Introducción
Los plásticos son polímeros sintéticos de gran versatilidad, durabilidad y bajo costo de producción que han sustituido a materiales tradicionales en un sinfín de usos. Sus ventajas en la industria son, a la vez, su principal inconveniente, ya que presentan una degradación lenta, al permanecer cientos de años en el ambiente una vez desechados y generar residuos plásticos de menor tamaño que actualmente son conocidos como microplásticos (MP).
La contaminación por MP, que son partículas de plástico menores a 5 mm1 es secundaria al uso indiscriminado de productos de este material a nivel mundial y sus residuos de degradación2, consideradas sustancias tóxicas. Actualmente representa una amenaza emergente para la salud púbica a nivel mundial.
Las primeras publicaciones sobre microplásticos en el medio ambiente marino aparecieron en la década de 1970 y analizaban la contaminación de fuentes plásticas primarias, como los gránulos de resina en el agua y en las playas.3
Hasta el momento se han analizado MP en sedimentos y aguas de una amplia variedad de zonas costeras en todo el mundo, desde zonas muy remotas hasta áreas densamente pobladas.3
La degradación lenta de MP y su consecuente acumulación en los ecosistemas es una amenaza importante para el ambiente4, ya que uno de los principales problemas de los productos plásticos es que tienen una vida útil muy corta y son desechables, sin embargo, persisten en el medio ambiente durante cientos de años sin apenas degradarse, lo que impacta en los ecosistemas y al ser humano, donde sus efectos aún son desconocidos.
El rápido aumento en la producción de productos plásticos desechables y su acumulación en el ambiente ha superado la capacidad de gestionarlos adecuadamente, y esto es más visible en los países en desarrollo de América Latina, Asia y África, donde los sistemas de recolección de basura y reciclaje son ineficientes o inexistentes.5
El problema se extiende también a países desarrollados con altas tasas de producción de residuos plásticos. Por lo tanto, entender la ubicuidad del problema, así como la necesidad de difusión de información de calidad al respecto permitirá generar conciencia y visualizarlo como una prioridad de atención en salud pública, estas características hacen que este tema sea pertinente y relevante en la actualidad.
Por lo que se decidió compilar la información publicada en los últimos cinco años sobre la contaminación ambiental por microplásticos en Ecuador para reforzar el interés local sobre estos contaminantes.
Desarrollo
La presente obra se trata de una revisión no estructurada de la literatura sobre microplásticos. Se utilizó como bases de datos PubMed y Google Scholar. Los criterios de inclusión fueron: artículos publicados en los últimos cinco años, en idiomas inglés y español, se excluyeron otros idiomas; la selección de estudios fue de tipo a conveniencia.
Microplásticos, relevancia mundial
Desde los años 60 la producción mundial de plásticos ha crecido un 9 % cada año. De dicha producción se estima que se vierten al medio marino alrededor de 8 millones de toneladas por año6 y la demanda de productos plásticos a nivel mundial continúa en aumento. En Europa se ha reportado que los plásticos de importancia industrial son principalmente derivados de polietileno de baja y alta densidad (17,5 % y 12,3 %, respectivamente).7 Desde 2004, varias investigaciones generaron alarmas a nivel mundial sobre la acumulación de desechos plásticos en los mares y, consecuentemente, la posibilidad del ingreso de estos desechos tóxicos a la cadena alimenticia humana.8
Los reportes específicos sobre MP en agua, sedimentos marinos y playas de la cuenca del mar Mediterráneo se publicaron en 1979. Estos artículos pioneros han servido de punto de partida para estudios en otras áreas del planeta, generando referencias para estimar la magnitud de daño ecológico a nivel mundial.1
Estudios han estimado que existen entre 70 mil y 270 mil toneladas de residuos plásticos flotantes en el mar.9 Al tener en cuenta que las partículas de plástico poseen dimensiones y pesos variados, se estima que aproximadamente solo el 1 % del plástico introducido en los mares se puede observar como escombros flotantes9, por lo que existe una acumulación importante de este tipo de desechos en el fondo marino.
