INTRODUCCIÓN
En los últimos 35 años, a medida que los movimientos poblacionales se han instaurado como fenómeno global, ha aumentado el número de investigaciones científicas en el ámbito internacional acerca de las relaciones interculturales.
Calderón sintetiza las dos líneas tradicionales de investigación sicológica en este campo, enfatizando en la aculturación y el contacto intergrupal. No obstante, los principales mecanismos estudiados desde la sicología social en lo que respecta a las relaciones interculturales han sido los estereotipos, los prejuicios, la aculturación, la discriminación, el etnocentrismo y el favoritismo endogrupal o la infrahumanización de los exogrupos y sus miembros.1,2
Dentro de la producción científica internacional que ha abordado estos fenómenos se tienen referentes en las investigaciones de Navas, acerca de los procesos de aculturación en la integración de los inmigrantes;3 Calderón, sobre las relaciones interculturales entre adolescentes inmigrantes y autóctonos en Madrid;4 y de López-Rodríguez y Zagefka, acerca de los efectos de los estereotipos en las preferencias de aculturación.5 Estas investigaciones, desde un planteamiento positivista, han obtenido resultados puestos al servicio de futuras prácticas transformadoras.1,2
Ha sido la educación el campo disciplinar desde el que se ha atendido tradicionalmente la interculturalidad con mayor sistematicidad y organización institucional; fundamentalmente, a partir de su inclusión como elemento generador de diversidad en el aula. 1,2
La educación intercultural ha evolucionado a partir de los diferentes paradigmas sociopolíticos de gestión etnocultural y en su concreción, a pesar del posicionamiento del modelo integracionista, han predominado posturas etnocentristas y asimilacionistas por parte de los actores sociales; así devienen foco de atención y aculturación los grupos etnoculturales minoritarios,1 lo cual resulta apreciable en las acciones propuestas por los proyectos Frais-Vallon (Francia), Zurich (Suiza), Conventry (Reino Unido), Atlántida (España) y el de Diversidad Cultural e Interculturalidad en Educación Superior (América Latina).6,7
En Cuba las relaciones interculturales cobran importancia en la educación superior como espacio de confluencia intercultural. Son referentes en el estudio del tema en el país la filosofía intercultural de Fornet-Batancourt, la labor de Rodríguez-Morel en la Universidad Camilo Cienfuegos de Matanzas y el Proyecto Educación Intercultural de las instituciones de educación superior en Villa Clara.1 Particularmente este último proyecto, concluido en el año 2013, dio pasos importantes en la trascendencia del nivel incipiente de desarrollo de la educación intercultural a través del planteamiento de programas de superación profesional y asesoramientos sicológicos y pedagógicos para colectivos docentes; así como sistemas de acciones para la socialización del conocimiento intercultural.6,7
Sin embargo, aunque la educación superior ha sido y es un espacio privilegiado para la atención a la diversidad cultural en Cuba, se identifica la carencia de una concepción de la interculturalidad desde el sujeto que vive la experiencia y cuya cultura de origen se instaura como dimensión mediatizadora de la relación con respecto a otros.1,2 Carencia no abordada en profundidad a través del prisma de la sicología social en los resultados inmediatos de aquellos estudios afines que emergen en el contexto de la enseñanza médica superior cubana,8,9,10,11,12 los cuales no enfatizan en las emergencias subjetivas de las relaciones interculturales desde un compromiso práctico y axiológico.
En la búsqueda de un campo académico unificado y coherente con la complejidad de este fenómeno, la sicología social deviene tributaria de un enfoque o configuración del proceso de la interculturalidad a partir de tendencias, retos, características, particularidades, que derivan comportamientos evidentes, concretos y evaluables, centrado en el estudio de las formas de subjetividad social que median en las relaciones interculturales desde el contexto universitario; por lo que la presente revisión bibliográfica se propone profundizar en el enfoque sicosocial expresivo de las relaciones interculturales contextualizadas en la enseñanza médica superior cubana.
DESARROLLO
La multiplicidad conceptual en torno a la definición de interculturalidad y su expresión en el modelo de formación de la universidad cubana
Los marcos del enfoque del pluralismo cultural emergen, en su evolución, el multiculturalismo y la interculturalidad como conceptos que nacieron con muy poca diferencia asociados a múltiples fenómenos de la vida social y política de los estados nacionales.1,2 Desde este punto de vista, el multiculturalismo denota la presencia de varias culturas en una misma sociedad y, como proyecto, se pronuncia por el respeto a las identidades culturales y se centra, fundamentalmente, en la coexistencia pacífica; mientras que la interculturalidad, cuyo prefijo incluye toda una dimensión dinámica de reciprocidad de perspectivas e identidad entre las diferentes culturas, hace referencia a un proceso activo de comunicación e interacción entre culturas que no excluye el respeto y la coexistencia, a veces pacífica, sino que llega a su mutuo enriquecimiento.
