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Revista Universidad y Sociedad

versión On-line ISSN 2218-3620

Universidad y Sociedad vol.9 no.3 Cienfuegos jul.-set. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL



LA CIUDAD EN LA NOVELA LATINOAMERICANA, APROXIMACIONES A SU EVOLUCIÓN



THE CITY IN THE LATIN AMERICAN NOVEL, APPROACHES TO THEIR EVOLUTION




MSc. Liosdany Figuera Marante

Universidad de Cienfuegos. Cuba.





RESUMEN

El presente artículo es resultado del informe de tesis en opción al título científico de Doctor en Ciencias Literarias por parte del autor en la Universidad Central "Marta Abreu" de La Villas. Aborda la evolución que ha tenido el tema de la ciudad y el espacio urbano en la novelística latinoamericana. Realiza un análisis de las principales ciudades del continente representadas en la novela, con énfasis en la producción de los novelistas del siglo XX. El texto expone además, cómo la realidad urbana de los países latinoamericanos ha sido esencial en la urbanización de su literatura.

Palabras clave: Ciudad, espacio urbano, novela, literatura, novelistas, Latinoamérica.


ABSTRACT

The present article is been of the thesis report in option to Ph. D in Literary Sciences in the Central University "Marta Abreu" of Las Villas. It approaches the evolution of the topic of the city and the urban space in the Latin American novel. The present work analyzes the main cities of the continent represented in the novel, with emphasis in the production of the novelists of the XX century. The text explains how the urban reality of the Latin American countries has been essential in the urbanization of its literature.

Keywords: City, urban space, novel, literature, novelists, Latin America.





INTRODUCCIÓN

Desde finales del siglo XIX, el espacio urbano en la literatura cobra una nueva dimensión, matizada por la lucha de la vida urbana contra la naturaleza[1], incluso desde la misma subsistencia del hombre citadino, que no va a depender expresamente de los beneficios del campo. No pocos estudiosos le dedican una merecida atención a esta dinámica, en el caso latinoamericano. "Como demuestra José Luis Romero fueron las ciudades y no la naturaleza, las que determinaron el desarrollo histórico de Hispanoamérica, y también el de sus ideas y su literatura. El modernismo no fue ajeno a esta determinación, e incluso nos atreveríamos a aventurar la hipótesis de que la revolución experimentada por las ciudades hispanoamericanas en el fin de siglo es un elemento determinante para la configuración estética de este movimiento". (Salvador, 2002, p. 21)

A partir de este momento podemos plantear que en el desarrollo y evolución de la literatura, la ciudad[2] y el hombre urbano, ocupan un lugar esencial; acentuándose desde mediados del siglo XX. Las ciudades latinoamericanas alcanzan más jerarquía en la medida que se logra la reconstrucción de las mismas, surgiendo a la vez espacios transformadores de las mentalidades de quienes interactúan directa o indirectamente. "Esto, incluso, tendrá resonancia posterior en aquellos escritores que, tomando el tema de la naturaleza, hablarán de ella como esa fuerza devoradora que aniquila al hombre. Ejemplos como Doña Bárbara (1929) de Gallegos y La Vorágine de José Eustasio Rivera (1924) son reveladores. En estas obras, de forma implícita, la ciudad se asocia a la civilidad ya propuesta por Sarmiento un siglo antes". (Carrillo, 2003, p.6)

La modernidad, le otorga al paisaje urbano nuevos matices a la noción de ciudad, el desarrollo tecnológico, entre otros aspectos, favorecen una mirada y un desplazamiento dentro de las urbes con mucho mayor dinamismo. "El espacio urbano es uno de los ingredientes más novedosos y decisivos que la modernidad introduce en la lógica interna de la literatura y el arte finiseculares. También en Hispanoamérica" (Salvador, 2002, p.15). En tal sentido el escritor modernista se vincula desde dos posiciones diversas con las ciudades, por un lado contra la modernización y sus flagelos y por otro, en defensa de la modernidad y sus beneficios; premisa constante en la literatura latinoamericana desde entonces.



