INTRODUCCIÓN
La depresión es una alteración del estado mental que afecta a muchas personas alrededor del mundo. Actualmente este trastorno mental representa una gran carga socioeconómica para todos los estados y se considera la principal causa de discapacidad a nivel global.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión comúnmente está asociada al sentimiento de tristeza, alteración del estado de ánimo y la esperanza, y la ausencia de motivación1. Así como también, es la falta de interés por las actividades de ocio acompañado por la incapacidad para desarrollar las actividades básicas de la vida diaria. Por otro lado, la ansiedad es una emoción determinada por una sensación de tensión y preocupación reflejada en cambios psíquicos y físicos2.
La Anxiety and Depression Association of America (ADDA) define que los adolescentes tienden a ser más susceptibles de sufrir trastornos mentales, en un 17%3, y que esta cifra puede continuar hasta la vida adulta. Dentro de las alteraciones mentales más frecuentes está la agorafobia (4,5%) y la fobia social (1,5%), conducta disruptiva (3,3%) y depresión (1,7%)3. En el año 2015 16,1 millones de personas mayores de 18 años presentaron un episodio depresivo en los Estados Unidos, y al menos uno depresivo cada año4.
Por otro lado, la obesidad es considerada una enfermedad metabólica multifactorial y de curso crónico determinada principalmente por elementos fisiológicos, metabólicos, moleculares, genéticos y sociales; también los factores ambientales y el estilo de vida contribuye al desarrollo de esta enfermedad5. El sobrepeso y la obesidad se asocian a un desequilibrio donde la ingestión de calorías excede el gasto energético, aunado a un aumento en la ingesta de alimentos ricos en contenido calórico y grasas, y un decremento en la realización de actividad física6.
Además, en los últimos 20 años se ha incrementado la tasa de obesidad tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. En México, según datos del United Nations International Children’s Emergency Fund (UNICEF) y la Encuesta Nacional de Salud Pública, hay una prevalencia de obesidad del 35% sobre la población total7. Por otra parte, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) da a conocer que uno de cada tres adultos tiene sobrepeso u obesidad; con una tendencia creciente hacia la segunda. Existen diversos factores contribuyentes al aumento de peso corporal con alteraciones sobre la salud: dieta hipercalórica, sedentarismo, tabaquismo, alcoholismo, alteración del sueño y vigilia, y el estrés. Este último es uno de los principales factores de riesgo para las enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad. Además, el estrés representa uno de los primeros signos de la alteración sobre el estado mental: tensión, irritabilidad, fatiga, agobio, ansiedad y depresión.
Actualmente, la asociación hacia la imagen corporal está ligada a la alimentación y toma un papel fundamental en el desarrollo de la obesidad a través de la construcción de la percepción visual de nuestro cuerpo. Dicho proceso se encuentra ampliamente relacionado con los valores estéticos promovidos por la misma sociedad y el ideal estético, lo que suscita la insatisfacción de las personas con respecto a su imagen corporal8. Así, los cambios sobre el estado de ánimo son un factor detonante de algunas enfermedades cardiovasculares, renales y humorales. También se ha asociado el estado emocional con el desarrollo de algunos tipos de cáncer (mama, próstata, colón y endometrio)9.
Algunas regiones como la corteza frontal, el hipocampo, la amígdala y el núcleo accumbens se encuentran asociadas con los cambios sobre el estado emocional y el comportamiento. Asimismo, algunas sustancias reguladoras del estado de ánimo se ven involucradas en la modulación o excitación de estos estados10. De esta manera, las alteraciones sobre la función cerebral, como la ansiedad y depresión pueden estar ligadas a trastornos alimenticios, como el hambre emocional. Esta alteración psicológica hace referencia a la utilización de comida como una estrategia para afrontar emociones negativas, con un aumento de la ingestión de carbohidratos. También se ha encontrado asociación entre rasgos depresivos e índice de masa corporal11.
