INTRODUCCIÓN
En los inicios de la práctica de la medicina, el lavado de las manos no siempre estuvo relacionado con el cuidado de los enfermos. El desconocimiento de las formas de transmisión de las enfermedades, microorganismos y la importancia de la higiene como una medida profiláctica en la prevención de las enfermedades infecciosas convertía a la atención médica en una práctica insalubre en sí misma.
Los registros publicados sobre los enfermos y fallecidos en los hospitales de la Europa medieval, constatan que debido a las precarias condiciones higiénicas reinantes y al hacinamiento, las tasas de mortalidad presentes eran alarmantes, es por eso que los hospitales se ganaron el sobrenombre de casas de la peste, al hacer referencia a la epidemia de peste que asoló diversos países de Europa y Asia, de la cual pocos enfermos escaparon con vida.1
En tal sentido, una de las primeras referencias que se tiene del lavado de las manos con una solución antiséptica data de la primera mitad del siglo XIX. En el año 1822, un farmacéutico francés demostró que una solución de cloruro de sodio podía erradicar el mal olor que desprendían los cadáveres y además planteó que esa sustancia podía servir como un desinfectante y antiséptico. El mencionado farmacéutico publicó un artículo, en 1825, donde figura un consejo para los médicos que prestaban asistencia a enfermos con enfermedades infecciosas, el mojar sus manos en una solución clorada podría reportarles un beneficio para evitar las enfermedades pestilentes.2
De la misma manera, Semmelweis, al que se le conoce como “el salvador de las madres”, estableció una política obligatoria de lavado de las manos, colocó lavabos a la entrada de las salas de maternidad con una sustancia antiséptica, el cloruro de calcio, lo que le permitió observar la disminución de la mortalidad de mujeres por fiebre puerperal.3,4Constituyó esta la primera evidencia documentada y clara del beneficio que reporta el lavado de las manos en el control de las enfermedades infecciosas.5
A inicios del siglo XXI, se desarrollaron estudios que identificaron la incidencia y prevalencia de pacientes con daños durante la hospitalización. La magnitud del problema atrajo la atención de profesionales, investigadores, grupos de derechos de pacientes y de la sociedad en general.6) Todo ello propició la inclusión del tema en las políticas de salud internacionales con el surgimiento de la Alianza para la Seguridad del Paciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2004.7)
El estilo de trabajo de la mencionada Alianza, se centró en la determinación de retos que se consensuan en las Asambleas Generales de la OMS, de acuerdo a las evidencias científicas de las diferentes experiencias nacionales e internacionales,8 es así que en el año 2005 surgió el primer reto global mundial de Seguridad del Paciente, “Cuidado limpio es cuidado seguro”.
Las principales pautas de este desafío se centraron en los riesgos de la infección como complicación durante la hospitalización. Se determinó, en este momento, la importancia del lavado de las manos como garantía de la seguridad.9) La OMS ha elaborado unas directrices basadas en la evidencia sobre Higiene de las Manos en la Atención Sanitaria en apoyo de los centros de salud para mejorar la higiene de las manos y así reducir las infecciones. Estas directrices han sido desarrolladas para ayudar a los centros de salud a implementar mejoras, de conformidad con las Directrices de la OMS sobre Higiene de las Manos en la Atención Sanitaria.10
En Cuba, es relevante la labor del eminente doctor Carlos J Finlay durante la tercera epidemia de cólera en La Habana, en el año 1867, quien, después de un riguroso estudio sobre la enfermedad, instituyó que todos los que asistían a enfermos de cólera debían lavarse las manos cuantas veces fuese preciso para que en ellas no quedaran partículas de las deyecciones coléricas. Constituyó una de las primeras referencias a realizar el lavado de las manos para evitar el contagio con esta enfermedad, en nuestro país.11
A partir de ese momento mucho se ha hecho en Cuba por el empleo de las medidas de higiene primordiales en el desarrollo de la salud pública cubana. El análisis de algunos estudios realizados sobre la frecuencia del lavado de las manos, ha permitido constatar que esta sencilla medida se realiza solo entre un tercio y la mitad de las veces que debería realizarse en los servicios de salud.12,13
En Cienfuegos, no se evidencian estudios relacionados con esta temática, pero la experiencia profesional y de seguimiento en la educación en el trabajo con los estudiantes de enfermería y de otras carreras nos permiten corroborar que no es una técnica que se práctica sistemáticamente en la asistencia sanitaria.