DESARROLLO

Aunque se pueda hablar que la relación con el espacio urbano data desde los mitos indígenas de la creación en las culturas precolombinas, pasando por la herencia hispánica, donde el espacio cerrado de la casa y el abierto de la plaza pública, le aportan un legado cultural con referentes propios y ajenos, construyendo un espacio familiar, que en la época del renacimiento, tenía un componente ligado a la religión cristiana. Se puede afirmar que los escritores latinoamericanos, en su generalidad, prefieren temáticamente los espacios naturales, evolucionando en su tratamiento desde el neoclasicismo, hasta el romanticismo y el modernismo y avanzada las primeras décadas del siglo XX, donde las llamadas novelas de la tierra, ratifican una preferencia del tema rural sobre el urbano.

En la búsqueda de un nuevo lenguaje, con más fuerza en la narrativa, se intensifican los recursos espaciales y en consonancia se excluye paulatinamente el paisaje. En esta carrera se incorpora con dinamismo una nueva realidad, la realidad urbana, matizada por el aumento demográfico y las intensas migraciones hacia las ciudades del continente. Llarena (2002, p. 48) afirma que "la urbanización literaria no es sólo la respuesta temática a la modernización social, sino sobre todo una respuesta estética, vinculada estrechamente a la renovación de las formas artísticas y al anhelo de universalidad. La representación literaria del espacio urbano era ineludible, no solo porque las ciudades se habían convertido en populosos centros de atracción, sino porque éstas necesitaban constituirse en referencias de identidad, y como tales en signos e entidades culturales".

Es la literatura y la novela concretamente, fundadora de un nuevo imaginario continental. Y el espacio urbano en el plano literario evoluciona según la capacidad del escritor de asumir una nueva realidad, portadora a su vez de una nueva lectura. Ya no es la antonimia civilización-barbarie y su encontrada lucha. La imagen de la ciudad cambia su connotación y va a convertirse no en un espacio protector frente a la extensa naturaleza salvaje, sino en un espacio donde los valores humanos son mutilados ante la crudeza impuesta por la cuestionada civilización.

Encontramos una literatura de exaltadas imágenes y metáforas, incorporando vocablos técnicos originarios del mundo industrial, de las tensiones políticas y de la vida cotidiana, propia de los ambientes citadinos. La explotación de nuevas posibilidades discursivas y nuevas expresiones, favorecido por la representación de la ciudad y sus espacios, propician la emancipación paulatina del telurismo o regionalismo que envolvió la literatura latinoamericana del momento, apareciendo, novedosas propuestas temáticas, formales y estéticas.

La ciudad en la novela latinoamericana: de la modernidad a la marginalidad

Pasadas las primeras tres décadas del siglo XX, son numerosos los ejemplos donde la ciudad es representada literariamente, entrando del todo, paulatinamente en la literatura del continente. Ciudades como Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá, Ciudad de México, Montevideo, Caracas, La Habana y Lima, adquieren un protagonismo mayúsculo en los escritores, tanto en la poesía como en la narrativa, aunque a juicio de Aínsa (2002, p. 156), es en la narrativa, donde mejor se reflejan las tensiones políticas, económicas y culturales de la sociedad. "Nuestra literatura en masa -aunque no toda- se urbaniza, y eso genera varias corrientes en la presencia de la ciudad en las letras. Encontramos textos en los que la ciudad es escenografías, textos en que la ciudad es personaje, y textos… en que la ciudad no solo es personaje, sino también la articuladora de la estructura narrativa. Hacer una novela urbana es indagar en la vida de las ciudades y transformarlas en maneras de contar". (Jaramillo, 2013, p. 285)