Así, los cambios sobre las conductas del ser humano a menudo están influenciados por un contexto social, ambiental y político12. A su vez, es importante reconocer la rehabilitación cardíaca (RC), que se define según la OMS, como: “El conjunto de actividades necesarias para asegurar a las personas con enfermedades cardiovasculares una condición física, mental y social óptima que les permita ocupar, por sus propios medios, un lugar tan normal como le sea posible en la sociedad”13,14.
Esta rehabilitación, presenta unas fases que dependen del tiempo y evolución del paciente:
Fase I: Durante la hospitalización después de un evento cardíaco (síndrome coronario agudo y posterior a un intervencionismo coronario percutáneo o una cirugía cardíaca de cualquier tipo).
Fase II: Rehabilitación cardiovascular al alta. Se realiza en gimnasio especializado en RC.
Fase III: Mantenimiento temprano.
Fase IV: Mantenimiento tardío. Se inicia después de completar la fase 3; aunque algunos grupos presentan unidas las fases 3 y 4.
De esta manera, este estudio pretende determinar los niveles de depresión y ansiedad y su relación existente con el sobrepeso y la obesidad, en pacientes que asisten a RC fases I y II.
MÉTODO
Diseño
Se realizó un estudio de campo, observacional y descriptivo, de seguimiento transversal, con la presentación de variables cuantitativas en 50 sujetos. Los participantes firmaron un consentimiento informado donde autorizaron su participación en la investigación y el uso de la información para fines académicos en los lugares acordados, donde se les manifestó las condiciones y los procesos a los que estarían sujetos.
Sujetos
Se seleccionaron 50 participantes de rehabilitación cardíaca (25 de fase I y 25 para fase II), quienes debían tener una edad igual o superior a los 18 años de edad, estar inscrito al programa de RC y manifestar su deseo de participar voluntariamente en la investigación al firmar el consentimiento informado.
Se excluyeron de la posibilidad de ser seleccionados aquellos con alteraciones que pudiesen interferir o sesgar el desarrollo y las respuestas al estudio, como: trastornos psiquiátricos, déficit cognitivo y el deseo de no participar.
Materiales
Previo a la realización de pruebas, los participantes llenaron un cuestionario para la extracción y validación de datos personales de manera individual y organizada. Este instrumento permitió recolectar información sobre datos y características sociodemográficas de los participantes; también se determinaron las conductas y los estilos de vida.
Se utilizó la Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS)11 para la detección de trastornos emocionales del tipo de la ansiedad y la depresión. Dicho instrumento de medición consta de 14 ítems que muestra gran fiabilidad y validez en el diagnóstico y detección de ansiedad y depresión en personas con una condición física poco o nada favorable. También se consideraron los hábitos de consumo tanto de bebidas alcohólicas como de otras sustancias que pueden alterar la consciencia y las emociones, y el tipo o estilo de vida que lleva a diario.
Por otro lado, para medir las variables morfológicas, antropométricas y los signos vitales se utilizaron: un tallímetro (Adult Acrylic Halter Wall Kramer 2104) para determinar la altura de los sujetos, una cinta métrica (Asámico de 150 cm 60 Fiber glass) para los perímetros y circunferencias, y una balanza (Tezzio Digital Balance TB-30037) para determinar el peso y la bioimpedancia eléctrica y calcular los porcentajes de composición corporal.
Procedimientos
A todos los sujetos incluidos en el estudio se les aplicó un cuestionario para la identificación de características sociodemográficas y de las conductas y hábitos saludables de manera individualizada, vigilada y supervisada.
Para la identificación de las conductas y los estilos de vida, se agruparon varios atributos: consumo de tabaco, bebidas alcohólicas, bebidas hidratantes y energizantes; frecuencia del consumo de comidas grasas, frutas y verduras, el tipo de desayuno que consume diario, y la realización de actividad física.
Después del cuestionario, se aplicó la escala de depresión y ansiedad HADS, que también fue de manera individual y vigilada, sin tachones ni enmendaduras. Se les explicó a los participantes que la información obtenida iba a ser confidencial y solo sería usada con fines científicos.
