INTRODUCCIÓN
La acumulación excesiva de tejido adiposo en el organismo, ya sea de forma selectiva o no, puede tener efectos diversos sobre el metabolismo y la salud de las personas; como fenómeno biológico, aun cuando puede estudiarse en su conjunto como adiposidad general, es de mayor interés su estudio por regiones.
Se reconoce como más importante aquella adiposidad corporal localizada en el tronco, la cual se denomina adiposidad central o androide y dentro de ésta la adiposidad abdominal, entendida como el depósito aumentado de tejido adiposo en la pared y en las vísceras abdominales1.
La adiposidad corporal puede expresarse clínicamente como sobrepeso u obesidad cuando son rebasados los puntos de corte del índice de masa corporal (IMC) o el porcentaje de grasa corporal establecidos para estas categorías de estado nutricional, aunque no necesariamente; pues se conoce de acumulaciones regionales excesivas de tejido adiposo no identificables por el IMC ni porcentaje de grasa; estos hallazgos no descartan su participación activa en la etiopatogenia de enfermedades cardiovasculares y metabólicas2-4.
Las células adiposas pueden modificar su volumen hasta 100 veces y almacenar cantidades muy variables de grasa, hecho que las convierte en un factor potencialmente peligroso en la fisiopatología de distintas enfermedades crónicas5,6.
Localizaciones distintas de tejido adiposo en el organismo determinan riesgos diferentes, tal es así que el tejido adiposo abdominal visceral presenta la mayor asociación con el riesgo de enfermedad cardiovascular, diabetes mellitus tipo 2 y cáncer, entre otras7,8.
El IMC es un indicador de utilidad en los estudios de la morbilidad y mortalidad asociados a elevados niveles de adiposidad expresados como sobrepeso u obesidad; sin embargo, no discrimina las proporciones del peso corporal correspondientes a músculos, huesos y tejido adiposo, y menos aún el predominio regional o topográfico de este último9,10. Estas características han limitado su sensibilidad para diagnosticar exceso de tejido adiposo o de grasa corporal en personas que han sido clasificadas como normopeso por este indicador11.
En la década de los '80, Ruderman et al12 describieron un tipo peculiar de obesidad en personas que, aun clasificadas como normopeso por su IMC, presentaban hiperinsulinemia, insulinorresistencia, incremento de la incidencia de diabetes mellitus tipo 2, hipertrigliceridemia y predisposición a las enfermedades cardiovasculares 12.
Pocos años después, De Lorenzo et al13 y Romero et al14, identificaron individuos con peso corporal normal según el IMC, pero con alto porcentaje de grasa corporal y deficiencia de tejido magro, sin otras alteraciones metabólicas ostensibles; mientras que investigadores brasileños observaron en este mismo tipo de individuos, valores de la suma de los pliegues cutáneos tricipital y subescapular por encima del 90 percentil15.
Otros autores informaron un incremento de la adiposidad central en mujeres chinas menopáusicas con IMC normal, pero con elevación del índice cintura/talla acompañado de trastornos metabólicos típicos16. Tales evidencias pueden sustentar el postulado reciente de que la obesidad debe clasificarse según las proporciones del tejido adiposo en el contexto de la composición corporal total, así como a su distribución; más que por el peso corporal o el IMC17.
Otros indicadores antropométricos, como los pliegues cutáneos, los perímetros de la cintura y de la cadera, y los índices cintura/talla, cintura/cadera, de conicidad y de energía-proteína, han demostrado efectividad en los estudios de adiposidad corporal y pueden utilizarse en combinación con el IMC. La medición de los pliegues cutáneos ha sido propuesta para uso en las gestantes, pliegues como el bicipital, el tricipital y el subescapular permiten evaluar los cambios del tejido adiposo del organismo18.
La existencia de diferentes alteraciones metabólicas asociadas a la elevación del porcentaje de grasa corporal, a la suma de los pliegues subescapular y tricipital por encima del 90 percentil y al índice cintura/cadera, son indicativas de adiposidad abdominal; características que integran el cortejo descrito en la literatura como fenotipo normopeso obeso15.
En la población cubana la prevalencia del exceso de peso (sobrepeso y obesidad) se ha incrementado con un crecimiento anual aproximado del 0,3%, lo que traduce niveles de adiposidad corporal no saludables; situación que no excluye a las mujeres en edad reproductiva. Resultados de un estudio realizado por el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología para evaluar el estado nutricional de las gestantes cubanas, revelan un 15% de gestantes obesas y un 14,2% con sobrepeso a nivel nacional; con un comportamiento en la provincia de Villa Clara de 28,1% de obesas y 6,9% de sobrepeso19.
