencia naciente, es de vital importancia para la conducción de la educación y el cerebro humano, entendido como un órgano social, que puede ser modificado por las prácticas pedagógicas, en los procesos de enseñanza aprendizaje, especialmente las actividades lúdicas para el que aprende y el que enseña.
Los docentes ante los cambios del siglo XXI deben innovar y contextualizar los conocimientos, para atender a los diferentes niveles educativos. Las nuevas generaciones han nacido en la era de las nuevas tecnologías, por lo que el reto es para los docentes a transformar y actualizar sus prácticas educativas y conocimientos. Hoy por hoy la educación debe acompañar a la humanidad en estas transformaciones educativas y asimilar estos cambios de paradigmas que son ineludibles. Entonces se requiere de abrir la mente, las aulas, las metodologías, los recursos y las teorías y dejar entrar la luz de los nuevos conocimientos, para poder atender a la niñez y juventud.