La crítica científica en las revistas especializadas es una práctica común en el mundo desde hace muchos años. De sus ventajas se ha hablado en nuestro contexto,1,2 principalmente por lo que supone como perfeccionamiento de los resultados de la ciencia, de las ventajas que tiene para el propio autor y como un buen entrenamiento para los profesionales que la ejercen, y hasta para el aumento de las citas y del impacto resultante de la revista donde se publica.
Los científicos están expuestos a ser criticados, lo cual es uno de los beneficios de trabajar en alguna disciplina donde el rigor es visto como una responsabilidad. La crítica no significa que lo publicado no tenga valor, porque toda obra humana es perfectible y no cuestiona la calidad del proceso de revisión realizado durante el proceso editorial de la revista, pues mientras más observadores critiquen la obra sobre la base de un respeto y mesura, es mejor para todos los actores que intervienen en estos procesos de comunicación.
Para evitar algún exceso en la forma de abordar la crítica científica se ha elaborado un método,3 el que ha sido seguido por muchos autores en Cuba y en el extranjero y, según se conoce, se ha implantado en algunos países latinoamericanos.
El abordaje de la crítica científica a veces es malinterpretado y, por ende, no aceptado en el mundo editorial, sobre todo si esta proviene de otros países ajenos. Esto denota que aún se debe aprender de lo que habitualmente se realiza en la gran mayoría de las revistas, especialmente las de mayor impacto, o sea, las que reciben el mayor número de citaciones en el mundo, lo que denota que son las más leídas porque generalmente tienden a publicar los trabajos de más alta calidad y que se agrupan en la corriente científica principal. Ser receptivo a la crítica científica es una habilidad que se puede desarrollar y, como con cualquier habilidad duradera, se debe practicar con frecuencia, porque suele ser beneficiosa.4)
No debe tampoco interpretarse como una crítica a la producción científica cubana bajo criterios ideológicos que estos documentos no revelan en lo absoluto. Por tanto, no se debe temer a la recepción en las revistas de algunas cartas al editor o director donde se aborde la crítica sana y constructiva. Nuestros autores y lectores merecen leer y aprender el ejercicio sano y constructivo de la crítica científica.