Es así que la adiposidad corporal, con o sin sobrepeso u obesidad, puede formar parte de un problema de salud de carácter general; pero su análisis en mujeres embarazadas requiere de valoraciones particulares, en especial en las gestantes normopeso, pues no se conoce lo suficiente su vulnerabilidad a determinados riesgos cardiometabólicos, generados por la acumulación excesiva de tejido adiposo no identificado, en determinadas regiones corporales.
En la identificación de distintos niveles de adiposidad corporal, las técnicas de tomografía axial computarizada (TAC) y de resonancia magnética nuclear (RMN), están consideradas como pruebas de oro para evaluar la distribución de la grasa abdominal, aunque resultan poco factibles para estudios a gran escala debido a su alto costo y al riesgo de las radiaciones, en especial de la TAC, menos aún durante el embarazo. Cuando se trata de mujeres embarazadas sería recomendable optar por la ultrasonografía que es inocua y menos costosa, y cuyos resultados han sido validados por TAC y RMN, como método para evaluar la distribución adiposa abdominal; sin desestimar el uso de las técnicas antropométricas20,21.
La técnica multivariante por conglomerados (clústers) ha sido empleada para determinar tipologías antropométricas con diferentes niveles de riesgo de eventos adversos en la gestación; con su ayuda se han encontrado grupos que reúnen variables como el IMC y la circunferencia del brazo asociada a la grasa corporal. Estos procedimientos también han permitido, con la utilización de dos o más variables antropométricas, identificar grupos de riesgo cardiometabólico, para el seguimiento y la vigilancia nutricional22.
Dado que la descripción de la distribución de la adiposidad corporal en las gestantes de peso adecuado es aún poco sistemática a nivel local y que no se conoce lo suficiente cómo se manifiesta esta problemática en gestantes sanas al inicio de la gestación, el presente trabajo tuvo como objetivo: identificar posibles agrupaciones de gestantes sanas con adiposidad y evaluar la capacidad diagnóstica de los indicadores utilizados.
MÉTODO
Se realizó un estudio observacional transversal en gestantes sanas del área de salud “Chiqui Gómez Lubián”, del municipio Santa Clara, capital de la provincia Villa Clara, Cuba, durante el período 2012-2016. La población inicial estuvo constituida por 1787 gestantes captadas antes de la semana 14 de la gestación, de las cuales se seleccionaron a 1305 al considerar como criterios de inclusión la nacionalidad cubana, la coincidencia de la fecha de la última menstruación con el cálculo del primer estudio ultrasonográfico y su disposición a participar en la investigación.
Criterios de exclusión
Se consideraron criterios de exclusión los padecimientos crónicos como diabetes mellitus, hipertensión arterial, cardiopatías, útero miomatoso con volumen superior para embarazo de 2 semanas, nefropatías, epilepsia, disfunciones tiroideas y trastornos psiquiátricos.
Variables
Se aplicó una batería antropométrica en la que se incluyeron datos generales de la gestante: peso, talla, perímetros de la cintura, cadera y brazo; pliegues cutáneos bicipital, tricipital, subescapular y suprailíaco; así como los valores de las grasas subcutánea abdominal, preperitoneal y visceral. Las variables estudiadas fueron:
Adiposidad general, a través del IMC y el porcentaje de grasa corporal.
Adiposidad central, a través de los índices cintura/talla, cintura/cadera, energía-proteína, de conicidad y área grasa del brazo.
Componentes de adiposidad corporal, a través de los indicadores: suma de pliegues cutáneos, edad cronológica medida en años cumplidos y edad ginecológica, calculada mediante la diferencia entre la edad de la menarquia y la edad del primer embarazo.
Componentes de adiposidad abdominal, a través de las grasas subcutánea abdominal, preperitoneal y visceral.
Valores de referencia
Los referentes de normalidad de los indicadores utilizados fueron:
IMC: Para el IMC existen cuatro categorías, según las tablas antropométricas de la embarazada del MINSAP (2010) en Cuba23:
Porcentaje de grasa corporal24:
Para el índice cintura/cadera el valor normal para la interpretación es de 0,71 - 0,8425.
Para el índice cintura/talla el valor normal para la interpretación es 0,5026.
