La Psiconeuroendocrinoinmunología (PNEI) es una disciplina médica importante y sus aportes a la curación de los pacientes deben promoverse entre los galenos. Estudia la interacción entre los procesos de los sistemas nervioso, inmune y endocrino del cuerpo humano. Se orienta desde una perspectiva transdisciplinaria porque aglutina diversas especialidades: Psicología, Psiquiatría, Medicina del Comportamiento, Neurociencia, Fisiología, Farmacología, Biología Molecular, Endocrinología, Inmunología, Medicina Natural y Tradicional y Reumatología, entre otras. Investiga los mecanismos de interacción y comunicación entre el cerebro (mente/conducta) y los sistemas responsables del mantenimiento homeostático del organismo, garantizado ello por varios sistemas tales como el nervioso (central y autónomo), el inmunológico y el neuroendocrino, todo interrelacionado con las implicaciones clínicas en los individuos.1
Así se hace necesario aprovechar todos los espacios docentes y de comunicación científica que se brindan en publicaciones como esta para enfatizar en la formación de un médico holístico que profundice y fortalezca sus conocimientos al máximo en el tema expuesto. La salud del hombre es un proceso de equilibrio complejo sustentado sobre la base de factores biopsicosociales. La adaptación al medio implica un balance de las funciones de los sistemas de su organismo; en una enfermedad se afectan tanto el cuerpo como la mente.2,3
Entre los múltiples antecedentes de la PNEI se describe que a mediados del siglo XIX, Claude Bernard, fisiólogo francés, empleó por primera vez el concepto de “medio interno” para referirse al ambiente en el interior del cuerpo humano. En el año 1878, Louis Pasteur y colaboradores encontraron que los pollos sometidos a estímulos adversos eran más susceptibles a enfermarse de ántrax. Posteriormente Walter Cannon (Universidad de Harvard) observó los efectos de las emociones y las percepciones en el sistema nervioso autónomo, evidenciado esto al constatar que al producirse cambios en el estado emocional de un animal, tales como estrés, ansiedad o furia, ello se veía acompañado por la detención total de movimientos del estómago.4
En la década de los cincuenta el psiquiatra George Solomon, de la Universidad de California, encontró que algunos roedores reducían la producción de anticuerpos en situaciones de tensión. Posteriormente el psicólogo Robert Ader y el inmunólogo Nicholas Cohen demostraron que una señal negativa trasmitida mediante impulsos nerviosos condicionaba la respuesta del sistema inmune: había nacido la Psiconeuroinmunología. Más adelante J.E. Blalock descubrió un circuito bidireccional en el que este último sistema actuaba como un sensor que se comunicaba con el endocrino mediante señales linfocitarias a través de hormonas que modificaban el equilibrio interno del cuerpo. Posterior a estos planteamientos la neurofarmacóloga Candace Pert reveló unos receptores específicos (de neuropéptidos) ubicados en las membranas celulares tanto en el cerebro como en el sistema inmune y que apuntaban a una relación íntima entre este y las emociones.4
Los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino están interconectados. Así, ante un estímulo el organismo responde con estimulación del eje hipotálamo hipofisiario, ello genera producción de un gran número de mediadores como hormonas, neurotransmisores, quimioquinas, neuropéptidos, citoquinas, etc. Se puede decir, por tanto, que el sistema nervioso y el inmune se comunican y comparten un mismo lenguaje molecular compuesto por los antes mencionados neurotransmisores, hormonas, etc., además se ha descubierto que los linfocitos producen neuropéptidos, y estos además poseen receptores que se pensaban eran exclusivos de la hipófisis y el cerebro. De este grupo de sustancias secretadas existe un grupo de moléculas llamadas péptidos, también conocidas como endorfinas que son mensajeras que facilitan la “conversación” entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico, concluyendo que todos en realidad se comportan como un solo sistema, que forma una red psicosomática.1
Se describe que los estímulos antigénicos negativos estimulan el eje hipotálamo hipófisis adrenal generando la cascada neurohormonal de estrés, ellos adicionalmente inducen sueño, fiebre, fatiga, pérdida de peso, disminución de la libido, y en el hígado frenan la síntesis de albúmina y estimulan la producción de reactantes de fase aguda inflamatoria. Los factores biopsicosociales como el estrés psicológico y la depresión pueden influir en el sistema inmune. El estrés crónico y dañino (distress) ha sido asociado con la supresión de la función inmune. Sin embargo, los estresantes psicológicos agudos (eustress) que no son dañinos y el ejercicio físico son activadores de la respuesta inmune.
