INTRODUCCIÓN
La educación en América Latina, y específicamente en Cuba es expresión sustancial de un proceso vinculado indisolublemente a las luchas emancipadoras; por ello, los grandes maestros ejercían su vocación unida a las lides por la libertad y la justicia social; ambas actividades confluyen con inusual intensidad para convertirse en una sola, absorbente y apasionada.
En este contexto se puede citar a Simón Rodríguez, en Venezuela; Gabino Barreda y Carlos Carrillo, en México; a Félix Varela y Antonio Bachiller y Morales, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, José Martí y Enrique José Varona, entre otros, en Cuba. Desde diferentes corrientes ideológicas, ámbitos de acción, contextos sociales y culturales, cada uno de estos maestros supo dejar su huella en la historia de la educación y en la conformación de naciones e identidad latinoamericanas.
En tal sentido, se ha expresado que la pedagogía cubana es original por las características propias que asume y su estrecha relación con el momento histórico social en que se desarrolla; es por eso que estos educadores merecen ser estudiados como personalidades pedagógicas para conocer su importante labor en las contiendas de liberación nacional, la formación del hombre nuevo y el logro de la definitiva independencia de los pueblos (Pérez y Urbay, 2007).
Investigadores como Álvarez (2004), Ávila (2011), Batista (2019), Berríos (2022), Buenavilla (2004, 2007 y 2013), Cartaya (1989), Chávez (2015), Fernández y Buenavilla (2021), Ferrán (1991), Hernández (1995), Luís (2006), Manzanares (2023), Mena (1999), Ramis y Ramos (2018), Torres y Vázquez (2015), entre otros, han realizado estudios para dar a conocer la vida y obra de maestros con aportes relevantes para la educación nacional y local, han sentado bases para el surgimiento de valiosos trabajos que abordan el quehacer educacional de diversas personalidades e instituciones.
El conocimiento de la historia de la educación en Cuba permite valorar los procesos educacionales y las personalidades más representativas que han intervenido en su gestación y desarrollo de la nación. Es también una vía insoslayable para entender el proceso de formación y consolidación de la nación y nacionalidad cubana. Rescatar y ahondar en su historia es crucial para los educadores cubanos, que anhelan adquirir una sólida cultura general y pedagógica, es una deuda con el pasado que debe ser saldada progresivamente, lo que contribuirá a enriquecer la educación en la actualidad en su intención de educar y formar.
El presente estudio tiene como objetivo contribuir a la noción de educador social mediante su ilustración en una breve reseña de la obra de Ángel Hernández Navarro. Esto permitirá concretar y analizar otras cualidades presentes en determinadas figuras y a su vez extender el espectro del educador social.
MÉTODOS
Esta investigación sigue en lo fundamental una metodología de orden cualitativo. Se asumen como métodos el análisis documental (Hernádez-Sampieri et at., 2018), la metodología de la investigación de la vida y la obra de destacados educadores (Buenavilla, 2004) y la sistematización del contenido (Expósito & González, 2017; Mera, 2019; y Morales, et al., 2014).
De igual forma, por el carácter específico del método de sistematización aplicado al estudio de personalidades históricas se asumen como referentes los estudios de Álvarez (2004), Bardina (2019), Barrio (2018), Lannes et al, (2018); Torres (2021); y Torres y Vázquez (2015).
En consonancia con los conceptos de ciencia abierta (García-Espinosa et al., 2020, p. 169) y datos abiertos (Peset et al., 2017) como “cambio cultural dirigido a promover la transparencia, la colaboración y la accesibilidad a la información” (European Comission, 2016), la autora se propone profundizar en las bases conceptuales para el estudio de la obra de educadores sociales antes de realizar el abordaje de la figura de Ángel Hernández Navarro.
RESULTADOS
La actitud orientada hacia a la construcción simbólica de la nación y la actividad socio-dinámica ante el contexto socio-cultural e histórico como categorías para el redimensionamiento del educador social
Los numerosos investigadores antes citados han aportado un cuerpo teórico que dio lugar a una disciplina, la historia de la educación en Cuba. Su contenido aborda desde la influencia de las ideas filosóficas de cada época sobre la educación, los rasgos característicos del sistema educativo cubano -en la colonia, la República y la Revolución-, las instituciones educativas en las seis provincias de entonces y con especial énfasis la personalidad y obra de destacados investigadores.