Para el índice de conicidad el valor normal para la interpretación es 1,0027.
Para el índice energía-proteína y área grasa del brazo se asumieron como valores de normalidad los que se encontraron por debajo del tercer cuartil (75%) de la distribución percentilar realizada.
Procesamiento de los datos
La información se almacenó y procesó en el paquete estadístico SPSS versión 20.0 para Windows, en correspondencia con los objetivos del estudio.
Para identificar posibles agrupaciones de adiposidad general y central de las gestantes se usó el método de clasificación multivariante conocido como técnica de conglomerados o clúster, específicamente el de dos pasos28,29. Para la distinción de las agrupaciones de gestantes por sus niveles de adiposidad, se tuvieron en cuenta los valores promedio de los diferentes indicadores.
Para la adiposidad general se establecen tres categorías:
Adiposidad normal, cuando los valores del IMC y el porcentaje de grasa corporal se encuentran entre los valores de normalidad.
Adiposidad intermedia, cuando los valores del IMC se relacionan con el sobrepeso y los de la grasa corporal se encuentran entre los valores riesgo.
Adiposidad alta, cuando tanto los valores del IMC como del porcentaje de grasa corporal reflejan obesidad.
Para la adiposidad central:
Adiposidad normal, cuando sus indicadores cintura/talla, cintura/cadera, conicidad, energía-proteína y área grasa del brazo están en los límites de normalidad.
Adiposidad alta, cuando los indicadores anteriores tienen valores por encima de los puntos de corte.
Para evaluar la capacidad diagnóstica de otras variables que intervienen en la adiposidad corporal (general, central y abdominal) en gestantes sanas, se utilizó el análisis de curvas ROC (sigla en inglés de receiver operating characteristic); a partir de las categorías intermedia y alta para las agrupaciones de adiposidad general y central, respectivamente. Como variables con posibilidades diagnósticas se incluyeron aquellas que se conoce que están relacionadas de manera independiente con la conformación de la adiposidad del organismo: suma de los pliegues cutáneos tricipital y subescapular, edad ginecológica, grasas subcutánea abdominal, preperitoneal y visceral. Para la comprobación de la capacidad diagnóstica de estas variables se utilizaron las mismas agrupaciones de gestantes.
Se analizaron las áreas bajo las curvas y sus intervalos de confianza. Se prefijó un valor de significación alfa de 0,05 para la toma de decisión estadística.
Consideraciones éticas
Esta investigación se rigió por los principios éticos que guían las investigaciones médicas con seres humanos, plasmados en la Declaración de Helsinki en el año 200830, expresados mediante el consentimiento informado de las gestantes y el aval del comité de ética de las investigaciones de la Unidad de Investigaciones Biomédicas de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara.
RESULTADOS
Las gestantes sanas según su adiposidad corporal general, estudiadas a través de las variables IMC y porcentaje de grasa corporal, se agruparon en tres conglomerados: uno con 529 gestantes (40,5%); otro con 651 (49,9%) y en un tercero con 125 gestantes, que representaron el 9,6%. Por la similitud de las variables de distribución de la adiposidad central, las gestantes se agruparon en dos conglomerados: uno conformado por 703 (53,9%) y otro, con 602 gestantes (46,1%).
En la tabla 1 se presentan los indicadores de adiposidad general y central según los distintos conglomerados. Para la adiposidad general, en el conglomerado 1 se apreció que tanto el IMC como el porcentaje de grasa corporal, tuvieron valores de la media que se encuentran entre los límites de la categoría normopeso (20,4 kg/m2 y 23,7% de grasa, respectivamente). En el 2, aunque el IMC está en el límite inferior de la categoría sobrepeso (25,7 kg/m2), el valor del porcentaje de grasa corporal se encuentra en la categoría de límite (31,5%). Por otra parte, en el 3, tanto el valor del IMC (33,5 kg/m2) como el porcentaje de grasa corporal (41,6%) ubicaron a las gestantes en la categoría de obesidad. En el conglomerado 1 de adiposidad general el porcentaje de grasa corporal tuvo mayor dispersión de sus valores medios que el IMC; sin embargo, en el 2 y el 3 la dispersión fue despreciable. Estos resultados permitieron clasificar a los grupos en adiposidad normal (conglomerado 1), intermedia (conglomerado 2) y alta (conglomerado 3).
