INTRODUCCIÓN
El Estado Plurinacional de Bolivia (EPB) tiene su propia historia cuando de lucha y resistencia se lexegetiza en el transcurrir del proceso indianista. Hace 14 años los movimientos sociales, encabezados por Evo Morales, habían alcanzado a derrumbar la clase conservadora urbana tradicional religiosa casi en la totalidad. Esa gesta multipluralista «fue uno de los intentos más prominentes de la autoemancipación simbólica de los pueblos indígenas en Abya Yala. En ninguna República (criolla cristiana) los no ciudadanos (indígenas) habían emprendido tal atrevimiento» (Itzamná, 2019, p. 1) y con resultados impresionantes.
No obstante, la emancipación indianista quedó frustrada después de la renuncia forzada de Evo Morales y la hecatombe que contempló a más de 35 muertos y 750 heridos por bala, que incluyó a seis personas que perdieron la vida el 19 de noviembre de 2019 en la zona de Senkata (ciudad de El Alto), a lo que se sumaron los tres miembros de las facciones cívicas opositoras que perecieron en choques entre cívicos y oficialistas (Domínguez, 2019). Lo sorprendente hasta ahí resulta que la mayoría de las víctimas era gente indigente, denominada por los fascistas «indios-collas».
Lo que experimentó Bolivia en 2019 fue un golpe de Estado por las vertientes por donde se le mire. Desde la ciencia política, un golpe de Estado viene a ser la interrupción inconstitucional de un jefe de Gobierno por parte de otro agente estatal. En el caso de Bolivia, los tres elementos estuvieron presentes: el mandato del presidente se interrumpió, el procedimiento fue inconstitucional porque no hubo destitución parlamentaria sino renuncia forzada por una sugerencia, y las Fuerzas Armadas definieron el desenlace. Un golpe de Estado no necesariamente deriva en un cambio de régimen. No todos los golpes tienen la misma ideología: los hay de izquierda y de derecha. Las interpretaciones tampoco resultan homogéneas: hay golpes universalmente repudiados, como el de Augusto Pinochet en 1973, y otros universalmente celebrados, como la llamada Revolución de los Claveles, que puso fin al autoritarismo en Portugal. La intensidad de la violencia y el tipo de régimen que lo sucede determina cómo se recordará un golpe. En el caso boliviano, solo la administración incruenta de la protesta callejera y la restauración urgente de la democracia disiparán los temores de que América Latina (AL) esté regresando a sus tiempos más oscuros (EL PAÍS, 2019).
Desde el ascenso de Evo Morales a la presidencia del EPB, la Organización de Estados Americanos (OEA) siempre consideró como un peligro eminente que los indios o los de izquierda estuvieran en el Gobierno. La ideología de izquierda con mescla indígena no era ni es opción para la OEA. En esa medida existen ciertas dudas para creer que el organismo, a través de su secretario, haya intercedido en el golpe de Estado. Muchos Gobiernos perciben que Almagro no resulta una persona imparcial políticamente hablando, lo que ha creado la sospecha en los resultados de la investigación de la OEA en el caso de Bolivia (Mesa, 2019).
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) pidió al organismo multilateral que aclarase varios extremos sobre el citado informe preliminar, referentes a la metodología y a detalles técnicos, ya que el resumen hecho público representa un breve documento de apenas cuatro puntos, que no resultan suficientemente claros ni configuran la información sobre el mecanismo de selección de las actas examinadas, así como el análisis de estas, y la proyección no muestra los criterios estadísticos objetivos e imparciales (Rebelión, 2019).
Asimismo, los investigadores del Laboratorio de Ciencias y Datos Electorales del Instituto de Tecnología de Massachusetts, John Curiel y Jack Williams (2020) no encontraron ninguna evidencia de las anomalías por las que se acusa al MAS, ya que existe una correlación de 0,946 entre el margen de Evo y los resultados antes y después del corte en recintos contados antes y después del corte. Es más, hay poca diferencia observable entre los precintos en los resultados antes y después de detener el conteo, lo que sugiere que no hubo irregularidades significativas. También realizaron más de 1000 simulaciones para ver si se podía predecir la diferencia entre el voto de Evo Morales y el recuento del candidato al segundo lugar, a través solo de los votos verificados antes de que se detuviera el conteo preliminar. Se sentenció que el líder del MAS podía esperar al menos una ventaja de 10,49 puntos sobre su competidor más cercano, por encima del umbral de 10 puntos porcentuales necesario para ganar directamente. En definitiva, los expertos en The Washington Post concluyen que no hay ninguna evidencia estadística de fraude que se pueda encontrar porque las tendencias en el conteo preliminar, la falta de un gran salto en el apoyo a Evo Morales después del alto y el tamaño del margen de Evo son legítimos, por lo que queda solo el análisis estadístico y algunas conclusiones realizados por la OEA, profundamente defectuosos.
De acuerdo con Atilio Boron (2019), la humilde Bolivia de las señoras de polleras, de un pueblo que fue explotado, oprimido y escarnecido por siglos, primero por el colonialismo español y más tarde por Estados Unidos y que ni bien decidió hacerse dueño de su destino, atrajo sobre sí todas las iras del averno con sede en Washington D. C. No hubo en el EPB ninguna cruzada contra los infieles; simplemente se gobernó para empoderar al pueblo, respaldar sus derechos, sacarlo de la pobreza y evitar que los supremacistas blancos, los sanguinarios racistas de la Media Luna Oriental concretasen el genocidio en Bolivia.
El odio al indio surge entonces en la medida en que los fascistas de clase media boliviana perdían el poder y el control de los indios que siglos enteros le habían rendido fidelidad. Ahora bien, para García Linera (2019 b) los ojos de la clase media tradicional rebalsan de ira: no gritan, escupen; no reclaman, imponen. Sus cánticos no son de esperanza ni de hermandad, sino de desprecio y discriminación contra los indios. Se agrupan en sus fraternidades carnavaleras y universidades privadas para salir a la caza de los indios alzados que se atrevieron a arrebatarles el poder. En esa medida, el EPB contempla el mayor número de indígenas que están obligados a salir a defender la democracia, por lo que han muerto miles.
