Introducción
El hecho de que las sociedades actuales se caractericen por el envejecimiento acelerado de la población, hace necesaria la reflexión que sobre los procesos que intervienen en este fenómeno que forma parte de una realidad mundial, aunque con características y ritmos diferentes para cada nación. El número de personas mayores en todo el mundo es ligeramente superior a mil millones, esto es, aproximadamente el 13,5% de la población mundial. En 2030, una de cada seis personas tendrá 60 años o más (Organización Mundial de la Salud, 2015). Proyecciones de las Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2022) indican que en América Latina uno de los países que alcanzará mayor índice de envejecimiento será Cuba. Esto evidencia que, a nivel mundial y también en Cuba, uno de los mayores problemas se concentra en la atención a la persona adulta mayor.
La persona adulta mayor, como categoría social específica, se encuentran hoy ante una situación a nivel social en la que se tiende a la exclusión más que a la inclusión. En la etapa final de la vida, la familia representa para este grupo etario el ámbito protector y del que esperan recibir acompañamiento, comprensión, asistencia y cariño. Lo que muestra que es fundamental mantener y fortalece el vínculo familiar en esta etapa del curso vital, porque de alguna manera se proporciona bienestar y calidad de vida.
De ahí que, el propósito de este artículo se enfoca en la sistematización de algunos referentes teóricos del proceso de orientación familiar con énfasis en la orientación educativa para el llamado a la reflexión desde el prisma de la atención a la persona adulta mayor, por las carencias y debilidades que aún existen en el afrontamiento exitoso de este gran dilema del siglo XXI. No se trata solamente de aumentar la esperanza de vida y mejorar el estado de salud, es también aumentar la calidad de vida de este sector poblacional. Por su parte, la atención de la familia adquiere mayor importancia, dándole sentido y significado a la vejez, siendo valiosa para quienes la disfruta y la sociedad en su conjunto.
Desarrollo
La orientación es un proceso que da cuenta en particular de los aspectos personales que promueve y actualiza las potencialidades de los sujetos participantes. La situación de orientación es aquella en la que se aprende, deviene entonces el espacio, tiempo en que se establece la interacción y el sistema de relaciones que comprometen los recursos personológicos de los sujetos que participan, en el curso de su actividad y comunicación; se caracterizan por la relación que se establece entre el conocimiento que tienen los sujetos participantes de sí y de los otros, en los distintos niveles de expresión de la subjetividad: el sujeto, el grupo y la comunidad.
De esa misma forma definen la orientación como: “[…] el proceso de ayuda de una persona debidamente capacitada a otra o grupo de personas en un proceso de crecimiento, para que aprendan a conocerse a sí mismo y a su medio, descubriendo las potencialidades y limitaciones, de manera que puedan elegir, decidir y hacer proyectos de vida responsable en aras de la salud plena” (Collazo & Puentes, 2002, p. 9). Criterio que confirma la necesidad de orientar desde presupuestos científicos y de forma sistemática el tratamiento a las insuficiencias que se van presentando en las agencias educativas como es la familia en el cumplimiento de sus funciones.
En este proceso progresivo la orientación educativa se estructuró en corrientes tomando como base tres fenómenos fundamentales: las particularidades y retos del mundo contemporáneo, el desarrollo específico de la educación y la búsqueda de soluciones a los problemas educativos. Pretende que la orientación y el orientador se integren como agentes de cambio, alcanzando una comprensión más social de los problemas y sus posibles soluciones.
En Cuba destacados estudiosos como (Collazo, 2006; Calviño, 2000), definen la orientación educativa, desde una concepción dialéctico-materialista y sustentada en la teoría histórico-cultural. Esta teoría permite que los orientadores ofrezcan ayuda integrando las influencias educativas de familias y otros, para su desarrollo personal; promuevan, a través de la actividad y la comunicación, procesos de cambio hacia niveles cada vez más altos de autonomía y autodeterminación y propicien el crecimiento del sujeto, teniendo en cuenta el nivel de desarrollo alcanzado y sus potencialidades para resolver sus problemas. La orientación educativa se realiza en los diferentes niveles de expresión de la subjetividad: individuo, grupo, institución y comunidad.