Los valores medios de los indicadores antropométricos de adiposidad central (Tabla 2), en el conglomerado 1 fueron inferiores a los del 2, con las mayores diferencias en el área grasa del brazo. Por estar los valores de los indicadores en el conglomerado 1 cercanos a los referentes de normalidad, en lo sucesivo se consideró a estas gestantes con adiposidad central normal; mientras que las del 2, cuyos valores exceden de manera marcada la normalidad, se les consideró con adiposidad central alta.
La tabla 3 presenta los valores medios de las variables antropométricas relacionadas con la adiposidad general y central por categorías, y conglomerados. Todos los valores medios de las variables se incrementaron en correspondencia con una mayor adiposidad, tanto general como central.
En la tabla 4 se observa cómo en el conglomerado de adiposidad central normal se incluyeron gestantes que en el clúster de adiposidad general habían sido clasificadas como de adiposidad intermedia (222 de 651, para un 34,1%); mientras que en la categoría de adiposidad alta quedó incluida casi la totalidad de las gestantes que habían sido ubicadas en los conglomerados intermedio, (429; 65,9%) y alto (124; 99,2%) de adiposidad general.
Los gráficos de la figura, donde aparecen los resultados del análisis de las curvas ROC para las diferentes variables, muestran la capacidad diagnóstica de las que, de manera independiente, se conoce influyen en la composición adiposa del organismo para discriminar las categorías intermedio y alto de los conglomerados de adiposidad general (a y b) y central (c y d), respectivamente. Se observó que todas las variables discriminaron de manera estadísticamente significativa cada categoría, pero la mayor área dibujada fue por la suma de los pliegues cutáneos tricipital y subescapular para la categoría alta de adiposidad central (c) con un área bajo la curva de 9,340 (IC 0,920-0,947), de igual manera que la grasa preperitoneal como componente de adiposidad abdominal (d) que mostró un área bajo la curva de 0,822 (IC 0,750-0,894).
DISCUSIÓN
Los procedimientos aplicados sistemáticamente en las consultas de evaluación nutricional de las gestantes sanas a partir de los valores del IMC no permiten distinguir con claridad las particularidades en la distribución de las gestantes por su adiposidad corporal, según sean de peso adecuado, sobrepeso u obesas.
Al no tenerse en cuenta datos de mayor precisión relacionados con la localización y cuantía del tejido adiposo en las gestantes, su evaluación nutricional puede ofrecer sesgos a partir de las limitaciones, que en un porcentaje no despreciable de ellas, impone la determinación del IMC. Esto provoca en el equipo de trabajo a nivel de la atención primaria, un nivel de confianza que no tiene todo el sustento necesario para evaluar el verdadero riesgo cardiometabólico que se oculta ante esta situación clínica; muchas veces conducente a orientaciones nutricionales que más que mejorar el cuadro metabólico lo empeoran, como consecuencia del incremento de la adiposidad corporal.
Otros investigadores han propuesto ampliar el repertorio de indicadores de adiposidad en las gestantes, para lograr una discriminación cuantitativa y de distribución regional de la adiposidad que oriente mejor la actuación médica. La identificación de variaciones en los indicadores de adiposidad central en gestantes sanas representa una oportunidad para profundizar en el conocimiento de la adiposidad, al tiempo que confirma otras propuestas acerca de la conveniencia de combinar indicadores antropométricos para evidenciar hechos que de otra forma pasarían inadvertidos31,32.
Haber identificado, al inicio de la gestación, características diferenciadas de adiposidad corporal por conglomerados según los indicadores utilizados, alertan sobre la amenaza que representan las acumulaciones excesivas de tejido adiposo para la salud de las gestantes y representa un resultado de gran utilidad en los esfuerzos por identificar la posible vulnerabilidad a riesgos de determinadas enfermedades, así como en la implementación oportuna de acciones preventivas.
Estos resultados son coincidentes con los criterios de Ifeoma sobre la necesidad de tener en cuenta otros elementos de la composición corporal, además del IMC, para predecir estados de adiposidad y nivel de obesidad de una población32,33.
La obtención de valores medios diferentes, pero de frecuencias muy parecidas en los dos conglomerados de la adiposidad central, permite una mayor precisión sobre los niveles de adiposidad central en las gestantes, resultado también de utilidad para orientar acciones de prevención y atención prenatal especializada.
