Introducción
La Organización Mundial de la Salud, a través del documento “Envejecimiento activo”, presentó un marco político, que ofreció un nuevo paradigma en la promoción de un envejecimiento satisfactorio en clave de curso vital, con un enfoque integrado de género y con una visión inclusiva de la heterogeneidad que caracteriza a los colectivos de mayores.1
La OPS define el envejecimiento como un proceso de integración entre el individuo que envejece y una realidad contextual en proceso permanente de cambio, así el individuo hace esfuerzos constantes por alcanzar un nivel adecuado de adaptación y equilibrio entre sus propios cambios biofisiológicos y aquellos otros que ocurren en los medios ambientes socioeconómicos y culturales más amplios.
El envejecimiento y el desarrollo han de entenderse como procesos simultáneos y permanentes a lo largo de toda la vida. Desde esta perspectiva, el envejecimiento no es sinónimo de declive, sino de crecimiento y desarrollo, y la edad no es sinónimo de patología sino de cambio a lo largo de los años. La mayoría de los análisis que se realizan en torno a este tema estigmatizan a las personas mayores como un grupo de población enfermo, dependiente e improductivo.
Es necesario el análisis de la influencia de los patrones de género y los roles que han desempeñado las mujeres durante su curso vital en sistemas patriarcales-androcéntricos y como estos condicionan su vida desde su niñez hasta la vejez, ya que las concepciones de género occidentales asumidas como estereotipos universales condicionan la vida de las mujeres mayores de hoy2-3) y demuestra la vigencia de lo que Susan Sontag (1978) escribió hace ya más de tres décadas, que “no es lo mismo ser mujer mayor que hombre mayor”.
La principal diferencia entre el envejecer de hombres y el de mujeres se debe en lo fundamental a la construcción a través del mundo simbólico del género, como un proceso dinámico que atraviesa los aspectos fundamentales de la existencia humana en el devenir permanente de las relaciones sociales, cuyos matices están dados por las convenciones culturales hegemónicas de cada grupo social en momentos históricos determinados, lo que establece que la identidad de género se refuerza por normas sociales que establecen expectativas de comportamiento diferentes para las mujeres, no se modifica durante el curso vital, por tanto, puede pensarse la relación entre género y epistemología.
La relación género y epistemología, en el mundo contemporáneo, pasa por una fuerte tensión entre las lógicas de organización del conocimiento y las lógicas socioculturales de las personas que asumen y expresan las diferentes orientaciones sexuales. De esta manera, la serie de prácticas y creencias con que Occidente determinó la concepción de género trazó los lineamientos de los comportamientos y prototipos que definían lo masculino y lo femenino a lo largo de historia de Occidente.
Sin embargo, hoy en día con el advenimiento del paradigma emergente, que puede considerarse en términos de Kúhn como una revolución científica, la discusión sobre el género encuentra nuevas interpretaciones que hacen posible redimensionar la lucha de las mujeres en la conquista esencial de sus derechos.
Es evidente que la concepción médica cubana medicalizada aún no reconoce totalmente estos criterios y polariza un enfoque simplista de la edad asociado con procesos catabólicos y degradados, donde la inclusión de los enfoques de género del envejecimiento, especialmente en el envejecimiento femenino es mínima.
La realidad que fundamenta los estudios de la mujer en Cuba, llevó a importantes definiciones como punto de partida:
Las condiciones jurídicas que refrendan la igualdad entre las personas, en particular entre mujeres y hombres, es una condición necesaria pero no suficiente para el ejercicio de la plena igualdad de derechos por parte de las mujeres.
Más allá, trascendiendo la realidad política y jurídica, pero marcándola con su impronta, está la cultura en su sentido más amplio construida colectivamente a través de sucesivas transformaciones y también sedimentaciones del saber humano, en un proceso histórico en el que tanto o más peso tiene el conocimiento del sentido común, como el conocimiento científico y aún vivimos en una cultura patriarcal.
Las transformaciones que trajo consigo el triunfo revolucionario y que se expresan claramente en el discurso jurídico y político y la situación económica de la mujer, no influye directamente en la subjetividad femenina sino que resultan mediatizadas por la influencia de la cultura patriarcal, que en forma de tradiciones, costumbres y valores, trasmite fundamentalmente la familia y en particular la propia mujer como madre, en su función educativa y se expresan en la subjetividad de todas las personas, mediatizando a su vez todas estas acciones.
Estas problemáticas profundamente tratadas en la literatura revisada conducen a la formulación del siguiente problema científico: los estudios de la epistemología feminista actual ignoran la acción del envejecer de las mujeres, sobre todo de las adultas mayores y ceden espacios a las concepciones androcéntricas vigentes. En correspondencia con este problema se propone ofrecer una concepción epistemológica emergente de equidad de género que contribuya a desmontar la visión androcéntrica desde el envejecer de las mujeres, en especial el de las adultas mayores en el contexto revolucionario cubano.
