INTRODUCCIÓN
Durante la segunda mitad de la década del 60 del siglo pasado, reconocidos intelectuales latinoamericanos como Ruy Mauro Marini, André Gunder Frank, Theotonio Dos Santos, Celso Furtado, Fernando Henrique Cardoso, Agustín Cuevas entre otros, intentan comprender el conjunto de limitaciones al desarrollo que enfrentaban las naciones de nuestro continente. La Teoría de la Dependencia como se hizo llamar esta corriente de pensamiento, se reconoce devino en un importante esfuerzo crítico, por superar los presupuestos que había establecido todo el pensamiento sobre el desarrollo elaborado en la región, primero desde la Teoría de la Modernización y luego desde el pensamiento estructuralista defendido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a partir de su creación en 1948.
Cuatro constituyen las ideas centrales de la muy renombrada Teoría de la Dependencia: el subdesarrollo es un proceso conectado de manera muy estrecha con la expansión de los países industrializados; el desarrollo y subdesarrollo son aspectos diferentes de un mismo proceso universal; el subdesarrollo no puede ser considerado como primera condición para un proceso evolucionista; la dependencia no sólo constituye un fenómeno externo, sino que se manifiesta también bajo diferentes formas en la estructura interna (social, ideológica y política) (Dos Santos, 2002).
La Teoría de la Dependencia por primera vez, cuestiona la realidad latinoamericana en términos de dependencia, explotación, subdesarrollo, visualizando los posibles obstáculos e instrumentos de intervención para el alcance del desarrollo, a partir de cada realidad particular. Sin embargo no se reconoce una teoría monolítica sino que es posible distinguir varias corrientes al interior de la escuela de la dependencia según Blomströn y Hettne (1990):
La crítica o autocrítica estructuralista de los científicos sociales ligados a la CEPAL que ponen de manifiesto los límites de un proyecto de desarrollo nacional autónomo. Aquí se reconocen las figuras de Oswaldo Sunkel, Celso Furtado, incluso la obra final de Prebisch reunida en su libro “El Capitalismo Periférico”.
La segunda línea defendió su vínculo teórico con el marxismo, de ahí su enfoque más dialéctico. Autores como Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra, así como los restantes investigadores del Centro de Estudios Socioeconómicos de la Universidad de Chile (CESO) se reconocen dentro de esta línea. André Gunder Frank aparece en ocasiones como miembro del mismo grupo, pero sus presupuestos en alguna medida se alejaron de los defendidos por esta línea neo marxista, por lo que en otras ocasiones se relaciona con la línea siguiente.
Reconocida como una línea más ortodoxa dada su defensa del buen papel que jugaba el desarrollo capitalista y el no reconocimiento del socialismo como vía para el alcance del desarrollo. Aquí se sitúa a Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto.
Una última se desliga de los presupuestos marxistas donde se reconocen algunas obras de Fernando Henrique Cardoso.
Entre los autores más reconocidos dentro de esta relevante corriente de pensamiento se encuentra el destacado economista y sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini. Su inicial formación comenzó en la década del 50 por la Facultad de Leyes, que no concluyó, y posteriormente en la de Administración Pública, relacionándose con movimientos estudiantiles. Vinculado años después a trabajar como profesor en la Universidad de Brasilia, se le reconoce una extensa labor literaria entre artículos, libros y trabajos de prensa entre los que podemos mencionar Contradicciones y conflictos en el Brasil contemporáneo en 1965, La dialéctica del desarrollo capitalista en Brasil, en 1966, Subdesarrollo y revolución en América Latina en 1968, El reformismo y la contrarrevolución en 1976, entre otros. La mayoría estaban encaminados fundamentalmente a cuestionar la situación en el orden político, social y económico que atravesaba Brasil a causa de las dictaduras militares, apostando por la necesidad de cambios concretos.
Sus presupuestos como señalamos con anterioridad tienen una fuerte influencia de Marx, Lenin y Rosa Luxemburgo, de ahí que su enfoque se reconozca como neo marxista, y lo lleve a defender la idea de que la dependencia no es algo superable en el marco del capitalismo, sino que este sistema la vuelve cada vez más profunda, más brutal: a más desarrollo capitalista más dependencia (Bernecker & Fischer, 2001).
