Señor Editor:
El electrocardiograma constituye una herramienta diagnóstica con más de 100 años de antigüedad, que se ha utilizado en múltiples investigaciones en la búsqueda de patrones electrocardiográficos de riesgo de muerte súbita o, sencillamente, relacionados con la muerte.
He leído con gran interés el artículo titulado «Caracterización de los hallazgos electrocardiográficos y su relación con la mortalidad en la enfermedad cerebrovascular aguda», de Cabrera-Rego et al1; pues, si la propuesta futura es como plantean en sus conclusiones: “…permitirá hacer una estratificación de riesgo más completa y prevenir futuras complicaciones...”, la intención tendrá un rédito científico de inestimable valor. Sin embargo, me gustaría señalar algunas cuestiones que pueden, a mi juicio, mejorar futuros proyectos de investigación en esta área. Los autores consideraron como objetivo, planteado en el resumen, el siguiente: “Caracterizar los hallazgos electrocardiográficos en las primeras 72 horas de evolución de la enfermedad cerebrovascular y su relación con la mortalidad”. Este se corresponde excelentemente con el título del artículo, el cual trasmite un atractivo científico que cautiva al lector; ¿por qué entonces al final de la introducción se plantean un objetivo diferente?: “Identificar las posibles complicaciones tempranas en el curso de un ictus agudo, y poder ser evaluadas mediante un trazado electrocardiográfico”. No hay nada de similitud en estos dos planteamientos. El primero, plasmado en el resumen, sí se corresponde con lo que muestran los resultados.
Por otra parte, dentro de las variables estudiadas, se encuentra el intervalo QT del electrocardiograma; por eso, además de los criterios de exclusión establecidos por los autores, se debieron excluir los pacientes que -de una u otra forma- estuvieran recibiendo cualquier fármaco que afectara la duración del mencionado intervalo2,3, pues el uso de estos alteraría sus medidas; mucho más cuando se asocia a una enfermedad cerebrovascular, ya que sería la sumatoria de varios elementos prolongadores del intervalo QT. Además, existen otros factores de riesgo de prolongación de este intervalo2,3, que hay que tener en consideración y aclararlos siempre en la metodología del estudio.
Cabrera-Rego et al1 describen la relación entre el diagnóstico de la enfermedad cerebrovascular y la presencia o no de cambios electrocardiográficos; por eso detallan que el electrocardiograma convencional de 12 derivaciones se realizó a la llegada del paciente y diariamente en las primeras 72 horas de evolución. Hubiera sido interesante mostrar los cambios evolutivos existentes, lo cual aportaría al lector una mayor información para considerar si realmente esos cambios fueron evolutivos, y evitar así algunas de las siguientes interrogantes:
¿La presencia de extrasístoles auriculares se relacionó posteriormente con la aparición de fibrilación auricular (FA)?
¿La FA fue paroxística?
¿La presencia de FA se relacionó con el infarto cerebral isquémico o hemorrágico?
¿En qué momento se detectó el supradesnivel del ST? ¿Alguno fue a la llegada del paciente? ¿Se relacionó con infarto isquémico o hemorrágico?
En fin, hay varias incógnitas que, a mi juicio, pueden responder a varios factores. Las extrasístoles auriculares pueden ser el desencadenante de la FA, que -de ser paroxística y estar relacionada con el infarto cerebral isquémico- sería muy difícil saber quién surgió primero: si la FA que produjo el infarto cerebral cardioembólico o fue la enfermedad cerebrovascular aguda la que llevó a la aparición de FA4. Por otra parte, no se describe si el supradesnivel del ST fue observado a la llegada del paciente o durante su evolución; dato este que sería interesante porque los infartos agudos de miocardio pueden complicarse con FA paroxísticas o producir trombos intracardíacos, que son dos importantes causas de embolismo cerebral, fenómeno que se ha visto asociado a la diabetes mellitus5.
Señor editor, la complejidad de la investigación en cuestión está en definir los factores que pueden constituir causa o efecto, para evitar sesgos científicos y errores en la interpretación de los resultados.