La voluntad consciente, el trabajo intersectorial e interinstitucional, la educación, la participación activa de la comunidad, la concientización en relación con la higiene de manos, constituyen pilares en la formación tanto en niños (as), adolescentes y adultos y contribuye al cambio de rutinas y estilos de vida, que como bien declara Espinosa Brito en su artículo “Acompañando la marcha de la pandemia de COVID-19. Una mirada desde Cienfuegos”, no siempre se consigue ni en todos los individuos, ni en breve tiempo, unido a un contexto socioeconómico complejo, en gran parte relacionado con un recrudecimiento del largo bloqueo del gobierno estadounidense a nuestro país.14
Por todo lo antes planteado y teniendo en cuenta que los fundamentos teóricos nos acercan a entender mejor los procesos, se realizó esta revisión con el objetivo de determinar los fundamentos teóricos de Florencia Nightingale que guardan relación con la higiene de manos.
DESARROLLO
En relación al objetivo planteado, los autores abordarán la higiene como elemento fundamental de la teoría del entorno, por lo que se considera oportuno tratar estos temas para el entendimiento teórico de esta problemática.
Para estudiar las teorías y modelos de enfermería, se establece que “la enfermería abarca cuatro conceptos centrales conocidos como metaparadigmas.15,16 Estos son: persona, entorno, salud y enfermería que aparecen definidos en las teorías de enfermería desde los escritos de Nightingale en la segunda mitad del siglo XIX.16,17
La higiene es un elemento fundamental de la teoría del entorno de Nightingale (Nightingale, 1969). Refiriéndose específicamente al paciente, la enfermera y al entorno físico, ella observó que un entorno sucio (suelos, alfombras, paredes y ropa de cama) era una fuente de infección por la materia orgánica que contenía. Incluso si el entorno estaba bien ventilado, la presencia de material orgánico creaba un ambiente de suciedad; por tanto, se requería una manipulación y una eliminación adecuada de las excreciones corporales y de las aguas residuales para evitar la contaminación del entorno.
En tal sentido, Nightingale era partidaria de bañar a los pacientes a menudo, incluso todos los días, en un momento en que esta práctica no era habitual. También exigía que las enfermeras se bañaran cada día, que su ropa estuviera limpia y que se lavaran las manos con frecuencia, para lograr la no transmisión de microrganismos de una persona a otra.17,18)
Su consejo para las enfermeras, tanto las que proporcionaban atención domiciliaria como las enfermeras profesionales de los hospitales, era crear y mantener un entorno terapéutico que mejorase la comodidad y la recuperación del paciente. Su tratado sobre la higiene rural incluye una descripción de problemas ambientales y de sus resultados, además de soluciones prácticas a estos problemas para los hogares y las comunidades.18,19
La COVID-19 es una enfermedad que nunca antes se había visualizado en el mundo pero que su prevención sigue los pilares que Florencia ha descrito en sus teorías. Es una afección que en estos momentos está azotando al mundo y ha desestabilizado todos los sistemas económicos de los países, y que tiene en la higiene de manos una de las medidas más efectivas para evitar su contagio.
