Si bien la investigación es una de las funciones sustantivas de la universidad, esta debe desarrollarse de forma simultánea con las restantes, lo cual se hace difícil a veces, sobre todo para los docentes con gran número de horas semanales frente al estudiante. Por eso se ha planteado en las universidades más prestigiosas del mundo que sería apropiado establecer centros de investigación para que un grupo de sus profesores asuman como objetivo fundamental esta encomienda. Tales centros han tenido éxito, pero en realidad siguen siendo hijos de la universidad e inseparables de ella.1
Cada generación de investigadores de estos centros proviene de la universidad toda vez que la investigación está relacionada con el saber, por lo que la existencia de ellas es una fortaleza. La docencia necesita la investigación para su sustancia y un buen investigador despierta impulsos similares en los alumnos.2) Tal es el caso del Laboratorio Central de Líquido Cefalorraquídeo (LABCEL) perteneciente a la Facultad “Miguel Enríquez” de la Universidad de Ciencias Médicas de la Habana donde los alumnos constituyen una parte importante de los logros que exhibe esta entidad de ciencia y técnica.3
Otorgar los premios LURAP (Local Undergraduate Research Award in Physiology) creados por la American Physiological Society es una iniciativa establecida en Cuba como en otros países que tienen miembros en esa sociedad, quienes pueden nominar todos los años un estudiante a este premio. Consiste en un diploma, un sello, la membresía por un año en la mencionada sociedad, una camiseta o pulóver, y se mencionan en su boletín.
LABCEL es una entidad de ciencia, técnica e innovación que pertenece a la Facultad “Miguel Enríquez” de la Universidad de Ciencias Médicas de la Habana, tiene como misión fundamental la investigación pero también realiza actividades de asistencia médica porque garantiza análisis especializados para todas las instituciones hospitalarias del país. Fue fundado en 2004 producto de un convenio con la Universidad Georg August de Goettingen, Alemania y se distingue por su producción científica.
Los premios LURAP otorgados en LABCEL no solo recompensan el trabajo de un año de investigaciones relacionadas con el líquido cefalorraquídeo, sino que se ha tratado de premiar la cientificidad desarrollada por algunos estudiantes destacados en esa labor.
Los estudiantes de Medicina que laboran en LABCEL provienen de dos fuentes: alumnos-ayudantes4 de Inmunología de la Facultad “Miguel Enríquez”, de otras especialidades de la propia facultad, y de otras facultades que se incorporan al laboratorio en las estancias post- Quincke.3
Hasta el momento se han premiado cinco estudiantes de Medicina, uno por año. A continuación se valora y reflexiona acerca de lo que esto ha representado para estimular la cientificidad.
La actitud de la cientificidad va más allá de la capacidad y de un saber especializado. Se desarrolla paralelamente a la creación de un nuevo conocimiento, con el trabajo sistemático que permita prescindir de caminos trillados, de cambiar de hipótesis en la medida que los propios resultados lleven a otros horizontes en beneficio de un análisis imparcial de estos. Dicha actitud presupone adquirir un conocimiento objetivo y libre que transforma experiencias iniciales en nuevas posturas. La actitud científica va más allá de un conocimiento limitado, es una formación que se llevará el estudiante como actitud, una vez graduado.
Uno de los pilares que se estimula en LABCEL es la objetividad, la búsqueda de nuevas posibilidades opuestas, así como la autocrítica y la crítica científica. Para ello se ha establecido un método simple para la realización de la crítica científica que ha dado muy buenos resultados.5 Lo propio de la ciencia es dudar e interrogar, ser muy receloso con las afirmaciones definitivas, conocer el alcance limitado de los conocimientos, examinar siempre los límites de los resultados y la validez de las afirmaciones. Esto permite desarrollar en los jóvenes estudiantes de Medicina una modelación ajena a los encasillamientos y explorar todos los caminos.
No todos los estudiantes logran desarrollar esta actitud de cientificidad. Se sabe que muchos aspiran a convertirse en médicos apoyados en el método científico para lograr un diagnóstico a partir de la observación de síntomas y signos; pero esto no los convierte en científicos,6 sino en técnicos de alta calificación capaces de implementar lo que está establecido, y que se enriquecerá con la experiencia a lo largo de los años con su trabajo asistencial. Por supuesto, eso es muy bueno para cualquier país porque se convierten en guardianes permanentes de la salud.
Es muy importante desarrollar en los jóvenes el sentido de la observación, el cuestionamiento de la realidad y hacerlo de forma creativa. Por ejemplo, algunos estudiantes a partir de la observación de la invasión del caracol gigante africano en las áreas donde desarrollaban labores de pesquisa, se interrogaron acerca de pacientes febriles con sospecha de dengue, y decidieron hacer una encuesta sobre la percepción de riesgo que posee la comunidad con la presencia de esta especie invasora que afecta al medio ambiente y la salud. No fue una tarea indicada por la entidad: partió de la observación y el deseo de cambiar la realidad.7 Cuando esto sucede, se descubre una iniciativa creadora que es necesario estimular en estos estudiantes.
El deseo de saber es el estímulo determinante que permea la vida de la universidad para profesores y alumnos, y esto se acrecienta con la vinculación de estudiantes a los centros de investigación. También resultan decisivas la honestidad en el trabajo de investigación y la constancia. Cuando los estudiantes permanecen horas fuera del horario académico en el laboratorio sin que nadie los oriente o indique, asumen una actitud digna de premiar.
En la mayoría de los casos, el buen desempeño en la labor docente de los estudiantes resulta también estimulante para la investigación y viceversa. Por eso es determinante que los estudiantes vinculados a ella tengan buenos resultados en la docencia porque: “… el mejor investigador es al mismo tiempo el único buen docente”.2) Solamente en contacto con el surgimiento del nuevo conocimiento, se llega a la formación del estudiante como científico.
En LABCEL se pretende premiar la cientificidad, y esto requiere preparar al estudiante en la actitud de investigar con los métodos propios de un laboratorio dedicado al estudio del líquido cefalorraquídeo, no a partir del aprendizaje de un saber acabado, sino preparándolos para el pensar científico. Este laboratorio, como parte de la universidad, solamente puede aportar la base para el desarrollo de la cientificidad. Deben crearse mejores condiciones para adquirir conocimientos mediante el contacto con la ciencia viva, además de las habilidades técnicas propias del referido centro.
El papel del educador de la ciencia es disponer del entorno y facilitar las condiciones, pero el verdadero protagonista de ese aprendizaje será siempre el estudiante. Por eso: “… el reto de la educación de la ciencia no es enseñar, sino aprender”.7 Según Lorda, la verdad etimológica de la palabra educar es educir, sacar de dentro: “Se saca estimulando y guiando, porque lo que se despierta -ahí está la maravilla- es un ser libre, un sujeto autónomo y creativo por sí mismo; aunque todavía no puede serlo del todo”.7