Varios son los autores en Cuba que trabajan la orientación educativa con un enfoque integral y socio-humanista, desde posiciones de la teoría histórica cultural de Vigostky (1988), y responde al proyecto de desarrollo de formación de la personalidad. Desde esta posición los orientadores ofrecen ayuda integrando las influencias educativas de familias y otros, para su desarrollo personal; promuevan, a través de la actividad y la comunicación, procesos de cambio hacia niveles cada vez más altos de autonomía y autodeterminación y propicien el crecimiento del sujeto, teniendo en cuenta el nivel de desarrollo alcanzado y sus potencialidades para resolver sus problemas (Calviño, 2000; Bermúdez, 2007)
La orientación educativa, desde esta teoría, se considera como: un proceso de ayuda que realiza un orientador a un grupo en proceso de crecimiento para que aprendan a conocerse a sí mismos y a su medio, descubriendo sus potencialidades, de manera que puedan elegir, decidir y hacer proyectos de vida (Collazo, 2006). Se sitúa al ser humano como protagonista de sus aprendizajes y enseñanzas, y en tal sentido se diseñan y ejecutan numerosos programas donde los términos participación e igualdad, reflejan todo un accionar en la sociedad.
Desde otra perspectiva la orientación educativa tiene un carácter multifactorial, continuo, sistemático, procesal y regular; su contenido puede concretarse en la necesidad de ayudar al sujeto a conocerse a sí mismo y a su medio, desde la unidad dialéctica individuo-sociedad para que desarrolle la capacidad de tomar decisiones, aproveche al máximo sus potencialidades de desarrollo y estimule su autodirección.
Es necesario, reconocer la articulación didáctica entre la educación y la orientación a la familia alrededor de lo cual se han desarrollado diferentes tendencias e interpretaciones. el proceso de orientar debe realizarse por niveles, atendiendo a las características del funcionamiento familiar y sus necesidades de aprendizaje y con el empleo de diversas técnicas, procedimientos y mecanismos. Esta orientación facilita la argumentación de opiniones, el desarrollo de actitudes, la estimulación de intereses y la consolidación de motivaciones, de forma general contribuye a integrar a la familia para favorecer las relaciones con sus miembros.
En este punto cabe conceptualizar la orientación educativa, a la luz de las condiciones actuales. (Fernández, 1989) afirma que la orientación educativa familiar, “Va a tratar de un proceso, no de una actividad aislada ni genérica, sino específica y continuada. Puede iniciarse en actividad de grupo, pero debe de responder como ayuda al carácter irrepetible de cada familia puesto que la integran personas únicas e irrepetibles”. (p. 17)
A criterio de (Recarey, 2007) “la orientación educativa es aquella disciplina que estructurada como un sistema interventivo y a partir de determinadas acciones de orientación, promueve el desarrollo personal y social de los estudiantes” (pp. 185-187).
Es necesario destacar, el carácter de disciplina que esta autora le induce para la comprensión de una concepción interdisciplinaria que ayude a entender el proceso desde aquellas ciencias que convergen en el tratamiento del envejecimiento y el estudio de la persona adulta mayor, al otorgarle un enfoque integral.
En este sentido, (Castro, 1999) la define como, “La orientación familiar constituye un proceso de ayuda o asistencia para promover el desarrollo de mecanismos personológicos a través de la reflexión, sensibilización y la implicación de las madres y los padres, para una mejor conducción de las acciones educativas en su familia, [...] para que pueda enfrentarse de forma madura a las diferentes situaciones de la vida, mediante una serie de técnicas o tareas”. (p. 88).
Si bien, este autor la considera como una ayuda que potencia el desarrollo humano desde posiciones de entendimiento, empatía, que además favorece las potencialidades en el cumplimiento de la función educativo, la ubica en el rol de los padres y madres para el desarrollo de los hijos, que a consideración de la autora es solo darle una mirada para que eduquen en el ámbito de las relaciones intergeneracionales, que se comprenda la etapa de la adultez y se asuman diferentes modos de envejecer.
La investigadora (Torres, 2003) plantea que: “Cuando hablemos de orientación familiar nos estamos refiriendo a un conjunto de acciones dirigidas a la capacitación de la familia para un desempeño más efectivo en el logro de sus funciones de forma tal que garantice el crecimiento el desarrollo personal y como grupo” (p. 55).
Los autores coinciden en esta definición, al considerar que la orientación familiar persigue como objetivo, ilustrar los procesos de desarrollo de la familia para dar apoyo a sus miembros en las líneas de maduración personal y aprender cómo realizar el encuentro interpersonal entre los miembros y los subsistemas dentro de la familia total. No se limita a la función de aconsejar sobre realidades disfuncionales del hogar que no siempre son perceptibles o comprensibles para la familia, sino que la orientación familiar ofrece las vías para la solución de dichas problemáticas.