Nightingale creía que un entorno saludable era necesario para los cuidados adecuados de enfermería. Por eso es importante la desinfección concurrente de la unidad del paciente y velar por la limpieza y la higiene. La insalubridad de los hospitales y el desconocimiento de los médicos de qué era lo que causaba la infección en los pacientes operados eran los ingredientes perfectos para que la mayoría de las cirugías terminaran con la muerte del paciente.18,19
Los supuestos y la comprensión de Nightingale de las condiciones sociales fueron lo más relevante para su filosofía. Creía que los enfermos se beneficiarían de las mejoras del entorno tanto a nivel corporal como mental. Creía que las enfermeras podrían ser el instrumento para cambiar el estatus social de los pobres, al mejorar sus condiciones de vida físicas.19
Es importante destacar que Nightingale analizó datos del Departamento de Matronas del Hospital King’s College relacionados con la alta tasa de mortalidad durante el parto, al recomendar modificaciones ambientales, así como el lavado de manos para reducir la fiebre puerperal, que fue la principal causa de muerte materna en el momento. Florence fue una epidemióloga que vio lo que tenían en común en cada realidad la cantidad de muertes, además utilizó sus datos estadísticos para describir las condiciones de vida de las personas y las remitió a los organismos responsables para poder controlar los problemas.18,19
Los autores de esta investigación consideran que el lavado de manos, tan ampliamente informado por Florence en ese momento, es de gran importancia hoy en día. Un porcentaje de infecciones nosocomiales se puede prevenir mediante la práctica de tal acto, pues la mayoría de los microorganismos asociados con la microbiota transitoria de las manos, es decir, adquirido por contacto con personas o materiales colonizados o infectados, podría eliminarse fácilmente con un lavado adecuado, al contribuir para la reducción de su diseminación.20,21
La Organización Mundial de la Salud recomienda realizar un lavado de manos frecuente con agua y jabón, o, si esto no es posible, utilizar un desinfectante de manos a base de alcohol. Mantener las manos limpias es una de las medidas más importantes que podemos adoptar para evitar contagiarnos y propagar la COVID-19 a otras personas.22
Sin embargo, autores como Bayo, consideran que la importancia del lavado de las manos aún no es comprendida por todos los doctores y el personal que trabaja en las instituciones médicas.21
Reconociendo, por lo tanto, los escritos de Nightingale y Sommelweis como importantes vertientes de actuación en el campo de la prevención/contagio, se evidencia la necesidad de profesionales empeñados en el proceso salud-enfermedad y en la promoción de estrategias de control de las infecciones hospitalarias.9
El informe “Situación de la enfermería en el mundo 2020: invertir en educación, empleo y liderazgo”, lanzado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 7 de abril de 2020, proporciona una visión y una agenda prospectivas para las políticas relacionadas con esta profesión, al tiempo que el mundo celebra en 2020 el Año Internacional de los Profesionales de Enfermería y Partería y enfrenta la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19).23
En vista de esto, se demuestra que Florence Nightingale fue visionaria para su tiempo, al ofrecer grandes contribuciones en el campo de la epidemiología. Sus estudios, con la teoría ambientalista siguen vigentes, incluso después de casi dos siglos desde su preludio. El lavado de manos implementado con éxito por Nightingale, así como el cuidado del medio ambiente, son procedimientos reconocidos oficialmente por la OMS como estrategias para combatir la propagación de COVID-19.6) Paralelo a esto, en el contexto de la Enfermería, Florence Nightingale se caracteriza como impulsora de este proceso.8
Considerando la higienización de las manos como la remoción de los “microorganismos que colonizan las capas superficiales de la piel, así como el sudor, la oleosidad y las células muertas, retirando la suciedad propicia a la permanencia y a la proliferación de microorganismos”10, y que uno de los mayores índices de transmisión de infección se da por las manos,11) su adopción debería ser contemplada por todos los profesionales de salud, para eso sería necesario la preparación adecuada de los mismos e inversiones en su concienciación.12
Pero, observaciones del ambiente hospitalario reafirman la no uniformidad de conductas y rutinas referentes a su realización, y que a pesar de todas las evidencias y comprobaciones sobre la importancia de la adhesión a esta medida, las manos de los profesionales de salud aún se constituyen como el mayor vínculo de diseminación de las infecciones hospitalarias.13
La buena técnica del lavado de manos implica limitar, en la medida de lo posible, la transferencia de microorganismos patógenos de una persona a otra. Si el personal de salud se lava las manos después del contacto con el paciente, pone un obstáculo a la diseminación bacteriana, en especial de un paciente a otro.
