INTRODUCCIÓN
A partir del enfoque cognitivo, comunicativo y sociocultural para la investigación del discurso, se tiene el propósito de lograr que los alumnos, en todos los niveles de enseñanza, se conviertan en lectores y comunicadores eficientes, para lo cual es necesario que posean conocimientos acerca de la lengua y su funcionamiento en el texto, teniendo en cuenta la diversidad de tipologías que el individuo emplea en los diferentes contextos en los que interactúa.
Múltiples han sido los criterios emitidos por un sin número de investigadores en torno al proceso de lectura y comprensión textual. Algunos sostienen que se precisa la captación e integración de distintos significados (Roméu, 2006; Gassó, 1999, Grass, 1999); mientras que otros insisten en que se trata de un proceso dinámico y transformador entre el lector, el texto y la cultura. (Hernández, López & García, 2015; Cassany, 2008, 2006; Eco, 1987).
Partiendo de este presupuesto, se asume entonces que la comprensión textual no es el mero alineamiento de ideas, ni la simple transferencia de información (Hernández, 2011). Cabe aseverar entonces que tampoco es suficiente que el lector, según su objetivo de lectura, se ciña a un único texto visto como unidad autónoma, sino que su proceso comprensivo se enriquece cuando implica la integración de múltiples significados, a partir del universo del saber, en interacción con el contexto, el intratexto y otros textos (intertexto).
Esta idea conlleva a plantear que el lector necesita adiestrarse en la realización de ejecuciones dominadas y sistematizadas que le permitan interactuar con multiplicidad de textos en los que, dependiendo de sus objetivos de lectura, logre identificar y/o contrastar los indicios que constituyen vasos vinculantes entre textos, de manera que logre un proceso de comprensión-construcción activo, a fin de apropiarse de las esencias significacionales que busca.
Las reflexiones anteriores conducen a plantearse que si el texto es un ente semantizado, un proceso configurante de la realidad, de la inmensidad del mundo cultural en el cual se inscribe, entonces la enseñanza de la lectura y la comprensión textual, como hecho cultural, ha de rebasar el análisis de un único texto para entrenar al alumno en el establecimiento de posibles vínculos entre un texto y otros textos y contextos, con los que este coexiste, lo preceden o suceden temporalmente. De ahí la importancia de que se apropie de vías de análisis que le permitan visualizar los vínculos globales entre textos y arribar a generalizaciones emanadas de una progresión semántica integradora. Este es el fundamento de una dinámica comprensiva global definida en un estudio precedente (Jiménez, 2016, págs. 49-90).
El empleo de algunas vías que la ciencia propone para analizar el significado del texto y determinar sus múltiples relaciones extratextuales, resulta altamente provechoso para el análisis de conjuntos textuales, pues posibilita el estudio de iteraciones temático - estilísticas desde perspectivas cuantitativas y cualitativas (Álvarez y Ramos, 2003).
Ambas epistemologías facilitan determinar un objetivo de lectura, a partir del cual se establecen acciones que por vías intensiva, extensiva, discriminativa y agregativa permiten la recopilación de datos específicos y su valoración, en dependencia de la cultura. Estos enfoques pueden generar novedosas descripciones, hipótesis y propiciar generalizaciones no solo de lo observable en un texto en sí, sino también de los rasgos que afloran de las interrelaciones del texto con otros textos y entes.
Para los fines de este trabajo, se concretan y se resignifican los supuestos teórico-metodológicos de las vías mencionadas, de manera que permitan al alumno, en el proceso de enseñanza aprendizaje, progresar en la detección de indicios o pistas, establecer relaciones, integrar saberes y vivencias para lograr la comprensión de un conjunto textual que puede estar vinculado por una unidad temática, conceptual, simbólica, estilística, estructural, intencional, etc. Es preciso esclarecer que esas resignificaciones ya han sido ofrecidas en una investigación anterior (Jiménez, 2016).
De ahí que se haya planteado como objetivo de este artículo aplicar vías de análisis para el procesamiento de la información de conjuntos textuales, a partir de considerar interacciones e intercambios entre textos seleccionados, según un objetivo de lectura. Se brindan, además, algunos procedimientos que permiten ir conectando y sintetizando las esencias informacionales del conjunto establecido.
Es necesario esclarecer que estas vías de análisis ya fueron definidas en una investigación anterior (Jiménez, 2016), pero en ese estudio se aplicaron a un conjunto textual distinto al seleccionado en el presente trabajo.
MÉTODOS
A través de las vías intensiva, extensiva, discriminativa y agregativa se profundizó en la estructura léxico-semántica de los textos para arribar a conclusiones a partir del análisis y la síntesis, así como la inducción y la deducción. Se establecieron las relaciones necesarias desde lo histórico y lo lógico entre el autor y sus circunstancias históricas (relaciones contextuales) así como los vínculos entre estos (relaciones intertextuales). Mediante el enfoque sistémico se intervincularon los discursos escogidos mediante relaciones contextuales, intratextuales e intertextuales y se generalizaron los resultados desde el punto de vista estilístico - semántico, histórico - cultural y biográfico.
