INTRODUCCIÓN
La educación produce conocimientos, habilidades, valores y actitudes, es esencial para el orden cívico, la ciudadanía, el sostenimiento del crecimiento económico y la reducción de la pobreza. La educación es también cultura; por tanto, es el instrumento principal para diseminar los conocimientos de la civilización humana. La sociedad y la universidad tienen una relación directa, bilateral e indisolublemente vinculada al desarrollo histórico, social, político, económico y cultural de las naciones. Ante la complejidad de los desafíos mundiales, presentes y futuros, la educación superior tiene el encargo social de hacer avanzar la comprensión sobre problemas polifacéticos con dimensiones sociales, económicas, científicas y culturales, así como la capacidad de afrontarlos.1
Desde su origen en el siglo XII, las universidades han sido instituciones destinadas a ejercer funciones esenciales dentro de su contexto social. A lo largo de la historia, han cambiado sus roles, funciones y características en una adaptación continua a las diferentes circunstancias de la sociedad, no sin ciertos conflictos y resistencias. Además, las funciones y tareas que llevan a cabo han ido incrementándose y diversificándose con el transcurso del tiempo. Las universidades, entonces, están impregnadas por distintas finalidades, funciones, y al mismo tiempo, por diversas maneras de proyectarse en la sociedad en la que conviven y coexisten, de forma compleja.2
En cada época histórica ha existido consonancia con el modelo de desarrollo económico y social prevaleciente, en cada región la universidad se ha visto en la necesidad de rediseñar sus sistemas de formación de profesionales. Así por ejemplo, se observa desde finales del pasado siglo en muchos países capitalistas la primacía del concepto restrictivo de desarrollo económico, en lugar del concepto de desarrollo humano, las amenazas cada vez más crecientes de trasformar la educación superior en un producto negociable, en los que las lógicas mercantiles y empresariales han adquirido un importante papel en la agenda de los países ricos, principalmente. Esto ha ocurrido en detrimento de los temas de pertinencia, responsabilidad social y equidad de la educación superior los cuales fueron altamente valorados en la Conferencia Mundial de la Educación Superior de la Unesco de 1998. En los países pobres y en vías de desarrollo de América Latina estos temas aún se mantienen en la agenda política y universitaria, pero enfrentan una enorme resistencia por parte de las fuerzas de la llamada “modernización”; en general identificadas con la globalización y la instrumentación económica de la educación superior.
Mientras en el pasado, los esfuerzos por lograr transformaciones en la educación superior se concretaron en las llamadas "reformas universitarias", los procesos actuales apuntan a una redefinición de las relaciones entre el Estado, la sociedad y la universidad, donde no siempre la iniciativa parte de los sectores universitarios, sino de cuestionamientos externos a la academia.1
Durante las últimas décadas se registra una demanda creciente por muchos gobiernos para que las universidades desempeñen un papel más activo que contribuya, en mayor medida, al crecimiento y desarrollo económico.
Las universidades son actores clave en el tejido social, por su desempeño en actividades de docencia, investigación y extensión, con las que dan cumplimiento a sus misiones básicas y se vinculan con el entorno socioeconómico. Estas misiones forman parte del modelo normativo de la universidad moderna.
