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Revista Cubana de Salud Pública

versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.35 n.2 Ciudad de La Habana abr.-jun. 2009

 

CENTENARIO

Memorandum para el señor presidente*



Memorandum for the President

 

 

Juan Guiteras Gener

Secretario de Sanidad

 

 

 


En los momentos de poner a la disposición de Ud. esta Secretaría con cuyo cargo tuvo Ud. la bondad de honrarme, es mi deseo impugnar opiniones mal fundadas que han sostenido algunas autoridades americanas o consejeros de dichas autoridades.

Es de notar, Señor, el cambio de frente que han ido presentando dichos consejeros a medida que se iba comprobando el error de sus opiniones y asertos.

Comenzó la campaña en Guantánamo con motivo de la epidemia de gripe el año de 1918-19. Creyeron las autoridades médicas de la estación Naval que la catástrofe de aquel año en Guantánamo se debía al estado sanitario de aquel pueblo. Aprovecharon la oportunidad algunos cubanos para acusarnos de abandono ante las autoridades americanas. Estas creyeron, al parecer de buena fé, que la mortalidad había sido inusitada aún para un estado epidémico de gripe. Los representantes de la nación americana en La Habana creyeron que debían advertirnos de la existencia de aquella grave situación.

Fué muy fácil demostrar que la situación ha sido más grave en un gran número de campamentos del ejército americano y en muchas de las ciudades de la Unión.

Hablaron de paludismo y de tuberculosis como gravísimas amenazas en aquella zona. Estudiada la situación científicamente no por impresiones dominadas por el prejuicio, resultó que la mortalidad por tuberculosis en Guantánamo era baja, más baja que en muchos territorios de la Unión y de sus posesiones tropicales. La comparación con respecto al paludismo resultaba favorable en relación a algunos territorios de aquella nacionalidad.

El hombre del Norte corre peligro de equivocarse cuando juzga por primeras impresiones de la situación sanitaria en un país tropical. La miseria, el hambre y la suciedad están mas a la vista en los países donde el frío no los obliga a taparse y meterse entre paredes.

Más tarde, con motivo de unas defunciones por paludismo ocurridas en el hospital de un médico americano en la Habana, pidió el Ministro Americano a su Departamento de Relaciones Exteriores que enviase un perito para que informase. Vino un eminente Tropicalista, el Dr. Ashferd y este tuvo que declarar en su informa que la situación en Cuba era menor que en muchas regiones de la Unión Americana y sus dependencias.

Vino después la situación angustiosa financiera en Cuba y los consejales locales, americanos y cubanos, parecen haber querido aprovechar esos momentos críticos para agravar la perturbación y la congoja con nuevas alarmas y temores. Sin estudiar la situación supusieron que el estado ruinoso en que la Administración anterior había dejado el tesoro debía de traer consigo el abandono y el descuido en la actuación sanitaria y por ende el incremento de enfermedades y defunciones. Anunciaron que este incremento había ocurrido y supusieron que estábamos amenazados de graves manifestaciones epidémicas. Según se expresaban, la situación parecía ser aguda y reciente.

Cuando el Gobierno extranjero de tal modo se entrometía en juzgar y criticar la situación sanitaria de otro país, era de suponer que el país extranjero se sentía seriamente amenazado por la presencia de enfermedades epidémicas que pudieran ser allí introducidas, o por lo menos, que se había presentado entre nosotros un notable incremento de la mortalidad.

Y no era así. Fue aquello el ataque mas injustificado que puede imaginarse. Cuba había logrado mantenerse libre de la peste bubónica que se presentaba en varios puertos de la Unión. Las amenazas de importación de enfermedades se presentaba más de allá para acá que de Cuba a los Estados Unidos.

Y, además, estas quejas se hicieron en los momentos en que con la nueva Administración, se observaba un mejoramiento sorprendente del estado sanitario, según se expresaba en un descenso notable de la mortalidad.

La mortalidad de la Habana que en el año 1920 había llegado a 24.20 por 1,000 habitantes, descendió en el 1921 a 19.91 y si tomamos los últimos siete mese del mencionado año de 1921, es decir, de Junio a Diciembre, nos encontramos que el descenso continúa hasta 19.53 y en el presente año de 1922 los cinco primeros meses arrojan una mortalidad de 18.18 por mil.

Cambiaron de frente entonces los que continuaban en su empeño en desacreditarnos y dijeron: es verdad que la mortalidad ha bajado últimamente, pero es más alta de lo que era cuando los americanos dejaron la Isla, nuevo error. Cuando los americanos nos entregaron la República en 1902 la mortalidad en la Habana era de 21.59 y en el año 1908 era de 19.51. Hoy es de 18.18.

En las varias ocasiones en que he llamado la atención de Ud. a estos datos favorables, he hecho también comparaciones con la situación sanitaria en algunos Estados de la Unión Americana y sus dependencias. La comparación con Panamá con Puerto Rico, con Filipinas siempre ha sido ventajosísima para cuba y alguna ventaja también llevamos en la comparación con algunos Estados de la Unión, particularmente los del Sur.

En su parte sanitaria la Enmienda Platt es una invención diabólica. En efecto, nada más deprimente, nada podía desacreditarnos más que el suponer que necesitábamos de una amenaza extranjera que nos obligase a defender la salud de nuestro pueblo. Y hemos sido tan ciegos que hemos invocado la Enmienda para apoyar nuestra Sanidad. Contra esa actitud nunca ha faltado mi protesta.