Los que han estudiado el tema4,5,6 coinciden en exponer que existen algunas formas claras para mejorar el funcionamiento psiconeuroendocrinoinmunológico:
Las técnicas de relajación o meditación, el control mental, el pensamiento positivo, la resolución de conflictos pendientes y el apoyo del galeno para enseñar al paciente a afrontar los problemas psicosociales de forma correcta.
El ejercicio físico mejora el estado de ánimo y el metabolismo, reduce la tensión, genera emociones positivas, calma la mente, regula el funcionamiento, sube las defensas y aumenta las HDL colesterol que protegen el sistema cardiovascular.
Dieta sana con verduras, frutas y cereales para evitar los tóxicos y garantizar una buena hidratación, y la forma en que se come son vitales para el funcionamiento celular, metabólico e inmunitario.
Los adecuados estilos de vida: eliminación de hábitos tóxicos en general, dormir bien y suficientemente.
El apoyo social: estar con amigos y compartir las emociones.
La neuroinmunomodulación4 es muy importante para comprender el papel de los factores psicológicos en las enfermedades somáticas (pues sus afectaciones pueden generar patologías somáticas y viceversa). Su correcto afrontamiento permitirá influir en el tratamiento adecuado de los pacientes. Varios autores1,6 han tratado de establecer posibles relaciones entre los factores de comportamiento y la producción de enfermedades inmunológicas.
La psicoterapia y la múltiples terapias afines a la psicología de manera general influyen sobre el eje hipotálamo hipofisario para bien, y este mecanismo propuesto desde antaño y hoy fortalecido se ha visto respaldado en Cuba con el desarrollo actual de la Medicina Natural y Tradicional,5) lo que ha permitido entre otras causas que esta ciencia tenga gran eficacia en el tratamiento de enfermedades. Así al aplicar técnicas curativas psicológicas se han evidenciado cambios inmunológicos favorables en los pacientes. Otros estudiosos evidenciaron que estados psicoafectivos patológicos de ansiedad y depresión se acompañan de cambios inmunológicos no favorables.6 La psiquis y el cerebro controlan todas las actividades de la esfera afectiva7 y además influyen sobre el sistema inmunológico; en teoría el ser humano debe ser capaz de modificar las tendencias negativas y dirigir su sistema inmune hacia un estado óptimo de funcionamiento. Todo aquello que en el hombre logre mantener la estabilidad emocional y lo aleje de experiencias desagradables puede contribuir a que el sistema inmune funcione óptimamente. Un ejemplo es la risa que además brinda una liberación física de las tensiones acumuladas.
Es objetivo de los autores de esta comunicación intencionar el conocimiento y uso adecuado de la PNEI, así como la profundización de sus contenidos en los estudios médicos de pregrado y posgrado para que los galenos pueden dar un enfoque más integral y adecuado al diagnóstico y tratamiento de las disimiles enfermedades. Aplicar los conocimientos de PNEI es necesario e impostergable pues constituye una herramienta más de trabajo desde el punto de vista curativo. Esta propuesta no va dirigida a promover avances en las técnicas de diagnóstico o tratamiento sino que supone ampliar la concepción de las propias relaciones entre el médico y el paciente, potenciando la responsabilidad y visión del primero al integrar las necesidades individuales y sociales. De esta forma se utilizarían pautas de curación ancestrales y ello favorecería, sin dudas, la curación holística.