Introducción
El tema Contribuciones de la filosofía para la consolidación de la filosofía de la educación, tiene como objetivo central el análisis de enfoques, corrientes y propuestas teóricas surgidas en la historia de la filosofía como aportaciones fundamentales para la consolidación de la filosofía de la educación, cuya existencia y constitución exige con claridad dos condiciones elementales: la presencia de la filosofía y la presencia de la educación. No hay filosofía de la educación sin tener un objeto material sobre el cual vierte su acción reflexiva: el hecho educativo. Y así mismo, no puede existir una educación sin teoría filosófica que la respalde y la justifique. Lo anterior es posible debido a la existencia del principal referente: el ser humano, quien en palabras de la autora (2015), “desde sus orígenes empezó a cuestionarse acerca de sí mismo y de todo cuanto ocurría a su alrededor, empezó a reflexionar y a buscar explicaciones acerca de las causas y principios de todo, empezó a perderse en el laberinto de incertidumbres, empezó a explicarlo todo desde el mito, la leyenda, el rito y poco a poco direccionó sus respuestas desde la razón y desde la ciencia”. (Aguilar-Gordón, 2015, p. 14)
De allí que, una de esas problemáticas a las que trata de responder constituye la educación y sus diversas manifestaciones, es así como al pretender encontrar las causas del porqué de todo cuanto sucede, y al intentar determinar las principales relaciones existentes entre fenómenos va implementando diversos métodos de investigación, va descubriendo técnicas y procedimientos ordenados, sistemáticos y coordinados que paulatinamente van configurando la ciencia en general y las ciencias de la educación en particular(Aguilar-Gordón, 2015)
La ciencia en general, las ciencias de la educación y la filosofía de la educación históricamente se ha direccionado desde tres ángulos diferentes como los que se citan a continuación: “Tendencia a valorar a la razón humana (racionalismo) mediada por el método matemático-deductivo. Tendencia a valorar a la experiencia y a la observación de los hechos concretos (empirismo) mediadas por el método inductivo iniciado por Francis Bacon en la ciencia de la modernidad, …Tendencia a valorar tanto a la experiencia como a la razón, esto gracias al uso del método resolutivo-compositivo… método hipotético-deductivo (inductivista-deductivista) iniciado sistemáticamente por Galileo hasta consolidarse como el …método científico…. que, a pesar de los tropiezos experimentados en la historia, sigue siendo vigente tal como lo evidencia la epistemología de la actualidad”. (Aguilar-Gordón, 2015, p. 14)
La ciencia actual sigue pretendiendo alcanzar la concreción mediante la experimentación, la verificación y la evolución de sus teorías. Entonces surgen algunas interrogantes como: ¿Cuál es el rol de la filosofía de la educación? ¿Cuál es el lugar que ocupa la filosofía de la educación entre las ciencias? ¿La filosofía de la educación es una ciencia o una disciplina? ¿En qué método o métodos encuentra su respaldo? ¿Cuáles son las contribuciones que realiza? ¿La filosofía de la educación responde a las necesidades con-temporáneas de la época en la que surge? ¿Cuáles son los tributos fundamentales de la filosofía para la filosofía de la educación?, en fin, son algunas cuestiones que exigen ser re-pensadas.
Por lo expuesto, toda orientación pedagógica tiene sus cimientos en la filosofía. En este escenario, es preciso tener presente que: 1. Toda filosofía de la educación es una disciplina globalizadora e integradora de saberes; es multidisciplinar porque requiere de otras ciencias auxiliares para completar su proceso de comprensión. 2. La reflexión sobre los fines, los sujetos de la educación y sus problemáticas son aspectos constantes y fundamentales de la filosofía de la educación de todos los tiempos y de todas las sociedades.
Hasta cierto punto, resulta comprensible entender que cada investigación concreta o ciencia particular lleva consigo un método específico de investigación que valida o descarta una teoría, aspectos que no anulan la incidencia de factores endógenos y exógenos en el accionar del sujeto que investiga, en otras palabras, la ciencia, su método y el investigador siempre se van modulando a través de la historia y de la cultura, siempre serán con-temporáneos (Aguilar-Gordón, 2015).
En definitiva, para cumplir con el propósito establecido en este artículo, es preciso realizar una breve aproximación conceptual sobre el significado mismo de la filosofía de la educación para identificar sus principales problemas; examinar las contribuciones recibidas desde la historia de la filosofía, determinar su finalidad; y avizorar las nuevas perspectivas y desafíos.
Por su naturaleza misma, la Filosofía de la Educación es la disciplina que se encarga de discurrir racionalmente sobre la educación, su problemática, sus funciones y sus fines; es la reflexión racional sobre el hecho educativo. Incluye además el análisis del lenguaje educativo, la evaluación critica de contenidos.
Desde el estatuto epistemológico, se puede establecer que la Filosofía de la Educación constituye una parte importante de las ciencias humanas, encargadas de la explicación y reflexión de la naturaleza humana; preocupadas por el conocimiento profundo del ser humano. La filosofía es clave para la comprensión de la educación y de sus principales agentes; se evidencia que es la filosofía, la disciplina que proporciona las herramientas necesarias que permiten la toma de conciencia del ser educando y del ser educador frente a sí mismo, a los demás, al mundo e incluso frente a la trascendencia. Al ser la educación un proceso permanente requiere siempre acudir a las teorías, postulados e insumos conceptuales que solamente la filosofía le puede proporcionar para cumplir con sus objetivos: la formación del ser humano.
Ahora bien, es importante considerar que tanto la filosofía como la educación tienen como punto central al hombre, razón por la cual, filosofía y educación se complementan, pero a su vez siempre requerirán el apoyo de otras disciplinas como la antropología, la historia y la sociología. Esta vinculación armónica interdisciplinar es lo que ha dado como resultado al surgimiento de la filosofía de la educación. Así mismo, examinando en la historia de la filosofía, se ha podido encontrar algunos enfoques que han aportado para la constitución de la filosofía de la educación.
Desarrollo
En este apartado se presentan algunos enfoques filosóficos que históricamente han contribuido para la constitución de la Filosofía de la Educación, a continuación, el detalle:
Enfoque idealista. Representado por Platón (427-347 a.C.) y por San Agustín (354 d.C.-430 d.C.). Este enfoque orientó la educación del mundo occidental hasta el siglo XIX; sostiene que solo las ideas brindan el conocimiento verdadero, estas viven fuera de la mente humana, de allí que “la verdadera realidad solo se conoce por el intelecto” (Carrasquillo, 2016, p. 7). Este enfoque da primacía a la razón y rechaza al conocimiento obtenido por los órganos sensoriales. De acuerdo a este enfoque, el fin de la educación es formar hombres sabios, virtuosos y racionales para alcanzar las condiciones de ser los Magistrados del Estado; promueve la formación de un ser racional que no se abandone a sus instintos, sino que adquiera una mayor conciencia moral. Es un enfoque predominante sobre todo en instituciones religiosas que buscan orientar al hombre hacia Dios.