En Bolivia, el odio hacia los indígenas está enquistado en la clase dirigente tradicional, que no tolera a los atrevidos que le quitaron el poder durante más de trece años. Jeanine Áñez, una senadora contraria al MAS, juró como presidenta interina. Y la primera señal que mandó su flamante ministro de Gobierno, Arturo Murillo, fue señalar que iba a cazar a las autoridades del Gobierno saliente. «Inmediatamente me ponga en reunión con la policía voy a dar las instrucciones necesarias. Vamos a ir a la cacería de Juan Ramón Quintana» (Miranda, 2019, p. 3), dijo la autoridad en referencia a quien fue el ministro de la Presidencia de Morales y viejo adversario político suyo. Lo que más odio le da a esa clase social dominante, es que un indígena cocalero les haya arrebatado el poder, y transformado por completo a un pueblo con una serie diferencias socioeconómicas y con altos niveles de analfabetismo. Al respecto, Fernando González, Héroe de la República de Cuba y presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) sostiene que desde que Evo llegó a la presidencia por vez primera en 2006, la economía boliviana creció un promedio de 4,9 % y las políticas inclusivas desarrolladas les permitieron a las personas de menos recursos acceder a sectores como la salud y la educación (Granma, 2019).
Por otro lado, el golpe de Estado tiene otros vectores noumenistas, como el racismo-sexismo, la aporofobia y la evangelización católica-cristiana; este último el más fuerte, implantado a través de sangre-fuego-alabanzas-discursos del odio hacia el indio en toda AL. En el país de Tupac Katari «el ser recordado es ser opresor y es el fruto de una pedagogía opresora que niega al otro como otro, en todo aquello que tiene de distinto y nuevo» (Dussel, 1983, p. 298). La colonización no ha cesado la negación del indio en Bolivia y en todos los países con tendencia a la piel cobriza. Ahora más que nunca se gesta la segunda evangelización, para resometer a los indígenas al poderío de la Biblia y a su Cristo; esta es tan sanguinaria como la primera. Ahora, en menos de una semana ya asesinaron a bala y en actos públicos a más de 35 indígenas. Lo hacen, con la plena convicción y fidelidad a la voluntad divina, porque creen estar persuadiendo, escarmentando a los herejes indígenas para que nunca más se atrevan a desafiar al Todopoderoso. En Bolivia gritan a todos los ángeles: Bolivia para Cristo. Nunca más volverá la Pachamama al Palacio, quien sería la sentencia triunfalista de Luis Camacho (uno de los principales actores locales visibles del golpe de Estado cívico-cristiano-militar( al imponer la Biblia sobre la bandera criolla boliviana en el hall del Palacio Quemado (Itzamná, 2019).
Evidentemente, se está frente al Leviatán cristiano que hace estragos con las libertades y arrasa con el nivel de vida de poblaciones enteras en Bolivia. Es más, Benegas (2019) sostiene que el respeto recíproco como eje central del liberalismo parece haberse abandonado y tirado a los perros. Giovanni Sartori considera que se ha degradado la noción de la democracia como un sistema en el que las mayorías o primeras minorías no avancen sobre los derechos de las minorías y se ha desvanecido la idea de la República con sus postulados de la igualdad ante la ley. En nombre de la ley en Bolivia se asesinaron a miles de indios, en nombre de la democracia dieron golpe de Estado a Evo y en nombre de miles de indios torturados-desaparecidos García Linera denunció el odio al indio que viene desde las clases medias urbanas tradicionales de Bolivia. Esa clase que guardó durante mucho tiempo el resentimiento como la espesa niebla nocturna en su subjetividad, y que ahora, ya materializado, recorre vorazmente la sangre de esa clase social excluyente que levanta la voz hacia el Todopoderoso con sus ojos rebalsados de ira, para pedir que a esos indígenas profanos les caiga el peor castigo divino.
MÉTODOS
Para estimar la proposición metodológica encontrada en los artículos selectos, se observaron los métodos cualitativos a los que prioritariamente apelaban los investigadores de la indianidad. En primer lugar, el quehacer investigativo inició con una revisión teórica hermenéutica de las principales revistas que informaron el golpe de Estado perpetuado al EPB, lo que desechó súbitamente a los que no lo hicieron.
En segundo lugar, se hizo un recorrido al CELAG para hallar el artículo denominado: “El odio al indio”, escrito por Álvaro García Linera, quien, en su momento, fue el segundo en el mando, pero el principal ideólogo del MAS.
En tercer lugar, se siguió el análisis de los artículos que, desde la ciencia política, presentan resultados de investigación sobre AL y Bolivia, escritos en inglés, español o portugués, publicados en revistas especializadas incluidas en los índices Journal Citation Report (JCR) o Scimago, con la ventaja de que las revistas mencionadas son de libre acceso (Basabe-Serrano & Huertas-Hernández, 2018; Huanca-Arohuanca, 2019, 2020 a, b, c y d, 2021 y 2022; Huanca-Arohuanca & Geldrech, 2020; Huanca-Arohuanca, Supo-Condori, Sucari & Supo, 2020; Huanca-Arohuzanca, Canaza-Choque & Flores, 2020; Huanca-Arohuanca & Pilco, 2021). Asimismo, se agregó el otro núcleo indispensable, Scientific Journal Rankings (SJR), interconectado con la base de datos ELSEVIER, que da acceso a cada uno de los artículos en Scopus y Web of Sciencie.