Se entiende como vías de análisis para el procesamiento de la información de conjuntos textuales aquellos procesos de análisis que van desde la identificación de rasgos significativos (por la vía extensiva), a la organización de las unidades textuales que resulten estables (por la vía intensiva), de allí a la comparación de sus rasgos afines y diferentes (por la vía discriminativa), hasta llegar a la generalización de las cualidades de un conjunto textual (por la vía agregativa). El análisis que promueven estas vías favorece la construcción de un macrotexto por parte del alumno, como comprensión de la estructura, significado y funciones de cada texto y del conjunto en general.
Se aplicaron las siguientes vías para el procesamiento de la información:
Partir de la vía extensiva para el análisis de un conjunto textual posibilita el acercamiento y la penetración no solo en cada texto particular, sino también en el conjunto para identificar los rasgos más significativos que estén en correspondencia con un objetivo de lectura previamente establecido. Permite, además, identificar aquellas manifestaciones estructurales, semánticas particulares del texto y del conjunto de textos.
El empleo de esta vía requiere examen riguroso, selectivo, exige el papel protagónico del alumno, pues la información que seleccione como nuclear en correspondencia con su objetivo de lectura es filtrada por sus criterios, de allí su indudable componente subjetivo. Precisa acercamiento preliminar o exploratorio al tipo de texto, al contexto, al autor y, en concordancia con ello, realizar reflexiones continuas, generar hipótesis, establecer comparaciones, estimular la comprensión subjetiva dada por su cultura, para llegar a la construcción de preconceptos que se desarrollarán plenamente al examinar el conjunto como totalidad. En el uso de esta vía se concreta, fundamentalmente, la habilidad de identificar.
La vía intensiva ayuda al alumno a examinar cómo se organizan (distribución y sistematización) en cada texto y en el conjunto, las unidades textuales que resultan estables. Se producen inferencias, en cada texto y en el conjunto, acerca de los rasgos afines. Se relacionan y describen las interconexiones temáticas, estructurales sistemáticas; lo que exige, desde el punto de vista semántico, juzgar la organización de los conceptos en cada texto y en el conjunto, confirmar hipótesis iniciales, realizar análisis recursivo al tener que regresar una y otra vez a la información seleccionada en cada texto originalmente, todo lo cual requiere valoraciones parciales y generales.
A través de la vía discriminativa el alumno establece relaciones basadas en la comparación para concretar sus ideas acerca de los rasgos afines y diferentes en cada discurso y en el conjunto, a partir de que el profesor organice la observación hacia la estabilidad y variabilidad de las unidades textuales examinadas. Permite al alumno constatar en qué se diferencian unos textos de otros, mediante analogías y contrastes; para revelar el modo en que se produce la continuidad de los significados, así como la articulación análoga y contrastante. Esta vía posibilita que el alumno genere una nueva descripción semántica de los textos, vistos desde diferentes apreciaciones e interacciones.
Por la vía agregativa el alumno efectúa un tránsito de lo singular a lo general y analiza cada texto y grupo de textos como un todo, sobre la base de destacar las cualidades inherentes a cada uno por separado y simultáneamente comunes a todos los del conjunto. Se expresan valoraciones acerca de las cualidades generales, estables que se repiten en cada texto y en el conjunto. Requiere validar conjeturas previas, generalizar el trazado integral de las ideas con sus permanencias y modificaciones, valorar las intervinculaciones estilístico - semánticas da cada pieza y del conjunto de piezas, con una convocatoria común, estructurada a partir de diversas significaciones. El alumno puede apoyarse en esquemas y cuadros sinópticos como medios que permiten la representación prolongada global del tratamiento de un tema, de acuerdo con un objetivo y una intención, en el texto y en el conjunto de textos. La riqueza semántica que surge del empleo de esta vía de análisis, depende de la variedad y cantidad de significaciones que sean capaces de vincular en la continuidad de cada texto y del conjunto. Las generalizaciones que emanan de su aplicación se basan en el principio de inclusión, visto desde la perspectiva de que cada texto constituye una parte que lleva implícitas cualidades del conjunto textual que la contiene.
RESULTADOS
Para la aplicación de las vías anteriormente descritas se tomó como muestra la correspondencia martiana de 1887 a 1891. A fin de llevar a cabo el análisis de este conjunto de textos se determinó previamente como objetivo de lectura: demostrar que los vínculos ideo-temáticos, el tono doctrinal y la férrea línea ideológica hacen del conjunto un mismo documento fundador, donde Martí vierte su intimidad y su experiencia histórico-social.
Las vías extensiva e intensiva permiten adentrarse, partiendo de la relación texto-contexto, en cada carta particular y en el conjunto, e identificar como rasgos más significativos las ideas de analogía y equilibrio, nucleares en el pensamiento martiano para inspirar no sólo la auténtica guerra de liberación, sino la batalla dentro del pecho de cada hombre. Constituye este un aspecto importante, por cuanto determina el carácter de su previsión revolucionaria en los textos seleccionados.