Una parte importante de su obra se desarrolló fuera de Brasil ante la persecución que prevalecía hacia las fuerzas más progresistas y las personas relacionadas a movimientos de izquierda. Primero se exilia en México para el año 1965 y, tras ser incluso torturado, se traslada a Chile hasta el golpe de Estado a Salvador Allende en 1973, el mismo año en que publica su muy importante libro Dialéctica de la Dependencia.
El trabajo que presentamos pretende entonces, analizar las relaciones de poder que se establecen entre los países del centro y de la periferia desde el enfoque de la dependencia expuesto por el autor, en la obra citada. Para ello se propone abordar este objetivo a través de tres puntos fundamentales. En un primer momento analizar la relación entre las categorías de subdesarrollo y superexplotación que caracteriza la situación de dependencia de los países periféricos según los criterios expuestos por el autor. En un segundo momento analizar la adaptación de la construcción marxista del ciclo del capital reflejado en la obra, y por último, explicar los mecanismos que, según el autor, condicionan la dependencia política, económica y social de los países periféricos.
Esta obra se reconoce ha trascendido en el tiempo, dado su importante cuestionamiento a las desiguales relaciones económicas y políticas instituidas entre los países centrales y periféricos, legitimadas más allá del ámbito comercial. De igual manera incluye relevantes aportaciones a la teoría del capitalismo dependiente, definiendo importantes conceptos como superexplotación o subimperialismo.
1. RELACIÓN ENTRE SUBDESARROLLO Y SUPEREXPLOTACIÓN DEL TRABAJO QUE CARACTERIZA LA SITUACIÓN DE DEPENDENCIA DE LOS PAÍSES PERIFÉRICOS
Las bases de la Teoría de la Dependencia pueden localizarse en los presupuestos desarrollados por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en su figura exponente, Raúl Prebisch, aunque es posible constatar varios puntos de superación y por supuesto de ruptura con esta corriente de pensamiento.
Desde el enfoque estructuralista propuesto por la CEPAL, el subdesarrollo se explicaba a través de la no existencia de capacidad endógena de crecimiento por parte de los países periféricos, lo que provocaba la prevalencia de una estructura dependiente a los países desarrollados. Los Cepalinos caracterizan esta estructura por el predominio del sector primario, concentración de la renta, poca diferenciación del sistema productivo y el predominio del mercado externo sobre el interno. Igualmente ponían de manifiesto que históricamente este grupo de economías, quedaban vinculadas al mercado internacional, consiguiendo una posición subordinada, que provocaba desequilibrio y deformación de sus estructuras internas. La dependencia entonces, trascendía el ámbito económico.
El atraso, puede y tiene causas diversas, desde la posición ocupada en el comercio internacional, hasta las relaciones de poder en los ámbitos nacional e internacional. En consecuencia la comprensión del problema desarrollo- subdesarrollo no se limita a un análisis económico, sino que contempla otros factores de índole estructural e ideológico.
A diferencia de los primeros análisis de la CEPAL, los dependentistas vinculan el análisis económico al de las estructuras sociopolíticas. La categoría Dependencia pretende aportar una explicación crítica al tema del subdesarrollo, como fenómeno global originado y mantenido por intereses económicos, que además detentan el poder político a medida que la expansión del capitalismo continúa su curso. Para esta nueva corriente de pensamiento, el sistema internacional es contradictorio y ello se refleja al interior de los países y sectores dependientes.
Los dependentistas vinculan el carácter histórico estructural del subdesarrollo, con la dinámica del desarrollo capitalista a nivel internacional, como sistema de relaciones económicas-sociales que unifica en un mismo proceso y de modo asimétrico, las estructuras de países centrales y periféricos. La expansión del capitalismo a nivel internacional ha provocado dependencia y dominación en los países periféricos, por lo que se precisa un cambio de sistema que logre transformar las relaciones establecidas por estos países con los países centrales. La Dependencia entonces deviene en la característica fundamental de las economías de los países periféricos, buscando en la economía internacional las causas de la misma.
El subdesarrollo y el desarrollo son aspectos diversos de un mismo proceso universal, siendo el subdesarrollo explicado por la legitimación y persistencia de estructuras políticas que han provocado que este conjunto de relaciones de intercambio desigual permanezca, siendo este el punto de separación y de ruptura más importante con el pensamiento cepalista. La alternativa de superación entonces a la Dependencia, es formulada en términos políticos: para lograr romper con las relaciones internacionales de dominación es preciso transformar las estructuras políticas existentes.
