Introducción
Ecuador es un país que, con unas peculiares condiciones naturales, geográficas, culturales e históricas, ha emprendido en las últimas décadas un franco proceso de búsqueda del desarrollo, aspiración representada en los diferentes Planes de Desarrollo vigentes que, asociados a una u otra postura política, no han dejado de perseguir las metas que en el orden económico, social, ambiental e institucional son aún una quimera para la nación, acopladas además a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Las cifras que publica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe indican que Ecuador logró sortear una relativa estabilidad macroeconómica, respecto a otros países de la región, en la época Covid y pos-Covid. Por ejemplo, las cifras de empleo, el Producto Interno Bruto y otros indicadores macroeconómicos en el período 2019-2021 en Ecuador se mantuvieron entre los mejores de la región latinoamericana (Cepal, 2022).
Sin embargo, la problemática social en el país continúa siendo una preocupación, especialmente en lo relativo a indicadores que representan los niveles de pobreza, pobreza extrema, desnutrición crónica, el empleo informal, el acceso a la seguridad social, la inseguridad, el incremento de la violencia, entre otros. Y no se han elegido estos indicadores al azar, son quizás los que mejor representan el acceso de la población a diversos servicios que se relacionan directamente con la calidad de vida, como es el caso de la pobreza multidimensional que evalúa el acceso a la educación, a la seguridad social, a la salud, al agua, la alimentación y la vivienda.
En 2008, con la promulgación de la actual Constitución de la República del Ecuador, se definió el rol de la economía popular y solidaria, la cual incluye a los sectores cooperativistas, asociativos y comunitarios, agrupando en la actualidad a más de 16000 organizaciones. El sector se rige por la Ley Orgánica de Economía Popular y Solidaria, su Reglamento y otras normas conexas, dirigido por la Superintendencia de Economía Popular y Solidaria, cuya misión es promover la sostenibilidad, el correcto funcionamiento de las organizaciones y protección de los socios. Sin embargo, de acuerdo con Luque González y Peñaherrera Melo (2021), no se ha logrado una gestión solidaria, recíproca y de desarrollo equilibrado, en todos los subsectores que componen a la economía popular y solidaria.
De estas organizaciones, el 97 % se dedica a actividades no financieras. De las 435 entidades financieras, el 99 % son cooperativas que, unidas a las no financieras, suman las 3043 que existen en el país actualmente, que representan el 18,6 % de las organizaciones de la economía popular y solidaria en el país.
El objetivo del presente trabajo es analizar la situación del sector cooperativo nacional que permita reforzar el rol de las cooperativas como empresas socioeconómicas con extraordinarias capacidades de lograr ese cambio al que aspiran las familias, las comunidades y la nación.
Materiales y métodos
Al desarrollarse una investigación teórica con enfoque analítico y sistemático, fueron empleados métodos y procedimientos científicos que coadyuvan al logro del objetivo planteado, tales como histórico, sistémico, analítico-sintético, dialéctico, entre otros.
Los resultados que se presentan forman parte de la reflexión desarrollada en torno a la problemática identificada y se ha organizado en dos acápites: Análisis sistemático y propuesta.
Para la definición de la propuesta, se aplicó el método sistémico y de modelación para el esbozo de los elementos que permitirían mejorar la situación evidenciada, en aras de un equilibrio entre la gestión económica y social de las cooperativas de ahorro y crédito ecuatorianas.
Resultados y discusión
Análisis sistemático
Un análisis comparativo entre las cooperativas no financieras y financieras en el país permite evidenciar que las primeras han crecido en la última década en un 3,7 %, mientras que el índice de fracaso de las financieras supera el 50 % en igual período.
El sector económico donde la presencia de cooperativas no financieras es mayor es el del transporte; mientras que las financieras se concentran en un 79 % en los segmentos del 3 al 5, es decir, donde los rangos de activos son menores a los 20 millones de dólares.