Conforme a este enfoque, el educando es un ente espiritual, que tiene un conocimiento innato que le facilita alcanzar la perfección moral a través de la educación, con esto se busca desarrollar la capacidad intelectiva del estudiante para “ayudarlo a trascender del mundo visible al inteligible” (Hinostroza-Ayala, 2007, p.18); es decir, el papel del estudiante es ser un agente pasivo. Por su parte, la función del docente es ser “una persona con un gran carácter moral, que busque ante todo la verdad, que ame lo bello y lo sublime, que sea justo, correcto y virtuoso” (Carrasquillo, 2016, p. 8). Esto es que el maestro debe ser un modelo de vida para los educandos; forma a los alumnos según su imagen, es el encargado de crear el ambiente propicio para fomentar el conocimiento junto con la autodisciplina. Así mismo, el método que utiliza es la mayéutica dialéctica junto con la clase expositiva. El docente presenta distintas realidades al alumno provocando capacidad de respuesta y de reacción frente a las realidades presentadas. El conocimiento obtenido es producto del proceso de aprendizaje. Este enfoque desea poner la educación en manos del Estado.
Una de las críticas a este enfoque está dirigida a su tendencia intelectualista que, a fomentar una educación de este tipo, sitúa al conocimiento como objeto de la educación, sobrevalora el esfuerzo intelectual colocando al educando como un ser pasivo que requiere siempre del maestro. Este enfoque no piensa en el ambiente educativo, ni en la manera de transmitir el conocimiento. Valora los contenidos a impartirse y fomenta el aprendizaje memorístico. Propicia la formación de una clase elitista y privilegiada que por el simple hecho de tener en sus manos el conocimiento ha sido la encargada de dirigir la educación de los sectores populares, separando sujeto y necesidades reales. El Estado se convierte en la entidad “a quien le corresponde seleccionar quienes deben ser educados, lo que refleja una visión un tanto totalitaria y exclusivista de la educación” (Hinostroza-Ayala, 2007, p. 19). Sin embargo, este enfoque a pesar de calificarse como verbalístico y dogmático, trató de evitar el castigo físico y de potenciar una educación con amor y con bondad.
Enfoque realista. Representado por Aristóteles (384-322 a.C.), Comenio (1592-1670), Locke (1632-1704) y Herbart (1776-1841). Este enfoque sostiene que la única realidad que existe es aquella obtenida por los órganos sensoriales; privilegia las ciencias naturales y sociales. El objetivo de este enfoque es que la felicidad perfecta se alcanza a través de la educación y luego de alcanzar el desarrollo de hábitos que puedan demostrar un correcto uso de la razón que permite obtener sabiduría y prudencia como herramientas importantes para la formación del carácter. Este enfoque busca la vinculación e interrelación del saber con la realidad; busca el predominio de la observación y de la experimentación.
Uno de los representantes más significativos del realismo y el padre de la didáctica, Comenio (1592-1670), sostenía que toda la realidad se encontraba sometida a las leyes naturales. Así, afirmaba que “el niño es igual a la naturaleza, para dominarlo es necesario conocerlo y respetar sus formas constitutivas y las leyes de su desarrollo” (Perelló, 1995, p. 87). Todo lo que hace la naturaleza lo hace de manera espontánea, sin imposiciones ni angustias; de la misma manera debe proceder la educación, de manera gradual y partiendo de lo simple para llegar a lo complejo. Otro representante de este enfoque es Locke (1632-1704) quien plantea que el niño es como una tabula rasa, una hoja en blanco que deberá ser llenada por la experiencia obtenida en la realidad, la cual es independiente de la mente del ser humano. Por ello, estudiosos como Perelló (1995), manifiestan que Locke (1632-1704) es el iniciador del realismo pedagógico para quien el conocimiento se encuentra ligado a las leyes de la naturaleza; se preocupó “por adaptar los programas al educando y no el niño a los programas” (p. 112). Además, Locke (1632-1704) establece la relación existente entre conocimiento y experiencia sensorial, por ello afirma que “el niño tiene la necesidad de obrar y de hacer” (Perelló, 1995, p. 112).
El rol del maestro es “proveer experiencias necesarias para el desarrollo de las capacidades del individuo” (Carrasquillo, 2016, p. 11). El maestro debe impartir y demostrar el conocimiento, para esto deberá fomentar el interés en lo que enseña, manteniendo al niño en completa alegría durante el aprendizaje. Una alegría que según Bohm (2010), produzca un interés duradero capaz de producir “un interés espontáneo, involuntario, que se impone irresistiblemente de tal modo que se apodera del ser todo y lo mantiene motivado”. (p. 23)
El papel del educando en este enfoque varía de acuerdo al representante. Así, para Locke (1632-1704) y Comenio (1592-1670) el educando aprende por medio de la interacción con el medio ambiente; se puede decir, que este enfoque repercute notoriamente en el constructivismo presente en el siglo actual. Para Herbart (1776-1841), otro representante de este enfoque, el niño como tal carece de importancia; centra su atención en la manera como el maestro debe enseñar al estudiante y para esto le ofrece algunos recursos psicológicos. Respecto al método de enseñanza afirma la necesidad de saber obrar con inteligencia, carácter y personalidad; a esto se agrega las memorizaciones, repeticiones y trabajos prácticos, para constatar lo comprendido por el educando, utilizando el juego como recurso principal. Con el juego tratan de desarrollar la libertad, la espontaneidad del niño logrando la capacidad de iniciativa y de trabajo. Valoran los intereses del estudiante, procediendo desde lo conocido hacia lo desconocido, a través del uso de materiales visuales significativos para poder manipular el ambiente. Este enfoque insiste en la enseñanza tanto del idioma vernáculo como de otros idiomas que a futuro resultarían útiles.
Existen algunas críticas realizadas a este enfoque. Se afirma que el educando no posee libertad, ella queda reducida a las medidas biológicas y naturales del niño; y a las medidas psicológicas utilizadas por el maestro, incluso se asegura que el realismo termina confundiendo la educación con la instrucción. Al creer que el hombre nace bueno trata de buscar o de instruir una conducta y voluntad bien educada, ya que de acuerdo a Perelló (1995), el comportamiento es “el producto de las representaciones” (p.154). Visto de esta manera, otro aspecto negativo seria el fomentar una moralidad fundamentada en criterios ajenos, en lugar de motivos éticos e intrínsecos del propio sujeto.
