Introducción
El café se produce en 15 de los 18 departamentos de Honduras y representa una esperanza de vida para las familias productoras. Este artículo tiene como objetivo presentar una serie de valoraciones de las prácticas de la caficultura y sus aportes al desarrollo humano de las familias del occidente del país. El trabajo fue realizado principalmente en los municipios con mayor producción de café.
Honduras es el principal productor y exportador de café en Centro América (Ihcafé, 2021); ocupa el sector lugar en términos de exportaciones mundiales. Diversas organizaciones cafetaleras han contribuido desde hace décadas al bienestar de la caficultura, sin embargo, es necesario reflexionar acerca de esos procesos de intervención, pues la caficultura se encuentra dentro de una estructura desigual en cuanto a la repartición de los beneficios.
El cultivo del café en el país es tradicional, poco tecnificado y con escasa asistencia técnica y financiera; los productores se enfrentan a una serie de dificultades, entre ellas, los precios en el mercado nacional e internacional, problemas fitosanitarios (plagas, enfermedades), las variaciones climáticas con temporadas lluviosas o secas que afectan la recolección de la cosecha, el difícil acceso al crédito, la falta de maquinaria y equipo, el alto costo de los insumos y la escasez de mano de obra. Por otra parte, los aportes al desarrollo humano son poco visibles ante las múltiples necesidades básicas no satisfechas en la región.
La familia, con los ingresos que recibe, contribuye de manera subsidiaria con el Gobierno al invertir sus ahorros en salud, educación, alimentación y mejoramiento de viviendas. Los retos y vacíos de la caficultura son considerables. Por ejemplo, se necesita mitigar los daños causados a los ecosistemas como consecuencia del derrame de aguas mieles, tala y quema del bosque; de la misma forma, es necesario fortalecer los procesos organizativos que permitan acortar los eslabones de la cadena de valor.
Por otra parte, se deben buscar estrategias que armonicen las intervenciones en nombre de la pobreza y la caficultura, esto evitaría la duplicidad de esfuerzos técnicos y financieros en el desarrollo regional. Para acercarse a la comprensión de esas prácticas tradicionales y los aportes del café al bienestar humano, en este estudio se tomaron en consideración las percepciones de las familias productoras, los técnicos de la institucionalidad cafetalera y otros gestores regionales. Se hace énfasis en la necesidad de reflexionar acerca de los mecanismos de coordinación institucional, puesto que, históricamente, el occidente de Honduras se ha caracterizado por múltiples intervenciones orientadas al desarrollo, que no han impactado en las comunidades, a tal grado que, sigue siendo una de las regiones más desiguales del país (PNUD, 2022).
Las críticas aquí planteadas hacia la institucionalidad cafetalera y a los actuales modelos de intervención deben propiciar los espacios para buscar estrategias alternativas que permitan prevenir el marginamiento o la exclusión social que ha sufrido históricamente el occidente de Honduras.
La caficultura hondureña está inmersa en los planteamos teóricos de la economía y el desarrollo. Desde Adam Smith (1723-1790) hasta los postulados de Walt Whitman Rostow (1963) y Amartya Sen con sus propuestas para el desarrollo humano. Con el surgimiento del modelo neoliberal, el Estado ha propiciado las condiciones de infraestructura para favorecer la inversión y la entrada del capital, especialmente bajo la modalidad de alianzas público-privadas (Puello, 2015).
Adam Smith propuso que, lo fundamental era que el Estado no interviniera en la economía, su papel debía estar centrada en la defensa, seguridad y justicia, así como la creación de la infraestructura necesaria.
Friedman fue defensor del libre mercado y propuso que el crecimiento económico de los países se podría lograr a través del incremento de la masa monetaria; fue defensor de la propiedad privada, planteó limitar las acciones del Gobierno en el mercado, promovió la privatización, la desregulación y la eliminación de las barreras a la circulación de bienes y servicios (Ravier, 2016).