En las no financieras, la proporción de socios por cooperativa es de 50 socios promedio y en las financieras más de 11600. La participación de hombres es superior en las cooperativas no financieras (70 %), y en las financieras es del 53 %, por lo tanto, existe un mejor equilibrio entre hombres y mujeres. La presencia de jóvenes es mayor en las cooperativas financieras, mientras que, respecto a la antigüedad, en las no financieras el 46 % ha permanecido por más de nueve años y en las financieras no se documentan datos, pero, por ejemplo, en el trabajo de Zambrano (2019) se indica que existe una alta tasa de movimiento de los socios, debido especialmente a la fidelidad que depende de las fluctuaciones de las tasas de interés en especial.
En ambos tipos de cooperativas, el nivel de instrucción que prima en los socios es el secundario/bachillerato. En relación con los directivos, en las financieras el 52 % son hombres; el 7,7 % son menores de 30 años y el 56 % tiene instrucción universitaria; mientras que en las cooperativas no financieras no existe un análisis específico disponible en las bases de datos oficiales, ni investigaciones documentadas al respecto. En este punto sería oportuno abrir un paréntesis en relación con la necesidad primordial de contar con estadística robusta que garantice el análisis comparativo del sector cooperativo con otros y entre organizaciones, con la finalidad de fortalecer la toma de decisiones desde el ámbito público hasta el de las propias empresas. En la tabla 1 se presenta un resumen de la comparación realizada.
COOPERATIVAS NO FINANCIERAS | COOPERATIVAS FINANCIERAS |
---|---|
En la última década han crecido en un 3,7 % | Han disminuido en más del 50 % |
72 % son cooperativas de transporte | 79 % se concentran en segmentos del 3 al 5 |
50 socios promedio | 11600 socios promedio |
78 % de los socios son hombres | 53 % de los socios son hombres |
7 % de los socios son menores de 30 años | 20 % de los socios son menores de 30 años |
54 % de los socios tienen una antigüedad menor a nueve años en la cooperativa | Alta fluctuación de los socios |
Nivel de instrucción que prima en los socios es el secundario/bachillerato | |
--- | Directivos: 52 % hombres; 7,7 % son menores de 30 años y el 56 % tiene instrucción universitaria |
Fuente: Elaboración propia a partir de datos públicos
Como se puede inferir, el cooperativismo en Ecuador es heterogéneo y tiene una clara división en el sector financiero y no financiero, donde el primero es el que, definitivamente, mayor reconocimiento tiene a nivel nacional, dado por el hecho de que casi uno de cada tres ecuatorianos se ha asociado alguna vez al mismo y que, por su volumen de activos, ronda cerca del 15 % del producto interno bruto y del 18 % de los activos del sistema financiero nacional.
Profundizando en la práctica de las cooperativas de ahorro y crédito como entidades de intermediación financiera, conviven con otras de carácter público y privado, siendo común la normativa aplicable, en este caso, el Código Orgánico Monetario y Financiero (Asamblea Nacional del Ecuador, 2014), en el cual, en una simple búsqueda, no existe una referencia específica a las cooperativas, por lo que da un tratamiento homogéneo a todas las entidades que participan del sistema monetario y financiero, regímenes de valores y seguros del Ecuador.
De acuerdo con Luque González y Peñaherrera Melo (2021), la normativa debería permitir un desarrollo sostenible de estas cooperativas en el país, respetando su esencia y modelo. Es decir, que el importante factor que para cualquier actividad socioeconómica es la normativa, en este caso trata con independencia a las entidades financieras, desconociendo el enfoque social que prima en las cooperativas.