Entre los aspectos positivos de este enfoque se encuentran: la especial atención puesta en la moralidad y la creencia de que “mediante la educación se puede educar el espíritu resaltando la relación necesaria entre el conocer y el hacer” (Perelló, 1995, p.156). Otro aspecto positivo de este enfoque, se encuentra en el hecho de buscar medios psicológicos en donde se adapte el ambiente al sujeto y no viceversa. Se coloca al interés como punto central de aprendizaje.
Enfoque naturalista. Representado por Rousseau (1712-1778), este enfoque sostiene que el universo está compuesto por procesos naturales, con lo que afirma que el ser humano es inocente, autosuficiente y bueno por naturaleza; al igual que el realismo pedagógico el conocimiento se abstrae de la experiencia obtenida por los sentidos. Este enfoque sostiene que el objetivo de la educación es educar a los niños siguiendo el proceso natural para lograr el perfeccionamiento en la sociedad.
En relación al rol del maestro, Rousseau (1712-1778), decía que “el maestro mientras menos hace, mejor maestro es” (Carrasquillo, 2016, p. 15), así, el maestro se convierte en un facilitador para el educando. Aunque da un lugar al maestro, este enfoque afirma la importancia de que los primeros educadores sean los padres de familia, especialmente la madre, ella posibilita el aprendizaje; sin embargo, el educador que este bajo la tutela del educando debe “despertar en el educando la ambición y necesidad por el aprendizaje” (Hinostroza-Ayala, 2016, p. 114). Por su parte, el papel del educando es activo, este debe aprender por sí solo, “en contacto con la naturaleza y lejos de la sociedad” (Perelló, 1995, p. 118) para esto Rousseau (1712-1778), señala la importancia de adecuar un correcto ambiente de aprendizaje en donde se deje al educando obrar de acuerdo a su naturaleza y “a sus necesidades psicológicas” (Perelló, 1995, p. 119), en otros, términos, el educando debe ser educado de acuerdo a las etapas de su desarrollo natural.
Este enfoque sostiene que el sujeto nace apto para aprender y para conocer, por lo que sus primeras sensaciones pertenecen por completo a los sentidos y de allí gradualmente va madurando con lo que va aprendiendo. Así mismo, este enfoque promueve una libertad metodológica, dejando obrar al educando de acuerdo a su naturaleza, sin castigos, ni imposiciones ya que la única autoridad se encuentra en la misma naturaleza, en donde “las reacciones naturales deben ser premio o castigo para el niño” (Perelló, 1995, p. 120). Así la educación no resulta impuesta ni humillante, va de acuerdo con el desarrollo natural y con la voluntad del educando, lo cual en las reflexiones de Perelló (1995), da lugar a una educación sucesiva en donde se toma en cuenta las capacidades y habilidades desarrolladas en cada etapa evolutiva. Se valora la necesidad de adoptar una verdadera intervención pedagógica de acuerdo a las etapas de la edad evolutiva del ser humano.
Algunos teóricos del aprendizaje expresan sus desacuerdos frente a la concepción de la naturaleza buena del educando y de la degeneración del mismo por parte de la sociedad. Además, este enfoque es criticado respecto a la forma de adquirir el conocimiento, en la medida en que sostiene que, aunque el educando puede conocer por si solo necesita una guía y modelos a quien imitar y no únicamente dejarse llevar por su naturaleza. No todo lo espontáneo en el educando puede ser bueno, sino que necesita disciplinarse. Una crítica frecuente se vincula al castigo por parte de la naturaleza, al tipo de correcciones que deben realizarse y a la imposibilidad de educar a un niño sin contacto con la sociedad.
Enfoque pragmático. Su máximo representante es John Dewey (1859-1952) quien a su vez representa a la Escuela Activa (Escuela Nueva). Este enfoque sostiene que el objetivo de la educación es lograr en el hombre la socialización y “la transmisión del acervo cultural del hombre a las nuevas generaciones” (Carrasquillo, 2016, p. 17). La educación resulta ser un instrumento mediante el cual se puede mantener una continuidad social en la vida; la educación busca la formación individual para que este pueda insertarse con fines prácticos en la sociedad.
El progreso de Estados Unidos debía basarse en la igualdad de oportunidades y que la democratización de la sociedad tenía que nacer dentro de la escuela. De esto se desprende el enfoque pragmático que sostiene que “el hombre es esencialmente acción y, en sus efectos encuentra el valor de los actos y la veracidad de las normas” (Perelló, 1995, p. 191). El método utilizado por Dewey (1859-1952) y por el enfoque filosófico pedagógico pragmático es la actividad-trabajo, los cuales se complementan para construir la experiencia formativa social que convirtió a Dewey (1859-1952) en el máximo exponente de la pedagogía social. El pragmatismo ha contribuido notablemente para la educación actual.
En Psicología y Pedagogía en la primera mitad del siglo XX, de Sáenz, et al. (2015), aparecen los principios del pragmatismo más conocidos sobre la organización general, la formación intelectual y la formación moral, expuestos en el libro La Pedagogía Contemporánea de Emile Planchard, expuestos por el Instituto-Escuela y los Grupos escolares Cervantes de Madrid y Baixeras de Barcelona, mismos que pueden parafrasearse de la siguiente manera:
En cuanto a la organización general: El pragmatismo se propone servir de orientación a las demás instituciones educativas para que incentiven en el niño autonomía en el aprendizaje; el aula debe presentarse como un ambiente familiar en donde el niño se sienta interesado en el momento de aprender; es necesario agrupar a los niños en pabellones de diez a quince niños para que el aprendizaje sea colaborativo y el maestro pueda estar al tanto de la realidad del niño; en palabras de Sáenz, et al. (2015), la educación física se realiza mediante la gimnasia natural, los juegos y deportes ya que el aprendizaje no es solo meras repeticiones sino también experiencias.
En cuanto a la formación intelectual: El pragmatismo se propone desarrollar el juicio más que la memoria con la finalidad de que los niños sean capaces de producir sus propios pensamientos y no se conviertan en niños “sin razonamiento, ni juicio, ni reflexión” (Perelló, 1995, p. 81). Además, el pragmatismo a decir de Sáenz, et al. (2015), plantean que la enseñanza debe limitarse a las primeras horas para que el sujeto también pueda realizar distintos deportes y juegos, es decir, que tenga contacto con la naturaleza. Las materias deberán ser pocas y por trimestres.
En cuanto a la formación moral: El enfoque pragmático establece que la educación moral debe realizarse por medio del sentido crítico del niño y su libertad, es decir, que sea “sublime en el pensar y excelente en el obrar” (Perelló, 1995, p. 76). Por su parte, Sáenz, et al. (2015), afirman que los insultos y los castigos en el niño, son negativos, pues los hace más ineptos para el aprendizaje. Para este enfoque, la educación es la conciencia en los niños y debe darse a través de recitaciones, juegos, cantos, coro u orquestas.
