Señor Editor:
La terapia de resincronización cardíaca (TRC) se creó como puente al trasplante cardíaco, por lo que nadie supuso lo que representaría a posteriori para la cardiología y los pacientes1; sin embargo, muchas publicaciones describen a los súper-respondedores con una excelente calidad de vida y clase funcional I de la NYHA (New York Heart Association)2-5. Aún queda aproximadamente un 30% de pacientes que no responden bien a la TRC, es por ello que se siguen buscando las causas del por qué no es efectiva esta terapia en ese subgrupo de pacientes4,5. A nuestro juicio, y sin discrepar con tantos investigadores que publican sus resultados al respecto, deberíamos buscar qué falla en la TRC para no desgastarnos en describir variables que permitan reconocer la respuesta. Tal vez la identificación de otro tipo de marcadores nos permita modificar el procedimiento del implante o la programación del dispositivo y mejorar así, la respuesta de aquellos que se identifiquen como probables no respondedores.
Recientemente he leído con detenimiento el artículo de Martínez López et al6 (Terapia de resincronización cardíaca: Índice del QRS como predictor de respuesta), y me gustaría trasmitir algunas consideraciones.
Quizás la revisión de algunos artículos citados por estos autores7-9, en los que se establece la fórmula descrita como «índice», llevó a Martínez López et al6 a llamarlo nuevamente de esta forma; pero igual pudo llamarse «porcentaje» como, matemáticamente, lo demuestra su fórmula; pues, en esta investigación, lo que se calcula es una proporción del estrechamiento del QRS. No obstante, no se puede criticar la forma de llamar a esta variable, porque un «índice» puede ser una razón matemática que asocia dos variables, cuyo resultado se puede interpretar de diferentes formas10.
Otros aspectos relacionados con el objetivo, el diseño del estudio y el análisis estadístico sí pueden ser temas cuestionables. Es importante recordar que los objetivos de una investigación deben ser precisos, medibles y alcanzables; y no deben aparecer de forma diferente en el resumen y en el cuerpo del artículo. No es lo mismo “definir los predictores de respuesta favorable a la TRC” que “determinar el valor del índice del QRS como predictor de respuesta a la TRC”.
También es muy importante tener en cuenta que «ir al pasado» a buscar el dato primario no hace retrospectiva a la investigación, como en este caso la definieron sus autores6; pues el punto de inicio en el momento de la implantación del dispositivo, con el seguimiento de los pacientes y la recogida de los datos hacia adelante en el tiempo (“se realizaron electrocardiogramas antes del procedimiento, a los 6 y a los 12 meses del implante”), la convierten en longitudinal prospectiva. Además, en el método no se aclara cuándo fue que se realizó el ecocardiograma evolutivo que les permitió clasificar a los pacientes según la respuesta a la TRC; ni mencionan en qué derivación midieron el QRS para el cálculo del índice, lo cual podría representar un sesgo en la investigación. Existen varias publicaciones que demuestran que, en el electrocardiograma de 12 derivaciones, existe un QRS máximo y uno mínimo, de ahí que algunos autores reconozcan la variable dispersión del QRS como predictora de respuesta a la TRC11-13, uno de esos artículos fue publicado en esta revista13.
El análisis estadístico que hacen respecto a la curva ROC (siglas en inglés de Receiver operating-characteristic) “para predecir respuesta a la TRC”, probablemente constituya un error plantearlo de esa forma, porque el área bajo la curva proporcionaría la fortaleza del llamado índice del QRS para discriminar, no para predecir. Tal vez en futuros análisis de esa misma línea de investigación, con un mayor número de casos, puedan aplicar una correlación entre el mencionado índice y la respuesta a la TRC donde muestren, además del gráfico del área bajo la curva, otros donde se establezca el punto de corte al calcular la sensibilidad y especificidad; todo lo cual facilitaría al lector la interpretación y credibilidad de los resultados.
Por otra parte, durante la lectura del artículo no queda claro cuál fue el momento de medición de la variable duración del QRS post-TRC; solo nos damos cuenta que no fue inmediatamente después del implante al llegar a las limitaciones del estudio. Uno de los factores que contribuyen a esta duda es que, en la tabla 26, donde los autores exponen la distribución de las variables ecocardiográficas y electrocardiográficas según respuesta a la TRC, la columna que muestra el valor de las diferentes variables en el total de pacientes debió titularse «pre y post TRC», pues allí se resumen resultados de ambos momentos de la investigación.
Por último, la conclusión del estudio dice textualmente: “Un mayor índice del QRS, que representa la disminución de la anchura de este complejo, se relaciona con una respuesta favorable a la TRC”. Y es importante recordar, sin quitar el valor local del hallazgo en esta investigación, que “la disminución de la anchura” del QRS es una variable que, desde hace varios años, tiene demostrada asociación con una respuesta favorable a la TRC14-19.