La educación constituye el eje desde el que tradicionalmente se ha atendido la interculturalidad con mayor sistematicidad y organización institucional, fundamentalmente a partir de su inclusión como elemento generador de diversidad en el aula. Autores como Cabrera Ruiz, Rodríguez González y Rodríguez Fleites, así como del Rosario Asebey y Calviño, reconocen la cultura de origen como elemento de heterogeneidad del alumnado en los centros educativos que deviene rasgo intrínseco al proceso educativo en sus diferentes niveles y no exclusivo de determinados centros, cuya estructuración se presenta con mayor énfasis en las mediaciones del proceso de globalización.1,2
La educación intercultural como tendencia educativa contemporánea ha pretendido contribuir, a través de diferentes modelos, a desarrollar un nuevo modo de interacción entre las personas, y también responder a las necesidades de formación humana de una sociedad intercultural. Surgió ante las demandas provenientes de la convivencia de minorías autóctonas (gitanos, comunidades de origen africano, indígenas) y alóctonas (inmigrantes, refugiados, asilados), en Estados Unidos, Europa y países de América Latina.6
Las principales propuestas han estado vinculadas a la educación primaria y secundaria, como niveles elementales y de mayor acceso educacional de las minorías a las que se dirige de forma general;6 y que por necesidades de trabajo terminaban su preparación en estos niveles sin acceder a estudios superiores, lo que ha cambiado desde unas décadas acá.
Educación multicultural o educación intercultural constituyen términos que transitaron de un tema naciente a un campo de investigación y de preocupación de profesores y directivos; sin embargo, como plantean Cabrera Ruiz, Rodríguez Gonzáles y Rodríguez Fleites,1 no han nacido como construcciones propias de una teoría determinada, ni se han traducido en un modelo teórico práctico específico de intervención educativa.
El término educación multicultural es habitual en los ámbitos anglosajones (Estados Unidos, Reino Unido), donde han predominado políticas con acciones o programas compensatorios que en la actualidad tienen como epicentro el empoderamiento de las minorías.2
En Europa continental, donde es de uso común el término educación intercultural, ha estado vinculada con la llegada de contingentes migratorios y por las sociedades étnicas existentes que demandan -entre otros- los servicios educativos. Las principales políticas se han dirigido a la integración de las minorías y los inmigrantes a la cultura nacional, enfatizando en el fomento de competencias interculturales.7
En América Latina, la multiculturalidad se muestra en la creación de espacios para asimilar, integrar, modernizar a los grupos indígenas, enrumbados en la actualidad hacia la redefinición de las relaciones entre el Estado y los grupos indígenas.6
En síntesis, se considera posible plantear que el discurso multicultural originario devino base ideológica del enfoque de educación intercultural, como tendencia de interculturalizar tanto el currículo como la práctica docente; predominando, a nivel declarativo, un enfoque dirigido a la promoción del respeto mutuo y el entendimiento entre todos los estudiantes, más allá de su origen cultural, lingüístico, étnico o religioso.1
En esta dirección es posible identificar un amplio abanico de definiciones a la interculturalidad que responden a las características del contexto y los actores involucrados, las cuales conforman la polisemia de la interculturalidad signada por las diferencias1 entre el plano fáctico o de los hechos y el plano normativo o de las propuestas sociopolíticas y éticas; así como entre los modelos de gestión de atención a la diversidad basados en el reconocimiento de la diferencia y los modelos que hacen énfasis en la interacción entre miembros de los diversos grupos que componen una determinada sociedad.
La observación documental permitió el desarrollo de la presente revisión bibliográfica,13 con la cual se comprobó que en Cuba la educación intercultural se manifiesta en un enfoque educativo integral14 que comprende a todos los estudiantes y no como un programa o acción puntual que, además de evitar la exclusión y la asimilación, respeta las culturas e identidades presentes en el ámbito académico y se dirige a potenciar lo mucho en común entre los estudiantes (Figura 1).