Método
Se realizó un estudio teórico crítico del androcentrismo, desde el envejecer de las mujeres, se construyó una concepción epistemológica emergente de equidad entre géneros que permitió enfocar nuevos puntos de vistas, con el objetivo de ofrecer una concepción epistemológica emergente de equidad de género que contribuya a desmontar la visión androcéntrica desde el envejecer de las mujeres en el contexto revolucionario cubano.
La metodología general de la investigación sigue el enfoque dialéctico-materialista, como método general, en el plano particular se utilizaron los siguientes métodos y técnicas de investigación: Del nivel teórico: analítico-sintético, inductivo-deductivo, histórico-lógico, análisis documental, sistémico-estructural-funcional, la modelación.
Resultados
La concepción epistemológica resultante de este estudio asume que en la actualidad se puede afirmar que los estudios en los que género y vejez “pasan a ser centrales en la explicación de lo social, son prácticamente inexistentes”.3-4) Fundamentalmente, porque el feminismo no ha reflexionado sobre las mujeres mayores, por eso es muy importante recalcar, lo reciente y novedoso de esta concepción centrada en el estudio de las mujeres mayores como campo de interés científico para el feminismo.
El análisis documental para construir esta concepción mostró que en el siglo XIX surge la imagen social de la vejez, en la que se analiza el envejecimiento como un proceso individual medicalizado, y el imaginario de asociar envejecimiento con deterioro y vejez con enfermedad, ofrece una visión de este proceso como un fenómeno tratable desde el punto de vista médico y fisiológico, acentuando el modelo biomédico del envejecimiento.
Los estudios con enfoque de género permiten explicar el origen y las formas que adopta el androcentrismo y muy especialmente, han contribuido a la crítica del relativismo que sitúa este tipo de prácticas en términos de variabilidad cultural, permitiendo justificar la discriminación, el control o la violencia contra las mujeres como un particularismo de algunas culturas y no como una lucha universal de derechos humanos. Sin embargo, a pesar de la relevancia que tiene el feminismo para visibilizar las desigualdades estructurales que el sistema patriarcal impone en la vida de las mujeres, prácticamente no ha puesto su foco de atención en el envejecer de las mujeres mayores.
Citado en Stolcke: androcentrismo se refiere al «enfoque de un estudio, análisis o investigación desde la perspectiva masculina únicamente, y utilización posterior de los resultados como válidos para la generalidad de los individuos, hombres y mujeres». «El hombre como medida de todas las cosas».5
Envejecemos como vivimos en la sociedad, el hecho de vivir y envejecer siendo hombre o mujer ha conllevado diferentes oportunidades, responsabilidades, actitudes y valores. A pesar de que las mujeres disfrutan de una vida más larga por su mayor esperanza de vida que supone vivir más años que los hombres, también padecen más enfermedades crónicas e inhabilitantes y discapacidades que estos.
El hecho de ser mujer es un elemento que genera desigualdades en la última etapa de la vida, ocasionado muchas veces por su estado de salud físico y mental, a las diferencias en la morbilidad y al mayor impacto del deterioro en la mujer por factores socioeconómicos y culturales. La mujer se manifiesta como el centro de la dinámica familiar siendo la responsable de la atención y cuidado de hijos, ancianos y enfermos, administrando el hogar, realizando casi la totalidad o la totalidad del trabajo doméstico, combinándolo con el trabajo fuera de casa y las responsabilidades sociales y políticas, todo lo cual repercute en su salud.
Al ser una mujer mayor llega la jubilación y recae sobre ella la responsabilidad del cuidado de ancianos, esposo y la ayuda a los hijos, lo que se conoce como síndrome de la abuela esclava en una “segunda carrera de crianza”.
La variable género es de suma importancia para estudiar vulnerabilidades. No son iguales los desafíos que la sociedad impone a hombres y mujeres. Hay que tener en cuenta las culturas, los lenguajes, los símbolos y todos los elementos que constituyen su mundo, por lo tanto, en este marco, no hay leyes inmutables, ni modelos reduccionistas basados en evidencias lógicas. Si aceptamos el cambio como característica fundamental, nuestra interpretación será siempre dialéctica y los significados serán múltiples e inacabables.5-6
La mayoría de las investigaciones que se han realizado acerca del envejecimiento y sus vulnerabilidades no han tenido en cuenta las diferencias de género y, por tanto, lo evalúan desde una perspectiva exclusivamente masculina del desarrollo. Han sido estudios realizados por hombres, y las muestras utilizadas han sido generalmente masculinas y, por tanto, parece difícil generalizar estos resultados a ambos sexos, es decir, escritos desde una posición androcéntrica.