Actualmente, han surgido nuevas discusiones conceptuales a la idea de capitalismo y a los diversos adjetivos de la economía (Krueger, Schulz, & Gibbs, 2018), por ejemplo, el apego de la economía del café a la competitividad y a la satisfacción de las demandas del mercado internacional siguen tan vigentes como nunca y forman parte de las visiones de la economía política del café.
A los postulados teóricos de la economía clásica se sumaron las teorías del desarrollo. La teoría de la modernización y la teoría de la dependencia siguieron reproduciendo las premisas de una visión mercadológica del mundo. Sin embargo, con el surgimiento de los teóricos posestructuralistas dio comienzo a una nueva oleada de críticas hacia la teleología del desarrollo, al cuestionar las imposiciones y representaciones de realidades alejadas del contexto y, con ello, buscar nuevas prácticas de saber y hacer (Escobar, 2020).
El ulterior bienestar humano de las familias productoras de café podrá hacerse posible siempre y cuando se indaguen de forma participativa a cuál tipo de bienestar humano se aspira, cuáles metodologías alternativas lo harán posible, cuáles serán las nuevas estrategias y premisas de intervención, para quiénes se quiere producir, qué mecanismo de coordinación lo hará posible y cómo será la relación del cultivo del café con la madre Naturaleza. Sin estas reflexiones, seguirá existiendo una caficultura desigual en los beneficios que produce.
La región occidental de Honduras comprende los departamentos de Copán, Ocotepeque y Lempira. La región se ubica al noreste de Guatemala y El Salvador y al oeste de los departamentos de Santa Bárbara y Cortés, con una superficie de 9100 km2 que representa el 8% del territorio nacional. Su topografía es irregular, alcanzando altitudes que oscilan entre los 1400 y 2400 m.s.n.m. y únicamente el 25% del territorio es relativamente plano. El occidente de Honduras cuenta con una población de 927 386 personas (INE, 2019). Las actividades económicas se basan principalmente en café, granos básicos y remesas familiares. Otros productos que sobresalen son las hortalizas, caña de azúcar, ganadería, frutas, madera, minería, comercio y venta de servicios.
En los últimos años ha proliferado el comercio informal. La economía del café se ha visto perjudicada por la baja internacional de los precios del grano, el alto costo de los insumos (i.e., fertilizantes & plaguicidas) y la vulnerabilidad en la infraestructura vial.
Las estrategias en nombre del desarrollo por décadas han invertido cuantiosos fondos que, desde una percepción generalizada, no han logrado impactar en el bienestar de la población. El estancamiento del “desarrollo” se debe a la falta de ingresos y a la pobreza generalizada que conducen a una reducción significativa del llamado desarrollo humano (PNUD, 2022).
En tal sentido, las promesas teóricas no se cumplieron, lejos de reducir las asimetrías sociales, la implantación del modelo desarrollista ha convertido a América Latina en “la región más desigual del mundo” (CEPAL, 2019, pág. 21), siendo el difícil acceso a los ingresos uno de los factores determinantes para el bienestar humano.
La economía del café es más visible en ciudades como Lepaera y Gracias, Lempira. En Corquín y Santa Rosa de Copán. En San Marcos, La Labor y Ocotepeque. Alrededor del café se mueven otras actividades productivas que dinamizan la economía regional.
El occidente de Honduras ha sido caracterizado como una zona atrasada, vulnerable ante el cambio climático y con altos índices de pobreza. Paradójicamente es una región con un alto potencial hídrico y minero, biodiversidad y con las condiciones para promover el turismo ecológico y la venta de servicios ecosistémicos.
Los estudios revelan que el café se extendió desde Etiopía y Abisinia hacia Holanda y Francia y en América fue introducido entre 1714 y 1728. Este llegó a las colonias de Surinam, Martinica, Santo Tomas, la española en República Dominicana, Haití y Cuba.
En Centroamérica, el café llegó primero a Guatemala y a El Salvador, posteriormente pasó a Costa Rica, Nicaragua y, por último, llegó a Honduras a través del Puerto de Trujillo en 1799. Al occidente del país llegó entre 1835 y 1850, y según los relatos históricos provino de Guatemala y El Salvador.
