Estimados lectores:
La fortuna que significa tener una familia no alcanza a promediarse hasta la adultez; el privilegio de sentirse seguro dentro de una convivencia diaria, con esas personas capaces de apoyarte a pesar de momentos difíciles, dificultades económicas, problemas emocionales, es un premio de vida del que no todos podemos disfrutar.
La familia es la unidad de reproducción y mantenimiento de la especie humana y para este propósito cumple funciones importantes en el desarrollo biológico, psicológico y social del hombre, y ha asegurado, junto a otros grupos sociales, la socialización y educación del individuo para su incorporación en la vida social y la transmisión de valores culturales de generación en generación. La sociedad descansa en la familia como entidad llamada a garantizar la vida organizada y armónica del hombre.1
Si, aquí volvemos a leer: la familia es la célula fundamental de la sociedad porque no existe un sistema social que no se construya sobre los cimientos familiares. José Martí, desde su visión inagotable sobre todo lo que le rodeaba, describió como trascendental elemento el rol que cada miembro de la familia debe desempeñar, cada uno con identidad propia, con la necesidad de transmitir valores de manera consciente o no, con esa manera desinteresada de brindar amor por sobre todas las cosas.
La perfección es una palabra que no se ajusta a ninguna familia real, se habla de familias tradicionales, contemporáneas y hasta de no comunes, pero no existe ninguna perfecta, y eso está bien, solo existen familias distintas, que en medio de esa imperfección pueden ser muy felices. La armonía de esta institución básica de la sociedad depende de cómo seamos capaces de manejar la individualidad de los que amamos, de aceptar los defectos y errores de padres, hermanos, hijos; de la valentía e inteligencia que nos permita mantenernos unidos.
Protección, agradecimiento, equivocación, diversión, respeto, muestras de afecto, perdón y mucho amor, todo en una sola palabra: familia; personas que no siempre están unidos por lazos de sangre sino afectivos pero que están presentes en buenos y malos momentos, con las que siempre podemos contar, que no juzgan nos enseñan, que nos hacen valorar el tiempo y la compañía por encima de todo bien material, que nos hacen el camino más fácil porque nadie se queda atrás, pues como dijo el ex cantante de los Beatles, Paul McCartney, La familia es lo único que se adapta a nuestras necesidades.
En la medida que las generaciones más avanzadas perfeccionen la capacidad de percibir, comprender y manejar las emociones, necesidades y actitudes en el contexto familiar, irán apareciendo nuevas respuestas cada vez más apropiadas y mejoradas que harán posible que la familia se perfeccione sobre el modelo de la comunicación empática. Si hay familias sanas habrá sociedades sanas.
Aprender a valorar los sentimientos dentro del seno familiar constituye una función muy importante y necesaria, que requiere transmisión perpetua porque los sentimientos no son ni morales, ni inmorales, son amorales; están puestos por la naturaleza, lo importante es saber expresarlos adecuadamente en el tiempo y con la persona oportuna.
La sociedad en la que vivimos no es más que la muestra en grande de lo que son las familias que residen en ese país, del valor de sus personas y del amor que sus padres profesaron a sus hijos.1
Siempre vas a ser parte de una familia; si no la tienes, constrúyela y si la tienes, cuídala.