La atención sobre la contaminación ambiental por MP continúa; actualmente se han reportado MP en todos los océanos del mundo10, en fuentes de agua dulce y en ecosistemas terrestres.11 Al ser un concepto relativamente nuevo, no existen definiciones consensuadas sobre el tamaño de estos contaminantes. En el First International Research Workshop on the. Occurrence, Effects and Fate of Microplastic Marine de 2008 se acordó la existencia de la nomenclatura: microplásticos (partículas plásticas >100 nm hasta 5 mm) y nanoplásticos (partículas plásticas ˂100 nm).12
Se puede decir con seguridad que el único origen de la contaminación ambiental por plásticos es la actividad humana.13 El interés creciente en este tema se ha reforzado debido a la evidencia de sus efectos tóxicos en los ecosistemas afectados. Existen reportes de daño directo a seres vivos por ingestión, estrangulamiento, atrapamiento, además de ser vehículos de especies invasoras u otros contaminantes como hidrocarburos, bifenilos policlorados o diclorodifeniltricloroetano, tanto en mares como en ecosistemas terrestres.14
En 2019 se estudió en China la capacidad de los MP para adsorber contaminantes químicos como los metales o productos farmacéuticos en agua de mar, agua residual urbana y agua de riego. Los resultados revelaron una significativa adsorción de tóxicos como plomo, cromo y zinc en MP, especialmente, en aquellos formados por polietileno y cloruro de polivinilo.15
Estos hallazgos se han complementado con estudios posteriores, que evaluaron la adsorción de moléculas de plástico a antibióticos como levofloxacino y se reportaron datos interesantes, por ejemplo: que la presencia de ciertos metales como el cobre, zinc y cromo promueven la adsorción de antibióticos a la superficie de microplásticos16, esto ha generado gran preocupación en la comunidad científica mundial ya que los MP se presentan como coadyuvantes en la generación de resistencias bacterianas.
Varios estudios in vitro en células humanas y en roedores vivos han demostrado el potencial de MP inhalados o ingeridos para causar una variedad de efectos biológicos que incluyen: neurotoxicidad, alteraciones metabólicas, toxicidad física, estrés oxidativo, secreción de citocinas, daño celular, inflamación, daño de ADN y reacciones inmunitarias11, además estados proinflamatorios y oxidativos intestinales, resultados que han aumentado progresivamente la evidencia científica que relaciona el potencial tóxico de MP con la generación de trastornos inmunológicos crónicos.17
Previamente, se consideraba a los océanos como los reservorios mayoritariamente afectados por bioacumulación de microplásticos. Actualmente se ha reconocido que los MP se pueden encontrar en todos los compartimentos ambientales.18) Por ejemplo, existen trabajos que han estudiado los efectos de microplásticos derivados de mascarillas (objetos constituidos por polímeros plásticos) sobre lombrices de tierra, que mostraron altas concentraciones (1 000 mg/kg suelo seco), los MP han generado inhibición de la reproducción y el crecimiento en lombrices de tierra, disminución intracelular de la actividad de la enzima esterasa e inhibición de la espermatogénesis en las lombrices macho19, lo que afecta a ecosistemas y especies terrestres.
Por otro lado, también se ha estudiado la presencia de MP en el aire, la concentración de personas en ciudades ha reducido los espacios habitables en ellas, convirtiéndolas en lugares sobrepoblados con espacios habitacionales cada vez más pequeños. Esto, sumado a cambios importantes en los estilos de vida como sedentarismo, actividades laborales limitadas a espacios interiores casi sin exposición al aire fresco y jornadas laborales extensas, entre otros, producen exposiciones prolongadas a ambientes cerrados.11
Las características mencionadas han despertado el interés en los contaminantes ambientales en espacios cerrados, donde previamente se consideraba como principal problema a las partículas de polvo, sin embargo, recientemente se ha demostrado que existe contaminación aérea de ambientes interiores con MP.18
Varias pueden ser las fuentes de MP en los ambientes interiores, por ejemplo, la abrasión de materiales plásticos, pinturas de objetos y muebles, desechos derivados de actividades laborales modernas como las impresiones 3D, que utilizan como materia prima polímeros plásticos y se realizan dentro de ambientes cerrados. Además, es importante saber que la abrasión de neumáticos es la principal fuente de MP en ciudades.20 Por lo datos expuestos, se puede decir que los MP actualmente son omnipresentes21, incluso encontrándose dentro del ser humano.
Una investigación reciente ha reportado la identificación, por primera vez, de MP en muestras de placenta humana, tanto del lado materno como fetal, así como en las membranas corioamnióticas1 Estos hallazgos denotan una acumulación tisular de MP secundaria a exposición sistémica. Dichos factores deberían provocar reflexiones profundas y alarmas sanitarias sobre la toxicidad física, química y microbiológica secundaria a MP, así como de sus efectos a largo plazo.