Desde su llegada, la caficultura no tuvo el auge esperado, por ejemplo, la Reforma Liberal impulsada por Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa a partir de 1876 no dio los frutos anhelados y no fue hasta la década del setenta del siglo XX que el cultivo del café comenzó a hacerse más visible en cuanto a las cantidades exportadas.
La Reforma Liberal introducida entre 1876 a 1900 buscó la conversión del país hacia una estrategia agroexportadora. Para esa época prevalecía en la sociedad moderna la idea de progreso (Rodrígues de Souza & Seifert, 2018), la cual indujo una visión extractivista de las actividades productivas, se crearon decretos, leyes y el país abrió sus puertas al capital extranjero. El progreso sufrió su más grande metamorfosis a partir de la Segunda Guerra Mundial al implantarse la idea de desarrollo que galvanizó el pensamiento de personas e institucionalizó diversas estrategias de intervención con una meta universal, ser desarrollado.
Con el paso de las décadas, esta ideología implantó una serie de dicotomías que condicionaron la realidad en cada rincón del planeta; el pensamiento dicotómico facilitó la propagación de una serie de programas intervencionistas y propició las condiciones para implantar una racionalidad mercadológica de la realidad. Diversas posturas se encuentran en el pensamiento de la ecología de saberes que analizan la proliferación de alternativas, dentro de las cuales se sitúa la incorporación de otros conocimientos diferentes al conocimiento científico (Aguirre García, 2018).
Sin embargo, desde el pensamiento académico en Honduras todavía prevalece una monocultura del saber que condiciona la visión intervencionista en cada estrategia institucional, en tal sentido, predomina una agenda que promueve una caficultura extractivista, de productividad y competencia para satisfacer las demandas de un exigente mercado internacional.
La carga semántica del desarrollo ha penetrado todos los ámbitos de la existencia, ahora esta palabra es aplicable a cualquier realidad. “El desarrollo se erigió en un nuevo mito y aspiración universal a partir de una visión economicista y cuantitativa” (Sánchez, 2019, pág. 112).
En la década del noventa del siglo XX al desarrollo se agregó “lo humano” como respuesta a las críticas que contenía el simple crecimiento económico. Los aportes de Amartya Sen popularizaron las nuevas adaptaciones al incluir las capacidades y las libertades humanas en las estrategias desarrollistas (Deneulin, 2019).
Con el surgimiento del Índice de Desarrollo Humano, fue incluyéndose, poco a poco, variables para medir el bienestar humano expresados en salud y educación. Sin embargo, las concepciones de lo humano dentro de la caficultura siguen apegadas a una condición material y numérica; una racionalidad económica que les aparte de otras alternativas posibles.
Los productores, con el paso del tiempo, han logrado hacer cambios significativos en su forma de vida, sin embargo, se han convertido en subsidiarios del Gobierno, lo cual dificulta los procesos de reinversión y satisfacción de otras necesidades básicas.
Las percepciones generalizadas es que, el occidente de Honduras cuenta con una serie de potencialidades que le permitirían escapar de una condición de exclusión y marginamiento. Por ejemplo, a pesar de una serie de programas y proyectos impulsados por organizaciones no gubernamentales, la región todavía presenta altos índices de pobreza, lo cual ha obligado a miles de jóvenes a emigrar hacia Estados Unidos y España (Canales et, al. 2019). Las inversiones públicas han estado concentradas principalmente en la zona norte y centro del país y la prioridad ha sido el fortalecimiento del sector financiero, comunicaciones, comercio textil y construcción. La agricultura, desde la percepción de los caficultores, es uno de los rubros con menor asignación presupuestaria.
En tal sentido, los escenarios prospectivos para el bienestar de las familias productoras están condicionados por la baja internacional de los precios del café, la mayor asignación de presupuesto para defensa y seguridad y la disminución presupuestaria para salud y educación, lo cual tiene implicaciones directas en cada una de las comunidades del occidente de Honduras.
