Introducción
La COVID-19, enfermedad infecciosa causada por el coronavirus SARS-CoV-2, ocasionó un gran impacto en la salud pública.
El 30 de enero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó un estado de emergencia sanitaria y el 11 de marzo de ese año la enfermedad se catalogó como una pandemia. El 31 de julio el director general de la OMS declaró que el brote de COVID-19 constituye aún una emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII).1,2,3
Hasta el momento se diagnosticaron en el mundo más de 200 millones de casos confirmados y más de 4 millones de fallecidos. La subregión de América del Norte contribuyó con la mayor proporción de casos (74,3 %), seguida por América del Sur (17,4 %), mientras que las subregiones de América Central y el Caribe y las Islas del Océano Atlántico contribuyeron con 3,3 y 5,1 %, cada una.4,5
En Cuba, a partir de la última semana de 2020 se elevó la detección de casos, lo que marcó el inicio de una tercera oleada epidémica, que sobrepasó los 117 500 menores diagnosticados en toda la pandemia.6
En el período comprendido entre julio y septiembre de 2021 se confirmaron 102 871 casos en el país y se alcanzó una tasa de incidencia de más de 50 por 10 000 niños y adolescentes, lo cual demostraba la intensa transmisión del virus. Hasta septiembre de 2021 se produjeron 11 defunciones.7,8
Desde el inicio de la pandemia se conoció que los niños y adolescentes presentaban un menor riesgo de enfermarse y morir por la COVID-19 que otros grupos etarios; se notificaba que solo el 1 % de niños se complicaba.4,5
El mayor porcentaje de los pacientes que padecieron COVID-19 se recuperaba en unas semanas, sobre todo los niños y los adolescentes. Sin embargo, cada vez existían más pacientes que reportaban síntomas y signos después de cuatro semanas de la enfermedad y que persistían más de 12 semanas, a lo que se le denominaba “COVID-19 prolongado” o “síndrome poscovid”, más frecuente en la edad adulta, aunque también podía aparecer en niños y adolescentes.9,10,11
Existen publicados escasos estudios de secuelas a largo plazo de la COVID-19 en pacientes pediátricos. Se señalaban fatiga, disnea, dolor torácico, cefalea, anosmia, disgeusia, dolores óseos, síntomas neuropsicológicos, que podían durar hasta varios meses después de la infección.2,12,13,14
En Cuba se publicaron estudios que destacaban secuelas cardiovasculares y psicológicas en la edad pediátrica.15,16,17,18
Por este motivo, el propósito de este estudio fue determinar las características clínicas y epidemiológicas de pacientes pediátricos convalecientes de COVID-19.
Métodos
Se realizó un estudio descriptivo, observacional, de corte transversal en pacientes menores de 19 años de edad convalecientes de COVID-19, que asistieron a la consulta poscovid del policlínico docente “Mario Escalona Reguera”, del municipio Habana del Este, en el período comprendido entre el 1 de enero y el 31 de octubre de 2021.
La muestra no probabilística por criterios se conformó con 474 pacientes que asistieron y recibieron consulta, y cuyos padres manifestaron su consentimiento para ser parte del estudio.
Se incluyeron pacientes hasta 19 años de edad, en fase de convalecencia por COVID-19. El diagnóstico de infección por SARS-CoV-2 se confirmó a través de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para SARS-CoV-2. La muestra para esta prueba diagnóstica se tomó por hisopado nasofaríngeo.
Se excluyeron los pacientes cuyos padres, finalmente, no dieron su consentimiento para participar en el estudio.
Se analizaron las variables: edad, sexo, historia epidemiológica, comorbilidades, estado durante su ingreso y secuelas. La información obtenida de las variables se almacenó en una base de datos confeccionada al efecto con el programa de Microsoft Excel 2003. El análisis de los datos se realizó de forma automatizada mediante el paquete estadístico SPSS versión 11.5 para Windows.
Se incluyeron la media y la desviación estándar para el procesamiento de las variables cuantitativas (edad) y el porcentaje para las cualitativas. La investigación se aprobó por el Comité de Ética de la Investigación del Hospital “Dr. Luis Díaz Soto”.
Resultados
De 674 pacientes pediátricos que asistieron a la consulta poscovid entre el 1 de enero y el 31 de octubre de 2021, solo 474 pacientes para 70,3 % cumplían con los criterios de inclusión.
La cuarta parte de los niños afectados resultaban menores de 4 años, aunque predominaban edades por encima de 10 años (50,7 % del total) y ligero predominio del sexo masculino (55,2 %) (tabla 1).
La historia epidemiológica de los infectados por SARS-Cov-2, en la mayoría de los pacientes (95,9 %), precisó la fuente de infección, y el 99,7 % resultó contactos de casos confirmados; la tercera parte de los casos (73,8 %) mostró una exposición intradomiciliaria (tabla 2).
En el estado al ingreso se encontraba predominio de los pacientes reportados de cuidado (98,5 %), 6 pacientes graves (1,3 %) y solo un paciente crítico, que representó el 0,2 % del total de los casos (tabla 3).