Así mismo, se determinaron los valores de peso corporal y porcentajes de grasa, músculo, hueso y agua mediante bio-impedancia eléctrica, cuyo uso se ajustó teniendo en cuenta su calibración y estabilidad en la superficie. Para el índice de masa corporal se utilizó la ecuación propuesta por Quetelet y su interpretación por la OMS, según recomiendan Salazar et al9.
Análisis estadístico
Se utilizaron las pruebas de Kolmogorov-Smirnov y Sharipo-Wilk para determinar la normalidad entre la ansiedad y depresión con el estado nutricional de los participantes, así como con relación a la edad y género.
Con los datos recolectados, se determinaron: la media y su desviación estándar, y el coeficiente de correlación de Pearson, con un grado significativo de p<0,05 (IC 95%). Los valores son obtenidos a través de los sistemas estadísticos SPSS y Microsoft Excel para Windows.
RESULTADOS
Fueron seleccionados 50 participantes (66% hombres) con una edad promedio de 63,86±10,99. Dentro de las características sociodemográficas se encontró que el 60% de los sujetos tenían un nivel de escolaridad primaria, 14% secundaria y 26% universitaria. Por otro lado, el 52% de los participantes eran casados, 20% viudo, 18% soltero y 10% en unión consensual libre (Tabla 1).
Sobre los diagnósticos de ingreso asociados a enfermedad cardíaca se encontró revascularización miocárdica (44%), angioplastia (40%), enfermedad aterosclerótica (4%), reemplazo de válvula aórtica (4%), cierre de comunicación interauricular (4%), implantación de marcapasos (2%) y desacondicionamiento físico (2%); estos pacientes se encontraban en fases I (50%) y II (50%) de RC (Tabla 1). Los participantes tenían una talla promedio de 163,92±8,17 cm y un peso medio de 67,38±11,97 kg. Así mismo se determinó que el 54% de los sujetos tenía un peso normal, sin embargo, el 42% tenían sobrepeso y obesidad (30% y 12%, respectivamente). Por otra parte, las mujeres tenían un porcentaje de grasa corporal mayor a los hombres y menores valores de masa muscular y agua.
Entre los factores de riesgo cardiovascular de la población en estudio se encontraron antecedentes de diabetes mellitus (28%), hipertensión arterial (74%) y sobrepeso/obesidad (42%). De la misma manera también se identificaron otros como la dislipidemia (36%), el tabaquismo (48%), la depresión (36%) y la ansiedad (30%) (Tabla 2).
Es de resaltar que los pacientes de RC presentan un elevado porcentaje de depresión (36%) y ansiedad (30%) y que un 20% de ellos tiene los dos trastornos al mismo tiempo. También es importante conocer que los valores de depresión (fase I [48%] vs fase II [24%]) y ansiedad (fase I [48%] vs fase II [12%]) son mayores en la fase I de la RC. Referente a las pruebas de normalidad de Kolmogorov-Smirnov y Sharipo-Wilk; estas indican que no existe una relación significativa con una tendencia no líneal en los pacientes con ansiedad y depresión respecto al estado nutricional y, específicamente, a la obesidad (Tabla 3). También, se pudo correlacionar mediante la r de Pearson (Tabla 4) el infrapeso respecto a la depresión (1,000) y la ansiedad (1,000). Esta última fue mayor en los individuos normopeso (0,338 vs 0,065), menor en los sobrepeso (0,017 vs 0,204) y, finalmente, para la obesidad la correlación fue de 0.435 para la ansiedad y -0,101 para la depresión. Lo que significa que existe una correlación moderada leve entre la ansiedad y el normopeso o la obesidad, al igual que se relaciona la depresión con el sobrepeso.
DISCUSIÓN
La presente investigación ha pretendido determinar los niveles de depresión y ansiedad y su relación existente con el sobrepeso y la obesidad, en pacientes que asisten a RC fase I y II. A través de ella encontramos que existe una correlación moderada leve entre la ansiedad y el normopeso o la obesidad, al igual que ocurre entre la depresión y el sobrepeso.