Sin pretender una mirada exhaustiva, ya que no es objeto del presente trabajo, estudiar a profundidad, la literatura latinoamericana, en relación con el tratamiento de la ciudad, sino más bien aportar coordenadas al respecto de su desarrollo. Se exponen ejemplos de algunas de las ciudades[3] más transitadas en la novelística a lo largo del siglo XX. Primeramente encontramos a Buenos Aires, representada en obras como Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931) de Roberto Artl; Tierra de nadie (1941) de Juan Carlos Onetti; Adán Buenosayres (1948) de Leopoldo Marechal y Sobre héroes y tumbas (1961) de Ernesto Sábato. México DF., una de las capitales más movidas socialmente, es retratada en obras como Gazapo (1965) de Gustavo Saínz; José Trigo (1966) de Fernando del Paso; El último Adán (1986) de Homero Aridjis y Carlos Fuentes con textos como La región más transparente (1958) y Cristóbal nonato (1987).

En la misma dirección, Lima, es revelada entre otros, por José Luis Canseco en Duque (1934); por Julio Ramón Ribeyro en Los gallinazos sin plumas (1955), por Enrique Congrains Martin en No una, sino muchas muertes (1967); por Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros (1962) y Mario Wong en El testamento de la tormenta (1997). En consonancia, Caracas, se describe en Los habitantes (1961) y Día de ceniza (1963) de Salvador Garmendia; en Asfalto-infierno (1963) y País portátil (1968) de Adriano González León y en Largo (1968) de José Balza. Itinerario similar recorre Santiago de Chile en novelas como Cita Capital (1992) de Guadalupe Santa Cruz y en La esquina es mi corazón (1995) de Pedro Lemenbel.

Entre los denominadores comunes de las obras antes señaladas, hay que destacar, que existe preferencia de los escritores por las ciudades-capitales, las que anuncian un cosmopolitismo que va a declinar poco a poco a la marginalidad, a la anti-utopía, a la violencia, al desarraigo, en resumen, a los contrastes que genera la modernidad y el desarrollo de las grandes urbes. Sin embargo, el tema urbano va a aparecer en textos novelísticos con más efervescencia a finales del siglo XX.

El auge de la literatura urbana, entre otras razones, está dada, por el crecimiento y transformación de las ciudades a lo largo del pasado siglo, experimentada de manera abrupta desde los años sesenta hasta la actualidad, unido al cambio de paradigma de la lectura en relación a lo espacial en el pensamiento occidental, pasando de lo histórico a lo espacial como significación (Jaramillo, 2013). Los retos impuestos por la globalización, para las ciudades latinoamericanas, que crecen aceleradamente y con drásticas desigualdades sociales, son percibidos por la literatura del continente. En este momento las megalópolis europeas o las grandes urbes de Norteamérica, dejan de ser paradigmas de belleza o desarrollo para convertirse en ciudades apocalípticas y espeluznantes, semejantes a las mutilaciones de las urbes latinas. Incluso, Patiño (2016, p. 194) enuncia que el grado de urbanización en América Latina, hoy, se equipara a Europa o Estados Unidos. Impulsada por una migración del campo a la ciudad superlativa en la búsqueda de estándares de bienestar social, donde los implicados terminan, muchas veces sin proponérselo, en actores ilegales.

Cambia la perspectiva de la ciudad como objeto prefabricado del ser humano y este se convierte a la vez en su objeto. "La literatura empieza a dar cuenta precisamente de esas relaciones. Los sujetos que aparecen en la literatura urbana se hacen así mismo parte de la ciudad, no como seres que se mueven en una escenografía, sino más bien como seres que están determinados por las especialidades en las que moran". (Jaramillo, 2013, p. 288). Entrado el siglo XXI, las prácticas culturales contradictorias surgidas a la luz de un supuesto desarrollo, desbordan el anonimato de los individuos para adentrarse en un espacio urbano plagado de ausencia de moralidad y desprovisto de valores como condición humana. "Cerramos el siglo XX con relatos de mucha densidad, altamente complejos en su representación de las grandes y medianas ciudades latinoamericanas, en los que estas últimas son protagonistas, y en los que aparece un sujeto enfrentado a la imposibilidad de ser un ciudadano, moralmente correcto, un sujeto egoísta, que transita contra la ley, fuera de la ley, en unos espacios de amoralidad y pluralidad cultural". (Jaramillo, 2013, p. 289)