Esta riqueza histórica que guarda el pasado educacional en Cuba, y a la que sus diferentes provincias aportaron, merece que se estudie e investigue bajo el criterio heurístico. En este sentido, es oportuno evaluar a las figuras del pensamiento educativo cubano que alcanzaron relieve regional o nacional, porque son las que han conformado la fisonomía e identidad de la educación y si bien solo constituye un acápite de una historia mayor, resulta necesario su reconocimiento para comprender el presente y vislumbrar el futuro educativo de la nación.
Como elemento teórico-metodológico fundamental se eligió el hecho de considerar el papel desempeñado por la personalidad según lo establecido por la historia, todo ello sustentándose en la indispensable relación dialéctica pasado-presente-futuro, reveladora de sus nuevas aportaciones en relación con quienes le antecedieron, así como la consideración de la actividad práctica como base de la relación sujeto-objeto, esto permite mostrar a la figura que se estudia como sujeto de la propia actividad.
La llamada historia socio-cultural (Torres, 2015) o historia con rostro humano describe su trabajo mediante cuatro fases, a saber:
La historia de lo cotidiano que se dedica a estudiar las prácticas sociales y culturales, incluyendo las reglas, principios o convenciones subyacentes en la vida cotidiana.
La historia desde abajo, que se refiere no solo a la historia de la gente común, sino también a la historia vista desde las perspectivas de un variado conjunto de grupos subordinados, marginales, derrotados y silenciados.
La microhistoria que estudia el pasado desde el punto de vista de la pequeña comunidad, sea esta una localidad, un barrio, una calle o una familia.
La llamada en Francia historie des mentalités que investiga no tanto las ideas formuladas como las nociones implícitas, calladas o no expresadas (pp. 3-4).
Sin embargo, en las investigaciones sobre historia de la educación y en especial los estudios de figuras representativas del pensamiento educativo cubano se observa cierta tendencia a omitir el análisis de los rasgos personológicos de las figuras, lo que dificulta conocer las interacciones individuales, personales con el contexto y la obra que producen.
Ávila (2011), Buenavilla (2004, 2007), Fernández y Buenavilla (2021), Luis (2006), Ramis y Ramos (2018), Peña, Pegalar y Montes (2023), establecen ideas rectoras para abordar el estudio de una determinada figura, según las características individuales consideradas, de manera que ayuden a concretar la visión que se quiere lograr con la investigación; en este caso desde la dimensión del educador social.
Buenavilla Recio (2004) al hablar sobre el educador social afirma que:
[…] una personalidad ejemplar por su conducta social. Excelente comunicador social, quien transmite un mensaje de amplio contenido de carácter social, político, económico, ideológico, estético, educativo, etc.; mensaje que tiene repercusión en su momento histórico y se proyecta al futuro con anticipaciones que muestran la tendencia del desarrollo social. Aspira a educar a sus semejantes, considera la educación como participación; sin participación no hay educación; la educación va dirigida (y es) despertar de conciencias; desatar las fuerzas internas de sus semejantes; impulsar el alma ajena para que se encuentre a sí misma; persigue elevar el nivel de comprensión y actuación honesta de la comunidad. Está poseído por el amor a los valores espirituales: tiene una función ética […] (p.2).
Pueden ser incluidos dentro de este concepto los maestros de cualquier procedencia académica, las grandes personalidades de alcance local, nacional, e internacional y las personalidades políticas o educadores sociales (Buenavilla, 2004, p. 23). De lo anterior se infiere que el educador social tiene la misión de cumplir las exigencias socioeducativas que demanda el contexto histórico-social en que vive y constituye una herramienta importante para la socialización de la educación.
El educador social, según la investigadora Luis (2006, p. 20), engloba aquellas personalidades cuya obra educacional trasciende los marcos de la escuela y llega al pueblo como fruto del esfuerzo diario, donde se despliega una gran capacidad de generar ideas y comunicación, de manera que, contribuya con su ejemplo al espíritu creativo e imaginativo en la formación de ciudadanos y a la transformación de la educación en beneficio social. Los investigadores Buenavilla (2004) y Luis (2006, p.58) han establecidos ocho rasgos para identificar y caracterizar a un educador social, el primero aportó seis indicadores, mientras que Luis los enriqueció al aportar los dos últimos de la siguiente lista.