De igual manera, recientes estudios han identificado MP en heces fecales, lo que refuerza el conocimiento de que la ingesta de estos materiales tóxicos está vigente y precisa más investigaciones.22
La preocupación inicial de que los MP ingresen a la dieta humana ha sido confirmada, se estima que tras la ingesta las partículas de MP pueden llegar al cerebro. Aunque existe poca información sobre su potencial real de neurotoxicidad, la presencia de estos tóxicos induce estrés oxidativo, inhibición de la actividad de la enzima acetilcolinesterasa y alteración de los niveles de neurotransmisores, factores que resultan en daño celular y aumento de la vulnerabilidad a desarrollar desórdenes neuronales, lo que conlleva a cambios en el comportamiento.23
Podemos decir también que la pandemia por la COVID-19 agravó la situación, dado que el uso masivo de mascarillas construidas de polímeros plásticos (polipropileno) ha significado la generación mundial de todavía más residuos plásticos, que por las deficientes estrategias de control en cuanto a su disposición final terminarán acumulados en el ambiente.
Desde finales de 2019, millones de mascarillas desechables se consumen a diario en todo el mundo.24 Si bien son de los equipos de protección más eficientes para mitigar el contagio de la COVID-19, junto con el distanciamiento social y las prevenciones de trasmisión por contacto como el lavado de manos, las mascarillas están constituidas por polímeros plásticos y son en su mayoría productos desechables y de un solo uso, lo que las convierte en una nueva fuente de desechos masiva y recurrente.
Se ha identificado que cada mascarilla puede liberar más de 1 000 millones de partículas de nanoplásticos y MP. Los MP fueron detectados en el moco nasal de los portadores de mascarillas, los cuales pueden ser inhalados e ingeridos mientras se usen estos equipos de protección. Esta información es útil, ya que permite considerar los posibles riesgos derivados del uso de mascarillas a largo plazo.4
Estos datos se hicieron relevantes ya a inicios de la pandemia por la COVID-19 en 2020, cuando OceansAsia, una organización de investigación sobre la contaminación marina informó la presencia de mascarillas de diferentes tipos y colores en océanos de Hong Kong.4
Por lo expuesto el efecto dañino potencial de la contaminación por MP para el medio ambiente es evidente, si bien las mascarillas desechables han sido medios de protección útiles, baratos y ampliamente utilizados como una nueva norma social en el contexto de la pandemia, deben ir acompañadas de información para un adecuado desecho, que genere responsabilidad medioambiental.25
Todos los datos analizados demuestran que los MP representan un efecto tóxico importante para el ambiente y desafío para la salud pública, tanto en la actualidad como en el futuro.26
Microplásticos en Ecuador
En 2011 se publicó la evaluación de la concentración de organofosforados y microplásticos en agua y sedimentos de las madrigueras y tejidos de los cangrejos violinistas Leptuca festae y Minuca ecuadoriensis de la Isla Santay del Río Guayas, Ecuador. Los resultados mostraron concentraciones de hasta 26 veces por encima de los umbrales para la exposición crónica a los organofosforados en agua y sedimentos de madrigueras de cangrejos violinistas, demostrando riesgo ambiental.27
Por otro lado, MP fueron encontrados en tejidos de ambas especies de cangrejos, sobre todo, en las branquias, tracto digestivo y hepatopáncreas. Los cangrejos violinistas son especies que están crónicamente expuestos a la contaminación ambiental, por lo cual son considerados bioindicadores adecuados para supervisar la Isla Santay y comprender los impactos humanos en los ambientes costeros del Ecuador.28
En 2019, se evaluó la presencia de MP en agua potable en Riobamba, Ecuador. Los resultados del estudio indicaron que el 80 % de las muestras analizadas tenía presencia de MP, además de indicar que al no contar con parámetros estándares sobre niveles de toxicidad se puede concluir que la cantidad y tipo de MP encontrados en las muestras analizadas representan un riesgo para la salud de animales y humanos expuestos.6
Ya en 2020 se estudió la presencia de MP en ecosistemas de alta montaña, al considerar que el viento puede transportar y depositar MP en esos ecosistemas. A sabiendas de que los glaciares de montaña son la principal fuente de agua potable para las grandes áreas urbanas en la Cordillera de los Andes, la evaluación de MP cobra gran importancia. Tres muestras de la superficie de la nieve y el hielo tomadas del glaciar Antisana fueron analizadas y se encontraron 270 mps/ML de muestra analizada. El tamaño de los MP osciló entre los 60 y los 2500 µm. La abundancia de MP encontrados en las muestras fue sustancial, lo que confirma la hipótesis de que los MP están siendo transportados a partir de múltiples fuentes y se han depositado en el glaciar a lo largo del tiempo29, por lo que se establece de esta manera una fuente de contaminación al agua potable de consumo en áreas urbanas de Quito, Ecuador.