Materiales y métodos
Este estudio se realizó utilizando una serie de técnicas de investigación cualitativas tales como observaciones, grupo focal (Copán, Ocotepeque y Lempira); entrevistas con familias productoras de café y gestores del desarrollo (directores de instituciones cafetaleras, alcaldes municipales, técnicos de organizaciones no gubernamentales, académicos, etc.). Los gráficos presentados proceden de un cuestionario, el cual fue aplicado a productores en San Marcos de Ocotepeque, Lepaera, Lempira y Corquín, Copán; Estos sitios son representativos de la producción de café en el occidente de Honduras.
Para el análisis cualitativo, las categorías utilizadas fueron caficultura, desarrollo y coordinación institucional. Dentro de la categoría “desarrollo” se indagó acerca de la salud, educación, economía familiar, ambiente y procesos organizativos.
Además, para comprender los objetivos plasmados en la investigación se realizaron giras de campo a fincas de café y se consultaron diversos informes del Instituto Hondureño del Café (IHCAFÉ) y de la Organización Internacional del Café (ICO, por sus siglas en inglés).
En Copán, se realizaron visitas a los municipios de Corquín, Florida, Santa Rita, San Pedro y Cucuyagua del departamento de Copán. En el departamento de Lempira: La Iguala, Lepaera, La Unión, Gracias y San Rafael. En el departamento de Ocotepeque: San Marcos, Sensenti, La Labor, San Francisco del Valle y Mercedes. Los cuestionarios fueron aplicados en Corquín, Copán, Lepaera Lempira y San Marcos de Ocotepeque. Se realizaron 45 entrevistas de las cuales se escogieron 30 para su análisis.
La muestra poblacional para la aplicación de cuestionarios fue de 378 personas, según los datos de productores registrados en el IHCAFÉ para el occidente del país. Se utilizó una fórmula para el cálculo de la muestra con poblaciones finitas, tal como se presenta en la fórmula 1, se consideró un nivel de confianza del 95%, un margen de error del 5%. y una población de 24 716 productores.
Tamaño de la Muestra. Fuente: Fórmula tomada de (Sucasaire, 2022)
Los entrevistados fueron escogidos al azar y por sugerencia de otras familias productoras. Los grupos focales fueron realizados en Santa Rosa, San Marcos y Lepaera.
El enfoque principal de esta investigación fue de carácter cualitativo, sin embargo, para un mejor análisis de los objetivos se aplicó un cuestionario a familias productoras con la intención de cuantificar las percepciones recopiladas. Para la interpretación de la información de este instrumento fue utilizada la estadística descriptiva con el programa SPSS.
Los datos fueron agrupados por medio de frecuencias y se utilizaron medidas de tendencia central como la media y la moda. Se hace hincapié que, debido a la naturaleza de la información, que es esencialmente producto de la espontaneidad en las opiniones y puntos de vista, el análisis se limita únicamente a cuantificar ciertas tendencias enmarcadas en la abstracción de los investigados.
Las entrevistas fueron grabadas en audio y posteriormente fueron transcritas y ordenadas para ser analizadas. Se codificaron y se extrajeron las redes semánticas de acuerdo con las categorías priorizadas. Por ejemplo, caficultura, desarrollo, contribuciones en salud y educación, problemas ambientales, economía familiar y procesos organizativos.
La información se ordenó usando datos estadísticos provenientes de gráficos, cuadros y percepciones vertidas por las familias productoras de cada red semántica utilizada. Los comentarios de los grupos focales y expertos en el tema completaron la compresión de cada uno de los objetivos propuestos.
Resultados y Discusión
La caficultura, desde la percepción de las familias productoras, es una actividad desigual, puesto que los beneficios económicos en su cadena de valor no se reparten de manera proporcional para todos. Desde esa percepción, los más favorecidos son los exportadores y los compradores intermediarios.
En las diversas entrevistas, las familias adujeron que la caficultura solventa una serie de necesidades básicas, sin embargo, en las últimas cosechas, la volatilidad de los precios internacionales ha causado la reducción drástica de los ingresos de cientos de hogares, a tal grado que, algunos productores se vieron en la necesidad de emigrar hacia los Estados Unidos de América en búsqueda de ingresos que les permitan honrar sus compromisos financieros.