Este enfoque pragmático apoya la actividad autónoma del niño, así el educando juega un papel importante, pues resalta su capacidad activa en donde debe aprender a aprender. Dewey (1859-1952) basado en las investigaciones psicológicas de James (1842-1910) que se enfocaban en el desarrollo de mente y cerebro del niño, rechaza los planteamientos de la escuela tradicional que imaginaba al niño como un recipiente vacío (concepción utilizada desde la Grecia clásica hasta la modernidad). Este enfoque ve al maestro como guía importante durante los primeros años en donde debe poner especial atención a la naturaleza psicológica y sociológica del niño. Por ello, el método utilizado no debe estar basado en la rigidez, sino que como sostiene Carrasquillo (2016) debe ser “experimental, flexible, exploratorio, tolerante hacia lo nuevo, lo curioso”. (p. 21)
Como puede apreciarse, los principios planteados por el pragmatismo buscan la apertura por parte del sujeto de la educación, una apertura que permita la comunicación consigo mismo y con los demás a través de la experimentación e interrelación con el ambiente y la realidad. Una de las fuertes críticas realizadas al pragmatismo, es que degenera en la excesiva experimentación olvidando el verdadero fin de la educación y el proceso gradual del mismo.
En general, este enfoque es positivo en la medida que resalta la capacidad y libertad del niño para aprender; se aleja de los planteamientos de la escuela tradicional; señala la manera humana de educar mediante el uso de medios y recursos necesarios para el proceso. Una contribución fundamental de este enfoque es la orientación correcta y la sana interacción entre educar-educando-métodos.
Enfoque existencialista. Es un enfoque de carácter esencialista, conocido también como progresivismo o reconstruccionismo. La fundamentación filosófica se encuentra en Heidegger (1889-1976) y en Sartre (1905-1980). Retoma algunos constructos del idealismo, del realismo, del pragmatismo y del naturalismo. Este enfoque como dice Carrasquillo (2016), se propone promover el “crecimiento intelectual individual y la formación de una persona competente” (p. 42) evitando la formación de personas conformistas o como simples máquinas de conocimiento. Uno de sus máximos representantes es Brameld (1904-1987), quien sostiene que la escuela debe ser un motor dentro de la sociedad porque es mediante ella que se puede enseñar a vivir en democracia. Ve en la escuela la esperanza de transformar la sociedad por medio del juicio crítico de los educandos. El objetivo de este enfoque es formar individuos capaces de involucrarse con los problemas comunitarios y sociales. La finalidad última de la educación es lograr la transformación del individuo en “un ser auténtico” (Carrasquillo, 2016, p. 22), dando mayor importancia al desarrollo de la capacidad afectiva.
En este sentido, el aprendizaje deberá surgir de las necesidades e intereses del educando para que adquiera conciencia de su propia existencia en el mundo. La escuela deberá ser un laboratorio de experimentación e investigación, un espacio que contribuya al desarrollo natural del educando y le conduzca a convertirse en colaborador de la comunidad de enseñanza-aprendizaje. El maestro se caracteriza por ser guía del educando permitiendo la concientización del educando para que sea capaz de reconocerse a sí mismo como un ser integral. El educador deberá ayudar a los educandos a desarrollar su capacidad crítica para presentar y resolver problemas sociales, científicos y humanos. El maestro deberá enfocarse en el desarrollo de habilidades esenciales en las materias académicas procurando el dominio de las mismas. El maestro deberá demostrar dominio y autoridad en su materia.
Este enfoque sugiere la necesidad de establecer una relación horizontal entre educandos y educadores; enfatiza el interés por asignaturas como: lenguas extranjeras, historia, ciencias, matemáticas. De acuerdo a Carrasquillo (2016), el rol del maestro es ser “agente de cambio y reforma; actúa como director de proyectos y como líder investigativo” (p. 33); ayudando al educando a enfrentar y afrontar los diversos problemas de sí mismo y del contexto. El papel del educando es ser un sujeto social capaz de identificar y solucionar problemas; valora a las ciencias sociales por enfocarse en problemas económicos, políticos y sociales; intenta integrar en la educación la ciencia, la tecnología y las humanidades. El papel del educando conforme a Carrasquillo (2016), es convertirse en “juez de su propia inteligencia” (p. 30), un ser capaz de utilizar la libertad y responder por sus propios actos; el educando es un ser activo que deberá expulsar sus propias enajenaciones y alienaciones para que pueda proyectarse y avanzar en la construcción del mundo. Otro de los exponentes de este enfoque Iván Illich (1926-2002), quien sostiene que este enfoque filosófico pedagógico surge en oposición a la escuela tradicional, la misma que está al servicio del interés político y en manos de empresarios monopólicos. Frente a esto, varios pedagogos reaccionaron en contra del sistema educativo, uno de ellos es Paulo Freire, con la Pedagogía del oprimido, en la que establece que las escuelas actuales domestican a los pobres. Estas posturas invitan a repensar en el sentido mismo que deberá adquirir la subjetividad entendida como algo que “se construye en una dimensión interaccional simbólica que incluye relaciones de poder, relaciones económicas, relaciones tecnológicas, en donde la subjetividad es al mismo tiempo singular y emergente, guarda relación entre la acción del productor y de lo producido” (Aguilar-Gordón, 2009, p. 66), relación que en el proceso de aprendizaje conforma esquemas referenciales que definen la subjetividad en base a experiencias, sensaciones, percepciones, imágenes y condiciones existenciales propias del sujeto como sostiene la autora.
Todos los enfoques presentados buscan a su manera, fomentar en el educando la libertad, la creatividad, la autodisciplina, la práctica de valores, un orden moral; sin embargo, la mayoría de estos enfoques, muchas veces llegan a ser objetos de manipulación por parte de sectores poderosos que buscan satisfacer sus propios intereses.
Por consiguiente, como manifiesta Matssura (2011) resulta claro que la educación sin filosofía, nos convertiría en seres desconocedores de la realidad del entorno. Sin la filosofía en la educación el ser humano no encontraría su teleología que es la trascendencia. La filosofía de la educación implica el ejercicio de la libertad humana que conlleva reflexión, en donde el docente actúe para desarrollar diversas competencias y el sentido crítico en sus educandos, competencias que le permitan cuestionar, comparar y conceptualizar la realidad.