Como núcleo temático que aglutina e intervincula el conjunto se visualiza el esfuerzo de Martí por tratar de revertir los errores cometidos en las gestas anteriores y la falta de confianza entre los emigrados. Su propósito de clarificar los objetivos y métodos del movimiento patriótico que se fragua, así como el logro de la unidad de una emigración con intereses contrapuestos y discrepancias ideológicas hacen que sus misivas se orienten hacia tratar de vertebrar un frente único al que se incorporara cualquier ala por extrema que fuera. Puede visualizarse, por medio de la vía discriminativa, cómo este empeño de amplia y diversa unidad, Martí lo va contraponiendo, contrastando en uno y otro texto del conjunto de cartas elegidas, a la marcada unilateralidad, a las grandes imprecisiones y ausencia de objetivos explícitos.
En cada carta y en el conjunto se aprecia la política previsora de Martí que enrumba hacia una coordinación vasta, cordial y definida, no solo dentro de la emigración, sino también con respecto a la espera por una total maduración de la situación revolucionaria en la Isla. Ese espíritu de cuidado y ajuste perfecto entre lo que corresponde al deseo y a la razón, puede visualizarse a lo largo del conjunto y es uno de los núcleos temáticos que posibilita ir interconectando los textos elegidos con los que se ejemplifica a continuación.
En carta a Fermín Valdés Domínguez le expresa en abril del 1887: “[...] La verdad es, Fermín, que yo no vivo más que para mi tierra; pero refreno mil veces lo que el amor a ella me manda, para que no parezca que hago por interés mío o por ganar renombre lo que me aconseja ese amor absorbente [...] “(García Marruz, 2004, p. 63).
De igual modo, en esa misiva declara su desacuerdo con el plan de acción unilateral y falto de organización impulsado por Gómez, y afirma: “[...] Tú no sabes cómo me aflijo, cómo me indigno, cómo tiemblo cuando veo nuestros destinos confusos, comprometidos o mal llevados por el influjo de pasiones que no debieron tener acceso en ellos “(Martí, 1975, t. XX, p. 334).
A medida que se avanza en el conjunto de textos, puede constatarse que Martí efectúa un claro análisis contrastante entre el estado en que se halla el movimiento revolucionario y las continuas advertencias acerca de la necesidad de un reposo que permita recomponer los elementos históricos del país y preparar la guerra posible, en cuyos cimientos debían estar los elementos de un futuro abarcador y cordial.
Ejemplo de lo anterior, es la carta de octubre del 87 dirigida a Juan Ruz, uno de los compañeros de Céspedes en la Demajagua, quien residía deportado en Barcelona desde el Zanjón. En ella Martí reitera la necesidad de aguardar a que las circunstancias estuviesen creadas en la Isla para llevar la invasión:
El esperar, que es en política, cuando no se le debilita por la exageración, el mayor de los talentos, nos ha dado la razón a los que parecía que no la teníamos. El gobierno español ha demostrado su incapacidad para gobernar a Cuba conforme a nuestra cultura y necesidades, y aun para aliviarla. Todos los que esperaron en él, o se fingieron que esperaban, desesperan. Los autonomistas, sin dirección fija ni fe, intentan con angustia verdadera, sus últimos esfuerzos (Martí, 1993, t. I, p. 408).
El propósito Martiano de integrar todas las fuerzas dispersas o aisladas al movimiento revolucionario, lo motivaron a dirigir en noviembre de ese año una carta circular a varios cubanos residentes en Nueva York, a quienes invita a reunirse en casa de Enrique Trujillo para intercambiar opiniones en relación con el modo práctico de actuar a favor de la independencia de la Isla. En ese importante encuentro se conformó una comisión para elaborar un plan acerca de las tareas a realizar en adelante, donde Martí jugó un papel fundamental. Esa reunión resultó un primer paso para establecer una coordinación de los propios emigrados de Nueva York entre sí y con los de otras ciudades.
A fines de ese mismo mes, fue designado presidente de la Comisión Ejecutiva y sus esfuerzos se encaminaron decisivamente a establecer las bases que orientarían los fines estratégicos de la organización que debía encabezar las labores revolucionarias. La creación de esa Comisión significó un nuevo paso hacia la búsqueda de la unidad fundacional. Acerca de los acuerdos tomados en dicha reunión explica a Juan Arnao en diciembre de aquel año:
A lo que hemos sido llamados, pues, los miembros de la Comisión Ejecutiva, bajo la inspección constante de todos los cubanos prominentes en Nueva York por sus servicios a la causa revolucionaria, es a hacer lo que hoy nadie hace, y es un delito dejar de hacer, -a organizar, por fin, dentro y fuera de la Isla la guerra que la Isla ya desea, a poner de acuerdo en todo lo posible las emigraciones que han de ayudarla, y tal vez iniciarla, y el país que ha de seguirla-, a disipar con una política cordial, amplia y republicana, los temores que la revolución inspira, por errores pasados y tendencias confusas, -a sus más leales amigos fuera y dentro de Cuba-, a reunir, en suma, allá y acá, de veras pronto, los elementos que la guerra necesita. […] ¿Por estarnos examinando unos a otros, y murmurando unos de otros, pondremos la patria en peligro, y dejaremos de hacer lo que nos ordena? (Martí, 1993, t. I, p. 421).