Como se presentan en la figura 1, durante este estudio se analizaron tres categorías fundamentales: Las prácticas de producción, procesamiento del grano (beneficiado) y su comercialización; Por otro lado, los aportes de la caficultura al desarrollo humano de las familias del occidente de Honduras y; los mecanismos de coordinación institucional
Las prácticas de la caficultura, en su mayor parte, son de carácter tradicional y la tecnificación es limitada. El proceso de recolección, clasificación, beneficiado y secado se realiza utilizando una cantidad abundante de mano de obra. En las prácticas de producción, el 54.2% de los consultados adujo contar con varios tipos de café en su finca, algunos más resistentes a enfermedades como la roya (Hemileia vastratrix) o la broca del fruto (Hypothenemus hampei).
El 34.9% cuenta con una sola variedad, lo cual, según entrevistas con técnicos de la institucionalidad cafetalera, contribuye con una mejor calidad en la producción y comercialización del café. El 58.2% de una muestra de 378 productores, adujo que nunca han realizado estudios de suelo en su finca, esto se convierte en parte de los vacíos y retos para las instituciones relacionadas con la caficultura. En este sentido, una cantidad considerable de cooperativas están incursionando en la tecnificación y certificación de las fincas de sus socios, esto les permite competir con calidad y precio en el mercado internacional.
El 46% de las familias consultadas cuenta con uno o varios sellos de certificación. En el proceso de beneficiado se pudieron detectar algunas debilidades, por ejemplo, quienes integran alguna organización suelen despulpar, lavar y secar el café en las instalaciones de la cooperativa, esto reduce el impacto al ambiente por el manejo adecuado de la pulpa y aguas mieles. El 37.3% de los consultados despulpa su café en su casa y el 34.7% en su finca. El proceso de comercialización que realizan las familias productoras, por lo general, es por medio de compradores intermediaros. Sí el café es vendido a la cooperativa a la cual pertenece, tiene la posibilidad de obtener mejores precios, además de tener acceso a financiamiento o insumos agrícolas. Generalmente el café se vende en uva y por la vía húmeda. Se ha podido constatar que, muchas veces, la calidad se pierde en el proceso de acopio de los intermediarios al revolver los diferentes tipos de café.
En la cadena de valor del café, existe un sin número de problemas que lesionan los ingresos de las familias, por ejemplo, la variación de los precios sin mecanismos de compensación, problemas fitosanitarios (plagas y enfermedades), la falta de asistencia técnica y financiera, el cambio climático, el alto costo de los insumos, vías de comunicación en mal estado; la falta de medios de transporte para sacar la producción, la falta de maquinaria, electricidad y, mano de obra, entre otros. Desde la percepción de los consultados, es la familia productora quien solventa cada uno de estos obstáculos, sin embargo, claman por políticas públicas cafetaleras que atiendan de una mejor forma los problemas del rubro. A esto se pude sumar la escasa diversificación de la producción para compensar los riesgos de la caficultura, por ende, tal actividad cada vez más se ha convertido en un monocultivo que dificulta solventar una serie de necesidades del llamado desarrollo humano.
En ese sentido, las diferentes estrategias de intervención no han podido resolver los problemas estructurales que enfrenta la región. Las concepciones del desarrollo siguen apegadas a una racionalidad económica y mercadológica y el cultivo del café se ha convertido en una actividad extractivista que satisface las demandas de un mercado internacional cada vez más exigente.
Sin embargo, no se puede desconocer que la caficultura, en parte, solventa necesidades básicas. En figura 2 de muestra, que el 65.1% de los consultados adujo que esta actividad ha contribuido a mejorar la salud en el hogar, el 24.3% manifestó que contribuía muy poco y el 10.3% de los consultados expresaron que no contribuye en nada.
Con relación a la educación, el 65.3% en la figura 3 se manifestó que el café ha ayudado a mejorar la educación en la familia, el 23.5% consideró que muy poco y el 10.8% manifestó que la caficultura no contribuye a la educación de la comunidad.