Su núcleo novedoso se sitúa en trascender la propuesta de relaciones no discriminatorias entre iguales, basadas en la aceptación de la diversidad, el respeto y la tolerancia.1 Se ocupa no solo de las culturas y sus identidades, sino de sus relaciones, de la búsqueda de las convergencias sobre las cuales establecer vínculos y puntos en común.
En este marco Cabrera y Gallardo definen que la educación intercultural presupone la preparación de todos los estudiantes para conocer y convivir con culturas de origen diversas, a partir de un contacto reflexivo y crítico valorativo con estas desde sus múltiples manifestaciones; por ello contribuye a configurar a nivel personológico puntos de vista que sintetizan como contenidos la equidad, el respeto, la tolerancia, el pluralismo, la interacción colaborativa entre personas y grupos culturalmente distintos, superando manifestaciones de racismo, discriminación y de exclusión.6
Siendo así, es evidente que la educación constituye un domino importante y la escuela un espacio privilegiado, para articular planteamientos curriculares y didácticos, a tono con las relaciones interculturales. Sin embargo, resulta imposible abarcarlo desde solo una disciplina científica y advierten que en la búsqueda de un campo académico unificador, se requiere centrar la atención en la contribución de la Piscología Social respecto a las emergencias subjetivas de las relaciones interculturales.
La perspectiva sicosocial como enfoque ante las relaciones interculturales contextualizadas en la enseñanza médica superior cubana
Lo sicosocial hace referencia a los aspectos sicológicos emergentes de las relaciones entre el individuo y la sociedad, las formas de subjetividad que se expresan en las relaciones interpersonales.1,2 La convivencia de culturas de origen diverso constituye en la actualidad un reto social desde el que cobra relevancia la atención a las relaciones sociales que se establecen (Figura 2).7
La sociedad encuentra su materialización a través de las relaciones sociales y son aquellas determinadas por el modo de producción predominante, tal y como lo vislumbraron Marx y Engels,15 las que conforman el centro del entramado del sistema social:
(…) En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia Social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general (…)
Aunque Marx y Engels significan las relaciones sociales como la esencia de lo humano,15 y Vygostki16 refiere que son las fuentes de los contenidos intrapersonales, se considera que en la sicología no ha estado presente de forma suficiente en la articulación de las relaciones sociales con la actividad y la comunicación; aspecto este que aborda Áreas-Beatón al explicar el proceso de subjetivación en la relación que existe entre estos tres conceptos esenciales para el marxismo y el enfoque histórico cultural.17
Desde este punto de vista, la categoría relación se emplea en sicología para expresar la esencia general de lo sicológico como producción de los sujetos con respecto a la realidad social, lo cual tiene lugar en la actividad y la comunicación; pues las relaciones sociales son la forma en que el hombre establece relaciones con los objetos (actividad) y con los demás (comunicación). Ahora bien, ello no desestima que como parte de la realidad social se establecen relaciones mutuas (interrelaciones) que portan la posibilidad real de reciprocidad y reversibilidad; diferenciándose de la comunicación y de la actividad, como proceso donde se manifiestan.1,2
Por lo tanto, las relaciones sociales no existen como abstracción, sino como realidad interpersonal desde las múltiples pertenencias sociales de los sujetos. De modo que se conforman, realizan y actualizan en las actividades y comunicaciones que tienen lugar la vida social.6,7
Las relaciones sociales tienen, como plantea Áreas-Beatón,17 una naturaleza cultural; ya que se han conformado como parte del desarrollo histórico de la sociedad. Ellas son organizadas y estructuradas en la unidad de los procesos de actividad y comunicación que realizan los sujetos, y producen intercambios, colaboraciones y subjetividades. La actividad encuentra en los aspectos simbólicos de la cultura su objeto y tiene lugar a través de procesos comunicativos.