En carta a José Dolores Poyo, dirigente de la emigración en Cayo Hueso, expresa: “Mucho tiempo hemos perdido, muy contra mi voluntad, que siempre fue la de tener organizados en unión importante y con un programa digno de atención las emigraciones, al mismo tiempo que los trabajos en la Isla” (Martí, 1975, t. I, p. 201).
Los fines de la Comisión representaban un nuevo sistema de acciones revolucionarias dirigidas a librar de personalismo autoritario el movimiento patriótico. Así lo manifiesta a su colaborador:
Y lo que más da que temer la revolución a los mismos que la desean, es el carácter confuso y personal con que hasta ahora se le ha presentado; es la falta de un sistema revolucionario, de fines claramente desinteresados, que aleje del país los miedos que hoy la revolución le inspira, y la reemplace por una merecida confianza en la grandeza y previsión de los ideales que la guerra llevaría consigo en la cordialidad de los que la promueven [...] (Martí, 1993, t. I, p. 434).
El propósito martiano de aunar todas las fuerzas políticas y sociales participantes en el movimiento y eliminar temores mediante la expresión de sus objetivos confiables y bien delineados, resulta una constante que bien puede apreciarse en tres de sus misivas del mes de noviembre de aquel año. A José Pérez del Castillo manifiesta: “Yo no creo que en aquello que a todos interesa, y es propiedad de todos, deba intentar prevalecer, ni en lo privado siquiera, la opinión de un solo hombre” (Martí, 1975, t. XX, p. 212).
Insiste en estos criterios básicos en carta a Juan Arnao: “[…] ya adivina que para mi país, que es mi pasión, ni las amistades que me supone y no tengo, ni una generosidad extraviada y ciega, me harán jamás ayudar ni consentir en lo que no lleve desinteresadamente al bien y al derecho igual de todos sus hijos, con ánimo firme y grandioso” (Martí, 1975, t. XX, p. 211).
A Serafín Bello revelaba programáticamente los principales elementos del plan de acción unida, cuya preparación debía ser eficaz:
Por la invitación que tuve el placer de enviarle, comprendió usted sin duda lo importante de la situación, la necesidad de obrar en ella con sincera grandeza, y lo posible que será tomar de ella y de sus peligros pie para adelantar, sin mirar atrás ni acordarse de pequeñeces los trabajos de trascendencia y vuelo que ya son indispensables, si de veras queremos ayudar a nuestra patria en lo que nos cumple, preparando, juntando y previendo (Martí, 1993, t. I, p. 422).
La comunicación a Máximo Gómez del 16 de diciembre de 1887 reitera esa constante en su pensamiento político:
Debemos, pues, organizar la guerra que se aproxima, en acuerdo con el espíritu del país, puesto que sin él no podemos hacer la guerra. Es un crimen valerse de la aspiración gloriosa de un pueblo para adelantar intereses o satisfacer odios personales [...]. La revolución surge, y nosotros podemos organizarla con nuestra honradez y prudencia, o ahogarla en sangre inútil con nuestra torpeza y ambiciones (Martí, 1993, t. I, p. 425).
La extensa carta circular dirigida no sólo a Gómez sino también a Maceo, solicitaba la adhesión de ambos líderes a los trabajos emprendidos, proponiéndoles desarrollarlos con cinco fines esenciales dirigidos a eliminar en la Isla la desconfianza en la solución revolucionaria, lograr la organización y unidad de los jefes militares, unir las emigraciones e impedir que el movimiento de liberación se viera manipulado por aislados intereses grupales o debilitado por la expansión de las ideas anexionistas.
Esas bases políticas ya se orientaban hacia la constitución de un partido político; idea que venía madurando el pensamiento martiano desde el fracaso del plan de Gómez. La trascendencia de ese nuevo plan de acción propuesto por Martí está dada por el rumbo que tomaría el movimiento liberador y en la creación de un organismo eficaz para la dirección de la lucha patriótica.
A pesar de los esfuerzos unificadores de la Comisión Ejecutiva creada en noviembre del 87, no resultó esta un factor aglutinador dentro de la emigración cubana radicada fuera de Nueva York, pues aún no había encontrado la aceptación y apoyo requeridos.
Por otra parte, la Convención Cubana fundada en septiembre de 1884, a pesar de impulsar la unión, no llegó a reunir la emigración, debido a su carácter secreto y su representación del sector de propietarios cubanos en los Estados Unidos. Esta Convención fue la expresión política de los ideales independentistas y patrióticos de la burguesía media y de la pequeña burguesía radical de Cayo Hueso exclusivamente, en momentos en que, en localidades como Tampa, se concentraban grandes grupos de emigrados que se convertían en importantes protagonistas de la actividad patriótica.
