Señor editor:
La calidad de un servicio de salud parte del nivel de competencia y desempeño de sus trabajadores en el cumplimiento de sus funciones laborales y sociales. Para ello se impone motivar a los médicos generales en la adopción de la superación profesional permanente como un estilo de vida que satisfaga las necesidades en correspondencia con el contexto social, político, económico y epidemiológico del entorno donde labora;1 de ahí la pertinencia de diagnosticar sus niveles de conocimiento en relación con la promoción de salud y la prevención de las enfermedades en la comunidad, para poder organizar una educación de posgrado que tribute favorablemente a mejores niveles de salud en la población.
Una de las contaminaciones que afectan las comunidades en estos tiempos es el ruido, sonido no deseado que resulta desagradable e inoportuno y carece de calidad armónica. Son muchas las fuentes productoras de contaminación auditiva en las ciudades, entre ellas, el transporte motorizado: automóviles, motocicletas, tránsito ferroviario y aéreo; otras fuentes incluyen las construcciones, obras públicas, ruido industrial y el propio de los vecindarios (ruido comunitario) los cuales conducen al daño auditivo y a muchos otros riesgos para la salud.2
Esta problemática motivó a los autores a cuestionarse lo siguiente:
¿Está preparado suficientemente el médico de familia para acometer el nuevo reto de modificar la tendencia al incremento de los ruidos producidos en la comunidad, a través de actividades de promoción de salud?
En este artículo se exponen algunos de los conocimientos preliminares que son necesarios con respecto a los efectos del ruido en las comunidades, en un primer acercamiento al tema.
Berenger, referenciado por Cornelio Yacamán3 apunta que el fenómeno sonoro y el ruido forman parte de la significación, como una necesidad arraigada de la naturaleza cultural, pero que no puede separarse del entramado biológico. En este sentido, el ruido como hecho comunicativo es cada vez más latente en el panorama actual; principalmente, en contextos urbanos donde la mezcla cultural como fenómeno en crecimiento, plantea complejas contradicciones en cuanto a las actitudes culturales respecto al uso del sonido.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor del 60 % de las pérdidas de audición en la niñez se podrían evitar con medidas de prevención. Los ruidos intensos, incluidos los producidos por dispositivos personales tales como los teléfonos inteligentes y los lectores .mp3 utilizados a gran volumen durante periodos prolongados, pueden causar pérdida de la audición.4
La hipoacusia inducida por ruido es cada vez más frecuente. Las aglomeraciones públicas están haciendo las ciudades cada vez más ruidosas, particularmente en países en vías de desarrollo. La OMS predice que antes del 2030, uno mil millones de personas estarán en el riesgo hipoacusia inducida por ruido.4
El ruido afecta la vida humana en muchas maneras: influye en el sueño, la audición, la salud física, emocional, mental y en la comunicación; también es causante de algunos otros impactos en la salud que no son tan evidentes y perceptibles. Plantean Orozco Medina et al.5 que el ruido del tráfico aumenta el riesgo de morir de una enfermedad vascular, así como padecer trastornos del sueño y estrés, criterios que coinciden con el de Alfie Cohen2 cuando refiere que la modernidad, la industria, la urbanización y el ajetreo cotidiano causan alta contaminación auditiva en los parajes urbanos. Se puede asegurar que todas estas actividades rompen el equilibrio natural y provocan estrés, pues el ruido es indeseable y afecta y perjudica a las personas; es una de las principales fuentes de contagio en las grandes urbes.
La exposición a altos niveles de ruido por tiempos cortos puede resultar en pérdida temporal de la audición; mientras que durante largos periodos provoca lesiones auditivas permanentes.5
La OMS4 insiste en la importancia de identificar los grupos de riesgo más vulnerables como niños, ancianos y grupos socioeconómicos más bajos. Esta organización plantea que en 1997 el comité sobre salud ambiental de la Academia Americana de Pediatría reportó el potencial de hipoacusia inducida por ruido, y otros efectos sobre la salud en fetos y recién nacidos. Una investigación6 sobre la exposición al ruido de bebés pretérminos en la unidad de cuidados intensivos neonatal, ha indicado los efectos adversos sobre la audición, el desarrollo cerebral y los cambios fisiológicos que ocurren en esta etapa.
Se exhorta a la comunidad académica a capacitar a los médicos de familia para que puedan trasmitir a su población los conocimientos necesarios para combatir este flagelo en la salud.