Los conocidos estudios llevados a cabo por Erikson (1963,1968) y Levinson (1978) proponen el desarrollo de la personalidad adulta y el envejecimiento a través de estadíos unidireccionales, irreversibles, jerárquicos y universales en los que no se tienen en cuenta las diferencias individuales y de género, además estos se han realizado exclusivamente con poblaciones masculinas.7-8
Estos estudios demuestran que las experiencias vitales de los hombres están íntimamente relacionadas con la edad cronológica como una variable en la que se encajan continuas e ininterrumpidas series de acontecimientos, pertenecientes tanto a la esfera familiar como a la ocupacional y claramente este tipo de modelo no funciona en la vida de las mujeres, no tan centralmente vinculados a la edad cronológica.5-8
En la vida de las mujeres pueden presentarse numerosas combinaciones de profesión-matrimonio-hijos, con diferentes niveles de temporalización y compromiso que hacen que los roles de esposa, madre y trabajadora puedan adquirir significados diferentes en momentos determinados del curso vital.
Por supuesto que esta conceptualización particular indica que la mujer está inmersa en un campo ostensible de vulnerabilidades, que ella misma, en la mayoría de los casos de forma inconsciente, acrecienta en su contra, convirtiéndola en diana de procesos mórbidos y llevándola a una ruta de envejecimiento caracterizada por la falta de realización personal, posponiendo o subordinando sus propios intereses a los familiares y los que la rodean, fruto del estereotipo androcéntrico intrínseco de la sociedad.9,10,11,12
Específicamente los estudios acerca de importantes problemas que afectan la vida y el desarrollo de las mujeres en Cuba, desde una perspectiva académica, pretendiendo identificar los determinantes sociales que participan en el origen de las diferencias entre mujeres y hombres y también entre mujeres, podemos ubicarlos en Cuba a partir de la segunda mitad de los 80.
Es decir, que la demanda de estudios académicos sobre la mujer primero y las mujeres después, se dirigieron a identificar aquellos elementos de cultura y de la subjetividad social e individual que funcionan como freno al desarrollo de la mujer y al ejercicio de la igualdad, en tanto contribuyen a construir el género.13,14,15
Discusión
En la Figura 1 se parte de la contradicción entre el estado actual de la concepción epistemológica y el deseado, dando lugar a la contradicción que se expresa en el problema científico, a su vez este problema se resuelve con una concepción epistemológica emergente que cambia la estructura de la concepción epistémica vigente desde una profundización del análisis situacional, prospectivo y operacional que da respuesta al problema científico a partir de la fundamentación de la novedad y la contribución a la teoría que aporta.
Lo novedoso de la concepción epistemológica que se defiende es que ninguna de las concepciones feministas, o de equidad de género, reconoce el tema del envejecer de las mujeres adultas mayores: ni el feminismo de la diferencia, ni el de la complementariedad, ni la masculinidad, ni la concepción de la interseccionalidad de las desigualdades. En fin, las mujeres adultas mayores no existen. Es precisamente por lo que se aporta algo emergente, por el hecho de que no es tratado por la ciencia. Esta es la idea por la que el artículo presupone una contribución a la teoría.
Entonces se presenta una concepción epistemológica basada en una teoría renovada de la racionalidad, concentrada en la necesidad de la complementariedad entre los géneros y no el que uno pretenda tener, el poder sobre el otro, y que además pueda permear la cultura patriarcal dominante de la que la sociedad cubana no está exenta.
Independientemente de que el proceso social de la revolución permitió a la mujer cubana independencia y autodeterminación después de enero de 1959, se precisa de la confluencia de los actores sociales que desempeñan un papel determinante en la construcción del género, única forma de lograr la verdadera transversalidad de la perspectiva de género, desde la gerencia del proceso por la comunidad regulatoria, dígase Poder Popular (PP), Federación de Mujeres Cubanas (FMC), con la integración de los elementos sociales de construcción del género: la familia, instituciones educativas y los medios de comunicación, para lo cual es necesario además financiamiento y la incorporación de empresas y servicios públicos, lo que permitirá que llegue a la sociedad una concepción de igualdad de género desde la equidad como instrumento de equiparación de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, tal como se representa en el siguiente modelo (Fig. 2).
Conclusiones
Los estudios del envejecimiento no se realizan con un enfoque integrador, desde la perspectiva de género, esta situación invisibiliza el envejecimiento de la mujer, no tiene en cuenta su recorrido por el curso vital ni los efectos de la visión androcéntrica de lo que la sociedad cubana no escapa, por tanto, se hace necesaria la concepción epistemológica emergente de equidad de género, donde se logre la complementariedad de los géneros en el proceso de envejecimiento con énfasis en las mujeres adultas mayores, sin generar desde la posición androcéntrica o feminista el dominio al sexo opuesto, sino que exista la posibilidad de complementarse, de armonizar intereses y posiciones sociales sustentadas desde los roles genéricos correspondientes con la participación coordinada de los actores sociales.