Fue esta una época de grandes contradicciones políticas e ideológicas. La mayoría de los obreros no abandonaban sus concepciones independentistas; pero eran, a su vez, vulnerables a otras corrientes.
Dentro de la organización del movimiento revolucionario también se manifestaban discrepancias con los partidarios del predominio militar. Martí encontró propugnadores de la autoridad de Gómez como Francisco Carrillo y Flor Crombet, así como críticas a su posición en relación con los procesos organizativos de la contienda.
En carta a Emilio Núñez el 12 de febrero del 88, expresa a su amigo: “Carrillo, que asistió con Flor, por voluntad de este o suya propia, a la última reunión de la C. Ejec. parece, más con lo que calla que con lo que dice, querer reducir toda nuestra santa cuestión patria a que no se haga nada por ella que no sea en beneficio de Gómez” (Martí, 1993, t. I, p. 423).
Por otro lado sentencia: “Las estrellas no están más altas que la ambición y locura de los hombres” (Martí, 1975, t. XX, p. 217).
Martí veía a los veteranos de la guerra como jefes naturales, pero se afana en asegurar una estructura democrática a las labores de preparación y organización.
Su conocimiento de los errores cometidos en la historia americana y su experiencia de la europea, lo impulsan a sujetar dos riendas fundamentales: las arrogancias militares y las impaciencias obreras; pero lejos de partir de un enfrentamiento, propone una integración, un equilibrio. En esa búsqueda de armonía se hallan sus esfuerzos por lograr un entendimiento entre los viejos y los nuevos patriotas.
En su “Carta abierta” a Ricardo Rodríguez Otero señala en mayo de ese año:
[…] creo la guerra tan abominable como posible, y que no hay vanagloria que me fuerce, por adquirir fama de austero y de emancipador, a contribuir a llevar a mi patria antes de que ella dé muestras patentes de desearla, la guerra que en todo instante puede llevársele, pero no debe ir hasta que los elementos que tienen que combatir no hayan en gran parte venido a tierra por sí mismos, o en el silencio del corazón se vayan poniendo a su lado. ¿A qué verter sangre preciosa para ganar las batallas preliminares que se van ganando sin ella? (Martí, 1975, t. XX, p. 225).
Nuevamente quedaron sentados los objetivos políticos de Martí con respecto a la organización de la guerra en su carta a Rafael Serra en el mes de septiembre:
Varios compatriotas nuestros nos han demostrado deseos vivos de recordar con reunión pública nuestro 10 de Octubre[…] pero una reunión tal no debe nacer de la voluntad de un grupo aislado de cubanos ni servir a fines menores que la grandeza y majestad del día, ni parecer que les sirve, sino que, siendo como es nuestro día patrio, propiedad igual de cuantos fuimos redimidos por él, conviene que nos juntemos los que nos ocupamos más activamente de las cosas de nuestro país, para que el honor de celebrar el 10 de Octubre nazca de todos y sea igual para todos[…] (Martí, 1975, t. XX, p. 225).
Su invitación a los cubanos de Nueva York a participar en el acto por el 10 de Octubre, reafirma su táctica política de lograr un equilibrio entre todos los factores que impulsarían la contienda definitiva. En octubre de ese año, alerta contra los posibles despotismos y reitera su concepción de esperar y unir. Hace énfasis, además, en el problema social con el propósito de atenuar los conflictos existentes entre obreros y fabricantes, así como para propugnar la integración social del negro que los autonomistas se empeñaban en degradar. Sobre este tema refiere a Emilio Núñez el 26 de septiembre:
Bien quisiera verle antes, y comentar juntos la política autoritaria y odiosa que se viene haciendo en Cuba, tan funesta para lo porvenir y tan distinta de la que los cubanos debiéramos hacer, sean cuales fueren nuestros métodos políticos. Ya ve cómo asoman también por aquí las malas pasiones, y se les dice a los negros poco menos que bestias. Contra todo eso, con la discreción y majestad propias del día, podemos levantarnos y marcar política de previsión y amor, en este 10 de octubre (Martí, 1993, t. II, p. 55).
Su prudencia de carácter polifuncional atiende tanto a los sectores más humildes de la emigración y de la población de Cuba, la proyección de una nueva república verdaderamente popular, así como al establecimiento de puentes hacia todos los que pudieran ofrecer su aporte a la lucha armada por la independencia.
Dos días después del acto por el 10 de Octubre, expresa a Serafín Bello:
Aquello fue mi señor, una resurrección […] Yo sólo sé que la hora de la fundación empieza, y que allí se cogió la primera cosecha de la obra de ocho años. Allí todos, Bello, sin empujes ni redes, traídos por su propio impulso, los fieles y los que se han burlado de los fieles, el copete y el taller, el blanco y el negro. Y el tema uno: ya no hay tiempo para errar. Juntos, y de veras, a la guerra (Martí, 1993, t. II, p.28).
