INTRODUCCIÓN
El 7 de enero de 2020 fue identificado un nuevo tipo de coronavirus, al que las autoridades denominaron SARS-CoV-2, y hasta el 20 de enero de ese año la cantidad de casos confirmados era de 282, ubicados en países asiáticos.1 Actualmente (mayo de 2021), la base de datos sobre la enfermedad ocasionada por este nuevo virus reporta 164 millones de contagios y tres millones de fallecidos a nivel mundial.2 En el continente americano los reportes de contagios se redujeron un 3 %; de igual modo, el porcentaje de decesos disminuyó un 7 % -ambos comparados con semanas anteriores al 18 de mayo.3
Respecto al Ecuador, el primer caso confirmado fue el 29 de febrero de 2020, y desde el mes de marzo el Ministerio de Salud ecuatoriano declaró Estado de Emergencia Sanitaria en el Sistema Nacional de Salud. Asimismo, el gobierno diseñó una estrategia para evitar la propagación del virus, que incluía: suspensión de actividades académicas presenciales, restricciones de circulación, prohibición de eventos públicos, implementación de teletrabajo en el sector público y privado, confinamiento, entre otros.4
En consecuencia, desde ese año las personas modificaron su comportamiento con el fin de evitar la propagación de contagios, cumplir con las demandas impuestas por el gobierno, y por el miedo constante de contraer el virus; por ende, un mayor número de estímulos comenzaron a ser percibidos como estresores y a desencadenar síntomas, entre ellos, ansiedad, falta de sueño e incertidumbre.5
Pero por otra parte, de acuerdo con Miguel Román,6 los estudiantes tuvieron que adaptarse a una nueva modalidad de educación de forma imprevista, y varias universidades de la República del Ecuador, al no tener experiencia, solamente ajustaron su plan presencial, manteniendo horarios fijos y aumentando exigencias. Además, no se realizaron valoraciones acerca de la situación socioeconómica o digital de los alumnos, perjudicando su aprendizaje al no tomar en cuenta su contexto.
Cabe resaltar que, según Lischer, Safi y Dichson,7 algunos de los retos que aún tienen que enfrentar los universitarios en teleducación son: falta de espacios adecuados en el hogar que funcionen con el fin de recibir clases, problemas en la conexión a internet, dificultades para mantener la concentración, aprender el funcionamiento de plataformas digitales, síntomas de estrés o ansiedad debido a la falta de comunicación adecuada al recibir clases o al tener que realizar tareas con explicaciones ambiguas por parte de los docentes, y más.
Ahora bien, el estrés académico es posible definirlo como un proceso psicológico que se divide en tres situaciones: primera, los estímulos estresores provenientes del contexto que, al ser procesados por el organismo, son catalogados como tal e influyen en el desequilibrio sistémico; segunda, este cambio se manifiesta por medio de varios síntomas, incluidos dolores de cabeza, problemas de concentración, irritabilidad, modificación de la alimentación; y tercero, las estrategias de afrontamiento son puestas en marcha por el individuo con el fin de recuperar el equilibrio perdido.8
Cabe decir que diferentes investigaciones se escribieron sobre el estrés en poblaciones en pandemia por COVID-19.9 Sin embargo, estudios respecto a los estímulos académicos que son valorados como estresores, o referidos a los síntomas y estrategias que presentan los estudiantes de tercer nivel durante la pandemia, son reducidos,10 aun cuando conocer sobre el estrés académico es fundamental, entre otras razones, porque tiene relación con el desempeño y la deserción educativa.11
Todavía es probable que las clases presenciales no se reanuden en el país en los próximos meses; por ende, es sumamente valioso precisar la realidad en la que viven los estudiantes con el propósito de mejorarla en función de su salud mental.12
Por todo lo anterior, el objetivo de este trabajo es identificar la incidencia de la pandemia de COVID-19 en la manifestación de estrés académico en estudiantes universitarios.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se ejecutó un estudio descriptivo transversal, mediante muestreo no probabilístico tipo bola de nieve, a 359 estudiantes (64,9 % mujeres y 35,1 % hombres) de varias universidades de la República del Ecuador, entre mayo y junio de 2020. Entre las universidades representadas estuvieron: Universidad Autónoma de los Andes, Universidad Central del Ecuador, Universidad de Guayaquil, Universidad de las Fuerzas Armadas, Universidad Estatal Amazónica, Universidad Nacional de Chimborazo, Universidad Técnica de Ambato, Universidad Técnica de Cotopaxi, Universidad Tecnológica Indoamérica, Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Escuela Politécnica de Chimborazo.
Los participantes fueron seleccionados en base a criterios de inclusión y de exclusión, a partir de la presencia de sintomatología referente al estrés académico ocasionado por la situación de pandemia de COVID-19. El muestreo por bola de nieve fue de tipo lineal, debido a las limitaciones físicas del levantamiento de información con los sujetos participantes.
Los criterios de inclusión fueron:
Los criterios de exclusión:
Personas que no aceptaron participar en la investigación.