De este modo las relaciones sociales siempre presuponen un tipo de actividad y comunicación al implicar producciones culturales e intercambios subjetivos mediados. Pensar desde la dialéctica de las mediaciones posibilita comprender que toda relación social existe en la actividad y la comunicación, y que estas transitan hacia determinadas formas de organización de las relaciones entre los sujetos. Las relaciones sociales están interconectadas con la actividad y la comunicación por las múltiples transiciones que se dan entre ellas donde transcurre la vida de las personas; produciéndose a sí mismas y a la realidad social producida histórica y culturalmente.1,2
Las relaciones sociales serán siempre una relación biunívoca en dos o múltiples direcciones como esencia del significado de lo interpersonal dado por Vygotski en su obra y que Áreas-Beatón enmarca como la singularidad de los procesos de mediación.17
Se hace necesario esclarecer el concepto de mediación en la comprensión que realizamos de las relaciones sociales y que posteriormente se expresará también en la compresión de las producciones subjetivas y los procesos de subjetivación. El concepto mediación, rescatado por Vygotski de las producciones hegelianas y marxistas, considera la multidireccionalidad y multicausalidad de las relaciones entre las personas, los objetos e instrumentos de la cultura, las intenciones y objetivos personales, sociales.15,16,17 Según Pérez Yera, solo desde la categoría mediación, como categoría de análisis de la realidad que dirige la búsqueda hacia las transiciones recíprocas, es que puede entenderse cualquier aspecto de la sociedad.18
Así comprendidas las relaciones sociales, entonces el proceso de producción de la subjetividad resulta más holístico desde la relación sujeto-objeto-sujeto que supera las fragmentaciones de sujeto-objeto (actividad) y sujeto-sujeto (comunicación). De este modo y siguiendo a Áreas-Beatón, cabe destacar que son las relaciones sociales las que actúan más directamente sobre el desarrollo humano;17 ellas están constituidas por el contenido y la naturaleza de la actividad y la comunicación, en las que tienen lugar intercambios y colaboraciones entre los sujetos.
Las relaciones sociales se establecen entre grupos sociales o entre individuos como sus representantes, condicionadas objetivamente por la situación determinada que ocupa cada cual en el sistema de la sociedad, las cuales producen intercambios y colaboraciones como formas de actividad y comunicación. Siempre presuponen al otro y sus mediaciones, tanto sobre los sujetos como sobre el espacio social dimensionado subjetivamente.6,7 En el nivel interpersonal las relaciones sociales tienen lugar en la actividad de las personas concretas, en los actos de su comunicación e interacción; en los que es producido activamente, por parte de individuos y grupos, el sistema de vínculos sociales.
Por tanto, como primer aspecto, los autores del presente artículo de revisión consideran que un enfoque sicosocial expresivo de las relaciones interculturales contextualizadas en la enseñanza médica superior cubana, se caracteriza por comprender las interrelaciones que establecen los sujetos desde las mediaciones de la pertenencia etnocultural en las diversas formas de actividad y comunicación; centrándose en las producciones subjetivas emergentes de las múltiples transiciones que tienen lugar y se van expresando en procesos sociales integradores-desintegradores.
El enfoque sicosocial reconoce las producciones de subjetividad social que se configuran en los espacios interactivos como emergencias de las relaciones sociales que tienen lugar entre sujetos diversos por su pertenencia etnocultural y, con las cuales, los sujetos se identifican o realizan quiebres en las producciones de sentido en el proceso de subjetivación.6,7 De este modo los espacios sociales están atravesados por subjetividades resultantes de tramas simbólico-emocionales institucionalizadas que se configuran en los sujetos estableciendo relaciones de recursividad con la configuración personológica.
Las subjetividades sociales configuradas en los sujetos desde las relaciones interculturales establecen mediaciones entre ellas y con subjetividades sociales configuradas en otros sistemas de relaciones interpersonales, teniendo lugar transiciones, transacciones y determinaciones recíprocas, a través de los sentidos subjetivos, de manera que se instituyen en los espacios sociales en la medida que se configuran en el sujeto.1,2
El modelo intercultural conduce a un reconocimiento mutuo de los participantes basado en la existencia de diferencias y en la simetría de poder en las relaciones entre las culturas, así como al aprendizaje y ejercicio de competencias para la auténtica convivencia intercultural. De esta forma, resulta efímero un enfoque que haga referencia a culturas diferentes como entes fijos, cerrados, con normas inamovibles y se instituye la diversidad cultural como concepto para aprehender la complejidad cultural de las sociedades actuales. En consecuencia, el énfasis se traslada hacia la idea de diversidad cultural en lugar de hablar de la existencia de culturas diferentes. Ello pone en primer plano la heterogeneidad existente en el interior de cada cultura y refuta las pretensiones de formaciones culturales puras.
La cultura, es construida en el espacio de las relaciones sociales. Deviene constitutiva de la subjetividad individual y social, y es imposible abordarla desde las manifestaciones materiales al margen de su interpretación en determinado sistema de relaciones sociales.1,2
Los autores del presente artículo de revisión consideran que un enfoque sicosocial expresivo de las relaciones interculturales contextualizadas en la enseñanza médica superior cubana asume, como segundo aspecto, una comprensión de la cultura como emergencia subjetiva construida en el espacio de las relaciones sociales por los sujetos concretos que participan en ellas a través de actividades y comunicaciones.