Afinidad por el pensamiento y la obra de José Martí: Identificación con el pensamiento y la obra de José Martí. La que se expresa en amor por su figura, conocimiento de su obra y empleo de su contenido en clase, interés por promover la lectura de sus obras por parte de los alumnos para que estos logren igual grado de identificación. Se esfuerzan por divulgar la obra martiana por diferentes vías y formas y abogan por erigir tarjas o monumentos a su memoria
Conocimiento de la historia y sus protagonistas, promoción de sentimiento de patriotismo, partidismo y participación en las luchas de su época. Se adhieren a todo movimiento que tenga como divisa la defensa de los intereses más sagrados de la Patria y participan en las lides independentistas de la patria.
Integran las asociaciones de padres, vecinos, maestros, o consejos de escuelas, o movimiento de apadrinamiento de escuelas, o cualquier proyecto que contribuya a apoyar la creación y mantenimiento de escuelas y creación de mejores condiciones para el trabajo de los maestros y el esparcimiento de los alumnos.
Promueven la educación de adultos, analfabetos, hombres, mujeres o jóvenes rezagados en la escuela o desde la misma; colaboran con los sindicatos, las asociaciones de campesinos y otras organizaciones para alfabetizar a sus miembros y a sus hijos, en centros fabriles y zonas rurales y abren espacio para prodigar enseñanza a la gente más humilde.
Poseen cualidades artísticas que se manifiestan de manera muy natural y espontánea; promueven entre sus alumnos el gusto artístico, escriben versos, son buenos recitadores y aficionados al arte, cantan, tocan algún instrumento musical, componen canciones, boleros, valses, etc.; pintan o trabajan la madera, los metales, el barro, etc.; fundan bandas, coros, organizan grupos teatrales, etc.
Promueven, organizan o ejecutan proyectos sociales, o los acometen solo por iniciativa personal; participan o promueven la restauración de tarjas y monumentos de la localidad, sitios históricos; defienden y divulgan el cuidado de la naturaleza, las plantas, los animales, los recursos naturales; dan vida a las asociaciones cívicas, culturales o filantrópicas.
Participan en eventos de carácter nacional e internacional, presentan ponencias con temáticas de carácter social o de otra índole, participan en concursos, se destacan por los aportes que realiza a la sociedad con sus ideas.
Desempeñan oficios adicionales al magisterio -son escritores (producen poesía, novela, cuentos, teatros, ensayos, testimonios, revistas, etc., son periodista), oradores o conferencistas.
La autora con la finalidad de concretar y analizar otras cualidades importantes presentes en determinadas figuras y a la vez ampliar el espectro del educador social hacia otras fronteras propone dos categorías de análisis: la actitud orientada hacia a la construcción simbólica de la nación y la actividad socio-dinámica ante el contexto socio-cultural e histórico. Estas categorías propuestas recogen los rasgos establecidos por Buenavilla (2004) y Luis (2006) y profundizan en la contribución a la educación social para buscar nuevas respuestas, no solo de interés vigente, sino también futuras. Esta renovación teórica obedece a las siguientes razones:
Los rasgos establecidos por Buenavilla (2004) y Luis (2006) tienen, en lo fundamental, un marcado carácter descriptivo que apuntan a zonas muy específicas del proceso, lo cual puede, eventualmente, dejar a un lado elementos valiosos de la actuación de uno u otro educador social.
La complejidad del proceso exige categorías de análisis con un carácter más integrador y un mayor valor explicativo, es decir, mayor capacidad para revelar nuevas relaciones y cualidades y profundizar en la contribución a la educación social para buscar nuevas respuestas, no solo de interés vigente, sino también futuras.
La necesidad también de insertar la labor del educador social en el proceso histórico, social y cultural de la nación, vinculando y haciendo uso del sistema categorial empleado por estudios culturales e históricos que revelen su contribución a la fundación y refundación de la nación. Se defiende la idea de que la sociedad solo puede entenderse desde marcos culturales, es decir, desde la visión de que la cultura es la sociedad misma, pero en términos de significación.
La argumentación de estas categorías tiene la intención de aportar una visión enriquecida de la importancia socio-cultural y esencialmente ideológica de la labor de un educador social. Debe partirse de la noción de cultura y del encargo de la educación en relación con la preservación de la cultura. El término cultura proviene del latín colere, que significa cultivar.