La educación toma de la filosofía, la reflexión y la totalidad de sus pensamientos para “esclarecer los problemas relativos a la pedagogía” (Valdés & López, 2011, p. 2), así, el campo educativo será capaz de reflexionar acerca del hecho o fenómeno educativo desde sus presupuestos filosóficos fundamentales. La Filosofía de la educación se ve enriquecida y dirigida por una multivariedad de enfoques filosóficos significativos tempo-contextuales. Estos enfoques pretenden explicar los hechos y fenómenos presentes en el sistema social y en el educativo, busca encontrar “las causas determinantes primarias y secundarias” (Rodríguez, 2011, p. 2) sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En este apartado, en una apretada síntesis se identificarán las principales aportaciones de la edad moderna (iniciada con el humanismo del siglo XIV) y de la filosofía moderna (iniciada en el siglo XVII) para la consolidación de la filosofía de la educación. La tendencia antropocéntrica de la modernidad iniciada con el humanismo renacentista hizo eco en las diversas disciplinas de toda la época. Así, en el ámbito pedagógico surgen filósofos y pedagogos que buscan la formación integral e íntegra del hombre mediante el desarrollo de sus facultades y de sus habilidades considerándolo como “un ser completo, sublime en el pensar y excelente en el obrar” (Perelló, 1995, p. 76), buscando sustituir elementos pedagógicos mecánicos y tradicionales por nuevos e innovadores métodos.
La educación del hombre se convierte en una especie de segundo nacimiento, se trata de una nueva educación que permite al ser humano salir de la obscuridad en la que había permanecido en épocas anteriores en las que el hombre necesitaba de aprendizajes dados. Luego de la edad media, en el humanismo del siglo XIV se produce una revalorización del hombre y con ella se genera el rescate del educando como un ser capaz de conocer por sí mismo, aunque aún es fuerte el predominio de la idea de Dios sobre todas las cosas. La valoración del ser humano se fortalece y consolida en el renacimiento de los siglos XV y XVI, época en la que la pedagogía moderna encuentra sus bases en el pensamiento filosófico de Picco Della Mirándola (1463-1494), en su obra Discurso sobre la dignidad del hombre. Confiere al hombre el puesto central en el universo y le otorga la capacidad de ser y de elegir su propio lugar en el mundo, “él puede vegetar de manera más animalesca que cualquier bestia o elevarse a las alturas divinas gracias de su resolución mental” (Bohm, 2010, p. 53) y todo esto a través de la libertad.
En esta época de transición al modernismo se hicieron una gran cantidad de descubrimientos, como la teoría heliocéntrica e inventos como la imprenta, la brújula, la pólvora que paulatinamente favorecían al individualismo y a la naciente clase social; eso explica que en el ambiente educativo se favorecía a la burguesía, predominaba una educación elitista dirigida por la aristocracia marcada por el ingenio como decía Vittorino Da Feltre (1378-1446) quien hace escuelas en Padua y en Venecia recibiendo “solamente a los alumnos inteligentes, estudiosos y virtuosos” (Perelló, 1995, p. 78) para que a través del estudio pueda ser posible un “ascenso social de jóvenes de modesto origen” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 214) esto es lo que permite ver a Da Feltre (378-1446) como uno de los principales impulsadores de la Escuela Nueva surgida en los posteriores siglos XIX y XX. Así mismo, siguiendo las reflexiones realizadas por Abbagnano & Visalberghi (1994), ciertas líneas filosóficas de la época incidieron en pedagogos que buscaban la educación para todos, una de estas se vio afectada por la obra Utopía, de Tomás Moro (1478-1535) donde se expresaba la igualdad, la justicia social y la existencia de una sociedad sin clases. Con esto surge el lema “todo para todos” usada por Amos Comenio (1592-1670) quien buscaba una educación y formación perfecta en el hombre a través de la división de la enseñanza en cuatro fases: a) escuela materna, b) escuela vernácula, c) escuela latina, d) Academia.
Con todo, los pensadores, filósofos y pedagogos de esta etapa como: Guarino Guarini (1624-1683), San Bernardo (1091-1153), Erasmo de Rotterdam (1466-1536), Luis Vives (1493-1540), Francisco Vives, Francisco Rabelais (1494-1553), Miguel Montaigne (1533-1592); buscaban la formación del hombre completo, así la escuela deja de estar en posesión de la Iglesia como casas religiosas y monasterios dando valor al estudio de los clásicos vistos como “instrumentos de liberación para escapar a las estrecheces del mundo medieval” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 201). Estos estudiosos buscaban desarrollar valores humanos auténticos, para exaltar la libertad y la voluntad que tiene el hombre para decir y hacerse responsable de sus actos.
Otra aportación significativa del Humanismo a la educación se encuentra en la búsqueda de la formación integral y moral del ser humano, en una formación igual para todos. En esta etapa se inserta a la mujer en el proceso educativo enseñándole de la misma manera que a los hombres que iban a las instituciones, “no reconociendo ninguna diferencia sustancial de ingenio entre los dos sexos” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 214); sin embargo, en esta etapa si existieron ciertos pedagogos que iban en contra de esta situación o no le daban mucha importancia como Montaigne (1533-1592) quien afirmaba que para una mujer es necesario “que sepa distinguir entre una camisa y una chaqueta de su marido”Perelló, 1995, p. 86).
Otra contribución fue vincular el conocimiento con la realidad buscando el equilibrio entre el conocimiento y la experiencia, a este esfuerzo representa Rabelais (1494-1553), quien afirmaba que la ciencia sin conocimiento está vacía, es decir, “si las letras sin conocimientos reales son estériles y huecas, también el conocimiento de los contenidos, si esta desprovisto de la belleza de la forma literaria aparece oscura e inaccesible” (Abbagnano & Visalberghi, 1994, p. 215) sus supuestos influyeron en gran manera en el realismo pedagógico de Locke (1632-1704). Una aportación significativa fue implementar las mismas metodologías a todos los estudiantes; aunque actualmente debido a las distintas dificultades de aprendizaje se puede decir que se han implementado nuevas metodologías. En esta etapa empiezan a utilizarse elementos para comprobar si lo enseñado ha sido asimilado, de esto surgen los exámenes; se motiva a los educadores a desarrollar la afectividad para con los niños, siendo menos riguroso, presentando una figura de padre para fomentar el trabajo y fortalecer el alma; se propicia la enseñanza de las artes liberales humanistas, aunque por las distintas líneas ideológicas presentes en algunos países han sido eliminadas del sistema educativo para fortalecer la matriz productiva, privilegiando el sector económico de la sociedad.
También son interesantes, las contribuciones de los principios pedagógicos de los reformistas, quienes ven a la educación como una gracia divina en donde se ponía en tela de juicio la cuestión del libre arbitrio, entre los reformistas aparece la figura significativa de Ulrich Zwingli (1484-1531) quien por primera resume a la educación funcional en la siguiente expresión “todos siempre educan a todos” (Bohm, 2010, p. 55), poniendo especial atención al comportamiento externo. El educando debía aprender a resistir a la vanidad, a la avaricia y debía evitar la ociosidad son algunos de los aspectos que serán rescatados por pensadores posteriores que sostienen que el educando deberá integrase a su comunidad hasta llegar a una socialización de fe. Entre las contribuciones de la Reforma, se encuentra el impulso a la educación popular, centrada en la enseñanza teológica y obligando a los padres a enviar a sus hijos a las instituciones educativas. La enseñanza empieza a ser obligatoria, ante lo que Lutero (1483-1546), afirmaba “es un pecado y una vergüenza que se tenga que estimular e incitar al deber de educar a los niños” (Gadotti, 2003, p. 63) por las dificultades que tienen los padres para enseñar pensando en el educador como el único guía de enseñanza-aprendizaje.