En cuarto lugar, el análisis de la documentación producida desde instancias político-institucionales o desde instancias académicas (revistas de ciencias sociales y jurídicas), a propósito del binomio odio-racismo, benefició tanto la elaboración de un marco teórico orientador del estudio como su base empírica. Pero ambos lenguajes expertos representaron, sobre todo, discursos sociales elaborados, por lo que se necesitó complementarlos con los discursos sociales primarios que se hallaban en el habla de la población general (Valles, Cea D’Ancona & Domínguez, 2017).
En quinto lugar, se hizo la reminiscencia de los diversos fenómenos políticos, como el declive del sistema de partidos tradicionales, el surgimiento de partidos indigenistas, la aparición de los movimientos sociales y la emergencia del MAS como fuerza política hegemónica, lo que ayudó a comprender la manera en que lo étnico fue ocupando una posición central en la agregación de las preferencias sociales, al inspirarse en la tradición política katarista y valerse de los movimientos sociales como canales de accionar político hasta convertirse en el fenómeno contemporáneo que mejor explicaba el comportamiento del EPB ante los ojos de la civilización (Guzmán & Rodríguez-López, 2018).
En definitiva, la exégesis de la concreción ideológica de los que por más de trece años han conducido la Bolivia multiidentitaria y pluricivilizatoria, muestra la metodología y el camino que debe seguir AL cuando existe el odio visceral y el colonialismo impregnado como sistema que domina y rompe la doxa-resistencia de la subalternidad.
DESARROLLO
El odio al indio y el desvanecimiento de una clase moralmente decadente
El pensador y dómine de García Linera, Immanuel Wallerstein, estableció durante la década de los años 70 las bases estructurales del que sería conocido como world-system analysis o análisis de sistemas-mundo. Así se fundó la perspectiva teórica socio-histórica, heredera de diferentes marxismos (desde El Capital, pasando «por las teorías del imperialismo de Rosa Luxemburgo y Lenin, hasta Polanyi( y de la escuela histórica de Fernand Braudel, que desarrolló la teoría latinoamericana de la dependencia» (Errejón, Espasandín & Iglesias 2007, p. 114). Al retomar las ideas de su mentor, García Linera (2007, 2009) encuentra en los últimos cien años en Bolivia el desarrollo de cinco grandes ideologías o sistemas de carácter contestatario y emancipatorio. La primera de estas narrativas de emancipación social fue el anarquismo, que logró articular las experiencias y demandas de sectores laborales urbanos vinculados al trabajo artesanal y obrero en pequeña escala y al comercio. La segunda, constituye la ideología que ancla sus fundamentos en las experiencias de siglos anteriores, denominada «indianismo de resistencia», que surgió después de la derrota de la sublevación y del Gobierno indígena dirigido por Zárate Willka y Juan Lero en 1899. La tercera y la cuarta están constituidas por el nacionalismo revolucionario y el marxismo primitivo como dos narrativas políticas que emergieron simultáneamente con vigor después de la Guerra del Chaco, lo que implicó a los sectores de clases medias letradas, con propuestas de la modernización económica y la construcción del Estado nacional para abolir al viejo régimen oligárquico y patronal. Finalmente, la quinta ideología resultó el Movimiento Nacionalista Revolucionario, con un proyecto partidario sucedido ante la concepción del mundo emitida desde el Estado, que dio lugar a una reforma moral e intelectual que crearía una hegemonía político cultural de 35 años en toda la sociedad boliviana, independientemente de que los sucesivos Gobiernos fueran civiles o militares.
No obstante, ninguna ideología se había mostrado tan impactante y a la vez determinante como el MAS de 2006. Cabe recordar que las matrices del movimiento de renovación de la política encabezada por Evo Morales en su doble rol de presidente y de líder de lo que en un primer momento se llamaría «la nueva izquierda indígena», reconceptualizaron una estrategia de poder que transitó, principalmente, por tres etapas: la resistencia local, en sus inicios, entre 1987 y 1995; la expansión en la búsqueda de alianzas, entre 1995 y 2001; y la etapa de consolidación en el poder y de iniciativa ofensiva por llegar al poder, en el período 2001-2006 (García Linera, 2006). Asimismo, existió una cuarta etapa, dedicada al desarrollo del Gobierno plurinacional-plurisectorial de Evo Morales, sintetizado en el inicio de una nueva era de 2006, el cual terminaría con el golpe de Estado en 2019. ¿Pero, qué significancia ha tenido el Gobierno del MAS para Bolivia? García Linera (2019a) maneja la siguiente respuesta:
en los trece años se implantaron nuevas formas de gobernabilidad. Hay gobernabilidad y estabilidad […], no solamente con coaliciones políticas partidarias. Lo que hemos mostrado al mundo es que la gobernabilidad real, plebeya, que se construye, es mayoría parlamentaria, mayoría callejera. Se gobierna desde las calles, se gobierna desde el parlamento y la unidad de ambas da gobernabilidad a los Gobiernos progresistas. (p. 198)
Se evidencia claramente el grado de resonancia que el MAS ha tenido en el EPB, ya sea, por la construcción de una democracia verdadera que ha retomado las calles o por empoderar cada vez más a los sin voces y a los invisibles. García Linera es claro cuando pone al indio en el lugar que verdaderamente le corresponde; además, resalta al indio en un grado teologal que hace que estos agradezcan lo que Evo hizo, significó y todavía representa en la Bolivia de Katari. A partir de la premisa a priori, se funda el pluriversalismo democrático, que significa lo siguiente:
[…] transformar el poder mediante las elecciones, y regresar al poder, una y otra vez, mediante las elecciones. Frente a una lógica del determinismo histórico en el que había un solo sujeto promotor del cambio, y el resto de la sociedad era meramente acompañante sospechoso de la vanguardia, el progresismo latinoamericano ha tenido la virtud de promover, de inventar un conjunto de articulaciones sociales contingentes, plurisectoriales, multiidentitarias y pluricivilizatorias. Obreros, indígenas, barrios, jóvenes, mujeres, profesionales, campesinos, en una articulación plebeya en la que no hay un sujeto mandado a dirigir y a conducir al resto, donde el que conduce es fruto de contingencias, de habilidades estratégicas, de convocatorias, de construcciones discursivas, de narrativas movilizadoras, pero, en todo caso, no hay un sujeto de vanguardia, un único sujeto articulador. Las transformaciones y los bloques históricos son construcciones plurales, contingentes y flexibles. (García Linera, 2019a, pp. 198-199 )
En las américas subalternas, el sujeto monopatriarcal dominante (emperador-colonizador-invasor) ya no tiene cabida, más aun, cuando pierde los privilegios sustanciales de los cuales estaban acostumbrados a presumir frente a los indios que le servían en cada momento de la historia. Ahora, con el proceso plurisectorial-multiidentitaria-pluricivilizatoria en el EPB, los indios ponen las nuevas reglas de juego.