La distinción de dos grupos de gestantes con adiposidad central, según los valores promedio con respecto a los puntos de corte de los indicadores utilizados, fue categórica para la adiposidad central alta y por aproximación a los valores de normalidad para el grupo de adiposidad central normal; resultados que pudieran esclarecerse mejor con el estudio de mayor número de gestantes y con el propio avance de la gestación. Una vez más se comprobó la utilidad de la aplicación de la técnica de clúster en la profundización del conocimiento de la adiposidad corporal, como parte de la evaluación nutricional de las gestantes.
En un trabajo reciente, De Souza34 se refirió a la importancia de la determinación de la adiposidad profunda en la gestación temprana, pues permite inferir la gravedad de la resistencia a la insulina y trazar estrategias para prevenir la diabetes gestacional. Los autores del presente trabajo, consideran que, aún cuando no existiera la posibilidad de estudiar la adiposidad profunda, poder identificar las características de la adiposidad central en gestantes desde el inicio del embarazo, constituye un elemento a considerar en las acciones de salud en la atención prenatal desde la comunidad.
Personas con alto riesgo de síndrome metabólico y otras alteraciones, con valores normales de IMC, presentan elevados niveles de adiposidad, condición conceptuada como «normopeso obeso»; lo que sugiere la necesidad de una estratificación del «alto riesgo» basada en la adiposidad, más que en el peso corporal, para orientar las acciones preventivas; consideraciones que pudieran apoyar los estudios de adiposidad corporal en gestantes31.
Un estudio de 2013 informa que el concepto de adiposidad visceral es en realidad una prioridad en la evaluación del almacenamiento del tejido adiposo5. La frecuencia de gestantes con adiposidad general intermedia o alta pudiera ser aún mayor si se tiene en cuenta que otros autores han planteado que los puntos de corte del IMC establecidos para definir sobrepeso y obesidad no identifican a más de la mitad de las personas con adiposidad elevada6; situación que alerta sobre la conveniencia de ampliar los algoritmos de evaluación clínica de las gestantes con la incorporación de otras mediciones simples y de bajo costo, tales como pliegues cutáneos, circunferencias, y otras con capacidad diagnóstica que permitan detectar niveles de adiposidad en gestantes que están dentro de rangos de normalidad por su IMC.
El análisis de las agrupaciones de gestantes por niveles de adiposidad central demostró que en el conglomerado normal se incluyó sólo una parte menor de las gestantes de adiposidad general intermedia; mientras que en el conglomerado de adiposidad central alta quedó incluida casi la totalidad de las gestantes de adiposidad general intermedia y alta. Estos resultados pudieran tener puntos de coincidencia con los obtenidos en un estudio realizado en La Florida y publicado en el 2011, en el que el 41,6% de las mujeres iniciaron su embarazo en condición de sobrepeso u obesidad35.
A diferencia de lo informado en otros estudios realizados en adultos de ambos sexos, en los que han comparado el IMC y el porcentaje de grasa corporal como indicadores de adiposidad general mediante curvas ROC36, el presente trabajo -en la determinación de la adiposidad central en gestantes- encontró que los valores del área grasa del brazo mostraron las mayores diferencias entre los conglomerados normal y alto; lo que pudiera estar en relación con las características somatotípicas de la composición corporal predominante en cada uno de los conglomerados, lo cual no fue objeto de la presente investigación.
Un estudio local, en mujeres con ganancias ponderales por encima de lo recomendado, encontró que el índice cintura/talla fue indicativo de obesidad central37. Algunos autores han usado los pliegues subescapular y tricipital como indicadores, y han encontrado asociación entre los más altos valores y el bajo peso al nacer38.
Estudios realizados en una muestra de sujetos adultos normopeso de ambos sexos, con edades entre 23 y 25 años, pero en condición de obesidad por su elevado porcentaje de grasa corporal, informaron que la suma de los pliegues cutáneos por encima del 90 percentil expresó riesgo de presentar alteraciones metabólicas futuras en el sexo femenino39; resultados coincidentes con los planteamientos de Madeira et al15, quienes un año más tarde reconocieron el valor de la suma de estos pliegues en la identificación del fenotipo normopeso obeso.
Algunos autores consideran, especialmente en mujeres de peso adecuado, que los parámetros del metabolismo lipídico se correlacionan mejor con la medición por ecografía de la grasa visceral, que con la medición del IMC, lo que indica que probablemente un grupo de mujeres delgadas con acúmulo de grasa visceral podrían comportarse metabólicamente como obesas40.
