Estimado editor:
Se ha realizado la revisión del escrito publicado por Piñera-Castro y Saborit-Rodríguez,1 el cual generó interés para la presente reflexión, por la acertada conclusión a la que llegan los autores en cuanto a las insuficiencias existentes en el desarrollo práctico de la investigación de los alumnos en el contexto de las ciencias médicas.1
La investigación anterior pone en evidencia a nivel universitario que los estudiantes cuentan con insuficientes prácticas investigativas. Esto, sin lugar a dudas, es un aporte importante para las ciencias biomédicas desde el punto de vista de los retos para la formación profesional e investigativa en los diferentes programas de educación superior en ciencias de la salud.
Resulta crucial el abordaje sobre el rol del docente universitario en dicha formación integral del profesional médico y clínico, porque como guía, orientador y tutor del proceso académico, investigativo y técnico, cumple funciones importantes en la promoción de dichas habilidades en el estudiantado. Sin embargo, existe cierta discrepancia entre el ejercicio docente e investigativo en las ciencias de la salud. A partir de ello, y por medio de las publicaciones científicas realizadas con respecto a la temática de la interacción docencia-investigación en educación superior, se analizó dicha “dualidad” o “rivalidad”.
En primer lugar, fue posible reconocer que menos del 50 % de los estudiantes en Latinoamérica demuestra satisfacción con la infraestructura y la investigación que se desarrolla en sus instituciones. Con relación a su percepción sobre el desempeño docente en la misma área, se presentó un 66 % de satisfacción,2 por ello se puede evidenciar una deficiencia en el componente docente e investigativo en las universidades latinoamericanas.
Si bien algunos docentes universitarios se reconocen como responsables del proceso investigativo, declaran de vital importancia el desarrollo consciente de competencias para la investigación, iniciando por las básicas, de profundización, complementarias y avanzadas para así tener los argumentos suficientes que les permitan orientar los estudiantes a su cargo en el proceso formativo.3 Por otro lado, se encuentra un número significativo de docentes que consideran las competencias investigativas como un tema inmerso en el currículo de menor importancia, aun cuando es parte de sus responsabilidades académicas docentes.4
Queda claro que la producción y difusión de nuevo conocimiento como resultado de investigación es un eje determinante para las instituciones educativas universitarias que pretenden una alta calidad de sus procesos formativos, por cuanto las revistas científicas son un aliado estratégico en la búsqueda de la difusión de los resultados investigativos,5 lo cual motiva a los docentes universitarios a dar una mirada con especial atención a sus competencias investigativas, las cuales demandan un pronto desarrollo de su experticia en dicho ámbito para llegar pronto al sometimiento de escritos científicos de alto impacto.6
De esta manera será posible que las instituciones universitarias mejoren sus desempeños investigativos, lo que disminuye las brechas existentes con el nivel de investigación universitaria en el mundo, mediante la proyección de programas de pregrado y posgrado pensados desde la producción científica posmoderna de la mano de un equipo docente que visualiza la investigación a lo largo y ancho de la formación universitaria.7
Actualmente las universidades les apuestan a las competencias investigativas y la producción científica dentro de sus procesos institucionales, porque estos se han convertido en unos indicadores de la calidad formativa y acreditación institucional de alta calidad, así como para la creación y oferta de formación posgradual en diferentes niveles; no obstante, el claustro docente encargado de impartir o promover las competencias investigativas debe contar con las actitudes y aptitudes para ello. En el caso contrario se caería en una conducta incongruente del docente frente a la comunidad universitaria; por ejemplo, en esta situación particular tendríamos un docente que no le gusta la investigación y tampoco cuenta con publicaciones de alto impacto “y que pretende enseñar” al estudiantado sobre investigación y producción científica.
Por último, es cierto que algunas universidades han delimitado muy bien la vinculación laboral en diferentes categorías en cuanto a las funciones del personal; por ejemplo, asignación a docencia exclusiva, asignación a docencia-investigación, y asignación exclusiva a investigación. Esto es una apuesta interesante; sin embargo, una institución universitaria que se proyecte a la alta calidad debe entender que la investigación es un proceso transversal en el proceso de formación que complementa el desarrollo profesional.