Para Ruy Mauro Marini (1973) el subdesarrollo es una condición con la que cuentan los países de América Latina. Estos países en el intercambio de mercancías tienen un lugar desfavorable que les impide sacar provecho de un proceso que en teoría debería ser equivalente, pues:
(…) Teóricamente, el intercambio de mercancías expresa el cambio de equivalentes, cuyo valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario que incorporan las mercancías. En la práctica, se observan diferentes mecanismos que permiten realizar transferencias de valor, pasando por encima de las leyes del intercambio, y que se expresan en la manera como se fijan los precios de mercado y los precios de producción de las mercancías.
Con este planteamiento sustenta que desde los tiempos en que los países de Latinoamérica comenzaron a insertarse en la división internacional del trabajo, el intercambio de mercancías se produjo de manera desigual. El incremento en la demanda de materias primas y alimentos en el mercado mundial, no conllevó al aumento de los precios de estos productos, sino a su disminución, mientras el precio de los productos manufacturados se elevaba. De esta forma los países desfavorecidos tendieron a ceder parte del valor de sus productos gratuitamente y para contrarrestar las pérdidas de ganancia, aumentaron la producción (sin importar la baja de sus precios en el mercado mundial) o la explotación de los trabajadores.
La característica anteriormente señalada se relaciona con la existencia de una forma de acumulación de capital diferente a la de los llamados países desarrollados. El motor impulsor de la acumulación es la creciente explotación de los trabajadores y no el aumento de la capacidad productiva del trabajo. Este mecanismo es nombrado por Marini superexplotación y según él es uno de los rasgos, sino el más identificativo, del subdesarrollo. Para él es un mecanismo donde:
(…) se le niega al trabajador las condiciones necesarias para reponer el desgaste de su fuerza de trabajo (…) porque se le obliga a un dispendio de fuerzas de trabajo superior al que debería proporcionar normalmente, provocándose así su agotamiento prematuro (…) porque se le retira incluso la posibilidad de consumir lo estrictamente indispensable para conservar su fuerza de trabajo en estado normal (…) (Marini, 1973, p. 13)
Además, continúa expresando: “(…) Estos mecanismos significan que el trabajo se remunera por debajo de su valor, y corresponden pues a una superexplotación del trabajo (…)” (Marini, 1973, p. 13).
Para obtener más ganancias, los capitalistas elevan la intensidad del trabajo o prolongan la jornada laboral o incluso vinculan ambos mecanismos. También logran reducir el consumo del obrero más allá de sus límites normales, negándole las condiciones que necesita para reponer las fuerzas empleadas en la jornada laboral. Estas acciones se utilizan en los procesos económicos de producción interna, como forma de compensar la pérdida de plusvalía que se da en el intercambio comercial y para elevar la capacidad de compra de las clases media y alta.
Otro elemento que se añade a la noción de subdesarrollo es que las relaciones económicas de estos países reproducen tal situación. La reproducción que se genera es la de la forma específica de acumulación de capital- superexplotación y el modo de circulación legado de su etapa como economía agro-exportadora. Aquí la producción y la circulación se manifiestan en lugares distintos, están separadas.
La circulación es efectuada en el mercado externo por lo que el consumo del obrero no tiene mucha importancia, y no se reconoce sea imprescindible, según los capitalistas, que su salario deba proporcionarle el poder adquisitivo necesario. De esta manera se le puede continuar explotando sin que esto traiga consecuencias, pues como afirmara Marx, existe un amplio ejército de reserva dispuesto a ocupar el lugar de los agotados trabajadores. Esto ocasiona que se estratifique el mercado interno; en consecuencia, determinados sectores orientan su consumo hacia la deprimida producción nacional, mientras que las demandas de los sectores altos se satisfacen a través de las importaciones y de la producción de bienes suntuarios, solo asequibles a estos grupos, lo que viene a explicar el crecimiento de las industrias que producen este tipo de productos, mientras que aquellas que se dedican a la fabricación de productos de consumo popular, llegan a deprimirse y retroceden.
Además, la crisis y deformación económica con la que cuentan vuelve necesaria la importación de capital extranjero en forma de financiamiento e inversiones directas en la industria. Lo anterior condiciona que parte del valor que se produce, sea transferido a los países más industrializados.