A continuación, y como una síntesis del trabajo de varias investigaciones (Cuenca Caraguay et al., 2018; Fernández Lorenzo et al., 2017; Guerrero Guevara & Peñaloza López, 2022), se presentan algunas de las problemáticas internas identificadas, que indican que, sin lugar a dudas, los retos son aún muchos:
La estructura y funciones empresariales no se relacionan con la esencia cooperativa
Falta de visión estratégica, limitando la capacidad de la cooperativa para adaptarse a los cambios del entorno y mantenerse competitiva
Se prioriza la actividad económica sobre la social
Desarrollo de programas sociales aislados, sin carácter sistémico
Insuficiente conocimiento de las necesidades de los socios, directivos, empleados, familias y miembros de la comunidad y desarrollo de programas para atenderlas
La planificación de la actividad social se ve afectada por la no definición de objetivos y del presupuesto social, así como la insuficiente participación de los socios en la elaboración y aprobación del plan estratégico y planes anuales operativos
El desconocimiento mayoritario de los principios del Cooperativismo y su limitada incorporación a la gestión
Bajo impacto de la educación cooperativa
Insuficiente formación y capacitación de líderes cooperativos en temas de liderazgo y gestión cooperativa
Falta de cooperación entre cooperativas, en algunos casos estas compiten entre sí en lugar de colaborar para lograr objetivos comunes
Falta de transparencia y control interno, en el 2019 el gobierno ecuatoriano intervino varias cooperativas debido a irregularidades financieras y administrativas
Superar todas estas limitaciones internas y otras descritas anteriormente, será la única vía para vencer el estigma de institución financiera clásica y convertirse en organización que satisface tanto las necesidades económicas como sociales de sus miembros.
Propuesta
Para un país como Ecuador en el que, por precepto constitucional, el sistema económico es social y solidario, con la convivencia armónica de actores como el Estado, el mercado, la sociedad, la naturaleza y otros, donde se ha proclamado una Ley Orgánica de Economía Popular y Solidaria, existen organismos públicos para la regulación del sector, entre otros avances y donde el cooperativismo financiero tiene el protagonismo descrito anteriormente, se convierte en un imperativo establecer una política pública, normativa y apoyo institucional que promueva el efectivo equilibrio económico y social de las entidades del sector cooperativo financiero. En la figura 1 se representa la propuesta anterior.
Ejemplificando la importancia del apoyo de los organismos públicos para el fortalecimiento del sector, se debe indicar que, sin la participación activa de los estados nacionales, la promoción de programas correctamente estructurados y enfocados a la realidad del cooperativismo resulta muy complejo o, cuando menos, lento el proceso. Por ejemplo, en Ecuador, en el sistema participan desde el ámbito público, además de la Superintendencia indicada anteriormente, el Instituto de Economía Popular y Solidaria, cuyos programas de gestión van enfocados al ámbito productivo y económico.
Y en este punto, se hace imprescindible abordar mínimamente la esencia de la cooperativa como empresa, que, aunque suficientemente tratada por otros autores, desde nuestro enfoque de ya varios años de investigación, debe dirigir sus esfuerzos a equilibrar en el modelo de gestión empresarial los componentes económicos y sociales. Es decir, debe definir los elementos que interactúan para planificar, organizar, dirigir y controlar la empresa en función de los objetivos empresariales, los que, precisamente, para la cooperativa tienen un carácter dual (económicos y sociales), además de las regularidades que imponen a las funciones de la administración el cumplimiento de los principios y valores del Cooperativismo. Esto fue lo que nos llevó en el año 2011 a definir el siguiente concepto de Sistema de Gestión Empresarial Cooperativo: El conjunto de elementos mutuamente relacionados que permite gestionar integralmente a la empresa cooperativa y que propicie los resultados esperados en su desempeño técnico-económico y social (Figura 2).
Se define el carácter de integral como el principio que debería regir la actividad de las cooperativas, no considerar a lo económico como base de lo social, ni viceversa, sino equilibrar, sistematizar, integrar ambas aristas de la actividad de este tipo de organizaciones.
Pero para lograr esto, que en la teoría muy bien se ha logrado explicar, siempre queda la duda de cómo, en el complejo contexto actual, las organizaciones cooperativas logran, como mínimo, sobrevivir y, más complejo, crecer, ser competitivas y sostenibles.