No obstante, en el humanismo-renacentista existieron ciertos excesos que provocaron la individualidad del hombre, olvidando los valores universales y cayendo en un olvido de la religión incluso cayendo en exageraciones sobre la figura religiosa, como fue el caso del protestantismo o calvinismo. Esto permite entender que también existieron pensadores, filósofos y pedagogos que buscaban a través de la naturaleza humana llegar hacia Dios, entre estas están las diversas congregaciones religiosas que subsisten hasta la actualidad. Estas congregaciones igual que los humanistas buscaban la educación para la clase noble y para la clase popular; estaba presente el deseo de formar buenos cristianos.
En la época de la Contrarreforma, la escuela adquiere por primera vez un propósito y fin determinado, estableciendo la obligatoriedad de la escuela con una enseñanza teológica y cultural. También se enfatiza en la presencia de un maestro que guie al alumno a ser capaz de tomar decisiones autónomas en la vida, a alejarse de la mundanidad, a alcanzar la serenidad y la tranquilidad del alma. Un representante significativo es Comenio (1592-1670), quien impulsaba la idea de educar a todos de distintas maneras; establecía las distintas capacidades y habilidades que tiene el educando frente al aprendizaje; instaura la definición de escuela como un lugar donde “debe mejorar las condiciones humanas al reconducir al hombre a la integridad de su origen por medio de un aprendizaje que posibilite el discernimiento” (Bohm, 2010, p. 59). En definitiva, algunos vieron en la Reforma como un movimiento anti-humanista que negaba la libertad y la conciencia y condenaba al hombre a depender de Dios. Sin embargo, a pesar de esto, en el ámbito educativo se dio un fuerte impulso a la Iglesia Católica para cambiar, implementar y mejorar “la democraticidad de la educación” (Perelló, 1995, p.99). Frente a esto, la Contrarreforma buscaba una formación profunda y espiritual en los estudiantes quienes serían los futuros profesionales y gobernantes.
Con el nacimiento de nuevas corrientes filosóficas como el racionalismo y el empirismo (siglo XVII) se busca orientar al hombre a hacer elecciones racionales para que pueda “encontrar su lugar en el mundo de los objetos, del conocimiento y de los hombres y tornarse el centro de su propio círculo de pensamiento y de vida” (Bohm, 2010, p. 52). En esta etapa se instaura como método científico el método matemático, considerándolo como único y capaz de dar una absoluta certeza al conocimiento, aquí empieza a surgir una nueva comprensión de la ciencia y la tendencia a dar respuestas a los diversos modos de conocer. Así, los racionalistas asegurarán que el conocimiento se adquiere a través de conceptos, principios generales e ideas innatas, los cuales permitirán al sujeto conocer cosas inteligibles, con lo cual contribuyó para la orientación pedagógica del disciplinarismo educativo; mientras los empiristas afirman que todo conocimiento se da mediante la experiencia y con la intervención de los sentidos permitieron la consolidación de la orientación pedagógica del realismo educativo.
Ahora bien, el pensamiento pedagógico moderno también se caracteriza por el realismo educativo de Locke (1632-1704) que buscaba concientizar en el sistema educativo la necesidad de enseñar aquello que realmente es necesario y útil para el sujeto y para la sociedad. De allí la minusvaloración de la transmisión de estudios clásicos que eran parte de una clase privilegiada. Locke (1632-1704) introduce en la pedagogía el juego como método para tener contacto y aprendizaje con la realidad. Se enfatizaba en la creatividad del maestro para poder captar la atención de los educandos, y de acuerdo a esta capacidad podrá progresar en el proceso de enseñanza-aprendizaje. También señala la necesidad de que el maestro enfatice que todo lo aprendido le puede ser útil, a esto se suma las cualidades que debe tener el docente, ser amable, creativo, actitud, hacer sentir al niño amado y sobretodo sentir placer por lo que enseña. Dentro de las ideas pedagógicas de Locke (1632-1704) se encuentra en el énfasis que da al uso continuo de la inteligencia, el placer (felicidad), el dominio y la libertad; y esto en función de la teoría que maneja Locke (1632-1704), al afirmar que todos los seres humanos ambicionan el poder de manera instintiva, por esta razón, “la educación debe desarrollar en los niños el poder de autocontrol” (Rojas, 2010, p. 122), y esto solo es posible a través del interés que el niño muestre ante el aprendizaje, ya que sin motivación no funciona la educación.
Los pensamientos de Locke (1632-1704) parecen tomar más fuerza con los pensamientos filosóficos pedagógicos de Amos Comenio (1592-1670), quien es el primero en introducir un sistema articulado de enseñanza de acuerdo a sus respectivas edades y para todos, sin discriminación, pues para él, “todos los seres humanos poseen semillas del saber que deben ser desarrolladas por medio de la educación” (Rojas, 2010, p. 110). Además, enfatiza mucho en la necesidad de un método de enseñanza y aprendizaje, este método consistía en presentar a los sujetos de la educación elementos reales, cosas visibles, con el fin de enseñar todo a todos totalmente y con un respectivo orden, lo que actualmente sería presentado en los distintas planificaciones exigidos por el sistema educativo a los docentes; Comenio (1592-1670) citado por Rojas (2010) ,con respecto a esto afirmaba, “nuestro entendimiento esta sediento de objetos, los desea con ansia, trata siempre de investigar, y recibe todas las cosas”. (p. 11)
En el Iluminismo las cosas van cambiando, se empieza a buscar la emancipación del hombre frente a la tradición, por medio de un razonamiento crítico y analítico del mundo donde el hombre sea capaz de pensar por sí mismo y de servirse de su propio intelecto, sin caer en un endiosamiento a la razón y en un uso excesivo de la experiencia, este movimiento cultural, será conocido también como el fin del racionalismo dogmático, aquí aparecen grandes filósofos como Rousseau (1712-1778), Diderot (1713-1784), D´Alembert (1717-1783), entre otros, que intentan, si se puede decir, un equilibrio al uso de la razón y la experiencia; pero el más importante dentro de esta etapa resulta ser Immanuel Kant (1724-1804) quien introduce su Crítica de la Razón Pura.