Las políticas públicas destinadas a impulsar el crecimiento económico, el desarrollo social y aumentar la eficiencia de la gestión pública han puesto el foco sobre la innovación, entendiéndola como el resultado de una acción sinérgica entre numerosos actores entre los que se cuentan las universidades y los centros públicos de investigación, a los que se demanda transferir, de múltiples y renovadas formas, conocimientos y capacidades a la sociedad.3
La Conferencia Mundial de Educación Superior (Unesco, 2009) definió el papel fundamental de la universidad: la construcción de una sociedad del conocimiento inclusiva y diversa para el progreso, la innovación y la creatividad. Desde esta visión, el desafío de la educación superior se dirige a la generación y transferencia social del conocimiento necesario para contribuir al desarrollo de los seres humanos, sus condiciones de vida, su paz y felicidad. Esto implica que la responsabilidad social de la universidad debe destinarse a toda la sociedad, especialmente a los excluidos, que su visión y acción, traducida en proyectos, debe orientarse al desarrollo local y velar por la calidad de vida de la sociedad global. En el ámbito de sus interrelaciones recíprocas, la universidad y la sociedad, como actores estructurales, tienen la necesidad de construir vínculos, alianzas y proyectos que pongan en común sus intenciones, conceptos, valores o principales directrices, atendiendo la naturaleza de los involucrados y sus acciones, tanto a lo interno como a lo externo de las organizaciones, sean sociales, estatales, productivas, etc.4
La Conferencia Mundial de Educación Médica celebrada en Santa Fe de Bogotá, Colombia, en 1995, reconoce en su declaración entre otros elementos: la necesidad, conveniencia y pertinencia de realizar a corto y mediano plazo, transformaciones en el desarrollo de los recursos humanos en salud, incluyendo la educación y la práctica médica, a la luz del avance de las ciencias sociales. Estas transformaciones pueden ser organizacionales, pedagógicas y tecnológicas, en función de las necesidades de salud de la población, dentro de la búsqueda de “Salud para todos”. Señala la importancia de realizar la formación de los profesionales en espacios comunitarios, futuros escenarios de la práctica médica, en los cuales se debería dar una real integración de los sistemas de atención en salud y la comunidad. La Conferencia tuvo entre las principales recomendaciones: promover la participación activa de la universidad junto con el Estado, sus instituciones y la sociedad civil, en los procesos de transformación del sector salud, orientados hacia el logro de la equidad y la calidad como bases fundamentales para el desarrollo humano; así como asumir los principios de calidad y responsabilidad social como eje de los cambios, hacer ajustes curriculares y considerar los sistemas de evaluación y acreditación como presupuestos indispensables de todo el proceso.
Los autores se propusieron como objetivo: analizar la importancia de la vinculación entre la universidad médica cubana con su entorno social.
MÉTODOS
Para la realización de este trabajo se llevó a cabo una búsqueda con términos descriptores: universidad y sociedad, pertinencia de la universidad médica y educación superior en la actualidad, fueron consultados 35 artículos en idioma español e inglés, publicados en los últimos 20 años, en numerosas revistas electrónicas de educación médica y salud pública de Cuba y el resto de la región. La búsqueda se realizó entre febrero a junio del presente año, en las bases de datos de SciELO y Google Académico. Del total de trabajos consultados fueron citados 19 artículos, los cuales, a juicio de los autores, tienen un enfoque más actualizado sobre el tema. Se realizó, además, el análisis de declaraciones emitidas en conferencias internacionales sobre educación superior y que facilitan la comprensión del contenido.
DESARROLLO
Con el triunfo revolucionario de 1959 en Cuba se realizaron profundas transformaciones sociales que llegaron hasta la educación y marcó una etapa progresiva en todos los niveles, incluyendo la educación superior.5) Este país ha desarrollado un modelo de universidad que la define como humanista, moderna y universalizada, científica, tecnológica e innovadora y por supuesto, integrada a la sociedad, comprometida con la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera, sostenible, y capacitada para cumplir con los objetivos propuestos por la Agenda de Desarrollo 2030.6,1
Estos referentes, con los cuales coinciden los autores de este artículo, presuponen que la universidad médica cubana tenga el reto de formar profesionales con un fuerte encargo social y cumpla tres principios fundamentales: la excelencia, la calidad y la pertinencia; esta última vinculada a una de las principales características que tiene el nuevo contexto de producir conocimientos con énfasis en el entorno de las instituciones de investigación y centros de educación superior, y por tanto, la necesidad de un estrecho acercamiento entre los que producen y los que se apropian del conocimiento para contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas de salud urgentes de la sociedad, en el medio donde se encuentran.
Este indicador es importante pues según se satisfagan las necesidades de la sociedad, se pudiera evaluar la calidad y excelencia de la universidad, de sus procesos y sus responsabilidades.