Y en esa búsqueda de respuestas, obligatoriamente hay que dirigir la mirada a las cooperativas que lo han logrado, que han establecido un sistema de gestión donde lo social y lo económico se equilibran y esos principios, valores y filosofía cooperativa se vuelven un insumo de la práctica gerencial. La única vía que se considera transitable para las organizaciones del sector, dada la compleja situación política, económica, social y hasta cultural que caracteriza a las naciones latinoamericanas, es precisamente la de establecer alianzas con diferentes actores del panorama nacional, con capacidades para contribuir al logro de los objetivos del sector cooperativo, propios y, por ende, de la nación.
En ese panorama resulta obligatorio reconocer el rol del Estado Nacional como ya se ha indicado antes, el que, además de la implementación de una efectiva política pública, debería destinar fondos para el fortalecimiento del sector y velar por el correcto funcionamiento de los organismos reguladores (a través de una normativa bien enfocada y gestión de programas y proyectos pertinentes, entre otras acciones).
Adicionalmente, se debería visualizar las organizaciones públicas y privadas, empresariales o no, con las que se puedan establecer sanas relaciones de cooperación a través de alianzas público/privadas y otros mecanismos que fortalezcan el logro de los objetivos propios y comunes, lo que sigue siendo una buena práctica para las cooperativas. Entre ellas, se destaca la interacción con la academia (universidades, centros educativos y científicos), con capacidad para innovar en las prácticas de gestión de forma focalizada y pragmática.
Bajo un enfoque integral de relaciones de actores que promueven el desarrollo de diversos sistemas socioeconómicos, se debe tomar en consideración las relaciones activas con la sociedad y la naturaleza. Carayannis et al. (2012) le denominaron como un enfoque de quíntuple hélice, que incorpora a las tradicionales tres hélices (estado, academia, industria) los componentes social y ambiental.
Pero un enfoque endógeno no será nunca suficiente para conseguir todo lo que se requiere para gestionar a una empresa cooperativa. La necesidad de identificar a los actores internos (directivos, socios y familias), así como su participación proactiva en primer lugar en la percepción de sus necesidades, en la capacidad que tiene la cooperativa legal y filosóficamente para lograrlo y en cómo involucrarse en la planificación, organización, ejecución y fiscalización, serían algunos de los aspectos en los cuales enfocarse. Y es que, en este caso, el enfoque de mercado es únicamente una herramienta para visualizar desde una perspectiva sociológica, cómo el sujeto pasivo se convertirá en uno activo en la participación del proceso de gestión cooperativa.
En la figura 3 se sintetiza la propuesta de actores a considerar, de cara al salto cualitativo y cuantitativo que requiere el sector cooperativo.
En el ámbito interno de la cooperativa, se destaca un concepto que desde la administración tradicional viene empleándose hace muchos años, el liderazgo, que según Barrantes (2017): "el liderazgo en el cooperativismo no puede ser entendido como una figura hegemónica, sino que se trata de un liderazgo compartido y democrático, en el que los socios tienen un papel fundamental en la toma de decisiones y en la gestión de la organización". En la misma línea, según la Alianza Cooperativa Internacional (2019), "El liderazgo democrático es fundamental para el éxito de las cooperativas. En una cooperativa, el liderazgo se enfoca en empoderar a los socios para que participen activamente en la toma de decisiones y en fomentar una cultura de cooperación, transparencia y solidaridad". En la investigación de Galarza Torres (2019) se evidenciaron las influencias del liderazgo con el desempeño financiero de las cooperativas de ahorro y crédito ecuatorianas.
Sin lugar a dudas, la realidad del cooperativismo ecuatoriano no dista de otras experiencias de países de la región, donde son muchas las problemáticas que desde el punto de vista externo y/o interno deben resolverse, basado en la convicción de que el sector tiene una alta capacidad de contribuir a la atención de las problemáticas sociales y económicas que afectan a Ecuador y a otras naciones latinoamericanas.