Esta idea unitaria asociada a su concepto de equilibrio, deja establecida la necesaria participación de los que antes habían sido excluidos en la conducción del movimiento liberador, a favor de la futura prosperidad de los intereses de todas las clases y sectores de la sociedad cubana durante el desarrollo posterior de la república. Así lo declara a Rafael Serra en marzo de ese año:
De ahí se ha de arrancar para ir a donde debemos, que no es tanto el mero cambio político como la buena, sana, justa y equitativa constitución social, sin lisonjas de demagogos ni soberbias de potentados, sin olvidar jamás que los sufrimientos mayores son un derecho preeminente a la justicia y que las preocupaciones de los hombres, y de las desigualdades sociales pasajeras, no pueden sobreponerse a la igualdad que la naturaleza ha creado (Martí, 1993, t. II, p. 93).
En relación con ese espíritu de análisis y unicidad para disfrutar de un bien común, apunta a Serafín Bello: “[...] A los elementos sociales es a lo que hay que atender, y a satisfacer sus justas demandas, si se quiere estudiar en lo verdadero el problema de Cuba, y ponerlo en condiciones reales [...] las condiciones de la felicidad deben estar sinceramente abiertas, y con igualdad rigurosa a todo el mundo” (Martí, 1993, t. II, p. 129).
El peligro real que previó en relación con una alianza futura con el nuevo amo extranjero, puede apreciarse en una de sus misivas a su amigo Serafín Bello:
[...] Es preciso que Cuba sepa quiénes y para qué quieren aquí la anexión. De Cuba, en la desesperación, la anhelan los que guían: no la juventud, no la población mayor. La corriente es mucha, y nunca han estado tan al converger los anexionistas ciegos de la Isla, y los anexionistas yanquis. Para mí sería morir. Y para nuestra patria (Martí, 1975, t. XX, p. 254).
A los ojos de Martí, lo temible del anexionismo no era el influjo que este sector minoritario de la población cubana podía ejercer en el que deseaba la lucha por la emancipación, sino su influencia futura que previó como peligro que rebasaba el carácter circunstancial en la política cubana.
A Manuel Mercado expresa su preocupación por las pretensiones de los Estados Unidos de comprar a España la isla de Cuba:
Porque lo doloroso es que veo de todas partes la agresión, y de ninguna la resistencia. Y aun me sorprende tener noticia de la amistad íntima de los mismos encargados de velar por nuestras tierras, con algunos de los más enérgicos en propagar, y en costear la preparación, de las doctrinas que les son contrarias. La acometida va a ser vigorosa. Y no veo la defensa. Ni entre mis mismos cubanos la veo, y aun son ellos los que, llevados de un amor ciego a la libertad, se prestan a servir de instrumentos a los que sólo saben desdeñarlos (Martí, 1975, t. XX, p. 251).
En carta a Gonzalo de Quesada precisa:
Es que vivo por mi patria, y por su libertad real […]. Cambiar de dueño no es ser libre. Yo quiero de veras la independencia de mi patria; pero no creo que esos planes de garantía, con Morenos por raíz, ayudan a la independencia, a no ser como medio para beneficiar con ella a los que no tienen interés en verla lograda, sino en impedirla (Martí, 1975, t. XX, p. 255).
El Congreso Internacional de Washington, iniciado en octubre de aquel año, confirmó la clarividencia martiana acerca de las pretensiones de los Estados Unidos de dominar a la América Latina y anexarse a Cuba. Esta razón lo condujo a otorgar carácter urgente a la tarea de liberar a Cuba y Puerto Rico, como primer paso en su estrategia revolucionaria y antimperialista para el continente.
La carta a Gonzalo de Quesada del 29 de octubre del 89 constituye una excelente muestra de sus previsiones: “Para que la Isla sea norteamericana no necesitamos hacer ningún esfuerzo, porque, si no aprovechamos el poco tiempo que nos queda para impedir que lo sea, por su propia descomposición vendrá a serlo. Eso espera este país, y a eso debemos oponernos nosotros” (Martí, 1993, t. II, p. 73).
Sus observaciones clarividentes en torno a las apetencias conquistadoras de la gran nación, los comparte con Enrique Estrázulas en febrero del 89:
De mí, no le diría más que quejumbres, sobre todo ahora que estoy fuera de mí, porque lo que desde años vengo temiendo y anunciado se viene encima, que es la política conquistadora de los Estados Unidos, que ya anuncian oficialmente por boca de Blaine y Harrison su deseo de tratar de mano alta a todos nuestros países, como dependencias naturales de éste, y de comprar a Cuba (Martí, 1993, t. II, p. 154).
A Gonzalo de Quesada indica en diciembre de ese año:
Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Vigilar es lo que nos toca (Martí, 1993, t. II, p. 143).