Cuando se está por perder todo, cuando la democracia ya no tiene movilidad para seguir engañando y explotando a los indios que han recuperado la fuerza y el poder que les fue arrebatado desde la colonización, lo único que queda es matar. La clase conservadora urbana tradicional religiosa de Bolivia lo tenía bien claro. Vivir bajo la voluntad general de los indígenas constituye un principio imperativo del Abya Yala, no una opción, ya que estaban acostumbrados a expoliar, humillar, matar, destruir sueños y dominar eternamente a los indígenas que siempre les habían guardado respeto y fidelidad.
Recuperar el destino de AL, al construir un poder indígena, tiene consecuencias fatales. En muy pocos lugares del orbe se ha logrado ver actores de la indianidad en el poder más de una década. Si hipotéticamente existiesen Gobiernos con estas inclinaciones, los conservadores del imperio y la dominación harían lo imposible para que fracasara, como en el caso boliviano.
Todo explotó el domingo 20, cuando Evo Morales ganó las elecciones con más de 10 puntos de distancia sobre el segundo, pero ya no con la inmensa ventaja de antes ni el 51 % de los votos. Era la señal que estaban esperando las fuerzas regresivas agazapadas: desde el timorato candidato opositor liberal, las fuerzas políticas ultraconservadoras, la OEA y la inefable clase media tradicional. Evo había ganado nuevamente, pero ya no tenía el 60 % del electorado; estaba más débil y había que ir sobre él. El perdedor no reconoció su derrota. La OEA habló de «elecciones limpias», pero de una victoria menguada; pidió segunda vuelta y aconsejó ir en contra de la Constitución, que establece que si un candidato tiene más del 40 % de los votos y más de 10 % de votos sobre el segundo es el candidato electo (García Linera, 2019b, p. 3).
Resulta innegable la situación por la que el Gobierno del MAS atravesaba; los más de 13 años en el mandato del EPB habían deteriorado su legitimidad. Hace algunos años atrás, Miguel Centellas (2018) insinuaba que la «democracia boliviana fue significativamente menguada, sugiriendo que el 2018 puede ser un año crucial para el país» (p. 156). Desde un año antes del golpe de Estado, la situación boliviana revelaba signos de crisis política. Pues, estar en la conducción de un país lleno de desigualdades socioeconómicas requería de ajustes serios que afectaron negativamente los intereses de las clases conservadoras tradicionales, quienes, motivados por lo que la OEA falló, emprendieron la cacería sangrienta.
La clase media salió a la cacería de los indios. En la noche del lunes 21 se quemaron 5 de los 9 órganos electorales, incluidas papeletas de sufragio. La ciudad de Santa Cruz decretó un paro cívico que articuló a los habitantes de las zonas centrales de la ciudad, lo que ramificó el paro a las zonas residenciales de La Paz y Cochabamba. Y entonces se desató el terror (García Linera, 2019b, p. 3).
A pesar de que no existía fraude alguno, las cabezas de Evo Morales y García Linera, como los principales representantes de los millones de indígenas, estaban en la mira del averno orquestado por los timadores del odio. A ninguno de los que procrearon el golpe le importaron, como agrega Boron (2019), los resultados del informe del Center for Economic and Policy Research (CEPR) de Washington, cuyos autores ratificaron la rectitud de los resultados anunciados por el Tribunal Superior Electoral, pues no encontraron evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten el resultado oficial que le dio a Evo Morales una victoria en primera vuelta. Es más, el informe de 36 páginas emitido por el más competente departamento de ciencia política de Estados Unidos en materia de estudios electorales, la Universidad de Michigan, coincide en afirmar que no hubo fraude alguno en las elecciones bolivianas y que Evo ganó en buena ley. Asimismo, el profesor Walter R. Mebane Jr., experto mundialmente reconocido en el estudio de fraudes electorales, sostiene que en las elecciones bolivianas se comprobó la existencia de irregularidades estadísticas que podrían indicar fraude solo en 274 de las 34 551 mesas de votación y que (esto) no se diferencia mucho de patrones vistos en otros comicios como en Honduras, Turquía, Rusia, Austria y Estados Unidos. Incluso, removiendo los votos fraudulentos, el MAS tenía una ventaja superior al 10 %.