La superexplotación es según Marini la característica específica de la acumulación de los países dependientes. A partir de la teoría general de la acumulación del capital, el autor busca en el capitalismo dependiente sus condiciones específicas de actuación. “(…) La superexplotación del trabajo constituye así el principio fundamental de la economía subdesarrollada, con todo lo que implica en materia de bajos salarios, falta de oportunidades de empleo, analfabetismo, subnutrición y represión policíaca” (Marini, s.a.). O sea, es el pago por debajo de la fuerza del valor del trabajo y se evidencia esencialmente en países con una economía dependiente como un mecanismo estructural de la acumulación del capital.
La superexplotación es una forma particular de explotación y esa particularidad reside en que es una explotación que viola el valor de la fuerza de trabajo a través de mecanismos diversos, sea en el mercado en el momento de la compra/venta, o en el propio proceso del trabajo a través de un desgaste “anormal”, extensivo o intensivo.
En todos los casos, el salario percibido ya no es equivalente, no cubre su valor diario o su valor total. A ello se refiere Marini cuando señala que “la superexplotación se define (...) por la mayor explotación de la fuerza física del trabajador (...) y tiende normalmente a expresarse en el hecho de que la fuerza de trabajo se remunere por debajo de su valor real” (Marini, 1973, p. 39).
Para el autor entonces la superexplotación del trabajo constituye el fundamento de la dependencia, lo que resignifica la superexplotación en el funcionamiento del capitalismo dependiente. La superexplotación una característica general de las economías dependientes, la que induce “a que la contradicción entre producción y consumo individual, propia de la economía capitalista en general, asuma el carácter de un divorcio progresivamente acentuado entre el aparato productivo y las necesidades de consumo de las masas” (Marini, 1973).
El problema principal que caracteriza el desigual intercambio en América Latina es la desproporcionada perdida de plusvalía. La solución que esta economía dependiente propone es tratar de compensarla en el plano de la producción interna ya que esta es incapaz de impedir dicha pérdida en el plano de relaciones de mercado (Marini, 1973). Para dar solución a esta problemática la propuesta es aumentar la intensidad del trabajo a partir de una superexplotación del trabajador en lugar de propiciar los factores idóneos que garanticen un aumento de su capacidad productiva. Lo mismo se podría decir de la prolongación de la jornada de trabajo; se trata aquí de aumentar simplemente el tiempo de trabajo excedente, que es aquel en el que el obrero sigue produciendo después de haber creado un valor equivalente al de los medios de subsistencia para su propio consumo (Marini, 1973).
En el mundo central e imperialista, las formas predominantes en tiempos sin crisis, están relacionadas entonces con la intensificación del trabajo -la que se encuentra estrechamente ligada a la elevación de la productividad-, y en menor medida la prolongación de la jornada y la apropiación del fondo de consumo, particularmente a los migrantes y capas más golpeadas de la población obrera. Lo que importa destacar es que el predominio de esta forma de superexplotación no altera, sino que refuerza, formas de reproducción del capital donde la mayoría de los asalariados, por el monto de sus percepciones, juegan un papel dinámico en la realización de la plusvalía y en el mercado interno. Son relevantes para el capital no sólo como productores sino también como consumidores.
El problema no está entonces en afirmar la universalidad de la superexplotación, sino en no distinguir las formas específicas que predominan en el mundo imperial y en el mundo dependiente y las consecuencias diferenciadas que ello provoca en las formas como el capital se reproduce, así como las bases diferenciadas que establece para el desarrollo de la lucha de clases.
En los países subdesarrollados se evidencia claramente la superexplotación del trabajo. Esto está dado por el grado de dependencia que presentan estos países con respecto a los países desarrollados o también conocidos como países del centro (capitalistas), debido a que los países subdesarrollados no cuentan con tecnología desarrollada y todo un arsenal de maquinarias industriales que se necesitan para poder explotar sus riquezas naturales y minerales. En cambio, los países del centro sí cuentan con un alto desarrollo industrial el cual les posibilita apropiarse de las riquezas naturales y minerales de estos países, empleando por supuesto para esta extracción mano de obra barata permitiéndole así aumentar y consolidar su desarrollo, dominio y poder ante los países subdesarrollados.
La creación de la gran industria moderna se habría visto fuertemente obstaculizada si no hubiera contado con los países dependientes. Una posible salida a esta situación de dependencia que engloba a América Latina, sería una mayor participación en el mercado mundial. Dicha inserción provocaría un cambio en el eje de la acumulación de la economía industrial, es decir, el proceso de acumulación pasaría a depender más del aumento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de la explotación del trabajador.
