Introducción
En las últimas décadas, se propició un interés por la lectura que se tradujo en una profunda re-conceptualización de su práctica, así como de su función instrumental o para favorecer nuevos aprendizajes. La lectura no es un proceso sencillo, ni rápido, requiere tiempo, práctica, gusto y motivación, pues requiere de comprender e interpretar lo que se lee.
Las investigaciones y proyectos asociados a esta temática, en la formación inicial docente, son tendentes a concebir la motivación hacia la lectura como un proceso implícito de la actividad de estudio o como una acción educativa adicional, desestimando la necesidad de propuestas para estimular la motivación por la lectura y la asiduidad de su práctica.
La estimulación se entiende, entonces, como la intervención orientada a incitar la ejecución de acciones que ayuden a utilizar y expresar las potencialidades desde niveles superiores de satisfacción de necesidades y expectativas, que permitan desarrollar la participación independiente y autónoma, del ser humano, en cualquier esfera de la vida social.
La estimulación actúa a través de los recursos extensos para movilizar el nivel interno, subjetivo y se expresa en la manera en que se promueve el conocimiento sobre aquello que suscita la curiosidad, desarrollando el afán de conocer y aplicar los conocimientos a la vida y a la actividad práctica, pues la esencia de la estimulación consiste en crear las premisas para que las personas interpreten el sentido de la actividad incentivando la comprensión, la accesibilidad y la racionalidad de las influencias vinculadas a necesidades y motivos personales, cognoscitivos y sociales.
Para Labarrere & Valdivia (1988), la estimulación motivacional se basa en la activación, descubrimiento y agudización de la contradicción entre las tareas que se le plantean al estudiante y el nivel de desarrollo que estos tengan para realizarlas con éxito.
Así, según Moreno (2004), en el proceso de enseñanza-aprendizaje para estimular la motivación es importante plantearse objetivos y relacionarlos con los motivos, a partir de las posibilidades del estudiante de responder las exigencias que se le plantean, desde relaciones recíprocas entre necesidad y motivo.
Asimismo, se reconoce que las relaciones interpersonales, la formación de la convicción, de la necesidad individual y social, del sentido del deber y de la responsabilidad, que genere la actividad docente, resultan condiciones básicas para lograr este objetivo.
Entre los mecanismos para estimular las motivaciones, están la creación de una situación emocional en la enseñanza; la forma de organizar las actividades y el papel que juegan los actores que intervienen en el proceso de formación (Sologuren & Castillo, 2020). Implica, también, utilizar recursos educativos como el elogio, la indicación, el control y retroalimentación, la actividad orientada hacia la cooperación en la solución de problemas o tareas creativas, el desarrollo de la empatía y la competencia emocional. Luego, es preciso sistematizar las iniciativas que en este sentido se desarrollan en el campo de la educación y, de modo particular, en la Educación Superior.
Desarrollo
A nivel internacional, las investigaciones teorizan sobre la lectura y los factores que determinan y condicionan su proceso en la formación inicial docente universitaria. Según Ceretta (2010), se pueden identificar tres posturas acerca de la lectura que describe la evolución de los análisis al respecto:
La lectura como conjunto de habilidades.
La lectura como proceso interactivo.
La lectura como un proceso de transacción entre el lector y el texto.
Estas posturas, han influido en propuestas para el tratamiento de la lectura como fuente inestimable para la obtención de conocimientos, para el disfrute estético, asociado al proceso de formación cultural y al desarrollo integral de los individuos, desde teorías y metodologías que fundamentan la necesidad de estimular la motivación por la lectura en la formación inicial docente, para garantizar un proceso potencialmente desarrollador de:
El mundo espiritual del estudiante, sus valores y la expresión oral.
La motivación intrínseca de las prácticas lectoras.
La relación entre el lector y el texto.
Es preciso considerar que ambos elementos (lector y texto) aportan y ambos son importantes, aunque el que dirige el proceso es el lector, por tanto, se le responsabiliza de su modo de actuación ante las informaciones y lo compromete a establecer sus expectativas sobre el texto.
Se entiende que el lector activo es aquel que procesa en varios sentidos la información presente en el texto, aportándole sus conocimientos y experiencias previas, sus hipótesis y su capacidad de inferencia, enfrentándose a obstáculos y superándolos de diversas formas, construyendo su propia interpretación y siendo capaz de recapitular, resumir y ampliar la información obtenida. Son todas estas operaciones las que le permiten comprender.
Si bien la lectura exige la presencia de algunos "procesos básicos" (atención, discriminación, memoria) y para leer y comprender resulta necesario disponer de "esquemas de conocimiento", de conjuntos de representaciones más o menos organizados y complejos sobre el tema que es objeto de lectura o sobre temas afines que faciliten la comprensión, la incidentalidad de la actividad que provoca motivos hacia la lectura resulta una vía para movilizar, instar, excitar los procesos básicos y atrapar al lector, creando nuevos motivos para participar e implicarse en la lectura, dejando anclajes psicológicos que nacen de la experiencia y la vivencia.