En la actualidad existe consenso en cuanto a considerar que la orientación educativa familiar surge como una acción pedagógica, definida a partir de que el desarrollo de la psicología y la pedagogía, pretende mediante la orientación familiar otorgar a los familiares los recursos necesarios para favorecer las relaciones familiares entre sus miembros.
Para estudiosos de la orientación educativa familiar, no es más que un conjunto de acciones dirigidas a la orientación a las familias para un desempeño más efectivo en el logro de sus funciones y de forma tal que garantice un crecimiento y desarrollo personal y como grupo. La participación de la familia en la relación con la persona adulta mayor en su grupo familiar está mediatizada y cargada de tensiones emotivas que impiden un verdadero vínculo en el funcionamiento interno del sistema familiar.
Por tanto, ¿quien se encarga de contribuir a desarrollar la orientación a la familia en la atención a la persona adulta mayor para su mejor inserción a la sociedad? Al enfrentar la orientación familiar se debe tener un conocimiento profundo de la familia que permita evaluar con exactitud la influencia de su dinámica familiar, para esto es recomendable tener en cuenta la integración de la información disponible de la familia que se quiere caracterizar.
A nivel mundial varias son las organizaciones que abogan por acciones encaminadas a la investigación, orientación y educación de las familias; dadas las condiciones que globalmente desfavorecen el sano desarrollo de las nacientes generaciones. En lo que a Cuba respecta, la familia va alcanzando cada vez niveles más altos de atención, pero que aún resultan insuficientes en tanto el producto que esta ofrece a la sociedad no se corresponde del todo con las necesidades sociales.
A pesar de lo explicitado en documentos básicos que rigen la vida del país, como la (Cuba. Constitución de la República, 2019; Cuba. Código de las Familias, 2022) y como consecuencia de ellos, los resultados que en lo social e individual se tienen, no se corresponden con lo instituido oficialmente y la práctica cotidiana de las familias, que no alcanza aún los niveles deseados en cuanto a su orientación para el cumplimiento de su gestión educativa.
Una concepción amplia de la orientación, a la vez que entendida como parte o componente esencial del proceso educativo único que va desde la infancia hasta la vejez, se hace énfasis en el proceso de orientación en la orientación a las familias con atención en la educación gerontológica, a partir de la necesidad de favorecer el envejecimiento activo para el desarrollo de la persona adulta mayor.
La necesidad de orientación, presente a lo largo de la vida, resulta fundamentalmente en aquellos momentos en que a las personas se les hace difícil la toma de decisión y no se siente debidamente preparada para ello, por lo que se requiere de ayuda.
En el ámbito de las relaciones humanas, dada la intensidad de los intercambios que se producen en las múltiples actividades que realiza hoy el hombre, se requiere de una orientación que le permita el desarrollo de competencias para la integración y aplicación de conocimientos, habilidades, hábitos, motivaciones, emociones, autonomía, iniciativa personal, independencia y actitudes, inherentes a la convivencia grupal, por tanto la orientación es condición permanente para el desarrollo humano.
Por ello, es necesario cambiar los términos de la formulación habitual de algunos temas relacionados con la orientación y las familias. No se trata solo de orientar a las familias en algunas áreas de competencias en la labor de padres y de sujetos miembros, sino de orientador para orientar a aquellos miembros de su subsistema interno que están en cualquier etapa del desarrollo, lo que facilita el papel activo de las familias para su autotransformación.
En tal sentido, la orientación permite promover el desarrollo del ser humano en su totalidad; se considera un proceso de ayuda dirigido a todas las personas, que tiene como objetivo prevenir dificultades y posibilitar el desarrollo personal y colectivo. Es una relación de ayuda que puede establecer un profesional con otra persona que es objeto de su ayuda, en distintos roles.
Uno de los primeros en centrar la orientación como una ayuda y asesoría para la toma de decisiones fue Jones (1964). En su obra afirma que en la vida se dan muchas situaciones críticas en las cuales deben adoptarse decisiones importantes y de largo alcance, en tales circunstancias, es verdaderamente necesario que se proporcione, en cierta medida, ayuda adecuada. (pp. 50-57)
La orientación educativa se inserta al trabajo con otros agentes educativos y con la familia, lo que posibilita una comprensión más social de los problemas y sus posibles soluciones. Hoy la gestión educativa de la familia adquiere nuevas y complejas dimensiones, condicionadas por las transformaciones que se producen en la sociedad moderna, las cuales tienen una incidencia decisiva en los procesos de aprendizaje y educativos que se llevan a cabo en este grupo social.