2. LA ADAPTACIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN MARXISTA AL CICLO DEL CAPITAL
Como quedó expuesto con anterioridad América Latina, ha desarrollado su economía mercantil en función del mercado mundial, fijando el carácter y la expansión del propio mercado. La esencia de la dependencia latinoamericana según Marini, radica entonces en la siguiente contradicción: mientras en los países centrales, con el objetivo de la acumulación del capital, predomina la capacidad productiva del trabajo, América Latina debió acudir a los métodos de la superexplotación del trabajador.
Siguiendo la línea marxista sobre la contradicción del régimen de producción capitalista donde Marx expresa que “los obreros como compradores de mercancías son importantes para el mercado, pero como vendedores de su mercancía -la fuerza de trabajo- la sociedad capitalista tiende a reducirlo al mínimum del precio” (Marx, 2017, p. 238). Ruy M. Marini afirma que desde la posición de país dependiente se aplica la desvinculación de la producción y la circulación de las mercancías, trayendo como consecuencias la oposición del capital al trabajador visto como vendedor y comprador de mercancías, evidenciándose una de las principales contradicciones esenciales e inherentes a la producción capitalista en general.
También es necesario observar que, en los países centrales, donde la productividad del trabajo es la base para la acumulación del capital, aunque se vea de manera efectiva la contradicción que genera el doble carácter del trabajador productor-consumidor, esto se ve igual influenciado y debilitado por la forma en que asume el ciclo del capital. Según Marx “el consumo individual del trabajador es improductivo para él mismo, pues no hace más que reproducir al individuo necesitado; es productivo para el capitalista y para el Estado, pues produce la fuerza creadora de su riqueza” (Marx, 2014, p. 88).
La visión que ofrece Marini sustenta que, aunque el capital privilegia el consumo productivo del trabajador, o sea, el consumo de medios de producción que implica el proceso de trabajo, y el propio trabajador se inclina a excluir su consumo individual (que el trabajador emplea para reponer su fuerza de trabajo) el cual le aparece como consumo improductivo, solo ocurre en el momento de la producción, después desaparece.
El consumo individual de los trabajadores se vuelve una manera vital en la creación de demanda para las mercancías producidas, siendo esto un determinante para que la producción se desenvuelva adecuadamente en el flujo de la circulación. Con relación a ello Marx planteaba: “el consumo individual del trabajador y el de la parte no acumulada del producto excedente engloban la totalidad del consumo individual. Este condiciona, en su totalidad, la circulación del capital” (Marx, 2014, p. 88).
Estos dos tipos de consumo superan la situación de enfrentamiento que mantenían y se integran en el curso del ciclo del capital mediante la conciliación que instituye la lucha entre obreros y capitalistas. En consecuencia, el sistema se basa y se sustenta a través de la “plusvalía relativa” la que se produce al reducir el tiempo de trabajo necesario y el consiguiente aumento del tiempo de trabajo excedente (Marx, 2014) y que a su vez involucra el abaratamiento de las mercancías de consumo individual del trabajador.
La economía exportadora latinoamericana funciona de otra manera para el autor. El consumo individual del trabajador no obstruye la realización del producto, ya que la circulación se efectúa en el mercado externo y a su vez, no está ligada a la producción (aunque si determine la cuota de plusvalía). Lo anterior trae consigo que el sistema explote al mayor por ciento la fuerza de trabajo, entendiendo que siempre puede ser reemplazable.
Este tipo de economía, siendo además una formación social basada en el modo capitalista de producción, aumenta y declina hacia las contradicciones que le son propias, y por tanto crea unas formas específicas de explotación, que reproducen un ciclo, que a su vez reproduce la dependencia que tienen en el ámbito internacional. Se parte entonces del supuesto de que es el mismo sistema el que beneficia a quienes asumen el poder y a su vez, margina a los pobres mediante relaciones de dependencia. En consecuencia se aboga por un cambio de sistema, fundamentalmente por aquellas estructuras que lo conforman. Sin embargo, una crítica importante a los defensores de esta corriente de pensamiento es que, aunque se aboga por un cambio de sistema, no se pone de manifiesto a qué tipo de sociedad deberíamos aspirar, que tipo de desarrollo esperar o alcanzar, los sujetos responsables de esta tarea, o las vías posibles para transformar el estado de cosas existentes en los países periféricos.