Todas las culturas son definidas a partir de sus condiciones de producción y emergencia, y no solo a partir de rasgos, normas o costumbres. La imagen de una determinada cultura, no se produce en un proceso de aislamiento cultural, sino que tiene lugar en un proceso de intercambio. Las culturas han de ser entendidas como procesos dinámicos que aparecen en contextos de relación de uno mismo con el otro, en los marcos de su actualización social, política y comunicativa.1,2
La cultura se crea, transforma y transmite, en el proceso de producción de la vida por el propio sujeto. Porta el dominio que los seres humanos tienen de la vida en relación, expresa el grado de control que posee la humanidad en una forma histórica y determinada sobre sus condiciones de existencia y desarrollo.6,7
La cultura es constitutiva de la sociedad y constituyente de las relaciones sociales, las que devienen en su premisa y resultado, y se convierten en fenómenos culturales. De este modo, la reproducción de lo social siempre incluye la perspectiva individual, proceso donde tiene lugar la consecuente reproducción de lo cultural. La práctica social y todos los fenómenos interactivos resultantes de ellas están mediatizados y dimensionados culturalmente. Por tanto, la mediatización ejercida en las interacciones de los sujetos por la impronta cultural de sus actores, en términos de diversidad, no puede ignorarse como reto social.1,2
El desarrollo del individuo es el resultado de su enraizamiento cultural, el cual ocurre por su pertenencia a múltiples grupos sociales, desde donde se apropia y reproduce la cultura a través de procesos de construcción histórica mediatizados socialmente. De este modo, se considera que un enfoque sicosocial expresivo de las relaciones interculturales contextualizadas en la enseñanza médica superior cubana crea el espacio, en calidad de tercer y último aspecto definitorio, a las relaciones interculturales como formas específicas de interrelación social entre individuos de diversa procedencia cultural mediadas por factores históricos, económicos y socioculturales.1,2
El carácter social del individuo está constituido en primera instancia por su ubicación objetiva en determinada clase social, a la que pertenece la familia en calidad de primer grupo en el cual este se inserta; pero es a la vez constituido por el proceso en el que el sujeto en dialéctica con esas fuerzas sociales va construyendo su propio ser actuando de una u otra manera desde los referentes de su clase social.1,2
De este modo se entiende que el ser humano es producto y productor del orden social en cuanto realidad objetiva y subjetiva; lo cual ocurre a través de la internalización, la objetivación y la externalización como momentos esenciales donde el individuo, en su realización histórica como tal, tiene como punto de arrancada un orden social. No obstante a lo anterior, es la historia de su externalización como ser humano la que produce, mantiene o cambia este orden.6,7
Estos momentos constituyen un continuo proceso dialéctico en los que tiene lugar la socialización e implica que los sujetos internalizan (interiorizan) la realidad objetivada y externalizan (exteriorizan) su subjetividad, alcanzando un carácter de objetividad. La internalización define al ser humano como producto social, la externalización implica que la sociedad es un producto histórico de la acción humana y la objetivación implica que la sociedad es una realidad objetiva.1
La filosofía intercultural concibe la interculturalidad como una búsqueda de contenidos universales que permitan converger. El diálogo intercultural puede llevar a construir una universalidad a través de la cual se genere un proceso de enriquecimiento mutuo; el cual presupone igualdad y condiciones mínimas de simetría para que exista realmente un diálogo.
CONCLUSIONES
La sicología social deviene tributaria de un enfoque o configuración del proceso de la interculturalidad a partir de tendencias, retos, características, particularidades, que derivan comportamientos evidentes, concretos y evaluables, centrado en el estudio de las formas de subjetividad social que median en las relaciones interculturales desde el contexto universitario. En este orden, el enfoque sicosocial expresivo de las relaciones interculturales contextualizadas en la enseñanza médica superior cubana debe centrar todos los esfuerzos necesarios en comprender: las relaciones interpersonales desde las mediaciones de la pertenencia etnocultural en las diversas formas de actividad y comunicación, la cultura como emergencia subjetiva construida en el espacio de las relaciones sociales por los sujetos concretos que participan en ella, y las relaciones interculturales que derivan formas específicas de interacción social entre individuos de diferente procedencia cultural.