Esto justifica dirigir la orientación hasta el ámbito familiar para que sus miembros encuentren el apoyo necesario y transitar con éxito por todas las etapas, lo que adquiere una importancia trascendental el bienestar y la calidad de vida. Los autores conciben al orientador en un sentido amplio, que pueda formar a la familia como las primeras y más cercanas relaciones de ayuda que debe tener con sus miembros. Para ello se requiere que se sensibilice, se prepare y asuma de forma activa y sistemática la orientación como parte esencial de la orientación en el logro de un desarrollo sano y eficiente.
Múltiples autores han definido la orientación educativa, según las tendencias actuales, los autores concuerdan con Medrano (2002), al decir que esta se define como, “conjunto de conocimientos, metodologías y principios teóricos que fundamentan la planificación, diseño, aplicación y evaluación de la intervención psicopedagógica preventiva, comprensiva, sistémica y continuada que se dirige a las personas, las instituciones y el contexto comunitario, con el objetivo de facilitar y promover el desarrollo integral de los sujetos a lo largo de las distintas etapas evolutivas de su vida, con la implicación de los diferentes agentes educativos (orientadores, tutores, profesores, familias) y sociales” (p. 12)..
Los autores del trabajo consideran que las definiciones dadas, aunque aportan elementos valiosos para la orientación a las familias en la atención a la persona adulta mayor no se ajusta en su totalidad a la realidad cubana actual, ya que el servicio y la práctica profesional tienen un carácter terapéutico, sin embargo, considera que la concepción que más se ajusta a la realidad es la planteada por Medrano.
En la literatura científica se recogen diversas clasificaciones de modelos de orientación educativa, la más difundida propone los modelos: de consejo, de consulta, de servicio, de programas y de servicios. La gestión educativa de la familia adquiere nuevas y complejas dimensiones, condicionadas por las transformaciones que se producen en la sociedad moderna, las cuales tienen una incidencia decisiva en los procesos de aprendizaje y educativos que se llevan a cabo en este grupo social.
La importancia de la orientación sobre los grupos primarios (familia, amigos, clase) radica en que estos constituyen las unidades básicas de la organización social y son los que ejercen la mayor influencia en el individuo. Las mediaciones en estos grupos se dirigen a facilitar la comunicación e interacción entre sus miembros. El trabajo de la familia como agente educativo, se realiza en un plano de igualdad y desde la intervención indirecta que tiene como finalidad la planificación de acciones para el logro de objetivos que afectan a un tercero (la persona adulta mayor).
Para evaluar la orientación a las familias es necesario tomar en cuenta el tipo de orientación educativa familiar: asesoramiento (servicios o gabinetes de orientación familiar). Este se sustenta en el conocimiento y la estimulación del funcionamiento de la familia y de la situación social de desarrollo de sus miembros para el enriquecimiento de la comunicación y el crecimiento personal. Debe poseer determinadas características psicológicas: predominio del tono emocional en la comunicación, identificación afectiva, estimulación de la comunidad de intereses, objetivos y unidad de acción, mecanismos de regulación sobre sus miembros. Entre las cualidades deben sobresalir la profesionalidad, comprensión, autenticidad, respeto al derecho ajeno y la empatía.
En la sistematización realizada por los autores resultó difícil conceptualizar la orientación educativa a las familias de una manera única, de tal forma, que resulta sorprendente la multiplicidad de definiciones que subyacen a dicho concepto, pero a pesar de esta multiplicidad la mayoría de los autores coinciden en características comunes que atribuyen a la orientación educativa familiar, por tanto, no hay una única definición, aunque sí un consenso.
En todas las definiciones de orientación educativa, se aprecian elementos comunes: la orientación como una ciencia de la intervención psicopedagógica; la intervención orientadora como un proceso de ayuda que debe llegar a todas las personas; tiene como fin el desarrollo personal, social y profesional del individuo en su contexto; se desarrolla con el propio proceso educativo vital del sujeto y no como una intervención aislada; no es trabajo solo del orientador, sino de la totalidad de los agentes educativos y sociales; predomina el modelo de intervención por programas, integrado al currículo y los principios de prevención, desarrollo e intervención social son los que caracterizan al proceso.
Además, los expertos destacan la orientación a la familia como un elemento clave para favorecer un envejecimiento satisfactorio, que cubra las necesidades psicosociales, asistenciales, competenciales e intelectuales de la persona adulta mayor.