Para Lotman (1996), la cultura es “[…] la memoria no hereditaria de la colectividad relacionada estrechamente con la experiencia histórica y esta con los textos, como unidades que construyen, conservan y trasmiten la cultura” (p. 22). Nótese, aquí el carácter simbólico de la cultura y la conexión indisoluble del lenguaje y la cultura. La cultura como memoria contiene los marcos referenciales dentro de los cuales una sociedad, un grupo social o una clase piensan, sueñan y actúan.
De modo que la cultura vendría a constituir un macrosistema de comunicación del hombre que estructura y confiere sentido a las prácticas sociales y posibilita la fijación, creación e intercambio de significados a través de los contextos histórico-sociales. Giménez (2021) a la cultura como “un sistema de carácter artificial construido con signos creados por el hombre para la comunicación, por lo que está indeleblemente ligada a la signicidad, […] un proceso con capacidad para interpretar y sintetizar, almacenar, conservar y transformar, la experiencia humana; un proceso y resultado de la actividad humana; una actividad consciente orientada al desarrollo espiritual y material del hombre […]” pp.67-68).
Desde este argumento se reconoce que la construcción simbólica de la nación adquiere una connotación sintética, que se mueve en la esfera de lo concreto-emocional y permite comprender cómo el educador puede enfrentar retos, desafíos y metas hacia un mejoramiento de su entorno, hacia la identidad y unidad de su propia localidad, y país.
De esta manera el educador asume significaciones con rango de paradigma, entre ellas, las obras de los grandes próceres y padres fundadores, pero también muestra realidades conflictivas que resolver y trascender, una especie de dinámica entre las presencias imposibles y las ausencias posibles, entre lo que existe imperfecto o inaceptable y lo que no existe, pero que es deseable por sus potencialidades regeneradoras, constructivas y enlazadoras de seres.
Lezama (1957) puntualizó que “la tradición de las ausencias posibles ha sido la gran tradición americana y donde se sitúa el hecho histórico que ha logrado” (p. 74). Igualmente destaca este autor el valor de los centros irradiantes de la cultura para construir nuevos paradigmas emancipatorios.
De modo que la construcción simbólica de la nación devela la conflictibilidad interna de la cultura y la sociedad y el carácter de proceso permanente en su devenir histórico. Siempre, por sus propias necesidades de mejoramiento, la cultura está examinando nuevos conocimientos, valores, técnicas, dispositivos; mas, para lograrlo, no puede perder la conexión con la herencia, la cual es reestructurada desde lo nuevo que se incorpora. Esta categoría permite apreciar esta dialéctica.
La construcción de identidades sociales es una consecuencia cultural de la construcción simbólica de la nación que esta categoría permite acopiar y valorar en la obra de los educadores sociales. La nación cubana es fruto de hondas transformaciones sociales, de un largo proceso político e ideológico y de luchas sociales por la independencia. La cuestión nacional cubana se ha tejido históricamente en una relación de resistencia contra la hostilidad externa y también interna. De modo que incluir esta categoría para valorar la obra de los educadores sociales inserta este análisis en la trascendencia honda de la historia y cultura cubana y permite examinar la contribución de estos en la conformación de la nación.
La copia e imitación servil de los modelos culturales de las grandes naciones, el deslumbramiento por lo extranjero y el desprecio por lo nacional ha sido de interés por grandes pensadores, como José Martí. Su ensayo “Nuestra América” es su más clara y contundente expresión. La educación ha tenido que enfrentar muchas fuerzas de desnacionalización.
A estas fuerzas las consideró Prieto (2016) parte de la cultura plattista, en los que late el anexionismo, factor grave y continuo en la política cubana, cuya armazón se sostiene por una mediocre filosofía de la vida, que implica concesiones respecto a la conciencia nacional. Relevantes resultaron las ideas de Fernández Retamar (1971) sobre cómo se ha ido forjando la cultura frente a las pretensiones de los conquistadores, de las oligarquías criollas y finalmente del imperialismo, y notable ha sido su construcción de Calibán, como símbolo de los sectores populares que enfrentan la dominación con nuevas virtualidades revolucionaria.
El carácter formativo del educador social depende, en gran medida, de las cualidades desalinazantes de los mensajes que promueve. Esta modalidad se involucra con la regeneración del mundo, pretende instaurar simbólicamente “una nueva conciencia social, una nueva manera de estar y de ser” (Giménez, 2021, p. 68). Así la labor educativa se convierte en fuente de estructuralidad.