Desde un enfoque urbano estos espacios de violencia representados literariamente conceden una formación más detallada del carácter geopolítico y estratégico de las ciudades. "Las guerras que se dan en entornos urbanos son consecuencia de las oportunidades económicas, políticas y sociales que las ciudades brindan y en esa perspectiva se pone en juego la capacidad del Estado para ejercer el gobierno en la ciudad". (Patiño, 2016, p. 186). En tal sentido el control territorial de las instituciones gubernamentales, es vital, en el auge de ambientes con garantías ciudadanas, desde lo económico hasta lo jurídico, en pos de generar espacios sin violencia. Denuncia constante, si así podemos definirla, de la literatura latinoamericana desde finales de la pasada centuria y las primeras décadas de la actual.

El tema de la ciudad literaria variará en sus matices en función de las realidades imperantes y de las necesidades estéticas. De una topografía geográfica se transforma en espacio simbólico, a juicio de Llarena (2002, p.48), "donde se identifican los mapas urbanos de la identidad americana", donde el tema identitario tendrá una esencia no solo urbana, sino incluso nacional; hasta representar las vicisitudes sociales reinantes en las ciudades latinoamericanas.

Está claro que en los escritores de finales del siglo XX y lo que va de XXI, principalmente en la novela, la ciudad está latente en su producción literaria; dotándole la posmodernidad ambientes con diversidad de tonalidades en sus espacios, donde la trama encubre la esencia primaria que es el contexto citadino. No puede obviarse además en la última literatura, la tendencia hacia un retorno a lo natural a partir del desgaste de la ciudad como ente de civilización y encaminada hacia «nuevos regionalismos»[4]. Encontramos obras como Coyote de Juan Villoro, donde se resaltan las aventuras de su protagonista en el desierto mexicano, El viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda o La tierra del fuego de Silvia Iparraguirre y La Reina Isabel canta rancheras de Rivera Letelier, quien resalta los espacios del interior chileno y el desierto del norte y sus salitreras. "Aunque este regreso a lo natural, o al paisaje interior de América, no solo es la respuesta a la decadencia urbana, sino también una afirmación de identidad, frente a los fenómenos centralizadores". (Llarena, 2002, p. 53). Se concede al paisaje una reformulación de las raíces, una nueva geografía nacional en respuesta al crepúsculo urbano y la necesidad de nuevos y cambiantes espacios geográficos.

En otra coordenada opuesta encontramos fenómenos como Crack[5] y McOndo[6], tendencias que proponen una literatura latinoamericana con una visión de la vida urbana hipermodernizada. Una literatura que ha encontrado detractores como Fernando Aínsa[7], al decir que en actitud posmoderna desprecian los ideales vinculado a la utopía de décadas precedentes y niegan la existencia de una literatura latinoamericana, en ruptura total con el postboom. No obstante la ciudad y sus espacios urbanos siguen siendo determinantes en la producción narrativa actual de Latinoamérica.



CONCLUSIONES

Las ciudades-capitales han sido más representadas por los novelistas, aunque se han incorporado ciudades más pequeñas, el tratamiento del tema del espacio urbano anuncia un cosmopolitismo que va a declinar poco a poco a la marginalidad, la violencia y el desarraigo, como consecuencias directas del desarrollo de las grandes urbes.

El auge de la literatura urbana está vinculado estrechamente al crecimiento y transformación de las ciudades latinoamericanas a lo largo del pasado siglo XX, las cuales hoy en día su grado de urbanización se compara a Europa o Estados Unidos.