El asma bronquial predominó en 59 pacientes a partir de los 5 años de edad (51,8 %) y las sibilancias recurrentes en 34 pacientes en el grupo de 1 a 4 años (36,2 %). En menor frecuencia la diabetes (2,6 %). En la etapa de recién nacidos no hubo comorbilidades (tabla 4).
Se encontró predominio de las secuelas psicológicas en 53 pacientes, lo cual representaba el 8,9 %, seguidas de las neurológicas en 41 pacientes (8,7 %). Las secuelas cardiovasculares y las respiratorias resultaban las menos frecuentes (fig.).
Discusión
En la presente serie se describen las características clínicas y epidemiológicas de 474 pacientes pediátricos convalecientes de COVID-19, y se destacan los adolescentes como la edad más vulnerable por sus relaciones de grupo, a pesar de las medidas de distanciamiento social, un promedio de edad de 9,4 años y rango entre 2 días de nacido hasta 19 años.
Diversos estudios nacionales reportan que los niños por encima de 10 años de edad resultaban los más afectados.18,19,20,21,22).
El Comité de Pediatría Basada en la Evidencia de la Asociación Española de Pediatría y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, en su documento de revisión externa registraron los datos epidemiológicos por edad de China, Italia, Japón, Singapur, Corea del Sur y Canadá, y elaboraron un modelo matemático para valorar la influencia de la edad sobre la transmisión de la enfermedad. Encontraban que los menores de 20 años presentaban la mitad del riesgo de infección que los mayores de esta edad, con resultados similares en todas las regiones.2,23
En España, para el 20 de abril de 2020, la Secretaría General de Sanidad registraba unos 1305 casos en menores de 19 años (484 menores de 9 años y 821 entre 10-19 años), con una mortalidad inferior a 1 % en ambos grupos de edad y resultaba notorio que, a mayor edad, mayor riesgo de enfermar. En igual fecha, en República Dominicana se notificaban 6135 casos confirmados, y de ellos el 55 % correspondía a los mayores de 10 años.24
Morilla y otros25) en su investigación en Paraguay, demostraban que más de un tercio de los pacientes estudiados correspondían a los menores de 2 años y una igual proporción presentaba comorbilidad.
El ligero predominio de sexo masculino (55,2 %) en la muestra coincidía con lo registrado por otros autores.19,26
La mayoría de los investigadores, en sus series, informaban, a nivel nacional e internacional, el predominio del sexo femenino.18,20,25,27
El papel de los niños en la transmisión de la enfermad generaba controversias. La mayoría de los estudios epidemiológicos documentaban que el número de casos producidos entre los contactos de un caso durante el período de transmisibilidad resultaba menor en niños que en adultos. El hogar reflejaba un lugar importante a la hora del contagio y los contactos fuera del hogar resultaban 10 veces menor.2,10,28
En el presente estudio el 95,9 % de los pacientes manifestaban una fuente de infección conocida, resultado similar al de las investigaciones de López y otros19) y de Cabrera y otros20) con 98,3 % y 96,1 %, respectivamente. En la mayoría de los casos se trataba de contactos autóctonos y la exposición resultaba intradomiciliaria.
La investigación realizada por Fiel y otros,27 en 2021, destacaba que el domicilio constituía el lugar de exposición más frecuente (81,8 %), los progenitores resultaban los principales transmisores (85,2 %), mientras que otros familiares tenían el 7,4 % y los abuelos el 3,7 %. Los niños infectados fuera del núcleo apenas enfermaban a sus familiares; hubo un solo caso (3,0 %), lo que apoyó el menor grado de contagiosidad de los pequeños.
En Cuba, en los meses desde julio hasta septiembre, el incremento de la incidencia de la transmisión del virus SARS-CoV-2 coincidió con un predominio de casos contagiados por contactos extradomiciliarios en todos los grupos de edades: de 0 a 5 años, con 52 %; el de 6 a 11 años, con 57 %; y el de 12 a 18 años, con 67 %.7
Los niños representaban menos de 15 % de los casos y la severidad de la enfermedad en ellos se expresaba de forma diferente que en los adultos.10
En la serie presentada predominó el niño asintomático y los sintomáticos con manifestaciones respiratorias leves al ingreso, con un reporte de cuidado, lo que coincidía con los resultados de otros artículos,18,19,20,22) y escasos con criterios de gravedad, de ellos la mayoría contaba menos de un año y presentaban factores de riesgo. Sin embargo, Dong y otros29 encontraban una mayor proporción de casos graves a menor edad: 10,6 % en menores de 1 año; 7,3 % de 1 a 5 años; 4,2 % de 6 a 10 años; 4,1 % de 11 a 15 años y 3,0 % para los de 15 años. Esto reafirmaba que los niños pequeños, especialmente los lactantes, resultaban más vulnerables a la infección por SARS-CoV-2.
En el estudio de Bellino y otros30 se revelaba mayor número de pacientes graves en niños de 0 a 1 año (10,8 %) que en otras franjas de edad, y el resto de los grupos etarios presentaban menos riesgo de gravedad que los lactantes menores de un año.
