INTRODUCCIÓN
Se conoce como enfermedades autoinmunes (EA) a aquellas afecciones en las cuales se produce un desequilibrio del funcionamiento normal del sistema inmune. Como resultado se obtiene que los distintos órganos del cuerpo humano son atacados por sus propias defensas las cuales actúan en forma de auto anticuerpos. Las enfermedades reumáticas son consideradas como EA y dentro de ellas la artritis reumatoide (AR) ocupa un lugar privilegiado teniendo en cuenta el gran número de manifestaciones clínicas, complicaciones y disminución de la percepción de calidad de vida que genera en los pacientes con esta enfermedad.1,2
Se define la AR como una enfermedad inflamatoria, sistémica y crónica caracterizada por la afectación simétrica de varias articulaciones, principalmente manos y pies; puede acompañarse de manifestaciones generales y extra articulares. Epidemiológicamente se caracteriza por ser una enfermedad de inicio tardío teniendo como medias edades superiores a los 40 años, con predominio de afectación por el sexo femenino. Sin embargo, existen estudios que reportan casos de ambos sexos en edad infantil, adolescentes y adultos jóvenes.3,4
El sustrato etiopatogénico de la enfermedad es el proceso inflamatorio que se establece y genera daño articular progresivo, hasta llegar a la deformidad y destrucción articular. Se describe que las pequeñas articulaciones de las manos y los pies son las que más sufren, incluso se ha denominado mano reumática y pie reumático a las deformidades resultantes que se originan en estas articulaciones. 5,6
A pesar de reportarse que estos daños ocurren en pacientes con enfermedad de larga evolución, también han sido descritos en pacientes con tiempo de diagnóstico relativamente corto pero asociado a otras situaciones como son: agresividad de la enfermedad, abandono del tratamiento, presencia de comorbilidades, diagnóstico tardío o tratamiento incorrecto.7-9
Se presenta un paciente de sexo femenino de 54 años de edad, con diagnóstico de AR desde hace 5 años, para lo cual lleva tratamiento con antiinflamatorios esteroideos y no esteroideos, sin indicación de fármacos modificadores de la enfermedad. Acude a consulta refiriendo dolor intenso en ambos pies y marcada dificultar para deambular.
Al examen físico destaca la presencia de subluxación de las articulaciones metatarso falángicas de ambos pies, pies planos con descenso de ambos arcos longitudinales internos. El ante pie en forma triangular, con dedos en martillo, con lesiones en ojo de perdiz y callosidades plantares. En el retro pie se observa la presencia de tobillos valgos.
Con este cuadro clínico se indica radiografía de ambos pies AP (Figura 1) y lateral, exámenes complementarios. Se comienza tratamiento sintomático en espera de resultados de exámenes de laboratorio para definir utilización de fármacos modificadores de la enfermedad.
En la radiografía de ambos pies AP se observa luxación completa de primera articulación metatarso falángica bilateral, subluxación de segunda a quinta articulación metatarso falángica de pie izquierdo. Además se observa esclerosis, quistes óseos y erosiones en el resto de articulaciones y superficies óseas (Figura 1)
La AR es una enfermedad que provoca daño articular severo con gran afectación de la percepción de la calidad de vida relacionada con la salud y distintos grados de discapacidad funcional. Controlar el proceso inflamatorio resulta indispensable para evitar, minimizar o retrasar la aparición de deformidades.10-12