El tema de la ciudad en el plano literario evoluciona según la capacidad del novelista de apropiarse de una nueva realidad, con sus múltiples lecturas, donde la imagen de la ciudad cambia su connotación y se edifica como un elemento narrativo imprescindible dentro del texto.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aínsa, F. (2002). Espacios del imaginario latinoamericano. Propuestas de geopoética. La Habana: Arte y Literatura.

Barrera, V. (2008). Literatura y globalización. La Habana: Casa de Las Américas.

Campra, R. (1994). La ciudad en el discurso literario. Revista SYC, 5, 19-39.

Carpentier, A. (1974). Problemática de la actual novela latinoamericana", en: Tientos y diferencias. La Habana: UNEAC.

Carrillo, G. (2003). La noción de urbe en la narrativa latinoamericana actual. La ciudad latinoamericana en el discurso literario. Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México.

Jaramillo, A. (2013). Disidencias. Trece ensayos para una arqueología del conocimiento en la literatura latinoamericana del siglo XX. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Llano, A. (2007). Del espacio vivido al espacio del texto. Dialogando con Fernando Aínsa. Revista CELEHIS, 16(18), 345-355. Recuperado de http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/celehis/article/download/548/553

Llarena, A. (2002). Espacio y literatura en Hispanoamérica. En Javier de Navascués: De Arcadia a Babel: naturaleza y ciudad en la literatura hispanoamericana. Madrid: Vervuert.

Llarena, A. (2007). Espacio, identidad y literatura en Hispanoamérica. Sinaloa: Universidad Autónoma de Sinaloa.

Patiño, C. (2016). Geopolítica de las ciudades en América Latina. En Francisco Colom González: Forma y política de lo Urbano. La ciudad como idea, espacio y representación. Bogotá: Editorial Crítica.

Salvador, A. (2002). El impuro amor de las ciudades (Notas acerca de la literatura modernista y el espacio urbano). La Habana: Casa de Las Américas.



Recibido: Abril de 2017.

Aprobado: Junio de 2017.




MSc. Liosdany Figuera Marante

E-mail: lfiguera@ucf.edu.cu



[1] Sarmiento es uno de los defensores del espacio urbano como fiel reflejo del desarrollo de la civilización en contraste con la pampa argentina, símbolo de "barbarie", para uno de los escritores determinantes en las ideas culturales y literarias del siglo XIX.

[2] Más allá de la polémica en torno al texto que inicia la temática en Latinoamérica específicamente, así se convierte en una tendencia paulatina el tema de la ciudad en la literatura.

[3] No podemos dejar de señalar la fundación de ciudades míticas para la literatura latinoamericana, resultado de la invención creadora de sus escritores y que constituyen un universo singular, como Comala en la obra de Juan Rulfo, Santa María en la de Juan Carlos Onetti y Macondo en el caso de Gabriel García Márquez.

[4] Alicia Llarena ha denominado así el fenómeno surgido a finales del siglo XX,.

[5] Esta generación o movimiento como la definen algunos críticos, se inicia con cinco novelas de autores mexicanos, publicados en 1996 con un Manifiesto Crack. Estas novelas son Memoria de los días de Pedro Angel Palou, Las rémoras de Eloy Urroz, La conspiración idiota de Ricardo Chávez Castañeda, Si volviesen sus majestades de Ignacio Padilla y El temperamento melancólico de Jorge Volpi.

[6] Es una corriente literaria de Hispanoamérica surgido en la década de los noventa creada por el escritor chileno Alberto Fuguet, como reacción contra la escuela literaria del realismo mágico, la cual se caracteriza por describir escenarios realistas, sin ponderar un supuesto exotismo y colorido latinoamericano, prefiriendo ambientes urbanos con referencias a la cultura pop y a la vida cotidiana de los individuos.

[7] Criterio defendido en la entrevista concedida a Aymará de Llano, publicada en la revista argentina CELEHIS, nº 18 de 2007.

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