Los síntomas de depresión y ansiedad se asocian con riesgo cardíaco y pueden determinarse en el ingreso a los programas de RC, a través de los cuestionarios que pueden ser autoadministrados o aplicados por personal de dichos programas. En la presente investigación se encontraron niveles de depresión mayores a los de ansiedad; así como importantes factores de riesgo como el tabaquismo, la obesidad, el consumo excesivo de alcohol y la no adherencia terapéutica.
La depresión y ansiedad parecen tener riesgo atribuible asociado con la mortalidad, comparable a otros factores de riesgo conocidos como el tabaquismo y la cardiopatía isquémica13. Muchos de los pacientes que presentaban síntomas de ansiedad y depresión padecían además de diabetes, hipertensión arterial y otros factores de riesgo cardiovascular como dislipidemia y tabaquismo, lo que coincide con otras investigaciones similares13-16 donde se identificó que los fumadores, los obesos y aquellos con un consumo excesivo de alcohol, tenían mayores síntomas depresivos y eran más propensos a no cumplir su medicación y realizar conductas menos favorables para su salud.
Por otra parte, los hospitales y los programas de RC deben incorporar tamizaje y tratamiento de la ansiedad y la depresión para prevenir la morbilidad y la mortalidad asociada a estas alteraciones. Según Pourafkari et al14, los programas de RC disminuyen los niveles de ansiedad y depresión en pacientes tras la revascularización miocárdica quirúrgica. La evidencia confirma los efectos beneficiosos de la terapia para trastornos psíquicos, el pronóstico de las enfermedades cardíacas y la calidad de vida15,16; sin embargo, el enfoque terapéutico para su tratamiento después de eventos cardíacos y en la rehabilitación es una cuestión de controversia15-17. Se incluyen: consultoría psicológica18, farmacoterapia con antidepresivos19 y con estatinas20 y ejercicio físico21. Estas estrategias terapéuticas han sido estudiadas de manera individual o en combinación y se han obtenido resultados prometedores22.
Asimismo, estas intervenciones logran la disminución de los niveles de depresión y generan un impacto positivo en la enfermedad cardíaca; de hecho, los programas de RC con actividades estructuradas han demostrado efectos beneficiosos en el estado psicológico y cardiovascular de los pacientes23.
Se deben también considerar otros aspectos como la diferencia de género y la presencia de apoyo social para establecer intervenciones en estos pacientes con enfermedades cardíacas. En esta investigación se encontró que la mayoría de los sujetos (54%) tenía un peso normal y el 42% tenían sobrepeso y obesidad, las mujeres tenían un porcentaje de grasa corporal mayor a los hombres y menores valores de masa muscular y agua; además, los valores de depresión (fase I 48% y fase 24%) y ansiedad (fase I 48% y fase 12%) son mayores en la fase I de la RC en comparación con la fase II, hallazgo que puede estar en concordancia con la limitación funcional y la necesidad de ayuda en las actividades de autocuidado en la fase I, como lo es el apoyo social, Mientras que en la fase II, la realización de ejercicio físico de forma programada y de mayor intensidad, respecto a la fase I, además de prevenir la mortalidad y comorbilidad cardiovascular, les brinda a estos sujetos una imagen más positiva de sí mismos como personas capaces de realizar actividades físicas24.
Existen estudios que han demostrado que el ejercicio físico y los programas de entrenamiento, debido a las mejoras significativas en la función motora y a los beneficios relacionados con la actividad física, están asociados a una mejor calidad de vida y a otros varios resultados favorables para la salud, como la disminución de los síntomas ansioso-depresivos, el control del peso corporal y de varios factores de riesgo cardiovascular, la realización de muchas actividades relacionadas con el cuidado de la salud, y la adherencia al tratamiento y al propio programa de RC(25,26.
CONCLUSIONES
Existe una alta prevalencia de depresión y ansiedad en los programas de rehabilitación cardíaca, con una frecuencia mayor en la fase I en comparación con la fase II. Además, encontramos que existe una correlación moderada leve entre la ansiedad y el normopeso y la obesidad, al igual que entre la depresión y el sobrepeso.