Como se aprecia líneas arriba, el matiz del estado de cosas en la memoria colectiva-episódica en la historia de Bolivia, invita a conocer la génesis de su problemática desde el lunes sangriento que comenzó con la cacería de los que habían implantado la democracia pluricivilizatoria con gamas indigenistas. Los fanáticos de una religión que rechaza el panteísmo Aymara recrearon «el fascismo, el odio racial, que no solo es la expresión de una revolución fallida sino, paradójicamente también en sociedades postcoloniales, es el éxito de una democratización material alcanzada» (García Linera 2019b, p. 1). Lo que da lugar en el panóptico de los bolivianos como resultado es que surge la aporofobia, entendida como el odio y miedo a los pobres (Cortina, 2017). Para el Qhananchiri,
el odio racial es el lenguaje político de esta clase media tradicional. De nada sirven sus títulos académicos, viajes y fe porque, al final, todo se diluye ante el abolengo. En el fondo, la estirpe imaginada es más fuerte y parece adherida al lenguaje espontáneo de la piel que odia, de los gestos viscerales y de su moral corrompida. (García Linera, 2019b, p. 2)
El discurso del odio maneja el contenido de exclusión y racismo más letal que el mundo haya conocido. No existe arma más poderosa que el pluralismo-pluricivilizatorio de corte indianista para contrarrestarlo y equilibrarlo. De manera que, tolerar y aceptar con naturalidad los discursos con adjuntos de odio y callar los intentos de colonización hacia los países subalternos, no es una opción, sabiendo que, AL vive una pluridemocracia con dignidad y libertad. Dada la real situación, debe recordarse la libertad de expresión, de acuerdo con el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José, que establece en su numeral 5: «Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas» (Gómez, 2017, p. 7).
Hecha esa salvedad, los asesinatos como expresiones lamperusianas, el ataque continuo contra las mujeres, el desprecio visceral contra el pueblo indígena y campesino, la ilegalidad como forma de justificar un Gobierno que ha nacido en las sombras más oscuras del golpismo y el blindaje internacional -donde destaca la OEA( son las principales características que mostró la autoproclamada presidente de Bolivia: Jeanine Áñez y su gabinete, conformado por la ultraderecha más racista del país (La Tinta, 2019).
Resulta evidente que el problema de Bolivia está situado en el espacio político e ideológico. En consonancia con lo desarrollado, se afirma que el golpe de Estado perpetuado al EPB es producto de «la herencia del modelo colonial que marca quiénes entran en el juego de la democracia liberal latinoamericana y quiénes están condenados a esperar la caridad de los buenos (capitalistas), de los ciudadanos de pleno derecho (golpistas) […]» (Gómez 2017, p. 27). Los indígenas de resistencia con temple y valerosos no estaban para ver cómo su medio natural era destruido por los traficantes del odio. De ahí que el neoliberalismo y sus múltiples formas en la realidad material es contradictorio y endeble.
Porque a diferencia de lo que sucedió en los años ochenta, cuando el neoliberalismo se presentaba ante el mundo como una esperanza movilizadora de pasiones y de adhesiones voluntarias, el neoliberalismo actual solamente moviliza odios y resentimientos. Odio al pobre, odio a la mujer liberada, resentimiento contra el trabajador alzado, resentimiento contra el sindicalismo exagerado que entorpece la acumulación. Es decir, es un neoliberalismo fundado en la negatividad y no en la proposición, no en la esperanza de mediano plazo, sino en el rechazo emotivo de corto plazo, y eso tiene patas cortas. (García Linera, 2019 a, pp. 202-203)
El neoliberalismo se presentó como la propuesta paradisiaca más prominente del planeta, por el cual casi todos habían apostado, pero hoy solo es la materialización del peor infierno jamás visto. Probablemente en la prognosis cercana venga otro sistema que mejore la condición de más del 80 % de personas destruidas por el neoliberalismo; mientras tanto, lo aseverado continuará siendo una utopía como bandera de resistencia para los pueblos indígenas al que sirvieron los líderes de MAS, producto de los «movimientos sociales ya no como base, sino como actores directos que avanzan de la resistencia hacia la expansión y el control de puestos en el Estado» (García Linera, 2006, p. 26).
Lo dicho hasta este punto supone que el ascenso al empoderamiento de los indios ya se había proyectado desde el encarcelamiento del Qhananchiri, quien en su momento llegó a la siguiente sentencia: «o bien nos matan en este instante o luego serían ellos los perdedores, ya que utilizaríamos cada átomo de la llama de la vida salvada para reconstruir y alcanzar los sueños colectivos de un poder indígena» (García Linera, 2011, p. 1).
Por tanto, existe la facticidad de que el indio ha alcanzado reconocer su hegemonía y sabe qué hacer con ella frente a los negadores de la indianidad. A partir de ello, en el Altiplano Aymara de Bolivia se reconfiguran nuevos paradigmas y cánones de entender la política ex ante y ex post del Gobierno sujetado por el MAS. En ese criterio, la nueva generación comprenderá que en Bolivia hubo asesinatos, torturas, imposiciones, racismo, sexismo y una serie de humillaciones hacia el indio, pero que hubo un presidente indígena que desafío el poder de esa clase media urbana tradicional de los crucifijos que nunca soportaron el Gobierno que les recordaba a Túpac Katari en su sentencia categórica: «volveré y seré millones». En definitiva, «el odio racial solo puede destruir; no es un horizonte, no es más que una primitiva venganza de una clase histórica y moralmente decadente que demuestra que, detrás de cada mediocre liberal, se agazapa un consumado golpista» (García Linera, 2019 b, p. 6).
Los enemigos de Dios hablan: la segunda evangelización a sangre y fuego en la Bolivia de Katari
La civilización entra a una etapa de barbarie cuando las estructuras democráticas se rompen motivadas por la evangelización golpista, lo que pone lentamente en cuestión dos problemas: «en primer lugar, está la dignidad del otro, del indígena ante el cristiano que lo pretende evangelizar. En segundo lugar, queda el pensar si lo que se predicaba era realmente una fe o solo una doctrina que justificaba la dominación» (Dussel, 1983, p. 281). La dignidad humana es el valor supremo constituido como principio imperativo enmarcado por el respeto hacia el otro (no-ser) dentro de la fe hacia el todopoderoso atemporal e imparcial. No obstante, los sistemas de dominación han transgredido la dignidad como fin supremo de la especie humana, e impuesto a sangre y fuego una religión católica cristiana fascista en el corazón de AL y, sobre todo, en el núcleo del EPB.
