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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr v.13 n.4 Ciudad de La Habana jul.-ago. 1997

 

 

Apuntes para la historia de las transfusiones sanguíneas

José Antonio López Espinosa

Descriptores DeCS: TRANSFUSION SANGUINEA/historia.

Subjects headings: BLOOD TRANSFUSION/history.

Existen referencias de que desde la antigüedad se ponían de relieve las posibilidades terapéuticas de la sangre humana. Durante la época del imperio romano, el naturalista Plinius y los médicos Scribonius Largus y Galen recomendaban su ingestión por vía oral como remedio para controlar algunas enfermedades, principalmente la epilepsia.1 Se dispone también de testimonios que indican que el descubrimiento de la existencia de la circulación sanguínea por el inglés William Harvey2 y la identificación de la conexión capilar de las arterias con las venas por el italiano Marcello Malphigi,3 constituyeron las premisas de los primeros ensayos de las transfusiones.

En febrero de 1665, el anatomista inglés Richard Lower logró la primera transfusión entre animales, al extraer la sangre de la arteria carótida de un perro e introducirla a otro a través de la vena yugular.4 Dos años después, el cirujano francés Jean Baptiste Denis realizó con éxito la primera transfusión de una oveja a un hombre joven.5 Esta operación se fue sistematizando por el propio Denis y por el también cirujano alemán Matthäus Gottfried Purmann pero, como es de suponer, en muchas ocasiones ambos fracasaban en su empeño, que a veces llegaba a tener un desenlace fatal. Ello trajo por consecuencia que en 1668, el gobierno de París y la curia pontíficia prohibieran terminantemente la práctica de las tranfusiones y que con el tiempo el procedimiento fuera quedando prácticamente en el olvido.1

Durante el siglo XIX se reiniciaron los intentos de hacer tranfusiones sólo en aquellas situaciones en que peligraba la vida de las personas, lo que trajo consigo la realización de muchos trabajos experimentales en ese campo, que culminaron con el logro, por el cirujano inglés James Bludell, de la primera transfusión entre seres humanos. El paciente en cuestión falleció a las 56 horas de haberse transfundido.6

Con posterioridad, fue por mucho tiempo un misterio el hecho de que semejante operación fuera tolerada sin consecuencias por algunos individuos, mientras que en la mayoría de los casos ésta provocaba reacciones que conducían al choque y casi siempre a la muerte. Sin embargo, a partir de que el serólogo alemán Paul Ehrlich introdujera el análisis microscópico de la sangre,7 pudo el bacteriólogo austriaco Karl Landsteiner despejar la incógnita, al demostrar, primero mediante la experimentación con animales, que tal intolerancia se debía a una aglutinación de los eritrocitos. Posteriormente comprobó que el mismo principio regía para los humanos. En la célebre primera observación que hiciera él mismo acerca de su trabajo titulado Sobre el conocimiento de los efectos antifermentativos, líticos y aglutinantes del suero sanguíneo y de la linfa, Landsteiner estableció que el "suero de personas sanas no sólo aglutina los glóbulos sanguíneos de los animales, sino también muchas veces el de sus semejantes. Queda ahora por determinar si este fenómeno tiene su explicación en la existencia de diferencias individuales congénitas, o es causado por factores externos que pudieran hasta ser de origen bacteriano." 8

Después de un tiempo dedicado al estudio de esta problemática, Landsteiner dio a conocer a la comunidad científica que la intolerancia de muchos individuos a las transfusiones estaba genéticamente condicionada por sus grupos sanguíneos y que no tenía nada que ver con la influencia de factores externos. Para demostrar su afirmación, se basó en los resultados de los experimentos que hizo con la sangre de 6 hombres sanos (incluido él mismo) y la de 6 mujeres embarazadas con sus respectivas placentas. En un trabajo que publicó en 1901, puso de manifiesto sus observaciones de un modo conciso: "En un número de casos pertenecientes a un grupo (A), su suero reacciona a los glóbulos sanguíneos de otro grupo (B), pero no a los de su propio grupo, mientras que los glóbulos de los integrantes del grupo A obtienen similar respuesta del suero de los del grupo B. En un tercer grupo (C), el suero puede aglutinar los glóbulos de los grupos A y B, aunque el suero de éstos no responde a los glóbulos del primero".9

La cita anterior caracteriza la definición actualmente vigente de los grupos sanguíneos A, B y O -el grupo denominado C por Landsteiner, se identifica como grupo O desde 1910-,1 y por otra parte, pone en claro que un individuo del grupo C=O es un donante universal, pues puede dar una determinada cantidad de su sangre a cualquier receptor sin que éste sufra trastornos producto de la transfusión.