3. MECANISMOS QUE CONDICIONAN LA DEPENDENCIA POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL DE LOS PAÍSES PERIFÉRICOS
Varios reconoce Marini son los mecanismos que condicionan, respaldan y fortalecen la dependencia de los países periféricos, en relación a los países centrales o industriales. La comprensión de los mismos parte del principio de que las economías dependientes se hallan supeditadas a la dinámica de funcionamiento de las leyes del mercado mundial capitalista. Los mecanismos entonces poseen dos líneas de acción: una de corto alcance dirigida a la dominación regional, y otra de largo alcance que implica la conquista de los mercados externos.
Ahora bien, para analizar los mecanismos es preciso comprender qué es la composición orgánica del capital y cómo actúa en el intercambio desigual dentro del mercado mundial, pues esta determina la cuota general de ganancia, que constituye a su vez el resorte vital de la acumulación capitalista y que estrecha aún más los lazos de dependencia económica.
La composición orgánica del capital (COC) se traduce como la relación entre el capital constante (masa de capital invertida en medios de producción: recursos naturales, transporte, instrumentos de trabajo, maquinarias, energía, etc.) y el capital variable (capital invertido en la fuerza de trabajo). Es entonces que desde el enfoque marxista que desarrolla el autor, los países dependientes al poseer un incipiente desarrollo tecnológico-industrial se ven limitados a invertir en maquinarias y tecnología, y más en fuerza de trabajo, lo que trae un descenso en la composición orgánica del capital; mientras que los países industriales tienden a invertir aceleradamente en medios de producción y menos en fuerza de trabajo, lo que ocasiona una elevación de la COC y por consiguiente un descenso en la tasa de ganancia.
Este análisis se ve expresado en el intercambio desigual entre ambas economías en el mercado internacional, representando una “ganancia aparente” para los países periféricos; sin embargo, es aquí donde las economías industriales echan mano de mecanismos que tienen como resultado extremar las diferencias iniciales de ese intercambio (Marini, 1973).
El aumento de la productividad, deviene en uno de los mecanismos que señala el autor. Dicho mecanismo brinda la posibilidad de rebajar el valor individual de las mercancías en relación con el valor medio en vigor, y por tanto sacar provecho en la participación del monto total del valor intercambiado. Este procedimiento burla las leyes del mercado, conllevando a una elevación de la COC y activando a su vez la tendencia a la baja de la cuota de ganancia, evidenciándose así el precepto marxista de que en la célula del capitalismo se encuentra la génesis de su crisis (Marini, 1973).
Ahora bien, cuando las economías industriales tratan de inflar la demanda de alimentos y materias primas, las economías exportadoras responden contrariamente; en vez de aumentar la productividad, utilizan un mayor empleo de la fuerza de trabajo, lo que baja su COC y aumenta el valor de las mercancías, deviniendo en más ganancia y plusvalía. Esto conlleva a un equilibrio en el intercambio de mercado que hace que la balanza comercial para Latinoamérica sea favorable, y que se abra la posibilidad de pagar con intereses la deuda externa de estos países para con las economías centrales.
Es entonces que entra en escena otro mecanismo para revertir esta tendencia, el movimiento o exportaciones de capital hacia las economías dependientes, ya sea en forma de regalías, remesas de utilidades, patentes e inversiones directas. De esta forma, se aumenta la productividad, se eleva la COC y por ende, la cuota de ganancia decrece el valor de los productos al producir lo mismo, pero con una mayor inversión de capital constante. Además todo este financiamiento extranjero actúa como una catapulta que permite transferir las ganancias allí obtenidas hacia los países industriales; de modo que se convierte en un negocio donde son estos países los legítimos beneficiarios (Marini, 1973)
Es importante aclarar que en la aplicación de este mecanismo, juegan un papel esencial las oligarquías dominantes que ostentan el poder al interior de las economías periféricas, puesto que sus intereses económicos se ven beneficiados con la subordinación a las políticas impuestas por el centro. De esta manera la dependencia económica transversaliza también la dependencia política en la región.
Siguiendo con el análisis de Marini, al producirse una disminución en la cuota de ganancia en los países periféricos se hace uso de otro mecanismo para contrarrestar esta tendencia, la superexplotación del trabajo. La aplicación de este es posible debido a las circunstancias peculiares que favorecen, en las economías agrarias y mineras en manos de las oligarquías latinoamericanas, la alta rentabilidad del capital variable (Marini, 1973), que como habíamos mencionado anteriormente se refiere a las inversiones en la fuerza de trabajo.
