Los cambios ocurridos en la estructura y organización social a nivel planetario, unidos a los acelerados progresos de la ciencia y la técnica en la última centuria, han incidido en las construcciones sociales de las identidades masculinas y femeninas, en la conformación de los vínculos amorosos y en su dinámica relacional. En esta dirección, las relaciones de pareja en la adolescencia y juventud como espacios vinculantes de subjetividades en desarrollo pueden ser fuente inestimable de bienestar y de gran valor para el desarrollo de cada sujeto que conforma el vínculo amoroso. Este espacio de relación íntimo-personal constituye un modulador de calidad de vida y realización de los seres humanos.
En la adolescencia y juventud se establecen las primeras relaciones de pareja y se construyen estilos relacionales, más o menos funcionales y/o saludables, que pueden perdurar en el tiempo y repetirse en los vínculos futuros de pareja; no obstante, estas interactúan en espacios con grandes carencias o insuficientemente preparados para afrontar de manera constructiva las demandas de este tipo de vínculo afectivo sin el aprendizaje necesario. Con mucha frecuencia aparecen los primeros signos de disfuncionalidad o relaciones abusivas en esta etapa.
Un tipo de violencia particular que en los últimos años se ha convertido en un problema social y de salud de primer orden, incluso, de violación de los derechos humanos lo constituye la violencia en el noviazgo o Dating violence como se le conoce en la literatura anglosajona. Se estudia este fenómeno no solo por su magnitud, sino también por la gravedad de las consecuencias individuales y sociales que ocasiona tanto en víctimas como en victimarios, y por la posibilidad de reducirla mediante acciones preventivas y promocionales.
Aunque la mayoría de los estudiosos afirman que constituye un tema relativamente nuevo en el campo investigativo, se destaca que hace más de sesenta años Kanin (1957) se interesó por este fenómeno ignorado o subestimado de la violencia en las relaciones de noviazgo de adolescentes y jóvenes. El estudio de prevalencia realizado por este autor puso de manifiesto que un 62 % de las universitarias estudiadas había sufrido algún tipo de agresión sexual.1
Makepeace, pionero en este campo, realizó un trabajo exploratorio en 1981 sobre la naturaleza y prevalencia de la violencia en el noviazgo en 202 universitarios estadounidenses de ambos sexos; a partir de sus resultados comenzó a generarse un número cada vez mayor de investigaciones, y consecuentemente, de publicaciones sobre la prevalencia de las tres principales manifestaciones de la agresión en el noviazgo: física, psicológica y sexual, tanto en su vertiente de perpetración como de victimización. En este estudio, el 21,2 % de los participantes había sufrido amenazas o agresiones físicas directas y el 61,5 % conocían casos de violencia dentro de la pareja. Este investigador advirtió que la violencia en el noviazgo es un grave problema que afecta de forma considerable la salud física y mental de los adolescentes.2
En 1995 la OMS informó que el 30 % de los estudiantes universitarios había revelado alguna forma de violencia en sus relaciones de pareja, y que con el tiempo algunas formas de agresiones verbales se convertían en físicas.3) Hoy, a nivel internacional y regional las cifras revelan que estas actuaciones son más comunes de lo que se pensaba.4 Se extienden en un continuo que va desde el abuso verbal, emocional y psicológico hasta la agresión física, sexual y el asesinato. Esta violencia es contaminante, infringe y afecta emocionalmente y físicamente a quienes la viven.
Investigaciones en el contexto cubano con estudiantes universitarios reportaron la presencia de violencia en sus noviazgos, según aseguró Romero Almodóvar en entrevista realizada para Express Zacatecas el 5 de diciembre de 2017. Identificar y ofrecer intervenciones tempranas que eviten el establecimiento de este estilo relacional resulta un imperativo actual.
La etapa universitaria se considera clave para la educación y el fortalecimiento de hábitos y conductas en salud. Los estudiantes son el capital humano de más valor dentro de una universidad; por ello son claves para fomentar y desarrollar una cultura saludable dentro de su entorno.
En correspondencia con los retos que plantea la educación superior cubana, una de sus prioridades es proporcionar a los estudiantes una formación integral que facilite el completo desarrollo de su identidad personal y social, y que les permita alcanzar la madurez necesaria para enfrentar de manera efectiva las dificultades que se presenten en la vida.
Las profesiones relacionadas con la salud son fundamentalmente profesiones de cuido, es decir, de velar por el otro y poner saber y técnica al servicio del bienestar. En este sentido, es importante señalar que saber afrontar y ser competente en la correcta identificación de las conductas consideradas violentas entre los universitarios de las ciencias médicas, es particularmente relevante. Errores en la percepción del fenómeno se traducirán en defectos en las acciones desde la detección hasta el saber tratar, las que dependen de la competencia de este profesional además de constituir un problema personal que demanda intervenciones correctoras apremiantes.
Una investigación realizada en el contexto cubano por Ferrer Lozano et al.5) refiere que persiste baja percepción de la violencia como problema de salud, pobre nivel de búsqueda activa de morbilidad por esta causa como parte del diagnóstico en los análisis de la situación de salud, así como limitados espacios especializados en este sector para la atención a los sobrevivientes de la violencia y de los agresores. Ellos comparten el criterio de que, en general, los profesionales de la salud tienen dificultades a la hora de detectar y abordar esta problemática, por lo que más del 70 % de los casos son invisibles ante los ojos sanitarios, no se logra identificar el problema de violencia subyacente aun cuando esta sea la raíz de los problemas físicos o psicosomáticos por los que las víctimas demandan la atención.
La invisibilidad de la presencia de violencia en el noviazgo en estudiantes universitarios en todo el orbe, y de manera particular en Cuba empañan la calidad en el cumplimiento del objeto de trabajo de los profesionales de la salud en los ámbitos de actuación personal, familiar, comunitario y social; en los modos de actuación (tanto en el método clínico como en el método epidemiológico) a partir de la detección, atención y ayuda a los sobrevivientes de cualquiera de las formas de maltrato; y del perfil del profesional porque revela fisuras en el nivel de desarrollo integrado de sus conocimientos, habilidades, capacidades, valores y niveles de motivación acerca del tema, como elementos para autoperfeccionarse y actuar de forma independiente y creativa.
Si a esto se adiciona que estudiantes y profesionales de la salud (quienes tienen un papel preponderante en su abordaje) pueden pervivir en vínculos amorosos violentos que no reconocen, invisibilizan y naturalizan, entonces se produce un “enorme tendón de Aquiles” en la lucha contra la erradicación de toda forma de violencia. Sus modos de actuación deben corresponderse con el encargo social que exige la sociedad cubana colocando la salud, dignidad e igualdad de las personas en el centro de la atención. Prepararlos para convertirse en agentes de cambio promoviendo una postura de rechazo a la violencia compete a todos.