La pandemia causada por la COVID-19 ha afectado todas las latitudes geográficas creando una incertidumbre generalizada, con profundos impactos médicos, políticos, financieros y docentes.1) La educación médica no es inmune a las angustias que producen estos cambios contemporáneos abruptos.2 En sentido general la enseñanza universitaria no se encontraba preparada para su enfrentamiento.
En la mayoría de los países del mundo, la aplicación de medidas relacionadas con el aislamiento social produjo la suspensión inevitable de la enseñanza presencial, modificando el proceso docente educativo; 2,3 diseñado en muchos países latinoamericanos para seis años de formación universitaria. Sin dudas, la COVID-19 modificó la regularidad de la educación médica. Las estrategias adaptadas al presente contexto intentan sostener el aprendizaje teórico necesario y a la vez adecuar, a través de las múltiples herramientas virtuales, la práctica del aprendizaje clínico de manera provisional.3) El impacto en el núcleo de los procesos educativos de las profesiones sanitarias no tiene precedentes. La respuesta inmediata ha sido estimular las experiencias de aprendizaje a distancia, tanto en estudiantes de Medicina como de otras ciencias de la salud.2,3
La educación a distancia se sustenta en un enfoque renovador, lo que exige la innovación de estrategias pedagógicas modernas para favorecer el estudio autónomo y la autogestión formativa en la construcción del conocimiento, mediados por el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones.4) Rápidamente, la enseñanza en línea ha aumentado de manera considerable prácticamente en todas las universidades donde las condiciones tecnológicas lo permiten. En la formación médica la educación a distancia se lleva a cabo enseñando y evaluando dimensiones de la medicina no relacionadas con el contacto humano, como el conocimiento científico o los algoritmos del razonamiento clínico.
Esta modalidad de educación ya estaba afortunadamente bien desarrollada para el logro de un adecuado aprendizaje académico. Las circunstancias pandémicas han conducido a los profesores a adquirir habilidades en el uso de recursos en línea para enseñar y conocer a sus estudiantes como nunca antes. En tales condiciones faltan el paciente y el entorno de atención profesional; por tanto, es necesario un arduo trabajo para garantizar la privacidad de los participantes, el cumplimiento de las normas de protección de datos, la calidad, la inclusión y la equidad, el apoyo a estudiantes y profesores, entre otros temas clave a resolver de modo efectivo mediante la cooperación intrainstitucional e interinstitucional.2
Algunos estudios realizados1,5,6 demuestran que en condiciones sanitarias normales los estudiantes de Medicina son particularmente vulnerables a daños en su salud mental, que pudieran repercutir en su rendimiento académico, con una prevalencia mundial de ansiedad y depresión del 33,8 % y del 33,0 %, respectivamente, ambos sustancialmente superiores a la población general, cifras que lógicamente aumentan en condiciones de pandemia ya que, si bien, las políticas de distanciamiento social y el aislamiento físico pueden incitar trastornos de estrés agudo, irritabilidad, miedo y pánico, comportamiento de evasión, angustia emocional y otras consecuencias para la salud mental en la población sana; en grupos vulnerables como los estudiantes de Medicina estas condiciones, en opinión de los autores, pudieran aumentar el riesgo con una repercusión directa en su rendimiento académico, si bien no existen aún investigaciones sobre el impacto psicológico de la COVID-19 en ellos, en las que también pudiera adicionarse cómo la educación a distancia ha modificado sus estilos de aprendizaje.
En Cuba actualmente más de 28 000 futuros galenos realizan actividades de pesquisa con el objetivo de detectar de manera precoz posibles portadores del virus SARS-CoV-2. El médico cubano en su formación universitaria interioriza las responsabilidades que la medicina implica; no solo se limita a la adquisición de conocimientos científicos y académicos, sino también a la adquisición de valores y principios éticos, debido a que esta carrera se caracteriza por ser una profesión humanitaria y de servicio.7
La emergencia de la COVID-19 eventualmente terminará. Para entonces, todo el concepto y el sistema de la educación médica se habrá restructurado después de haber servido como un experimento in vivo. De momento, está claro que las universidades y las instituciones sanitarias necesitan colaborar y potenciar nuevas formas de experiencias de educación profesional a distancia. La nueva enfermedad demanda que todos se impliquen conscientemente en este proceso. La actual situación sanitaria es una oportunidad para apoyar el desarrollo de la identidad profesional de los estudiantes de las ciencias de la salud en general y los de Medicina en particular, circunstancia favorable para discutir con los educandos el contrato social de la medicina y la responsabilidad que se deriva de ella. Las crisis también son oportunidades para definir prioridades y centrarse en ellas.