«Han matado al pueblo humilde usando la biblia. Han venido a matarnos como los españoles, con la biblia y la espada», expresa una manifestante en Telesur. La golpista y autonombrada presidenta de Bolivia, Jeanine Añez tuiteó en abril de 2013: «Sueño con una Bolivia libre de ritos satánico indígenas, la ciudad no es para los indios, que se vayan al altiplano o al chaco»; y en otro tuit de junio de ese año, sentenció: «Que año nuevo aymara ni lucero del alba! ¡Satánicos, a Dios nadie lo remplaza!» (Morsolin, 2019, p. 3).
Los supuestos amos (golpistas) de Bolivia ven a los indios creyentes en la Pachamama como Dios ve a Satanás. No toleran al hijo que se atrevió a enfrentarlo y puso a prueba el poder que le fue concebido por el mismísimo Dios. Muchas historias cuentan que los originarios sospechan que Satanás solo quería ser dueño de su libertad y demostrar al Todopoderoso lo que realmente valía. Probablemente, el indio, considerado como el mal por los dogmáticos religiosos de Bolivia, sea el encargado de vencer al padrastro (Dios) que busca imponer sus reglas de juego sin tomar en consideración que, antes que él, existieron un padre (Wiracocha) y una madre (Pachamama) de sangre de los que todavía recuerdan las enseñanzas de la no dominación y respeto al prójimo. En esa medida, al parecer, la evangelización ha perdido el horizonte de la fe prometeica.
En su esencia evangelizar es transmitir a otro la fe cristiana a fin de que pueda, en su vida cotidiana, histórica, en su praxis comunitaria, seguir los pasos de Cristo, el liberador de cada hombre y de la historia como totalidad […]. Evangelizar no es solo impartir teóricamente a una inteligencia repetitiva (que recuerda de memoria una doctrina) algunas verdades objetos de la conceptualización. Antes que eso y fundamentalmente, evangelizar es enseñar en la praxis comunitaria y concreta el modo como el cristiano interpreta la realidad para cambiarla, para redimirla, para destruir las estructuras de dominación del pecado y relanzarlas hacia la construcción de nuevas estructuras construidas para servir al otro, al pobre, a la viuda, al huérfano. Evangelizar es transformar la vida para la acción de servicio, de culto a Dios por la misericordia efectiva al prójimo, al oprimido, al explotado, al hambriento, al desvestido, al peregrino sin casa, al enfermo, al encarcelado […]. Evangelizar es enseñar al otro a convertirse él mismo en profeta evangelizador, en vanguardia de una masa que se transforma en pueblo, con conciencia histórica y escatológica. (Dussel, 1983, p. 281)
Como se precisa en el acápite anterior, evangelizar representa todo aquello que busca el bienestar, la hermandad, la cooperación, la libertad y la dignidad del indio que respeta a quienes desesperadamente lo odian-maltratan-minimizan-explotan, pero que está dispuesto a olvidar, perdonar y alcanzar la chuspa con la hoja de coca en señal de paz y ver como hermano al golpista-religioso, porque se sabe que el mundo da vueltas (Pachacuti) en la cosmovisión andina y que los errores solo se disipan perdonando. De modo que evangelizar es actuar como el indígena con decencia operaría frente a los enemigos que una vez buscaron eliminarlo de la civilización.
En los tiempos presentes, la evangelización católica cristiana solo ha fomentado el odio al indio, a la mujer de pollera y a los que hablan de pluridemocracia. Sin sombra de dudas puede sostenerse que ha alcanzado niveles insospechables. En nombre de la religión han incendiado la Wiphala (bandera de emblemas cuadrados que representa la pluralidad étnica, reconocida en la Constitución boliviana( que, a la vez, es el símbolo espectral de resistencia para los enemigos de Dios (indios). Bajo ese precepto aquel puñado de citadinos mestizos descontentos con la revolución política antielitista de Evo decidieron lanzarse a hacer escarnio de la simbología política indígena (Fazio, 2019).
[…] salen a las calles a gritar, insultan a Evo y, con él, a todos estos indios que osaron construir democracia intercultural con igualdad. Cuando son muchos, arrastran la Wiphala, la bandera indígena, la escupen, la pisan la cortan, la queman. Es una rabia visceral que se descarga sobre este símbolo de los indios al que quisieran extinguir de la tierra junto con todos los que se reconocen en él. (García Linera, 2019b, p. 2)
Al parecer, la clase urbana conservadora tradicional no comprendió que el indio también hablaba y manejaba su propia simbología, a pesar de que adoptaron, a su manera, la religión católica y a todas las instituciones españolas, incluido la autoridad y la supremacía de la lengua castellana, así como la escritura (Pérez-Brignoli, 2017). Sin embargo, para aquella clase dominante no fue suficiente, porque la deidad del cristianismo ajena a las creencias de los pueblos originarios decía «Bolivia tiene dueño, se llama Jesús»; y, puesta al servicio de quienes tomaron el poder para volver al robo y al saqueo (Pacheco, 2019), se nutriría más que nunca con los más de 35 muertos registrados.
Para Dussel (citado por Morsolin, 2019) el golpe se consuma en su conspiración con la Biblia por delante. Las agresiones simbólicas de un cristianismo invertido contra las raíces indígenas de Bolivia deben atenderse teórica y prácticamente con urgencia. Tratar las violaciones sistemáticas de los que levantan el nombre de cristo para someter y resometer a los indios resultan la teoría y la práctica más inútil que puede intentarse en el siglo xxi. No puede volverse a las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, donde varios golpes de Estado en AL recurrieron a un discurso religioso que reivindicaba lo occidental y cristiano. Es más, el fenómeno se va repitiendo en Bolivia mediante dos modelos de cristianización: el de la Iglesia Católica y el de las teologías de la prosperidad económica y el dominio político.