Se descartaron los casos que no completaron el instrumento y aquellos que duplicaron respuestas que resultaron opuestas en ambos casos.
Técnica y procedimiento
La ficha sociodemográfica utilizada recogía información sobre sexo, edad, universidad y carrera que cursa el encuestado. De manera conjunta, fueron anexadas dos preguntas dicotómicas, referidas a si algún familiar o conocido se contagió con el virus.
Otro instrumento usado fue el Inventario SISCO del estrés académico del autor Barraza, que consta de 45 ítems.8 Al inicio una pregunta que permite identificar la presencia de estrés; la sección continua contiene una escala tipo Likert de cinco valores (uno-poco, cinco-mucho), que facilita la representación de su intensidad.
Los subsiguientes tres componentes tienen la función de señalar frecuencia; por tanto, utilizan la escala Likert de seis valores (Nunca, Casi nunca, Rara vez, Algunas veces, Casi siempre y Siempre; el primero consta de quince ítems para las exigencias académicas que son valoradas como estresores; el segundo comprende quince ítems con la finalidad de conocer la presencia de síntomas, divididos en: 6 físicos, 5 psicológicos, 4 comportamentales; y el último posee quince ítems a fin de señalar lo respectivo a las estrategias de afrontamiento.
Para el presente estudio, se utilizaron únicamente los componentes de frecuencia junto con la escala Likert de cinco valores; en relación con la calificación, se obtiene la media aritmética de cada ítem (estresores, síntomas y estrategias); al interpretar se ocupa: Nunca (0 a 1), Rara vez (1,1 a 2), Algunas veces (2,1 a 3), Casi siempre (3,1 a 4), Siempre (4,1 a 5).
De modo similar, la frecuencia del estrés académico se obtiene mediante la media aritmética de todos los ítems, y se transforma a porcentaje mediante regla de tres simple. Para su interpretación se ocupa: de 0 a 33 %, nivel leve; de 34 a 66 %, nivel moderado; y de 67 a 100 %, nivel profundo. Cabe resaltar que el alfa de Cronbach obtenida por Barraza8 fue de 0,91; es decir, su consistencia fue muy satisfactoria. En el actual estudio se obtuvo el alfa de 0,937.
Los instrumentos fueron aplicados en línea, a los estudiantes, a través de Google Forms. Los datos obtenidos se recogieron en una matriz de Microsoft Excel para organización y eliminación de duplicados; después, fueron trasladados al software SPSS Statistics versión 25, con el fin de realizar los análisis descriptivos mediante la obtención de la media aritmética de cada ítem y del total. La información obtenida se representó mediante tablas para su comprensión y realización de conclusiones.
Aspectos éticos: los estudiantes completaron la encuesta sociodemográfica y el inventario SISCO solamente si aceptaban participar en la investigación a través de las preguntas de apertura; la información recopilada fue procesada con la mayor discreción y sigilo de la identidad de los participantes.
RESULTADOS
En la tabla 1 se observan los datos sociodemográficos. En la categoría sexo hay un predominio de mujeres (64,9 %), y en cuanto a edad fue representativo el rango de 18 a 20 años (46,0 %). En lo que respecta a la categoría universidad, predominó la Universidad Tecnológica Indoamérica (39,8 %); y en la carrera, lo fue Psicología (72,1 %). Con relación a familiares contagiados de COVID-19, el 75,2 % de los evaluados no lo presentó, mientras que el 54,0 % supo de algún conocido contagiado.
En la tabla 2 se observan los ítems del primer componente del SISCO, referentes a las demandas que fueron catalogadas como estresores; los estudiantes valoraron con mayor frecuencia la sobrecarga de tareas (4,08) y no entender los temas que se abordan en clase (3,90); con menor frecuencia fue valorada la competencia con el grupo (2,83).
Los ítems del segundo componente -frecuencia con que mostraron síntomas- se ubican en la tabla 3; se constata que los encuestados presentaron con mayor frecuencia problemas de concentración (3,55), seguidos de inquietud (3,42); mientras que problemas de digestión, dolor abdominal o diarrea obtuvieron el menor puntaje (2,55).
El último componente -ítems acerca del uso de estrategias de afrontamiento- se representa en la tabla 4; se evidencia que los estudiantes utilizaron con mayor frecuencia escuchar música o ver televisión (4,00), seguido de concentrarse en resolver la situación (3,72); la menos ocupada fue la religiosidad (2,60).
En la figura 1, en los resultados con respecto a la puntación total, es posible apreciar que la mayoría de los estudiantes presentaron indicadores de estrés académico en las categorías de Algunas veces (30,08 %) y Casi siempre (54,87 %); al mismo tiempo se nota que ninguno de los encuestados se ubicó en la categoría Nunca.
En la figura 2 se evidencia que la media aritmética de la frecuencia con que se presenta el estrés académico fue de 3,3551 ± 0,656; si se transforma a porcentaje mediante regla de tres simple, se obtiene 67,10 %; interpretado según el baremo propuesto, el nivel de estrés es profundo.