La construcción simbólica de la nación emprendida históricamente por los educadores sociales permite valorar que esta se emprende desde una actitud socio-crítica sistemática de la realidad circundante, por lo que constituye su principal herramienta cognoscitiva, valorativa y práctica; también articula con otro aspecto importante que defiende la autora. Se trata de la dinámica social de carácter insurgente y renovadora del educador social que le permite a la autora la propuesta de una segunda categoría; la actividad socio-dinámica ante el contexto socio-cultural e histórico.
Dicha categoría se mueve en tres esferas esenciales: la esfera del tener, que se basa en las relaciones de posesión y está respaldada por estructuras e instituciones; la esfera del poder, que se sustenta en la relación mandar-obedecer y se desenvuelve básicamente en la esfera político-económica y se expresa en estructuras e instituciones; y la esfera del valer que contiene el conocimiento y cultivo de formas de convivencia justas. Son relaciones respaldadas por valores culturales elevados.
La insurgencia de la labor del educador social cuestiona la intrínseca injusticia que contiene la desigualdad material. Preocupación constante muestra por el desgarramiento cotidiano, la brutalidad de la miseria y las impurezas del diario bregar, la dominación, sumisión, tiranía y ambición; a la vez, aboga por formas de poder orientadas al mejoramiento. Del mismo modo se preocupa de la educación social por el valer, que puede constituirse en y con dignidad, promover autoestima, y cuestiona la vanidad, la arrogancia, la presunción, la jactancia, la prepotencia y la pretensión de superioridad.
Estas categorías se orientan a apreciar cómo el educador social puede conformar subjetividades críticas contra la marginalidad, los prejuicios, la discriminación y las hegemonías que las generan. A juicio de la autora, se define como educador social a personalidades que desde la labor que realizan o realizaron, en el plano educativo, político, económico, docente o social, contribuyan a la formación integral de las masas populares ejerciendo una influencia educativa.
La actividad socio-dinámica ante el contexto socio cultural e histórico se manifiesta en su labor educativa; esta es multiespacial y multiagente. Tiene carácter de insurgencia, pues pretende instaurar nuevas formas de convivencia social. No considera el contexto como un sistema de coordenadas e influencias inalterables; por ende, supone que el sujeto no es un depósito más de las influencias del contexto, sino que este es construible. Es cambiable con la praxis o la labor del sujeto donde la escuela juega un papel esencial y asume que, según las condiciones educativas y las cualidades del sujeto, este se puede transformar, por lo que su papel tiene un alcance estructural más abarcador y significativo. En la actividad sociodinámica están presentes: la labor asociacionista, el carácter insurgente de la labor socioeducativa y la integración de diferentes agencias y actores educativos.
La construcción simbólica de la nación utiliza diferentes recursos simbólicos para realzar la identidad nacional y local. La actitud orientada hacia esta esfera está caracterizada por la intención permanente de comunicar y formar ideas a través de contenidos relevantes de la cultura, de la historia, del pensamiento precedente y del contexto actual que confieren unidad e identidad al proceso de formación y refundación de la patria.
En la esfera simbólica están presentes la idea de la escuela como un espacio de construcción simbólica para la fundación de la patria y la formación de los ciudadanos.
Ángel Hernández Navarro Educador Social.
Dos años antes de que culminara la Guerra de los Diez Años, nació en Camagüey Ángel Hernández Navarro, durante su etapa escolar recibió formación en la Escuela Municipal Superior para varones. A los 14 años, comienza los estudios de bachillerato, en 1890. Sus maestros lo califican de. En el año 1894 se gradúa de Bachiller en Ciencias y Letras.
Los factores esenciales que influyeron en la formación de la personalidad de Ángel Hernández Navarro radican en la múltiple influencia del entorno familiar, local, regional y nacional donde se desenvolvió, lo que propició percatarse de los problemas de la época en las relaciones con las sociedades de instrucción y de recreo de la localidad, el vínculo con destacadas personalidades del momento y la influencia familiar, en la cual forjó sólidos principios éticos, el carácter y la capacidad intelectual del educador, que le permitieron aprehender precozmente las necesidades sociales de la nación, lo que revalida la idea del sujeto como una unidad bio-psico-social y cultural.