Kant (1724-1804) en esta obra, busca descubrir los elementos no empíricos del conocimiento, los principios que determinan la posibilidad del conocimiento, cuáles son los límites del conocimiento, entre otros, de esta manera introduce los juicios sintéticos a priori que “enuncian algo de los objetos y pretenden alcanzar conocimientos nuevos” (Kant, 2007, p. 13). Para Kant (1724-1804) el sujeto de la educación necesita desarrollarse y cultivarse por sí mismo, es decir, el educando debe “desarrollar completamente, todo lo que está por encima del orden mecánico de su existencia animal y no participe de ninguna otra felicidad y perfección que no haya sido creada por el mismo, libre del instinto, por medio de su propia razón” (Gadotti, 2003, p. 87); ahora bien, Kant (1724-1804) proponía que para que el ser humano pueda alcanzar la perfección era necesario regirse a la disciplina, la civilización y la moralización, la cual es capaz de formar la conciencia y el deber.
Otro aspecto importante del Iluminismo en relación con la educación, está en el hecho de la intervención del Estado en la educación, declarando la obligatoriedad de la misma; en otras palabras, la educación es separada de las manos de la Iglesia, buscando convertirse en una educación pública; por lo que se crean diversas instituciones inspiradas en ciertos principios de la democracia, en estas se enseñaban el fervor patriótico, la educación cívica y todo lo referido a la revolución, poniéndose como fuente de todo progreso a la ciencia. El Estado divulgaba una educación laica y gratuita para todos; ofrecía uniformes y alimentación, un salario fijo para los educadores. Además, los gastos eran compartidos entre los ciudadanos de acuerdo a su condición económica, de modo que quienes tenían mejores posibilidades económicas cancelarían cuotas más altas en relación a los que tenían menos. No obstante, aún seguía siendo una educación elitista, pues sólo quienes tenían mejores posibilidades podían continuar sus estudios en la universidad (Rojas, 2010). La mayoría de estas características educativas fracasaron con el tiempo, pues no se lograba llevar a cabo un programa educativo de universalización de la educación.
De los supuestos filosóficos pedagógicos mencionados anteriormente surgieron grandes pedagogos que buscaban una reforma en el campo educativo, entre estos se encuentran Herbart (1776-1841), Pestalozzi (1746-1827), Froebel (1782-1852), Agazzi (1934), Montessori (1870-1952), entre otros; los cuales enfatizan que la educación es el resultado de una interacción e interrelación entre educando y educador, y no solo mera actividad del niño o mera actuación del docente. De aquí que las contribuciones de la Filosofía Moderna hasta antes de Kant (1724-1804) hayan sido diversos, presentando una serie de aspectos positivos y negativos. Entre los aspectos negativos sobresalen: que la educación se enfoca más en un sistema puramente racional y tradicionalista centrada en el maestro, el cual vendría a ser la luz de todo aprendizaje y conocimiento, por lo que el sujeto es visto como alguien pasivo incapaz de conocer por si solo la realidad. También se encuentra el método de aprendizaje, el cual puede variar de acuerdo a la ideología filosófica con la cual se comparta, como es el caso del racionalismo; la única manera de aprender es a través del memorismo y verbalismo, junto a una clase expositiva.
De la Ilustración, las contribuciones se concentran en una educación individualista y orientada solo a clases privilegiadas; y eso es muy patente en la realidad, pues, aunque el Estado este a cargo de la educación, se observa claramente como las clases bajas cuentan con instituciones con una muy mala infraestructura a diferencia de las instituciones sostenidas por personas con posibilidades económicas. Respecto a los contenidos, se puede decir, que es la misma línea, pues estos surgen en función del interés de sectores poderosos. Un aspecto positivo es la inserción de estrategias y planes de estudio que ayudarían tanto al educador para guiar a los educandos sin divagar mucho en los temas o contenidos de estudio; como a los educandos, para que estos puedan comprender de mejor manera e incluso puedan profundizar más con los contenidos presentados. Con respecto al método, el empirismo señalaba la necesidad de un maestro cercano a los educandos, un sujeto capaz de interactuar y aprender de este, teniendo en cuenta la psicología del ser humano de acuerdo a la edad.
Sin embargo, se puede decir con toda seguridad que a través de los planteamientos de Kant (1724-1804) y de su idealismo trascendental se intenta dejar de lado la memorización de contenidos, se propone tener al empirismo y racionalismo como complementarios entre sí y se gestan nuevos movimientos y corrientes pedagógicas encaminadas a valorar en el sujeto de la educación su actividad, su contacto con la realidad, sus conocimientos previos y sobre todo su actuación en el mismo sistema educativo de acuerdo a sus respectivas edades.
Entre las nuevas corrientes y movimientos se encuentra la Escuela Nueva, el psicologismo, el naturalismo, en las que se enfatiza la necesidad de dejar obrar al niño, propuestas de Ferrière (1879-1960), Montessori (1870-1952) y otros son significativos en todo el pensamiento pedagógico contemporáneo. No se debe olvidar que estas corrientes y movimientos pedagógicos permitirán avances a la psicología y por ende a la pedagogía, como es el caso del cognitivismo, conductismo, y constructivismo. En otras palabras, la modernidad ve en la educación el medio para el progreso social que incidirá notablemente en toda la época contemporánea.
La Filosofía pretende explicar la totalidad de las cosas, sin exclusión de partes ni momentos, por esta razón se diferencia de las ciencias particulares; y para llegar a esto utiliza el método de la razón, “este es el carácter que le confiere cientificidad a la Filosofía” (Reale & Antiseri, 2001, p. 30), lo cierto es que las ciencias humanas al tener un objeto de estudio subjetivo y variable resulta muchas veces ignorado por otras ciencias, como las ciencias naturales, las cuales debido a su método experimental suelen ser más exactas y precisas.
Lastimosamente, con el positivismo las ciencias naturales restaron valor a las ciencias humanas, por lo cual el ser humano dejo de ser visto como tal y paso a ser una cosificación en el universo; más tarde en varios países se destituyo en las universidades la enseñanza de las ciencias humanas como la filosofía, la teología y el derecho para ser reemplazada por ciencias prácticas. América Latina también formó parte de esta destitución y desvalorización de la filosofía, formando así, profesionales, poco o casi nada reflexivos de lo que sucediese en la realidad, incluso en la actualidad es común ver estudiantes de varias disciplinas indiferentes de su propio yo, inconscientes de su realidad debido a la falta de análisis que podría ser proporcionada por la filosofía.
Por las razones mencionadas, en las dos últimas décadas han existido distintas discusiones sobre el status de la filosofía de la educación, su definición, sus tareas propias y su relación con la filosofía en general. A más de estas cuestiones ideológicas pos-modernas también se encuentra el hecho del nombre que debe usarse, ante esta se presentan nombres como: pedagogía, teoría educativa, ciencias de la educación o filosofía de la educación, términos “que corresponden a los ámbitos culturales del pensamiento alemán, francés y anglosajón” (Vásquez, 2012, p. 7) ya que muchos la consideran como una disciplina encargada de la interpretación del contexto de la educación, de la formación de profesores, otros la ven como un conjunto de estudios de carácter empírico y/o lógico del fenómeno educativo, como filosofía moral en el contexto educativo, como teoría de la educación, como disciplina acerca de los fines y funciones de la educación, como forma de reflexión crítica y justificación de los propósitos de la educación, como base o instrumento del establecimiento de políticas educacionales a diferentes niveles, en fin, como disciplina que vincula la educación con el sistema social en que se desenvuelve, como un meta-discurso de análisis de la actividad educacional, como instrumento para perfeccionar la formación del individuo, entre otras muchas definiciones.