Un cuarto grupo sanguíneo clásico fue descubierto en 1902 por Alfred von Decastello y Adriano Sturli, 2 colaboradores de Landsteiner.10 En un principio, ambos científicos lo llamaron "grupo de los sueros sin identificar", a modo de caracterizar su deficiente capacidad aglutinante. El nombre de AB, con el que hoy se conoce este grupo, fue propuesto en 1910 por Emil Freiherr von Dungern y Ludwik Hirszfeld, del Instituto de Investigaciones del Cáncer de Heidelberg. Ellos fueron también los que sugirieron el cambio del nom-bre al grupo C por el de O y los que demostraron que la transmisión hereditaria de los grupos sanguíneos obedece a la Ley de Mendel.11

A pesar del descubrimiento del sistema ABO de los grupos sanguíneos, continuaron produciéndose en ocasiones episodios de hemólisis en las transfusiones, y resulta particularmente impresionante el hecho de que en 1940, cuando ya contaba 72 años de edad, Landsteiner lograra descubrir la existencia del factor Rhesus, conjuntamente con Alexander Salomon Wiener.12 Este aglutinógeno, conocido generalmente como factor Rh, se convirtió muy rápido en un recurso imprescindible para la determinación de los grupos sanguíneos y para evitar la producción de reacciones hemolíticas. Poco tiempo antes de la muerte de Landsteiner, se publicaron los resultados de un estudio hecho por él y Wiener acerca de la transmisión hereditaria del factor Rh.13

En estos apuntes no puede tampoco dejar de mencionarse el descubrimiento de Landsteiner y Philip Levine de otros 3 factores sanguíneos humanos, a los que llamaron M, N y P y que aún se utilizan en el diagnóstico y prevención de ciertas situaciones poco frecuentes de intolerancia a las transfusiones.14 Dicho hallazgo, que tuvo lugar en 1927, llevó a Landsteiner a la conclusión de que cada persona tiene características serológicas individuales y específicas. Con sus trabajos para encontrar la explicación a la aglutinación de los eritrocitos, tuvo además la oportunidad de ser el primero en discernir el fenómeno de la autohemólisis, responsable de las anemias hemolíticas por autoinmunidad.1

El descubrimiento de los grupos sanguíneos humanos fue un motivo más que justificado para que Landsteiner fuera merecedor del Premio Nobel de Medicina y Fisiología, el cual recibió en 1930. Además de todos los hallazgos de este científico antes descritos, los métodos por él desarrollados para la caracterización inmunológica de ciertas enfermedades como las hemólisis autoinmunes, la hemoglubinemia pa-roxismal nocturna, la sífilis y la poliomielitis,1 son todavía de gran importancia para la investigación y el diagnóstico en el campo de la inmunología.

Referencias bibliográficas

  1. Wilmanns JC, Wilmanns W. 95 Jahre Blutgruppenbestimmung. Karl Landsteiners geniale Entdeckung. Münch med Wschr 1996;138:516-8.
  2. Harvey W. Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus. Frankfurt am Main, 1628.
  3. Malpighi M. De pulmonibus. Bologna, 1661.
  4. Lower R. The method observed in transfusing blood out of one live animal into another. Philosoph Transactions 1665;1:353-8.
  5. Denis JB. Lettre ... touchant deux expériences de la transfusion faites sur des hommes. Paris, 1667.
  6. Blundell J. Some account of a case of obstinate vomiting, in which an attemp was made to prolong life, by the injection of blood into the veins. Med chir Transactions 1819;10:296-311.
  7. Silverman M. Guerra a los microbios. De Lister a Ehrlich y al 205. En: Drogas mágicas. 2 ed. Buenos Aires: Ed. Sudamericana, 1943:155-93.
  8. Landsteiner K. Zur Kenntnis der antifermentativen, lytischen und agglutinierenden Wirkungen des Blutserums und der Lymphe. Centralbl f Bakteriol Parasitenk u Infektionskrankh 1900;27:357-61.
  9. .Ueber Agglutinationservscheinungen normalen menschilichen Blutes. Wien klin Wschr 1901;14:1132-4.
  10. Decastello A von, Sturli A. Ueber die Isoagglutinine im Serum gesunder und kranker Menschen. Münch med Wschr 1902;49:1090-5.
  11. Dungern E von, Hirszfeld L. Ueber Vererbung gruppenspezifischer Strukturen des Blutes. Z Immun Forsch Exper Ther 1910; 6:284-92.
  12. Landsteiner K, Wiener AS. An agglutinable factor in human blood recognized by immune sera for Rhesus blood. Proc Soc Exper Biol Med 1940;43:223.
  13. Wiener AS, Landsteiner K. Heredity of variants of the Rh type. Proc Soc Exper Biol Med 1943;52:238-40.
  14. Landsteiner K, Levine P. A new agglutinable factor differentiating individual human bloods. Proc Soc Exper Biol Med 1927;24:600-2.

Recibido: 21 de octubre de 1996. Aprobado: 24 de noviembre de 1996.
Lic. José Antonio López Espinosa. Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas. Calle E. No 452, entre 19 y 21, El Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba.

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