También se ha analizado la presencia de MP en alimentos procesados en Ecuador en este mismo 2020; luego de analizar miel, cerveza, leche y refrescos se reportó un promedio de 40 MP/L. Los resultados mostraron una mayor presencia de los MP en comparación con el registro de Europa, probablemente debido a los métodos de procesamiento.30
La primera evaluación de la contaminación por MP en la zona costera de la Provincia de Esmeraldas, Ecuador fue publicada en 2022. Los resultados demostraron contaminación por MP en el 84 % del total analizado, reportándose que la contaminación por MP es generalizada y sus fuentes son múltiples.31
En el mismo 2022, otro estudio de MP en Ecuador, reportó la distribución y la composición de MP en dos playas de las islas de las Galápagos, destino turístico mundialmente conocido y valorado. Los datos mostraron una concentración alta de MP de 0-2 524 partículas/m2 en las playas analizadas. Uno de los hallazgos más preocupantes de este estudio fue el reporte de concentraciones cuatro veces mayores de MP en el hábitat de anidación de tortugas marinas en las playas analizadas.32
Los reportes citados muestran que al igual que otros lugares del mundo, los MP están presentes en Ecuador en todos los ecosistemas; desde los glaciares de la Cordillera de los Andes, áreas urbanas, hasta las playas y los mares. También se ha demostrado la presencia de MP en agua potable, e incluso en alimentos procesados, convirtiéndose en una amenaza prioritaria para la salud pública del país y del mundo, problema que aumenta por la ausencia de normativas para manejo adecuado de estos desechos tóxicos en el país.
La tendencia mundial es clara, existe evidencia científica que demuestra la presencia de MP en grandes cantidades y en todos los ecosistemas del mundo. La variedad de diseños metodológicos de los estudios publicados complica la comparación de sus resultados. Como señalaron Cincinelli, et al.33, existe una falta de métodos de muestreos estandarizados para la recolección de MP en aguas superficiales. El método más común de identificación de MP es la inspección visual del material recolectado con microscopio, aunque es cada vez más común que los MP se confirmen usando técnicas analíticas como la espectroscopia infrarroja transformada de Fourier (Fourier-transform infrared spectroscopy/FTIR).
A estas dificultades se suman el informe de hallazgos en diferentes unidades de medida (MP/km2, g/km2, mg/m3 y/o MP/m3), falta de información sobre el rango de tamaño de los MP recolectados, los tipos de polímeros o si son plásticos primarios, gránulos/microesferas de resina plástica virgen o partículas secundarias resultantes de la erosión de los desechos. Esta falta de estandarización con respecto al informe de datos dificulta la estimación del impacto potencial de los MP en las aguas superficiales, como lo señalaron Everaert, et al.34 en el 2020.
Las limitaciones de esta revisión residen en la necesidad de más estudios en Ecuador, la heterogeneidad metodológica general de los distintos estudios y la ausencia de normativas locales de control para un adecuado manejo y disposición final de estos desechos tóxicos, lo que favorece la continuidad de esta problemática. Por lo tanto, resulta necesario un mayor consenso en el diseño, análisis y determinación de los métodos de estudio, unidades métricas, toma de muestras, análisis toxicológicos, así como una mayor estandarización en la evaluación de riesgo ecológico y sanitario en Ecuador y el mundo.
Consideraciones finales
La evidencia recopilada muestra cronológicamente el avance de la contaminación por microplásticos, tanto a nivel mundial como en Ecuador, además de la presencia de microplásticos en océanos, agua dulce, ecosistemas terrestres, aire, alimentos y dentro del cuerpo humano.
La contaminación por MP es un tema de gran relevancia actual, que amerita acciones de control inmediatas. La información disponible permite dimensionar la gravedad de la contaminación por MP y la necesidad de desarrollo de políticas de control en cuanto a su uso y desecho, así como la necesidad de desarrollo de investigaciones más profundas en torno a los posibles efectos en la salud humana.
Se espera que este trabajo genere la repercusión necesaria para toma de conciencia alrededor de MP y sus implicaciones ambientales ante este emergente problema de salud pública.