La metacognición es el conocimiento de la persona acerca de sí mismo y de los propios procesos de pensamiento. Implica el conocimiento declarativo acerca de uno mismo como aprendiz, los factores que afectan el aprendizaje y la memoria, las habilidades, las estrategias y los recursos necesarios para realizar una tarea (saber qué hacer); incluye el conocimiento procedimental (saber cómo utilizar las estrategias); y el conocimiento autorregulatorio para asegurar la finalización de la tarea (conocer las condiciones y saber cuándo y por qué aplicar los procedimientos y las estrategias) (Silvestre & Zilberstein, 2000). Por tanto, la metacognición es la aplicación estratégica para lograr metas y resolver problemas, e implica elegir la mejor forma de realizar una tarea de aprendizaje.
En el ámbito de la lectura la metacognición permite conocer las concepciones y habilidades que subyacen en los conocimientos, las motivaciones y habilidades hacia su práctica; explicar las actitudes que se asume ante el libro; orientar las acciones para solucionar la dificultad encontrada y reorientar la lectura. Por tanto, en el ejercicio metacognitivo se esclarecen los juicos y se identifican las barreras que limitan la implicación del sujeto en este tipo de actividad y, también, se encuentran las fuerzas internas para prevenir y corregir las prácticas lectoras, ya sea como parte de la actividad de estudio o como actividad recreativa y cultural para la vida.
El anterior análisis, deja claro que leer es una actividad compleja que implica un considerable movimiento afectivo e intelectual, en el que se seleccionan, utilizan y modifican los conocimientos y maneras de aprender desde las cuales se accede a una cultura general. Es por ello, que estimular la motivación hacia la lectura implica ayudar en este empeño, el cual debe quedar materializado en el proceso pedagógico o en correspondencia con los postulados del nivel educativo que se trate.
La primera condición que justifica la necesidad de estimular la motivación por la lectura, en la formación inicial docente, se relaciona con la responsabilidad social que esta asume al precisar que la formación humanística de los estudiantes universitarios no solo es una exigencia académica, sino también una prioridad de formación afectiva y social. Legitimar esta idea implica primero: ser conscientes de las potencialidades desarrolladoras de la lectura en la formación del docente y segundo: concebir la implementación de su práctica como parte de los proyectos educativos orientados a la promoción y animación.
Al asumir que leer, en la universidad, es una práctica determinante en el proceso de formación del estudiante, se confirma que esta no solo está asociada a los aprendizajes profesionales, sino que además llega a ser una vía de socialización, en tanto se convierte en un espacio para el desarrollo integral de la personalidad.
En este sentido, la universidad se identifica como una comunidad lectora, cuyos significados y sentidos de la lectura están mediados por prácticas sociales e intercambios comunicativos, que giran alrededor de la producción, recepción y uso social de los textos en función del conocimiento.
Como comunidad cada vez más heterogénea está formada por grupos de personas con intereses profesionales diversos, desde los que se conforma la plataforma de planes y programas de estudio que responden a las carreras y especializaciones, cuya práctica demanda textos y discursos en los que confluye la unidad y diversidad de propósitos formativos.
Experiencias de diferentes universidades europeas y latinoamericanas advierten que la Pedagogía funciona en la institución escolar dando de leer y ejerce un tutelaje sobre la lectura del corpus de textos, con el fin de ejercer un control sobre la construcción del saber que es, en última instancia, una manera de regular la construcción de los significados y sentidos que se derivan de los procesos de lectura, comprensión e interpretación, orientado por los objetivos del currículo o como una opción para cumplimentar propósitos formativos, según la etapa de formación, más allá de los definidos para su estancia en los predios universitarios (Zaldívar, 2020).
En este caso, se asume que estimular la motivación hacia la lectura, en la universidad, es ofrecer la posibilidad para que el estudiante entre a formar parte del proceso pedagógico. Se confirma la idea de que el aprendizaje universitario, en su sentido más amplio, descansa en procesos de lectura, de recepción, comprensión y construcción de los textos representativos de cada área del saber humano en que se construye el currículo.
Luego, la universidad debe sustentar sus prácticas de formación en una pedagogía centrada en el desarrollo de la lectura necesaria y básica para la formación ciudadana y profesional. Un proceso formativo mediado por el texto -y los textos- como dispositivo(s) de la cultura, que permitan aprende a pensar y a actuar para poder (con)formar y (trans)formar la realidad en que se vive, lo cual implica, además, la articulación de las estrategias de enseñanza-aprendizaje y las actividades orientadas al estímulo de la motivación por la lectura.