Promover la formación de ciudadanos y profesionales competentes en su disciplina y responsables socialmente, para dar respuesta a las múltiples exigencias y desafíos del mundo actual, permeado por las nuevas y complejas relaciones entre la ciencia, la tecnología, la sociedad y el desarrollo, exige a la educación superior el desarrollo de un proceso formativo trascendente. Esta afirmación ayuda a comprender la importancia de la relación directa y recíproca universidad-sociedad, como un proceso sustantivo de responsabilidad compartida que reafirma un principio básico de la educación superior: el vínculo entre la formación académica de los estudiantes desde el punto de vista teórico-práctico y su inclusión en el mercado laboral.1
Por ello, la definición del perfil profesional de la salud en Cuba parte de la identificación de los principales problemas de salud y la política sanitaria, a la cual deben responder los planes, los programas de formación y las estrategias docentes como un proceso integral.6,7)
Para lograrlo, existe una planificación en la formación de los recursos humanos con un enfoque estratégico que persigue eficiencia y calidad.8 Esto solo se alcanza con la decisión de los organismos empleadores, centros docentes y demás instituciones, que en conjunto proponen buscar un equilibrio entre los recursos a formar y las necesidades de los servicios de salud.
Los autores se afilian a los planteamientos relativos al establecimiento de una política educativa permanente que involucre a todo el claustro universitario, sus educandos y egresados, dinámica resultante de la interacción de los procesos de trabajo en salud, en los diferentes escenarios de la comunidad y en los servicios, además de la necesidad de participación de los diferentes actores sociales.9,10
La Universidad de Ciencias Médicas de Holguín como el resto de las universidades médicas del país, tiene como misión formar integralmente profesionales revolucionarios en ciencias de la salud, producir conocimientos y tecnologías e innovaciones, desarrollar la extensión universitaria y ejercer la rectoría metodológica de planes y programas de estudios de las carreras y modalidades del posgrado. Su visión radica en ser una universidad de excelencia que forme profesionales altamente calificados en ciencias de la salud, sustentada en el paradigma clínico-epidemiológico-social, con una proyección ambientalista y humanista, que produce conocimientos, tecnologías e innovaciones tecnológicas para solucionar los problemas de la sociedad.
La misión y visión se materializan en los distintos escenarios donde se desarrolla el proceso docente-educativo y no se limita a la formación de pregrado, se mantiene durante el posgrado en programas de especialización y superación del profesional de la salud y da cumplimiento a los principios planteados en la Declaración de Rancho Mirage sobre la educación médica. Desde la perspectiva pedagógica social, los problemas de salud solo pueden ser abordados en su vínculo con la situación social de las personas y es precisamente dicho vínculo el que apunta a la dimensión humana.11,12,10
Así, por ejemplo, desde los policlínicos y consultorios médicos creados y perfeccionados a partir de la implementación del programa del médico de la familia por el sistema nacional de salud cubano, en la década de los ochenta, se refuerza la relación médico-paciente en el aspecto ético, moral, de respeto y a la vez de confianza al galeno y a su labor.13 La estrecha unión del médico y la enfermera con la comunidad y la participación de las personas en la solución de sus problemas de salud, determinan cambios positivos en el estado de salud de la población y ayudan a lograr nuevas metas en la resolución de los problemas de salud comunitarios, objetivos alcanzables mediante acciones integrales dirigidas al individuo, la familia, la comunidad y al ambiente, con una íntima vinculación con las masas.
Esto alcanzó mayor relevancia con la creación de los policlínicos universitarios donde los especialistas de la salud se forman en la comunidad donde residen, lo cual contribuye a la profundización de las relaciones interpersonales con los integrantes de dicho entorno y la efectiva influencia de los profesores en la formación de actitudes éticas y morales a los educandos. De igual forma, con la incorporación de estudiantes de pregrado, en estos policlínicos, desde los primeros años de las carreras, según su perfil, se profundiza en el conocimiento de los problemas de salud existentes en la comunidad y amplían su visión en la búsqueda de las soluciones que demanda la sociedad.