En el mismo mes expresa a Manuel Mercado:
En mí, es tal vez la pena mayor por serlo el conocimiento, puesto que de tanto tiempo atrás vengo allegando, y guardando y viendo crecer, las pruebas de mis previsiones, que no quieren decir que se va a venir el mundo abajo, pero sí que es necesario ponerse en pie, y ver lo que pasa en el mundo, para que no pase lo que se puede evitar, como en nuestra misma Cuba lo pudiéramos evitar nosotros, con un poco de juicio (Martí, 1975, t. XX, p. 203).
En 1890 se manifestaban aún contradicciones de criterios tácticos entre los dirigentes patrióticos. Martí trataba de concretar la organización y la unidad imprescindibles. A Gonzalo de Quesada proponía: “El peligro en Cuba arrecia. La organización tiene que comenzar […]. Es la hora de empezar a obrar, y en Washington, sin que se sienta, ni se vea, ni se ponga en riesgo el trabajo por el anuncio incauto o el entusiasmo indiscreto, está ahora el campo de operaciones”(Martí, 1993, t. II, p. 170). Durante ese año el entusiasmo patriótico y las tareas organizativas, dentro de la Isla, llegaron a tan alto punto que se fijó el 10 de octubre como fecha para organizar el alzamiento.
A pesar de toda la efervescencia de Maceo, no se tuvo en cuenta la necesidad de recibir apoyo para la lucha desde el exterior por parte de la emigración organizada, ni el plan del Héroe se sustentaba en un programa revolucionario de propósitos explícitos más allá de la independencia. El sustento de ese plan lo constituía la crisis colonial del momento y el carisma personal de Maceo, por lo que distaba mucho del proyecto revolucionario que Martí promovía por toda la emigración cubana en Estados Unidos y dentro de la propia Isla. La debilidad organizativa del proyecto fraguado por el jefe mestizo se manifestó en la disminución del propósito insurreccional en Cuba luego de su salida.
Martí insistió una y otra vez en la necesidad de que la contienda no adquiriese un carácter personal y que no se iniciara sin haber logrado fraguar la emigración, a fin de obtener una unidad de alcance mayor.
Al coronel Emilio Núñez expresa sus criterios en mayo de aquel año:
Unos cuantos, por supuesto, nos debemos poner al habla sin demora, no porque crea yo que de esta hecha tenemos ya que montar a caballo, sino porque así lo manda la previsión, y porque de ciertos estados personales que ha creado en Cuba la situación presente, puede producirse, a poco que les empuje la ambición o el patriotismo ardiente, o un falso concepto de las circunstancias, un conflicto que nos obligue a la obra inmediata (Martí, 1993, t. II, p. 172).
En otra ocasión le plantea: “[…] es nuestro deber intentar sinceramente las cosas con cordialidad y franqueza, para que nadie pueda tacharlas de ocultación, o de manejo de unos cuantos parciales. Ojalá que reconozcan todos que es urgente precavernos […]” (Martí, 1993, t. II, p. 194).
En su comunicación con Emilio Núñez el 15 de mayo del 90 exponía sus principios políticos y organizativos:
Los sucesos de Cuba se van precipitando de manera que los cubanos que residimos en el extranjero seríamos con justicia tratados de culpables si no hiciésemos a tiempo cuanto debemos y podemos hacer para tener dispuesta nuestra parte de la obra, puesto que ya se puede afirmar, con orgullo y júbilo, que los cubanos de la Isla están decididos a la suya [...] nuestro deber de cubanos libres en el extranjero es prever los acontecimientos de la Isla, y tener preparadas nuestras fuerzas de manera que el Gobierno español no ahogue en sangre, por falta de auxilio oportuno, la guerra que se viene encima, contando con nuestro auxilio (Martí, 1993, t. II, p. 199).
En clara referencia a su invitación a la unidad en un solo propósito, le expresa:
Si pretendiésemos [...] poner una de las emigraciones sobre las demás, o sofocar una opinión determinada, o excluir de propósito alguno de los elementos necesarios para la guerra, o valernos de la angustia patria para adelantar la fama o el interés de nuestras personas, seríamos tan despreciables y dignos de ser desatendidos como respetados seremos, si sin ostentación ni aires de mando, ni exclusiones injustas e impolíticas, intentamos con las fuerzas unidas de todos los hombres honrados levantar y tener pronta nuestra ala de ejército (Martí, 1993, t. II, p. 196).
Sus palabras reflejan el espíritu de su labor de fusión entre los hombres procedentes de las más diversas filas.
Hacia 1891 las ideas de Martí ya se habían extendido más allá de Nueva York. Su liderazgo político en esa ciudad se apoyaba en la sociedad de cubanos negros La Liga y en el club Los Independientes. Estas dos instituciones formaban la vanguardia revolucionaria dentro de la emigración de la ciudad y constituyeron el núcleo que impulsó la formación de un partido político independentista, como una forma de concretar las ideas expresadas por Martí en momentos anteriores.