La orientación a las familias como una modalidad de la orientación psicológica con fines educativos, constituye un proceso de ayuda o asistencia para promover el desarrollo de mecanismos personológicos a través de la reflexión, sensibilización y la implicación personal de sus miembros en la mejor conducción de las acciones educativas. Debe realizarse por niveles, según las características del funcionamiento familiar y las necesidades de aprendizaje de los adultos y su descendencia, con el empleo de diversas técnicas, procedimientos y mecanismos.
Esta orientación ayuda a argumentar opiniones, desarrollar actitudes, estimular intereses y consolidar motivaciones, y de forma general contribuye a integrar a la familia para favorecer las relaciones familiares con los adultos mayores no dependientes.
En la sistematización y el estudio histórico lógico realizado les permitió a los autores asumir; que el conocimiento de los fundamentos teóricos sobre la orientación educativa a la familia es bien conocido en el ámbito científico, por ende, lo que se necesita y precisa, es mejorar la orientación a las familias en cuanto la atención a la persona adulta mayor y que sea capaz de favorecer el envejecimiento activo.
Tomando en consideración lo dicho por los autores antes citados en consecuencia, los autores consideran que el proceso de orientación familiar está más acorde a las necesidades y características de las familias cubanas en correspondencia con el proceso de envejecimiento poblacional a partir de asumir la definición Orientación educativa a las familias en la atención a la persona adulta mayor como: “Proceso específico, continuado y de ayuda para afrontar en familia eventos y acontecimientos, en el cual, de forma activa, reflexiva y regulada comprendan las capacidades de la persona adulta mayor, que les permita interpretar los cambios que se producen en su contexto de forma que favorezca el envejecimiento activo al manifestar participación, seguridad y autonomía, (Romero, 2022).
En tal definición quedan incluidos todos los aspectos que son precisos delimitar con el fin de que ningún aspecto del funcionamiento familiar quede fuera del influjo del contexto familiar como factor potenciador de las capacidades existentes en cada miembro.
En atención a lo anterior se entiende que la orientación familiar debe incluir acciones educativas, encaminado a la orientación a las familias, a partir de la identificación de sus potencialidades y carencias, con vistas a lograr mejoras en la interacción familia-persona adulta mayor-comunidad de manera que garanticen el envejecimiento activo para el bienestar de la persona adulta mayor.
Desde los planteamientos anteriores, se le atribuye gran importancia a la comunicación, la actividad conjunta y a las relaciones que se establecen tanto entre los miembros de la familia como entre el sistema familiar y el entorno social que lo rodea. Puede decirse que la orientación familiar en la atención a la persona adulta mayor debe ser entendida como el conjunto de técnicas encaminadas a fortalecer las capacidades evidentes y las potenciales que tienen como fin el fortalecimiento de los vínculos que unen a los miembros del sistema familiar, con el fin de que resulten sanos, participativos y seguros para que se logre el bienestar y la calidad de vida desde el paradigma del envejecimiento activo.
Es sorprendente que a pesar de la multiplicidad de definiciones que subyacen a dicho concepto, no se encontró en la literatura al alcance de la investigadora una definición que desde el proceso de orientación a la familia la prepare para la atención a la persona adulta mayor, sin embargo, en la mayoría de las definiciones los autores coinciden en unas características comunes que atribuyen a la orientación educativa familiar. Es por ello que los autores consideran; que la orientación a la familia en la atención a la persona adulta mayor debe estar caracterizada por:
El conocimiento y la estimulación del funcionamiento de las familias y la orientación constante atendiendo a las necesidades y transformaciones, se reconoce la modalidad de acciones dirigidas al desarrollo de cultura gerontológica y habilidades básicas para el alcance de las tareas en la convivencia familiar y para el cumplimiento de los roles familiares en la responsabilidad con la persona adulta mayor. (Ríos, 1994) considera que “en el papel directivo del facilitador se tiene en cuenta la preparación, facilidades, nivel de empatía y conocimiento sobre la temática y la familia” y por otra parte, “es importante la personalidad del facilitador, dado que su influencia se basa en el cumplimiento de:
Las funciones de la comunicación (informativa, afectiva y reguladora) mediante la utilización más adecuada de sus mecanismos (persuasión, identificación, sugestión).
Intercambio de información y de ideas con el objetivo de promover cambios de actitudes y conductas en la familia.