“(..) la economía dependiente sigue expandiendo sus exportaciones, a precios siempre más compensadores para los países industriales (con los efectos conocidos en la acumulación interna de éstos) y, simultáneamente, mantiene su atractivo para los capitales externos” (Marini, 1973, p. 38), de esta manera se le da continuidad a un proceso en el cual los flujos de capitales exteriores reducen la tasa de ganancia de las economías periféricas apoderándose de estas y exportándolas nuevamente hacia las economías industriales.
Ahora bien, la superexplotación del trabajo como se expresó con anterioridad, provoca un aumento en la intensidad del trabajo y un aumento en la explotación del trabajador, que en las economías dependientes adquiere, diría el autor, un carácter más agudo, ya que dicha explotación incide en el valor de la producción y en la propia plusvalía.
La superexplotación del trabajo, entonces interrumpe el tránsito en los países capitalistas dependientes de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa, y constituye un mediador dominante en las relaciones entre el capital y el trabajo, el cual crece a medida que lo hace el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo.
CONCLUSIONES
El pensamiento de Ruy Mauro Marini constituye uno de los pilares sobre los cuales se erige la Teoría de la Dependencia. Sus presupuestos sustentan alternativas que ponen de manifiesto las causas de la situación de dependencia económica, política y social de los países latinoamericanos. Su concepción a propósito del término permite entender la dependencia económica existente en los países periféricos, no solo como un proceso generado y mantenido por relaciones asimétricas en el mercado internacional; sino además y más importante condicionado por los mecanismos y plataformas a través de los cuales se asientan el capitalismo central en las economías latinoamericanas. Dichos mecanismos buscan reducir cualquier saldo favorable de ganancia para los países dependientes, en la medida de que imponen lógicas de funcionamiento para estos, las cuales constituyen fieles reflejos de la ley de acumulación del capital.
Con un aumento de la productividad, el movimiento de capitales o de la superexplotación del trabajo, los países centrales garantizan la subyugación de las economías latinoamericanas, con la finalidad de en un primer momento obtener el control en el mercado mundial a través de un desigual intercambio de mercancías y artículos. Sin embargo lo anterior no resulta suficiente para lograr la dominación; sino que es necesario e imprescindible introducirse en sus economías a través de los flujos de capital en forma de capitales financieros.
Una vez establecidos estos capitales, se procede al aumento de la productividad del trabajador, y al alcance de una mayor plusvalía, que por supuesto retorna a las economías centrales. La superexplotación se convierte entonces en una categoría fundamental según Marini para explicar la dependencia.
Una de las contribuciones de este libro entonces es poner al descubierto el conjunto de mecanismos y de relaciones de poder que se establecen entre países centrales y periféricos, pero además que las relaciones de dependencia en cada periodo histórico obedecen en gran medida a las políticas asumidas por las clases oligárquicas latinoamericanas en el poder, las que encuentran beneficios en los capitales financieros que penetran en sus economías y posibilitan la proliferación de sus negocios privados. De esta manera, Marini aboga por la necesidad de una transformación en la estructura interna de los países latinoamericanos, desmontado la maquinaria capitalista excluyente e intentando instaurar una democracia que favorezca la economía y las producciones nacionales.
Superando la propuesta de desarrollistas y estructuralistas, considera ilógico comprender el subdesarrollo como un eslabón en la secuencia lineal de un mismo proceso, cuya meta será lograr el desarrollo a partir de la incorporación de patrones de avances económicos procedentes de economías industriales, cuando estos se basan en la acumulación de capital a través de la expropiación y la colonización de las economías periféricas. De aquí su fundamento que a mayor expansión capitalista mayor subdesarrollo en las regiones periféricas. La dependencia entonces, constituye un fenómeno originado y mantenido por intereses económicos que se han legitimado en las estructuras de poder interno a nivel político y social de los países dependientes, a medida que el proceso de expansión capitalista mundial ha ido avanzando.
La comprensión del subdesarrollo o desarrollo dependiente en los países del Tercer Mundo por los dependentistas, supera el intento por delimitarlos económicamente y en términos cuantitativos, al incluir de manera acertada las dimensiones históricas del proceso, el significado de las relaciones internacionales y muy importante, las condiciones estructurales internas. De esta forma el pensamiento no solo de Marini sino de los Dependentistas trasciende todo el pensamiento que sobre el desarrollo se había producido hasta ese momento, superando la concepción del desarrollo, como algo lineal y automático.