Los autores de esta investigación consideran de alto significado la contribución de las variables de adiposidad abdominal a las categorías intermedio y alto de los conglomerados de adiposidad general y central, pues dada su relevancia en los trastornos cardiometabólicos del organismo, si pueden advertir también determinada composición corporal, estamos en presencia de un nuevo camino a la detección oportuna de grupos vulnerables a riesgos cardiometabólicos. Las técnicas antropométricas utilizadas, menos costosas y más factibles, en combinación con la ultrasonografía en la medición de la adiposidad abdominal de la gestante, pueden ser una herramienta muy útil para el seguimiento de su estado nutricional.
Otros autores se han referido a la aplicación de la técnica de conglomerados en la gestación temprana, para la identificación de grupos de adiposidad visceral en el abdomen superior, y han observado asociación positiva con alteraciones del metabolismo de los lípidos según avanza el embarazo, con independencia del IMC41. Igualmente se ha informado una asociación entre la adiposidad visceral y otros episodios negativos durante el embarazo42.
Haber encontrado, en gestantes sanas, que la suma de los pliegues subescapular y tricipital fuera el indicador de mayor capacidad diagnóstica, tanto de adiposidad general como central, enfoca el análisis de los autores hacia la posibilidad real de identificar casos de fenotipo normopeso obeso al inicio del embarazo en mujeres aparentemente sanas; lo que constituye un aspecto novedoso en la caracterización local de la adiposidad corporal durante el embarazo. Otros investigadores han trabajado esta conceptualización como aquel individuo que presenta obesidad central, identificada por el índice cintura/talla, y trastornos metabólicos14, con la participación relevante de la suma de los pliegues tricipital y subescapular por encima del 90 percentil15,43.
Los resultados del presente trabajo demuestran una alta capacidad diagnóstica de la suma de los pliegues cutáneos tricipital y subescapular en la identificaciónde la adiposidad general y central. No sólo se confirma así lo planteado por otros investigadores sobre la utilidad de estos indicadores en los estudios de adiposidad corporal en general, sino que constituye una oportunidad de ampliación del uso de la antropometría en la atención prenatal desde la atención primaria de salud, para la pesquisa temprana de estados nutricionales poco favorables al inicio del embarazo, que pueden evolucionar hacia riesgo cardiometabólico en la gestante.
Otro resultado novedoso de este estudio consiste en la combinación de las técnicas ultrasonográficas de uso sistemático en el diagnóstico prenatal, menos costosas y agresivas que la TAC y la RMN, con mediciones antropométricas sencillas, lo que pudiera mejorar el diagnóstico temprano de la obesidad y de la distribución central del tejido adiposo en las gestantes, además de optimizar los recursos humanos y materiales disponibles para el diagnóstico, sobre todo cuando todavía no se hayan expresado clínicamente alteraciones cardiometabólicas.
Estos conocimientos resultarían también de utilidad para orientar intervenciones sobre los estilos de vida de las gestantes que, como se conoce, tienen un impacto significativo en la salud de la mujer embarazada y de su producto44.
También se ha podido comprobar que el estado nutricional de la embarazada al inicio de la gestación, según los valores del IMC, puede enmascarar las proporciones reales de tejido adiposo y en particular, de la adiposidad abdominal; sin embargo, el índice cintura/talla pudiera revelar a tiempo el comportamiento de la cuantía y distribución de este tejido en la gestante desde el inicio del embarazo y evitar así complicaciones materno-fetales45.
Estos hallazgos, junto a los publicados por otros autores, pudieran fundamentar la convocatoria de complementar el uso del IMC en el seguimiento ponderal de la gestante, con otros indicadores antropométricos que informen mejor sobre la adiposidad general y central en el organismo, y así tener una orientación más temprana y precisa de posibles riesgos para la salud46,47.
Las principales limitaciones de este estudio están referidas a su realización en una sola área de salud del municipio Santa Clara y la escasa literatura especializada con resultados sobre adiposidad en gestantes sanas al inicio del embarazo, lo que limita la realización de comparaciones y análisis más precisos.
CONCLUSIONES
Los indicadores antropométricos de adiposidad general y central de las gestantes sanas al inicio del embarazo, permitieron identificar agrupaciones que pueden ser útiles para la conducción personalizada desde el nivel de atención primaria de salud. Variables como la suma de los pliegues cutáneos subescapular y tricipital, la grasa preperitoneal y la grasa visceral, demostraron la mayor capacidad diagnóstica en el depósito excesivo del tejido adiposo de la gestante sana al momento de la captación.