En este año pudo constatar, durante sus visitas a Tampa y Cayo Hueso, que ya estaban creadas las condiciones mínimas, tanto en la emigración como en la Isla, para dar cuerpo al Partido Revolucionario Cubano y al objetivo principal de sus bases: la independencia de Cuba.
En carta a Rafael Serra en enero de ese año se evidencia su posición de respeto a la diversidad y su atención a la esencia en los elementos que se amalgaman:
[...] con qué respeto al pensamiento ajeno vivimos acá, y cómo cada cual es responsable por cabeza propia, de lo que se le ocurra pensar, sin que falte la necesaria vigilancia para poner donde se debe, por sobre los siglos y las cobardías, a los que con la fuerza del talento y el corazón, ilustran la especie humana (Martí, 1975, t. XX, p. 259).
Se empeña en reanimar un nuevo espíritu que no se asociaba solo a la necesidad de la guerra misma sino a una forma novedosa de encararla: sin odios ni venganzas. Lo nuevo, entonces, a los ojos de Martí no era la guerra en sí, pues esta era legítima continuación de la anterior, sino ese nuevo espíritu necesario para armonizar todos los elementos con ese sentido unitivo final.
En carta a Benjamín Guerra postula el vital sentido organizador de su quehacer político:
En las cosas relativas de la vida, en las cosas de ajuste y funcionamiento de los intereses humanos, no creo en improvisaciones. En cuanto a mí, mi corazón disciplinado, y mucho más humilde de lo que usted mismo cree, no necesitaba venir aquí para continuar prefiriendo, a las ambiciones vulgares y celos vanos de los hombres, el rincón del trabajo, con uno que otro amigo, en espera de una brava muerte (Martí, 1975, t. XX, p.259).
A José Dolores Poyo, expresó el 5 de diciembre de aquel año:
Pero ¿cómo dejaré sin decir la viveza con que anhelo una ocasión respetuosa de poner lo que me queda de corazón junto al del Cayo, de levantarlo ante los necios de este mundo como prueba de lo que por sí, sin mano ajena y sin tiranía, puede ser y habrá de ser nuestra República, de decir sin miedo que la obra política que para bien de todos se ha de fundar, ha de fundarse con todos? [...] Y sin olvido de lo verdadero y de lo justo. Y sin antipatías tenaces. Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz. (Martí, 1993, t. II, p.315).
En los ejemplos anteriores se evidencia que la labor política de Martí tuvo como sustento esencial, no el triunfo de un país sobre otro, ni de las causas libertarias justas, sino la victoria del amor como único principio realmente unitivo y liberador.
Como valoración general, emanada del examen del conjunto por la vía agregativa, puede señalarse que las cartas insertadas en los años seleccionados constituyen una muestra del profundo interés de José Martí por ir hasta la raíz natural, no solo de los hombres que harían la guerra, sino de la esencia de la propia gesta. Ese principio de esencialidad marca su pensamiento a largo del conjunto examinado y se orienta hacia un bien común que fundamenta la moral de la contienda revolucionaria.
Otro elemento general que aflora en el conjunto, a partir del empleo de la vía agregativa, es el hecho de que Martí jamás pierda de vista la identidad esencial del hombre, lo que hace que su pensamiento político se sustente en dos principios vitales: amor y fundación, pues no duda que la eficacia de todo lo que actúa en el sentido del amor es el mejor hallazgo en este terreno. Ello establece una línea orgánica progresiva en el conjunto de cartas seleccionado que imprime un incalculable dinamismo a estos textos, en diferentes contextos, en el empeño martiano de organizar la gesta independentista, a partir de nuevos objetivos y principios.
El análisis de los textos seleccionados a partir de la aplicación de las vías extensiva, intensiva, discriminativa y agregativa posibilita revelar el carácter cíclico e interactivo que adquiere el proceso lector, pues se parte de la identificación de elementos nucleares que caracterizan y condicionan los textos, al examen de la organización de los elementos identificados según su distribución, de allí a la comparación por analogías y contrastes para arribar, por último, a generalizaciones estilísticas, temáticas y conceptuales.
De ningún modo ha significado el tránsito rígido, lineal por cada vía, ni la ejecución estricta de un número de operaciones en un orden específico, ni su concepción en términos de superiores o inferiores. Por consiguiente, es posible, de manera flexible ir construyendo nuevas significaciones emanadas de cada texto en su vínculo con el contexto y el intertexto, en dependencia de las destrezas para el procesamiento de la información y el universo del saber del lector.
CONCLUSIONES
El proceso de enseñanza-aprendizaje de la comprensión textual debe proporcionar al alumno las herramientas lectoras necesarias para autogestionarse la información y saber profundizar en la forma y el contenido de la variedad de textos con los que interactúa, como parte de su enriquecimiento cultural.
Las vías de análisis para el procesamiento de la información de conjuntos textuales propician establecer relaciones en un conjunto de textos, a partir de un objetivo de lectura y de criterios de agrupación. Su empleo en el proceso de enseñanza-aprendizaje del Nivel Superior, favorece el desarrollo profesional