En cuanto al mejoramiento de viviendas, 70.1% de los consultados consideró que la caficultura contribuye año con año a mejorar sus hogares, 18.5% manifestó que muy poco, el 10.6% adujo que no contribuye y 0.8% no contestó o no respondió. La producción de café ayuda a obtener una mejor salud, educación, así como satisfacer otras necesidades básicas, sin embargo, siempre falta el capital para la tecnificación, el mantenimiento de la finca y los demás proyectos de diversificación de la producción.
No se pueden negar los aportes que realiza la caficultura a la economía regional, a pesar de ello, esto no necesariamente se ha traducido en mejoras sustanciales de bienestar humano. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha manifestado desde hace varios años que los indicadores más bajos de bienestar humano se han ubicado en el occidente de Honduras (PNUD, 2022).
Al ser consultadas las familias productoras, el 31.80% concuerdan que los mayores beneficios se quedan en los procesos de intermediación. 16.20% manifestó que también el Gobierno se beneficia con los impuestos que impone, como se expone en figura 4. Otros favorecidos son las empresas exportadoras y los cortadores de la cosecha. El último beneficiado de la cadena de valor del café, según los entrevistados, es el productor, quien, desde esa realidad, aporta el mayor esfuerzo.
Otras categorías del desarrollo analizadas en este estudio han sido los temas ambientales, la economía familiar y los procesos organizativos. En términos ambientales el cultivo del café ocasiona daños en formas diversas, por ejemplo, la tala del bosque para la ampliación de la frontera agrícola, la contaminación de fuentes de agua por pulpa y aguas mieles, el uso de fertilizantes químicos de aplicación convencional y foliares. Por todo lo anterior, en alguna medida, la caficultura ocasiona daños a la flora, fauna y las fuentes de agua.
El occidente de Honduras cuenta con interesantes iniciativas de organización cafetalera que les ha permitido avanzar en los eslabones de la cadena de valor. Por ejemplo, cada vez más los productores se acercan a la calidad del café por medio de la certificación de sus fincas. La conformación de cooperativas ha contribuido para que desde su centro de acopio se aprovechen los subproductos del café generados por la pulpa o las aguas mieles.
De la muestra consultada, el 42.8% pertenece al IHCAFÉ, sin embargo, existe un 20.1% que no está afiliado a ninguna organización o institución cafetalera. Las razones para no integrar procesos organizativos son diversas: La falta de conocimiento, la desconfianza en las instituciones o, simplemente, porque no hay interés. Sin embargo, la organización representa un potencial para la búsqueda de mejores compradores internacionales y aprovechar las posibilidades que están alrededor de la economía del café.
Otra de las categorías analizadas en este estudio fueron los mecanismos de coordinación institucional. Las valoraciones acerca de la institucionalidad cafetalera no son favorables. El 29.9% de los consultados calificó como malo el trabajo que realizan, 48.7% como regular, 16.1% lo valoraron muy bueno y el 5.3% no respondió o no contestó. Por su parte, las diversas estrategias de intervención en la región contienen cada una su propia visión de desarrollo.
La Academia, ha estado ausente de estos procesos, sus aportes se han limitado a coordinar actividades con alguna organización o llevar a cabo limitadas tareas de investigación y vinculación en la región. La Municipalidad, la Secretaría de Agricultura y Ganadería, el Instituto de Conservación Forestal, son agentes desvinculados de la actividad cafetalera, o al menos, con poca participación.
Generalmente, las actividades productivas no están encadenadas y cada organización no gubernamental interviene con su propia agenda de trabajo. El 50% de los consultados adujo que el apoyo que reciben del Gobierno local es malo. En tal sentido, la armonización de los procesos es imprescindible para visibilizar los aportes que se realizan en nombre de la caficultura, la pobreza y el desarrollo. La caficultura es una actividad de relevancia económica. “El 90% del café en el mundo se cultiva en pequeñas superficies” (Merlín et, al. 2018, p.412).