La utilización de estrategias de enseñanza-aprendizaje de la lectura en la formación inicial docente universitaria, implicara, entonces, que se prioricen las actividades de lectura intensiva (profunda) del texto, cuyo objetivo es el análisis, la interpretación y la valoración de lo leído, mientras que la práctica de la lectura extensiva (más general) procure estimular y motivar el deseo por leer.
Esta poderosa razón, justifica que cuando se trabaja la lectura en el aula, resulta importante generar el compromiso de lograr sólidos hábitos de lectura en los estudiantes, convirtiéndola en una vía para favorecer la formación integral y la cultura general de los futuros profesionales.
En este sentido, la aspiración explícita es que los estudiantes universitarios se sientan motivados por la lectura; lean de forma independiente obras literarias, libros de texto, periódicos, revistas y otros materiales acordes a la edad, las necesidades, los gustos e intereses profesionales y personológicos; en los que logren apreciar la belleza de sus diversas formas manifiestas y, en particular, como resultado de la habitualidad de esta práctica, la palabra hablada y escrita sean reflejo de las ventajas de ser lector asiduo.
Las alternativas deberán propiciar el acceso, disfrute, comprensión y apreciación del proceso lector, a partir de la aplicación de procedimientos metodológicos orientados al diagnóstico de las motivaciones, la selección diversificada y critica de los textos, el diseño de espacios e influencias y la identificación de los recursos didácticos que caracterizan el estímulo a la motivación, desde los cuales se logre profundizar en el contenido social y metodológico de la lectura, como acto cultural que profesionaliza y dispone el acercamiento de los estudiantes a los libros, en las más diversas formas de expresión, según las experiencias y espacios en que se realice (Torres, et al., 2020).
Las experiencias de trabajo que se puedan generar desde esta investigación, reconocerán y utilizarán el papel que tienen la biblioteca y el currículo, pero se orienta a generar procesos de participación de toda la comunidad universitaria, en la concreción de un clima cultural que enfatice en la lectura como catalizador de la formación de los futuros docentes, como lectores de las más diversas temáticas culturales.
El estímulo a la motivación por la lectura supone, además, realizar actividades para acercar al estudiante a la lectura sistemática, liberadora y edificadora de la condición del ciudadano como ser social e individual.
Luego, el estímulo a la motivación por la lectura, en la universidad, supera el trabajo de las docentes para integrarse a las estrategias curriculares que promueven las carreras en función de la lectura como necesidad de formación; por tanto, se asume como el conjunto de acciones dirigidas a acercar a la comunidad universitaria a la lectura, elevando a un nivel superior el uso y gusto por el libro y la lectura, al punto de asumirla como una herramienta indispensable en la vida profesional, individual y social, que le permita, incluso, promover en otros estas motivaciones contribuyendo al propósito de formar una sociedad lectora (Bavosi, 2006; Delgado, et al., 2020).
Esta idea, al decir de Santiago & Goenechea (2020), cobra relevancia en las carreras pedagógicas universitarias en la medida que, por su encargo, los docentes de todos los niveles educativos estén comprometidos a fomentar el hábito lector. Desde esta posición, el estímulo a la motivación lectora, en la formación inicial docente, está ligada a la concepción pedagógica que, desde el punto de vista estructural, organizacional y funcional se despliega en las carreras y, desde ellas, se hace necesario crear un clima institucional que comprometa y promueva espacios, esfuerzos, tiempos y recursos en el logro de objetivos estratégicos que contribuyan a formar una sociedad lectora.
La estimulación a las motivaciones hacia la lectura, en la formación inicial docente universitaria, deberá entonces asumirse como un objetivo del proceso pedagógico que, sobre la base de la promoción y animación, despliegue acciones e intervenciones que integren las influencias educativas para develar las potencialidades desarrolladoras de la lectura en el desarrollo personal, profesional y social del futuro docente, aprovechando las diferentes circunstancias encaminadas a permitir el acceso a los libros y al acto de leer.
Conclusiones
Para estimular la motivación hacia la lectura en la formación inicial docente universitaria, la universidad debe convertirse en una comunidad lectora y ello implica que: los significados y sentidos de los textos y actividades de lectura que se orienten estén mediados por prácticas sociales e intercambios comunicativos que giren alrededor de la producción, recepción y uso social de los textos en función del conocimiento.
Todos los docentes se impliquen en actividades que propicien, ayuden, estimulen y motiven el acercamiento al libro y las prácticas asiduas de lectura; se divulguen y socialicen las potencialidades desarrolladoras de la lectura en la formación profesional, cultural y ciudadana de especialistas, investigadores y personalidades de la comunidad; se integren el tratamiento didáctico que, de los estudios literarios, habría que hacer para optimizar sus bondades, no solo por las implicaciones culturales que tiene para el desarrollo de la personalidad, sino para su desempeño como estudiantes y futuros docentes.