Y ahora viene el cambio de frente más extraordinario. Al sostener yo que no podía el Gobierno Americano exigirle lógicamente al de Cuba que mantuviese un estado sanitario superior al de la Unión, se le ocurre como último recurso sostener que no hay comparación entre el clima del Norte y el de Cuba. Que este es mucho más salubre que aquel.

Es risible en verdad, oír a estos Señores sosteniendo ahora mi tesis de la salubridad del clima tropical, pero sin entenderla, sin comprender que no es posible convertir datos y conclusiones científicas en propaganda política para atormentar a las autoridades cubanas exigiéndoles que mantengan un estado sanitario superior al de los Estados Unidos.

Es mi opinión que todos los climas son igualmente buenos; y que, sujetándonos estrictamente a nuestro concepto de clima, a todos puede adaptarse el hombre. Los elementos propios del clima le afectan poco o nada. Mantuvose a través de períodos glaciales y fundó grandes civilizaciones en los Trópicos.

Existen ascendentes o condiciones de la flora y de la fauna que dependen del clima, sin ser el clima, que pueden producir terribles desvastaciones en la raza humana. Producto son estas condiciones del clima y del suelo (parásitos del paludismo y de la fiebre amarilla, el tripanosoma) y en tiempos pasados dieron lugar a la fama de insalubres que afectó a los climas tropicales; mientras que otros parásitos (neumonía escarlatina) dominaban en los climas del Norte.

En el transcurso del tiempo el hombre ha venido dominando cada día más estas infecciones. Sucedió que hacia fines del siglo pasado, gracias a las geniales indicaciones de Mason y de Finlay, las infecciones tropicales de repente cedieron al dominio del hombre.

Llegaron los americanos en el momento oportuno. Contribuyeron poderosamente a establecer sobre base firme las sugestiones y descubrimientos de Finlay y de Mason, y alcanzaron el triunfo más resonante que la Medicina Preventiva jamás había obtenido, convirtiendo en salubres regiones que antes eran casi inhabitables.

Porque quieren ahora echar a rodar todos estos triunfos, y después de haber apurado las estadísticas durante tantos años para probar su éxito quieren ahora mantener que nada hicieron en Cuba y Panamá, que aquellos países eran naturalmente sanos antes de intervenir ellos; porque quieren cerrar los ojos a las estadísticas que con tanta satisfacción publicaron a principios del siglo, solo se explica suponiendo que los intereses han cegado a algunos.

Hoy en día es más difícil mantener el estado sanitario en los Trópicos que en la zona templada. Que lo digan sino Panamá, Puerto Rico, Filipinas, Egipto. Por eso tengo orgullo en haber contribuido a mantener un estado tan excelente en Cuba.

La mortalidad más baja que tuvo la Habana en la segunda mitad del siglo pasado fue el año 1856 con la cifra extraordinaria para aquel tiempo de 20.72 por mil habitantes, pero le sigue al año siguiente una mortalidad de 25.87 y en la década ocurren cifras de 24, 25, 27 y 28 y hasta 37. Del 1860 al 67 ocurren cifras de 36, 37, 38 y 43. Del 80 al 90 ocurren cifras desde 29 a 41. Y a esto quieren llamarlo ahora saludable. Y téngase en cuenta que no he incluido los años de guerra.

En el Informe de la Comisión de fiebre amarilla de la Junta Nacional de los Estados Unidos, dice el Dr. Chaillé, fundándose en autoridades cubanas que la mortalidad de Cuba fue de 26 el año 1827, de 24 el año 1846 y de 32 el año 1861. La mortalidad en Cuba hoy no llega a 15 por mil habitantes.

Si Cuba es saludable hoy es porque la hemos hecho saludable y hemos sabido mantenerla así.

Como saben que no es posible reunir las estadísticas de toda la República sino mucho menos después de terminado el año, vienen sosteniendo ahora que las cifras de la Habana son buenas pero que en el interior la situación es pavorosa. Para decir esto es preciso ignorar los hechos. En Cuba la mortalidad de la Habana ha sido un índice de la República, y esto ha sido, desde que la conocemos mucho más baja que la de la Habana.

Conviene Sr. Presidente que Ud. sepa cual es la autoridad médica que tan absurdas ideas ha llevado al ánimo de las autoridades americanas en Cuba. Es el Dr. Dámaso Lainé a quien han cegado siempre sus deseos de provocar una intervención americana en Cuba. Durante la primera Intervención las autoridades americanas tuvieron que retirarle la autorización para dar certificados de inmunidad; y después de la Intervención ha denunciado dos veces a las autoridades de su país que aquí había casos de fiebre amarilla cuando no era verdad.

De usted atentamente
Dr. Juan Guiteras

 

Nota: el Sr. Presidente era Alfredo Zayas Alfonso, el representante del Gobierno de los EUA era el "procónsul" Henoch Crowder, paradigma del intervencionismo en Cuba.

*Histórica renuncia del Dr. Juan Guiteras Gener como Secretario de Sanidad. Tomado de: Papeles del Dr. Juan Guiteras. Cuadernos de Historia de la Salud Pública. No. 18. La Habana, 1962:64-7.

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