Señora editora:
Agradecemos la inclusión en su revista del artículo: Pertinencia del diagnóstico educativo y la estrategia de intervención para potenciar el desarrollo del grupo.1 Aunque refiere un tema varias veces abordado, resulta siempre controversial por diversos factores, entre ellos las llamadas influencias educativas que convergen sobre el estudiante moldeando su personalidad en los ámbitos intrauniversitario y extrauniversitario en los cuales se desenvuelve.2
Coincidimos con sus autoras -que han experimentado la labor difícil y a veces subvalorada del profesor guía- en cuanto a la necesaria realización de proyectos educativos más personalizados. Lo establecido o esperado no es que sea el guía quien los elabore, sino que lo conforme a tenor de las propuestas y expectativas más coherentes con la realidad grupal y/o individual de sus integrantes, reflejadas en el diagnóstico educativo.
La mención del profesor guía como protagonista nos hace reflexionar acerca de su trabajo en solitario, el mérito y los éxitos serían compartidos si se lograse el funcionamiento de los llamados equipos educativos.
El artículo mencionado1 muestra un ejemplo de esa realidad cotidiana, tan necesaria que pareciera un tema trivial para aquellos que olvidan que el fortalecimiento de la labor educativa, como bien se expresa, es una prioridad que puede favorecer o ir en detrimento del resto de los procesos sustantivos de la universidad como centro formador.
Aunque se realiza un acercamiento valorativo sobre la trascendencia de la entrega pedagógica de un grupo que continúa en el próximo curso y sus beneficios para el profesor guía, no se refieren al valor de los documentos que se derivan de ello; principalmente del que recoge la evaluación integral del estudiante y se localiza en su expediente acumulativo. Ellos aportan información sobre las fortalezas, debilidades y las potencialidades no exploradas, las cuales a veces se desaprovechan en el abordaje de la dimensión extensionista por el talento artístico o deportivo que en ocasiones se adormece por falta de la adecuada estimulación mediante acciones concretas.3,4,5
Tampoco se hace alusión al momento del intercambio con el anterior profesor guía como fuente personal y primaria, que dependiendo de su capacidad perceptiva y experticia en estas funciones,6,7 puede convertirse en un informante clave; especialmente cuando se habla de dos grupos que fueron fusionados.
Los procesos organizativos de la vida universitaria son sumamente complejos; pero en alguna medida pudieran ser favorecidos en mayor armonía si fuesen considerados los aportes que puede brindar una adecuada entrega pedagógica, que incluya la evolución de un diagnóstico psicopedagógico realizado conscientemente, no solo para la elaboración del proyecto de trabajo educativo integral de la nueva brigada, sino en función de la propia planificación del proceso docente.8
En ocasiones no se ha considerado el valor de la cohesión grupal alcanzado y los resultados obtenidos; aunque es bien sabido que todos estamos expuestos a constantes cambios, no olvidemos el impacto que pueden tener en el proceso de desarrollo en esta etapa de la vida estudiantil.
Los autores de esta carta reconocen el enfoque científico-pedagógico de la experiencia compartida1 y la asumen como material de estudio para la continua superación que demanda guiar grupos de estudiantes que, a su egreso, tienen la enorme responsabilidad de incidir en el mejoramiento de la salud humana.