Papel activo de la familia, esto facilita el impulso de la situación social de desarrollo de sus miembros, así como la autotransformación.
Favorezca la comunicación y el crecimiento personal.
Identifique la carga afectiva, estimulación de la comunidad de intereses, objetivos y unidad de acción, mecanismos de regulación sobre los miembros.
Propicie la comprensión, autenticidad, respeto al derecho ajeno y la empatía.
Puede realizarse en una o varias sesiones, con uno o varios miembros de la familia.
El orientador como facilitador y el participante como corresponsable de su aprendizaje.
Garantizar la interacción entre los participantes.
Partir de las vivencias y experiencias.
Considerar la importancia de la inteligencia cristalizada, basada en las experiencias de vida.
En esta investigación se asumen como objetivos de la orientación a la familia para la atención a la persona adulta mayor: ayudar a los sujetos a conocer sus potencialidades y problemas, a sí mismo y a su medio; desarrollar en estos la capacidad de utilizar su inteligencia para tomar decisiones y aprovechar al máximo sus potencialidades de desarrollo; carácter sistemático, procesal, regular del trabajo de orientación y satisfacer la necesidad de orientación que tiene todo individuo.
Se considera además que esta orientación a la familia con miembros adulto mayor se trate como un sistema complejo que se compone de subsistemas, cada persona es un subsistema en sí mismo y participa en subsistemas dentro del sistema familiar, y según el tipo de familia así será la formación de los subsistemas, se tiene en cuenta la relación de los subsistemas con el respeto de la convivencia y las interacciones entre compartimientos están dominados por conductas y reglas implícitas.
Las expectativas acerca de cómo deben conducirse atendiendo a las características de cada rango de edad y los diversos tipos de circunstancias, las costumbres, los intercambios afectivos estables y constantes para alcanzar la seguridad y el compromiso en la expresión de la atención de las necesidades y las relaciones de confianza entre los subsistemas, los límites de amor en la relación de ser con otros y que se ajusten según el ciclo familiar y el curso de vida.
Se espera que con la orientación la familia pueda desde su función educativa lograr transformaciones en la percepción sobre y la sensibilización con el proceso de envejecimiento; mejor concepto de sí; liberación de tensiones emocionales; mejor reacción ante frustraciones y mayor capacidad de disfrutar la vida. Ha de ser contemplada como una red de comunicaciones entrelazadas y en la que todos los miembros, desde el más pequeño hasta el mayor, influyen en la naturaleza del sistema al tiempo que todos, a su vez, se ven afectados por el propio sistema.
La orientación a las familias es una ocupación primordial que debe ser compartida para lograr el éxito en ese desempeño, en equilibrio con su progreso en el orden social. Ya desde la década de los años 60, las posiciones cubanas sobre el funcionamiento familiar, evidencian, las nuevas realidades de las familias. Sin embargo, el empleo de métodos para preparlas no siempre lleva a que se introduzcan los cambios necesarios. Las exigencias sociales en las que se produce la orientación a las familias hacen indispensable que la familia actúe con encadenamiento, de manera que se garantice la participación de la persona adulta mayor a la vida social activa.
En cuanto al trabajo de orientación a las familias realizado hasta el momento, obedece a determinadas condiciones socio históricas, al cambiar estas condiciones y con ellas la familia, se hacen necesario nuevos métodos de trabajo acorde con las propias necesidades de ella. El importante papel de la familia en la atención a la persona adulta mayor ha revelado las propias dificultades de estas que afectan a las necesidades afectivas y formativas de este grupo etario, así como imposibilidad de atenderlos adecuadamente.
De modo que la orientación familiar, está marcada por ocupar cada vez un lugar protagónico en las familias, con la intencionalidad de facilitar cultura gerontológica para que sean capaces de, junto a los actores sociales la incorporación de la persona adulta mayor a las transformaciones de la comunidad.
A partir de la interiorización de la fundamentación planteada, es evidente; que para lograr orientar a la familia se es consecuente a los principios: respeto a la dignidad plena de cada ser humano, creación de un clima psicológico de aceptación, aprobación, comprensión, sinceridad y promover el desarrollo óptimo de las potencialidades del hombre, así como su ajuste persona-social. (Collazo & Puentes, 1992, citado en Recarey & Rodríguez, 2007).
Una consideración de los autores, a partir de las características de las unidades de estudio y el objetivo de la investigación se le incorporan otros principios como: intervención con perspectiva estructural sistémica, el aprendizaje se adquiere en la acción, ayuda y no imposición del punto de vista de un subsistema sobre otro y la orientación en sí misma contempla objetivos individuales y sociales.