En el nivel de atención secundaria, y específicamente desde los centros hospitalarios que forman parte de la enseñanza universitaria donde se brinda atención médica especializada y que responden al principio de: “… la enseñanza de la Medicina debe exceder las aulas universitarias y debe estar relacionada directamente con el paciente...”13 se llevan a cabo acciones que contribuyen a formar recursos humanos comprometidos con las necesidades del entorno social donde se encuentran y garantizan el cumplimiento de las siguientes funciones:
Desarrollar un diseño estratégico que permite planificar, organizar, dirigir y controlar los procesos sustantivos de la universidad en correspondencia con la misión, los lineamientos y políticas priorizadas por la educación superior y por el Estado cubano.
Formar integralmente a estudiantes cubanos y extranjeros, tanto de pregrado como posgrado, capaces de cumplir su encargo social en Cuba y otros países.
Desarrollar la proyección educativa como sistema coherente, con un adecuado balance en sus tres dimensiones: curricular, extensionista y sociopolítica, que permita una formación integral y adecuada de estudiantes y profesores.
Desarrollar líneas investigativas, proyectos y actividades que den respuesta a las exigencias del desarrollo socioeconómico, científico, tecnológico y ambiental a nivel local, territorial y del país, para garantizar el desarrollo científico-técnico y académico.
Hacer cumplir la política de cuadros científica, pedagógica y de administración, con una estrategia de superación de los cuadros y reservas para lograr un mayor impacto en su preparación.
Garantizar con calidad la formación posgraduada, en correspondencia con las necesidades del sector y las que se generen por los compromisos internacionales.
Actualmente, se puede constatar la materialización de la relación universidad-sociedad y particularmente, de las universidades médicas con el entorno social, en la lucha contra la pandemia de COVID-19, desatada a nivel mundial y que desde marzo de 2020 afecta a Cuba. Desde las universidades y centros de atención primaria y especializada, se capacitan en cuanto a la prevención y tratamiento de la enfermedad, por vía presencial y virtual, los estudiantes de Medicina y de otras ramas de las ciencias de la salud, así como a todos los trabajadores y profesionales del área, quienes a su vez capacitan y orientan a otros sectores y a la población, a través de charlas, audiencias y diversas actividades de educación sanitaria.14
Al mismo tiempo, cada mañana, hogares de todo el país, reciben la visita de jóvenes estudiantes de las ciencias médicas, quienes, a través de la pesquisa diaria, recolectan datos referentes a la presencia de sintomatología respiratoria y realizan acciones de promoción de salud al explicar las medidas y adecuaciones en el comportamiento diario.15,16 Además, colaboran en la identificación de la población vulnerable, las necesidades de atención a personas de avanzada edad o con discapacidad. Estas acciones revelan modos de actuación profesionales, la ética, las normas de protección, guiados por profesores universitarios que enseñan el enfoque epidemiológico en la exploración clínica periódica y sistemática de la población y contribuye a la solución integral de los problemas de salud comunitarios, a la vez que prepara a los estudiantes para su futuro desempeño profesional.17
CONCLUSIONES
La estrecha vinculación de las universidades médicas con el entorno social es importante y necesaria, tanto para la sociedad, como para la comunidad universitaria. Esta relación se desarrolla en sentido bidireccional, genera importantes avances y logros, tanto a los productores, como a los usuarios del conocimiento. La institución educativa participa, a través de sus actores, en la vida social, económica y cultural de la sociedad en la cual se inserta; al mismo tiempo, contribuye a la solución de los problemas de salud más apremiantes y emergentes surgidos en las comunidades. Desde las universidades se diseñan los currículos a partir de esos problemas de salud y se estructuran según la estrategia de atención. El proceso docente se enfoca en la integración docente-asistencial-investigativa, la utilización del método propio de cada profesión, la educación en el trabajo y la interacción de la universidad médica con la comunidad.