A pesar de que la religión siempre ha estado presente en la política y la economía boliviana como factor fundamental en los procesos subjetivos de cambio social del país andino, incita a analizar los datos de 2018 del Instituto Nacional de Estadística boliviano, que encontró un 71 % de sus habitantes definidos como católicos, un 21 % evangélicos, un 4 % adscrito a las religiones nativas (aunque muchos viven su religiosidad originaria en diálogo con el catolicismo popular( y el 3 % se reconoce afiliado a otras religiones (Iglesias, 2019). Esto indica que los indios hicieron lo posible para recrear el sincretismo religioso en resonancia con el panteísmo que les caracteriza, a pesar de que ello implicase la dominación hacia la Madre Tierra.
Contra todo, los indios de la Bolivia oprimida durante siglos asumieron la maldad que supuestamente les había sido concedida por los traficantes de la dominación y la religión cristiana, a través de los múltiples evangelios que se empeñaban en exorcizarlos. Pero el Satán indígena resultó respetuoso de lo que se acusaba, porque era bueno y bondadoso.
Todo lo que existe es bueno inherentemente, ya que procede de Dios. Base epistémica también de la bondad natural de los indios y que demuestra la creación perfecta y bienhechora de Jehová y, también, evidentemente del diablo. Satanás no nació malo. Su naturaleza es angelical. Este eligió alejarse de la divinidad celestial, por lo tanto, en su libre albedrío, incorpóreo, elección completamente intelectual […]. (Quiroz, 2017, p. 161)
Decidió recuperar la autonomía que el mismísimo Dios le quitó. ¿Si Satanás es bueno, por qué el indígena del cual insinúan que viene de él, debe ser tan odiado? ¿Será posible que los que profesan aparentemente la «fe» solo enseñan la «doctrina» de dominación, explotación y desfalco hacia el prójimo? Probablemente la respuesta se encuentre en lo que se ha visto en toda AL y todos los países de la piel cobriza-indígena cuando se han enfrentado la dominación, el odio al indio, el racismo-sexismo y una serie de anomalías generados por los golpistas. Para el pensador boliviano Álvaro García Linera (2019b):
La pregunta que todos debemos responder es ¿cómo es que esta clase media tradicional pudo incubar tanto odio y resentimiento hacia el pueblo, llevándola a abrazar un fascismo racializado y centrado en el indio como enemigo? ¿Cómo hizo para irradiar sus frustraciones de clase a la policía y a las FF. AA. y ser la base social de esta fascistización, de esta regresión estatal y degeneración moral? (p. 4)
En la perspectiva ritual de Itzamná (2019) lo que más incomodó a los jerarcas católicos y evangélicos, a partir del 20 de enero de 2006 y hasta el 10 de noviembre de 2019, fue la incorporación de simbologías, ritos e iconografías indígenas en el Palacio de Gobierno, al ignorar la ritualidad y los servicios religiosos del cristianismo católico, que implicó la pérdida de los privilegios de los jerarcas religiosos. Y, por otro lado, la respuesta que maneja el Qhanachiri obedece a la excesiva democracia construida desde las bases para una Bolivia libre de dominación por la clase conservadora urbana tradicional que ha rechazado la igualdad, es decir, el rechazo a los fundamentos mismos de una democracia sustancial (García Linera, 2019b), que se supone no debía ser violada. En consecuencia, el odio también crece por la pérdida de la cómoda vida y los altos cargos ocupados desde la concepción monárquica sucesoria.
Si antes un apellido notable o el monopolio de los saberes legítimos o el conjunto de vínculos parentales propios de las clases medias tradicionales les permitía acceder a puestos en la administración pública; y obtener créditos, licitaciones de obras o becas, hoy la cantidad de personas que pugnan por el mismo puesto u oportunidad no solo se ha duplicado (se han reducido a la mitad las posibilidades de acceder a esos bienes(, sino que, además, los «arribistas», la nueva clase media de origen popular indígena, tiene un conjunto de nuevos capitales (idioma indígena, vínculos sindicales( de mayor valor y reconocimiento estatal para pugnar por los bienes públicos disponibles (García Linera, 2019b).
Como se aprecia, la Bolivia de Katari a lo largo del continente americano «se ha caracterizado por la presencia de un patrón colonial constitutivo de las relaciones de poder. Desde la expansión imperial europea, se ha representado a los ˋgrupos indígenasˊ como seres en posición de inferioridad y subordinación» (Cajigas-Rotundo, 2017, p. 125). Así se vio al indio desde el inicio de la invasión tanto religiosa y epistémica. Con Evo Morales todo lo que favorecía a la clase generadora del Golpe se inclinó a los indios. De ahí que los supremasistas blancos vieron que sus intereses serían afectados negativamente con la instauración de la pluridemocracia intercultural.
Ahora bien, tener como núcleo de desarrollo humanístico e ilustrado, donde el esclavismo que se vive por la población negra y por el indio (Guzmán, 2015) como característica natural, es en verdad una catástrofe ontológica y un atentado al corazón del EPB. La piel cobriza incinerada por el reflejo solar del altiplano ha representado la génesis y el ocaso de toda la historia boliviana. En consonancia:
El propio desarrollo capitalista en nuestro continente fue posible mediante la proletarización de los indios, […] allí donde fue necesario para la territorialización de la lógica empresarial. Pero, ¿no son también los indios los sujetos donde se renuevan y perseveran las tendencias comunitaristas, tanto en la política como en la economía, susceptibles de proyectarse como fuerzas alternativas a la valorización del capital? (García Linera, 2003, p. 294)
La pregunta del ex vicepresidente del EPB recobra mayor sentido cuando el indio comienza a dirigir el destino que le fue arrebatado y cuando se da cuenta de que al Dios cristiano le molestaba que existan seres de un color que no había sido creado por él; y, finalmente, le molestaba que existiese una civilización tan justa, tan correcta, tan superior a la especie que él mismo había enviado a invadirlo, con el cuento del descubrimiento de América.