DISCUSIÓN
Los resultados muestran que el estrés académico presentado por los estudiantes durante la pandemia es un problema de gravedad, puesto que la mayoría lo reportó Casi siempre y Siempre (66,01 %); también se obtuvo que el nivel de la frecuencia es profundo (x = 3,3551; 67,10 %), a diferencia de Barraza, que aplicó el SISCO de 31 ítems a 243 alumnos de Pedagogía en México, y obtuvo la media de 2,78; es decir, lo presentaron Algunas veces.13 De modo similar, Barraza, González, Garza y Cázares, tuvieron como resultado 2,90, interpretado como Algunas veces, mientras que en porcentaje fue 58 % (moderado) al aplicar el SISCO a 93 alumnos de Odontología en México;14 y a Barraza y Medina que, al realizar el respectivo estudio a 95 alumnos de Gastronomía en México, determinaron la frecuencia de estrés académico como moderada (x = 1,75; 44 %).15
En lo que respecta a la dimensión de estresores del Inventario SISCO, el ítem que con mayor frecuencia clasificaron como estresor fue “La sobrecarga de tareas y trabajos escolares que tengo que realizar todos los días”, siendo consistente con la investigación de Barraza,13 Barraza y Medina,15 y Macbani et al., que aplicaron el SISCO a 69 alumnos de Odontología en México;16 Restrepo, Sánchez y Castañeda, que realizaron lo respectivo a 450 estudiantes en Colombia;17 Teque, Gálvez y Salazar, con 285 alumnos de enfermería en Perú;18 Castillo, Barrios y Alvis, también en Perú, con 587 estudiantes de enfermería;19 y a Evaristo-Chiyong y Chein-Villacampa, a 186 universitarios de Odontología en Perú.20
Sin embargo, difiere con Barraza, González, Garza y Cázares, que obtuvieron la sobrecarga académica como segundo lugar, tras “El tipo de trabajo que me piden los profesores”.14 Mientras que el ítem de menor calificación en este estudio, “La competencia con mis compañeros del grupo”, concuerda con diferentes autores.14,17,19
Debe señalarse que la media aritmética del ítem de sobrecarga académica alcanzó un resultado muy alto: 4,08 ± 0,976; es fundamental considerarlo, porque demuestra que los estudiantes encuentran sumamente estresante la cantidad de trabajos que deben realizar; probablemente, se deba a la falta de adaptación a la nueva modalidad de educación por parte de las universidades, o a la suma de diversas actividades que tienen que realizar los estudiantes en casa, y que no están debidamente disociadas.6,7
En cuanto a la dimensión de síntomas evocados por la presencia de estímulos estresores, el ítem sobre “Problemas de digestión, dolor abdominal o diarrea” fue el menos reportado por los encuestados; resultados similares se aprecian en otros artículos.14,17,19 Sin embargo, los síntomas más frecuentes: “Problemas de concentración”, “Inquietud”, “Ansiedad, angustia o desesperación” y “Aumento o reducción del consumo de alimentos”, no suelen ser factores representativos, aunque los dos primeros concuerdan con Barraza13 y el tercero con Barraza, González, Garza y Cázares.14
Es significativo que, en varios artículos, los síntomas que más suelen reportar los estudiantes son: somnolencia, dolores de cabeza, y fatiga crónica.13,15,16,18-20 Lo obtenido en el presente estudio es posible relacionarlo con los efectos de la pandemia sobre la salud mental de la población, debido a que aumentaron los casos de ansiedad, miedo e intranquilidad desde que la COVID-19 fue considerada problemática mundial y se tomaron medidas para evitar su propagación.9,10
En relación con las estrategias de afrontamiento, las más utilizadas fueron “Escuchar música o distraerme viendo televisión” y “Concentrarse en resolver la situación”; el segundo es representativo en diferentes estudios.13,15,18 Aunque sea dicotómica la relación entre evitar el problema y concentrarse en la solución, puede deberse a que los estudiantes poseen estrategias y capacidad de resolución solamente ante algunas situaciones; otras, posiblemente relacionadas a la pandemia, prefieren no enfrentarlas.
Paralelamente, la estrategia menos utilizada -“La religiosidad (hacer oraciones o asistir a misa)”- es consistente con lo reportado por diversos investigadores,13,15,18 aunque es opuesto a lo encontrado por Castillo, Barrios y Alvis,19 puesto que, para los estudiantes de Enfermería, es la estrategia más utilizada.
La limitación principal del presente estudio obedece a la forma de aplicación del instrumento, puesto que se realizó mediante internet, lo que no permite el contacto entre evaluado y evaluador, reduciendo la posibilidad de que se presenten dudas o inquietudes. Igualmente, es probable que, al ser un cuestionario largo de realizar, los estudiantes hayan respondido de manera imprecisa, aunque posee el mérito de haber recabado los datos en los primeros meses de confinamiento, cuando las universidades y los estudiantes enfrentaban por primera vez las clases en línea, opuestas a la modalidad tradicional de sus estudios.
En definitiva, un alto porcentaje de universitarios presentaron estrés académico, identificándose una relación con la pandemia COVID-19 en esta población.