Como muchos jóvenes de su época, las ideas independentistas habían calado en su conciencia; en esta crecían el amor y el deseo de luchar por la libertad de su país contra el régimen colonial español. Arrastrado por la euforia independentista, el 28 de abril de 1898, con 22 años de edad ingresa, en el Regimiento de Infantería Gómez del Departamento Oriental, Tercer Cuerpo, segunda División, primera Brigada del Ejército Libertador, con el grado de soldado, donde quedó inscrito en el libro 6, folio 261, número 82 (Rolof,1901). A partir de 1899 comienza su actividad magisterial, fue periodista, conferencista, se le considera uno de los pioneros de la radio en Camagüey. Desarrolló una intensa labor educativa y revolucionaria a través de su labor asociacionista. Fue fundador de la asociación de maestros y asociación de padres, vecinos y maestros en Camagüey, así como de la asociación tranviaria. En 1926 diseña el escudo de la provincia. Fallece en 1936, luego de haber impartido una conferencia a los maestros en el teatro Avellaneda.
El maestro Ángel Hernández Navarro es uno de los hombres ilustres y patriotas que ha dado el país en la historia de la educación camagüeyana, su insignia fue el amor a Cuba, a la independencia patria, a la libertad, a la equidad social y al progreso educacional de esta, objetivos a los que dedicó sin descanso la mayor parte de su existencia. Gozó de gran prestigio y admiración entre sus contemporáneos por toda la labor educativa desempeñada.
Su orientación hacia la construcción simbólica de la nación lo lleva a utilizar la escuela para establecer un espacio de reflexión e interacción teórica como proceso social continuo. Por tanto, el proceso de construcción de las relaciones pedagógicas, entre los profesores, alumnos y padres de familias que se comunican a través de símbolos con significados culturales es producto de las interacciones y experiencias cognitivas, sociales, políticas, afectivas y religiosas. Entiende que la educación es un proceso esencialmente comunicativo y demanda de la escuela a construir escenarios comunicacionales que promuevan la creatividad desbordante.
[…] y en esa frase sintetizar podéis toda la gama de la fuerza educativa, todo vuestro amor, toda vuestra ternura al niño que se os confía, todo, hasta por defenderlo llegar al sacrificio, todo con tal de ver brillar en nuestro horizonte nacional, los fulgores de este incendio que tanta vida da, y que se llama la mansión del alma, germen del ciudadano, la escuela pública y sus sublimes enseñanzas (Hernández, 1932, p. 4).
Menciona, además que deben lograrse otras cualidades como: la honestidad, la diligencia, la puntualidad, la capacidad de orientación, ya que estas ayudan a tener una buena conducta dentro la sociedad y para ello es de vital importancia eliminar las fronteras entre la escuela y el entorno. Bajo estos preceptos aprovecha los espacios que le brinda la radio, la prensa escrita, su trabajo como dirigente sindical, para exponer sus ideas y hacerlas valer:
La escuela responde a los fines de la defensa de la Patria y a la Escuela Nueva, que tanto se anhela, tiene que salir de la imperiosa personalidad del maestro, y de lo interior de los hogares, ya que la escuela es nuevo hogar, continuación del en que se nace, el maestro tiene por imperioso deber que asistir a todos los lugares en que se demuestre la acción de lo administrativo… (Hernández, 1936, p.8.).
De sus palabras se infiere que la escuela es un aspecto importante en la construcción simbólica de la nación. Es el espacio donde construye su propia realidad social y constituye la fuente del aprendizaje general a partir de su actuar e interactuar como escenario que promueve el pensamiento pedagógico cubano y la formación ciudadana determinada por la toma de conciencia social e histórica.
Una de las grandes aportaciones de Ángel Hernández Navarro en el campo de la construcción simbólica lo constituye el escudo de la provincia. La toponimia del escudo representa un discurso polifónico que el territorio debe conservar, es un importante documento social que forma parte del patrimonio. Lo oficial y lo popular se integran en él defendiendo una pluralidad que contribuye a afianzar la identidad de su población.
Ángel Hernández Navarro al ser testigo y partícipe de la segunda gesta independentista, así como de la intervención norteamericana en la guerra hispano-cubana-norteamericana y presenciar un período de intervención y el nacimiento de una República atada a los designios de Estados Unidos intuye que es necesario exhibir el pasado histórico con orgullo de lo que fuimos, para que las generaciones que afloren y las posteriores, continúen el camino iniciado por sus antecesores y sientan el orgullo de provenir de una tierra bañada con la sangre de los próceres de la localidad.