El proceso de orientación familiar puede ser de diferentes tipos: formal y no formal: es generado por instituciones como la comunidad, instituciones jurídicas, culturales, de salud y otras, mediante la acción orientadora divulgativa a través de los medios de difusión y orientación comunitaria.
Aspectos que no pueden obviarse al concebirla: Debe ser vista como un proceso continuo, vital para todos los seres humanos, a fin de prepararlo para la realización eficiente de las “tareas del desarrollo” y prevenir de esta forma la aparición de fallas o problemas en el ciclo familiar. Ciertamente es un proceso dinámico que incluye una serie de actividades que tienen por objetivo evaluar al individuo, estimularlo y dirigirlo para que logre desenvolverse con mayor independencia, autónomamente y con una mejor funcionabilidad del sistema familiar.
Sin embargo, no se alcanza de forma inmediata, de ahí que la orientación, además de ser un proceso continuo, también es gradual, actúa de forma progresiva, ya que la persona necesita dominar ciertas acciones antes de estar capacitada para realizar actividades de mayor complejidad y responsabilidad en su vida social.
En el proceso de orientación se toman en cuenta los pasos: percepción, conciencia de la necesidad de ayuda y deseo y esperanza de cambio; establecimiento del rapport o relación emocional positiva y vencimiento de la resistencia, si existe; expresión y liberación de las emociones y sentimientos (catarsis); exploración más profunda de los sentimientos: reflejar, (tratar de desentrañar y devolverle al individuo las mismas ideas, pero sin la carga emocional), clarificar (aclarar, ilustrar, poner un ejemplo para esclarecer al sujeto) y establecer hipótesis (acerca de la causa de la actitud que el sujeto expresa); el proceso de abrir o desbrozar el camino (comprensión racional del problema); desarrollo de la comprensión de sí mismo o de la penetración y visión interna y por último la experiencia vital fuera de los marcos de la relación con el orientador en particular, o de la establecida dentro del grupo de orientación. (El sujeto debe experimentar en sus relaciones cotidianas un cambio favorable que refuerce y consolide las transformaciones ocurridas en su personalidad.
La familia es considera en la investigación como un sistema. Esto significa interpretarla como una unidad de los subsistemas que la componen, las interrelaciones de sus miembros en la vida cotidiana, el intercambio de sus opiniones, la correlación de sus motivaciones, la elaboración o ajuste de sus proyectos de vida, con etapas de grandes cambios y otras de relativo equilibrio, es productivo considerar la existencia de límites más o menos precisos.
Por otra parte, es determinante la concepción de la familia como un sistema para el logro del desarrollo de sus miembros. Es medular el contexto sociocultural en que se desenvuelve la familia, asunción de alianzas con los padres, los abuelos con los nietos, sobreprotección extrema de los hijos sobre la persona adulta mayor, o desvalorización de sus criterios, cambios en las formas de asumir los roles tradicionales, escasa o nula censura moral ante la no protección de los derechos de la persona adulta mayor. Todo esto afecta o benefician las posibilidades de un funcionamiento adecuado en la dinámica familiar.
En ocasiones los miembros de la familia brindan, a la persona adulta mayor, pocos espacios de participación en las actividades familiares, los maltratan psicoemocionalmente, los despojan de sus bienes. En otras hay abuso, por parte de la persona adulta mayor de su poder legal, por edad cronológica o juego con las emociones. El tipo de convivencia tiene implicaciones importantes en la salud familiar y repercude en la calidad de vida de la persona adulta mayor, en especial en un contexto de restricciones económicas. La convivencia crea un espacio privilegiado en el que operan las transferencias familiares de apoyo no solo económico, sino también instrumental y emocional.
En la sociedad moderna muchas familias siguen siento la institución primaria de bienestar y calidad de vida de sus miembros y en particular de la persona adulta mayor, los autores valoran que la orientación educativa se tiene que otorgar amplios espacios en el trabajo con las familias para atender una problemática de repercusión no solo individual sino a nivel social.
Se ha mencionado el papel positivo de las redes sociales, comunitarias y familiares como tercera condición más importante para la calidad de vida y el bienestar general de la persona adulta mayor, como parte del envejecimiento activo correspondiente a la alta participación social. También influyen en este paradigma las relaciones generacionales que conviven en una misma época, dentro y fuera del ámbito familiar, siendo lógico que los encuentros entre generaciones deban comenzar en las familias.