Para lograr lo antes planteado los autores consideran que es de vital importancia la formación en estos temas para todos los profesionales de la salud pero muy específicamente los enfermeros y enfermeras que laboran hoy en nuestras áreas asistenciales
La influencia de este sistema de formación y de muchos de sus principios aún puede observarse en los actuales programas educativos de enfermería. Aunque Nightingale recomendaba que la escuela de enfermería fuera independiente del hospital para garantizar que las estudiantes no participaran en el trabajo del hospital como parte de su formación, las escuelas estadounidenses de enfermería dependieron de un hospital durante muchos años, Raile Alligood cita a Ashley, Decker y Farley, autores que desde su perspectiva pensaban que no se podía valorar el arte de la enfermería con exámenes, pero utilizaban otros métodos de evaluación, como estudios de casos (notas), para estudiantes de enfermería en el St. Thomas Hospital.19
Nightingale entendió claramente que solo se realizaría una buena práctica con una buena formación. La formación consiste en capacitar a una enfermera para que actúe del mejor modo posible..., como un ser inteligente y responsable» Decker y Farley, citados por Raile Alligood, consideraban que la formación consiste en capacitar a una enfermera para que actúe del mejor modo posible..., como un ser inteligente y responsable. Resulta difícil imaginarse cómo sería en la actualidad el cuidado de los enfermos si Nightingale no hubiera definido las necesidades de formación de las enfermeras y no hubiera creado estas primeras escuelas.19
En situaciones de pandemia como la actual, las exigencias en el desempeño de la enfermería resultan particularmente importantes por la trascendencia de su cometido: la atención técnica y el cuidado humano de personas vulnerables, y la relación de especial confianza y cercanía que con ellas se establece. Esto requiere del personal de Enfermería un esfuerzo positivo y permanente para preservar los derechos inherentes a la dignidad de la persona en el contexto de la relación sanitaria: la vida, la integridad física y moral, la seguridad, la intimidad, la confidencialidad y la autonomía.23
No seríamos consecuentes con Florencia si no estuviéramos las enfermeras y enfermeros en la primera línea frente a esta pandemia, comenzando con la capacitación para luego tener un buen accionar en la práctica asistencial. Utilizando la higiene de manos como práctica sistemática en el quehacer de la enfermería de estos tiempos.
El personal de enfermería se caracteriza por sus competencias asistenciales, lo que le ha permitido asumir el liderazgo en la vigilancia y atención sanitaria de la población, así como de la prevención y educación para la salud de la misma, desde una dimensión holística de cada persona. En Cuba todos los servicios destinados a las afecciones respiratorias y a la COVID-19 en el país se han garantizado, con alrededor de 20 000 enfermeras y enfermeros, que se encuentran distribuidos en hospitales, centros de aislamiento y vigilancia, mientras que en el nivel primario de atención más de 12 000 apoyan las pesquisas en consultorios, instituciones sociales, hogares maternos y policlínicos. Asimismo, se incrementó la colaboración internacional con más de 1 000 enfermeras y enfermeros que integran las Brigadas Henry Reeve. (23
CONCLUSIONES
Como puede observarse, los antecedentes teóricos de Florencia Nightingale no distan de lo que en estos momentos se estudia sobre higiene de manos y más aún en estos tiempos cuando la COVID 19 ha despertado esta praxis a nivel internacional. Se reconoce que la higiene de manos ha transitado de manera transversal durante todos los tiempos y su no realización ha colaborado en la transmisión de microorganismos patógenos en la asistencia sanitaria, hecho que ha motivado la sistematización de esta técnica.