Ese legado constituye uno de los mayores aportes de esta figura a la casta camagüeyana y cubana; simboliza a su vez el patriotismo, el humanismo y el anticolonialismo; demuestra también el compromiso con las necesidades sociales del contexto histórico en que vivió y transmite una manera de pensar y de luchar al contribuir así a la formación ciudadana, en correspondencia con los principios éticos que posee y que se sustentan en las ideas sobre Patria, soberanía, pueblo, libertad y redención social que hombres como Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí transmitieron y promulgaron en la etapa fundacional de la nación.
Ángel Hernández Navarro considera que el contexto puede ser transformado. Esta idea, que puede inferirse de sus conferencias y acciones en la vida caracteriza su actividad socio-dinámica ante el contexto socio-cultural e histórico. No adopta una postura contemplativa ni resignada ante las situaciones desafiantes del contexto social, por el contario, abogó en su obra educativa por una actitud de transformación y mejoramiento de la realidad; para ello, insistió en la labor asociacionista. A través de la Asociación de Maestros y la de Padres, Vecinos y Maestros, contribuye al mejoramiento de la calidad de la enseñanza. Moviliza recursos financieros para la obtención de materiales de escuela, como ropa, zapatos y merienda escolar para los niños que pertenecían a familias muy pobres que no podían costear su educación. Promueve la fundación de casas escuelas y escuelas nocturnas para la educación de adultos, analfabetos, hombres, mujeres o jóvenes rezagados, ya que por diversas causas una gran parte de la población vivía en el más lamentable analfabetismo.
En la inauguración de la Asociación de Padres, Vecinos y Maestros, en la escuela pública no. 3 comenta el objetivo que se persigue con su creación:
[...] su objeto es estrechar las relaciones entre el hogar y la escuela cooperando al perfeccionamiento del niño en tres aspectos importantes; como factor esencialísimo de la escuela, del hogar y de la sociedad. Estudiar el medio de estimular el amor al estudio, el respeto a las leyes, la asistencia y puntualidad a la escuela y realizar actos de carácter cultural en sus manifestaciones físicas intelectuales y morales (Hernández, leg. 155, exp. 09).
A través de esta asociación se favoreció la extensión de la enseñanza en las zonas alejadas de la ciudad, la asistencia de los niños a la escuela y la permanencia de estos en las aulas; asimismo uno de los objetivos de esta asociación fue el aumento de la cultura general del maestro y el mejoramiento de los métodos de enseñanza y mediante esta se luchó por restablecer las primitivas escuelas de verano.
Es importante señalar su participación en otras asociaciones como la Asociación Tranviaria, la de Almacenistas y Víveres y La Redentora; estas no están relacionadas de forma directa con la enseñanza, pero sí con la idea de ayudar y orientar a la clase obrera, por lo tanto, es el educador que hace extensivo su ejercicio a la vida comunitaria, desvela su inspiración altruista como una oportunidad para recuperar los afanes humanistas, cívicos y políticos de una educación puesta al servicio de las personas y del desarrollo humano y se empeña en cambiar lo establecido por nuevas formas que den solución a los problemas existentes en el orden social.
En general la obra educativa de Ángel Hernández Navarro se orienta en dos direcciones, una se proyecta en la esfera simbólica para comunicar, transmitir ideas y buscar unidad de pensamiento, que constituyen la base de su pensamiento educativo; la otra se orienta hacia la esfera de su praxis, donde mantiene una actividad sociodinámica ante el contexto y se revela en su lucha por la transformación continua y el carácter insurgente de su labor educativa.
CONCLUSIONES
Las categorías propuestas para el estudio de personalidades históricas como educadores sociales -actitud orientada hacia a la construcción simbólica de la nación y actividad socio-dinámica ante el contexto socio-cultural e histórico- constituyen un desarrollo de las bases conceptuales de las investigaciones sobre historia de la educación y en especial los estudios de figuras representativas del pensamiento educativo cubano, en tanto orientan el estudio biográfico y el análisis exegético y axiológico de sus obras.
El empleo de las categorías propuestas permite reconocer a Ángel Hernández Navarro como educador social por su actitud orientada hacia a la construcción simbólica de la nación y su actividad socio-dinámica ante el contexto socio-cultural e histórico.