El estudio de Graff y otros31 describía como factores de riesgo para el ingreso hospitalario la edad de 1 a 3 meses, que aumentaba el riesgo de ingreso 8 veces y la presencia de comorbilidad incrementaba el riesgo de ingreso 3 veces.
En la presente investigación un tercio de los pacientes padecía alguna enfermedad de base; sin embargo, esta no significaba una peor evolución clínica. En los niños pequeños se identificaba el episodio de sibilancias y en los niños mayores, con más frecuencia, el asma bronquial. De forma similar, Cabrera y otros20 demostraban la presencia de episodios de sibilancias y de asma bronquial como comorbilidades más frecuentes.
El Comité de Pediatría Basada en la Evidencia de la Asociación Española de Pediatría y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria describían que padecer una enfermedad crónica triplicaba el riesgo de gravedad, y la presencia de asma duplicaba el riesgo de ingreso.2
Los niños con enfermedades de base (cardiopatías congénitas, inmunodeficiencias, y enfermedades pulmonares crónicas como asma, obesidad, desnutrición y tumores) resultaban más vulnerables a las complicaciones por SARS-CoV-2, específicamente, una infección severa.30,32 En diferentes publicaciones20,21,32 se expresa el antecedente de comorbilidades, fundamentalmente, el asma bronquial en pacientes con infección por el coronavirus SARS-CoV-2.
La bibliografía consultada sobre las secuelas del síndrome poscovid en niños y adolescentes resulta escasa.12,13,14 En el presente artículo, la tercera parte de los pacientes convalecientes presentaban secuelas, con predominio en los adolescentes de las secuelas psicológicas y las neurológicas, lo cual coincidía con los resultados de otros investigadores.12,13,14
Un estudio en Suecia, en 5 niños, revelaba la persistencia de síntomas durante 6-8 meses, y destacaba la presencia en ellos de fatiga, disnea, palpitaciones, dolor en el pecho, cefalea, debilidad muscular, dificultad para concentrarse; y uno solo presentaba una perimiocarditis.12
Estudios recientes en Italia informaban como síntomas persistentes en la etapa de la adolescencia, fatiga, tos, disnea, cefalea, dolor muscular y articular, insomnio, y pérdida del gusto y el olfato.13,14
Pérez y otros15 en su investigación sobre afrontamiento psicológico en niños entre 5 y 11 años convalecientes de COVID-19 durante el primer rebrote en Villa Clara, demostraban que los síntomas con mayor presencia resultaban: la ansiedad, el miedo y la tristeza, unido a irritabilidad, estado distraído, pesadillas, hiperquinesia, agresividad y depresión.
Los efectos psicológicos consecutivos a la enfermedad infecciosa y el confinamiento pueden perdurar más allá de su duración. La bibliografía consultada identificaba desajustes emocionales asociados al estado de tensión sostenida, especialmente, estrés, ansiedad y depresión, con predominio en los adolescentes.16,33
La Asociación de Neuropediatría de Madrid y Zona Centro informaban, en cuanto a la COVID-19 persistente, que un tercio de los pacientes presentaba cefalea crónica o aumento de su intensidad o frecuencia de sus cefaleas previas. Las mialgias solían desaparecer, pero algunos desarrollaban fatiga o intolerancia al ejercicio. También se describían síntomas cognitivos en forma de falta de concentración y fallos atencionales.34
Vega y otros18 en su publicación en Villa Clara, Cuba, en la etapa inicial de convalecencia de 36 niños estudiados, solamente en 5 encontraron manifestaciones de miocarditis y pericarditis.
El síndrome inflamatorio multisistémico asociado a COVID-19 (SIM-C) constituye otra forma de presentación posterior a la infección aguda por COVID-19 con mayor incidencia en la edad pediátrica. Un total de 27 países y territorios notificaban 8220 casos confirmados acumulados, que coincidían cronológicamente con la COVID-19, incluidas 160 defunciones.2,4,5,10,11
Un estudio de cohorte prospectivo en el que participaban niños entre 5 y 17 años mostraba que, aunque la enfermedad solía ser breve y con poca carga viral en los niños, menos del 2 % presentaba una enfermedad de larga duración tras la infección por el SARS-CoV-2.4
Se destaca que en septiembre de 2021 en Cuba comenzó la campaña nacional de vacunación contra la COVID-19 en edades pediátricas, en la provincia de Cienfuegos, en niños entre 2 y 11 años, con lo cual se lograba una notable disminución de la transmisión de la COVID-19 en niños y adolescentes en el país, y, por ende, de las posibles secuelas en la etapa de la convalecencia.
La investigación presentó limitaciones en el hecho de que existe un número restringido de investigaciones sobre la presencia de secuelas en niños convalecientes de COVID-19.
Se concluye que la mayor incidencia de la COVID-19 durante la etapa de la convalecencia se presentaba en niños de 10 años o más, con un predominio ligero del sexo masculino, la tercera parte de los pacientes manifestaba algún tipo de secuelas con predominio de las psicológicas, seguidas de las neurológicas.
Se recomienda continuar el estudio en los niños y adolescentes que presentaron COVID-19 para poder identificar las manifestaciones clínicas que caracterizan cada tipo de secuelas y tratarlas adecuadamente.