En Honduras, esta actividad se caracteriza por su condición democrática; es decir, las tierras no están concentradas en pocas manos, sin embargo, necesita nuevas interpretaciones en sus estrategias de gestión e intervención. Esto debe estar conectado con los demás agentes del desarrollo regional. Las potencialidades que ofrece la caficultura son considerables, por ejemplo, dar valor agregado a la producción, aprovechar los subproductos del café (e.g., abonos orgánicos, conservas alimenticias, dulces, tés, foliares, etc.); aprovechar el potencial de servicios ecosistémicos que ofrece una finca, entre otros.
Por ejemplo, cada vez más, el mercado internacional demanda productos con criterios de certificación y sostenibilidad. En el occidente de Honduras, existe una cantidad considerable de fincas no certificadas, los costos y la inversión para este proceso influyen en la decisión familiar, sin embargo, los beneficios que ofrecen los sellos de certificación son cruciales para mejorar los ingresos familiares. A esto debe sumarse el fortalecimiento de las estructuras organizativas, esto permitirá acceder a compradores internacionales de forma directa.
La caficultura en la región necesita del acompañamiento de diversos sectores, por ejemplo, la Academia debe buscar mecanismos de coordinación para insertarse en cada uno de los eslabones de su cadena productiva. El estudio de suelos, la tecnificación de las fincas, la certificación, el análisis de la calidad, la promoción o publicidad, las estrategias de comercialización, son ejemplos de espacios para que el sistema educativo del país esté inmerso y con ello crear una cultura industrializada e institucionalizada del café. En ese sentido, se necesitan coordinar espacios de armonización de los diferentes procesos de cara a la incertidumbre que presentan los escenarios de la caficultura.
El desarrollo humano de las familias productoras podrá mejorar en la medida que se revisen las prácticas tradicionales (el traspaso del monocultivo a la diversificación, la tecnificación productiva, el cuidado del bosque y agua, la contaminación de ríos y quebradas, la capacitación permanentes, la participación de la comunidad cafetalera en las políticas públicas, entre otros); las premisas y los mecanismos institucionales de intervención en la región, así como la implementación de plataformas que visibilicen a los mismos productores.
Las familias productoras no pueden continuar subsidiando las necesidades básicas que deben ser satisfechas por el Gobierno; esto limita la reinversión y el dinamismo socioeconómico de las comunidades y otras actividades productivas. La institucionalidad cafetalera debe buscar mecanismos para transparentar sus intervenciones, ahora existe la tecnología disponible para potenciar este rubro y buscar mejores ingresos para las familias. Se ha podido constatar que la baja internacional de los precios del café no cuenta con mecanismos de compensación. Hasta la fecha, instituciones como el IHCAFÉ, el Fondo Cafetero Nacional y las demás organizaciones gremiales, no cuentan con el respaldo de la mayor parte de los productores, para ellos, son instituciones que viven del mismo productor, sin embargo, deben buscarse las alianzas para que, por medio de procesos más organizados, las intervenciones en la región tengan los impactos esperados para el bienestar humano.
Conclusiones
La caficultura aporta beneficios socio económicos a la región. Para las familias productoras, representa una esperanza de vida al final de cada año. La reinversión y mejoramiento de fincas depende del precio del café. Las prácticas tradicionales evidencian que la caficultura sigue siendo una actividad extractivista y con poco valor agregado. En tal sentido, es necesario buscar estrategias por medio de políticas públicas que permitan una mejor repartición de los ingresos derivados de la caficultura, es necesario un mayor acercamiento entre consumidor y productor.
Sí se desea alcanzar mejores condiciones de bienestar humano expresados en salud, educación, ambiente, organización, economía familiar, entre otros, deben revisarse las estrategias de intervención en nombre del desarrollo, la pobreza y la desigualdad.
El Gobierno debe satisfacer necesidades básicas para que las familias inviertan sus ingresos en mejoramiento y tecnificación de sus fincas, en la diversificación y en maquinaria productiva
La institucionalidad cafetalera está llamada a propiciar espacios de armonización y concertación para mitigar los daños a los ecosistemas, así como analizar las percepciones desfavorables que los productores tienen de su gestión.
La región occidental necesita de la convergencia de diversos actores. Se necesita una economía del café que inspire nuevas ideas; que inspiren economías más solidarias privilegiando lo local, el autoconsumo, y la auto comercialización.