Hoy, la imagen del indio melancólico, tímido y temeroso, que permitió a los colonizadores legitimar la conquista en razón de una supuesta falta de voluntad y virilidad, con la que se entendió, consecuentemente, la declarada incapacidad para gobernarse a sí mismos ha terminado (Morong, 2014); es más, «el derecho que se sustentaba en el consorcio universal existente entre todos los hombres y todas las naciones, de predicar el evangelio e inclusive declararles la guerra a los indios en caso de que estos impidiesen la prédica evangélica» (Bernal, 2015, p. 193). No es aceptable en ningún Latinoamericano consciente de la condición real del indio objeto de la injusticia y la masacre colonial.
Por consiguiente, el hate speech (discurso del odio) (Huanca-Arohuanca, Canaza-Choque, et al., 2020) hacia el indio americano-boliviano, y el Golpe ocasionado por la clase social excluyente y los imperios de dominación cómplices de este a Evo Morales Ayma ya no tienen el poder económico-científico-tecnológico, ni el poder estratégico para imponer legítimamente. Los colonizadores de la América de colores no pueden ya irradiar o exportar democracia, ideales, bienes, tecnologías, ciencia, cultura y paz, porque solo pueden exportar golpes, muerte, miedo, guerra, peligro, desocupación y drogas. Su declive ya resulta claro, cuando su caída y descomposición es cuestión de tiempo (Dierckxsens & Formento, 2019).
CONCLUSIONES
Si el presente solo puede ser determinado por el pasado, entonces resulta esencial recrear la utopía de una Latinoamérica libre y digna. Ya no se puede vivir más bajo el suplicio de un pasado colonial que da la espalda al ideal del Suma Jakaña, creadora de la pluralidad intercontinental. El sujeto proveniente del occidente que lleva en la sangre la noción de dominación hacia el corazón de los pueblos locales indígenas debe comprender que la hegemonía imperante del Leviatán tiránico-cristiano ha sucumbido ante el poder indígena fundamentado por García Linera y otros teóricos de la Bolivia katarista.
Si el odio al indio representa el poder emergente que transgrede la dignidad del otro como fin ontológico y el areté de los inaugurales habitantes del EPB, alojado en el atrio del Abya Yala, entonces el desvanecimiento de la transgresión de los derechos fundamentales, la vulneración de la praxis y el demacramiento de la pluridemocracia pluricivilizatoria, de los cuales forma parte el ex presidente de Bolivia Evo Morales, debe cesar. Solo con la teoría y materialidad de los hechos fácticos puede tener sentido el proceso de la reivindicación del cual forman parte los hijos de la América verdadera y justa. La historia hace pensar que los momentos de tracción y los puntos de bifurcación crean la verdadera personalidad de los indígenas que respiran la revolución hacia el porvenir. En esa medida, la fisura colonial de los golpistas se diluye ante la presencia de los actores indios con posibilidades de presión y contra-poder.
Llegado a ese punto, para García Linera el odio al indio surge en la medida en que los fascistas de clase media boliviana pierden el poder y el control sobre los indios que siglos enteros le habían rendido fidelidad. Ahora bien, los ojos de la clase media tradicional rebalsan de ira: no gritan, escupen; no reclaman, imponen. Sus cánticos no son de esperanza ni de hermandad, sino de desprecio y discriminación contra los indios. Se agrupan en sus fraternidades carnavaleras y universidades privadas para salir a la caza de los indios alzados que se atrevieron a arrebatarles el poder. En esa medida, el EPB contempla el mayor número de indígenas que están obligados a salir a defender la pluridemocracia por la que han muerto miles.
El siglo xxi ha sido nuevamente testigo del retorno de la segunda evangelización que busca en el EPB la consolidación definitiva en nombre del Todopoderoso generadora del enigmático libro sagrado que se ha utilizado para justificar la invasión española occidentalocéntrica y el golpe de Estado como el juramento a Dios, de volver a insertar la doctrina prometeica en el hall del Palacio Quemado, al pisotear la Wiphala, que representa el símbolo espectral de resistencia y autonomía identitarias de los indios alzados poseedores del consenso plural. Dicho de otra manera, los golpistas dogmáticos al parecer han perdido el significado de la evangelización frente a la marea indígena que pone a la Pachamama antes que a Cristo. Porque evangelizar, como diría Dussel, no es solo impartir teóricamente a una inteligencia repetitiva de la doctrina o algunas verdades objetos de la conceptualización. Evangelizar es enseñar en la praxis comunitaria y concreta el modo como el cristiano interpreta la realidad para cambiarla, para redimirla, para destruir las estructuras de dominación del pecado y relanzarlas hacia la construcción de nuevas estructuras construidas para servir al otro, al pobre, a la viuda, al huérfano. Así mismo, evangelizar es enseñar al otro a convertirse él mismo en profeta evangelizador, en vanguardia de una masa que se transforma en pueblo, con conciencia histórica y escatológica.
De manera definitoria se reconceptualiza la tesis de la reconstrucción del EPB desde las cenizas, bajo la premisa de la pluridemorepública con sentido imperativo. Sabiendo que, en la Bolivia katarista siempre existirán los intentos de dominación hacia el indio que habita en la hermandad y la dignidad. Por tanto, se puede alegar que, ante los escenarios convulsos, en los que los ojos de la comunidad internacional orbitan las esferas del Golpe en Bolivia, es preciso ayudar a encontrar el sentido y la orientación del futuro de la pluridemocracia multiidentitaria-pluricivilizatoria del que fue el hilo preceptor el MAS, conformado, en su gran mayoría, por todos los gestores del poder indígena.