La Filosofía de la Educación no siempre ha sido valorada adecuadamente por parte de los filósofos, algunos la ubican como una filosofía de segunda clase porque se trata de una de las ramas de la Filosofía que toma otra actividad humana como objeto de estudio. En otras ocasiones, el menosprecio hacia la Filosofía de la Educación tiene su origen en los prejuicios de los propios educadores, que la ven como un saber bello pero inútil, incapaz de orientar efectivamente la educación que es, ante todo, una tarea práctica. Al reflexionar en estas situaciones, olvidan que la Filosofía de la educación es una ciencia como tal por poseer un objeto de estudio, su propia metodología y finalidades específicas.
Respecto al objeto de estudio de la filosofía de la educación, se puede decir que es el fenómeno educativo en toda su amplitud. Es decir, toma en cuenta, agentes, escenarios, y procesos. Utiliza las metodologías propias de la filosofía y su finalidad es la elaboración de un cuerpo de doctrinas que facilite a los profesionales de la educación a la comprensión del sentido y las implicaciones antropológicas y éticas de su tarea, para mejorar su actividad práctica. Ahora bien, en el primer estudio sobre la enseñanza de la filosofía en el mundo que realizó la UNESCO, cuyos resultados se publicaron en 1953, ya se hacía hincapié en el papel que desempeña la Filosofía de la educación y la fundamentación filosófica en la educación, en ese entonces se aseguraba que ésta es necesaria: “en la toma de conciencia de los problemas fundamentales de la ciencia y la cultura, y en la emergencia de una reflexión argumentada sobre el futuro de la condición humana. Desde entonces, la filosofía ha cambiado, se ha abierto al mundo y a otras disciplinas. He ahí una razón más para fortalecer su enseñanza donde ya existe y promoverla donde aún no se practica”. (Matsuura, 2011, p. 9)
Dicho de otra manera, la filosofía de la educación presenta los siguientes retos y desafíos en el siglo actual:
Uno de los principales retos es que la Filosofía de la Educación se convierta en un medio para romper paradigmas tradicionales y viejos esquemas de la educación tradicional. Que proponga estrategias de pensamiento crítico para potenciar la comprensión del sujeto y de su mundo. Que, como un saber totalizador, promueva dialécticamente la integración y el diálogo inter y transdisciplinario.
Que repiense la dinámica de la sociedad actual en su complejidad y al sujeto que interviene en ella, que propicie el uso racional de las herramientas tecnológicas para beneficio del individuo y del mundo.
Que responda eficazmente a los principios y fines de la educación donde los sujetos de la educación puedan interactuar racionalmente y de manera activa, crítica y reflexiva haciendo efectiva la existencia de una organización estructurada para fomentar, nutrir y sintetizar los impactos de nociones diferentes sobre el conocimiento y la información, aspectos que en palabras de Siemens (2004), serían de “vital importancia para la sobrevivencia de una economía del conocimiento” (p. 8). De esta manera, la fundamentación filosófica educativa contribuiría como herramienta económica en la sociedad y como mecanismo indispensable para la formación de verdaderos seres humanos que sean capaces de reconocer al otro como sujeto valioso y digno.
Otro desafío de la Filosofía de la Educación radica en el hecho de saber pensar cómo se puede emprender una actividad filosófica sin descuidar el ambiente académico y sin acomodarse al mismo sistema. Se busca que la Filosofía de la Educación genere educandos capaces de salir de los límites de las instituciones educativas, para no alejarse de la realidad y de las necesidades pedagógicas en la sociedad, de esta manera se podría crear “espíritus libres y reflexivos capaces [de]… contribuir a la paz y preparar a los individuos para asumir sus responsabilidades frente a las grandes interrogativas contemporáneas” (Matsuura 2011, p. 13-14), especialmente en el campo educativo y ético. Por lo cual, es importante que la Filosofía de la Educación se encuentre vinculada a todos los campos del saber.
Otro reto, es que la Filosofía de la Educación debe ampliarse donde ya se encuentra presente, implementarse en donde aún no exista, nombrarla donde es ignorada; para esto varias instituciones como la UNESCO señala la importancia de contar con docentes capacitados, “cualificados e instruidos específicamente a tal efecto y no estar supeditada a ninguna consideración económica, técnica, religiosa, política o ideológica” (Matsuura, 2011, p. 14) aunque se debe tener el cuidado de no olvidar que la educación no será nunca neutral.
Otro reto, es que la Filosofía de la Educación se desarrolle como una disciplina teórica-práctica en el proceso de enseñanza-aprendizaje, que ayude a los educadores a convertirse en verdaderos dirigentes reflexivos de la educación. No basta con luchar contra el analfabetismo, hay que saber seleccionar los textos, organizar y sistematizar la información. No basta con trabajar en común para hacer descubrimientos científicos-filosóficos, hay que asegurarse que cada uno de los educandos comprenda el sentido, el significado y el valor de información, de la educación, de la ciencia y de la filosofía. La filosofía de la educación deberá ser una ciencia no interpretativa, pero si emancipadora y transformadora del espíritu, de la mente y de la conciencia del sujeto.
Conclusiones
La filosofía aplicada dentro del campo educativo permitirá a los sujetos educacionales no dejar de lado el asombro y la contemplación (elementos que inician en los primeros años de educación); potenciará la capacidad de cuestionar y de proponer soluciones para la mejora de la sociedad; fomentará el pensamiento analítico, crítico, reflexivo y propositivo individual y socialmente.
Históricamente, la filosofía se ha convertido en el mejor referente para la comprensión de la esencia, los problemas, el sentido y el significado de la educación, por ello, todas las innovaciones pedagógicas han tenido como punto de partida a la filosofía.
La filosofía de la educación, ha concentrado su atención en delimitar los fines de la educación, las funciones y roles de los sujetos de la educación. Ha proporcionado herramientas teórico conceptuales para orientar el papel del docente y para comprender las acciones de los educandos en su proceso formativo.
La filosofía de la educación podrá cumplir su función teórica-práctica sólo si se inscribe en un proceso educativo pensado, concebido, integrado como una unidad dialéctica, como un todo donde todas sus partes se necesitan y se complementan mutuamente y en donde es importante valorar la inter, la trans y la multidisciplinariedad.