La COVID-19 ha impactado en la actividad humana, y la educación superior no ha sido una excepción. Una amplia limitación de la actividad docente presencial ha caracterizado los últimos dos años. Destacan en este contexto las universidades de ciencias médicas cubanas que, al igual que en otros países, con diferentes alternativas han mantenido su actividad formadora. Esta singularidad está dada por elementos como la necesidad del aporte atencional del personal en formación, la necesaria continuidad del proceso docente-educativo -sobre todo en los años terminales- para entregar a los sistemas de salud nuevas hornadas de profesionales, y la oportunidad de desarrollo que representa todo el dispositivo preventivo-asistencial contra la epidemia para los estudiantes en su aprendizaje.
El distanciamiento físico, concepto preferible a distanciamiento social, ha condicionado la reducción al mínimo de las actividades presenciales, aun en la formación en las ciencias médicas. Sin embargo, después de largos meses, el aplanamiento de las curvas de incidencia y mortalidad -atribuible a diversos factores y, a través de una clara relación causa-efecto, al impacto de la vacunación- ha permitido el retorno a la presencialidad. Este reinicio de la actividad docente en su modalidad clásica, atemperado con la llamada nueva normalidad, constituye un reto para la sociedad en general y la comunidad universitaria en particular.
El cuidado de la salud colectiva y de cada una de las personas que se desenvuelven en los escenarios universitarios, se posiciona desde ser una prioridad declarada pero alejada de una amenaza tangible, hasta ser vista como una necesidad cuya atención es consustancial al reinicio de las actividades presenciales. La dinámica universitaria, en este contexto, ha pasado por una reorganización total de los espacios y los procesos. Mención aparte merece el funcionamiento de los escenarios docentes del área clínica, que son mayoría en un modelo de formación donde la educación en el trabajo es principio rector y forma organizativa principal. En dichos escenarios se impone especialmente una adecuada zonificación, la utilización de medidas generales reforzadas y de medios de protección específicos y, sobre todo, una disciplina personal capaz de garantizar estricto apego a las medidas de bioseguridad.
Diversas han sido las variantes organizativas desarrolladas para este reinicio presencial de la actividad lectiva. Su conceptualización e implementación han demandado la creatividad de las autoridades universitarias y del sector de la salud en interacción dinámica, al igual que la participación del claustro en pleno y del resto de los trabajadores. En cuanto al estudiantado, con su pujante energía juvenil, ha dado muestras de disciplina y compromiso.
Los aspectos organizativos para dar solución a las contingencias también deben estar sustentados en consideraciones teóricas, lo que demanda dedicar unas líneas a la pertinencia, definida como atributo de la educación superior y catalogada, además, como premisa estratégica de la misma indisolublemente ligada a la calidad y la equidad. En estos momentos de lucha antiepidémica e ideológica, es crucial la relación pertinencia-calidad y equidad.
La pertinencia de la educación superior se concreta en una proyección amplia de la misión universitaria, incluida la responsabilidad social con que se proyecta la universidad, lo que constituye una aseveración clásica que es cada día veraz. En el enfrentamiento a la epidemia, la búsqueda de este actuar pertinente ha puesto altas cotas a las universidades de ciencias médicas como parte del sistema de salud. En el reinicio de la actividad docente presencial también es menester que desde las ciencias médicas las universidades constituyan referentes de buen hacer hacia la educación y hacia el interior de sector salud.
En cuanto a la calidad universitaria, los procesos de autoevaluación, evaluación externa y acreditación no se detienen en las universidades médicas, y la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas retoma ese empeño pretendiendo consolidar su estrategia de calidad académica, que ha incluido carreras y especialidades de posgrado con la evaluación externa institucional, a la par del reinicio de la actividad docente presencial.
La equidad, vista como la ausencia de desigualdades injustas y evitables, se convierte entonces en la meta superior, una vez desarrollada una formación pertinente y de calidad aun en un escenario complejo. La equidad en el escenario universitario debe sobrepasar la igualdad de oportunidades que establece la legislación y continuar avanzando en la atención a las diferencias, en consonancia con el ideario humanista de la salud pública cubana.