El sentirse importante es una de las necesidades de la persona adulta mayor. Es un factor determinante para la longevidad satisfactoria lo que tiene efectos en el alargamiento de la vida. Por tanto, se puede decir que mantener las relaciones familiares y sociales con un óptimo nivel de satisfacción en el que cada miembro de la familia sienta que todos colaboran en un bienestar común es un objetivo importante para obtener un envejecimiento activo.
La familia, factor de calidad de vida, en opinión de los autores la orientación es una fuente esencial de bienestar. Para ello, es necesario apoyarse en el desarrollo de hábitos de vida saludables, físicos y mentales, la formación a través del reconocimiento de capacidades y competencias, igualdad de oportunidades, el fomento de la autoestima, autonomía y la participación de la persona adulta mayor en la sociedad, desde su experiencia, incidiendo en el papel de la familia y la comunidad. Lo importante es mantener la autonomía y la independencia a medida que se envejece.
La participación en actividades sociales que eviten el aislamiento y reduzcan el sentimiento de soledad e inseguridad mediante la utilización de las redes sociales, producen efectos beneficiosos y pueden contribuir a mantener la vitalidad cognitiva-afectiva en la vejez y podrían mantener y retrasar los efectos negativos de la dependencia.
Participar es un concepto complejo y dinámico que remite más a un proceso que a un estado o a una meta. Los autores consideran oportuno destacar que aunque no existe una receta específica para la participación es esencial trabajar las variables de personalidad como el optimismo y el pensamiento positivo-flexible ya que están asociadas a satisfacción con la vida en la vejez, el afecto positivo reduce la mortalidad de la persona adulta mayor. En este sentido, personas con una imagen positiva del envejecimiento y una actitud o afecto positivo es un protector contra el declive físico y funcional en la persona adulta mayor.
Participar en la sociedad finalmente apunta al paradigma de envejecimiento activo. La importancia de las relaciones sociales, la competencia social, la participación y la productividad. La palabra activo contrasta con la palabra pasivo y se usa para superar la idea de que la vejez es una etapa de pasividad. Un estilo de vida activo implica mucho más que realizar actividad física o trabajar; además de lo que se ha dicho incluye realización personal.
En esta perspectiva, no entra en contradicción que para las familias es imprescindible la orientación para entender el envejecimiento activo y promoverlo, estimule la autonomía en la decisión y capacidad crítica para poder decidir cómo quieren participar. Se habla de participar en un sentido amplio, en la cotidianidad personal y en las interacciones personales más comunes y no solo de la participación desde unos itinerarios determinados.
La dinámica de la familia durante la vejez de sus miembros presenta nuevas situaciones que inciden en el sistema familiar, tal como sucede en cada una de las diferentes etapas del ciclo vital y ante las cuales debe realizar ajustes y hacer concertaciones, con el fin de conservar y fortalecer las relaciones e interacciones, además tener presente y reconocer las diferencias de criterios y maneras de percibir la realidad, que para cada miembro siempre es única. En esta etapa del ciclo vital la jubilación, la enfermedad, la vejez y la muerte representan pérdidas.
La familia debe conocer las peculiaridades y necesidades de la persona adulta mayor para trabajar con ella conforme con sus necesidades y motivaciones. Significa tener en cuenta que, en ellas descienden el estado de ánimo general, la autovaloración, la seguridad en sí y el sentimiento de insatisfacción, por lo general su estado es depresivo, predominan diferentes temores ante la soledad, la indefensión, el empobrecimiento y la muerte. Desciende la capacidad de alegrarse, no esperan nada bueno de la vida y disminuye el interés por el mundo externo, por lo nuevo.
La orientación educativa familiar se coloca fundamentalmente a la modificación del funcionamiento familiar centrándose en el fortalecimiento de las propias potencialidades de la familia, derivándose de aquí el impacto que pueda tener en la armonía familiar que le permita la atención a la persona adulta mayor para que favorezca el envejecimiento activo.
Conclusiones
La orientación educativa familiar se desarrolla en torno al proceso de envejecimiento y la vejez, la importancia del entorno social y al debate acerca de la adaptación al desarrollo pleno de una madurez psicológica durante la adultez y una experticidad en la vejez.
Todo esto enfatiza que es de interés destacar que la familia debe estar dotada de una orientación educativa suficiente que le permita interactuar con la persona adulta mayor en función de favorecer el envejecimiento activo como componente importante para la autonomía, la participación, la seguridad y la inclusión.